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Mi Angelito por MinnieLeeKimPark

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Notas del capitulo:

Hola ♥

 

Bueno... Cuando escribí esta cosa nunca me pasó por la mente publicarlo, esperaba quizás que muriera conmigo (?)

 

Pero bien... xD

 

Advertencia 1: Recuerden que en el mundo de los fanfics todo absolutamente TODO es posible.

Advertencia 2: No sé casi nada sobre angeles, ni de cosas por el estilo.

Advertencia 3: Esto no tiene mucho sentido que digamos, lo siento (?)

 

PD: Cuántas advertencias... xD

 

DKLJFLDKFJLKDJFDSKL Jonghyun, te amo fkslmds3dgjhgjkhjkhuihngfrsweaexdjjdskjdiwq9jdska ewe ♥

Mi Angelito

Uno, dos, tres, cuatro…

 

Saltitos sobre las tablas de puro cemento.

 

Uno, dos, tres, cuatro…

 

Pétalos cortados de la blanca margarita entre sus dedos.

 

Uno, dos, tres, cuatro.

 

Se detuvo. Algo le tocó el corazón, se sintió atravesado por algo. O alguien.

 

Uno, dos, tres, cuatro.

 

Una voz. Alguien.

 

Bajó, y retirando un par de marchitas hojas se sentó sobre una lápida.

 

—Hm…

 

Un murmullo.

 

—KiBummie~

 

Sacó de su bolsillo, la última margarita, una apenas arrugada flor con mucho encanto.

 

—Uno, dos, tres, cuatro.

 

Miró con atención cada minúsculo pétalo que caía al ser cortado con sus uñas.

 

—Oye, margarita— llamó a la flor, esperando quizá que ésta le respondiese. — ¿Crees que él esté aquí?

 

Todo a su alrededor era quietud.

 

— ¡KiBum!

 

Ladeó el rostro, sin despegar los ojos de lo que tenía en sus manos.

 

— Uh, puedo oírlo, mas no puedo verlo.

 

Cruzó coquetamente la pierna, viendo esta vez al cielo.

 

— Una, dos, tres, cuatro. Wow, cuántas nubes.

 

Notó que el ligero tinte rosa comenzaba a cubrir las esponjosas nubes, y eso le indicó que ya era hora de volver con su familia, o de ver  a quien en verdad amaba.

 

Se había alejado tan solo un poco. Con suerte, lograba ver a su madre y a su hermana, depositando flores para sus familiares muertos. Pero se olvidaban de alguien, alguien al que únicamente le importaba que su KiBum se acordara de pasear por su lugar.

 

Encaminó sus pies hasta una grada, donde se tumbó a jugar con sus propios pies, a tirar las hojas, a tirar piedritas, a tirar al viento.

 

— Se me acabaron las flores. —gruñó bajito frunciendo los labios.

 

Se sostuvo de ambos brazos y volvió la mirada al cielo.

 

— ¿Dónde estás, hyung? ¿Estás allá arriba, o aquí abajo?

 

Un extraño viento revoloteó por el sendero en el que estaba.

 

—Oh, es lo mismo todos los años.

 

Dicho eso, el viento tomó más fuerza, tanta que lo empujó hasta quedar tirado en el piso sucio de aquel oscuro y frío cementerio.

 

— Auch. Puppy, tú sabes que soy delicado. No es necesario que me derribes de esta manera. Me maltratas, idiota.

 

Se puso de pie, y viendo que la niebla hizo su aparición afiló la vista, yendo directamente al lugar en donde debió haber estado en lugar de regar florecillas sobre las tumbas olvidadas.

 

—Te ves hermoso, KiBum.

 

—Eso ya lo sé. —sonrió con suficiencia, moviendo provocativamente las caderas mientras caminaba. —Ya tengo dieciséis.

 

Frente a otra de aquellas piezas de duro concreto, estaba la estatúa de un ángel, apenas sostenido por su pie izquierdo, con el dedo índice sobre los labios, y sus hermosas alas orgullosamente extendidas.

