Prólogo.
-¡Taemin! –se oyó un grito a penas el horario escolar dio por acabado. El chico corrió en dirección hasta uno de sus amigos, quien al oírlo volteo rápidamente a esperar al mayor.
-¿Qué pasa hyung? –el menor de ambos arregló sutilmente su cabellera en forma de honguito mientras sonreía ampliamente al chico frente a él. Era alto, moreno y de una amplia y deslumbrante sonrisa que estaba estampada sobre sus esponjosos labios. Era su amigo de toda su infancia, se llevaban apenas tres años de diferencia, y el mayor ya había cumplido sus diecisiete, por lo que deseaba pasarlo junto al menor, pues prontamente dejaría la ciudad, aunque no tenía muy claro cuando seria eso.
-¿Vamos a mi casa? Prometiste pasar mi cumpleaños todo el día conmigo… -comunicó el mayor mientras tomaba la mano del más pequeño comenzando a caminar sin siquiera escuchar su respuesta aunque no era necesaria. Taemin era un niño de palabra, y siempre cumplía cuando se trataba de su hyung.
~ * ~
Al entrar ambos a la casa del alto, Taemin corrió escaleras arriba para ir a la habitación del mayor, quien le seguía por detrás. Era la misma rutina de siempre. Ir a la habitación del moreno para jugar videojuegos, ver películas o charlar.
Pero ahora el alto tenía otra cosa planeada para su amigo, justo el día de su cumpleaños.
-Minho~ -canturreo el menor mientras se tiraba boca abajo en la cama de su hyung, abrazando una almahada mientras esperaba que el mayor le imitara. Y así fue.
-Taem… -murmuró el mayor, sin despegar la vista de su compañero, esperando unos cuantos segundos, o tal vez minutos antes de continuar con lo que tenía pensado, pero al parecer el menor se estaba impacientando, pues no hacía más que incentivar con ligeros ademanes de cabeza a su mayor para que prosiguiera-. Me gustas…. –Soltó derepente, causando que los ojos de Taemin se abrieran de par en par y con ello sus mejillas se tornaran de un fuerte tono carmesí.
-Hyung…. –susurro luego de unos segundos, sin saber que decir con exactitud. Nunca se había puesto a pesar en su hyung como algo más. Lo admiraba, lo quería…. Pero ¿Gustar? No sabía si podía corresponder aquellos sentimientos. Pero antes de que pudiera decir algo más, los esponjosos labios del mayor habían presionado los suyos, tomándolo por sorpresa. Aún así, aquel contacto le agradó, tal vez por el hecho de haber sido su primer beso o por como los labios de Minho se mecían en un exquisito y suave compás. Sus labios eran tocados con tanta ligereza y ternura que le fue fácil corresponder y seguir al mayor, hasta que la lengua de este se hizo paso en su boca sin previo aviso. Su cuerpo se estremeció y un glorioso y nervioso gemido escapó de sus labios; los brazos del moreno se enrollaron a la cintura del más bajo atrayéndolo suficiente a su cuerpo para abrazarlo, cosa que el menor aceptó con gusto y sin prisas.
Ya no hacía falta saber la respuesta concreta a lo que realmente sentía, y mucho menos creía que era necesario decirlo.
Sus lenguas se tocaban y sus labios se succionaban repetidas veces. Sus dientes en más de una ocasión chocaron con levedad, hasta que los suspiros se hicieron presentes y las caricias de parte del moreno se acentuaron bajo la playera del menor, hasta que el oxigeno comenzó a calentarse y con ello a hacerse más escaso.
Ambos se separaron mirándose cómplices, confundidos y apenados.
¿Qué pasaría ahora?
-Minho… -el primero en romper el silencio fue el menor, quien inconscientemente mordía su labio inferior al aun sentir como las manos del mayor acariciaban su estomago y torso, rozando intencionalmente sus pezones-. Detente…. –agregó luego, con los ojos cerrados y su labio inferior tiritando al ser liberado, apunto de un puchero. La arma mortal de Lee Taemin.
El moreno suspiró suave para luego dejar los movimientos de sus manos, dejando libre a su amigo.
-Me iré a Seúl… -Las palabras salieron secas, vacías, como si fuese algo que el menor esperara oír. Un grave error.
Las palabras ya no eran necesarias, nada era necesario. Taemin se acercó al moreno y dejó un pequeño beso sobre sus labios y sin decir nada más, salió de su habitación y luego de su casa. En donde había compartido trece años de su vida; había conocido a Minho desde los dos. No lo recordaba, pero tenía muchas fotos que lo evidenciaban, fotos de ellos y sus progenitoras.
Pasaron los días, y Minho no aparecía en el colegio, Taemin tampoco lo iba a ver, no lo encontraba necesario, aún cuando su madre lo obligaba el se desistía, hasta que supo que el mayor había viajado ya, sin decir nada. Tal vez creía que su dongsaen estaba molesto, o tal vez simplemente había jugado con el. Esas dudas rondaban la cabeza de Taemin, pero no había tiempo para pensar en ello, sería mejor seguir la vida sin Minho… pues solo era su amigo ¿no?, los amigos vienen y van…
Los años escolares de Taemin fueron escandalosos, no podía adaptarse a los demás chicos, pues siempre pasaba los recesos con Minho, en hora de clase, ponía todo su empeño y concentración en tomar apuntes y ser el mejor. Pero ahora algo le faltaba, se sentía solo e incomprendido, como un bicho raro dentro de un panal de abejas donde todas contribuyen y se conocen; a él lo tenían aislado, pues nadie se acercaba a integrarlo en ningún grupo, hasta que alguien lo hizo.
-¡Hola! –un chico como de su misma estatura, de ojos felinos y contextura delgada se sentó a su lado en la hora de almuerzo-. Tu eres Taemin… ¿Verdad? –el chico pregunto, dejando totalmente desconcertado al pequeño Tae.
-Ajá… S-Soy yo… -titubeo mirando al chico a su lado, con algo de miedo y curiosidad a la vez.
-Yo era compañero de clase de Minho… -anunció el chico, causando que el semblante del menor cambiara a uno más triste-. Kim Kibum, un gusto… -el chico le enseñó una de sus mejores sonrisas a Taemin, causando cierta confianza en este y una pequeña sonrisa en su rostro.
Desde ese momento Taemin había ganado a un nuevo amigo, y quien diría que lo haría cambiar, tanto exteriormente como internamente. Había pasado de ser, un chico pelinegro, tierno con cabeza de honguito a un chico decidido, castaño y de una seguridad casi envidiable, aunque lo adorable no se lo quitaba nadie.
Era el orgullo de Kibum, por todos los logros que había logrado y por que después de todo, al pasar los años, ambos habían entrado a la misma universidad de artes en su pueblo natal, y ahora ambos estaban por viajar a Seúl por una propuesta de trabajo.
Taemin con sus apenas veintidós años ya estaba a punto de convertirse en el nuevo coreógrafo de una de las televisoras más importantes en Corea del Sur, y Kibum, a sus veinticinco había conseguido entrar a trabajar como asesor de moda una de las empresas de entretenimiento.
Nunca supo nada de Minho, y este último nunca supo nada de Taemin. A pesar de que actualmente ambos se encontraban en Seúl nunca se habían topado.
¿Qué más se puede esperar de una ciudad tan poblada y glamorosa? La probabilidad que se encontraran era una en un millón, pero poco importaba. Los años habían pasado y con eso solo habían dejado los lindos recuerdos de su amistad. Nada más que eso.
¿O no?
~ * ~