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Desde ese día en que lo conocí por Hikaridesu

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Notas del capitulo:

Este fic lo escribí en clases xD en vez de prestar atención a lo que dicen los profesores (?)

Ojalá les guste.

Kikwang y Dongwoon son mayores que Yoseob.

Recomendación: no lean las notas finales antes de leer el fic (aunque se mueran de la curiosidad)

Ir a la biblioteca solía ser el mejor panorama que podía imaginar; estar rodeado de grandes héroes y mundos de fantasía, sumirme en un mundo perfecto mientras el silencio inundaba la habitación, llenarme las fosas nasales del olor a papel viejo, cuando me daba un tiempo para descansar de la lectura.

Recuerdo que era el decimo tercer día que llevaba de vacaciones, ese día me había despertado muy temprano y el inminente calor que azotaba a la ciudad me incitó a ir a la biblioteca, la que siempre estaba fresca.

— ¿Vas a ir a encerrarte ahí de nuevo? —me preguntó Jinki, mi vecino, cuando me vio saliendo.

—Sí, es el día perfecto para eso —le dije cortésmente, pero sin dejar de caminar. No es que no me agradara, pero no solía socializar mucho con nadie de mi edad, simplemente no comprendía la forma de ser de los adolescentes.

Seguí caminando por ese camino que tantas veces había recorrido y, aún cuando recién comenzaban mis vacaciones, ya había estado varias veces allí. En ese momento estaba enfrascado en una apasionante trilogía de C. S. Lewis que contaba la historia de un matemático que viajaba a planetas desconocidos. Si bien el estilo de narración se me hacía un poco tedioso, la historia en sí era muy interesante, así que de todas maneras me estaba esforzando en terminarla; ya solo me quedaba un libro y era el más largo.

 

Llegué a la biblioteca y fui al mesón de atención para registrar el libro que iba a pedir. Dongwoon, igual que siempre, me recibió con una sonrisa.

—El salón ese al que te gusta ir a leer… —comenzó diciendo Dongwoon— está ocupado con una actividad, así que no podrás leer ahí, pequeño.

— ¿Enserio? Que mal. Bueno, y ¿Dónde puedo leer?

—Es una biblioteca —dijo él con una pequeña risa— puedes leer en cualquier lado.

—Ah, sí, verdad, que soy tonto —me golpeé levemente la cabeza, mientras reía bobamente.

Con una inclinación de cabeza me fui por un largo pasillo en busca del lugar idóneo para leer. Comúnmente me gustaba sentarme al lado de una ventana, para mirar el paisaje cuando se me cansaba la vista, y era en parte por eso que me gustaba tanto ese salón del segundo piso. Llegué al final del pasillo y giré a la izquierda, el lugar al que ingresé tenía cuatro estantes dobles, repletos de libros; de psicología, artes, historia. En general… humanidades.

Me senté en un mullido sillón de cuero, pero era demasiado blando y me hundí, así que me cambié de asiento a uno de mimbre. Frente a mi había un mesa que estaba pegada a la ventana, con varias sillas para el público. Había un par de ancianos leyendo el diario, pero no le tomé importancia, en cambio, mi vista se fijó en un chico que nunca antes había visto —aún cuando mi ciudad no es muy grande—, era extraño y rápidamente me llamó la atención. Tenía el cabello morado y la piel blanca, sus labios rosados estaban abultados en una especie de puchero, y se notaba en toda la expresión de su rostro lo concentrado que estaba.

Estuve durante un rato observándolo, hasta que se percató de mi intensa mirada y volteó a encararme, pero no me miraba con enojo, sino más bien con una expresión entre miedo y confusión.

Desvié mi mirada al instante, no sé si por vergüenza, incomodidad, o esa sensación de vacío que me provocó ver su rostro. Creo que más por esta última. Cuando giró su rostro a verme un escalofrío recorrió mi cuerpo completo y una sensación de angustia se apoderó de mi corazón. Sin duda fue una de las sensaciones más extrañas que he sentido en toda mi vida.

