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WHO IS THE STALKER? por Mahozahamy Arisugawa

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Notas del fanfic:

¿Por qué? Pues Quería hacer algo corto y sencillo para celebrar Halloween, pero debido a circusntancias no pude terminarlo en tiempo y forma. Espero que lo disfruten de todas maneras y a mis lectores de Aguila y Serpierte, por favor un poco más de calma, casi tengo el siguiente capítulo listo. 

Una pequeña historia de terror y suspenso. Romántica. Es un poco experimental el romance que escribiré aquí. 

USUK Al comienzo. 

Ameripan. Una de las parejas que más me gusta. 

RussAme. El romance experimental. 

De cualquier manera, espero que disfruten. 

 

Notas del capitulo:

¿Por qué tenía que hacer algo que me distrajera de mis otras historias? ¿Por qué? T.T Lo siento mucho, se que debería estar escribiendo los demás capítulos de Aguila y Serpiente, pero no he podido evitarlo. Quería hacer algo corto y macabro para Halloween, Entre las ideas se me ocurrió esta. Será de varios capítulos, a mi pesar. No muy largo. Espero. Entre tanto disfruten. 

 

Era un soleado día de finales de octubre, Alfred, que parecía definir el estereotipo americano, muy alto, de cabello rubio y ojos azules, ocultos tras unas gafas de montura cuadrada que le daban a su rostro cierto aire serio, intelectual y Arthur, un chico bajito y aficionado al té llegado hacía unos años de Inglaterra salieron de la universidad bastante temprano, luego de un día bastante flojo.

 

Parecía que el ánimo del joven inglés no era el mejor desde hacía unos días. Alfred no sabía que hacer. Suspirando, abatido por el ánimo deprimente que los rodeaba levantó la mirada al cielo, una solitaria hoja de un árbol cayó en ese momento, sobre su mejilla, como si la acariciara, bajó la vista en ese momento. Tenía ganas del llorar por alguna razón desconocida, tal vez era la desesperación que sentía.

 

Habían comenzado a salir hacía solo un par de semanas. Pero Arthur no parecía muy contento con ello después de todo y al cabo de solo una semana había dejado de salir con él en citas. De hecho parecía molestarle todo lo que tenía que ver con Alfred. Incluso hasta el punto del hartazgo.

 

Alfred estaba deprimido, por que Arthur le había gustado desde el primer semestre, le había gustado ante todo esa rebeldía detrás de los refinados modales y las opiniones de un hombre viejo, que el chico solo mostraba cuando tocaba la guitarra eléctrica o cantaba algunos coros con su banda de rock, de la que desde luego Alfred era fan.

 

La banda se componía de cinco miembros y tocaban desde rock hasta heavy metal. El vocalista y líder de la banda era un alemán, albino de ojos rojos que desde luego llamaba la atención hacia el grupo pero sobre todo hacía si mismo, se llamaba Gilbert y era la definición del egocentrismo. En los teclados estaba un chico austriaco, muy estirado, dedicado por entero a las normas y a la tacañería, su nombre era Roderich, corría el rumor de que tenía un novio en una universidad vecina y Alfred algunas veces creía que era cierto, pues siempre a los ensayos se aparecía un chico que decía venir de Suiza, era tan tacaño como el propio Roderich, con su hermanita menor, Roderich y Vash como se llamaba o apellidaba el Suizo casi siempre terminaban en una discusión, que implicaba quien ahorraba más.

 

En la guitarra estaba desde luego su adorado inglés, bastante serio y muchas veces enfurruñado, casi siempre llevaba la mochila llena de libros y novelas de su país. También solía ser tan exagerado como para cargar con su propia caja de té. En el bajo estaba un desesperante francés llamado Francis que competía con el egocentrismo de Gilbert, su apariencia era atractiva y vivía para enamorar y enamorarse o eso decía. La relación que llevaba con Arthur era fatal. Peleaban mucho y por cualquier cosa. Al final en la batería estaba un joven español, de ojos verdes como los de Arthur, su nombre era Antonio.

 

Alfred había visto a la banda tocar muchas veces, desde sus ensayos. Hasta su debut en un baile escolar. Gilbert, era algo así como el mejor amigo de su hermano gemelo, Matthew. Y Matthew había insistido en que la banda era muy buena, convenciéndolo de ir a los ensayos, para apoyar a Gilbert. Cuando acudió por primera vez reconoció a todos, incluso a Francis que compartía algunas de sus clases, todos excepto al misterioso inglés. Que era muy atractivo en su opinión pero parecía pasar de él totalmente. Sin importar que hiciera nunca parecía llamar la atención del chico como era su deseo.

 

Un par de largos años conociéndolo y siendo su fan. Al final Alfred se convirtió en algo así como un amigo para el huraño chico, al que parecía encantarle corregirlo delante de todos y pelear con el casi tanto como peleaba con Francis.

 

Había sido este último año cuando las cosas habían cambiado un poco. Arthur lo visitaba con mucha más frecuencia y Alfred podía notar a veces la penetrante mirada del chico en su espalda cuando estaban en clases. Las cosas cambiaron aún más luego de un beso que Alfred había robado de Arthur luego de una borrachera espectacular en la celebración de la banda por uno de los más exitosos conciertos que habían tenido hasta ahora. 

 

Decían que estaban saliendo, pero Alfred no sabía que implicaba eso en realidad. Arthur pasaba tiempo con él desde luego, lo corregía mucho más ahora… quizá la única diferencia significativa era que ahora todas las mañanas le saludaba con un beso en los labios, beso que Alfred esperaba con amor, pero que lentamente se volvía lánguido… como de prisa. Lo despedía también del mismo modo, pero Alfred podía notar que algo no estaba bien.

