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Dusk: Darkness is dispelled. por Neil

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Notas del fanfic:

Es una historia completamente original que comenzó como un proyecto borrador tan sólo por diversión y para mejorar mi ortografía, pero que acabó tomando ésta forma. Siento el resumen, no soy bueno haciéndolos. 

 

Notas del capitulo:

Y aquí el primer capítulo. Espero les guste como para seguir leyendo.

Capítulo 1.

Su cuerpo estaba empapado y el frío le calaba hasta los huesos, haciéndole castañear los dientes. Respiró por la boca intentando tranquilizarse pero las punzadas de ardiente dolor se lo dificultaban, al igual que su desesperación aumentaba por el abundante sabor metálico que le inundaba la boca. Seguramente tenía un labio partido, y de verdad esperaba que de ahí salieran los hilos de sangre seca que le había chorreado por el mentón y no fuera por que le hubieran tirado uno o más dientes en medio de la paliza.

Abrió los ojos cuando escuchó algunos insultos mezclados con risas y la palabra ropa apenas entendible entre todo ese desagradable y acostumbrado ruido. La puerta se cerró con fuerza y cuando miró a la banca donde había dejado su ropa y su mochila solo vio la bolsa de cuero gastado medio abierta sin rastro de las prendas. Claro, se habían llevado la ropa junto al poco dinero que le había quedado ese día.

Maldijo durante no supo cuantos minutos los nombres de aquellos desgraciados que tenía mas que grabados en la memoria ya. Raimundo, Joel, Alan, Maximiliano…si, definitivamente el peor de todos era Max, tanto en fuerza como en brutalidad y sangre fría a la hora de dar palizas.

Cuando escuchó cuatro golpes de nudillos en la puerta separados por tres segundos cada uno William supo que la ayuda había llegado y a pesar de todo solo logró soltar un lastimero quejido en respuesta. La puerta se abrió y volvió a cerrar, y Neftali –Nero, se corrigió mentalmente- entró cargando una bolsa plástica en una mano. Logró ponerse de pie antes de que Nero llegara a su lado y en silencio dejo que le ayudara a sentarse en la banca. A Will no le importaba estar desnudo y que él le viera, para nada, porque podía ser muy pudoroso pero estar frente a él era como estar frente a un espejo y mirarse a sí mismo, no le causaba vergüenza.

Nero suspiró y de la bolsa sacó una toalla con la que comenzó a secar a William con un cuidado sorprendente que a pesar de todo no fue suficiente para evitar los quejidos de dolor al rozar zonas de piel enrojecida, que eran bastantes. Will, entre la desenfocada vista que le provocaban las lágrimas que acudían a sus ojos ante cada roce doloroso, observó detenidamente los grandes ojos grises claro de Nero, y el cabello rojo cobrizo que apenas le llegaba debajo de los hombros  sujeto con un elástico en una diminuta cola de caballo y con el flequillo por debajo de los pómulos. William le apartó el flequillo del rostro poniéndolo tras su oreja de forma cariñosa y recibió a cambio una pequeña sonrisa de Nero y un resoplido de frustración.

-Ya te sequé, ahora ponte los calzoncillos –habló Nero, extendiéndole la prenda que había sacado de la bolsa con una mano- y te ayudo a ponerte el resto de la ropa. Creo que te quedarán unos moratones feos y lo del labio no se ve muy bien, pero al menos es la única herida sangrante esta vez. ¿No estaba Alan?

Recibió y se puso lentamente la ropa interior mientras negaba con la cabeza. Oh, Alan…desgraciado, psicópata y sanguinario Alan. Se había salvado de él, en la paliza de esa semana solo habían estado tres de los cuatro de siempre, y si faltaba Alan significaba que no habrían heridas sangrantes hechas por ningún objeto filoso. En manos de ese tipo cualquier cosa se convertía en algo corto punzante.

Se dejó ayudar a vestir con unos vaqueros holgados y una camiseta de manga larga azul. A Nero le encantaba llevarle ropa azul esas veces, decía que resaltaba sus ojos del mismo color. Y si él le ayudaba de tan buena gana, ¿Cómo podía negarle ese detalle? Además a él también le gustaba el color. Notó aliviado que no se habían llevado sus queridas botas altas negras con hebillas y los calcetines –después de todo no es como que el dejarle con o sin ellas hiciera mucha diferencia en su desnudes, e igualmente luego su ropa llegaría en malas condiciones a su casa dentro de una bolsa de papel- así que después de ponerse los calcetines y calzarse las botas se puso de pie.

Nero le trenzó los largos mechones de cabello castaño claro que le rozaban la cintura con cuidado luego de secarlos con la toalla y le ayudo a guardarla en la bolsa y meter todo dentro de su mochila de cuero vieja. Se la puso al hombro con cuidado aunque de todos modos no pesaba casi nada. Estaban a viernes, y como todos los viernes era ya costumbre salir golpeado de los vestuarios luego de la clase de deportes también era costumbre dejarle el móvil y la mayor parte del dinero a Nero, además solo llevaba a clases un cuaderno y unos lápices sueltos. Y lo que ahora había metido no provocaba un incremento muy notable en el peso.

Cuando estuvo decente –a criterio de Nero- él le devolvió su móvil y el dinero, los cuales guardó en los bolsillos del pantalón, y salieron juntos de los vestuarios. Luego de mirar a todos lados como precaución por si uno de los idiotas seguía por ahí salieron apresurados del recinto escolar sin prestar atención a las miradas curiosas. Caminaron tensos aún luego de haber cruzado la calle y siguieron así, en silencio muy juntos el uno del otro hasta que luego de cuatro manzanas llegaran a orillas del lago. Siguieron por uno de los costados por sobre la franja de piedrecillas que contorneaba la orilla hasta que detrás de ellos solo vieron bosque y la esquina de calle pavimentada por la que habían entrado se perdió entre los arboles. Llegaron hasta una parte donde había una enorme roca plana que les llegaba a la cintura y se montaron encima para sentarse, y, solo en ese momento, Will se permitió soltar un suspiro mezclado con un gruñido de malestar.

