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Recalm por Tail End Charlies

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Recalm

 

Hangeng estaba acongojado. Observaba la puerta de la casa donde viviría a partir de ese día con la única intención de salir corriendo, pero no podía hacer eso; ahora estaba en Corea, formando parte de un grupo de pop, tenía responsabilidades, pero a pesar de eso, las ganas de huir y volver a China seguían ahí. Le habían dicho que compartiría vivienda con uno de sus nuevos compañeros y, aunque había recibido una lección bastante rápida del idioma local, se sentía como pez fuera del agua.

 

—Mamá, dónde estás cuando te necesito —murmuró, afligido.

 

Respiró hondo varias veces, abrió la puerta y entró arrastrando su maleta, encontrando a un chico que, sentado en el suelo, con las piernas cruzadas, tecleaba en un ordenador portátil posado encima de una caja de cartón. El muchacho alzó la mirada y lo observó fijamente, haciendo que Hangeng se pusiera nervioso, rehuyendo sus ojos inquisidores con incomodidad.

 

—Hola, soy Hangeng. —Inclinó levemente la cabeza. —Tú debes ser Heechul… hyung.

 

Rápidamente recordó que así tenía que llamar a los mayores que él, aunque no entendía el por qué. Demasiadas formalidades que recordar; ya se estaba estresando. Entonces se percató de que el otro no había dicho ni hecho nada, simplemente lo miraba, lo escrutaba, y era una mirada tan intensa que Hangeng comenzaba a incomodarse y a avergonzarse, empezando a creer que le había salido otra cabeza. ¿Había hecho algo incorrecto y no se había dado cuenta? Analizó todos los pasos que había dado desde que había entrado, todas las palabras que habían salido de su boca, pero nada le parecía fuera de lugar o insultante. Entonces Heechul sonrió y Hangeng creyó que algo invisible le golpeaba en el estómago.

 

—¿Has visto ese vídeo del gato que habla? Es buenísimo —comentó el mayor, mirando de nuevo la pantalla del portátil. El chino se quedó dónde estaba, incrédulo. Heechul lo miró de nuevo y dio unas palmaditas en el suelo, a su lado. —Ven, siéntate aquí, ya verás qué gracioso.

 

Y Hangeng hizo lo que le pedía simplemente porque aún no sabía que había pasado, moviéndose por pura inercia.

 

()

 

Debía reconocerlo, al principio Heechul le había dado miedo. Era un tipo raro, una divaza medio bipolar con arranques de ira, un ego que superaba cualquier nivel aceptable y una chulería que le iba a la zaga. Eso sí, podía llegar a ser una persona encantadora si lo pillabas de buenas. Hangeng creía que era cuestión de saber manejar su carácter impetuoso, y él, más o menos, ya sabía cómo hacerlo; no por nada llevaba viviendo con él varios meses, más las horas que debían pasar juntos por eso de los ensayos. Así que se pasaban las veinticuatro horas del día pegados, era normal que ya supieran más del otro que de sí mismos.

 

Y lo que había descubierto de Heechul le gustaba, pero más le gustaba saber que era el único que era capaz de entenderlo: sabía cuándo debía dejarle espacio porque estaba de mal humor, cuándo podía hacerle una broma o simplemente saber cuándo estaba triste sólo porque estaba menos parlanchín que de costumbre. Y todo eso le llevó a descubrir el por qué se había sentido de esa forma cuando Heechul le sonrió al conocerse. Sería una tontería negarlo o ignorarlo, así que lo aceptaba y convivía con ello; tampoco le parecía algo tan terrible como para formar un drama.

 

—¿Sabes, hyung? Deberías sonreír más, pero no esas sonrisas torcidas, sino una de verdad —comentó Hangeng con naturalidad mientras revisaba su correo electrónico en el ordenador portátil.

 

—Ya te lo dije, deja de llamarme “hyung” —avisó Heechul.