 

Al principio aquel beso en la puerta de la universidad lo había desconcertado totalmente, le afectó muchísimo el alboroto que hicieron sus compañeros burlándose de su “novia” Arthur parecía estar hecho de piedra, miraba a todos con desdén, sin importarle incluso el reporte del director por comportamiento indecente, habló con la trabajadora social de la escuela para poner una queja contra el director acusándolo de discriminación, e incluso con periódicos y defensores de los derechos civiles, su argumento había sido simple pero efectivo. Si besarse era considerado como un acto indecente, tendría que aplicarse a cualquier pareja o persona que besara a otra, no solamente su caso particular—decía con compostura.  

 

Con mucha, mucha calma Arthur llevó adelante su queja sin siquiera pedir el apoyo de Alfred, que contemplaba totalmente incrédulo con el chico inglés defendía su derecho a comportarse como quisiera. Ningún día Arthur dejó de besarlo al llegar al campus, tampoco dejó de despedirse de él del mismo modo. Arthur no daba ninguna muestra inapropiada de afecto durante las clases, tampoco tomaba de la mano a Alfred mientras estaban en el campus.

 

Sus compañeros de la banda se comportaban del mismo modo que Arthur, cosa que Alfred siempre le sorprendía un poco, todos mostraban abiertamente su orientación sexual. Incluso se burlaban un poco ácidamente de ciertas parejas heterosexuales, resaltando rasgos de ambos de una manera que era hasta casi un poco ofensiva. Pero siempre aquellos comentarios se hacían con los amigos y las parejas, casi nunca hablaban con otros. Se comportaban como si aquello fuera una especie de club privado. Exceptuando a Francis que había tenido la misma cantidad de novias que de novios, para equilibrar sus gustos, decía de una manera incomprensible a Alfred, que solo asentía.

 

Había visto muchas cosas de ese tipo desde que se había unido al grupo de amigos, por ejemplo su hermano y Gilbert coqueteaban descaradamente el uno con el otro, cosa que a Alfred algunas veces le molestaba, pero parecía que a ninguno de los otros les importaba siquiera.

 

Todavía más extraño era ver al tipo suizo pelear con el austriaco y ver que al final acababan comportándose como un viejo matrimonio. Ofreciéndose pequeños gestos de profundo afecto de las maneras más inesperadas, la hermanita del tipo suizo parecía y en muchas ocasiones se comportaba como la hija de ambos.  Y seguía sorprendiéndole, aunque vinieran de países distintos los tres hablaban alemán.

 

Luego estaba Francis, que en este momento estaba saliendo con una joven de cabello largo oscuro,  de tez olivácea, que casi siempre llevaba un vestido azul puesto y unos enormes moños en el cabello, le gustaba mucho el pescado y todos la llamaban Sey, pero Alfred no conocía su verdadero nombre.

 

El más normal de todos ellos era Antonio, que en realidad no era en absoluto normal pero sí muy simpático, era español y solía insultar a Francis en su lengua natal, el castellano cuando se peleaba con él. Porque Francis siendo la persona que era había intentado muchas veces propasarse con el que era el novio de toda la vida de Antonio. El español era mayor que su novio que aún asistía a la preparatoria, el novio de Antonio se llamaba Lovino y al igual que Alfred tenía un hermano gemelo que se llamaba Feliciano. Los dos eran italianos, pero Lovino tenía mal carácter, incluso peor que el de Arthur y eso era decir mucho. A pesar de estar casi siempre peleando, esos dos eran de las parejas más estables que Alfred conocía.

 

Antonio, Francis y Gilbert eran también mejores amigos, un trio inseparable, siempre estaban juntos en el campus y en todas partes en realidad. Habían sido los miembros originales de la banda.

 

Durante una tocada en una fiesta, Alfred había conocido a Lovino cuando Antonio se lo presentó, por alguna razón tenía un tomate en la mano y parecía estar teniendo un pésimo día. Feliciano, su gemelo era todo lo opuesto, alegre, tierno, pero un poco raro ya que estaba obsesionado con la pasta, este chico le había presentado a su novio, que por increíble que pareciera, era el hermano menor de Gilbert, se llamaba Ludwig y era también alemán.  Hablando de un mundo pequeño…

 

Volvió a la realidad cuando se dio cuenta que Arthur había seguido caminado, sin él. El americano de gafas era casi siempre la personificación del optimismo. Sin embargo incluso él podía sentir que la relación que había comenzado con Arthur estaba demostrando ser un auténtico fracaso, sin importar cuanto se esforzara, no lograba conseguir el interés de Arthur.

 

Tratando una vez más de intentar de nuevo, que las cosas fueran mejor decidió invitar a Arthur a comer. Lo llevaría a uno de esos restaurantes que a él le gustaban.

 

---De acuerdo, vayamos—dijo con una mirada cansada. Alfred sintió una punzada de dolor en lo que el suponía era el corazón. Aquello había sonado como si Arthur hubiera dicho que si, solo por obligación. Como si fuera un sacrificio, estuvo a punto de decir, olvídalo, pero no quería discutir así que siguió a Arthur que se dirigía al subterráneo con un auricular puesto, luciendo más como un chico que iba a casa después de un día difícil, que alguien enamorado o acaso de alguien que iba a una cita con su pareja.

