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Dragones sin cielo. por YaoiNoAkuma

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Notas del capitulo:

Ya no me queda mucho por decir.

Siguiente entrega. Explicaciones al final.

XVI

-¡¿Qué sucedió?! –Mahado entró en el estudio de Bakura con prisa, el sonido de un disparo lo alarmó. Vio a Yami parado con los brazos temblándole, le daba la espalda. -¿Yami…? –Sus ojos cayeron al suelo no pudiendo evitar la curiosidad por saber qué era aquel bulto sobre la alfombra.

El cuerpo de Bakura yacía inerte en el suelo.

Yami se giró con lentitud hacia el egipcio, en su mano derecha portaba un arma, -No… no entendí a lo que se refería… -El carmesí se mostró enojado.

-¿De qué hablas?

El menor pasó su mano izquierda por su rostro, con remordimiento. –Me preguntó si se vería egoísta, si su petición lo era… No supe de qué hablaba. –Sus ojos rojos se clavaron en la alfombra manchada con la sangre del albino. –Me lo contó todo… y entonces lo entendí, pero no pude hacer nada –las manos le temblaron y miró con arrepentimiento al mayor, – ¡mi cuerpo no se movió!

Comprendió entonces el problema que comenzaba a perturbar al carmesí. Lo tomó del rostro y le obligó a mirarle.

-Cálmate. Necesito que me escuches. –El menor miró fijamente al moreno, atento a lo que le diría. –Bakura así lo quiso, Ryou no puede culparte por ello y lo sabes. –Aprovechó la inmovilidad del menor para bajar sus manos por sus brazos.

Y sin poder evitarlo Mahado se perdió en los orbes rubíes de Yami. Se rió mentalmente de sí mismo, admitiendo entonces sus celos por Yuugi. Si tan sólo le hubiera dicho sobre sus sentimientos antes de que el amatista llegara... pero el "hubiera" no existe. Quizá se arrepentiría por lo que estaba por hacer, pero no habría momento en el futuro para intentarlo.

Yami abrió los ojos al momento en que el rostro del moreno se acercaba más al suyo, pero no se movió al no creer que el mayor lo haría.

Lo estaba besando. Fue un contacto por demás casto, no exigía nada, sólo disfrutar la textura de los labios ajenos. Durante el beso con su mano izquierda le quitó el arma a Yami. Se separó del menor y le sonrió con melancolía.

-Disculpa, espero no haberte incomodado. –El menor le miró perplejo, pensando en qué decirle. –Tienes que salir de aquí. La policía no tardará en dar con este lugar…

-¿Qué? No me iré sin ti. –Mahado comenzó a alejarse.

Se detuvo en la entrada del estudio –Tendrás que hacerlo. –Levantó su mano izquierda, mostrándole el contacto que tenía ahora con el arma. –Llévate a Yuugi y a Ryou, llámale a Otogi para que los lleve fuera de aquí.

-¿Qué estás…?

-Es tu hermano. Yuugi te necesita. –Pensó durante unos segundos lo que había dicho –Tú lo necesitas.

Yami no supo qué responder. Estaba involucrado como todos los demás y le disgustaba la idea de que Mahado tomara la culpa pero Yuugi permanecía en su mente.

-Eres todo lo que le queda. Permanece con él tanto como puedas, quédate a su lado… y sé feliz. –Le pidió.

 

Aquel aterrador sonido permanecía en su cabeza. Los sollozos de Mokuba, lo último que escuchó de él… En su mente se crearon falsas imágenes de ese momento, incapacitado de su vista no pudo ver a su hermano menor por última vez, pero lo que su turbada mente construía le hacía pensar en el miedo que pudo sentir el niño.

Recordó entonces al agresor, había tenido el descaro de mostrarle su cara y le había restregado que él había matado a su hermano.

Será mejor que recuerdes este rostro o no serás capaz de vengarte por lo de tu hermano.

