*MEMORIES*
El día de hoy, a pesar de todo, es un día feliz.
Me levanté como de costumbre, de mi lado de la cama, ese que he ocupado los últimos años. Nuestra habitación es tan grande ahora, o no sé si sea mi imaginación, pues antes no me lo parecía.
Como puedo, pues mis dedos ya no son tan agiles como antes, desbotono la camisa de mi pijama, pues debo alistarme temprano si no quiero que me ganen mi lugar, nuestro lugar.
Del armario, tomo mi traje, ese que use por última vez hace ya un año. No es de mis favoritos, pero es el más elegante que tengo y la ocasión lo amerita. Una corbata a rayas y una camisa blanca, esa que me regalaste en mi último cumpleaños. Aun recuerdo tu carita de satisfacción al verme abrir la pequeña caja, envuelta en un papel brillante. Amabas regalarme tantas extravagancias, que por un momento pensé en que sería cualquier cosa, menos esa camisa tan pulcra y elegante. La ame desde el primer instante, a pesar de no ser mi color.
Una vez que estoy listo, tomo mis llaves del buró junto a nuestra cama, pues últimamente, si no dejo las cosas a la vista, no recuerdo después donde las dejé. Antes de salir de la habitación, tomo la botella de colonia que tanto te gustaba, para impregnarme de tu aroma, para llevarte conmigo a donde quiera que vaya.
Al llegar a la puerta, tomo la bufanda y el abrigo que dejaste la última vez. Al ponérmelos siento como si estuvieras abrazándome, cubriéndome del inclemente frio que comienza, apenas como un ligero viento helado, pero que, al menos a mí, me cala hasta los huesos.
Las calles aun están vacías, pues como siempre, exagere con la hora. Aun el sol no sale por completo, pero en verdad seria una desgracia, que en este día, alguien llegara a ese lugar antes que yo.
Miro mi reloj. Las 5:30 a. m. No creo que los demás lleguen tan temprano, así que esperare. Como siempre y hasta que me quede vida, esperare.
.*.*.*.*.*.
El taconeo de los zapatos sobre el asfalto era más que evidente aun a la distancia. “¡Esta molesto!”, fue lo primero que le paso por la mente.
-¡Kim Jonghyun! ¿Dónde estabas que me haces esperar como un idiota?- se levantó de su lugar, una vez que logró ver al castaño hasta donde él se encuentra- Te dije que tenía algo importante que decirte.
-¡Mianhe, baby!-una vez frente a él, lo abrazó por la cintura, regalándole un tierno beso sobre sus labios-¡Ya sabes que mi jefe es un idiota! Le dije que debía salir temprano y el muy condenado me dio más trabajo. Pero, ¿Qué le voy a hacer? Debo trabajar o no comemos.
-Por eso te he dicho que yo puedo trabajar también-se sentó en la banca de aquel parque en el que estuvo esperando cerca de una hora, el castaño lo siguió, tomándolo de la mano-Luna me dijo que puede conseguirme un puesto en su oficina y…
Un suspiro.
Y toda su cordura se fue, con ese beso robado por los labios de su gran amor, ese niño castaño del que Kim Kibum se enamoro, cuando el apenas tenía doce años. Ese cachorrito que lo enamoró y le demostró que en la vida ninguna espera es demasiada, si vale la pena. Ese muchacho romántico, que al verlo convertirse en hombre y saber que le correspondía, reafirmo su amor por él, ahí, en ese mismo lugar.
-Ya te he dicho que no quiero que trabajes…-susurro sobre sus dulces labios, acunando su hermoso rostro en sus manos-Le diré a Jinki-hyung que no deje a Luna meter esas ideas liberales en esa rubia cabecita- el menor hizo un puchero y dándole un manotazo en el hombro, le dio la espalda cruzándose de brazos.
-¡Que ideas liberales, Kim Jonghyun! Ni que fuera una mujer quemando mi brasiere, luchando por la liberación de mi género. Solo quiero trabajar, ¿es eso tan malo?-el castaño al notar su berrinche, lo abrazó por la espalda, dejando un beso en su nuca, que lo hizo estremecer.
-Me encanta que te pongas tan dramático- le sonrió una vez que el rubio le regreso la mirada, dispuesto a alegar ante su comentario-¡Yah! Solo estoy bromeando.
-Solo digo que me gustaría ayudarte más, no solo quedarme en casa. Además de que ahora necesitaremos más dinero…- agachó su mirada, algo apenado.
-¿Por qué? ¿Viste algo que te gustó?- tomo su barbilla entre sus dedos, obligándolo a mirarlo a los ojos- Yeobo, ya te dije que te compraría esa chaqueta rosa para tu cumpleaños, ¿es que acaso no confías en tu esposo?
