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Dragones sin cielo. por YaoiNoAkuma

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Notas del capitulo:

¡El que sigue! Muchas gracias por los comentarios, me hacen realmente feliz.

Se supone debería estar estudiando... Pero lo terminé en la escuela y tenía que subirlo.

Bien, este es un capítulo un tanto de relleno. No hay mucho por descubrir pero hay pequeñas claves para descubrir el pasado de estos niños (Yami y Yuugi). Consideren aún lo de los horarios, por el momento seguiré entre Londres y Japón. Por cierto, el cuarteto de estudiantes vive en Tokio –si acaso no lo mencioné antes, no lo recuerdo-. Este… me empiezo a meter un poco con la policía. Lo que hago es mera ficción, así que no tengo idea de cómo sea la manera de proceder de los policías en Japón.

III

Lo que había pasado le dejó atónito… ¿Exactamente qué había pasado? Vio al chico de ojos rojos golpear al de mirada turquesa y amenazar al trío de nuevos personajes. Eso lo entendía, lo que no podía comprender era el porqué de sus acciones. No eran nada, y si creía que aceptaría eso como disculpa por lo de su abuelo estaba muy equivocado. Nada podría valerle como disculpa.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando la presión sobre su mano se suavizó. Miró al chico llamado Yami, sacó una llave de su bolsillo y la insertó en la cerradura sobre el pomo de una puerta. ¿Puerta? Enfocó la vista al frente, un pedazo de madera de pino. Un pequeño sonido tronó, el pasador de la cerradura había sido corrido por la llave accionada. La presión volvió y le llevó dentro de la habitación.

-Mahado, -por un instante olvidó al egipcio, les había acompañado desde que abandonaron la estancia –quédate con él. Necesito atende- El menor había quitado la mano, librándose de su agarre e interrumpiéndolo.

-¡Primero tienes que decirme porqué estoy aquí! –Exigió el de ojos malva, podría decirse que era como un perro… Era fácil imaginar una cola entre sus piernas.

Se rio mentalmente ante la imagen del niño con características cánidas. –No tengo porqué darte explicaciones, estás en calidad de rehén… Podría matarte ahora mismo. –Necesitaba callarle… si continuaba…

-¡Bien! ¿Por qué no lo haces? –Estaba asustado y enojado, lo que decía no lo pensaba; el miedo y la desesperación provocaban que las palabras brotaran por sí solas, sin previo aviso cual maleza.

No respondió. Sólo quería que se quedara en silencio, que no cuestionara sus acciones… Porque no tenía respuesta alguna. Le miró, vio sus ojos amatistas aterrados y contrariamente firmes. Resopló y se dirigió a la puerta para salir de ahí, haciéndole una seña al castaño para que le siguiera.

Fue tras ellos, queriendo alcanzarlos, -¡Espera, no me de- Cortó sus palabras cuando la puerta se cerró. Intentó girar el picaporte sin embargo escuchó el pasador asegurar la puerta. Detuvo su forcejeo y apoyó la frente en la madera, se dejó caer. Sus piernas flexionadas ligeramente bajo su cuerpo, las palmas de sus manos y su frente en la puerta. Comenzó a llorar. Le dolía haber perdido al único familiar que le quedaba. Había sido sacado por la fuerza de su lugar de nacimiento, su hogar. Le amedrentaba la idea de no volver a ver a sus amigos, ellos que tanto le ayudaban, que tanto le cuidaban, a los que tanto quería. Se cayó a pedazos, intentó ahogar sus gemidos y llantos…

-¿Por qué no le respondiste? –Le preguntó en cuanto estuvieron fuera de la habitación. Sabía la razón, o al menos tenía una idea, sólo quería saber lo que él creía.

-No me cuestiones. –Quería evadirlo, no pensar en ello. Le taladraba la cabeza y le oprimía el estómago… El simple pensamiento de por qué le daba un sentimiento incómodo, le perturbaba no tener una respuesta concreta. –Ni siquiera debo de darte razones a ti, a nadie. –Le entregó la llave con que había asegurado la habitación donde el niño estaba. –Cuídalo. Nadie, excepto nosotros, debe entrar. El niño-

-Yuugi. –Le interrumpió. Yami le miró confundido. –Ése es su nombre.

¿Yuugi? -… Como sea. Cuídalo mientras no estoy. –Comenzó a dirigirse a las escaleras para salir del sótano.

