I lied
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Daehyun actuaba extraño desde hacía unos días. Youngjae fue el primero en darse cuenta. Ya no le pedía salir en sus días libres, no le contaba tonterías antes de dormir, ni le esperaba para ensayar juntos en la sala de canto.
Youngjae pensó que estaría cansado o simplemente quería tiempo para él solo, pero todo cambió cuando de la nada, un día, Daehyun le fue a buscar a la habitación.
– Creo que deberíamos cambiar de compañero – dijo el mayor con recelo y sin mirar a los ojos a Youngjae.
El aludido se levantó rápido de la cama y le miró sorprendido.
– Pero, ¿por…?
– Créeme, yo sé lo que te digo – le cortó, y se volteó para darle la espalda.
Estaba a punto de salir por la puerta cuando el brazo de Youngjae lo atrapó y le hizo girar de nuevo.
– Suéltame, Youngjae – murmuró frío y cortante. Sus ojos seguían clavados en el suelo.
– Oh, no, no te voy a soltar, Daehyun. No hasta que me digas qué demonios te pasa – soltó el más chico.
Daehyun se quedó callado. No se lo iba decir.
– Daehyun, mírame.
El mayor rompió en cólera y liberó con fuerza su brazo del agarre en el que estaba.
– ¡No! ¿Qué no entiendes? ¡No quiero mirarte! ¡Es por eso que me voy!
Las palabras de Daehyun habían sido duras y llenas de dolor. Podría jurar que su voz se escuchó a cinco calles de distancia. Pero su tono, a pesar de haber sido fuerte y firme, parecía tiritar con pena. Como si quisiera contener el llanto. Pese a eso, a Youngjae le dolió. Le dolió escuchar sus palabras y le dolió la forma cruel en que las dijo.
Y después de que el eco de los gritos hubiera desaparecido, el silencio invadió la habitación. Todo se hallaba callado. Daehyun había vuelto su mirada al suelo después de aquellas hirientes palabras, y trataba de regular su respiración.
Pero un pequeño hipido, apenas audible, acuchilló el aire y voló directo a los oídos de Daehyun. Entonces, preocupado, giró con rapidez para comprobar que había sido Youngjae el responsable de aquel lamentable sonido.
– Youngjae…
Daehyun sintió una punzada en su pecho cuando vio el frágil cuerpo de Youngjae temblado frente a él, como si el simple soplo del viento pudiera quebrarlo en pedazos. De a poco sus sollozos se hicieron más fuertes y sus piernas aún más débiles.
El mayor se acercó lento e indeciso, y tomó por los hombros a Youngjae.
– Perdón. Lo siento. No debí gritarte así – pero aquel llanto que retumbaba en la habitación no cesó.
– No… - habló Youngjae con la voz rota – Yo lo siento. No sé qué hice mal, pero lo siento…
Daehyun lo observó débil y vulnerable, y supo que no podía mentirle más. Si lo iba a odiar, podía odiarlo, pero no soportaba verlo llorar.
– No, no es tu culpa, tú no hiciste nada mal. Fui yo...
Youngjae trató de abrir sus ojos, pero las lágrimas le impedían ver con claridad.
– Yo… - dijo Daehyun – creo que estoy enamorado.
Youngjae se tensó en su lugar al escuchar aquellas palabras en su oído. Y de nuevo, por un instante, sus palabras le lastimaron.
– Me enamoré de alguien. Pero hace poco me di cuenta de que esa persona no me quiere a mí, que nunca me vio como yo le veía y que nunca lo hará.
La voz de Daehyun era pausada y suave, como si hablara para sí mismo.
– Pensé que lo mejor era olvidarme de todo – continuó –. Que no podía decírselo. Tenía miedo de que me odiara y que nunca más quisiera hablar conmigo.
Youngjae le escuchó atentamente. Su llanto había estado deteniéndose. La voz aterciopelada de Daehyun le calmaba al simple roce con sus oídos, como si todo lo que dijera fuera una canción de cuna. Y aunque le lastimaba todo lo que le estaba diciendo, algo en su corazón se contraía y le hacía ansiar seguir escuchándolo, como si de una droga se tratase.
– Pero me acabo de dar cuenta de que a lo único que le tengo miedo es a verle llorar. Prefiero que me odie y alejarme de él antes de tener que verlo sufrir por mi culpa.
La alborotada mente del menor se tornó confusa y nerviosa.
– Youngjae, te amo.
Y sin verlo venir, sin siquiera una pista de lo que pretendía hacer, Daehyun sostuvo con delicadeza el rostro de Youngjae entre sus manos, acariciando sus mejillas en busca de borrar todo rastro de dolor en sus facciones. Y le besó en los labios. Alcanzaba a percibir el ligero sabor a las lágrimas, pero lo único que llamaba su atención era el penetrante aroma de su shampoo colándose en sus sentidos, combinado con la suave textura de sus labios enrojecidos.
– No quiero que me odies – susurró Daehyun cuando se separó, con las reprimidas ganas de llorar.
Youngjae apenas y logró reaccionar. ¿Cómo había terminado así? Tomó las manos de Daehyun entre las suyas y las presionó fuertemente.
– No te odio, Daehyun. Nunca podría odiarte – le murmuró en tono quedo –. Yo también te amo, Daehyun.
El mayor trató de mantener el equilibrio, descartando las posibilidades de que aquellas palabras pudieran ser parte de su imaginación. Nunca, nunca en sus cortos años de vida había sentido tanta felicidad.
Se abrazaron con fuerza, mientras que el sonido de sus corazones acompasados se mecía en el silencio. Y un segundo beso se apoderó de sus labios, mientras Daehyun en su interior se prometía nunca volver a mentir.
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