 

—Es que ahora se me hace raro no decírtelo. —Y sonrió al oír como el mayor resoplaba.

 

—Tú eres raro. ¿Qué le vamos a hacer? —Recogió un par de prendas que estaban tiradas por el suelo e hizo una bola con ellas. —¿Tienes ropa sucia? Voy a poner una lavadora.

 

—Pareces mi esposa —dijo, juguetón, ganándose una mirada furibunda por parte de Heechul. —Sonreír, hyung, debes sonreír. —Y una camiseta le golpeó en la cabeza.

 

—Sonreiré más cuando dejes de llamarme “hyung”, tío pesado. —Hangeng observó divertido como el coreano se perdía en la cocina y negó con la cabeza.

 

—Dejaré de llamarte “hyung” cuando me correspondas —murmuró, sin perder el gesto alegre que se adivinaba en su cara.

 

()

 

—Vámonos de compras.

 

Hangeng puso su mejor cara de asco para luego componer una a lo cachorro abandonado. No quería ir de compras, y menos con Heechul, que se pasaba quince minutos sólo para decidir si se compraba esos calcetines o esos otros.

 

—No quiero ir, hyung —dijo, con una voz que daban ganas de ponerse a llorar. El mayor no se conmovió, él no se tragaba esos pucheros.

 

—Tu armario es terrible, ¿quieres que tus fans piensen que eres un mendigo?

 

—Aún no tenemos fans y mi armario es perfecto.

 

Pero Heechul no hizo caso y lo arrastró por medio Seúl en busca de su centro comercial habitual. Lo bueno de que aún no hubieran debutado era eso, que podían pasearse por la calle como cualquier persona normal, e incluso darse el lujo de darle una colleja a tu compañero porque no quería andar. Hangeng observó con desasosiego como el coreano iba poniendo ropa encima de sus brazos, creando así una montaña de prendas que comenzaba a desestabilizarlo. Le encantaba salir con Heechul, pero no para eso.

 

Salió del probador y se miró en el espejo de cuerpo entero; los vaqueros eran bonitos, pero le costaba andar de lo ajustados que le iban. Heechul silbó de admiración y sonrió.

 

—Te ves tremendo, Hannie. —El chino frunció el ceño y tiró de la tela, a ver si así dejaban de ahogarlo.

 

—¿Sabes que los pantalones muy ajustados hacen bajar la calidad del semen? Estás poniendo en peligro mi descendencia, hyung. —Y siguió tirando de los vaqueros. Heechul chasqueó la lengua.

 

—¿Acaso me vas a dejar preñado? Qué tontería.

 

Hangeng dejó de mirarlo a través del espejo para que el mayor no viera su turbación y un punto de regocijo; no sabía si hablaba en serio o no, pero le había gustado esa insinuación de “no podemos procrear, pero hagamos todo lo que viene antes”.

 

—¿No has leído fanfics? Ahora los hombres se quedan embarazados tan fácilmente como respirar. —Desistió de hacer más holgados los pantalones y bufó. —Mierda de vaqueros —murmuró, y volvió a meterse en el probador para poder quemarlos o, por lo menos, quitárselos.

 

—¿Tú lees esas cosas? —preguntó Heechul a través de la cortina, haciendo que el chino diera un respingo por el susto.

 

—Sí, ¿por qué no? Es gracioso ver lo que piensan las fans de sus ídolos. —Y lo que les hacen hacer, pensó.

 

—¿Crees que algún día escribirán sobre nosotros?

 

—¿Nosotros quiénes? ¿Super Junior? —Cogió una camiseta, la inspeccionó y volvió a dejarla para coger otra.

 

—Sí, bueno… Tú y yo. —Hangeng se quedó quieto aún con la prenda entre las manos, de repente con el corazón dándole saltos.

 

—¿Querrías que lo hicieran? —susurró.

 

—Sí, pero sólo contigo. —La cortina se abrió un poco y apareció otra camiseta. —Pruébate esta.

