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Me gustas por SHINee Doll

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Notas del capitulo:

Un pequeño one-shot que se me ocurrió el fin de semana. Ya no sé si debo o quiero seguir publicando en la página, pero sigo haciéndolo. Mejor dejo de quejarme.

 

 

«Me gustas».

 

Jamás llegué a imaginar que decirlo sería así de complicado. Supongo que escucharlo no le resultó sencillo tampoco.

 

¿Es normal que me sienta como el idiota más grande del mundo?, ¿lo es?, ¿de verdad?

 

Mantuve mis sentimientos en secreto por mucho tiempo. Una parte de mí se arrepiente de haberlos revelado, la otra lo veía venir como un inevitable hecho. Debería sentirme aliviado, con una carga menos sobre los hombros; pero no me resulta posible. Quizá si su expresión hubiese sido otra o su rechazo más claro, entonces la situación se tornaría diferente. Sin embargo, no obtuve nada, salvo una mirada confusa de su parte.

 

¿Qué más podía esperar?, ¡nada!, sólo eso…

 

Un suspiro escapó de mis labios apenas abrí los ojos la mañana siguiente, Deseaba creer que mi confesión fue un sueño, una pesadilla, una fantasía, lo que fuese, menos la realidad. No podía engañarme a mí mismo. Aparté el cobertor y me senté en la cama, revisando por puro instinto mi teléfono celular. Había un mensaje nuevo e ilusamente pensé que mi respuesta había llegado. No era así, obviamente.

 


“Pasaré por ti, así que más te vale estar listo a la hora”

 

Tan tonto como siempre.

 

— Estás muy callado hoy. — señaló, picando mi mejilla con su dedo índice. — ¿Quién eres y qué le hiciste a Kibum? — abrió grande sus ojos, deteniendo su andar. Me forcé a sonreír, y entonces bufó, rodeándome los hombros con uno de sus fuertes y musculosos brazos, atrayéndome hacia él. — Sabes que puedes confiar en mí, decirme cualquier cosa, ¿verdad? — asentí. — En ese caso, dime cuál es el problema y la razón de esa cara triste. Recuerda que: las penas entre amigos se hacen menos.

 

— Gracias, Jonghyun, pero no sé si quiero hablar de ello. — acarició mi brazo, reconfortándome. — Se trata de Minho, así que…

 

— ¡Ese Choi Minho! — vociferó con el ceño fruncido, alejándose dos pasos para patear una pequeña piedra en el camino. — ¿Han vuelto a discutir?, ¿te ha dicho algo malo?, ¿qué le hizo la rana a mi diva preferida?, ¡ya verá cuando me lo encuentre esta tarde durante…!

 

— En primer lugar, no vuelvas a llamarme «diva». — lo frené, extrañado por su comportamiento escandaloso. — En segundo, Minho no es una rana. — asintió, poco entusiasta. — Y, para finalizar, sí hemos vuelto a discutir, pero él no me ha dicho nada, ¡y ese es el problema!

 

— No entiendo. — murmuró, rascándose la nuca.

 

— Si te soy sincero… — inicié, mirándolo con cierta lástima. — no esperaba que lo hicieras.

 

Llegamos al instituto poco tiempo después y dividimos nuestros caminos a medio pasillo, él internándose en otro y yo dirigiéndome a la zona de casilleros. Tuve problemas para abrir el candado como venía ocurriendo la última semana, así que me demoré más de lo necesario y cuando me di cuenta la clase había iniciado. Entré tarde, disculpándome un millón de veces, casi tropezando de camino a mi asiento. Mi compañero de escritorio no estaba presente y ver su lugar vacío me incomodó de sobremanera sin razón.

 

A la hora del almuerzo me reuní con Jinki, uno de mis superiores y también buen amigo. Sonrió ampliamente apenas verme, aunque su felicidad se transformó en preocupación al reparar realmente en mi estado de ánimo y escaso apetito. Mal comí una manzana mientras me reprochaba mi falta de cooperación acerca del delicado asunto que tratábamos: esa aparente depresión mía.

 

— Ayer te vi con Minho. — susurró, alcanzando mi mano. — Ambos lucían enfadados, aunque luego te tornaste nervioso. Dime, ¿se lo has dicho ya?