Seguí leyendo, pero por más que pasaba de línea a línea no lograba entender nada. Desviaba sutilmente mi mirada a ese chico, pero una de las veces que volteé a verlo ya no estaba. Me decepcioné, debo admitirlo, pero no había nada que pudiera hacer, más que seguro que lo había incomodado y por eso se había ido.

Estuve unas horas más leyendo y luego me fui a mi casa, ya era tarde y tenía hambre. Me despedí de Dongwoon y salí. El calor del que horas antes me quejaba, ahora ya no estaba y caminé tranquilamente a mi casa.

 

Al día siguiente no hacía tanto calor, así que fui más tarde de lo común. Una parte de mi quería volver a verlo. Una parte de mi quería volver a verlo, pero otra parte se negaba a la idea ¿Qué pensaría de mi? ¿Qué lo estaba acosando? No quería que eso sucediera.

Entré a la biblioteca y saludé rápido a mi hyung, él me dijo que la sala que tanto me gustaba estaba desocupada, pero a penas lo tomé en cuenta y seguí caminando, ya tendría que disculparme luego, por haberlo dejado hablando solo. Caminé por ese mismo pasillo que había recorrido el día anterior, mi corazón palpitaba por la ansiedad y mis manos sudaban. Ese pasillo era como un camino sin retorno, lo presentía.

Y cuando llegué a sentarme al mismo asiento de mimbre, él estaba en el mismo lugar que el día anterior. Estuve leyendo y dirigiéndole miradas furtivas de vez en cuando, procurando que esta vez no se diera cuenta. Hasta que llegó la hora de cerrar.

—Yoseobie, ya tienes que irte, es la hora de cerrar —era Kikwang, ese chico que se encargaba de ordenar los estantes; no lo conocía mucho, pero me agradaba.

—Está bien, ya me voy —volví a mirar a la mesa y el chico de cabello morado de nuevo había desaparecido—. Adiós, Kiki, nos vemos mañana.

— ¿No te dijo Dongwoon? Mañana no abrimos, llega la nueva entrega de libros y luego de registrarlos hay que ordenarlos en los estantes.

—Está bien —dije con un aire de tristeza, no porque no pueda leer en mi casa, tampoco era la gran cosa no ir a la biblioteca un día. Era más que nada porque no podría ver al misterioso chico de cabello morado.

Después de ese día seguí yendo continuamente a la biblioteca y siempre lo veía ahí y luego cuando me descuidaba, él desaparecía. Luego de observarlo durante tanto tiempo me había dado cuenta de ciertas cosas, como que humedecía sus labios casa cierto rato, solía mirar por la ventana mientras movía sus dedos sobre la mesa, cuando se daba cuenta de que lo miraba paseaba sus dedos nerviosamente por entre sus cabellos; y, a pesar de que muchas veces me descubrió observándolo, nunca me dijo nada, nunca se movió de su puesto.

Pasaron los meses y el verano acabó, yo volví a clases y cada vez tenía menos tiempo para ir a la biblioteca, pero siempre procuraba ir al menos una hora al día, solo para verlo. Y algo me llamó mucho la atención; durante todos esos meses, él siempre leyó el mismo libro, y siempre iba en la mitad, nunca lo veía avanzar, aún cuando sí lo veía leer.

Llegó el invierno y producto de las fuertes lluvias la biblioteca casi siempre estaba vacía; los ancianos que se sentaban cerca de ese chico a leer el diario, ya no aparecían por el lugar y eso lo hacía acogedor, sentir que —aparte de los funcionarios— éramos las únicas personas en ese lugar me llenaba de esperanza, pero ¿Esperanza de qué? ¿De hablarle, o de que él me hablara? Después de todo ese tiempo yo ya había empezado a desarrollar sentimientos por esa persona, por ese extraño, solitario y silencioso chico, del que ni siquiera sabía el nombre. Pero un día en el que ya no pude soportar más ese abrumador silencio, me acerqué a él decidido a hablarle.