 

Hangeng la cogió aún con el corazón repiqueteándole en el pecho, emocionado. Salieron del lugar, Heehcul cargando con más bolsas, ya que había comprado un montón de ropa para él mismo, aunque en un principio habían ido por Hangeng, el cual creía que iba a morir de cansancio. Entraron en un local de comida rápida, hicieron su pedido y se sentaron a una de las mesas, comiendo en silencio, el menor dándole vueltas a ese “pero sólo contigo”, que lo seguía emocionando.

 

—Quizá pronto ya no podremos comer estas cosas —comentó Heechul mientras observaba su hamburguesa. Hangeng sonrió y dio un mordisco a la suya.

 

—Las comeremos en secreto, hyung —replicó, divertido, aunque eso de comer hamburguesas a escondidas, como si estuvieran haciendo algo malo, le parecía surrealista. Heechul alzó una ceja.

 

—¿Cuándo dejarás de llamarme así?

 

—Eso depende de ti —respondió, misteriosamente. Heechul negó con la cabeza sin entender nada.

 

()

 

Creía que había sido un sueño, un sueño donde Heechul lo besaba con suavidad en los labios, un gesto tierno y pausado, pero cuando abrió los ojos y vio al mayor acostado a su lado, sonriendo, Hangeng ya no supo qué había sido real y qué producto de su imaginación.

 

—¿Me has besado?

 

—Sí. ¿Te molesta?

 

—En realidad no.

 

—Mejor, porque pensaba hacerlo más seguido.

 

—Perfecto.

 

Heechul se acomodó, reposando la cabeza en el pecho de Hangeng, un brazo encima de su estómago, brazo que el chino comenzó a acariciar con lentitud, sabiendo que ya no iba a poder pegar ojo en lo que quedaba de noche, no después de todo eso. Que ya podría haberlo besado cuando estuviera despierto y capacitado para sentir esos labios carnosos encima de los suyos, ¿no? Pero una duda lo acosaba, la de los motivos de ese acercamiento. Suspiró con pesadez, temiendo que ese beso hubiera sido un juego para Heechul.

 

—Hyung, ¿ese beso ha sido algo sin importancia o lo has hecho por motivos más elevados? —Heechul alzó la cabeza y lo miró sonriendo de lado.

 

—¿Inseguro? —Hangeng rodó los ojos y bufó, haciendo reír a Heechul, que volvió a su posición inicial. —Has sido por motivos muy elevados, te lo aseguro. —Ahora fue el turno del chino para sonreír.

 

—Entonces ya puedo dejar de llamarte “hyung”.

 

()

 

Caminaban por la orilla de la playa, las perneras de los pantalones hasta las rodillas y las zapatillas deportivas en la mano. Era día laborable y a esas horas el lugar estaba vacío excepto por algún anciano que paseaba. De vez en cuando se salpicaban con el agua de forma juguetona, riendo como niños, hasta que Heechul dio un salto y se subió a la espalda de Hangeng. Con la nariz acarició el cuello del menor y aspiró.

 

—Hueles bien. —Y siguió un poco más con las caricias, notando como Hangeng se estremecía. —Que tontito, ¿te has sonrojado? —preguntó, divertido.

 

—Por supuesto que no, es que me ha dado mucho el sol. —Pero ese día había amanecido nublado. Heechul sonrió, apoyó la cabeza en el hombro de Hangeng y cerró los ojos.

 

—Podría pasarme el día así —susurró. El chino sonrió a su vez.

 

—Te diría que yo también, pero empieza a dolerme la espalda.

 

—Tenías que estropear el momento, ¿verdad? —Heechul se dejó resbalar hasta que apoyó los pies en la arena, dándole un golpe en el hombro al menor. —Idiota. —Intentó alejarse, pero Hangeng lo abrazó por la cintura y lo acercó, pegándolo a él.

 

—No te enfades. Se me hace raro verte tan mimoso —murmuró, su aliento golpeando el cuello de Heechul, el cual suspiró, relajado, feliz.