Una vez le mostró su rostro le clavó una daga en su costado y tan pronto la sacó lo soltó con fuerza sobre el piso, dejándolo casi inconsciente.

Sentía los ojos de aquel hombre de cabello blanco perseguirle, sentía a ese hombre mirándole con fruición.

Comenzó a desesperarse, aún estaba en el hospital. Le habían prohibido moverse pues era posible que la herida en su costado se abriese. Hacía unas horas había hablado con la policía, les ayudó con un retrato hablado de su agresor y tan pronto los oficiales reconocieron los rasgos se habían puesto en marcha para buscar y castigar a quien había matado a su hermanito menor.

La noticia de la muerte de su hermano había empeorado la salud de su padre, había entrado en coma. Tal vez el shock fue demasiado para su edad… En realidad no se preocupaba mucho por su padre, los papeles estaban listos para que él heredara la Corporación Kaiba.

-¡Isono! –Llamó a su chofer.

-¿Sí, señor? –El hombre estaba en la habitación con él, pero algo distraído.

-Necesito mi celular.

-Enseguida, señor. –El mayor hizo una leve reverencia y esculcó entre las pertenencias del castaño.

Te llamo en cinco minutos.

Leyó el mensaje de texto en su celular tras asegurarse de que la profesora no le veía. Le pareció extraño el mensaje y ante la presión de no saberse descubierto no había leído el remitente. Kaiba. Abrió los ojos a más no poder y entendió el mensaje, debía estar a solas cuando el más alto le hablase.

Se precipitó por conseguir permiso de la profesora para salir al baño y al recibir la respuesta afirmativa se apresuró para llegar a los baños y ponerle el pestillo a la puerta.

Mentiría si dijera que no le alegraba recibir un mensaje del castaño.

Brincó un poco en su lugar al sentir el celular vibrar en su mano derecha. Miró la pantalla del aparato y tras leer el nombre de contacto respiró hondo y aceptó la llamada.

Durante un minuto nadie dijo nada. El rubio no pudo pensar en qué decirle y como fue el castaño quien decidió llamar esperaba que él dijera algo.

-Katsuya. –Le habló, la voz del castaño tembló, pero Jounouchi quiso pensar que era por una mala recepción. Pasaron unos segundos más para que el castaño volviera a hablar -¿Por qué…?

-Kaiba… -Un nudo se formó en la garganta del melado.

-Me lo arrebataron… -Apenas audible el más alto trató de articular.

Pudo escuchar los sollozos ahogados que estropearon la voz de Kaiba y no soportó más, el nudo en su garganta le asfixió. No pudo pronunciar más y su llanto fue todo lo que el castaño pudo escuchar.

 

Mahado le había explicado que se encargaría de Valon y Amelda, después de todo sus rencores eran hacia a Bakura. Ellos siempre habían disfrutado más el trabajo que hacían para Bakura, aún si estaban amenazados a cumplirlos. Por su parte, Yami tenía un pasado que le había marcado y le había hecho comportarse de cierta manera y sólo mataba a quienes se atrevían a buscar en él algún contacto sexual. Había ido al cuarto de Mahado para recoger algunas maletas, le había dicho que contenían lo necesario para ayudarles a salir del país sin levantar sospechas.

Una vez se aseguró de haber cogido las maletas correctas bajó al sótano y le mandó un mensaje a Otogi.

Entró en la habitación de Ryou, sospechaba Yuugi estaría con él y no se equivocó.

-Tenemos que irnos. –Dejó las maletas cerca de la puerta y se dirigió a la cajonera de la cual sacó las medicinas del albino.

-¿Qué ocurre? –La frágil voz de Yuugi le llamó la atención.

No sabía si estaba bien decirle la verdad, pero tal vez era lo mejor. –La policía no tarda en venir para acá, te lo explicaré con detalles en el avión.

Pronto recibió respuesta por parte del pelinegro, avisándole que lo esperaría en la parte trasera de la mansión.