La pregunta quedó en su paladar, derritiéndose suavemente como un cubo de hielo, adormeciendo su lengua. ¿Por qué le quiere proteger? Sus labios podrían decirle que no era nada, que no era verdad pero sus ojos ávidos y mentirosos eran fáciles de leer para él. Siendo alguien estudiado en el comportamiento humano podía deducir lo que el joven de ojos carmesíes realmente sentía. Estaba confundido sin saber muy bien la razón, eso le molestaba.

 

La noche ya había caído. Habían esperado a que fuera media noche. Las calles estaban desoladas, y sumándole que la casa estaba sola en al menos medio kilómetro a la redonda. Estando la casa custodiada por la policía la entrada  por el frente no era opción. Entrarían entonces por el patio trasero, la barda no era muy alta, el acceso al interior del inmueble no sería tan complicado.

-Bien, quédate aquí Anzu. –Le dijo el rubio. Tomó las mochilas en el suelo. –Si pasa algo acá afuera me marcas al celular, un tono.

-Pero no quiero quedarme aquí, ¿estarán bien? –Se preocupó.

-No te preocupes. Son sólo dos agentes. –Empezó Honda, tomó una de las mochilas, ofrecida por el rubio. –Si sucede algo te marcaremos, dos tonos, para que te vayas.

-¡No los voy a dejar! –Se angustió ante la idea.

-Lo vas a hacer si es necesario, -los ojos melados contra los azul cielo –lo mejor es que sólo dos de nosotros terminen atrapados. Tú no debes involucrarte mucho, Honda y yo tenemos ya un récord perturbando la tranquilidad social. –Su mueca se mostró nerviosa, esos asuntos ya tenían tiempo, pero sus expedientes estaban marcados. –Un allanamiento de morada no nos hará daño, ¿verdad Honda? –Miró al castaño, el cual asintió con la cabeza y le sonrió ampliamente.

-Bien… tengan mucho cuidado. –Resignada les vio acercarse a la barda trasera, les perdió de vista una vez pasaron el muro. –Yuugi…

Estaban dentro. Abrieron la puerta que conectaba el patio con el interior de la casa, la cocina. Con extremo sigilo se movieron dentro, pasaron entre la mesa y el refrigerador evadiendo la sangre coagulada en el piso. Salieron de esa habitación, estaban en el pasillo, avanzaron tres pasos y se fueron a la sala, a la izquierda.

-Perfecto, no nos han notado. –Dijo victorioso el rubio. –Ahora tenemos que buscar todo lo que nos pueda servir para saber el pasado del señor Mutou. –Su voz era apenas un susurro. Honda asintió.

Comenzaron entonces a buscar entre los libreros de la sala, ubicados en las esquinas de la habitación. Con pequeñas linternas iluminaban. Sacaron principalmente álbumes de fotografías, revisaron cada fotografía; aquellas donde Yuugi estaba con su madre, con su padre, con su abuelo, otras de sus padres juntos, de la boda entre la madre y el padre de Yuugi, y otras más de la infancia del tricolor. Hubo algunos álbumes con fotografías de personas que no habían visto –tal vez amigos de la familia-, fueron ese tipo de cosas las que buscaban. Sacaron tres libros con aparente información necesaria.

-…Seguramente lo has imaginado. –Escucharon la voz acercarse. Se ocultaron detrás de los sillones.

-Te digo que he oído algo. –Traía una linterna en su mano derecha, la hizo iluminar el pasillo hasta la cocina, la pasó por las escaleras iluminando un poco el segundo piso y finalmente por la sala. Mas no vio nada.

-¿Ves? Además qué han de querer con esta casa. Aún no entiendo porqué alguien mataría a un anciano. –Reflexionó.

-Tal vez rencores viejos.

-Pero ¿por qué dejarlos hasta ahora? Bien pudo haberlo reportado.

-Mucha gente prefiere hacer justicia por mano propia. –Bajó la linterna y comenzó a caminar hacia la puerta para salir de nuevo y continuar su trabajo.

Esperaron unos minutos para poder salir de su escondite. –Bien, no hay moros en la costa. –Se levantaron con sigilo. –Vayamos a la habitación del abuelo, tal vez encontremos algo más.

Dicha habitación se encontraba bajo las escaleras a un lado de la cocina. Una vez dentro comenzaron a buscar en cada mueble. La luz de la luna se colaba por la ventana. Encontraron algunos diarios de  registro de sus viajes, siendo arqueólogo tuvo que ir a diferentes lugares; aunque en su mayoría eran de sus travesías en Egipto. Recordaron que el niño siempre se veía solo a medio año escolar, mi abuelito fue a Egipto a una expedición, decía cuando iban a su casa a realizar algún trabajo escolar, le preguntaban si no se sentía solo, Es lo que le gusta a mi abuelito, respondía con una sonrisa auténtica. En ocasiones Jonouchi le ofrecía quedarse con él, hasta que su abuelo regresara… Sobre el padre del niño no sabía mucho, sólo que había muerto cuando Yuugi estaba en primaria; de su madre tampoco, la conoció de apariencia una vez, cuando aún no era amigo del niño; no la volvió a ver después de eso. Después de tanto buscar encontró algo que le quitó el aliento.