 

—Tú me haces ser así.

 

Se sentaron en unas rocas y, con las manos entrelazadas, su mirada se perdía en el mar y en las olas que golpeaban en la base de las piedras. Ninguno decía nada, tampoco hacía falta; sabían que el otro estaba ahí y eso era suficiente. Hangeng notaba como su corazón latía apresurado, lo cual ocurría con demasiada frecuencia desde días atrás, cuando Heechul lo había besado, aunque hubiera estado más dormido que despierto y no se hubiera percatado de mucho, pero desde ese día se habían dado muchos más besos y en todos ellos sí que había estado bien despierto y receptivo.

 

—Heechul, aunque debutemos y estemos muy ocupados, debemos buscar unos minutos para estar así, tranquilos, un tiempo para estar juntos, como ahora.

 

—No siempre podremos hacerlo.

 

—Lo sé, pero me conformo con estar abrazados en la cama cinco minutos.

 

—Te conformas con poco.

 

—Te tengo a ti, no puedo pedir más.

 

Heechul miró hacia otro lado, intentando esconder su rubor y lo mucho que lo había emocionado esa simple frase. Quería decir algo grosero para disimular esa turbación, pero no se le ocurría nada, se había quedado en blanco.

 

—Chino tonto —murmuró, sintiéndose aún acalorado. Entonces notó los labios de Hannie encima de los suyos.

 

()

 

—Mierda, Heechul, ¿sabes en el lío que nos podemos meter si nos pillan?

 

—Si nos pillan será por tu culpa, eres muy negativo. —Saltó, se arregló la ropa y se giró hacia Hangeng.

 

—Negativo mis muertos, estoy siendo realista.

 

—¿Por qué tardas tanto?

 

—Dios, me he enganchado.

 

—Pues da un tirón.

 

—Ya lo hago, Heechul, no soy imbécil.

 

Finalmente se desenganchó y saltó la valla, quedando al lado del mayor, que lo miraba burlón. Y tanto drama simplemente porque al coreano le había apetecido darse un baño en la piscina en plena madrugada. Obviamente habían tenido que colarse en una propiedad privada, de ahí el miedo de Hangeng a que alguien los viera: estaban allanando la casa de otro, o la piscina, en este caso. Chul se desnudó y se lanzó al agua, emergiendo de ella con una sonrisa de satisfacción en la cara, se acercó al borde y se apoyó en él, mirando al chino de forma interrogativa.

 

—¿No te bañas?

 

Hangeng apartó la mirada un poco incómodo; una cosa era desnudarse para hacer cosas de mayores, otra muy distinta era desnudarse por amor al arte, y más cuando Heechul no le quitaba los ojos de encima. Hizo un gesto con la mano.

 

—Gírate. —Chul lo miró con incredulidad.

 

—¿Bromeas? —Constatando que el chino hablaba muy en serio, se giró en el agua, dándole la espalda, escuchando cómo se quitaba la ropa y esta caía al suelo. —En serio que eres muy tonto. Como si fuera la primera vez que te veo desnudo.

 

—No es lo mismo.

 

—No, claro —dijo, sarcástico. Notó unas manos en su cintura y se giró de nuevo, quedando frente a Hangeng. —Por Dios, estás sonrojado —señaló, divertido, pero enternecido a la vez. —Eres un encanto.

 

Le robó un beso superficial y se alejó de él, incitándole para que lo atrapara, comenzando así un juego del gato y el ratón, riendo y salpicándose, haciéndose aguadillas donde aprovechaban para tocarse más de lo necesario. Unos largos minutos después, cansado, Heechul se sentó en el borde, dejando las piernas en el agua, Hangeng se acercó y se colocó entre ellas, abrazándolo por la cintura, reposando la cabeza en su estómago, el mayor acariciándole el pelo.

 

—¿Ha merecido la pena venir aquí? —susurró Hangeng.