-Maldición…Will, ellos no pueden seguir con esto…tú no puedes dejar que sigan con ello. –murmuró Nero por lo bajo, arrastrando algunas palabras- no me he metido por que dijiste, me juraste que si no les seguíamos el juego respondiéndoles se aburrirían pronto. Pero no se han aburrido. Cuanto va ya, ¿dos, tres meses?  Meses en que todos los putos viernes te dejan hecho girones. ¿No crees que es suficiente?.

Will sonrió amargamente, fijando la vista en algún punto del bosque en la otra orilla del lago. ¿Suficiente? Después de la primera vez ya había decidido que tenía suficiente dolor para el resto de su vida. E iban más de tres meses, casi cuatro ya. Él de verdad había creído que se aburrirían rápido, como había pasado con otro puñado de estudiantes a los que molestaban –claro que a ellos solo verbalmente- que no les habían hecho caso y al poco tiempo los dejaban en paz. ¿Por qué con él había resultado ser diferente? Ya casi parecía que hubieran tomado como deporte anti estrés el darle palizas todos los viernes, aparte de las burlas y bromas diarias que debía tolerar. Y lo sabían, sí, muchos sabían que eso pasaba todos los viernes luego de la clase de Deportes, la última del día, por lo que los chicos de su curso se apresuraban en los vestuarios a ducharse y largarse rápidamente de ahí por temor al mismo destino. Incluso ya creía que varios maestros se habían dado cuenta, pero solo hacían oídos sordos y ojos ciegos, como si eso no sucediera. Era verdaderamente frustrante.

-¿Crees que disfruto con esto? No soy masoquista. Y sé que esto debe parar, quiero que se detengan…¿pero que puedo hacer? Cualquier intento de oposición solo haría que fueran más brutos de lo que son, sería peor para mí. Además aunque pudiera hacerles algún daño o tuviera posibilidades de ganarles en una pelea, no puedo tocar a Joel por que su padre es el director del Colegio, ni a Raimundo por que su papá es el Alcalde, y Alan es el protegido de Joel…

-Pero, ¡joder! Que tú también tienes padre, y es policía. Deberías decírselo un día como hoy luego de la paliza teniendo las pruebas de los golpes, y yo puedo tomarles fotos antes de salir del vestuario de que se quedan intimidándote y luego de cuando salen ellos solos, o grabarlo todo desde fuera por la ventanilla que está arriba. O no se, pero hacer algo, maldición. No sabes lo doloroso y frustrante que es saber que te hacen eso y que me mantengas al margen, sin poder hacer nada. Somos amigos Will…tú me has ayudado mucho, ya es hora de que te devuelva todo eso.

-¿Tendremos está conversación todos los putos viernes, Nero? Ya me estoy aburriendo, en serio…sabes que la primera ves se lo dije, y ¿Qué hizo? Gruñirme y mirarme por sobre el hombro, basurearme y decir que era mi culpa y que yo debo arreglar mis propios problemas. Me culpó a mí por todo. Y el padre de Maximilliano es jefe del mío, podría hasta perder el trabajo si acuso a su hijo y le pongo una constancia o demanda en la policía. No haré que me deteste más de lo que ya lo hace.

-Pero, Will…

-No hay peros, Nero. Es en serio. Estoy harto de este tema, prefiero dejar que sigan con su estúpida diversión y ahorrarme problemas. Por favor, no quiero seguir hablando de esto. –murmuró William y volvió a soltar un suspiro, llevándose las manos a la larga trenza para comenzar a deshacerla y mordisquearse mechones de cabello.

Nero asintió en silencio, dándose por vencido. Él comprendía que era una situación difícil, cualquier elección que hiciera Will traería consecuencias. Enfrentar todo y pararles los pies a esos idiotas conllevaría una paliza aún mas brutal, acusarlos con las autoridades, con lo corruptos que eran varios en ese pueblo de mierda, también le acarrearía problemas a su padre en el trabajo –que aunque fuera un idiota prejuicioso, cruel y mal padre con Will era el sustento de la familia y con sus otros hijos era un padre ejemplar-, en la escuela con el viejo estúpido y adúltero del Director, incluso aunque el Alcalde fuera bastante imparcial con todo y razonablemente inteligente no podían saber cómo reaccionaría si acusaban a su hijo menor con algo de tanto peso. Y seguir así tal como estaba todo, sin hacer nada, también traía consecuencias. Varias veces su amigo había acabado con cicatrices infectadas que ahora solo eran marcas ligeramente sonrosadas sobre su piel pálida o las más antiguas apenas visibles solo por ser incluso más blancas que su piel. Al menos Alan nunca le había tajeado la cara o algún lugar lo bastante cerca de una arteria, solo rasguños y los cortes profundos los hacía en lugares donde sabía no habría peligro de que se desangrara. Pero aun así su amigo había acabado anémico una vez debido a tanta sangre perdida desde tantos rasguños, y que decir del dolor y el escozor que sentía el par de días siguientes a las palizas por tan solo caminar o moverse un poco.

Nero vio como William se mordisqueaba el pelo. Ese era un mal hábito que tenía cuando se sentía incómodo o aburrido, motivo de que se hubiera dejado crecer algunos mechones en la parte de atrás; así era mas fácil alcanzar el cabello para morderlo.

Pasaron varios minutos en los que Will notó como Nero le miraba fijamente, escudriñándole como si buscara encontrar algo. Dejó de masticar el mechón de cabello que había tenido en la boca y volvió a sujetarse el pelo, pero solo en una coleta baja. Era malo para hacer trenzas y costaba mucho hacérselas solo cuando era tan poco pelo y tan largo. Cuando se aburrió de mirar los arboles en la otra orilla del lago se recostó boca abajo y, sin siquiera pedir permiso, apoyó la cabeza en las piernas de Nero. Él solo soltó un resoplido de risa y comenzó a jalarle mechones cortos de pelo sin fuerza y acabó dejando la mano sobre la base de su cuello. Will se permitió relajarse, intentó no pensar en el dolor de su magullado cuerpo y cerro los ojos, cansado sobre todo mentalmente de muchas cosas.