—Hola —fue lo primero que dije, él solo me miro y yo me congelé al instante. Esa sensación de angustia se había apoderado de mi pecho, pero seguí adelante; lo que quería era conocerlo, y eso era lo que iba a hacer—: ¿Cómo te llamas? —No respondió, así que continué—: yo me llamo Yoseob, gusto en casi conocerte —dije con una risa mientras le extendía la mano.

Él me miró por un momento con total incertidumbre y luego extendió su mano y tomó la mía delicadamente, tenía la piel fría, muy fría, se me había erizado la piel del brazo al sentir el contacto de su mano contra la mía.

—Junhyung —dijo todavía sosteniendo mi mano.

— ¿Perdón?

—Que me llamo Junhyung, también es un placer conocerte, aunque lo encuentro muy extraño… —dijo esto último con un tono de voz casi imperceptible, pero como el ruido de la lluvia había cesado en ese momento, pude oírlo, y ciertamente no sabía a qué se refería.

— ¿Te gusta venir a la biblioteca? —pregunté, pero me sentí estúpido, la respuesta era obvia. Retiré mi mano con cuidado a la espera de su respuesta.

—No lo sé, creo que estoy acostumbrado —bueno, la respuesta no parecía ser tan obvia como había creído—, tampoco puedo ir a ningún otro lugar.

Iba a preguntar el por qué, pero vi lo tenso que se puso y como bajaba la cabeza en señal de tristeza. Así que me contuve.

— ¿Qué libro estás leyendo? —apelé al único tema que creí teníamos en común.

—“Crónicas de una muerte anunciada” ­—me respondió mientras hojeaba el libro— García Márquez.

—Y ¿Por qué siempre te veo leyendo el mismo libro? ¿Tanto te gusta? —ese tema de verdad me intrigaba mucho.

—No puedo avanzar, no porque no quiera, simplemente no puedo, no sé por qué.

Le arrebaté el libro de sus manos y lo hojeé detenidamente, cuando llegué a esa parte en la que él había quedado me detuve, las páginas siguientes solo eran páginas en blanco, pero al voltear la hoja las letras poco a poco comenzaron a aparecer.

—Tú puedes —dijo él— tú puedes leerlo. Léelo para mí, por favor.

Lo miré un instante y comencé a leer, pero no pasó mucho rato hasta que llegó la hora de cerrar y llegó Kikwang a avisarme que me debía ir, a Junhyung no le dirigió la palabra, ni tampoco la mirada, luego de eso se fue.

— ¿Vienes? —le pregunté a Junhyung, al ver que no se paraba.

—Adelántate, yo salgo después.

Le esperé a la salida, quería caminar junto a él, pero no salió, solo vi a Dongwoon, Kikwang y los demás trabajadores del lugar y lo último que vi fue que cerraban la entrada principal con llave. Me fui a mi casa cabizbajo, sin comprender nada de lo que ocurría.

Pasaron los días y yo iba cada vez que podía a la biblioteca, pero cada vez se me hacía más difícil, porque comenzaba la temporada de exámenes y mi madre me exigía que estudie.

Al final dejé de ir porque mis notas eran deficientes y necesitaba estudiar más. Cuando volví, luego de un mes, él me estaba esperando y al verlo  me di cuenta de algo de lo que no me había percatado antes; él me gustaba mucho, más de lo que yo creía y ya no había nada que yo pudiera hacer para remediarlo.

—Te demoraste en volver —me dijo a penas me vio entrar en el salón.

—Lo siento —susurré— estuve un poco ocupado.

—Está bien ­—me contestó con una linda sonrisa— ¿Seguimos leyendo?

Tomé el libro que me extendía y me senté a su lado para continuar donde había quedado, no me fue difícil encontrar la página, pues el resto del libro todavía estaba en blanco.

