No sabía cuando había empezado todo aquello, ni tan siquiera sabía que lo había causado. Pero no era tonto y presentía que era lo que estaba pasando, la monotonía los estaba matando y eso que sus vidas eran de todo menos convencionales.
Esto no se parecía en absoluto al principio, era tan evidente que el final estaba cerca pero ninguno quería verlo, era demasiado cómodo seguir en la ignorancia, se habían acostumbrado el uno al otro.
Ya no se decían te quiero y el sexo era solo automático, no tenían esa necesidad de reducir el espacio lo más humanamente posible.
Se besaban porque era necesario para mantener esa fachada en la que ambos estaban tan cómodos, pero lo cierto es que cuando Gustav miraba a Georg ya no sentía ni la mitad de cosas que antes y podría jurar que al otro le pasaba lo mismo.
Tenía miedo, le aterraba que decirlo en voz alta lo hiciese más real y sabía que tendrían que hablarlo pero el resultado de esa conversación iba a hacerles daño.
Siguió adentrándose en la casa, acariciando las paredes que guardaban tan buenos recuerdos de antes, de cuando las cosas aún marchaban bien. Habían hecho el amor en cada rincón de la casa con la escusa de estrenarla, las cenas con sus familias, tantas cosas…
Georg iba delante y aún así Gustav se sentía solo entre esas cuatro paredes cargadas de significado.
Lo cierto es que se sentía aliviado, no habían discutido en todo el día y eso que últimamente parecía que no sabían hacer otra cosa, estaba tan cansado.
Ahora todo era tan frío, no había ese fuego en la mirada del otro, ni ese calorcito cuando se decían cosas bonitas que cada vez escaseaban más y tenían un regustillo a mentira.
Cuando el otro abrió la puerta le llego su olor. Georg olía a limpio y a casa, pero ya no era tan embriagante como al principio, nada lo era ahora.
Estaban ambos tumbados en la cama después de haber intentado, sin éxito una vez más, hacer el amor. Se sentían tan vacios que las palabras fluyeron sin que pudieran postergarlo y las temidas lágrimas llegaron.
Había sido tan intenso que se había extinguido sin remedio. Lo dieron todo con tanta pasión que se habían cansado de ello y llego el momento en que todo se sentía tan vacío, tan monótono…
Vivian el uno por el otro, todo era tan perfecto, tan precioso que se habían estragado de tanta dulzura; después de todo, nada dura para siempre, nada es eterno. Estamos tan acostumbrados a la imperfección que nada perfecto puede durar.
Todo había sido tan efímero y tan intenso a la vez.
Un suspiro escapo de sus labios. Se miraron a los ojos y lo supieron, su amor se había terminado, se había gastado de tanto usarlo.
Decidieron darse un tiempo, continuar cada uno por su lado y esperar a ver si el amor volvía. Seguir como amigos por el bien de todos.
Al día siguiente ambos abandonaban la casa, ninguno quería permanecer ahí y antes de irse se dieron un último beso, por primera vez en meses se sintió real y Gustav vio en los ojos de Georg un resquicio de aquel brillo de antaño. Tal vez no todo estaba perdido, tal vez solo necesitaban espacio, echarse de menos…
Eso solo el tiempo lo diría.