***

Cuando llegó a su casa eran cerca de las seis de la tarde y ya estaba oscureciendo. Estaban casi a fines de Noviembre y el otoño se hacía notar, igual que la cercanía del invierno, por lo que cada vez la luz del día duraba menos y el clima era mas frío y ventoso. Había dormido cerca de una hora mientras Nero leía algunos apuntes de la escuela y luego este había decidido invitarle a merendar a la modesta Cafetería al lado del Hotel junto al lago que tenía Alison Evylane, la madre de Nero, donde bebieron chocolate caliente extremadamente dulce y una porción de tarta de frambuesa más grande de lo normal cortesía de la casa. Le caía bien la señora Alison, era una mujer bajita, menuda y de apariencia jovial muy agradable y dulce aunque con un carácter fuerte. Vivía sola con Nero desde que había enviudado en la casa que su esposo les había dejado, y con la herencia había comprado el local y lo había adecuado para abrir la Cafetería que desde pequeña había soñado tener. Además era una excelente repostera y las tartas y pasteles que hacía eran los más deliciosas en el pueblo, siempre pasaba llena de clientes y pedidos a domicilio que Nero llevaba en una pequeña motocicleta parecidas a las para repartir pizza. Él adoraba a su madre de una forma casi imposible.

Will, al contrario, no tenía padres. A quien él llamaba su madre era en verdad la hermana de su padre biológico que había muerto junto a su madre de una sobredosis de éxtasis mesclado con alcohol cuando él apenas tenía tres años y unos meses de edad. Era una simple dueña de casa, completamente sumisa y dedicada a sus hijos y a su marido, quien Will llamaba padre y que era policía. Tenía dos hermanos legales, ya que sus tíos le habían adoptado. El mayor era Víctor, una copia idéntica de su padre ambos de cabello rubio oscuro y ojos café, altos, fornidos e intimidantes. Víctor pasaba de fiesta en fiesta y saliendo con chicas, iba en último año de colegio un curso por sobre Will, y era capitán del equipo de fútbol americano. Tenía calificaciones regularmente buenas y, según todas las chicas de la escuela, era guapísimo. El hijo perfecto, el popular que todos quieren y envidian. Era su contraparte. William era pequeño, menudo, bastante débil, de calificaciones perfectas, bueno en los estudios y un desastre en los deportes. Y si le daban a escoger entre salir de fiesta o ir a la biblioteca o una librería, escogía mil veces los libros. O si ya tenía uno nuevo e interesante prefería quedarse en casa leyendo. E intentaba pasar siempre desapercibido en la escuela. Además, las chicas no le miraban, aunque fuera guapo igualmente no era guapo del modo que ellas querían; ellas querían un chico fuerte, gracioso, ojalá con dinero, grande y popular. Y Will era más lindo que guapo, de una forma más delicada que bruta o fuerte, algo andrógino. Y lo mas importante; era una vergüenza para la familia. Había decidido incorrectamente salir del armario con la psicóloga de la escuela, y había pagado el precio gracias a la poca profesionalidad de ella. A la semana de esa sesión psicológica toda la escuela rumoreaba que era maricón y solo un par de días luego su Tío le había enfrentado con aquellos rumores que rondaban por el pueblo y al responder afirmativamente se había ganado una bofetada que le partió el labio y un desprecio aún mayor que el que ese hombre le tenía antes. Y su otra hermana legal, la menor que tenía 11 años, era una niña con el mismo carácter de su madre, sumisa, de sonrisas fáciles, extremadamente sociable y caprichosa. Todos le daban lo que quería y Víctor la adoraba al igual que el padre de ellos, y la madre siempre salía a pasear con ella para lucir a su hija. Porque era hermosa, eso no lo discutía nadie. Era delgada, alta para su edad, con cabello largo y rubio oscuro que caía en tirabuzones desde su cabeza, tenía facciones finas, piel bonita, ojos enormes azules, piernas largas, y su expresión reflejaba una ternura inmensa. Era la muñequita de todos.

Cuando llegó a la casa, la cual correspondía a una manzana entera y parecía parcela más que casa, no entró por la puerta principal, si no que rodeó la estructura por el jardín hasta llegar al patio, que era enorme con varios arboles y rodeado por una cerca, y al fondo en una esquina entró al pequeño apartamento. Esa era su casa. Desde que tenía edad para cuidarse solo –según sus padres/tíos eso fue a los trece años- que habían arreglado el anterior cobertizo para dejárselo a él, como un intento de deshacerse del intruso que ensuciaba la imagen de familia perfecta. Era bonito, acogedor según él. Al entrar se veía a la derecha un sofá negro para tres personas algo gastado y desteñido pero mullido, un sillón individual más nuevo rojo, una mesita de centro algo grande de metal y cristal que hacía de comedor, y en la pared contraria al sofá un mueble de dos puertas lleno de libros con una pequeña Televisión encima. A la izquierda había un mueble de cocina con algunos platos, tazas, vasos, cubiertos y comestibles, la mayor parte precocinados o instantáneos. Además tenía un microondas, algo viejo pero que andaba bien, sobre el mueble de cocina. Y un mueble con lavaplatos y una pequeña cocina de dos platos tipo campin a gas. Había otros más utensilios como un par de ollas y sartenes en el mueble del lavaplatos, y un hervidor de agua sobre el microondas, aparte del pequeño cooler en un rincón que servía de frigorífico.

Tiró su mochila gastada encima del sofá y caminó por un pequeño pasillo que daba a dos puertas, una a cada lado. En su mini departamento solo tenía tres habitaciones; la grande de la entrada que usaba de cocina y comedor-living, un baño pequeño solo con ducha, retrete y lavamanos –que al menos tenía agua caliente, algo que agradecía- y su habitación con una cama de plaza y media con un colchón bastante cómodo, sin cabecera que solo tenía base hasta el suelo con tres cajones que usaba para guardar la mayor parte de su ropa, un pequeño mueble gastado de cuatro cajones donde tenía ropa y cuadernos, y un escritorio pequeño y simple que mas que nada parecía mesa con un cajoncito a un lado y una silla de madera con un cojín delgado y duro. Tenía una computadora de escritorio bastante obsoleta sobre el escritorio que le servía apenas para hacer las tareas de la escuela, y el mismo se había fabricado con unas planchas de madera un estante de cuatro niveles que había adherido a la pared y ahora estaba lleno de libros. Todo estaba algo apretado pero para él era cómodo, era su propia mini casa donde estaba solo sin que nadie le molestara.