-…Vuelto a escuchar… -Se escuchó del otro lado de la puerta. Honda se alarmó.

-¡Jonouchi! –Susurró, al no ver reacción por parte del rubio se fue al armario. -¡Ey, vienen para acá! –Volvió a intentarlo.

-…No puede ser… -Murmuró en sorpresa.

-Te digo que estás imaginando cosas. –Se escuchó más claro, y por lo tanto más cercano a la habitación.

-¡Jonouchi, al armario! –Volvió a llamar al rubio, el cual finalmente reaccionó. Le señalo la puerta, Estoy seguro de lo que oí, se escuchó, alarmado el de mirada melada se apresuró a con el castaño y entraron al armario. Cerraron la puerta, a los dos segundos se escuchó abrir la puerta de la habitación.

-¿Ahora? No hay nada, te digo. –Se quejó uno de los oficiales.

-Te juro que oí algo… -Movió la linterna por todo el cuarto, esquinas, el techo, debajo de la cama, atrás de la puerta… El armario. Movió la mirada al clóset. Tragó saliva y se movió hacia el mueble.

-¿Qué haces? Volvamos afuera. Te digo que no hay nadie. –Le jaló de la manga derecha para salir de la habitación.

Adentro del mueble los jóvenes estudiantes miraban con terror la puerta, encomendándose al primer dios que les viniera a la mente. Mierda, mierda, mierda, repitieron constantemente en sus mentes. Si la puerta del mueble era abierta estarían en graves problemas. Sonó la puerta, un intento por abrirla. Se petrificaron. Cerraron con fuerza los ojos y se recargaron con fuerza a las paredes del armario. Oda, cambio. Se escuchó una transmisión con bastante distorsión. Abrieron los ojos entonces. La puerta fue soltada. –Aquí Oda. –Respondió uno de los agentes. Tú y Kishimiro pueden retirarse. He mandado a otros dos agentes a cubrir el siguiente turno. Las almas de los menores abandonaron sus cuerpos ante el alivio y el susto recién experimentado. –De acuerdo. –Respondió el agente, terminando la transmisión.

-¡Excelente! –Expresó con gozo el otro agente. -¡Al fin! Ya me había cansado de estar aquí. Vayamos por unos buenos tragos. –Dijo desde la puerta de la habitación.

-¿No que estabas cansado…? –Las voces comenzaron a alejarse. –Un trago no te hará sentir me… -Poco a poco se fueron reduciendo, hasta que ya no escuchó nada más que las respiraciones de los jóvenes encerrados.

El rubio fue el primero en salir del mueble. Caminó hasta la puerta y se asomó, nadie. Suspiró aliviado. –No hay nadie. –Le dijo al castaño para que saliera del clóset. –Mejor nos vamos antes de que algo suceda. –Sujetó bien la mochila a su espalda y salió del cuarto con el castaño atrás siguiéndole.

Salieron al patio trasero y saltaron la barda. La castaña no estaba, ¿ya se habrá…? Interrumpió su pensamiento al ver a la chica escondida entre unos arbustos. Se rio mentalmente y se acercó con cuidado hacia ella, intentando no hacer ruido. –Dame tu alma. –Con voz de ultratumba, alargando las vocales, le puso una mano en el hombro. La chica volteó mecánicamente hacia su espalda. La mejilla del rubio fue impactada con la palma de la mano izquierda de Anzu.

-La auténtica forma de demostrar su felicidad de vernos de vuelta. –Dijo Honda con en burla de Jonouchi.

-¿También quieres que te lo demuestre? –Comentó enojada con las mejillas sonrojadas ante la vergüenza. El castaño negó con la cabeza riéndose nerviosamente. -¿Cómo les fue? –Dijo un poco más calmada.

-Bien… Sólo necesitamos ver a qué casa ir para revisar las cosas. –Dijo el de mirada melada aún sobándose el golpe.

-Podemos ir a mi casa, -dijo la chica –mis padres salieron desde esta mañana y no vuelven hasta el lunes por la tarde.

-Perfecto. En marcha.