En todo este tiempo Ryou no había salido a la luz del sol, había permanecido en un cuarto oscuro por temor a que las medicinas no le estuviesen ayudando; Yami no estaba seguro si realmente Bakura cuidaba a su hermano menor por obligación. Cuando salieron de la mansión Ryou traía un cobertor sobre su cuerpo, deberían evitar el menor daño a su piel mientras pudiesen.

 

La policía no había hecho movimiento alguno contra Bakura por falta de pruebas. No había nada que lo incriminara en los asuntos del mercado negro, ni en la trata de personas, ni en asesinatos de altos cargos empresariales; sólo se sospechaba de él pero sin testigo alguno no era posible procesar al albino. Esto era bien sabido por todos los involucrados, pues ellos mismos se encargaban de evitar cualquier prueba que apuntara al albino como responsable. Sin embargo, por única ocasión Bakura dejó a un testigo, nadie sabía la razón, excepto Yami. Si bien no la mencionó cuando le explicó todo el asunto a Yuugi no pudo evitar sentirse mal por ocultarlo.

-Ryou… perdóname, yo…

-No te disculpes. Bakura así lo quiso.

Ryou era alguien que había crecido sin prejuicios. Incapaz de salir y conocer el mundo, sabía muy poco del comportamiento humano y sorprendentemente no se había visto influenciado por la actitud de su hermano. Probablemente él era lo que Yami y Yuugi necesitaban, alguien que les permitiera ver más allá de las etiquetas que el mundo creaba, alguien que no les juzgase por lo que querían.

 

El viaje había progresado sin problema alguno, Otogi se había separado de ellos en el aeropuerto de Narita. A Yuugi le sorprendió el hecho de haber regresado a Japón, pero tenía una leve idea de lo que el mayor intentaba hacer, sólo esperaba estar equivocado.

Tras alquilar un automóvil se dirigieron a la casa del menor, sin embargo el inmueble estaba acordonado. El de ojos malva le dijo a Yami a dónde dirigirse, y si no mal recordaba Anzu debía estar sola en casa, por esas fechas sus padres acostumbraban a viajar con más frecuencia.

Yuugi bajó primero del automóvil, seguido de Ryou y después por Yami. Esperó a que estuvieran juntos delante de la puerta y presionó el botón del timbre. Pasaron segundos antes de que la puerta se abriera.

-¿Sí? –La dulce voz de una chica llegó a los oídos de los tres.

Cuando abrió los ojos para ver quién estaba fuera de su casa se paralizó al ver a un chico de cabello castaño de ojos rojos. Se quedó callada durante algunos segundos y su mirada se posó sobre un chico rubio que traía lentes oscuros y finalmente en un pequeño chico inconfundible para ella, un nudo se formó en su garganta y sus ojos comenzaron a colmarse de lágrimas. El de menor altura le pidió permiso para dejarles entrar y se hizo a un lado. Tan pronto cerró la puerta detrás de los inesperados visitantes se abrazó con prisa al menor, dejándose caer de rodillas al tiempo en que sus lágrimas corrían por sus mejillas.

-¡Yuugi, Yuugi, Yuugi! –Repitió, queriendo probar que no era un sueño –Pensé que jamás… volvería a verte, me asusté tanto… -trató de decir entre gemidos y sollozos –pero aquí estás… ¡aquí estás! –se aferró con fuerza al más bajo y su llanto se intensificó al sentir los brazos del amatista rodearle.

-Anzu… -Correspondió el abrazo de la chica, podía imaginarse cómo se sentía, necesitaba asegurarle que eso era real. –He vuelto a casa. –Susurró, su voz comenzaba a quebrarse.