 

La comida en el restaurante había sido un total fracaso, Arthur había pedido algo muy ligero, mientras que Alfred que se moría de hambre pidió uno de los platos más grandes del menú. El inglés no dijo nada en absoluto, pero miró a Alfred con una mirada de incredulidad, renunció a la mitad de su ensalada y pidió un té Earl Grey. No hablaron, tan solo compartieron la mesa como si fueran totalmente extraños. Alfred se sentía de verdad abatido. No quería perder su relación con Arthur, no después de todo lo que había pasado para al fin poder decir que “salían”. Pero sabía que esto no podía continuar si seguían de este modo…

 

Cuando terminaron Alfred intentó pagar la cuenta, pero Arthur usando su tarjeta de crédito pagó el mismo. Salieron del restaurant aún sin dirigirse la palabra, Alfred sin pensar mucho en lo que hacía se desvió un momento para comprar una malteada. Esta vez Arthur lo miró con franca molestia. Fueron al parque, o más bien Alfred siguió a Arthur que había tomado la dirección de un parque cercano. Arthur se sentó en una banca, Alfred, se sentó a su lado, pero no muy cerca de él, sabía que al inglés le molestaba la extrema cercanía.

 

--- Tendrías que perder algo de peso ¿No crees? –soltó Arthur, mirándolo de arriba abajo, mientras Alfred sorbía su malteada.

 

--- ¿Eh?

 

---Con todo eso… que llamas comida. Debo decirlo, es asqueroso.

 

--- ¿Arthur?

 

---Es desagradable—volvió a decir Arthur—Lo siento pero no puedo soportarlo, no quiero salir más contigo.

 

---Arthur ¿de que estás hablando?

 

---Lo siento pero es desagradable, creo que esto fue una equivocación, jamás debimos salir juntos. Adiós Alfred.

 

El inglés se puso de pie y esta vez se puso los dos auriculares. Sin decir otra palabra caminó hacia la entrada del parque. Esta vez, Alfred no lo siguió. ¿Esa era la razón? ¿Su peso? No podía creerlo. En cierto modo era cierto, comía mucho, pero también hacía ejercicio y se mantenía dentro del peso aceptable…no, en realidad lo cierto era que últimamente había comido de más. Era verdad había un poco de grasa en su abdomen… pero… ¿En verdad había terminado? ¿Arthur acababa de terminar con el por su peso?

 

No se dio cuenta cuando empezó a llorar, solo sintió las gotas cálidas caer sobre su mano. No hizo ningún esfuerzo por ocultarse o detenerse. El viento arrastraba las hojas del parque y también sus lágrimas. Un par de horas más tarde aún sin poder creer que todo se había terminado, se levantó de la banca… no se dio cuenta que detrás de un árbol alguien lo había estado observando todo el tiempo.

 

Llegó a casa sintiéndose devastado, ni siquiera contestó cuando Matthew lo llamó. El chico no insistió ya que antes Alfred se había comportado así sin ninguna razón. Gilbert era su huésped así que decidió dejarlo pasar por el momento, además si Alfred optaba por encerrarse en su habitación no lograría nada hablándole por horas a una puerta.

 

Cerró la habitación con llave antes de tirarse a la cama. Lloró horas enteras ¿De verdad su aspecto era tan despreciable? ¿Lucía tan mal?

 

Justo a la medianoche, un ruido le hizo saltar de la cama, había estado llorando hasta quedarse dormido al parecer. Se levantó quitándose las gafas que le habían dejado marcas en la cara, se talló los ojos y volvió a oírlo esta vez un poco más fuerte. Alguien estaba tocando la puerta de la casa.

 

Sin pensar mucho en que era media noche y no había muchas posibilidades de que fuera una visita, se levantó y caminó en calcetines hasta la entrada, no se había puesto a pensar en lo absolutamente terrible que se veía. Con los ojos enrojecidos e inflamados por largas horas de lágrimas.

 

A unos pasos de la puerta escuchó otra vez el llamado, esta vez mucho más fuerte. ¿Sería Matthew? El traía su juego de llaves… y que el supiera jamás se había quedado afuera ¿Entonces Gilbert? Pero… ¿no habría sido más fácil que le llamara a Matt si algo quería? Volvieron a tocar la puerta, irritando a Alfred.

 

--- ¡Ya voy!—dijo enfadado y se apresuró a abrir la puerta… encontrándose con que estaba solo… no había nadie al otro lado, un escalofrío recorrió su cuerpo, pero armándose de valor miró en todas direcciones, salió hasta la calle para ver si lograba divisar al bromista, pero la calle estaba oscura y vacía… Nada, ni siquiera un gato…

 

Regresó a la casa, ajustándose las gafas y casi se tropezó con un paquete que estaba en la entrada. Estaba envuelto en papel marrón y atado con una pequeña cuerda.  ¿Ya estaba el paquete ahí cuando el salió? No tenía idea… todavía estaba medio dormido, pero ¿No se habría tropezado con el de haber estado ya ahí…? ¿Quién lo habría dejado? ¿Cuándo?—se preguntaba su mente, pero sobretodo… ¿Cómo? Lo tomó y cerró la puerta con llave otra vez.

 

Miró el paquete con cierto recelo e incredulidad… Era para él. Llevaba su nombre escrito en letras recortadas del periódico… No sabía si debía abrirlo o no… Porque ¿Era extraño? Sin duda, absolutamente extraño, después de todo que alguien… o algo te dejara un paquete a medianoche… Era como una película de terror.

 

Y ese era otro de los defectos de Alfred, tenía pánico a todas las cosas sobrenaturales por muy tontas o falsas que parecieran. Incluso las calabazas de Halloween tan simpáticas y divertidas parecían al principio terminaban aterrorizándole cuando se apagaban las luces o él se quedaba solo.