Hace ya casi un año no entraba a la otra casa, después de todo tenía lo que necesitaba ahí y su tía le daba semanalmente algo de dinero para llenarse la despensa. Entró a su cuarto y se sacó las botas antes de tirarse despreocupadamente boca abajo sobre el colchón de la cama, con los ojos cerrados. Le dolió, pero estaba más que acostumbrado ya a ese dolor similar al resentimiento muscular. Había comido suficiente en la Cafetería con Nero para el resto del día por lo que su estomago estaba lleno y no tenía necesidad, ni ganas, de levantarse a preparar alguna cosa precocinada o instantánea.

Luego de un rato en el que sintió como su cuerpo se relajaba y el sueño le inundaba acabó sacándose los pantalones a patadas con desgane, e hizo igual con los calcetines, arrojando todo al suelo. Bostezó, somnoliento, y decidió que aquel día dormiría temprano. A los pocos minutos no supo de nada más.

***

Will bostezó por quinta vez ese día. Eran cerca de las cuatro de la tarde y para ser sábado la biblioteca estaba anormalmente tranquila. Ordenó un par de libros ilustrados  sobre Anatomía en una gran estantería mientras miraba a las pocas personas que ocupaban las mesas del segundo piso. Él trabajaba los sábados y domingos de nueve y media de la mañana a siete y media de la tarde, con hora de colación a eso de las una, en la biblioteca municipal del pueblo. Le encantaban los libros y, aparte de que tenía acceso a la mayoría de los que ahí tenían, le pagaban una cantidad razonable semanalmente. Y era un trabajo relajado. Solo cuando había que acarrear cajas con libros y subirse a las escaleras para acomodarlos en lo alto se volvía más cansino, pero nada que él no pudiera soportar. Y trabajaba con uno de sus amigos, Fernando, que iba en su misma clase junto a Nero.

Además, estaba él. Theodore Nithley era el mejor amigo de su hermano Víctor, tenía dieciocho años, era alto, delgado pero musculoso, con unos ojos verdes preciosos y el cabello rizado de color miel. Y era la persona más amable que había conocido nunca. Cuando iba a casa con Víctor siempre le saludaba, en la escuela también, y le sonreía mucho. Además no le ignoraba como los otros, parecía que sí se preocupaba en serio cuando le preguntaba como estaba. Además en la biblioteca cuando podían hablaban sobre libros –ambos tenían gustos parecidos, y Theodore era increíblemente inteligente y culto para ser miembro del equipo de futbol americano- o cosas de la escuela, incluso un par de veces habían hablado de películas o música. A Will le gustaban esas atenciones, y le gustaba Theo desde hacía varios meses.

El resto de la tarde la pasó clasificando libros nuevos que habían llegado alfabética y temáticamente, los que luego ordenó con ayuda de Fernando y Theo acompañados de una charla agradable. Cuando acabaron poco antes de las siete y media la Bibliotecaria les dejó ir con una sonrisa complacida. Fernando arrastraba los pies bastante agotado, bostezando de ves en cuando, mientras Theo hablaba con Will de un libro que había leído recientemente, hasta que el mayor tuvo que desviarse del camino para llegar a su casa y se despidió de ellos alegremente.

Will suspiró viendo como Theodore se perdía por una de las calles y siguió caminando ahora a paso lento junto a Fernando, quien gruñó.

-Eres tan obvio, ¿cuánto más esperarás, WiWi? –dijo Fernando mientras le pasaba un brazo por sobre los hombros, algo fácil con su metro ochenta y dos.

-Qué te importa, no te metas. No quiero que deje de ser amable conmigo, no voy a arruinar todo apresurándome en terreno desconocido. –bufó Will.

-Oh, vamos; te trata demasiado bien como para ser simplemente “el hermano menor de mi mejor amigo”, de una buena vez díselo y ya, se acabó el problema.

William solo se limitó a rodar los ojos y suspirar nuevamente. La personalidad de Fernando era demasiado contraria a la suya, no solo por ser un diseque macho heterosexual hecho y derecho, si no por la madurez emocional y carácter fuerte que tenía para su edad. Después de todo había sido forzado a terminar prematuramente con su niñez y a hacerse cargo de una familia con una difunta madre, un padre parapléjico en silla de ruedas y dos hermanitas pequeñas que debían comer, educarse y vestirse. De verdad Will admiraba mucho a Fernando.

-Hey, ¿ahora debes ir a la guardia nocturna en el Centro Comercial? –preguntó William, viendo que comenzaban a caminar rumbo a su casa.

-Así es, entro a las nueve, pero te iré a dejar primero. No vaya a ser que luego te suceda algo malo en el camino; Nero me castraría. –se rio Fernando sin quitar el brazo que rodeaba los hombros de Will- Además, puedes pagarme la escolta dándome algo de comer y dejando que utilice tu ducha, con el turno de anoche no me dio tiempo a llegar a casa en la mañana.

-Bien, tengo algo de ropa tuya y de Nero en casa, de las juntas nocturnas a ver pelis y eso. Y de comer tendrás que conformarte con espagueti y salchichas, o sopas instantáneas, mañana es el día de llenar la despensa y no tengo mucho.

-El espagueti y las salchichas están bien, con picante. Y claro que sé que tengo una muda de ropa en tú casa, tus camisetas con suerte me cabrían en un brazo, enano. –rio Fernando y luego de darle un pequeño coscorrón en la cabeza le soltó y adelantó un par de metros.

William le gruñó una maldición y se apresuró a alcanzarle.

