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Post Mortem por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

¡Hola, aquí la loca de yo! Sí, o sea, yo. Lo que pudiera entenderse. Después de casi un año y porque se me reveló la Guadalupana de la inspiración, agregué este capítulo. Se va rápido. 


Volví porque sigo sin ver AizenxIchigo. ¿Criminal, no?

+ : : Después de la Muerte : : +

Calló toda idea. No dejó que ninguna palabra saliera de sus labios. Se encerró. Puso tablas, clavos, en las ventanas de su mente. Con tal de no deducir, con tal de evitar que lo inundara el torrente de información. Se enroscó en las sábanas. Sintiendo asco por sí mismo. Allí estaba, todavía la huella fresca de la mano de Aizen sobre su cuerpo. El roce totalmente tangible de su lengua recorriendo su piel. Ahora quemaba, ahora le ardía, pero no en la forma erótica de hace unas horas. Lo contrario, se repudiaba y no logró recordar rencor peor sino el que ahora sentía por sí mismo.

Horrible.

No podía escaparse de la realidad. Era evidente. Todo encajó.

Sí.

Aunque se pusiera en búnker la verdad era tan obvia, o parecía serlo la maldita, que aunque se sometiera a lavado de cerebro sería ésta la última en desaparecer. Si es que lo hacía. Era esa clase de dogma que no se puede desprender como piel muerta, es un nervio que de removerse permanecerá indicio. Y vaya que a Aizen le encantaba dejar migajas en el camino.

Ignoró cuántas horas pasó encogido en su lecho. Era enfermizo. Todo. Incluso el permanecer en el lugar donde podía sentir su nariz el olor de ése monstruo. El sol pegaba en su regazo, seguramente ya tarde. No comió. No bebió. Debía salir de semejante estado, pero su caóticamente se negaba a ordenar a los músculos moverse siquiera. Si no hacía algo pronto alguien vendría a buscarlo y al verlo de ésa forma, echado en el colchón escondido como un niño huyendo de los truenos, qué patético sería.

Un niño.

Abruptamente se sacó las sábanas y recuperó la nota de la cómoda. Volvió a leer las palabras impresas, era cierto que todavía estaban clavadas en sus pupilas, y más allá, pero quería verlas de nuevo. Sentir el trazo de la tinta, aunque no sabía con exactitud que pretensión se podría desprender al respecto. Si era la letra de Aizen o no, no era el problema.

El papel crujió entre sus dedos, frunció el ceño y lo aventó al fantasma del hombre que ahora no lo dejaba en paz.

El maldito calor que sus cuerpos desprendían juntos. Era más de lo que podría soportar.

Entonces, ¿era así?

Sus problemas con su padre siempre se debieron a él. A ése demonio de seductores voz y ojos. Demonio de cautivadora fuerza. Así estaba ahora. Cautivo. Presa de un hombre del que nunca se sabían intenciones sino más simples sospechas.  

Lo estuvo siempre. Siempre el objetivo de aquél ente de oscuros deseos.

¿Qué iba hacer? Sentarse, echarse, a llorar ya lo había hecho. El siguiente paso era…

El baño.

 

Terminó de lleno en la tina. El agua le cubría hasta la barbilla. Sentía extraño pasar el jabón por su piel, a sabiendas que otro hombre había disfrutado de ella sin límites. Repasó en los datos rápidamente. Los labios de Aizen eran suaves, pero calientes como el Infierno. Sus caricias igual, aunque el ser inconsciente de Ichigo prefería cierta rudeza. Se sumergió poco más, hasta el agua cerca de la nariz, sintiendo el calor subírsele por las rodillas. Recordaba. De nuevo.

Las grandes y ávidas manos del moreno, explicándole un idioma que no requería palabras. Y él se dejó hacer.