 

—Hacer cosas contigo siempre merece la pena —declaró, en el mismo tono bajo, enredando sus dedos en el pelo mojado del menor. —Cariño, me estoy empalmando. —Hannie alzó la cabeza, divertido.

 

—Tenías que estropear el momento, ¿no?

 

()

 

Tenían unos días libres, así que Hangeng decidió pasarlos en China junto a su familia, ya que hacía meses que no los veía. Estaba sentado en el suelo rodeado de todos los objetos y ropa que pensaba llevarse, decidiendo en ese momento si los metía en la maleta o no, la cual ya estaba bastante llena con bolsas a rebosar de regalos para sus más allegados. Heechul entendía que quisiera ver a sus padres, pero en el fondo le había molestado que se marchara, y más cuando siempre estaban algo ocupados y por fin tenían todo el día para ellos solos y no unos minutos u horas que siempre les sabían a poco.

 

—¿Si sólo te vas unos días, por qué te llevas tanta ropa? —preguntó Heechul un poco enojado.

 

—En realidad no me llevo tanta. Además, algo tendré que ponerme, ¿no? —replicó, intentando hacer un hueco en la maleta para su neceser.

 

—Ya, claro. ¿No será que tienes a alguien esperándote y quieres verte bien?

 

Hangeng alzó la mirada y observó a Heechul, el cual seguía de pie con el ceño levemente fruncido. Chul no lo iba a decir en alto, pero estaba un poco inseguro, ya que era la primera vez que iban a estar tanto tiempo separados. Hangeng alzó un brazo, cogió la mano del mayor y tiró de él hasta que quedó sentado en su regazo, pegando su pecho a la espalda del coreano.

 

—¿De verdad crees lo que has dicho? —susurró, contra su cuello, lo que provocó que Heechul se estremeciera al notar el cálido aliento chocando en su piel.

 

—Claro que no, lo siento. —Hangeng apretó su abrazo entorno a la cintura del mayor y este recostó su cabeza en el hombro de Hannie.

 

—Sólo serán unos días, cariño, ya verás que pasarán rápido.

 

Heechul se giró entre sus brazos y lo besó lentamente, pero estas cosas con el coreano nunca eran calmadas, así que rápidamente se tornó en un beso hambriento y posesivo donde las lenguas de ambos intentaban controlarlo, pero sin conseguirlo ninguna de las dos. Tanto las manos del uno como del otro reconocían el cuerpo contrario, introduciéndose por debajo de la ropa, arrancando suspiros y jadeos, buscando aquellos lugares que los hacían gemir y estremecerse, que los hacían pronunciar palabras inteligibles para cualquiera excepto para ellos.

 

—Como no vuelvas te traeré agarrado del pelo —amenazó el mayor entre gemido y gemido, notando como los dedos de Hangeng se le clavaban en la cintura, además de una penetración más dura que las anteriores.

 

—Lo más importante en mi vida está aquí, ¿por qué no iba a volver?

 

Heechul abrazó con fuerza al chino y escondió la cara en el hueco de su cuello, maldiciendo el hecho de que declaraciones como esa lo conmovieran y emocionaran tanto.

 

()

 

Heechul seguía enojado, Hangeng ya se había resignado. Desde hacía unas semanas que vivían los doce en un apartamento, aún no habían debutado, pero parecía que ese día no era tan lejano. En otras circunstancias no les habría importado compartir casa, pero sí ahora, cuando ni podían abrazarse sin que hubiera alguien rondando por allí; no tenían intimidad, no tenían un momento a solas, no podían besarse sin que alguno de los otros dijera algo al respecto, algún comentario que creían gracioso, pero que a ellos dos los frustraba y los hacía bufar, molestos. Hangeng le había dicho durante un paseo por la playa que buscarían cinco minutos para ellos, pero era imposible cuando siempre había alguien en cualquier lado, voces y gritos molestos, risas y el televisor a todo volumen.