Cuando llegaron a su casa Fernando entró directamente a ducharse y Will preparó la comida para ambos. Cenaron entre bromas mientras veían un tonto programa de televisión y cuando llegó la hora William le acompañó hasta la salida en el portón delantero, mirándole perderse por las calles. En ese momento escuchó la voz de su tía desde la casa principal ordenándole poner el candado a la puerta metálica y luego de hacerlo apresuró el paso hasta su propia casa.

Justo cuando iba a cerrar la puerta se fijó. No lo había notado antes. En el segundo piso estaban iluminadas las dos ventanas del lado derecho, las cuales daban a las ramas del manzano más alto del jardín. Esa había sido su habitación cuando aún vivía dentro de aquella casa, y nadie la utilizaba, solo la tenían llena de cajas y cosas que no utilizaban. Y a pesar de que había un extenso tramo entre su pequeña casa y la casa principal pudo ver a través de las cortinas abiertas que las cajas ya no estaban amontonadas y una silueta moviéndose en el interior hasta que una mano cerró las cortinas y la luz se apagó. ¿Al fin le habían cedido el cuarto a Víctor para hacerlo su mini gimnasio?

Suspiró restándole importancia y acabó de cerrar la puerta dispuesto a lavar los trastes sucios y a irse a dormir lo antes posible.

 

*****

A la mañana siguiente se levantó temprano y luego de darse una ducha, vestirse y desayunar se fue directo al trabajo con los auriculares en las orejas conectados a su celular.

Cuando llegó se encontró con Theodore y un somnoliento Fernando que comenzaban a acarrear algunas cajas hacia la bodega, por lo que en seguida se puso a trabajar. Eran libros repetidos de los cuales no cabían más copias en los estantes y toda la mañana se les fue en llevar las cajas a la bodega y clasificarlos en los altísimos muebles que había en ella.

En el horario de almuerzo la Bibliotecaria les dejó marchar a comer fuera por lo que Theodore se fue a casa mientras William y Fernando fueron a un lugar de comida rápida por unas hamburguesas, patatas fritas y sodas que sabían más a agua que soda, pero que era barato.

Luego de comer rápido volvieron a la Biblioteca y Fernando se metió a dormir un rato en la bodega. Will le dejó descansar, con un poco de pena por su pobre amigo que no había dormido casi nada, y se decidió a buscar un libro que leer la media hora siguiente que le quedaba.

Subió al segundo piso que era solo la mitad de grande que el primero y se puso a rebuscar entre varios libros de Mitología y Leyendas. La mayoría ya los había leído, pero la semana pasada había dejado uno a medio leer y luego de encontrarlo se sentó despreocupadamente en una de las mesas, sumergiéndose por completo en la lectura.

Pero solo llevaba un par de páginas cuando se sintió observado. Era incómodo. En el segundo piso, en la esquina opuesta del mesón, solo había una chica al parecer haciendo deberes –recordaba vagamente haberla visto en la escuela, tal ves de un curso menor- y frente a ella un hombre de unos treinta y muchos ojeando unos gruesos libros con tapa de cuero. Ninguno parecía prestarle la más mínima atención.

Intentó volver a leer pero aquella sensación no desaparecía. Y no desapareció por el resto de la tarde.

*****

Luego de que les pagaran los tres se separaron, yendo a sus respectivas casas. Fernando tenía que llegar a ver a sus hermanas y a descansar, Theo tenía que llegar a hacer unos deberes y William, solo, decidió que no le apetecía ir al supermercado solo tan a oscuras y prefirió pedir una pizza por celular mientras caminaba hasta la casa.

Apenas alcanzó a ducharse y ponerse unos pantalones de buzo y una camiseta que usaba de pijama cuando llamaron a la puerta. Corrió aún con una toalla sobre el cabello y la billetera en el bolsillo extrañado de que hubieran entrado hasta allí sin llamar desde afuera como siempre pero al abrir la puerta se quedó callado. El chico que le miraba desde arriba, debido a que era bastante más alto que él, no traía el uniforme de la pizzería pero si una caja de pizza en las manos. Tenía el cabello negro algo largo hasta los hombros, liso, desordenado y con el flequillo hacia un lado. Su piel era de un rosa claro, con facciones masculinas, piercings en ambas orejas, en una ceja y traía lentes de contacto rojos. Tenía espalda ancha, era delgado y vestía con bototos a cordones negros al igual que los pantalones de tela y la camisa de mangas largas. Estúpidamente se preguntó si tendría frío en aquella noche ventosa.

-Eh…¿quién eres? –fue todo lo que se limitó a preguntar Will, aún algo sorprendido. Aquel chico tenía pinta de gótico.

-Han dejado esto para ti, tu tía lo pagó y dijo que te lo descontaría luego no sé de qué. Aproveché de traértelo para conocerte. Soy Erick, desde la tarde de ayer comencé a vivir aquí.

William se quedó algo descolocado al escucharle hablar suavemente con un tono de voz bastante grave. Volvió a mirarle por completo, desconfiado.

-¿A vivir aquí? –preguntó Will, recibiendo la caja de pizza.

-Sí, creo que mencionaron no haberte dicho nada. Mi padre era un antiguo amigo del trabajo del tuyo y por cosas familiares me ha enviado aquí. Lo arreglaron hace un par de meses. –habló Erick tranquilamente mientras se metía las manos en los bolsillos del pantalón y alzaba levemente los hombros- ¿puedo entrar? Hace algo de frío aquí fuera.

Will asintió levemente y caminó hasta la mesa para dejar la pizza sobre esta sin dejar de mirar a Erick, quien entró cerrando la puerta a sus espaldas. Era tan o más alto que Víctor, pero no tan musculoso. Y tenía una pequeña sonrisa amable que no encajaba en la imagen rebelde y algo oscura que aparentaba. William se acabó de frotar el cabello con la toalla para secarlo más y la dejó en el respaldo del sofá, sentándose en este.

-Así que ahora vives aquí, ¿eh? –murmuró Will entre dientes. Se sentía algo dolido por que no le hubieran mencionado nada, pero no demasiado. Estaba acostumbrado ya a ser excluido- ¿cuántos años tienes?