Bajó su mano hasta la entrepierna. Queriendo fingir que deseaba limpiar, pero el tacto bajo el agua…

Se comenzó a masturbar evocando el recuerdo de anoche. Y se supo perdido. El sabor no era el mismo, por supuesto, pero el placer iba poco a poco en aumento. El trasero no dejaba de dolerle, claro, pero si ponía más empeño en la mano… tocó hasta sus testículos, recorrió el glande; su perversión le alcanzó hasta imaginarse la boca de Aizen allí. Con lo que inevitablemente se mezcló el agua.

 

Quiso golpearse al término. Qué bajo cayó.

Mantuvo el puño pegado a su frente. Es hora de levantarse, Ichigo, de esta pesadilla. Debes hacer frente a esto, como siempre.

Y por primera vez flaquearon sus fuerzas.

 

Pelear en contra de cualquier idiota que se le pusiera enfrente no era problema, que lo retaran tampoco, que hirieran a los seres amados sí que lo suponía. Pero, ¿y esto? Su orgullo mancillado, al igual que su cuerpo por no decir alma, se quería a sí mismo (siendo sinceros) y así podía brindar amistad y confianza. Amor aún no porque era muy ingenuo incluso para eso. Era un torbellino de ideas inconclusas. Al momento se le ocurría acudir a Ishida, a otros a Urahara, ¿y qué se supone que les diría? ¿qué podría decirles?

El maldito enemigo resulta haberme vigilado desde antes de nacer y ¿saben qué es lo más gracioso de todo? Me folló anoche como ya había hecho antes, porque… ajá. Desde la infancia me procuró.

Pura aberración.

 

Estaba solo. Se armó de valor para tomar el Sello del Dios de la Muerte1 que le permitiría escapar de este martirio carnal. Se libró de su cuerpo físico, quedando puramente el astral. Con sus ropas negras, la enorme espada pegada a su espalda ya casi no sentía el dolor de la parte baja. Podía pelear justo ahora. Casi por eso recuperó su confianza. No podía dejar su propio cuerpo así como así, así que cargó con él para llevarlo al único lugar en el que encontraría un usuario.

 

La casa de Rukia estaba vacía, salvo por el odioso de Kon2. Ichigo no reparó en explicaciones, hizo lo propio, sacó a Kon del conocido peluche de León que vestía otro traje hecho por Ishida, y lo insertó en el cuerpo. Inmediatamente Ichigo-Kon se movió.

—¡Oye, Ichigo, con un carajo, odio que me saques a la fuerza para meterme a tu feo cuerpo! –se quejó tan escandalosamente como sólo él sabe –¿Y ahora a qué se debe esa cara? –inquirió rápido –¡ni se te ocurra causarle más preocupaciones a la Hermana Rukia! –se le aventó a la garganta, pero el pelirrojo lo esquivó.

—Diles que no hay problema alguno –replicó –, sólo que me siento algo deprimido y he decidido entrenar por mi cuenta. Solo –remarcó esto último con tanta gana que Kon se asustó –¿Entiendes? No es necesario que me busquen.

—De-De acuerdo, Hermano Ichigo –satirizó un poco –… ¡Pero ahora que tengo tu cuerpo no creas que tienes derecho a ordenarme que me porte bien! Me iré al colegio de señoritas en este instante y…

—Puedes hacerlo, lo que quieras –masculló y se dio la vuelta, saliendo por la ventana importándole muy poco que Kon intentara detenerlo para decirle que era una simple broma.

 

¿Por qué dijo eso? ¿Le dio semejante permiso a ese depravado? ¿Qué hiciera lo que le viniera en gana? ¿Qué carajos…?

Sí, ¿por qué no? Estaba asqueándose de permanecer en el cuerpo humano. Si podía librarse de él ¡qué bien! Se portó tan egoísta como suele hacerlo. Su mentira estaba cubierta de verdad, en serio debía entrenar para enfrentarse a Aizen, eso no era falso. Se justificó de esa manera.

 

Segundo, al final sí fue a donde Urahara3. Con la excusa de presentarse con otros capitanes de la Sociedad de Almas y decirles algo de vital importancia, donde la única intención era permanecer allí un tiempo mientras se le ocurría qué hacer con su atropellado camino.