Una vez la castaña se calmó se separó de Yuugi y le sonrió con calidez, y él la imitó. Miró al par de desconocidos que acompañan al menor y les dedicó un gesto amable; les dijo que la siguieran y les ofreció asiento en la sala. Ella tomó asiento en el sillón de dos plazas mientras que ellos tomaron asiento en el de tres colocado perpendicularmente al que Anzu ocupaba. La chica parpadeó un par de veces al notar el gesto entre Yuugi y el chico de ojos rojos. Yuugi se sentó más cerca de la ojiazul y el carmesí enseguida de él y tan pronto éste tomó asiento el amatista lo tomó de la mano, finalmente el  chico de lentes se sentó enseguida del de ojos rojos.

Yuugi pensó en cómo explicar porqué ese par de chicos estaba con él así que les hizo señas para quitarse las pelucas que traían. Anzu reaccionó al ver la apariencia del de ojos rojos.

-Anzu… hay algo que necesito explicarte y te pido que me ayudes… -La ojiazul miró en los ojos malva del pequeño y no tuvo que preguntar nada para comprender la seriedad del asunto.

En quince minutos Yuugi explicó la situación a su amiga de infancia, y en esos minutos Anzu descubrió las razones de aquel gesto que había entre ellos. Se entristeció por ello, pero no era quién para interferir.

-No te preocupes, haré tanto como pueda para ayudarles. –Le respondió al tiempo en que se levanta de su lugar. –Yami, Yuugi, hay algo que necesitan ver. –Ellos la miraron con confusión pero la siguieron escaleras arriba.

Entraron en el cuarto de huéspedes. La ojiazul avanzó a uno de los muebles y sacó una mochila. Ellos siguieron sin comprender lo que la chica hacía y esperaron por alguna explicación.

-Hace unos días decidimos investigar por nuestra cuenta, Jounouchi y Honda buscaron en la habitación de tu abuelo… y esto fue lo que encontraron.

Recibieron la mochila de la chica y ella se retiró con la intención de dejarles solos para que reflexionaran sobre lo que encontrarían en aquellos libros y cuadernos.

Pudieron pasar horas mientras ellos revisaron el contenido de los cuadernos, viejas escrituras, viejas fotografías, la mayoría desconocidas para ambos. Yuugi podía reconocer con más facilidad a las personas en las imágenes, Yami lucía confundido con cada fotografía, en algún rincón de su mente algo empezaba a hacer contacto. El menor se percató de ello.

Aquellas personas a las que Yuugi llamó sus padres se incrustaron en su mente y los recuerdos que intentaba suprimir de su cruda infancia comenzaron a regresar, sus músculos se tensaron al sentir por su cuerpo las manos de aquellas personas, soltó lo que tenía entre sus manos y se abrazó a si mismo, olvidó entonces dónde estaba y con quién. Su mente le jugó sucio de nuevo, su alrededor se distorsionó y le mostró las húmedas paredes de la habitación donde permaneció confinado.

-¡Yami! –Le sostuvo del brazo derecho, continuó llamándolo; el carmesí no parecía estar ahí.

Volteó con temor a mirar a quien le había sostenido, pero no hubo reacción alguna. No reaccionó hasta que sintió algo sujetarle del rostro y pudo distinguir entonces el rostro de Yuugi.

-…Yuugi… -

-¿Estás bien? –Los ojos malva le miraron apesadumbrados.

Sostuvo la mano izquierda del menor y la movió de su mejilla a sus labios, miró al amatista intensamente y besó la palma de su mano. Yuugi se sonrojó un poco por ello e inesperadamente el carmesí le haló contra su cuerpo y le sostuvo con fuerza.

 

-¿Quieres beber algo? –Preguntó la ojiazul al de cabello blanco.

-Sí, gracias. –Se levantó del sofá y siguió a la chica a la cocina. La chica le extendió un vaso con agua. –Lo has notado, ¿verdad? –Tomó un trago de agua.

-¿Eh? –No tardó en comprender la pregunta. –Sí…

-¿Qué opinas de eso?