 

De cualquier modo su curiosidad innata, y su cansancio lo hicieron llevarse el paquete a su cuarto… Ahí lo abriría o no lo abriría… Subió las escaleras muy despacio… medianoche… demonios no tenía nada de sueño y tenía que dormir por que al día siguiente tenía clases… La universidad…

 

Sacudió la cabeza… No iba a pensar en Arthur ni un segundo más. Abrió la puerta de su cuarto con mucha fuerza y determinación. Pero  tembló cuando el aire frio le golpeó la cara…

 

¿Qué demonios…? La ventana de su cuarto estaba abierta de par en par… Estaba seguro de haberla cerrado cuando se fue a clases en la mañana y no la había abierto para nada cuando llegó, verdad… ¿Verdad?...

 

No quería pensar en nada, tan solo cerró la ventana y se sentó en el borde de la cama… contemplando las bellísimas rosas rojas que adornaban su escritorio… Eran sin duda magníficas. Un minuto. ¿Rosas? ¿Desde cuando tenía el rosas en su habitación? Desde nunca, él no era Francis, que solía tener una siempre disponible, solo los cielos y los dioses sabrían donde las guardaba…

 

Pero ese no era el punto ¿De donde habrían salido? Él no las había puesto ahí… Tampoco había dejado la ventana abierta… Miró el paquete en sus manos. Decidió abrirlo, tal vez las respuestas a todos los misterios que empezaban a atormentarlo se encontrarían dentro de aquella cajita.

 

Desató la cuerda y retiró el papel marrón… Una simple caja blanca. Dentro había una pequeña libreta negra, descansaba sobre un poco de papel terciopelo que había sido puesto ahí para sostener la libreta como si fuera una preciada joya. Alfred la abrió con mucho cuidado, se estremeció y se arrepintió de haberlo hecho…

 

En la primera página de la libreta estaba escrito un escueto mensaje.

 

“Te amo. Siempre te he amado, sacrificaré lo que quieras en tu nombre”

 

El mensaje estaba escrito con sangre… en perfectas letras de molde, eliminando todo rastro de la personalidad de quien quiera que hubiera escrito aquello…Escalofriante… y aterrador… El resto de las páginas estaban en blanco… Al levantar la libreta, Alfred se llevó una enorme sorpresa, bajo la libreta, había un atadillo de lo que parecían ser fotografías…

 

Fotografías de él mismo. Aquello era un poco psicópata pero sin poderse detener dejó la pequeña caja a un lado y empezó a pasar las fotos…

 

En la primera fotografía estaba él mismo en la ceremonia de ingreso a la Universidad, lucía nervioso y sonreía de lado… No tenía idea de quien podría haberla tomado, no recordaba quiénes habían estado cerca de él aquella vez. La siguiente era de él en el salón de clases, podía haber sido en cualquier momento pero Alfred sabía que era del primer semestre, ¿La razón? Lo que estaba escrito en la pizarra. La tercera era de él en la cafetería. Otra de él mismo en la biblioteca… había una de él saliendo de la piscina con un bañador muy corto durante su breve tiempo en el equipo de natación…Otra de él sentado en las gradas durante la temporada de Hockey, había ido para acompañar a Matthew. A su lado brevemente podía distinguirse la camisa que había llevado Gilbert, que tenía el emblema del equipo en el que Matt jugaba y gritaba hasta dejarlo sordo. El ángulo de cada fotografía era extraño. Como si quien fuera que la hubiera tomado hubiera estado de algún modo siempre oculto.

 

La siguiente era de él saliendo de la casa de Gilbert, con Matthew. De nuevo el ángulo raro. La siguiente mostraba a Alfred, Matthew, Gilbert, Antonio, Francis, Roderich y Arthur en la cafetería de la escuela. Esta era mucho más normal, pero cualquiera habría podido tomarla. Las últimas fotografías eran cada vez más extrañas. Una de ellas mostraba el infame beso de Arthur a la puerta del campus. Esta estaba tomada desde mucho más lejos que las otras que parecían haber sido tomadas perturbadoramente cerca. La siguiente mostraba a Arthur y a él en una de sus peores citas… Las últimas, eran definitivamente las más desconcertantes. En la antepenúltima se mostraba a Arthur y Alfred saliendo del restaurant esta tarde. La penúltima era de Arthur saliendo del parque solo. La última lo mostraba a él de espaldas, en el momento en que había decidido irse a casa.

 

Iba a guardar las fotografías otra vez en la caja cuando se dio cuenta que había algo más, un pequeño pedazo de papel sobresalía de debajo del papel de terciopelo.

 

“Alfred… haré que pague lo que te hizo…”

 

De nuevo letras con sangre… ¿Qué demonios era todo aquello? ¿De quién…?

 

Le tomó solo otro segundo darse cuenta que hablaba de Arthur… Una parte de él se estremeció y quiso llamar a Arthur de inmediato. Incluso tomó el teléfono celular, pero de inmediato volvió a dejarlo sobre la mesa de noche. Arthur ya no era su problema, había decidido dejarlo ¿Cierto? Y lo dejaba tan solo por la apariencia que ahora tenía… por no verse como antes, por no tener un cuerpo perfecto… ya le enseñaría.

 

Asqueado consigo mismo por haberse mostrado tan débil y sumiso, por haberse mostrado tan necesitado del afecto de Arthur, Alfred se puso de pie y se miró con valor en el espejo, si había ganado peso, de hecho se veía fatal. Se subió a la báscula, tenía que perder al menos diez kilogramos. Nada que una dieta extrema no pudiera solucionar… Decidió bajar quince kilogramos, de esta manera no solo se vería espectacular, igual que antes, si no también le pasaría por la nariz a su ex novio lo que podía lograr pero sobre todo lo que había perdido al haberlo dejado así como así.