—¿Sólo por eso? –preguntó el ex capitán –. Escucha, Ichigo-kun aún después de que se descubriera que el culpable del experimento arrancar fue Aizen y no yo… la Sociedad sigue sin perdonarme, vaya ni siquiera tienen considerada la posibilidad así que algo como enviarte allá, no sé –se rascó la patilla izquierda –. Sería mejor enviarles una Mariposa del Infierno y hacerles venir aquí, la linda Rukia te podría ayudar incluso. –paró – A no ser que por ser ella precisamente no quieres pedir su ayuda. ¿Hay algo que les estés ocultando a tus amigos? –lo miró fijamente con la sombra del sombrero sobre sus ojos.

—Nada, me dieron tiempo para estar solo y sinceramente quiero estarlo allá –respondió fríamente –¿Me harás cruzar o no?

—¿Aunque sea igual de aventado como la anterior vez?

—Urahara-san –empezó a replicar –, sé que tú tienes un método menos errático que el que usamos la primera vez…

—Ya, ya, de acuerdo. Puede que sí –se dio la vuelta y le indicó que lo siguiera –, si te preocupara entrenar podrías hacerlo en el sótano.

—Iré a pedirle el favor a Byakuya.

—¿Por qué no a Kempachi? –se echó a reír.

 

El agujero de gusano4 por lo que le dijo Urahara estaba normal. La cavadora de basura5 pasaba con regularidad y al no haber permiso del otro lado nadie iba a escoltarlo, le advirtió que por entrar de polizón otra vez lo metería en problemas pero Ichigo alegó que la información que tenía podía ser de mayor de utilidad que la de mantenerlo encerrado en las mazmorras.

Sin más preocupaciones que la de parecer menos tenso, de despidió de Urahara agradeciéndole el apoyo y la discreción. Si sus amigos descubrían que se había ido a la Sociedad de Almas era más que seguro que irían a él cuanto se pudiese y sería allí, en ese momento, en el que les contaría parte de su preocupación. Ya estaba preparando un discurso cuando escuchó el escándalo del monstruo recolector, emprendía carrera cuando el ruido se tornó insoportable hacia el frente. La única dirección posible. Viró hacia atrás y al no ver nada frenó en seco.

¿Qué sucedía? Quizá un engaño de su mente ligeramente atrofiada del día de hoy. Le costó trabajo respirar con normalidad, el ambiente allí era denso, cierto, pero ahora pesaba, casi aplastándolo contra el piso. Pensaba en la anormalidad que encerraba el espacio hasta que recordó que esa sensación no podía deberse nada mas que…

—El fuerte Reiatsu6  de otro –murmuró, y al girarse lo vio.

—¿Intentando escapar, Kurosaki Ichigo? –el cara pálida mantenía las manos dentro del hakama.

—¿Y tú quién eres? –se puso a la defensiva, afianzando de inmediato su arma.

—Deberías saber que este túnel es de lo más inestable –habló de nuevo el ser de ojos verdes –. Y también deberías estar por enterado de que… de nada te servirá luchar. He venido para llevarte con el Señor Aizen.

A la sola mención del nombre se le congeló la sangre y titubeó lo suficiente como para que el ser de ojos verdes se le pusiera enfrente.

—No luches o harás las cosas difíciles para ti –le susurró al oído, manteniendo el aire ecuánime más frío que sangre de serpiente –. No sé qué es lo que vio el Señor Aizen en ti, te ves tan débil e indefenso temblando de pies a cabeza apenas conociéndome. Me irritas.

—No aspiro ser tu amigo –se apartó unos centímetros, definitivamente el sujeto era extremadamente fuerte, la presión estaba mareándolo.

—Yo sólo llevo paquetes.