-Es extraño… Quiero decir, son hermanos y ambos son hombres, ¡por supuesto que es extraño! –Se precipitó un poco –Y quizás no puedan hacerlo público, la mayoría de la gente no lo entiende… Y no quiero que Yuugi salga lastimado de eso, pero si eso es lo que quiere lo apoyaré.

Ryou pudo comprender un poco el tipo de ambiente en el que Yuugi creció y cómo se diferenciaba de Yami. Pudo el menor carecer de sus padres en algún punto de su vida pero el apoyo de sus amigos había sido suficiente para que avanzara y creciera como persona. Y esperaba que ellos permanecieran al lado del menor después de ese día, porque los necesitaría más que nunca.

-Puedo ver que su amistad es incondicional.

 

Durante aquella noche Yami no pudo conciliar el sueño. Recordó nada de sus días como hermano de Yuugi, y quizás fueron pocos pues Yuugi tampoco parecía recordar. Tenía la sensación de conocer a las personas en las fotografías pero sólo eso.

Sin embargo, eso no era lo que más le inquietaba.

Estaba nervioso. Quería estar con Yuugi tanto como le fuese posible, pero si debía alejarlo de todo no podría. Yuugi aún estaba desaparecido de Japón y que regresara sin más, sin agresor debía ser sospechoso. Pero no era así… Yami aún se culpaba por haber dejado al menor solo. El asunto de su abuelo aún estaba sin resolver así como su fuga de la cárcel en Inglaterra. Era un fugitivo. Y sin lugar al cual pertenecer tarde o temprano sería encontrado.

Sus ojos rojos se posaron en el blanco rostro de Yuugi, plácidamente dormido. Se giró a su lado izquierdo y tocó el rostro ajeno. El menor reaccionó al toque y entreabrió los ojos.

-¿Sucede algo? –Sus párpados le pesaban y las palabras se arrastraron.

-Yuugi… no puedo quedarme contigo, no así –El entrecejo del menor se arrugo, asustado por sus palabras –sabiendo que me será imposible estar contigo sin tener que ocultarme… No quiero cortarte las alas.

Los ojos de Yuugi se llenaron en lágrimas, estaba falto de palabras para poder objetar porque en el fondo sabía que Yami le había llevado de vuelta a Japón para separarse, sabía que a ambos les dolía por igual.

Y quizás, sólo quizás era lo mejor por el momento.

-Regresaré por ti. –Juntó su frente con la del amatista y le miró a los ojos.

Yuugi retuvo el llanto –Te esperaré.

Aquellas palabras hicieron sonreír al carmesí con ternura y Yuugi no pudo retener más el llanto. Sostuvo al menor de la barbilla y le acercó más para poder besarlo.

 

No hay lugar al cual pertenezca más... porque pertenezco a ti.

Notas finales:

Bien. Este es el final.

Sí, en serio, lo es. Sin embargo, hay un pequeño extra (literalmente, pequeño).

Este es el final original de DsC… bien, está algo modificado porque el original me haría cortarme las venas. Y como está algo inconcluso… ¿algo? Está bien, está inconcluso, he decido hacer un pequeño extra.

El extra no es muy relevante, sólo si no te das una idea de lo que pasa después de esto… y si quieres ver qué he hecho del puppyshipping implícito (cosa que insisto no planeé).

Como sea, no me queda nada más que agradecer que leyeran este fanfic, que ha sido el más largo en toda mi vida. Espero no haberles desesperado tanto con la falta de actualización y así, pero soy una persona de muy malos hábitos… y es mi primer fanfic de más de dos capítulos. En este momento no encuentro las palabras necesarias para expresarles mi gratitud, en especial a esas personitas que se tomaron la molestia de dejarme algún review, l@s adoro, ¡con todo mi corazón!

¡Muchísimas gracias por seguirme a lo largo de estos 16 capítulos!

(Me despido desde aquí por si no leen el extra).

¡Sean felices~!

P.D.: El extra dentro de una semana~


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