El libro no era largo, tenía alrededor de 200 páginas y con letra grande, pero aún así me demoraba en leerlo; en parte por la incertidumbre que me provocaba el saber que iba a pasar una vez que lo terminara, y porque siempre nos deteníamos en mitad de la lectura para conversar acerca de otras cosas. Por lo general hablábamos de mi vida escolar, de mis gustos, mi familia y mis aspiraciones, pero nunca hablábamos de él; una sola vez intenté tocar ese tema, pero lo dejé porque él se había puesto demasiado incómodo y eso también me había incomodado a mí.

Un día cuando estaba a unas páginas de terminar el libro me atreví a preguntarle          que haríamos después, nada, fue lo que me respondió. Esa noche no pude evitar llorar, cabían tantas posibilidades en esa palabra. Y para ese entonces yo estaba perdidamente enamorado de Junhyung.

Volví a los dos días porque sabía que me costaría verlo a la cara y tal vez terminaría llorando, pero me había propuesto ser fuerte y terminar de una vez el libro. Tal vez después, aunque no leyéramos nada, yo podría observarlo desde donde lo veía antes, pero sin duda no sería lo mismo.

Entré a la biblioteca y me dirigí al mesón para cambiar el libro que estaba leyendo, cuando pasó Kikwang con muchos libros en sus brazos y sin darse cuenta chocó con una pila de periódicos, que estaban junto al mesón.

—Torpe —le dijo Dongwoon burlándose de él, pero luego le ayudó a recoger el desorden que había causado.

Yo me fijé en uno de los periódicos que estaba tirado en el suelo. Aparentemente no tenía nada de especial, pero tenía una foto de Junhyung en la portada. Era una foto donde aparecía él con el pelo negro y se veía más joven de lo que era en ese entonces. En un principio no encontré nada raro, pero cuando comencé a leer el artículo las lágrimas no se hicieron esperar, el artículo hablaba del día en que Junhyung murió, lo habían asaltado cuando salía de la biblioteca y como se negó a entregar lo que tenía, lo apuñalaron y cuando estuvo en el suelo lo patearon sin piedad.

Sin soltar el diario salí corriendo a ese salón con la esperanza de encontrarlo ahí, pero mi intento por volver a verlo fue frustrado por Dongwoon, quién quería saber qué me ocurría.

— ¿Entonces por qué estás llorando? —volvió a insistir ante mi negativa.

—Es por él —dije apuntando a la imagen de Junhyung— yo lo conocía —y mi mejilla se vio húmeda nuevamente por las renovadas lágrimas que la recorrían, mi respiración se hizo irregular  y comencé a hipar, y aún no lo podía creer.

—Pero eso pasó hace mucho tiempo —dijo para intentar tranquilizarme mientras me acariciaba la espalda—, fíjate en la fecha, fue hace un año, mañana es el aniversario de su muerte.

Con un poco de incredulidad me fijé en la fecha, y sí, era de hace un año, e incluso el periódico estaba amarillento por el tiempo que estuvo guardado. Pero eso era imposible, yo había conocido a Junnie hace apenas 8 meses y hace tan solo dos días lo había visto.

Dejé el periódico en su lugar e ignorando todos los llamados de Dongwoon fui a ese salón y cuando entré mi corazón latía frenético, ya sentía que se me salía por el pecho de lo fuerte que palpitaba. Y ahí estaba él, esperándome con una sonrisa y el libro abierto, listo para que yo comenzara a leer.

—Explícame qué pasa —exigí a penas lo vi. Todavía no paraba de llorar y me acerqué para abrazarlo. Estaba frío, justo como la primera vez que le hablé.

— ¿A qué te refieres? —preguntó con aquella expresión de miedo y confusión.

—Por favor dime que no estás muerto, dime que fue otra persona quien murió hace un año… dime… que todo esto que hemos vivido no fue una simple mentira, por favor… dime que de verdad existes.