 

Ichigo causó problemas. Pero sólo a él. El tipo de ojos verdes y piel pálida como la luna se lo llevó sin mediar mucha fuerza. El pelirrojo se retorcía, peleó, intentó dañar al ante serpentino pero nada funcionó. Era muchísimo más fuerte de lo que su constitución física podría engañar. Ni siguiera con el Bankai recién adquirido (que significaba un poder capaz de poner en aprietos a un capitán de la Sociedad de Almas), pues bueno, al tipo éste no le hizo ni cosquillas.

Cuando Ichigo fue arrojado al piso suelo despertó de sus pensamientos. Ni siquiera prestó atención al modo de arribar hasta allí. No se dio cuenta de que el ente albino abrió La Garganta para transportarlos a un lugar que jamás imaginó ni en sus sueños más locos.

 

—Bienvenido a Las Noches, Kurosaki Ichigo –esa aterciopelada y demoníaca voz la reconocería ahora en cualquier universo. Por alterno que fuere.

Se estremeció porque la voz le recordó todo. Y lo maldijo por lo bajo, hundió las uñas entre sus palmas, agachó la cabeza. Estaba tan cansado, casi derrotado. Pero su orgullo, el de peleador, el de Dios de la Muerte Sustituto, el de amigo que no podía fallarle a nadie fue lo que lo obligó a ponerse de pie y levantar el rostro.

—¿Qué rayos crees que haces, Aizen? –preguntó escupiendo al hablar.

—Mmm –viró para ver al sujeto de ojos verdes –. Ulquiorra, creo que fuiste algo duro con nuestro invitado –dijo sin ocultar su apacible sonrisa mientras sostenía su barbilla. Todo altanero desde su trono, uno algo y blanco sobre escaleras.

—No tuve otra opción –replicó –, opuso resistencia pero por más que lo insté a pelear en serio no me sirvió ni para el calentamiento preliminar –explicó mostrando una crueldad que el mismo Ichigo sintió como cuchillas.

—Interesante –dijo entonces Aizen –¿Crees que he mandado a traer una pequeña larva, no?

—No existo para cuestionar las decisiones del Señor Aizen.

—Bien –regresó a Ichigo que tembló casi imperceptiblemente al retomar la atención del malvado –, por ahora déjanos –y en un susurró desapareció el mencionado Ulquiorra –. Debes perdonarlo –se decidió a descender por los escalones –es un subordinado perfecto si me permites decirlo y te trajo sin mayor contratiempo que… -lo miró de arriba abajo –podrás reponerte rápido de tus heridas eso no es duda –sonrió y llegó hasta él –, ¿te gusta este lugar?

—Ni siquiera intento comprender qué es toda esta represión de Reiatsu que haces –masculló. Estaba dolido en todos los ámbitos, no iba a fingirlo, pero se iba a mantener de pie aunque estuviere hecho pedazos.

—Aquí se deben mantener ciertos cánones –respondió –, y si no envío de vez en cuando una señal perceptible de lo que soy, podrían olvidar a quién deben la vida.

—¿Gobiernas aquí, bastardo? ¿Qué era ése tipo llamado Ulquiorra? No es ningún Dios de la Muerte, lo sé, pero su apariencia… ¿Por qué me trajiste aquí? ¿Qué se supone que logras?

—No, no, Ichigo –le acarició la mejilla –. Yo te daré órdenes, las obedeces y a cambio te responderé. Si me place, claro.

El pelirrojo bajó la mirada, ¿órdenes? ¿Qué clase de piltrafa es eso? ¿Qué podría pedirle?

—Si te piensas que yo me uniré a tus filas o haré daño a mis amigos será mejor que me mates y ya. Te ahorrarás problemas –lo miró de soslayo intentando ver más allá de su nariz si existía una salida.

—Es imposible escapar de este pequeño mundo. Está a mi poder, igual que tú –descendió la mano hasta el pecho del shinigami sustituto tocando el pecho dañado, detectó el palpitar loco allí –, parece que recuerdas con gusto lo de anoche –se inclinó hasta su oreja para susurrarle –, yo también lo disfruté, no tienes idea de cuánto lo extrañé –le atrapó por la cintura, arrojando su aliento al cuello, hundiendo la boca allí.