Anzu era una chica querida. Con sus progenitores aún con vida, dándole todo el cariño que se le puede dar a una hija. Sus padres tenían el gusto de salir los fines de semana a toda clase de lugares, frecuentemente llevaban a la menor con ellos,  pero si la chica ya tenía planes se iban sólo ellos dos. No les gustaba forzarla. Mazaki tenía una buena vida, sin conflictos familiares ni falta a sus necesidades. El único problema es que ella era algo temerosa. Guardaba sentimientos hacia su mejor amigo, tenía un sueño que deseaba cumplir… Pero el miedo y la incertidumbre la hacían no salir de los límites… de ese muro imaginario que rodea nuestro pensar.

Llegaron a la casa de la chica. Un hogar modesto y suficiente para tres personas. Subieron al cuarto de huéspedes. Una vez ahí comenzaron a revisar los libros y álbumes. Tras unas horas de búsqueda no hubo mucho de dónde escarbar. Entonces el rubio recordó lo que había visto en la casa del tricolor. Con frenesí buscó dentro de la mochila ante la mirada atónita de sus amigos.

-¡Aquí está! –Dijo victorioso alzando un libro de encuadernado viejo y maltratado, roto en las esquinas, de pasta dura y color azul índigo.

-¿Qué es eso? –Preguntó curiosa.

-Hay algo aquí que me ha intrigado. –Abrió el libro, otro álbum de fotografías. –Algo que… es un tanto perturbador. –Decía mientras buscaba entre las páginas del libro. Hiroto y Mazaki se miraron entre ellos, volvieron la vista al rubio cuando volvió a gritar con victoria. -¡Esto! Miren esta fotografía. –Les hizo señas para que se acercaran.

Los jóvenes se acercaron con un extraño sentimiento de ansiedad que desapareció en un instante al ver la fotografía señalada por el rubio. –No puede ser… -Susurraron al unísono el par de castaños.

 

Se removió con impaciencia en el asiento de piloto del automóvil. No quería quedarse dormido. Su seguridad estaba en peligro, sí, pero en realidad le turbaba la idea de tener los recuerdos aún frescos en la mente y por consiguiente soñar con éstos.

El rostro suplicante del anciano, las palabras de perdón, las excusas… Golpeó con fuerza el volante. Le molestaba que hubiera tenido el descaro  de explicarle el porqué de su desgracia. Durante años tuvo guardado el rencor hacia esa persona, durante años sufrió por su causa. Sus razones no significaban nada. Estuvo siempre cargando con el recuerdo del viejo… no había nadie más en su mente. Por más que lo intentara no había nadie más excepto él. Su madre o su padre no estaban registrados en su mente. Tembló al recordar las lascivas caricias. Rascó por instinto sus brazos, queriendo quitar tan asquerosa sensación.

La puerta del copiloto se abrió, detuvo abruptamente sus acciones. Subió un hombre de considerable masa corporal; canoso y con unas notorias entradas en la cabeza; vestido en un traje de diseñador gris, corbata violeta. -¿De nuevo tú? –Preguntó. Una voz gruesa y algo ahogada.

Asintió, sus ojos rojos pasearon por el rostro del hombre, alojándose en sus ojos grises. Sucios, ambiciosos. –El trato está hecho, le llevaré donde se encuentra la mercancía. –Ignoró el ¿saludo? Pisando el pedal de embrague giró la llave en el volante y quitó el freno de mano, pisó el acelerador y fue retirando el pie del clutch. Vio de reojo al hombre, sonriendo satisfecho. Asqueroso animal, pensó con fastidio. Suspiró mentalmente, no podía hacer mucho respecto a eso, era su trabajo. Personas como esas eran del día a día.

Y eran la mejor distracción.

Notas finales:

Y hasta aquí. Les dije que no había mucho por contar…

Jonouchi y los otros dos me han abarcado casi todo el capitulo… Eso no ha sido lo que tenía en mente, pero ya está escrito y no lo pienso cambiar (no lo cambio, no lo cambio y no lo cambio –berrinche-). Se están metiendo en cosas bastante duras y complicadas… Y lo que han descubierto es algo de suma importancia, que no trataré hasta después –mueran de intriga (¿?)-. Es algo perturbador estar con dos chicos en tu casa… Supongo, no he tenido la oportunidad de tener amigos varones. Pero no hay problema, estos niños son como hermanos entre ellos.

Me empezaré a meter un poco más con el trabajo que Yami desempeña. Supongo que ya se dan una idea de tan despreciable trabajo (¿?). He tenido que recordar mis clases de manejo… Aún no tengo licencia pero ya llevé un curso… Me empolvaré si no hago algo…

Como sea, eso es todo.

Nos vemos en el siguiente capítulo.

Sean felices~


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