 

Durante la siguiente semana Alfred empezó a ganar de nuevo confianza en sí mismo. Volvió a ser la persona brillante que solía ser. Dejó de asistir a los eventos privados de la banda, como los ensayos en la casa de Gilbert, pero invitaba a todos excepto a Arthur de vez en cuando a visitarlo a su casa para jugar videojuegos o ver películas de terror.

 

Con Arthur se comportaba como si este no existiera. Habían compartido tres clases en su tiempo juntos, pero Alfred decidido a erradicar cualquier cosa que tuviera que ver con Arthur, decidió cambiar sus asignaturas. A la mitad del último semestre. Era arriesgado, pero tenía confianza en que podría lograrlo. Hizo los exámenes de las tres asignaturas para exentarse de seguirlas cursando. Aprobó dos estudiando el programa con mucha atención. Desafortunadamente Cálculo diferencial había sido demasiado para él.

 

Siguió cursando la asignatura pero ahora en lugar de tomar su lugar junto a Arthur en la parte media del Aula le había pedido a uno de los chicos que cambiara su lugar con él. Ahora se sentaba casi al frente, justo al lado de un chico llamado Honda Kiku. Japonés de nacimiento, había venido a estudiar matemáticas aplicadas para después ingresar en una empresa de robótica e inteligencia artificial en su natal Japón. No pasó mucho tiempo antes de Kiku y Alfred se volvieran inseparables. Corrían rumores por toda la universidad, de que Alfred había escogido un nuevo favorito. Por alguna razón que era incomprensible para él, los chicos parecían envidiar su buena suerte, las chicas por el contrario parecían guardarle cierta clase de rencor.

 

La vida de Alfred volvía a parecer brillante… pero más allá de la popularidad y el tiempo maravilloso que pasaba con Kiku, escondía un horrible secreto que no quería compartir con nadie, bajo esa fachada de superioridad, aún sentía que su cuerpo grande y musculoso estaba desproporcionado. Había bajado tan solo cinco kilogramos en dos semanas. Alarmante para cualquier médico pero insuficiente para él.

 

Quería dejar a Arthur con la boca abierta, pero no parecía poder conseguir su objetivo… se odiaba, miraba en el espejo y miraba a una persona fea, se sentía demasiado obeso… aun cuando estaba dentro de los límites de un peso saludable Alfred no quería ser el “gordito” que había sido tiempo atrás. Definitivamente no quería…Y haría lo que fuera con tal de lograrlo.

 

Llegó a una única conclusión. Dejó de comer, sin siquiera darse cuenta… Poco a poco su rostro empezó a mostrar un aspecto pálido, y tenía ojeras. Había perdido muchísimo peso, pero parecía no darse cuenta. Seguía rehusando comer en la cafetería, algunas veces incluso había peleado con su hermano a propósito de su dieta “asesina” como la había llamado Matt. Y también con Kiku a causa de su negativa a comer. Kiku no se apartó de su lado un solo momento. Al menos durante los primeros días al comienzo de la tercera semana en que Alfred a penas comía líquidos para mantenerse con vida Kiku le dijo que no podía seguir siendo testigo de un suicidio silencioso como ese. Alfred resintió la partida de Kiku, pero aun así decidió seguir adelante. Por orgullo. Porque Alfred Jones no era ningún cobarde.

 

Cierto día, casi una semana después de la espectacular pelea que había tenido público por que había estallado en uno de los pasillos más concurridos del campus, en presencia de casi todos los alumnos que salían para almorzar, y en la que muchos habían visto a Kiku gritar por primera y única vez, Alfred se enteró que Kiku estaba interno en el hospital. Alarmado por saber qué había sucedido Alfred visitó a Kiku en el hospital.

 

---Alfred—dijo este con voz débil. Le habían dicho que estaba bajo el efecto de fuertes sedantes que calmaban el dolor postoperatorio. Kiku había sufrido fracturas serias en las costillas y en un brazo—Creo que no deberías estar aquí—le dijo.

 

---Lo siento—dijo incrédulo— ¿Estoy molestándote? Si es así me voy.

 

---No es por mí, Alfred—dijo deteniéndolo al tiempo que lo sostenía por la manga, a pesar de ser tan frágil, Alfred fue detenido por el fuerte tirón—Estás en peligro ¿Lo sabes?

 

---Kiku… ¿de que estás hablando?—le preguntó sinceramente sin saberlo.

 

---He pedido que los dejen ahí—dijo señalando algo que estaba en su mesa de noche—creía que tal vez podrías venir a verme. Tenía que advertirte de algún modo.

 

--- ¿Que es esto?—dijo tomando las hojas que Kiku señalaba con su mirada.

 

---Anónimos—dijo, con una nota perceptible de terror en sus ojos cafés—He recibido algunos desde que nosotros… bueno desde que hemos sido más cercanos, Alfred-kun.

 

--- ¿Qué?—el enojo que Alfred sentía no era nada comparado con el miedo que le había recorrido la espalda en forma de un escalofrío.

 

---Lo siento—dijo Kiku, mostrando sincera pena—no dije nada, por que creía que era lo mejor para ti, después de lo de Arthur… De verdad lo siento, creo que debí hablar contigo de esto desde el principio, pero yo creía que podían ser suyos, es decir de Arthur-san pero…

 

---Voy a leerlos—dijo cortando a Kiku.

 

---No será agradable Alfred-kun.

 

Alfred abrió el primero de los anónimos estaban todos doblados en cuatro partes.