—¿Qué haces?

—Calculo el nivel de daños, no fue tal el que esperaba. Ulquiorra pudo haberte asesinado de haberte puesto en peor plan de oposición, pero… al contrario –se irguió –, optaste ser derrotado porque sabías que era inminente la derrota. Al fin veo algo de prudencia en ti –se burló –, tomando en cuenta que desde mocoso sólo eras un estúpido impulsivo –se encogió de hombros con ligerza.

Ichigo se alebrestó y le jaló por las ropas nuevas y blancas que ahora lucía el ex capitán.

—Maldito bastardo, espiándome todo el tiempo desde que era un niño… obligándome a… -apretó los labios –orillándome a…

—¿Gemir? Sí ¿Qué tiene de malo? –le agarró por las nalgas, juntándose –, éramos felices hasta que tu padre intervino, lo que fue una lástima, me hubiera encantado encajarte por todos lados a tus doce –lo presionó –a los once –el aura de Aizen lo presionaba –incluso a los ocho eres un incordio y a los cinco ya te gustaba cualquier cosa que yo te hacía –se ahogaba –. Te he visto desde antes de nacer Ichigo.

Esa primera verdad le causó pánico. El demente que tenía frente suyo no conocía los límites. ¿Desde antes de nacer? ¿Entonces conocía a su padre? ¿A su madre? ¿De qué venía todo esto?

—Obedece y pueda que responda –de nuevo ésa actitud. La de hacer parecer que le leyera los pensamientos arremolinados.

—¿Qu-Qué…? –se le secó la garganta.

 

—Retomando tus clases abandonadas –comenzó –parece que vas por buen camino –lo trajo a la silla del Rey, lo puso de rodillas frente a su regazo. Estaba de más tratar de decir cuál había sido la orden.

—Nnn… -estaba devorando a Aizen, de un sentido depravado, subiendo y bajando la boca. Sintiéndose la peor basura del mundo pero si se negaba a continuar.

 

Por supuesto, si llegases a defraudarme no te mataría. Jamás, Ichigo, eres demasiado preciado, demasiado importante, para mí. Pero, y es todo lo contrario, sí que podría llegar a mutilar a sus amigos, ¿qué tal ése cuatrojos? ¿O la hermosa chica con nombre de princesa? Incluso la ingenua de Kichiki Rukia desaparecería con enviar al arrancar de más bajo rango que tengo. Te doy una opción. Mi orden.

 

Entonces, Aizen le puso la mano en la cabeza, dirgiéndole con ritmo lento a ratos, con premura y profundidad en otros, y éstos eran los que más le dolían, le llegaba hasta la garganta. Engullendo tremendo miembro se llegó a preguntar cómo fue que pudo entrar en…

—Lo haces bien, Ichigo –le jaló del cuello y lo depositó en su regazo, Ichigo totalmente desnudo no tuvo otra que sentir el endurecido y húmedo miembro de Aizen rozando sus nalgas e incluso su propia hombría.

—Ahnn –gimió bajo.

—¿Y te resistes? –le pasó la lengua por el cuello –, es tan inútil tu renuencia como el Alma Modificada a la que encargaste tu cuerpo –dijo, y esperó la justa reacción del Dios de la Muerte, pero en ése momento le agarró el pene, comenzando a masturbarlo –¿creíste que no me daría cuenta? –le apretó los testículos y luego fue subiendo. Bajando –, no pareces entender –le besó la mejilla juguetonamente –, pero ya tengo tu cuerpo –por sí mismo dirigió su miembro y de un solo movimiento entró en el quinceañero –y ahora profano tu alma.