 

Y todo empeoró cuando finalmente debutaron; presentaciones, entrevistas, conciertos… Cuando por fin llegaban a casa lo único que querían era descansar y apenas sí cruzaban unas palabras, a veces monosílabos que más se asemejaban a gruñidos. Ni siquiera intentaban buscar un poco de intimidad sabiendo que no la encontrarían, aunque era algo que anhelaban. Todo era más fácil cuando vivían ellos dos solos

 

Se habían tomado un descanso en mitad de un ensayo. Heechul cogió su botella y se sentó en el suelo, recostando la espalda en la pared, jadeante, dando un gran sorbo de agua, intentando normalizar su respiración, secándose el sudor de la frente con el borde de la camiseta. Algunos también se sentaron en algún rincón, otro directamente se había tirado en el suelo y había cerrado los ojos. Hangeng se acercó a él y se situó a su lado, cogiéndole la mano y entrelazando los dedos de ambos.

 

—Me dijiste que buscaríamos cinco minutos para nosotros, quiero mis cinco minutos —reclamó Heechul bastante irritado.

 

—Cuando los encuentre te los daré —replicó Hangeng. El mayor frunció el ceño.

 

—¿Me estás vacilando?

 

—No, cariño, no, pero ¿qué quieres que te diga? ¿Crees que a mí me gusta estar así? —Suspiró y cerró los ojos, cansado de todo, molesto con todo el mundo.

 

—Te veo todos los días, pero te echo de menos. Es extraño —susurró Heechul. Hangeng suspiró de nuevo y miró al mayor, dando un leve apretón a su mano.

 

—Todo irá bien Heechul, podremos con esto.

 

—No hagas más promesas que no sabes si podrás cumplir.

 

Deshizo la unión de sus manos y se levantó, dejando a Hangeng ahí sentado. Después de unos segundos de incredulidad, el chino se levantó del suelo, airado, y salió de la sala sin atender a los reclamos del líder, encerrándose en uno de los baños frustrado y dolido. Sentado en un retrete comenzó a dar golpecitos con el pie en el suelo, dejando salir así su enojo.

 

—Maldito egocéntrico, no eres el único que lo está pasando mal, ¿sabes? Me cago en… —Se alborotó el pelo, sintiéndose inútil. —Y encima que intento animarte me sueltas eso, pues muy bien, otro día que te anime tu madre, joder. —Se levantó del inodoro y comenzó a pasear por el cubículo, sólo unos pocos pasos cada vez por culpa de lo reducido del espacio. —Pues a la mierda todo, en cuanto lleguemos a casa hago las maletas y me largo a mi casa, pero a la de verdad, que allí por lo menos sé que me quieren.

 

—Deja de hablar en chino, quiero entender cómo me insultas —dijo Heechul desde el otro lado de la puerta. Hangeng alzó la mirada, como si pudiera verlo a través de la madera, dándose cuenta en ese momento que había soltado toda esa diatriba en su idioma natal.

 

—Lárgate, quiero estar solo.

 

—Tenemos que volver al ensayo.

 

—¿Para eso has venido? —Hangeng chasqueó la lengua, defraudado. —A la mierda el ensayo, hace media hora que nos hemos aprendido el puto baile, no sé qué hacemos aún aquí.

 

—¿Por qué eres tan mal hablado?

 

—Porque estoy cabreado y cuando estoy cabreado digo lo que me da la puta gana.

 

Se quedaron en silencio, Hangeng pensando que Heechul se había ido, pero entonces escuchó un suspiro bastante audible por parte del coreano.

 

—Esto es más fácil ahora que no te veo, así que escucha bien porque no lo repetiré. —Chul tomó aire varias veces, dándose un poco de valor, sintiéndose como una chica desamparada a la que ha dejado el novio. Qué vergüenza, pensó. —Tengo miedo, ¿vale? Las cosas no están yendo como esperaba y temo que cualquier día me digas que mejor lo dejemos, que esto no va a ningún lado.