 

KiBum suspiró. —Jonggie…

 

Escuchó las hojas correr con el viento sobre el suelo y siguió mirando ese lugar. El cielo se tornó más oscuro, y más claro al mismo tiempo. Parecía que alguna persona vertió tempera azul, blanca y negra en un solo cuadro convirtiéndolo en ese color tan extraño.

 

—Estoy aquí, precioso.

 

Se sonrojó llevando sus manos a su cara por la vergüenza.

 

— ¿Por qué te pones así? Ayer te vi con un chico, y te decía le gustabas, y no te pusiste así.

 

—Eso fue porque a mí solo me importa gustarte a ti. Solamente tú me haces sonrojar.

 

Se quedó quieto. Esperando frente el dulce angelito que decoraba su morada.

 

— ¿Prometes que solo me querrás a mí, por siempre?

 

—No necesitas que te responda. Sabes cuánto te amo, mi cachorrito.

 

KiBum parpadeó, y sintió como si algo hubiera aterrizado frente a él.

 

Cuando abrió nuevamente los ojos, miró un par de alas blancas, tanto o más grandes que las que vio hace un año.

 

— ¡Hyung!

 

— ¡Espera!

 

Se sacudió como perro, y KiBum logró ver ropa cubriéndolo. Pantalones de mezclilla y una camiseta azul.

 

— Aish. Pensé que estarías desnudo como la vez pasada.

 

—Justo por tu reacción me mandaron con ropa esta vez.

 

El más joven estaba tan torpe en ese segundo, que apenas se fijó cuando le tomó del brazo, enrollando sus dedos entre los suyos.

 

— Estás más cálido hoy— le dijo susurrando.

 

—Entré en calor por ti. A veces creía que moriría congelado, pero entonces recordé que ya estoy muerto.

 

—Mentira. —Lo abrazó con sus delgadas manos. —Estás aquí, conmigo.

 

—Estoy aquí, contigo, pero eso no quiere decir que no esté muerto, lindo gatito.

 

Jonghyun le revolvió los cabellos, dejándose caer sobre su propia tumba, arrastrando a KiBum consigo hasta quedar sentados juntos.

 

Sintió esa mano traviesa rodeándole la cintura, y le envió una mirada sensual, de la manera más discreta que pudo.

 

—Si puedo sentirte, si puedo tocarte, entonces estás aquí.

 

—Estoy. Claro que sí.

 

Se acercó a su oído para rozar su mejilla, y en un instante desapareció.

 

Impresionado, KiBum se levantó enojado. Empuñó ambas manos y miró en todas las direcciones posibles.

 

— Oye~

 

Lo buscó con la mirada, incapaz de soltarse a correr por miedo a perderse entre la niebla. Sabía que no estaba seguro en ese mundo si su adorado cachorro no lo protegía estando a su lado. Porque en donde estaban en ese momento, no era la Tierra, ni nada en concreto, así lo creía KiBum.

 

— ¿Dónde estás? —el tono de su voz comenzaba a entrecortarse.

 

—Ah, Kibum —murmuró el mayor, felizmente viéndolo desde arriba, sobre la rama de un árbol alto. — Estoy contigo, ¿Recuerdas?

 

— ¡Ah! — respondió bastante molesto, y solo para asustar al otro, caminó hacia la niebla.

 

— ¡Key! —le dijo su apodo antes de saltar frente a él.

 

Se paró firmemente ante la mirada asustada del más joven, y le tomó de la barbilla, perdiéndose en sus labios rosas y la forma en la que evadía su mirada, claramente atemorizado.

 

—Te he dicho que no camines hacia la niebla. ¿Es acaso difícil de entender, KiBum?

 

Él llevó su mano hacia la de Jonghyun para apartarlo y que no lo siguiera lastimando, pero el mayor solo lo aseguró con su otra mano por el hombro.

 

—Me dejaste solo, hyung. –lloriqueó.