Comenzó afianzándose a las caderas del Dios de la Muerte, lo sacó, lo metió. Ichigo sólo se retorcía. Entendió que ahora Kon tal vez estuviera lastimado o peor aún, muerto. Se lamentó y por eso se le soltaron las lágrimas. Era la primera vez que Aizen lo penetraba de ésa manera. En su forma de aura. Y lo sintió fatal. No distaba del modo anterior. Sentía desgarrarse su mundo. Si Aizen podía verlo todo, absolutamente todo, ¿qué esperanza podría haber?

 

Pero poco a poco recordó porqué se masturbó en la mañana.

—Ahh… no… -sus manos estaban sobre el pecho del moreno, sus dedos delgados temblaban, queriéndose retorcer. Sus tobillos quedaban cerca del borde, sus rodillas sobre los costados de las piernas de Aizen –no… no continúes… para…

—¿Sólo porque no quieres admitir que te encanta? –mofó –. Jamás –impulsó más energía en desprender el lozano cuerpo para dejarlo caer rápido –. Sigues siendo delicioso, Ichigo. Me encantas.

N-No… -murmuró, mordiendo su labio inferior. Miraba el techo, con la vista nublada, lágrimas caían por sus mejillas. Gotas que Aizen no dudó en lamer. Sin desperdiciar. Y es que Aizen era tan magno, poderoso, increíble e imponente. Pero no era eso lo que lo estaba humillando, era ser consciente de que su cuerpo tenía deseos propios lo que lo trituraba. Y los deseos de la carne llevan a un camino que oscurece la mente. Él no tenía remedio. Se desvanecía la cortina que le ocultaba los recuerdos de la infancia. Lo veía cada vez más claro. Aizen siempre estuvo allí.

Esta aquí.

Dentro.

 

—Ah… Nnn… Mmm… -sus quejidos aparecían como consecuencia de una penetración más cruel, pero Aizen por momentos se calmaba y era hasta amable (la verdad era que disfrutaba hacerlo gemir de cualquier manera y hoy se le antojó lento).

Los brazos de Ichigo ya rodeaban el cuello de su captor. En ocasiones la turbulencia lo llevaba a fruncir los labios y las cejas, pero sufría de gozo. De placer. Las manos del moreno no paraban de recorrerle la cintura, de apretarle las jugosas carnes, de besarlo.

Mancillarlo.

Romperlo.

 

Reconstruyéndolo.

 

Cuando despertó todo estaba oscuro. Pero era obvio, seguía en el mundo nocturno. Las luces apagadas, no sentía ningún cuerpo cerca suyo, eso lo alteró y confortó tan rápido que se mareó. Llevó la mano a su cabeza, intento en vano levantarse. Estaba de nuevo en su cuerpo. Era carne y alma ahora. Por ambos lados marcado bajo el fuego de su vitalicio dueño.

La cama era de suaves y húmedas sábanas. Estuvieron haciéndolo aquí mismo incluso después de la sesión en el Trono. No ofreció resistencia alguna. Cuando su vista se acostumbró a la oscuridad lo vio. Estaba mirando por la solitaria ventana que abarcaba parte de la enorme pared blanca.

—Desde que sabía que nacerías –comenzó –decidí que tenías que estar de mi lado –miró la palma de su mano –. Y yo siempre obtengo lo que quiero, Ichigo –lo miró de soslayo –, si me toma tiempo, quizá milenios, sé esperar –se mostró de frente –pero –bajó la cara –, contigo me exasperé cada momento en que te vi. Incluso cuando lograste entrar a la Sociedad de Almas como intruso, te sentí.

—Ya estoy aquí –replicó con amargura –, ¿todo lo que hasta ahora tramaste fue para conseguirme?

—No seas tan iluso, Ichigo –se echó a reír –, tú sólo formas parte del paquete de mis ganancias. Era cierto que debí esperar a que maduraras más, pero quise un adelanto, por eso te follé ayer, hoy y lo seguiré haciendo. Nada más. Mis planes para destruir la maldita Sociedad de Almas siguen en pie –amenazó con toda su gallardía.