 

Hangeng apoyó la espalda en la pared y se miró las zapatillas de deporte, pensando que era bastante triste que tuvieran que pelearse para comenzar a sincerarse el uno con el otro; el orgullo de Heechul pesaba demasiado.

 

—Yo también sufro por lo mismo, pero creo que te gano.

 

—¿Por qué dices eso? —Hangeng sonrió burlón, aunque el mayor no podía verlo.

 

—¿Crees que no me he dado cuenta de cómo te mira Siwon? Siempre me despierto pensando que ese será el día en el que te des cuenta de que él es mejor que yo.

 

—Eso no tiene sentido simplemente porque Siwon no es mi Hannie, ¿entiendes?

 

El chino abrió la puerta lentamente y asomó la cabeza, viendo al mayor con la cadera apoyada en el lavamanos, mirándose las uñas de la mano izquierda con despreocupación, aunque pudo adivinar un leve rubor en sus mejillas; sabía que para Heechul todo ese despliegue de sentimentalismo había sido la peor de las torturas. Salió del cubículo y se acercó a él, posando las manos en su cintura y acercándolo para poder besarlo, siendo correspondido al instante y sin titubeo alguno, dejando salir con ese gesto todo el deseo y el amor que habían tenido que reprimir durante esas semanas.

 

Temiendo que se les fuera de las manos y terminaran haciéndolo ahí mismo, se separaron a regañadientes, respirando de forma entrecortada.

 

—No han sido los cinco mejores minutos de nuestras vidas, pero algo es algo —susurró Hangeng rozando los labios de Heechul con cada palabra. Porque encerrarse en un baño y gritarle a tu novio no era un canto al romanticismo precisamente.

 

—Por lo menos hemos podido besarnos sin estorbos de por medio. —Alejó un poco al menor y se arregló la ropa y el pelo. —Esta conversación no ha existido —avisó. Hangeng lo entendió, porque el que Heechul dejara salir lo que sentía era una proeza, pero aun así quería aclarar algunas cosas.

 

—Pero eso de…

 

—No sé de qué estás hablando —interrumpió la diva saliendo del lavabo siendo seguido por Hannnie, que no dejaba de sonreír.

 

()

 

Heechul bostezó y siguió curioseando en páginas de internet; no buscaba nada en especial, simplemente leía lo que hablaban de Super Junior en la red, hasta que pinchó en un enlace que lo llevó a una página que primero hizo que se sorprendiera, finalmente comenzó a reír.

 

—¡Hannie, ven, corre!

 

Este llegó a los pocos segundos y se sentó a su lado. Observó la pantalla del ordenador portátil sin acabar de entender qué era lo que estaba viendo. Frunció el ceño al leer cómo se llamaba la página.

 

—¿Quién es “HanChul”? —preguntó el chino.

 

—Tú y yo. Hangeng y Heechul: Hanchul.

 

Hangeng parpadeó varias veces, confundido, percatándose de que todas las imágenes eran de ellos dos en situaciones bastante… cariñosas y cercanas, por así decirlo.

 

—No sabía que nos acercábamos tanto en los conciertos —susurró, sin saber si todo ese despliegue de “HanChul” debía preocuparlo.

 

—Somos dos polos que se atraen, cariño, nos es inevitable —comentó Heechul con simpleza, como el que decía que el sol calentaba.

 

—¿Deberíamos preocuparnos por eso? —preguntó, señalando las imágenes. El mayor hizo un gesto despectivo con la mano.

 

—Saben que todo es fanservice, pero muy en el fondo quieren creer que es real. Como el EunHae o el KangTeuk. No le des importancia. —Hangeng frunció el ceño de nuevo, teniendo la impresión de que Heechul hablaba en otro idioma.

 

—¿El qué?

 

—Ya te lo explicaré. —Le besó la mejilla y siguió viendo imágenes.

