The Little Bunny ♥
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Estaba tan aburrido. ¿Cuánto tiempo llevaba sentado ahí? La clase de historia sólo duraba cincuenta minutos, pero sentía que habían pasado años desde la última vez que escuchó el sonido de la campana de la escuela.
Jihoon estaba tan sumergido en sus pensamientos que apenas y notó la pequeña figura que pasó al costado del aula donde se hallaba tomando clase. El tiempo de pronto se hizo más lento, y la voz del maestro, aún más lejana. Su asiento en la esquina más apartada de la puerta ahora le parecía el infierno. No lograba apreciar en su totalidad a aquella persona que parecía desfilar con gracia a través de las ventanas que decoraban el lateral del aula. Parecía un ser diminuto, de cabello oscuro claramente alborotado, y la piel tan nívea que podría jurar haber visto un lunar en su cuello a los malditos siete metros de distancia que les separaban. Sólo alcanzó a ver unas gafas negras cubriendo la mitad de su rostro antes de que su presencia se perdiera en la esquina del corredor. A Jihoon se le antojó haber visto un pequeño conejito.
Cuando las siguientes clases hubieron terminado, Jihoon salió del salón con una extraña sensación recorriendo todo su cuerpo. No prestó atención a ninguna clase, e incluso la maestra de geografía le reprendió cuando le pilló estando con la mirada perdida en la pared. Algo dentro de él lo llevó a recorrer el mismo camino que había tomado aquella persona horas atrás. Tal vez las ganas de esfumar su aburrimiento, o tal vez las ganas de volver a ver aquel cuerpo que se había quedado plasmado en su mente a tan sólo una mirada. Sus pasos era lentos, pero estaban claramente llenos de curiosidad e intriga. Pasó los salones de primer grado, después los de segundo, y por último, llegó al edificio de los alumnos superiores. ¿Acaso aquella persona era mayor que él?
Siguió caminando y se encontró con la sorpresa de que los alumnos de tercero aún no salían de sus salones, y luego de unos minutos recordó con fastidio que los menores salían diez minutos antes que los demás. Y sin previo aviso, la campana sonó otra vez. De pronto, y como si de una manada se tratase, todos los alumnos que se hallaban aún en aquel edificio fueron saliendo con prisa y por montones. Jihoon podría haber estado intimidado de todos aquellos chicos con cuerpos grandes y desarrollados de no ser porque él también tenía uno, e incluso pasaba desapercibido por entre la multitud.
Se hizo paso entre la gente, entre confuso y ansioso, y a lo lejos, perdido entre el mar de personas, le vio.
Una vez más, y con el mismo anonimato con el que había caminado frente a la ventana de su salón, estaba él. Había muchas personas rodeándolo, y su imagen era apenas visible, pero Jihoon sabía que aquel cabello negro y esponjado sólo podía ser de esa persona. Y siguiendo sus instintos, apresuró el paso a su encuentro.
La gente seguía pasando a sus costados, chocando con algunos de vez en cuando, tratando de no pisar a nadie, y cuidando de que el pequeño ser no se fuera a escapar de su vista. Pero lamentablemente, después de unos cuantos pasos, Jihoon ya no podía encontrarlo por ninguna parte.
Caminó entonces en la misma dirección, y advirtió su presencia dando vuelta en la esquina de un salón. Corrió rápidamente detrás de él, pero cuando volteó en la mismo lugar, el otro ya se había vuelto a perder. Desesperado, Jihoon siguió corriendo, tratando de llegar a donde se encontraba el pequeño de cabello negro. Corrió y corrió hasta que sus pies ya no pudieron más. Había buscado en todas partes. En todos los salones, en el gimnasio, en la cafetería, e incluso en los tres baños diferentes que tenía la escuela. Todo había sido inútil, Jihoon nunca lo volvió a ver.
Y como si el destino se estuviera burlando de él, la campana sonó de nueva cuenta, diciéndole que debía regresar a tomar la molesta clase de literatura. Y mientras caminaba hacia su salón, llegó a ver el jardín que se asomaba al lado de la cancha de soccer, y lo apetecibles que se veían las sombras de los árboles. Decidió saltarse la clase.
Pasó por los diminutos corredores llenos de flores de distintos colores, y llegó al frondoso roble que enmarcaba el césped verde y brillante recién cubierto de agua. La sombra que aquel árbol llegaba a hacer era inmensa, pero Jihoon prefirió no sentarse al frente donde algún maestro pudiera verlo haciendo travesuras, así que con calma y a paso lento, fue girando alrededor del árbol para llegar a su parte trasera.
Después de eso, Jihoon estaba en shock.
Lejos de encontrarse con la sombra del árbol completamente vacía, un pequeño cuerpo se hallaba recostado, con la espalda ligeramente pegada a la cálida madera del roble. Tenía la cabeza inclinada hacia la izquierda y los anteojos a punto de caer. La visión era tan exquisita que por un momento Jihoon se olvidó de respirar. Los minutos seguían pasando y lo único que le devolvió el alma de nuevo a su cuerpo fue el suave viento chocando contra su mejilla. Notó entonces el mullido cabello del pequeño meciéndose al vaivén de la brisa, moviéndose con ligereza, acariciando su propio rostro. Tenía los ojos cerrados débilmente, y sus labios rosados estaban entreabiertos.
Jihoon se quedó quieto, tratando de controlar aquellos latidos subiendo por su pecho, haciéndose cada vez más audibles. Nunca había visto una persona tan hermosa y perfecta. Se sonrojó ante sus propios pensamientos y dejó escapar una sonrisa de sus labios.
Se sentó a su lado cuidando de no despertarlo, y tomó con nerviosismo la mano de aquel chico entre la suya.
"Por fin te encontré, Taeil..." susurró con voz grave pero sutil, y se quedó dormido junto a él.
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