-Tú ni siquiera me haz dicho tu nombre aún. Bueno, sí, de hecho desde la ventana de la habitación que me dieron puedo ver este, eh…departamento. Anoche te vi cuando llegaste. Y tengo diecisiete, creo que iremos a la misma clase. –comentó, mirándole de pie junto al sofá sin quitar la sonrisa.

-Lo lamento, soy William, pronto cumpliré los diecisiete. ¿Irás a quinto de secundaria entonces? Si es así, puedo ayudar un poco a que te adaptes, o dejarte los apuntes y esas cosas. Y siéntate, ¿quieres acompañarme a comer? Es de cuatro quesos –ofreció algo incómodo por la sonrisa, abriendo la caja de pizza para sacar un pedazo y comenzar a mordisquearlo.

-Sí, iré a quinto. Ya veré cuanta diferencia de contenidos hay y si lo necesito tomaré en cuenta tu amabilidad. Gracias por la invitación, pero ya cenamos y debo ir a terminar de organizar algunas cosas para mañana. Mucho gusto haberte conocido, William. Supongo que te veré mañana. –Acabó de hablar Erick, sonriendo aún más y haciendo una seña de despedida con la mano antes de dirigirse a la puerta.

-Ah, claro. Hasta mañana entonces, Erick. –alcanzó a decir William antes de ver como el otro salía y cerraba la puerta de forma casi insonora.

Siguió mirando la puerta por un rato antes de volver a mordisquear la pizza. Estaba un tanto descolocado, acababa de conocer a un chico extravagante para lo que se veía en aquél pueblo aburrido, bastante guapo y agradable a su parecer.

Se llevó otro pedazo de pizza a la boca para seguir mordisqueando, hambriento y sintiéndose extraño.

*****

Durante la madrugada comenzó a caer una leve llovizna que se mantuvo incluso hasta que William se levantó a eso de las siete. Se vistió con una camiseta blanca de algodón, un suéter marrón de cuello alto, unos vaqueros grises, sus botas con hebillas y una cazadora negra con capucha.  Luego de tomar un vaso de leche y comer un bollo dulce se echó la mochila al hombro y salió de la casa, sintiendo el frío congelarle el rostro. El suelo de tierra y césped estaba un tanto blando por la llovizna y tuvo cuidado de no resbalar, sintiendo el leve golpeteo de la lluvia contra la capucha que le cubría la cabeza.

Apenas había salido por la reja de en frente cuando escuchó su nombre y se volteó extrañado. Víctor salía desde la casa, igual con una cazadora con capucha, de la mano de Emille que iba con un grueso suéter de lana blanco y vaqueros bajo su impermeable transparente.

-Iremos en la monovolumen de mamá, me la ha dejado por hoy para que no nos mojemos. –murmuró Víctor con unas llaves en la mano libre.

William iba a preguntar qué diablos pasaba. Cuando llovía su Tía si le dejaba la monovolumen a Víctor, pero solo para él y Emille, Will siempre iba solo de todos modos. Pero al ver la leve seña con la cabeza que hizo Víctor hacia atrás cuando pasó junto a él entendió el porqué del cambio. Erick salía despidiéndose al parecer de la Tía Elisa antes de cerrar la puerta de la casa a sus espaldas, y cuando se percató de la mirada de William le sonrió amablemente. Era obvio que su Tía no iba a dañar la imagen de familia “perfecta” ante alguien externo, y claramente sería muy extraño que dejaran aún más de lado de lo visible para todos a uno de sus hijos. Sonrió forzosamente ante tanta hipocresía.

Antes de que Erick le alcanzara William salió y vio como Víctor ayudaba a subirse a Emille al monovolumen, una Hyundai H1 Starex del 2007 con ocho plazas de color caqui metálico, en el lugar del copiloto y le abrochaba el cinturón de seguridad. Se apresuró a subir con cuidado en la parte trasera, donde la primera hilera de dos asientos daba la espalda al conductor y las otras dos miraban hacia el frente, por lo que se acomodó en la primera hilera del lado del conductor. Los asientos eran individuales divididos por una especie de mesita por lo que cuando Erick se sentó en el de junto dándole la espalda a Emille no se sentía del todo tan cerca.

Víctor se subió, ordenó que todos se pusieran el cinturón de seguridad mientras él lo hacía y echó a andar camino a la escuela. Ambos en la parte de atrás acataron la orden y al fin William pudo relajarse un poco. Sólo un poco.

-Buenos días, William. ¿Cómo estás?

La voz de Erick le provocó un sobresalto apenas notorio. Había olvidado el tono grave pero suave a la vez que tenía y respiró profundamente antes de voltearse a mirarle.

-Buenos días. Estoy bien, gracias por preguntar. ¿Y tú? Eh…¿estarás bien solo vestido así con el frío que hace? –preguntó Will algo dudoso.

No se había fijado antes en cómo iba vestido, pero para cualquiera era muy notorio que aquello no serviría para aplacar el frío. Traía una camisa blanca arremangada hasta los codos con los dos primeros botones abiertos y los extremos en punta por fuera de unos vaqueros muy oscuros algo ceñidos, con botas tipo militares a cordones negras y una gabardina o algo así delgada sin mangas de cuello alto del mismo color solo abrochada con uno de los botones a la altura de medio estómago, bastante larga que parecía llegarle hasta las rodillas. Traía un grueso cinto negro con hebilla en el cuello y muñequeras parecidas con púas metálicas a juego, y sus ojos seguían ocultos por las lentillas rojizas. Para cualquiera que le viera parecía un estereotipo de Gótico.

-Con algo de sueño. Pues sí, si te soy sincero soy poco sensible al frío, así que no tengo problema con ello. Hoy tenemos Español a la primera hora, ¿no? –preguntó Erick, revisando unos papeles de su gran mochila roja- ¿Cómo va el nivel?, ¿difícil?

-La verdad, para mí no mucho, se me da bien aprender idiomas. Pero supongo que el nivel está medio o un poco más alto. –respondió tranquilamente, intentando dejar de mirarle.