-¡Yah, Jonghyun! ¡Estoy hablando en serio!
-¡Yo también! ¿O que otra razón tienes para querer más dinero?
Kibum, sonrojado hasta las orejas, sacó de su abrigo un sobre perfectamente doblado a la mitad, para que ocupara menos espacio. Se lo extendió al castaño, quien lo tomó, algo confundido. Saco el papel del sobre, leyendo con detenimiento lo que la susodicha hoja decía.
Lo leyó cerca de cuatro veces más, mirando al rubio incrédulo cada vez que terminaba.
-¿Es esto cierto? ¿No me estas mintiendo, Kibum?- lo leyó una vez más, aunque esta vez le fue más difícil, pues sus ojos, anegados de lagrimas, apenas le permitían ver mas allá de sus narices-¡No juegues de esta manera conmigo!
-¡No estoy mintiendo, baboo!- se pasó la manga del abrigo por sobre los ojos, tratando de no llorar mas, pues si seguía así, su delineador indeleble no sería efectivo- Vamos a ser papás.
Jonghyun lo abrazó, llorando con él. Desbordando por los ojos toda esa felicidad que una insignificante hoja de papel les regaló.
-¿Desde cuándo lo sabes?- se separo del cuerpo del rubio, sin soltarlo, pues ahora lo que más quería era tenerlo cerca, sentirlo a su lado. Amarlo hasta la locura, solo por hacerlo el hombre más feliz.
-Luna me compró una prueba ayer, pero no quería decirte hasta no estar seguro al 100%. Por eso me hice una prueba de sangre hoy, ¡Y pues ahí está! Vamos a ser papás.
-¡Esa Luna! Que se vaya olvidando de sacarte de casa. ¡Ahora menos que nunca te dejo trabajar!- se inclinó frente al rubio, dejando un beso lleno de ilusión sobre el vientre aun plano de su esposo. El ser más hermoso que la vida le pudo haber regalado.
.*.*.*.*.*.
El frio comienza a sentirse menos, ahora que el sol está saliendo. La entrada de ese viejo parque me da la bienvenida, como siempre.
Camino por el pequeño sendero de asfalto, que se ve ligeramente húmedo por la brisa matutina, algo típico en las mañanas del naciente invierno. Al llegar a mi destino, veo con placer que mi sacrificio matinal ha valido la pena. Nadie más que una solitaria paloma, madrugadora como yo, está en la banca que con tanto celo vengo a ocupar.
Del bolsillo de mi abrigo, saco un puño de semillas, algo que se hizo costumbre llevar todo el tiempo con nosotros. Lanzo unas pocas al suelo, esperando, hasta que la pequeña paloma lo nota y se retira de la banca, dejándome mi lugar.
Me siento en mi lado de la banca, esperando no asustar al animalito con mis movimientos, pero esta ni se inmuta y sigue en su entretenida actividad de devorarse todo lo que encuentra. El verla me trae recuerdos. Memorias que por más que mi mente no quiera, siempre voy a recordar.
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-¡Kim Jung Hee! ¡No corras tan lejos!- con sus fuertes brazos toma el pequeño cuerpo, elevándolo en el aire, atrayéndolo hasta su pecho y estrechándola en un abrazo asfixiante.
-¡Yah, appa! ¡Déjame!- la pequeña se contorsiona ante el agarre, cubriéndose la carita ante el ataque de besos que el mayor inicia en su contra-¡Bájame! ¡Bájame!
Jonghyun le obedece, depositando a la pequeña de cuatro años en el suelo y arreglándole el vestido azul que la pequeña estrena por ser su cumpleaños.
-¡Aigoo! ¡Qué hermosa hija tengo!- la pequeña lo abraza por el cuello, dejando un casto beso en su mejilla. Al alejarse un poco, mete su manita en el abrigo del mayor, sacando del bolsillo un puño de semillas que lanza al aire, atrayendo la atención de las palomas del parque. La pequeña aplaude al ver a los animalitos felices, disfrutando del regalo que ella les dio.
-¡Mas!-le extiende la manita a su padre, quien al verla tan contenta, busca en su abrigo más de lo que la pequeña quiere.
-¡Ya sabía yo que necesitaría esto!-el rubio saca de su bolso gigante un paquete lleno de semillas, salvando a su esposo, pues por su cara, al parecer ya no le quedaban mas de esas semillitas en el abrigo.
La pequeña corre y se abraza de sus piernas, para luego estirar sus manitas en busca de mas semillitas.