—Yo lo voy a impedir –se reconocía a sí mismo –, no podrás mantenerme encerrado aquí para siempre.

—Y no es ésa mi intención –se sentó al borde de la cama donde yacía el pelirrojo –. El truco de bloquearte la memoria no es algo que sólo tu padre sepa hacer, niñato –le puso el dedo en la frente, recorrió su rostro hasta los suaves labios –, haré que olvides este día, mi aparición en tu habitación, las caricias que te di incluso el dolor y el placer los borraré momentáneamente para que regreses a ese mundo humano que tanto dices amar… por eso no hay problema si te digo que usaré a Inoe Orihime para tenderles una trampa. Si tú y otros sujetos vienen a este mundo menguaré la fuerza de ataque de toda la Sociedad, pues tienen más fe en ti de la que piensas –rió –, volverás a ver a Ulquiorra, y conocerás nuevos monstruos bajo mi mando.

—Estás loco –le apartó la mano de golpe –¡No voy a olvidar nada! ¡Develaré todo al Viejo!

—No tendrás tanta suerte –le tocó el pecho y con toda la seguridad del mundo —Sólo recuerda, Ichigo…

 

Yo soy el único que puede quemar tu corazón.

 

Ichigo despertó por el golpe de Rukia.

—¡Oye, dormilón, es hora de ir a ver al capitán del onceavo escuadrón!

—¿Eh? ¿De qué hablas? Tengo sueño, déjame dormir –quiso enroscarse en las sábanas pero Rukia lo sacó a patadas.

—¡Hay problemas!

—Ya, ya voy, joder que eres molesta… -se quedó quieto por un segundo, mirando su habitación.

—¿Qué sucede remedo de dios?

—No… no es nada… siento que ya estuve aquí pero con alguien…

—No digas idioteces, Kon ha estado aquí todo el tiempo.

Aprisa, se cambió y salía para encontrarse con Rukia en la sala pero… por más que tratase de pensar qué había sucedido en sus sueños, nada vino a su mente.

Pero lo mejor era concentrarse para entrenar.

Entrenar, ser fuerte para vencer…

—A Aizen –mencionar ese nombre le carcomió la tranquilidad por unos segundos hasta que Rukia volvió a gritarle desde abajo.

 

Poco después, Ulquiorra y Yami aparecieron en la ciudad.

El resto, es historia.

Ichigo sí supo qué ocurrió aquella noche, en todas las noches de su pequeña vida, cuando Aizen volvió a enfrentarlo.

FIN. 

Notas finales:

1 Sello del Dios de la Muerte. Ni me acuerdo si se llama así propiamente. Pero es el amuleto que se le entregó como Dios de la Muerte Sustituto. Acá lo puse como el pacificador para expulsar su alma del cuerpo físico.

2 El peluche en forma de León que se volvió Amigo de Ichigo después del incidente de Las Almas Modificadas, grupo extinto de experimentos creado por la Sociedad de Almas, Kon figura como de los únicos sobrevivientes.

3Antiguo capitán del escuadrón de Investigación en la Sociedad de Almas. Fue acusado falsamente de experimentación no autorizada y exiliado de la Sociedad a la Tierra donde funge como dueño de una Tienda de variedades. Ha ayudado en varias ocasiones a Ichigo, es confiable más no un héroe en el sentido propio de la palabra. Muy perceptivo y tiene sus propias intenciones.

4Así llamé al túnel que tienen que cruzar los Dioses de la Muerte hacia la Tierra, porque, sí adivinaron, tampoco me acuerdo y ponerme a investigar es una paja.

5La Cavadora si recordarán es el enorme monstruo que se encarga de eliminar a los intrusos que fue destruido por Ulquiorra cuando fue por Orihime.

6 Reiatsu, es la energía espiritual. Podría decirse equivalente al Ki. 



Un gusto siempre poderles contactar por medio de los comentarios. Así que... ¿Qué dicen? Ukeamos a Ichigo hasta que lo dejemos paraplejico en otra historia? okno


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