 

— Por un demonio. Eres tan hermoso.

 

Se arrebató de un momento a otro. Solo él, solo Key lo ponía así, lo descolocaba, lo volvía loco.

 

Rodeó sus caderas con los brazos, siendo acogido por los ajenos, tocando sus labios por fin. Desesperados, ambos.

 

Key hundió sus dedos en el cabello negro del otro, sintiéndose morir por cómo lo besaba, por cómo lo apoyaba contra un árbol y le acariciaba las piernas.

 

—Hm… No…

 

Se negaba, porque no sabía quién los miraba entre las tinieblas.

 

— ¿Qué pasa, gatito? — Su sonrisa pícara interrumpió su beso.

 

Los ojos del mayor lo miraban, y él sabía que era con deseo.

 

—No, hyung… No estamos solos.

 

Jonghyun le haló el labio, y después lo lamió, llevando su mano derecha bajo su camisa hasta su pezón, haciéndolo quejarse.

 

— Ellos… ellos pueden vernos.

 

« ¿Quiénes?»

 

—Déjalos. Déjalos que observen cómo te hago mío de nuevo.

 

Se apoyó en el hombro del mayor, respirando fuerte.

 

La primera vez que estuvieron juntos de esa manera fue hacía ya un año, cuando Key cumplió los quince, Jonghyun creyó que ya estaba listo.

 

—No… Hyung, para. ¡Ah!

 

Era inútil pedirle parar, si cada vez que esos sonidos revotaban en sus oídos le parecían más y más adictivos.

 

« No, parar no es una opción

 

Un repentino dolor en la parte de atrás de su oreja le hizo gruñir. Ya sabía qué era lo que le indicaba.

 

— Tengo menos de media hora, bebé— le hizo saber.

 

—Hazlo entonces. Pero ten cuidado.

 

Se abrazó completamente a él, cerrando los ojos y sintiendo sus pantalones bajar, y luego su ropa interior.

 

— ¿Te molesta el tronco del árbol? —Arrastró la camisa del otro para protegerlo de golpearse.

 

—Ya no me importa. —respondió riendo.

 

Paró en seco viendo sus ojos. Bajaba una lágrima sin razón por su mejilla, sus labios entreabiertos y su cabello sobre su frente.

 

Le miró directo a los ojos, sin pestañar.

 

Al más pequeño le costaba mirarlo, porque le daba pena que lo tuviese así, a su disposición. Pero qué más daba si solo lo veía de vez en cuando, y cada que el angelito podía o lo dejaban bajar.

 

— Jonghyun...— le llamó chocando su cabeza contra el árbol, percibiendo aquella conocida sensación adentrarse en él.

 

— Shh~—le sonrió lascivamente —No llores. —le mandó, notando lágrimas asomarse en sus profundos ojos, y aun así no los cerraba. —Te conozco, sé que… ah… te dará vergüenza si te ven llorando.

 

Key no articuló palabra alguna. No podía siquiera pensar, solo podía perderse en él.

 

Gimió de satisfacción con fuerza, pegando ligeramente sus parpados y dejando caer una casi seca lágrima, empuñando la camisa que portaba el otro cuando supo que él, entró completamente.

 

Sus ojos brillaban, acunaban lágrimas y por eso se notaban húmedos, pero, había algo más, algo que lo obligaba a sentirse bien, algo que Jonghyun amaba ver reflejado en sus ojos.

 

— Jong…

 

—Te amo.

 

Sabía, de alguna extraña manera, que afuera, más allá de donde su mente lo llevaba había algo más.

 

Oscuridad.

 

Desvió sus ojos sintiendo el primer empuje, con las uñas del otro marcando la piel de sus muslos.

 

— Hm… Hyung…

 

Irguió su cabeza hacia atrás, retorciéndose y viendo lucecitas. Él no sabía si eran luces de verdad, o Jonghyun le hacía verlas.

 

—Mírame, KiBum.