-A Will todo lo teórico se le da muy, muy bien. Pero es un desastre en Deportes, ¿a que sí, Will? Todos los años aprueba por los pelos. –comentó Emille desde el frente a espaldas de ambos.

William se sintió avergonzado y se hundió aún más en su asiento al escuchar el ronquido de risa de Víctor. Desvió la mirada hacia su derecha, fijando los ojos en el cristal que era golpeado por gotas que se deslizaban transversalmente apenas hacían contacto debido a la velocidad.

-Ohhh, pues entonces eres sorprendente, William. –la voz de Erick rompió el silencio, incomodándole- Son, cuantas, ¿unas quince materias? Y solo te cuesta una. Eso es bastante increíble. Yo creo que tendré problemas con tres como mínimo.

Algo en su interior dio un brinco cuando escuchó aquellos cumplidos. Movió los dedos de las manos estirándolos o cerrándolos en puños un par de veces para intentar centrarse, era incómodo y extraño que le dijeran cosas así al menos aparte de Nero y Fernando, por lo que prefirió dejar el tema.

-Por cierto, hoy toca Arte e iremos junto a los de sexto al cementerio a fotografiar panteones, mausoleos, estatuas de las tumbas y esas cosas. Claro, si deja de llover. Se supone que es para un concurso o algo así, luego del almuerzo tenemos que esperar a la salida de la escuela. –comentó William sin apartar la vista de la ventana.

-Gracias por el aviso, algo me había contado Víctor pero no sabía para qué era. Tal vez sea divertido, ¿no? ¿Queda muy lejos el cementerio? –preguntó Erick.

-Iremos a pie, así que sí, queda algo lejos. Está en el extremo este del pueblo. Es bastante grande y freak, no me agrada ese lugar, además huele extraño y no está del todo bien cuidado. La maestra de Arte es rara pero aun así me extraña que decida llevarnos allí –habló Víctor, bajando un poco la velocidad al torcer a la derecha en una esquina- Hey, ya casi llegamos.

Se mantuvieron en silencio el resto del corto trayecto. Cuando llegaron a la escuela eran ya cerca de las ocho de la mañana por lo que luego de estacionar el coche Víctor les apresuró a bajarse y se llevó con él a Emille rodeado de su grupo de amigos. Will se quedó en el estacionamiento sin saber que hacer por lo que luego de unos segundos le hizo una seña a Erick y comenzó a caminar a paso rápido hacia la puerta principal. La llovizna había menguado bastante y ahora parecía más una capa de niebla húmeda, pero aun así le mojaba el rostro. No volteó pero escuchó claramente el sonido de las botas de Erick tras él al golpear pequeños charcos a cada paso que daba. En el pequeño vestíbulo de entrada había varias personas hablando y más de la mitad se quedó mirando a espaldas de William. Él sabía por qué; había una nueva y llamativa atracción en el lugar.

La escuela se dividía en tres edificios que formaban una U algo corta y tenía tres niveles. Se entraba por el vestíbulo del edificio central que daba a un pasillo con varias puertas a cada lado. En ambos extremos había una escalera a los pisos superiores, un umbral que daba al edificio este y oeste respectivamente y una puerta que daba al pasillo que rodeaba el patio central, donde había una cancha de suelo de tierra al este, otra de suelo de concreto en medio, un recinto cerrado donde estaba la piscina techada al oeste y por fuera del edificio este junto a la cancha de tierra estaban los dos cuartos que hacían de vestidores. No había vegetación, la mayor parte del suelo era de baldosas o concreto.

William decidió apresurarse y caminó a la escalera del lado oeste, aun escuchando el sonido de las botas ahora golpeando contra las baldosas a sus espaldas. Subieron al tercer piso y en la esquina final del edificio oeste entró al aula que ponía en la puerta “Español-3” en una placa reluciente sobre la madera. Quienes estaban en los pasillos durante el camino les miraban y cuchicheaban cosas, y dentro del salón con más aglomeración de personas los cuchicheos se multiplicaron. Will caminó aparentando normalidad hacia el lado de las ventanas, que daban a la calle, y vio a Fernando y Nero hablando sentados en la segunda mesa compartida como era costumbre y él les sonrió y se sentó en la primera mesa en la silla del lado de la ventana volteado hacia atrás para mirarles, dejando la mochila en la otra.

-Buenos días chicos. ¿cómo están? –saludó William con tranquilidad.

-Buenos días, Will. Pues bien, apostábamos con Nando sobre si sería o no la excursión de Arte hoy. Ya sabes, por la lluvia. Yo digo que la extraña de la maestra Gownor la hará aún si diluvia. Sé que me ganaré esa caja de donas. –sonrió Nero.

-No creo, los de la escuela no le dejarán con todo embarrado como está, menos con el cementerio siendo casi todo de tierra. Si alguien se cae y le pasa algo será culpa de la escuela. –le respondió Fernando y dio un codazo a Nero antes de mirar sobre Will- Por cierto, WiWi. ¿Y Drácula por qué viene contigo? ¿De donde salió?

Nero ahogó una risita siguiendo la mirada de Fernando y William creyó que se le pondrían rojas hasta las orejas por la vergüenza, pero aun así miró con el ceño fruncido a ambos y luego con una mueca de disculpa volteó el rostro para mirar a Erick, que estaba de pie junto a su mesa.

-Perdón por sus tonterías, no dejes que te afecte. –le dijo algo incómodo, y volvió a mirar a los otros dos- él es Erick, se vino a vivir a la casa a partir del sábado así que no sean pesados o me enfadaré mucho con ustedes.

Ambos le miraron perplejos y pudo escuchar la risita de Erick, que seguía sonriendo amablemente.

-Es como William dijo. Soy hijo de un amigo de la familia. Espero que nos llevemos bien, ¿si? No busco problemas. Y por desgracia, no, no me llamo Drácula como ya saben. Si buscan un sobre nombre, que sea más imaginativo, que ese ya está muy gastado. –acabó Erick, sonriendo aún más.