-Anda, mi bebé, llévatelas todas. Pero no te vayas lejos, ¿está bien?- la pequeña asiente, ante la sonrisa de su umma.
El rubio, sin poder evitarlo, se inclina, posando sus rodillas sobre el asfalto, solo para poder dejar un beso en la mejilla de su hija, esa niña hermosa tan parecida a él, pero con los expresivamente bellos ojos de su padre.
-¡Kibum, no hagas eso! Puedes lastimarte…-el castaño, que no estaba poniendo atención, corrió a levantarlo, al ver a su hija alejarse con su tesoro y el rubio no puede levantarse por si solo- ¿estás bien?
-¡Aish! No seas exagerado- tomó la mano del castaño que le acariciaba el enorme vientre de siete meses de embarazo- Estamos perfectamente, ¿verdad, bebés?
-¡No vuelvas a hacer eso! Me tienes con el alma en un hilo cada que te veo hacer una de tus locuras- le da un beso en los labios y quitándole el enorme bolso del hombro, lo toma de la mano, buscando su ya tan acostumbrado lugar. Aquella banca que ha sido testigo silencioso de tantos momentos felices en su vida juntos.
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Las 10:53 a.m.
Ya no tardan en llegar. Los tres son tan puntuales. Algo que yo nunca pude, pero tuve que acostumbrarme, pues teniendo a mi lado a alguien tan madrugador, no me quedo de otra que hacerme a tu modo.
Tengo ganas de un café. Debí haber pensado en eso antes de salir de casa, pues ahora que hay gente por aquí, temo levantarme y que me ganen mi… nuestro lugar.
-¡Key-baba!-una vocecita de campanilla, acompañada de la risita más hermosa que puedo recordar en años.
Miré al final del sendero, buscando a la dueña de esa dulce voz. La vi en la distancia, con el vestidito azul, ese tan parecido al que hace años yo confeccioné para su tía.
-¡Key-baba!- sentir sus bracitos alrededor de mis piernas me llenó de felicidad. ¡Mi niña hermosa! Hacía tiempo que no la veía.
-¡Gwiboonie, deja a tu Key-baba! Lo vas a lastimar- el mayor de mis hijos tomó a su pequeña en brazos, haciéndola enojar. Me recuerda tanto a ti, tratando de calmar a nuestra hija en uno de sus berrinches. Mi Jong Min es tan parecido a ti-¡Lo siento, umma!
Aun con la pequeña forcejeando en sus brazos, se acerca a mí, dejando un beso en mi mejilla que me llena de ternura.
-Hermano, ¿lo encontraste?- escucho preguntar al menor de mis hijos, Min Hyun, quien llegó justo en ese momento con nuestro pequeño nieto en brazos, ese que no llegaste a conocer y que lleva tu nombre.
-¡Te lo dije! Suelta a Gwiboonie y solo síguela, así es más fácil encontrar a umma- mi Jung Hee, ¿Cuándo se volvió tan bella?
-¡Yah, Kim Jung Hee! Mi hija no es un perro rastreador. Umma, dile a Noona que deje de decirle Puppy a mi hija, ¡Ya no es divertido!
Yo solo sonrió al ver a mis hijos reunidos conmigo. Mi hija se acerca a abrazarme, llenándome de besos que yo correspondo, al verla tan feliz, en espera de su segundo hijo. Al ver a mi pequeño nieto, Jong Hyun, lo tomo en mis brazos, aspirando su dulce aroma de bebe. Recordando viejas memorias, memorias que mi anciana mente me quiere hacer olvidar, pero por más que lo intente no podrá.
Con mis nietos, uno en mis brazos y la otra tomando mi mano, no puedo evitar notar la ausencia de alguien importante.
-¡Ki Joonie! ¿Es que acaso no piensas saludar?-al parecer mi hija me roba las ideas, pues en ese justo momento, el mayor de mis nietos se acerca a mí y me regala un beso que me hace recordarte, pues por más que trate, no puedo evitar ver en ese pequeño rebelde de doce años a aquel niño de hermosa sonrisa del que me enamore hace 48 años.
Le entrego al bebe, abrazándolo por los hombros, y con la pequeña aferrada a mi mano, vamos mi familia y yo a visitarte hoy. Un día que debería ser triste, pero solo al recordar mi hermosa vida contigo puedo, a pesar de todo, sonreír.
Hoy hace un año me regalaste nuestro último beso, ese beso en el que prometiste esperarme hasta que yo esté listo para ir contigo, para reunirnos y continuar con nuestra historia de amor, que no termino ese día, solo entro en una pausa indefinida, hasta el día que las memorias no sean suficientes y crezca en mi la necesidad de verte, besarte y amarte una vez más.