 

Respiraba con suma dificultad, las manos parecían débiles pues ya no podía empuñarlas en su totalidad, jadeaba constantemente.

 

—Hy-hyung…

 

« ¿Para qué quería que lo viera?»

 

Estaba completamente vestido, solo sus pantalones desabrochados. Key lo observó hacia abajo mordiéndose los labios, logrando que el amor de su vida moviera las caderas más aprisa.

 

« ¿Cómo fue que se encontraron

 

Fácil. Son primos, o eran.

 

Cuando Jonghyun murió, si se le puede denominar así, Key tenía cinco años, y él, Jonghyun tenía seis. Si en el “más allá” se podía crecer en edad y en tamaño no era del todo seguro, aunque así parecía, ya que Jong aparentaba tener diecisiete años exactos. A KiBum su primo no le cuenta casi nada de cómo es donde él está siempre, solo le dice que hace mucho frío, y que puede verlo siempre, que lo cuida.

 

— ¡Ngh!

 

—Gime más fuerte.

 

KiBum solamente obedecía a su hyung. No acataba las órdenes de nadie más, solamente él tenía ese poder sobre él, y viceversa.

 

— ¡Ahhh~!

 

Si se enamoraron en algún momento en el que el mayor estaba vivo no lo recuerdan, quizás ninguno de los dos. Resultaba difícil recordar, si solo tenían en su memoria borrones y flashes de cuando eran niñitos que jugaban y hacían bromas estúpidas.

 

—Más… más…

 

Jonghyun sonrió, y antes de besarlo logró mirar sus ojos. Felinos, afilados, cálidos, suaves, fuertes. Hermosos.

 

Se oían gemidos ahogados, quejidos suaves, suspiros fuertes.

 

El motivo de la muerte de Jonghyun no fue para nada claro. Se decía entre la familia que él había decidido morir por un miembro de la familia, hacer un cambio.

 

Y esa leyenda poco creíble resultó cierta.

 

Deseó poder quedarse, pero él la amaba. Dio la vida por la de otra persona, por la de su hermana.

 

Tal vez Kibum nunca lo supo por sus labios, pero en el fondo lo suponía, y sabiendo que podía verlo y sentirlo aún después de la muerte, decidió no protestar. Él hubiera hecho lo mismo.

 

Pero los padres de Jonghyun creían que él había hecho trato con demonios, y por eso fingieron que su hijo nunca existió. Solamente cumplieron el capricho de KiBum: un ángel frente a la tumba del suyo.

 

Era cierto; hizo trato con demonios, esos mismos que lo seguían y le permitían ver a KiBum cuando más lo necesitaba.

 

Esos mismos demonios que los miraban por morbo, esos que lo envidiaban, no solo por tener al pequeño Key, sino también por poseer alas blancas y no negras, porque su corazón era puro y las razones por las que dio la vida eran amor y fraternidad.

 

—Ahh~

 

Al dejar sus labios en libertad, no se molestó en abrir los ojos. Buscó el cuello del menor, lamiéndolo, besando la piel que le estaba perteneciendo al embestir su cuerpo.

 

—Ah~ Así… Hyung, más…

 

Sonreía por verlo retorcerse por sus estocadas. Le encantaba ver todas y cada una de las expresiones de su fino rostro, nunca se cansaría de mirarlo.

 

Todavía si el alma de ambos chicos ya estaba manchada por el pecado que cometían por amor, no existía rencor ni odio en ellos.

 

« ¿Estaba mal amarse? Claro que no.»

 

Le recorrió con su hambrienta y pervertida mirada. Miró su pecho subir y bajar por la agitación, y su mano llegó de nuevo a su pezón.

 

—No…

 

Le cogió el lóbulo de la oreja entre sus dientes, aprisionándolo deliciosamente, aruñando su pierna.

 

—Me harás correr… ¡Ahhhh~!

 

Él siguió embistiendo, mordiendo ahora su cuello.

 

—Córrete, precioso.