-Está bien, Conde. Es extraño que WiWi no nos haya contado nada. El bonito de aquí junto es Nero Evylane y yo me llamo Fernando Bennett. –habló sonriente aun cuando Nero le metió un fuerte puñetazo en las costillas.

-Me apellido Hayward. William no sabía hasta anoche sobre mí, así que no podría haberles contado nada. Pero creo que algunos de aquí si sabían, nos están mirando mucho. –comentó Erick.

Will se guardó el apellido de Erick en la memoria y luego miró de reojo a su alrededor. Verdaderamente muchos les enviaban miradas, desde sorprendidas a curiosas o recriminadoras. En ese instante Maximiliano entró al salón entre risas con Alan, Raimundo y Joel alrededor y William se tensó enseguida. Nero se percató a los pocos segundos y le mandó una mirada significativa que le hizo sentir aún más incómodo, y estuvo a punto de decirle algo pero no alcanzó.

-Eh, ¡William! ¿Cómo está la nenita? –soltó Max con asco, acercándose con el resto a la siga hasta quedar junto a él y luego de inclinarse sobre la mesa pasarle un brazo sobre los hombros de un modo brusco, enterrándole los dedos en un hombro.

No pudo reprimir un quejido que hizo reír más al séquito y fruncir notoriamente el ceño a Nero. Pero fue Erick quien habló.

-Creo que al parecer tienes problemas a la vista, por que es más que claro que William es hombre. ¿Son amigos? Y por si no te das cuenta, creo que tampoco sabes medir la fuerza en tus acciones, sería mejor que le soltaras y dejaras de lastimarle el hombro. –dijo Erick aún con una sonrisa aparentemente amable, pero había sonado más como una orden que una sugerencia.

Varios que habían escuchado lo ocurrido se quedaron mirando a Erick. Nadie le hablaba de ese modo a Maximiliano, nadie le llevaba la contraria ni le insinuaba insultos velados. William quedó algo sorprendido por un momento al igual que el resto.

-Ésta puta no tiene nada de hombre. ¿Y quién eres tú para meterte y hablar así, imbécil? –escupió Alan adelantándose para encarar a Erick a pesar de que era una cabeza más bajo que él.

-Alan, déjalo, él no tiene nada que ver en esto –dijo apenas de forma ahogada Will, pero se arrepintió.

Su hombro dolió más y ahora verdaderamente se quejó en voz alta, y las risas de varios, no solo del séquito de Max, se escucharon en el salón. Fernando se puso de pie bruscamente pero antes de que lograra pasar tras de Nero los dedos que se clavaban en su piel se soltaron y un ruido sordo y un quejido hicieron que las risas cesaran.

-¡¿Qué mierda haces?! ¡Suelta a Max! –rugió Raimundo.

William se asustó y se levantó se la silla a la ves que se volteaba, sorprendiéndose. Erick tenía el brazo de Max torcido tras la espalda de éste sujetándole por la muñeca y le había derribado boca abajo contra la mesa. Raimundo intentó acercarse para quitárselo de encima pero la mano libre de Erick se movió rápidamente y puso una de las púas de su muñequera contra la garganta de Maximiliano, presionando un poco. Se veía muy filosa y Raimundo se detuvo, preocupado.

-Creo que fue descortés todo lo que dijiste, Max. Y también aquella fuerza que usaste estuvo mal, ¿no deberías disculparte con William? –habló Erick por lo bajo, sonando peligroso, y miró a Will con una leve sonrisa.

Maximiliano tragó aún algo atontado por la rapidez de la sumisión pero igualmente miró a William, luego a Erick por sobre el hombro y a sus amigos, que no se atrevían a acercarse.

-Erick, déjale…el maestro llegará en cualquier momento, evita problemas, por favor…-murmuró William preocupado y miró a Erick directo a los ojos, suplicante.

-Conde, Will tiene razón. No vale la pena. –dijo Fernando completamente serio mientras Nero le sujetaba de la manga de la cazadora.

Erick pareció pensárselo por un momento y luego, de forma algo brusca, se levantó jalando a Maximiliano y después de girarse con él un poco quitó la púa de su cuello y le empujo por la espalda hasta los otros tres, donde Raimundo y Joel le sujetaron para que no se cayera. Pareció que Max iba a darse vuelta para atacar a Erick pero antes de que diera dos pasos entró el maestro al salón.

-¿Qué está sucediendo aquí, jóvenes? Todos, siéntense enseguida; comenzaremos con la clase. –bufó el maestro, un tipo calvo con bigote bastante alto, un poco gordito y de apariencia hostil, mientras dejaba caer el libro de clases con fuerza sobre su escritorio en la parte delantera del salón.

Maximiliano gruñó y miró con odio a Erick, luego le hizo un gesto obsceno con el dedo medio a Will y fue seguido por los otros tres hasta la parte trasera del salón. Todos comenzaron a sentarse, incluido Fernando y William, pero Erick caminó a paso tranquilo nuevamente con la sonrisa amable en los labios a hablar con el maestro.

-Ah, sí, Hayward. Bien, siéntate al frente. –Will escuchó murmurar al maestro Normick y le vio observar el aula hasta señalarle- Tú, Van Der Rysselberghe, quita tu mochila y déjale el lugar a Hayward.

William se limito a asentir y luego de sacar el cuaderno de Español y el estuche colgó la mochila al respaldo de su silla, arrinconándose contra la pared en la mesa.

Erick le miró levemente estupefacto al parecer, Will no supo por qué, y luego se sentó a su lado con expresión seria sacando igualmente un cuaderno y un bolígrafo de la mochila que mantuvo en su regazo.

La clase comenzó, y más de una dolorosamente comprimida bola de papel le dio de lleno en la nuca a William por más desapercibido que quiso pasar. Erick no debió haber hecho eso.

Notas finales:

Ojalá les haya gustado el primer capítulo. Les agradecería si dejaran algún review comentando como les pareció o con alguna crítica constructiva.

Ojalá tenga una buena acogida. Si es así, nos vemos en el siguiente capítulo.

Gracias por leer.


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