Él solo me apretó más fuerte contra su cuerpo y nos quedamos así por unos momentos hasta que él habló.

— ¿Es posible para un fantasma enamorarse? ­—me preguntó mirándome directo a los ojos— Yoseob, ¿Es posible sentir tanto amor por alguien cuando se supone que estoy muerto? Escúchame, te estoy diciendo que te amo, aunque suene imposible.

­— ¿Qué pasó? —pregunté en vez de decir “te amo”.

—Siempre me sorprendió que pudieras verme, nadie más ha podido verme antes, excepto tú.

— ¿Y por qué estás aquí?

—Al principio no lo sabía, pero luego vino alguien llamado Hyunseung, dijo ser un ángel y dijo que no podía irme por este dichoso libro —dijo tomando a García Márquez en sus manos— luego vino otro, pero era diferente, era más sombrío, dijo llamarse Doojoon  y él me dijo que tenía un plazo de un año para leerlo, y una vez lo termine me tengo que ir —concluyó en un susurro.

Al igual que yo no quería dejarlo ir, él ahora no quería irse, aún cuando era todo lo que quería en un principio.

—No quiero irme —me dijo con una hermosa y cristalina lágrima corriéndole desde los ojos—, no desde que te conozco. Por favor, no dejes que me vaya —ante esas últimas palabras ya no pude contener las lágrimas que había intentado no derramar. Me volví a abrazar a él, sintiendo como rodeaba mi cintura con sus brazos.

—Junhyung… —me aparté un momento para mirarlo a la cara— tú sabes que debes irte, tú… dejaste de pertenecer a este mundo hace ya un año…

— ¿No me quieres? —me preguntó posando sus frías manos en mi rostro.

—Te amo, más de lo que debería —dije seguro de mis palabras—, pero debes comprender que esto no nos hace bien; a mí, porque tú ya no estás en este mundo como deberías, y a ti, porque no puedes fingir que tienes una vida —mis palabras sonaron duras, pero él pareció comprenderlas.

—Sigue —pronunció dificultosamente luego de un rato— sigue leyendo… termina el libro.

Acaté su orden antes de que yo mismo me arrepienta. Tomé el libro entre mis manos y nuevamente contemplé como las letras iban apareciendo poco a poco. Comencé a leer, pero mi voz se entrecortaba por las lágrimas y por la congoja que me producía la situación.

Después entro en su casa por la puerta trasera, que estaba abierta desde las seis, y se derrumbó de bruces en la cocina”.

Y al fin terminé, las últimas palabras que reproducían mis labios salieron más dificultosas que las anteriores.

De un momento a otro hubo un destello en el lugar y aparecieron dos personajes; uno era hermoso y de rasgos finos, cabello rojo y vestía de blanco, a él lo identifiqué como Hyunseung y el otro debía ser Doojoon, él era alto —aunque no más de Dongwoon—, vestía de negro al igual que su cabello y tenía un largo abrigo que cubría toda su figura, en su rostro estaba presente una fría mirada con la que analizaba todo a su alrededor.

—Tenemos que irnos —dijo Hyunseung en un tono cálido.

—Y debes apurarte, antes de que me canse y te lleve al lado contrario —dijo en un tono más frío, Doojoon.

Yo lo miré en un momento y vi la tristeza reflejada en su rostro. No quería dejarlo ir y él no quería irse, pero ambos sabíamos que no había otra opción.

Posó sus manos en mis mejillas y lentamente fuimos acortando la distancia; por primera vez nos besamos. Sus labios eran tan fríos como todo lo demás en él, pero eran suaves y extrañamente dulces, de cierta forma el beso era placentero. Hyunseung y Doojoon nos miraban extrañados, supongo que ellos no eran capaces de sentir las mismas cosas que los humanos. Nos separamos y nos miramos profundamente, pues sabíamos que sería la última vez. No pude evitar contener las lágrimas, pero Junhyung las detuvo con sus pulgares que rozaban mis mejillas.

