Prólogo.
Han perturbado tu inocencia
¿Sabes lo que puede llegar a ocurrir
cuando se agota la paciencia?
Es lo mismo, pensó fastidiado. Las burlas, las bromas, las habladurías… entró rápidamente a su clase con la esperanza de que su puesto estuviese en su lugar. Claro que la esperanza murió en vano cuando notó que su mesa no estaba, unas risas resonaron en sus oídos y de inmediato supo quienes le habían jugado la bromita.
—¿Dónde está mi mesa? —preguntó sin alzar mucho la voz.
Uno de los que se reían paró abruptamente para mirarlo con una ceja alzada. —¿Estás hablándonos? —siseó amenazante.
—¿Dónde está? —volvió a preguntar.
La chica del grupo miró preocupada al entender lo que pasaría como se siguieran molestando uno al otro, se escondió detrás de su primo intentando no ver la atroz escena.
—A mi no me hablas así, maricón —en seguida, y sin ninguna clase de culpa lo golpeó en el estómago—. Tendrás suerte si tu mesa está en el primer piso.
Volvió con su grupo de amigos bastante enfadado, por otro lado él se encogió ante el golpe; había perdido la respiración y le costaba recuperarla. La chica que en un principio miraba la escena preocupada le susurró a su primo. —¿Crees que Naruto-kun estará bien?
Y su primo, un chico de cabello largo y ojos claros respondió. —Él se lo buscó, no debería importarnos si está bien o no. Es su problema —ella asintió sin atreverse a decir más.
Abajo, en el primer piso un chico de ojos azules buscaba su mesa mientras respiraba agitadamente por el golpe que se había ganado momentos atrás. La encontró arrinconada lejos de él y a pesar del dolor la cargó de nuevo a su salón de clase; al entrar todos soltaron una carcajada y nadie se preocupó por ayudar al rubio a acomodar de nuevo su puesto. El profesor que presenció toda la escena solo suspiró.
—Naruto, acomódate de una buena vez —murmuró enfadado—. Vamos a comenzar la lección de hoy —giró hacia su escritorio y tomó el libro de texto en sus manos—. Para hoy trabajaremos el libro, así que hagan grupos de a tres.
Todos los estudiantes emocionados hicieron sus grupos y se acomodaron en diferentes lugares del salón de clases, todos menos uno, Naruto permanecía inmutable en su puesto a sabiendas de que no conseguiría grupo. Y el maestro lo notó; sondeó el lugar y encontró un grupo de dos que se disponía a trabajar así. Se acercó a ellos con una sonrisa apaciguadora.
—Hagan grupo con Naruto, así quedarán todos los grupos de a tres.
Los aludidos miraron incrédulamente al maestro y luego alternaron la vista a Naruto. —No —negó la chica duramente.
—No entra en discusión Sakura, háganse con él o no calificaré su trabajo.
Ella suspiró sonoramente. —De acuerdo —pronunció levemente, luego se viró a su compañero de trabajo—. Sasuke-kun, llámalo tú.
Un chico de ojos negros asintió sin más remedio, se levantó con pasos cansados y se acercó a Naruto, que aun estaba sentado en su mesa mirando al vacio.
—Hey —llamó Sasuke despectivamente—. El profesor nos ha obligado a incluirte a nuestro grupo así que ven.
Naruto posó sus ojos azules en los ojos del chico que acababa de llegar, le sonrió lastimeramente y se levantó de su puesto para caminar hasta donde Sakura esperada enfadada por tener que hacer el trabajo con el rarito de la clase. Sasuke lo siguió de lejos procurando mantener cierta distancia entre los dos, por si acaso.
—Realiza los primeros diez ejercicios y con Sasuke haremos el resto —le dijo Sakura a Naruto sin mirarlo a la cara—. Tampoco hace falta que estés acá, puedes ir a tu lugar.
Naruto entendía que ella no quisiera juntarse con él, lo entendía y aun así le dolía. Asintió dando a entender que había captado la orden. —Pero no tengo libro —murmuró entre dientes.
—¿Qué? —chilló Sakura.
—No tengo libro —pronunció un poco más alto.
—Claro, se me olvidaba que no tienes ni para comer —dijo despectiva, en seguida giró buscando su libro y cuando lo encontró se lo lanzó a Naruto pegándole en la nariz—. Quédatelo, ya me compraré otro; no quiero nada que haya tocado tus enfermas manos.
Sin decir nada Naruto se levantó y volvió a su puesto lentamente. Comenzó a realizar los ejercicios uno a uno, y acabó bastante rápido, porque a pesar de ser pobre no era tonto, y siempre entendía muy bien lo que explicaban en clase. Como faltaba mucho para que se acabara la hora Naruto decidió usar el tiempo restante para pensar.
Pero de la nada se vio observando a aquel chico de ojos y cabello negro, que se veía frustrado mientras Sakura gritaba a su alrededor diciendo quien sabe que cosas y por más que el de ojos negros intentara ignorarla le era imposible. Naruto soltó una risita al ver la frustración del chico Uchiha y de inmediato se sonrojó. ¿En qué estaba pensando? No podía pensar en Sasuke de esa manera.
Respiró hondo unas cuantas veces y con esto el dolor a su estómago volvió lacerante. Odiaba cuando lo golpeaban, odiaba cuando lo insultaban, odiaba que no entendieran.
Sacó una hoja en blanco donde comenzó a escribir, pues esa era su única salida, escribir. Pasados unos minutos el timbre sonó y Naruto le pasó su parte de los ejercicios a Sakura quien a su vez le pasó los ejercicios al profesor, antes de que comenzara la siguiente clase Naruto se posicionó para terminar de escribir. Solo que no contaba con que Inuzuka Kiba lo viese y con una sonrisa se acercara para arrebatarle la hoja de las manos.
—¿Dándoselas de escritor? —preguntó burlón—. Veamos tu talento.
Se aclaró la garganta y comenzó a leer.
—No entiendo; yo nunca les he hecho nada malo y aun así ellos me golpean hasta hartarse. Sí, no tengo una familia adinerada; sí, no soy originario de este país, y sobre todo… sí, soy gay ¿pero por qué eso tiene que ser un problema? Yo solo quiero sentir lo que todos los adolescentes de mi edad sienten. ¿Por qué tengo que cambiar? Si solo soy yo. Ellos no saben del mal y el bien, ellos no saben que es vivir fuera de una mísera cajita de cristal, yo no soy lo que ellos creen que soy… pero eso no importa porque…
La hoja se había interrumpido en ese momento ya que el rubio no había tenido tiempo de seguir escribiendo. Todo el salón soltó una carcajada que duró varios segundos, y Naruto solo atinó a agachar la cabeza humillado, eso no era para que lo leyeran en público.
—Eres más sensible de lo que creemos —se burló Kiba mientras le pasaba un brazo por la espalda—. No te preocupes que te podemos quitar lo afeminado a golpes.
En seguida le dio una orden silenciosa a su grupo que amigos quienes lo siguieron y salieron del salón en dirección al baño. Uno de ellos tomó al rubio del cuello arrastrándolo contra su voluntad a esa pequeña habitación maloliente donde muy seguramente —y de nuevo— Naruto se ganaría la paliza de su vida… y todo porque no era todo lo que ellos esperaban que fuese.