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Green Academy: La escuela del siglo XX por SebaCielForever

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Notas del fanfic:

 

 

Notas del capitulo:

Hola!!!! Sé que por ahí esta mi otro fic a medias pero, bien, esta vez será la primera en que me atreveré a tener dos a la vez.. podría ser la última también.. XDD

Esta historia la empecé a escribir para mí en realidad, por pura diversión pero, cuando llevaba un par de páginas me dieron ganas de publicarlo y aquí lo tienen.. :DD

Espero que lo disfruten..

Había demasiado calor ese día como para discutir, la cabeza le estaba hirviendo al joven Sebastián Michaelis, estudiante problema de la Green Academy; quien a sus escasos diecisiete años de edad era regañado y castigado "injustamente" por el director de la escuela una vez más.

Estaba tamborileando los dedos en la mesa. La voz del director Grell Sutcliff ya le había hartado y, comenzaba a importarle poco el que pudieran expulsarle ese mismo día. "Cállese, viejo estúpido." Le insultó mentalmente, dirigiendo una mirada despectiva al pelirrojo, quien se limaba las uñas mientras seguía la conversación.

Esta vez, el director no se había ido por las ramas. No le había mandado un reporte o una de esas notas de "su hijo podría ser expulsado si le encontramos esto nuevamente"; no, hoy había mandado a llamar a su dulce pero hostigadora madre, Kate Michaelis.

-¿Y entonces Sebastián? – Su madre lo miró con un gesto de desaprobación claro en el rostro. - ¿Continuarás así?

-No sé a qué te refieres, madre. – Ni siquiera le miró, se limitó a colocar su mechón de cabellos azabache detrás de la oreja. Ella era muy culpable de su situación por tener cincuenta cajetillas de cigarrillos en casa.

-Joven Michaelis, creo que su madre es una mujer demasiado bondadosa con usted, pero, yo no tengo por qué serlo. – El director ladeó el rostro, otorgándole a Sebastián una mirada sarcástica. – Si usted no mejora sus calificaciones y su comportamiento, joven, temo que será imposible que consiga graduarse este año.

-No es importante. Mis padres tienen muchísimo dinero, señor Sutcliff. – Sebastián jugueteó con su corbata sin darle importancia al asunto.

-¡Te equivocas, Sebastián! – Por primera vez su madre le alzaba la voz en forma retadora. – ¡Si no te gradúas puedes despedirte de todos los lujos a los que estás acostumbrado!

-Madre, ¿dejarías a tu único hijo en la calle? – El moreno le miró sorprendido, fingiendo tristeza y decepción.

-¡No, pero le encerraré en casa y le obligaré a trabajar día y noche hasta que me suplique por dejarle siquiera dormir cuatro horas al día! – Kate había perdido la compostura por completo, estaba cansada de la rebeldía del muchacho. Sebastián le miró horrorizado.

-Ha sido ella y no yo, joven Michaelis. – Las palabras del director le hicieron girarse, ya no lucía esa sonrisa retadora con la que había llegado a la oficina. – Sin embargo, no es una tarea tan difícil como usted está pensando. Nosotros en realidad, solo queremos su bienestar. Así que, dígame, ¿está dispuesto a colaborar?

Sebastián asintió, lo peor ya había sucedido. Ahora le vendría mejor colaborar o, por lo menos, pretender que lo hacía.

-Sí, director Sutcliff, colaboraré. – Se sentía como si estuviera en un juicio donde decir cualquier palabra equivocada le llevaría a la horca.

-Bien, el cigarro le está prohibido… – El director sonrió picarescamente al ver los ojos abiertos del muchacho. "¡Cuánto me gusta la cara de este chico!", pensó. – en horarios de clase. – Finalizó, otorgándole un respiro al moreno. - Además, deberá colaborar semanalmente con el mantenimiento de las áreas verdes de la escuela como parte de su trabajo comunitario.

-¿Trabajo comunitario? Pero, ¿qué diablos está…?

-No me interrumpa, joven Michaelis. – Grell amaba ese trabajo en ese momento. Castigar malcriados tenía que ser lo suyo. – Recuerde que usted fue atrapado intentando robar los exámenes del profesor Claude. Eso, solo eso, amerita la expulsión inmediata pero, yo he sido considerado con usted.

El moreno suspiró. – De acuerdo. Haré el trabajo después de la escuela.

-No. Será el fin de semana, no quiero que la policía crea que usted es un ladronzuelo y lo arreste. – Kate rió ligeramente ante los pucheros de su hijo al escuchar la sentencia. – Y por último, le asignaremos un tutor para que le ayude con las tareas. – Grell enderezó sus gafas y sacó una hoja de la gaveta de su escritorio. – Ciel Phantomhive.

-¿Ciel Phantomhive? – Sebastián se puso de pie, apoyando las palmas en el escritorio. – ¿El mocoso del séptimo grado? ¡Pero él es incluso menor que yo!

-Sebastián, escucha al director. – Puntualizó su madre y el moreno sintió deseos de tirarse el pelo.

-El joven Phantomhive es cuatro años menor que usted, es verdad; pero, es actualmente el campeón intelectual de la competencia nacional escolar. Créame, usted no podrá contar con un mejor tutor que… - Alguien llamó a la puerta en ese momento, interrumpiendo la explicación del pelirrojo.

-¿Me llamó, director Sutcliff? – La voz tímida pero orgullosa de Ciel se hizo presente en la habitación mientras, éste abría la puerta.

-Sí, joven Phantomhive. - Grell suspiró, comenzaba a aburrirse de toda aquella palabrería. Pensaba que existían cosas mucho mejores que desperdiciar la tarde de viernes insistiéndole a un muchacho malcriado, desde la infancia, en que aprendiera a comportarse. – Le presento al joven Sebastián Michaelis. – El director se puso de pie e invitó al moreno a hacer lo mismo.

-Mucho gusto, Sebastián. – El pequeño le saludó formalmente, extendiéndole una mano, la cual el aludido sacudió bruscamente.

-Sebastian… - Su madre con tono de hastío.

-Solo lo saludo, madre. – La mujer solo giró la mirada, su hijo era un verdadero desastre.

-El joven Michaelis estará a su cargo, Phantomhive. – El pequeño pasó saliva y volvió a mirarle. Sebastián era conocido por sus malas artes de robar dinero a los menores, menores como él. Sin embargo, frunció el ceño y asintió. – A partir del lunes por la mañana usted deberá supervisarle en cada tarea y cada asignatura hasta el día de la graduación. Será usted, literalmente, su sombra.

-Pero, director Sutcliff, ¿cómo asistiré yo a clases? – Preguntó el pequeño, confundido.

-Usted no tiene nada por qué preocuparse, joven Phantomhive. Sus materias están exoneradas totalmente. – Grell sonrió con picardía y emoción. – Es lo menos que puedo hacer por el mejor estudiante de todo el país. El otro año usted comenzará el octavo curso automáticamente. - Ciel no pudo evitar sonreír ante la recompensa que sus esfuerzos le habían otorgado. - Solo le pido… no, le suplico no quite el ojo de encima de este muchacho.

El ojiazul miró a Sebastián y asintió. – Lo tendré cerca de mí todo el tiempo, director. – El rostro sorprendido del moreno le hizo ganar confianza y mostrarse tan ególatra como era su costumbre. – No se me escapará nada.

"Eso ya lo veremos.", dijo Sebastián en su fuero interno, dibujando una sonrisa en su rostro.


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