—Adiós —me dijo con una dulce mirada— nunca olvides que te amo —susurró antes de desvanecerse en el aire junto con los otros dos.

—Yo también te amo —dije al aire.

— ¿A quién amas? —me preguntó Kikwang con una sonrisa divertida.

—A nadie —logré pronunciar— me tengo que ir —y de inmediato salí corriendo de la biblioteca sin mirar atrás. Me sería difícil volver a ese lugar en el futuro, de eso estaba seguro.

Llegué a mi casa ignorando el llamado de todos a mi paso; Jinki; mi vecino, mi madre y mi hermano. Todos me preguntaban que me pasaba, al verme caminar tan rápido y con lágrimas en los ojos.

Pasaron los días y yo no me sentía preparado para salir de mi cuarto, mi madre me llevaba comida porque estaba preocupada, y siempre me pedía que saliera y habláramos, pero  yo no sabía que decirle, así que simplemente deje que la tristeza me consumiera y, solo, lentamente, comencé a recuperarme y por fin salí de mi habitación, volví a clases, a mi vida habitual, tal y como era antes de conocerlo, pero definitivamente no era lo mismo, porque algo en mí había cambiado. No podría jamás borrar su existencia de mi memoria, ni mi corazón.

Y pasaron 3 meses con mi vida casi normal, hasta que me sentí preparado para cerrar el ciclo. Tenía planeado ir al cementerio y buscar su tumba, despedirme de una vez de Junhyung y por fin dejarlo ir, ya no podía seguir aferrándome a algo que no iba a volver.

 

Entré al cementerio todavía un poco temeroso de lo que pudiera pasar, aunque no era como si fuera a salir de la tumba o algo así. Me costó un poco encontrar la tumba, pero con ayuda del cuidador, lo logré. Había llevado flores, así que comencé a colocarlas en orden en los maseteros que estaban dispuestos para esto.

Me quedé un momento contemplando el frío cemento, decorado apenas con las flores que yo había llevado, pensé en hablarle, pero lo encontraba un poco estúpido así que no lo hice. Giré a la derecha porque por el rabillo del ojo logré ver que alguien se me acercaba y al verlo casi me caigo de espalda… era Junhyung, lo estaba viendo de nuevo, pero tenía el cabello castaño. Sentí como mis  ojos se humedecían y una enorme tristeza me invadió, pero no deje que me dominara:

— ¡¿Qué haces aquí?! —Le grité, pues estaba cansado de sentirme así— ¡Déjame tranquilo para poder olvidarte! ¡Se supone que tú estás muerto!

Él me miró entre divertido y triste, una expresión realmente extraña, pero se veía sumamente guapo… para estar muerto

—Te equivocas —me sonrió ladinamente­—, creo que me confundes con mi hermano. Yo me llamo Jae Soon, quien murió hace un año fue mi hermano gemelo —cambió un poco su expresión, se notaba que tocar el tema aún le dolía— ¿Tanto me le parezco?

—Sí, bastante —reí nervioso—. Perdón no quería gritarte

—No te preocupes. ¿Cómo te llamas?

—Yoseob —le extendí la mano, él  la tomó y al momento del tacto sentí algo completamente diferente que con Junhyung, pero igual de agradable.

~Fin~

Notas finales:

Por si no sabes Jae Soon es el nombre que tenía Junhyung antes de cambiarselo xd

Por si se lo preguntan; no le puse 'muerte de un personaje' en las advertencias, porque tecnicamente Junhyung no se muere en el transcurso de la historia.

Si es que lo leyeron y llegaron hasta aquí; muchas gracias por tomarse su tiempo en leer mis ideas locas de cuando estoy en clases(?) mentira, esta idea loca es de un día que salí con un amigo xd [sí, porque yo también tengo vida(?) aunque no parezca xd]

Los amo amantes del JunSeob y a los que leyeron esto xd ♥


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