 

Solo decía con letras recortadas del periódico “TE ODIO”

 

Bueno, eso podría haberlo escrito cualquiera. Abrió el segundo.

 

“¿QUÉ PUDO VER EN TI?”

 

Bien eso ya era un poco más personal. Pero tal vez no significara nada, tal vez alguna admiradora, o eh… admirador había podido mandar eso, nada que los relacionara, ¿Cierto? Abrió el tercero

 

“ALFRED ES MIO”

 

Lo mismo que antes… Pero por alguna razón el autor parecía mucho más serio, mas enojado en esta ocasión. ¿Quizá era el marcador negro que rodeaba todas las letras? Era evidente que se trataba de algún admirador o admiradora, alguna persona que no le agradaba en absoluto que Kiku estuviera tan cerca de Alfred, como si Alfred fuera una posesión suya… ahora entendía porque Kiku decía que creía que eran de Arthur… Pero un segundo… ¿Cómo podría saber Kiku como era Arthur con él? ¿Le habría contado el mismo? Decidió pensar en eso luego. Abrió el siguiente.

 

 “ULTIMA ADVERTENCIA, JAPONÉS, ALÉJATE DE ALFRED”

 

Sin duda los mensajes se hacían más largos, y mucho más agresivos. El último era el más largo de todos.

 

“PAGARÁS, HONDA, PREPÁRATE AHORA TENDRÁS EL MISMO DESTINO QUE KIRKLAND”

 

 

 

--- ¿El mismo destino que Arthur?—preguntó desconcertado.

 

--- ¿No lo sabes?—le respondió con otra pregunta, incrédulo.

 

--- ¿Saber qué?—le dijo un poco molesto, respondiéndole también con una pregunta.

 

---Arthur-san… fue atacado en el parque, un par de días después recibí ese anónimo. Sus heridas no fueron muy serias… Pero aun así parece ser que va a cambiarse de campus. Solo espera que le autoricen su transferencia. O al menos eso fue lo último que escuché. Arthur-san… En verdad lo siento Alfred-kun no me aparté de ti por que te odiara. No quiero presenciar como cavas tu propia tumba así que decidí buscar ayuda, quizá esto había llegado demasiado lejos, no creí que fuera necesario hacer caso de esto—volvió a señalar los anónimos. 

 

--- ¿Quién fue el…? –decidió dejar las maldiciones y el odio para mas tarde. Apretó el puño de su mano derecha, prometiéndose que llegaría hasta el fondo de esto y quien quiera que fuera el imbécil de los anónimos, le partiría la cara, pero ¿Y si era una mujer?… bueno pues la denunciaría o algo, también conocía chicas que bien podrían ayudarlo, como Elizabeta—Lo siento Kiku, debí venir a verte antes.

 

---Alfred, olvídate de todo eso por ahora, estás en riesgo—dijo Kiku, casi apremiándolo.

 

---Lo sé—dijo Alfred, decidido a sincerarse con su amigo, volviendo a sentarse en la silla y tomando la mano de Kiku entre la suyas—He recibido algunos como estos también.

 

Le habló de aquel paquete y de las fotografías que le habían enviado. Incluso le habló de las incongruencias que habían en todo aquello, como la ventana que se había abierto sola, o el paquete que no sabía cuando había sido dejado en su puerta o por quién.

 

---Alfred-kun esto es serio tenemos que pedir ayuda—dijo el delgado chico, estremeciéndose.  

 

---Me basto yo mismo para defendernos a los dos, Kiku—dijo levantándose de la silla—Es serio pero si hacemos algo ahora mismo, tal vez esa persona que parece muy lista, tanto que se ha burlado de nosotros, se detenga… Y tengo que hacer que page. Sea quien sea.

 

--- ¿Qué piensas hacer, Alfred?—dijo temblando.  

 

---Darle su merecido… a quien quiera que se lo haya ganado—dijo apretando un puño y luego sacudiendo su mano en señal de despedida—Tengo que dejarte descansar Kiku y no es bueno que esté en la calle muy tarde. No tengo miedo… Y definitivamente la película que me prestaste no tiene nada que ver… es solo que estoy cansado, si eso.

 

---Alfred… cuídate—dijo con mucha calma y dulzura, intentando no reírse de los obvios esfuerzos de su amigo por no delatar que la película lo había aterrorizado y le daba miedo estar solo en la oscuridad. Como deseó en ese momento poder levantarse de esta absurda camilla y llevarlo a casa.

 

El rubio alto de ojos azules, miró a Kiku tendido en la cama del hospital, con uno de sus brazos vendado y el otro pinchado por el suero desde hacía quién sabe cuanto. Y sin pensar en lo que hacía se inclinó hacia él y besó sus labios. Kiku impresionado dudó solo un instante, antes de fundirse en el beso de Alfred, que sorprendido por la intensidad del mismo no opuso resistencia cuando Kiku tomó control de la situación. Ambos sonrieron un poco dentro del beso antes de separarse.

 

---L-lo siento, Alfred-kun…--Kiku estaba sonrojado de pena. 

 

---Hey pero ¿Qué dices? Fui yo quien te besó—dijo al tiempo que una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro—Eres impresionante—dijo un poco apenado.

 

---Me… me gustas mucho, Alfred-kun—el pequeño japonés se negaba a mirar a la cara a Alfred.

 

---También me gustas, Kiku… Mucho, muchísimo—dijo un poco apenado, pero era la verdad—sé que es estúpido y tonto no haberme dado cuenta antes y sobre todo no habértelo dicho antes, pero ¿Quisieras salir conmigo?