 

— ¿Decirle qué? — devolví, haciéndome el desentendido. — No sé de qué hablas, Jinki.

 

— Que te gusta. — nuevamente sonrió.

 

Siempre creí que los sentimientos que albergaba única y exclusivamente los conocía yo. Venía a darme cuenta que no era así, y eso me asustaba. No sólo Jinki, sino también Jonghyun, sabía de ellos. Incluso Minho estaba al tanto ya.

 

Acaso, ¿Taemin también?

 

Crucé mi camino con el suyo un par de horas más tarde, poco antes de llegar al salón de danza. Me sonrió hermosamente, como hace mucho tiempo no lo hacía y los recuerdos inundaron mi mente. Le conocía de toda la vida, pero la distancia entre nosotros comenzó a incrementarse cuando Choi se metió en nuestras vidas y se ganó un sitio en el corazón de mi amigo, y uno (aunque apenas comenzase a admitirlo) en el mío. Él no le quería de la misma forma que yo, eso estaba claro; pero se cansó de tanta discusión sin sentido entre el alto y yo, así que nos dejó a ambos de lado.

 

— Jinki me lo ha dicho ya. — pronunció alegre, cuidando que no nos llamasen la atención. — Es un alivio por fin comprender la razón de tanta hostilidad.

 

— ¿A qué te refieres? — indagué curioso, viéndolo revolverme los cabellos en un acto infantil. — ¡Taemin!

 

— Tus sentimientos por Minho.

 

Cuando el más chico me dejó solo, pensé mucho en ese comportamiento mío para con el alto desde que descubrí mis sentimientos. No fui la persona más amable, agradable o simpática.

 

Entonces, ¿por qué esperaba una respuesta positiva de su parte ante mi confesión de la tarde anterior?

 

Me quité la idea de la cabeza; convenciéndome de que mantener la esperanza acerca de algo que sabía improbable y por demás imposible no me hacía bien y tampoco a nadie más. Minho y yo no nos encontramos en todo ese día, tampoco asistió a la práctica a media tarde. Me preocupé.

 

Jinki me acompañó de regreso a casa, pero me abandonó algunas cuadras antes de llegar luego de recibir una llamada de alguien cuyo nombre no me dijo. Fue estúpido al pensar que creí que se trataba de un «número equivocado» luego de ver esa brillante sonrisa y la mirada traviesa. Lee se traía algo entre manos, no había duda. Sólo que no me sentía con ánimo suficiente para seguirle y descubrir por mis propios medios de qué se trataba. Aunque tampoco fue necesario, porque la respuesta se presentó ante mis ojos sorprendidos un par de metros adelante, usando ropa deportiva.

 

— Kibum, ¿podemos hablar? — preguntó, mordiendo su labio inferior de esa forma que no sabía me gustaba tanto.

 

— No. — jamás imaginé que sonaría tan firme, mas lo agradecí infinitamente.

 

Pasé a su costado, subiendo los escalones que me separaban de la puerta principal. Los doce pisos se alzaban victoriosos sobre nosotros. En el quinto se encontraba mi apartamento.

 

— Sobre lo de ayer…

 

Cobarde como sólo yo podía ser, orgulloso como estaba acostumbrado, y estúpido como ningún otro, entré al elevador ante su rostro avergonzado y presioné con fuerza el botón marcado con el número «7». No hizo intento alguno de detener el ascensor, de frenarme a mí. Y no lo encontré extraño, porque estaba en su naturaleza ser así también.

 

A parte, ¿de qué podíamos hablar?

 

Las puertas se abrieron y suspiré aliviado. Avancé por el pasillo sin saberme arrepentido o complacido ante el escape efectuado, chocando de bruces con aquella a la que había ido a buscar. Krystal se encontraba introduciendo la llave en la cerradura de su puerta -«707»- cuando tropecé con su cuerpo delgado y la hice chocar con el trozo de madera.

 

— El libro que me prestaste. — señalé, poco dispuesto a escucharme su sermón por mi descuido.

 

— Me he visto a Choi en la entrada hace poco. — puso su mano en mi hombro, mirándome a los ojos. — ¿Está aquí por ti, por lo que le has dicho ayer?, ¿qué ha ocurrido?

 

— Escapé de él. — afirmé con media sonrisa. — Así como lo hago de ti justo ahora.