 

—Ngh…

 

Key suspiró, llenando luego sus pulmones de aire, de ese aire que para él era irreal.

 

—Espera. Mírame.

 

Era casi imposible olvidar su voz diciéndole, ordenándole que lo mirase.

 

— Jonghyun…—gimió sintiendo el éxtasis que le proporcionaba ese movimiento constante y rápido.

 

—Gime mi nombre de nuevo. —lo sostuvo con una mano perfectamente, Key era tan ligero como una pluma, y con la otra aprisionó su barbilla.

 

— Jonghyun~— repitió sin chistar. Adoraba darle placer con un simple gesto, o una simple palabra.

 

— Ah, Key…— gruñó.

 

El interior de Kibum lo apretaba cada vez con más violencia, llevándolo al borde, haciéndolo llegar.

 

— Ah~ ¡Hyung~! Ahh~

 

Bum, de nuevo sus miradas se tocaban. Una chispa, una estrella, una luz.

 

Le besó los labios, y fue testigo del momento en que sus ojos rodaron hacia atrás, como si después del orgasmo se fuera a desmayar.

 

Ese, Key era el maldito cielo, estrechando sus paredes internas, mordiendo sus finos labios gimiendo.

 

Lo tiró con fuerza, enterrándose tan profundo que se obligó a correrse.

 

Lo cargó sin salir de él, y lo bajó sobre ese pedazo de concreto, viendo como se retorcía estirando las piernas a ambos lados.

 

Jonghyun se pasó la lengua por los labios, satisfecho.

 

—Tan perfecto, mi gatito. —se inclinó a besar sus labios entreabiertos.

 

—Ah, hyung…

 

Salió rápidamente, causándole un dolor leve, además de la sensación de vacío.

 

El menor puso sus dos manos sobre su pecho, sintiéndose recorrer por una ráfaga de frío. Vio desde abajo, recostado ahí como Jong se abrochaba el pantalón. Prácticamente lo hicieron vestidos.

 

Sopló su flequillo incorporándose sobre sus manos. —Hyung, se siente cálido dentro de mí.

 

Escuchó su risita, y le recordó a campanillas.

 

— Ah, mi pequeño Key. —le rozó los labios una vez, acariciando sus piernas abiertas.

 

—Hmm…

 

—Shh. —se separó —Ellos te escuchan, y nos han visto.

 

Se quedó quieto, asustado.

 

—Calma. Estoy aquí. —le pasó la mano sobre su cabello.

 

— ¿Vendrás en navidad?

 

—No lo sé. Veremos, KiBum.

 

—Vienes cuando menos me lo espero. —reprochó bajando la mirada.

 

—Pero siempre vengo el dos de noviembre.

 

— Solamente este día vienes sin falta.

 

—Es el único día en el que me dejan venir sin falta. Buscaré tu ropa. Ellos están viendo expuesto todo tu encanto. —se puso de pie.

 

Key rió pícaramente mordiendo su dedo índice con sus blancos dientes, viéndolo buscar su ropa regada en el suelo.

 

El frío regresó.

 

—Jong…—llamó con la mirada fija en aquel sendero por el que su amado desapareció, notando que ahora solo había niebla.

 

—KiBum, tu ángel se ha ido.

 

—Bummie, hoy estás más grande, cosita.

 

— ¿Estás solo, bonito?

 

— ¡Hyung! ¿Dónde estás?

 

—Me gusta como gimes, Key.

 

Más niebla.

 

El sonido de una rama quebrándose.

 

Murmullos.

 

—Jonghyun-hyung…

 

—Shh

 

— ¿Hyung?

 

—KiBum, qué travieso te has vuelto. ¿Quieres ver luces de colores conmigo?

 

—Ya las vi con hyung.

 

Jaló de la única prenda que lo cubría, rogándole creciera y tapase su desnudez.

 

—No te cubras, bonito.

 

Se removió alzando la vista a la estatúa, esa que se asemejaba a su ángel. Entre las nubes ligeras y oscuras una luz lo cegó: la Luna.