 

--- ¿En verdad?—preguntó incrédulo—Es decir… yo bueno, no quisiera que…

 

---No digas nada, creo que te entiendo—dijo tomándole la mano con mucho cuidado—Te quiero Kiku—dijo acercándose para besarlo de nuevo.

 

---Te amo, Alfred… --dijo Kiku con en un susurro que hizo que Alfred tuviera escalofríos.

 

Salió del hospital cuando la enfermera aclarándose la garganta ruidosamente, y sin mirarlos directamente pero con un sonrojo en el rostro, le indicó amablemente que habían terminado las horas de visita. Se despidió de Kiku con un beso fugaz, que lo hizo enrojecer también. El frío de la noche le golpeó la cara, una suave brisa helada.

 

Entonces vio algo que lo hizo detenerse en seco. No había sido la brisa lo que había casi hecho su corazón detenerse. Tampoco era el frío o el miedo. Bueno, en realidad si era miedo, pero una clase de miedo muy diferente ha la que había esperado sentir. Ahí estaba alguien esperándolo, sentado en una jardinera, estaba alguien que conocía, alguien que conocía muy bien. Arthur.

 

---Hey Alfred—le dijo este cuando Alfred se detuvo totalmente en sorprendido por encontrar a Arthur—Parece que hubieras visto a un fantasma—se burló.

 

--- ¿Qué quieres?—le preguntó un poco más fuerte de lo que esperaba, su voz sonaba un poco histérica.

 

---Advertirte. Idiota—dijo directamente, mirándolo con unos ojos verdes, enrojecidos por alguna causa que arruinaban un poco la belleza de esos ojos, la deslumbrante mirada verde ahora lucía opaca—Kiku está mintiéndote, Alfred.

 

--- ¿De que estás hablando?—le preguntó sinceramente perturbado por lo que Arthur había dicho—  ¿Estás borracho? –conocía su afición a la bebida.

 

---Fue el quien tomó todas las fotografías—dijo acercándose mucho Alfred, sonriéndole como quizá sonreiría el gato de Cheshire—en tu lugar—ya estaba muy cerca, Alfred sentía el ritmo de sus pulsaciones aumentar—tendría cuidado—dijo casi ronroneando, cerca de su oído—mucho, cuidado… mi amor—le besó los labios en un movimiento rápido—Té verde…--sonrió con maldad e hizo a Alfred enojar, por que Arthur sabía exactamente lo que eso significaba, de algún modo lo sabía pero aquella mirada acusadora le hizo avergonzarse al mismo tiempo—Pobre, pobre, Alfred. Nunca has sido muy listo, pero yo te voy a ayudar esta vez… Te diré las respuestas desde el principio—dijo besándolo otra vez.

 

---Basta, Arthur—dijo empujándolo, pero sin quererlo realmente, la verdad era que extrañaba aquellos besos hasta la locura, Arthur sabía como conseguir de él cualquier cosa, incluso con un beso tan inocente, pero… de algún modo sentía que estaba siendo infiel a Kiku— decidiste terminar, entre nosotros ya no hay nada—No debe haber nada—añadió mentalmente para sí mismo.

 

---De verdad que eres un tonto… --dijo sonriendo con mucha ternura ¿Cómo hacía eso? No dejaba de preguntarse Alfred, ¿Cómo podía ser seductor e inocente al mismo tiempo?— Siempre serás mío—dijo con maldad—Aunque no quieras. Bueno. Adiós por ahora—dijo acariciando su rostro, un segundo mas tarde se apartó de Alfred y agitando la mano en señal de despedida se perdió en la oscuridad del camino que salía del hospital.  

 

--- ¡Maldita sea!—exclamó sin poderse contener. Ni siquiera sabía muy bien que pretendía Arthur con todo aquello.

 

Decidió que no podía quedarse en aquel lugar mucho tiempo. Tenía que volver a casa o Matt empezaría a llamarlo cada cinco minutos hasta que respondiera. Metió las manos en las bolsas de su chaqueta de aviador, su favorita, café, cálida, hacía frío así que la tibieza de la ropa le hacía sentirse bien. Echó a andar pensando el a prenda. La había comprado hacía mucho tiempo, ni siquiera recordaba donde, era definitivamente una de las prendas que más le gustaban y se la ponía casi diario.

 

En el subterráneo camino a su casa decidió escuchar un poco de música, buscó en la bolsa trasera de su pantalón su pequeño aparato, lo encontró, pero también encontró algo más, algo que no esperaba estuviera ahí. Lo sacó asustado, casi como si se tratara de un insecto venenoso en lugar de una inofensiva pieza de joyería… Porque eso era, un anillo, de plata. Lo miró y volvió a mirarlo, definitivamente aquello no era suyo y peor aún tenía una pieza de papel amarrada en el anillo.

 

---Para quien más amo—decía el papel. Esta vez no eran letras del periódico, era una caligrafía pulcra, sin rasgos.

 

Alfred estaba tan asustado que tenía intenciones de tirar el papel y el anillo ahí mismo, pero decidió no hacerlo, si lo hacía llamaría la atención de la gente, o peor aún de la persona que lo acosaba, por que había decidido que de alguna forma esa persona estaba siempre cerca de él. Y la verdad tenía un poco de miedo de hacerlo enojar. Así que sin hacer demasiado caso y tratando de mostrarse ni halagado, ni asustado, evitando también mirar a su alrededor, decidió ponerse los audífonos para pensar un poco más claro.

 

¿Quién podría ser? Quien quiera que fuera le estaba dejando a la vista demasiadas pistas, de alguna manera ¿Esperaba que Alfred se diera cuenta?