 

Aparté su mano con gentileza y volví sobre mis pasos, decidido a usar la escalera para bajar los dos pisos hasta el mío. Su voz me frenó antes de desaparecer de su vista.

 

— Kibum, ¡no seas tonto!, o le diré a Sulli que te de una lección.

 

Reí el resto del camino de sólo imaginar a la dulce niña tratando de llamarme la atención. Me sentía mejor luego de haberle devuelto el libro a Krystal, de haber ahuyentado a ese fantasma que representaba para mí la presencia de Choi Minho, de encontrarme finalmente ante la puerta «509» de aquel complejo; la cual cedió apenas giré la llave.

 

— Oye, qué-

 

Sentí el empujón dentro del apartamento y después la puerta tras mi espalda. Me estremecí ante ese fuego en sus orbes oscuros, pero me mantuve inexpresivo, fingiéndome molesto ante su poco tacto e indiferente ante su cercanía. Por dentro moría de nervios.

 

— No quiero hablar contigo, Minho. — fruncí el ceño, tratando de apartarlo; sólo conseguí que su rostro estuviese más cerca.

 

— Es curioso, ¿no te parece? — indicó, sonriendo con autosuficiencia, tomándome de la nuca para que no virase el rostro, con sus dedos enredándose en mis cabellos. — También yo he perdido el deseo de mantener una conversación contigo, Kibum.

 

— Entonces, qué-

 

Presionó sus labios contra los míos, silenciándome, paralizándome, y se mantuvo de esa forma, sin moverse tampoco. Cerré los ojos, implorando que mi corazón dejase de latir tan rápido, que él no lograse escucharlo. Después se apartó y lo miré, confundido, evidentemente más calmado. Quería preguntarle muchas cosas, especialmente el porqué de «eso», pero el toque de sus dedos en mi mejilla me terminó de enmudecer en totalidad.

 

— No me agrada cuando pareces enfadarte por mi causa. — mi mirada vaciló y él me regaló una pequeña e inocente sonrisa. — Odio que te molestes conmigo, que siempre estemos discutiendo, pero estúpidamente llegué a pensar que era la única manera en que podría estar cerca de ti.

 

— Minho…

 

— Me gustas.

 

Una sonrisa se instaló en mis labios y alcé las manos que hasta entonces permanecían inmóviles a los costados de mi cuerpo para golpear su pecho. Rió un poco, sujetándome las muñecas luego de un par de intentos fallidos de mi parte para darle nuevos golpes. Me recorrió un escalofrío cuando deshizo mis puños y juntó nuestras palmas, para, finalmente, frente a mis ojos curiosos, entrelazar nuestros dedos. Llevó nuestras manos juntas a la altura de mi pecho y dio un paso más hacia mí, aprisionándolas entre nosotros.

 

— Me gustas, Kibum. — repitió, con su cálido aliento rozándome los labios.

 

Temblé, cerrando los ojos para no seguir presa de esos sentimientos que transmitía su mirar. Y volví a sentir su boca sobre la mía, sólo que esa vez de una forma más demandante y necesitada. Me rendí en su segundo intento, correspondiendo el beso con todo eso que me venía guardando desde la primera vez que nos vimos, con todo lo que traté de ocultar y nunca pude.

 

Fue como siempre imaginé y un poco mejor, porque era real y no producto de mi mente llena de él.

 

Nos separamos algunos minutos más tarde, con su sonrisa bonita y mis mejillas encendidas. Volví a bajar mis párpados cuando hizo el intento de acercarse y mordí mi labio inferior cuando besó mi frente. Entonces soltó mis manos y despegó mi espalda de la puerta, atrayéndome a su pecho, abrazándome.

 

Mis brazos le rodearon por instinto, primero débilmente, luego con fuerza y mis dedos se cerraron sobre su playera.

 

— Me gustas, Minho. — murmuré, tal como la tarde anterior.

 

Sonreí, sintiéndome contento, con la certeza de que hacérselo saber nunca fue un error.

 

Minho realmente me gustaba.

Notas finales:

Fin (?). Síganme a Twitter si quieren: @_missgap

Les recuerdo que en mi blog publico lo que acá no:  http://hellopinkey.blogspot.mx/


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