 

Cuando la Luna era visible a sus ojos, el tiempo se había agotado.

 

—Hyung…

 

—Estás atrapado.

 

—No…

 

—Estás…

 

—No.

 

— Atrapado.

 

—No.

 

— Estás solo.

 

—Mi ángel, Jonghyun.

 

—Él no está.

 

—Él…

 

— Él no está.

 

—Me…

 

—Él no está.

 

—Ama.

 

— ¡Key!

 

Se arrodilló, estiró la camisa por delante y por detrás con las manos.

 

— ¡Hyung! ¿Dónde te metiste, imbécil?

 

—Tranquilo, bebé. —lo derribó para ponerle la ropa.

 

— ¡Oye! ¡Ya te dije que con delicadeza!

 

—Aish.

 

Le puso el bóxer, apretándole las piernas y el trasero en el proceso.

 

—Ahm~

 

—A ellos les gustan tus gemidos.

 

Subió esta vez sus apretados pantalones.

 

—Lo sé. Me lo susurraron.

 

Jong bufó, mirando celoso el cuerpo que hizo nuevamente suyo.

 

— ¿Ya la puedes ver? —preguntó refiriéndose a la Luna.

 

Se sentó, frunciendo el ceño. —Sí.

 

—Lo siento si te lastimé. —rió entre dientes. —No me puedo controlar.

 

Key sonrió de lado. —No importa. Además así me acordaré de ti un par de días.

 

—Pero, en el momento en el que me empieces a olvidar apareceré.

 

El frío les acariciaba los brazos, y el más joven tiritaba por lo helado del viento.

 

— Vamos. –se tomaron las manos, caminando juntos por las veredas del cementerio.

 

—Uno, dos, tres, cuatro.

 

— ¿Estarás bien sin mí, precioso?

 

—No te mentiré. No estoy bien sin ti.

 

Él asintió. Ya lo sabía.

 

Lluvia.

 

Jonghyun lo cargó, con los brazos ajenos en su cuello y él los suyos bajo sus rodillas y espalda.

 

Las alas de su ángel lo elevaron, y cuando llegaron al balcón de su habitación lo depositó suavemente en el piso.

 

— KiBum. —llamó sacando su mano capturando gotas de lluvia, cristalinas y puras.

 

—Hyung~—medio bostezó.

 

El mayor se dirigió a él y le ordenó: —Ponte el pijama.

 

Regresó los ojos a las gotitas que con un pensamiento congeló, formado un dije en forma de corazón.

 

—Hyung…

 

Se derritió al verlo. Su short rosa, su ligera camisita, su piel suave y delicada, marcada por él.

 

—Sigues usando ese pijama. —incrustó una cadena de plata en el dije.

 

—Se que te prende que la use.

 

—Vaya. Te he pervertido.

 

Se odió, mordiendo sus labios con lujuria. Maldijo al mundo entero por tener solo pocos segundos para permanecer junto a KiBum.

 

—Te amo.

 

—Yo también te amo.

 

Lo besó. Le arrebató los labios, colocando el collar mientras enredaba sus lenguas.

 

Cuando se separaron, Jonghyun miró hacia la ventana un instante, tomando su cintura con los brazos le besó la frente.

 

—Mi angelito, yo te amo.

 

Una mirada tierna, un latido, una sonrisa.

 

Sus alas blancas se  distinguían a la perfección en el cielo. KiBum se apoyó en el balcón, con la cabeza sobre sus brazos cruzados.

 

—Mi angelito, yo te amo.

 

Brillaban sus ojos, sin ser opacados por ninguna estrella, siendo él el más importante astro en la vida, o la muerte de Jonghyun.

 

En la vida, o en la muerte, ya no importa, con tal de que sea para siempre.

 

Fin ♥

Notas finales:

JFDLDJFLSKDJFSDKLFJDSLFJSFJFL

 

*se esconde debajo de la cama*


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