 

Trató de recordar cuando había sido la última vez que se había puesto este pantalón. Lo lógico habría sido pensar ¿Quién habría podido poner eso ahí? En la bolsa trasera de su pantalón… mientras lo traía puesto. Dos personas habían estado con él ese día con la cercanía suficiente para hacerlo. Pero ninguna de las dos había tocado su cuerpo de esa manera… quizá Arthur… Pero definitivamente no era la idea. Alfred podía no ser muy listo, pero pensaba diferente, además este pantalón era uno muy particular, no solía usarlo a menudo, casi siempre lo usaba cuando se sentía incómodo por alguna situación. Había estado en la cesta de la ropa limpia el día que entraron a su cuarto, así que seguía en las mismas. Sabía que era la misma persona, la misma persona lo había hecho todo, el paquete, las fotografías… no las fotografías las había hecho Kiku, eso le había dicho Arthur…

 

Todo era tan complejo. Bueno, decidió que creía por un momento en Arthur, las fotografías las había tomado Kiku… bueno ¿Y qué? Eso al final de cuentas no cambiaba nada, cualquiera las podía haber enviado… no, no, cualquiera, y eso le hizo sospechar de inmediato de Arthur, Arthur sabía que las fotos las había hecho Kiku ¿Por qué sabía eso? Además como podía saber que Kiku tomaba té verde… bueno, todos los asiáticos tomaban té y también los chinos tomaban té verde, si recordaba bien al tipo raro de su clase de inglés… Wang Yao, si, ese era el nombre. Aunque como podía saber que Kiku había tomado té recientemente… ¿Cómo podría saberlo si no era espiándolos? Pero también desechó la idea de inmediato. Arthur había sido también agredido… Arthur “fue atacado en el parque” le dijo Kiku… Además, muchas de las fotografías que le habían enviado, incluían a Arthur. ¿Cómo podría haberlas tomado el mismo?

 

“Kiku está mintiéndote”

 

Sacudió la cabeza con fuerza. No quería seguir pensando en eso. Si creía a Arthur de inmediato sospechaba de Kiku, pero si creía en Kiku desconfiaba de Arthur. Por alguna razón creía que ninguno de los dos era el responsable, pero no podía ignorar las señales que había en contra de ellos. Aunque… este anillo ¿Quién podría ser responsable de algo así?

 

El subterráneo anunció, la parada en que tenía que bajarse, el trayecto se le había hecho increíblemente corto, todavía aturdido, se quitó los audífonos de los oídos pero antes de que lograra ponerse en guardia para bajar del vagón, la gente lo empujó salvajemente. Alfred se cayó al suelo, maldiciendo, levantó su celular y su aparato de música que habían caído al suelo, antes de que alguien los pisara…

 

---No deberías ser tan distraído—le preguntó una vocecilla molesta justo frente a él. Alfred pudo ver un par de botines cafés y un pantalón también café pero el color era más claro. También alcanzó a ver las puntas de una bufanda lila, ¿No es muy larga?—se preguntó mentalmente— Es tonto ser tan confiado, ¿Da?

 

---Pues disculpa—dijo sarcásticamente—Por ser confiado, tonto y distraído—estaba irritado por la presencia del extraño, pero también enojado consigo mismo por haber sido tan tonto como para caerse en la entrada del metro.  

 

---Eres divertido, Fredka—dijo animadamente, la voz—Descuida, he venido a rescatarte.

 

--- ¿Qué?—exclamó de inmediato Alfred, ¿Cómo que a rescatarlo? ¿Tenía pinta de princesa en apuros? Ha, pero que tontería él era el héroe… ¿o no?

 

Cuando aceptó la enguantada mano del extraño para levantarse miró hacia arriba para encontrarse con los ojos del extraño. Era monstruosamente alto, y musculoso. Tanto que desde luego el parecía enclenque a su lado. O así se lo pareció.

 

---Vamos—dijo sonriendo el tipo alto—no me mires de ese modo, es descortés. Cierra la boca, Fredka, la gente esta mirándonos.

 

Alfred ni siquiera se había dado cuenta que tenía la boca abierta, pero la cerró, era cierto, muchas personas se habían detenido para mirarlos descaradamente. Quizá por que su posición era muy extraña, Alfred todavía estaba con una rodilla en el suelo, y le estaba dando la mano al tipo alto, que tiró hacia arriba para levantarlo y por fin Alfred se pudo de pie. No era mucho más alto que él en realidad. Pero era mucho más fuerte.

 

---Bien, ahora que ya puedes caminar te llevaré a casa—dijo tirando de la mano que aun sostenía.

 

Pero qué demonios…--se preguntaba Alfred.

 

---Soy Iván, por cierto. Vamos juntos a la escuela.

 

--- ¿Qué?—Alfred dudó de inmediato de aquella información. Jamás había visto a Iván, como decía se llamaba en el campus, alguien tan grande no pasaba desapercibido.

 

---Tenemos solo una clase juntos. Ingeniería Civil—dijo.

 

Alfred, recordó. Si, una de las materias que había exentado, este semestre. Había poca gente en ella, pero nunca prestaba atención. Arthur monopolizaba todo su tiempo.

 

---Ya veo.

 

---A partir de ahora, creo que nuestra relación cambiará Fredka. Para mejor. Seremos más unidos—dijo apretando la mano de Alfred.

 

--- ¿Eh?—Alfred se estremeció. Quiso gritar. Pero por alguna razón se detuvo.

 

 ---A partir de ahora tú serás mío—dijo con una angelical pero sádica sonrisa.

Notas finales:

Y terminamos. Muchas gracias por leer. (reverencia) Si, en suspenso, lo siento, pero el capítulo ya era muy largo, así que continuaré en el siguiente. 


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