 

La verdad es que ambos estaban bastante sorprendidos por todo el material que había de ellos dos, tanto fotografías como vídeos, e incluso dibujos. Era la primera vez que reparaban en el hecho de que más de la mitad de un concierto lo pasaban uno al lado del otro, ya fuera por culpa de un baile o porque jugueteaban en alguna canción que no requería coreografía y les dejaba libertad de movimientos. Sí que parecían dos polos atrayéndose, y eso hizo sentir bien a Hangeng, porque sabía que eso sólo ocurría entre ellos, con los demás no sentían esa necesidad de cercanía constante; si uno de los dos estaba en un lugar, sabían que el otro terminaría gravitando hacia él. Parecía algo inevitable.

 

Se acercó un poco más a Heechul y apoyó la cabeza en su hombro, sintiendo como una felicidad inmensa lo recorría y le calentaba el corazón. Sin quitar la mirada de la pantalla, Heechul buscó la mano de Hangeng y la cogió con suavidad, entrelazando los dedos de ambos, sonriendo con placidez.

 

()

 

Acodado en la barandilla del balcón observaba la ciudad que se extendía ante sus ojos, sonriendo de forma inconsciente; no sabía el por qué, pero momentos que creía olvidados habían desfilado por su mente. Ya habían pasado unos años, pero aun así había recordado todos los detalles, las palabras, las sensaciones, sentimientos que seguía sintiendo a pesar del tiempo transcurrido, inamovibles, tan fuertes como antaño. O más.

 

Notó una presencia, pero no se sobresaltó cuando unos brazos rodearon su cintura por detrás, tampoco lo hizo cuando unos labios se posaron con suavidad en su cuello, pero esos gestos sí que hicieron que sonriera con calidez y se estremeciera de placer, que su corazón palpitara un poco más rápido cuando sintió una mejilla reposando en su espalda.

 

—¿Qué hacías? —preguntó Heechul mientras cerraba los ojos y apretaba el abrazo entorno a la cintura de Hannie.

 

—Pensar.

 

—¿Estaba yo en tus pensamientos?

 

—Por supuesto. —Heechul sonrió orgulloso.

 

—Espero que fueran pensamientos bonitos… O guarros. —Ambos rieron con suavidad y Hangeng comenzó a acariciar los brazos del mayor.

 

—El día que te conocí…

 

—Fue gracioso el vídeo del gato, ¿verdad? —inquirió Chul, divertido.

 

—Sí, cariño, sí, muy gracioso —dijo, siguiéndole la corriente; en realidad no le pareció muy divertido. —Cuando nos colamos en esa casa para que pudieras bañarte en la piscina…

 

—Hicimos el amor en el césped.

 

—Y al día siguiente ambos estábamos griposos. Qué mala semana fue esa. —Y el chino bufó al recordar que se pasó los días moqueando y con un terrible dolor de cabeza. Heechul pensó que había valido la pena estar febriles por hacerlo al aire libre en plena noche. —El paseo por la playa… El día que discutimos en los baños de la compañía… —Heechul se tensó.

 

—No discutimos porque no hubo ninguna conversación, ¿recuerdas? —Y es que el coreano seguía traumado por esa confesión que tuvo que hacer, dejando salir sus temores para no hacer sentir mal a Hannie. El menor rió por lo bajo; oficialmente no hubo conversación alguna, pero él recordaba palabra por palabra.

 

Heechul deshizo el abrazo y le dio una palmada en el trasero antes de situarse al lado del menor, ambos mirando la ciudad, de vez en cuando mirándose de reojo. Hangeng se acercó a él y le besó el cuello, subiendo hacia la mandíbula, recorriéndola hasta llegar a su oído, donde le susurró dos simples palabras. La diva rodó los ojos y bufó, aunque no pudo ocultar la sonrisa que comenzaba a adornar su cara.

 

—Ya sabes que yo también, chino tonto —susurró, disimulando su felicidad con una supuesta mueca de hastío que no engañó a Hangeng, el cual abrazó al mayor y sin intenciones de soltarlo en un futuro próximo.

 

 


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