Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Abs por taptap

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno, después de casi un mes sin pasar por aquí, de haber perdido las pocas buenas ideas que tengo y de haber recuperado la inspiración a modo de señal wi-fi defectuosa... Vuelvo con un Eunhae.

En un intento bastante patético de justificar mi ausencia, pido mil perdones por no haber hecho mis deberes en esta página (en cuanto a comentarios y todo eso). ¡Que quede claro que no paso de nadie! 


Bueno, no tengo nada más que añadir.

Ah, sí, esto es fruto de la tensión de los exámenes.

-          Mira qué he encontrado.

Cogí el papel que Donghae zarandeaba delante de mí, a la vez que apagaba el televisor. Otra vez me había fastidiado mi programa favorito.

-          ¿Necesitan actores?

-          Sí

-          ¿Guapos?

-          Sí

-          ¿Con experiencia?

-          Ajá

-          ¿20 cm?

Donghae me miró sorprendido y cogió el papel. Resulta que la última parte del anuncio no la había leído.

-          Pues sí, eso pone.

-          ¿Te has dado cuenta de que es para una peli porno, no?

Hae asintió, sentándose a mi lado y enredando sus brazos en mi cintura. Decía algo parecido a que era el perfecto candidato para el trabajo, que sus anteriores parejas avalarían cualquiera de los requisitos y que era el momento perfecto por que no tenía a nadie.

-          Mañana es el casting – dijo acariciando mi brazo - ¿Me acompañaras?

-          Sí, sí, claro.

-          ¿No te importa?

-          Para nada. Mañana tengo el día libre y no sabía qué hacer.

Si saber muy bien el porqué, me levanté, dejándolo solo y confundido. ¿No sabía qué hacer? Venga ya, cuando intento parecer más imbécil de lo que normalmente soy debo reconocer que me supero. De todas las cosas en este mundo que no eran nada recomendables para mí en aquel preciso momento, era ver el casting de Hae para una película porno. Entré en la cocina, dispuesto a cocinar alguna cosa mínimamente saludable y que me distrajera un poquito.

Un plátano, huevos, pepinos…

-          ¡¿DIOS, PORQUÉ HABRÉ DICHO QUE SÍ?!

-          ¿A quién le has dicho que sí? – Hae me miraba desde la puerta.

-          Oh, me he preguntado a mí mismo si quedaban patatas fritas y me he autorespondido que sí…Y bueno, que no, que no hay patatas.

Donghae se acercó a mí, sonriendo de manera tierna como era habitual. “Demasiado inocente para que lo perviertan en el mundo del porno”, pensé. Me abrazó, juntado sus labios a mi cuello y provocándome un ligero cosquilleo.

-          Significa mucho que mañana vengas a verme.

-          No es nada. Al fin y al cabo, soy tu mejor amigo, ¿no?

-          Sí… - se quedó pensativo - ¿Y si no se me…?

-          Oye – dije pidiéndole que parara -, una cosa es que te acompañe, la otra que ejerza ahora de psicólogo en relación a tus futuros gatillazos en plena acción. Tú no te preocupes, mañana seria un día como cualquier otro, solo que te van a pagar por beneficiarte a alguien.

-          Dicho así, haces que me sienta como una prostituta barata…

-          Por algo se empieza Lee Donghae, ¡ya subirás tu caché más adelante! –dije riendo.

 

Mentiría si dijese que no estaba nervioso; no había dormido más de 2 horas. Hae parecía emocionado, cantaba en la ducha y, de tanto en tanto, soltaba algún gritito de emoción. ¿Tanta ilusión le hacía? Le podría haber buscado una novia antes.

-          ¡Hyukkie! ¡Ven!

Llegué al baño y me lo encontré sin toalla, con toda su virilidad al aire mientras el sonreía. Sin darme cuenta, mis pensamientos volaron muy lejos de allí e imaginé como sería tenerle solo para mí, así, sin ropa…

-          ¿Qué? ¿Cómo lo ves?

-          ¿El qué?

-          ¡Esto! – dijo señalando su entrepierna.

-          Pues normal, Hae, normal. ¿Cómo quieres que lo vea?

No sé de donde saqué las fuerzas para decirle que lo veía todo normal, porque eso de normal no tenía NADA. Sabía que mi pescadito estaba bien dotado, pero aún conociéndonos desde hace varios años, no lo había podido comprobar.

De repente, sin darme cuenta Hae cogió mi mano, guiándola directamente hacia su miembro.

-          ¡¿Qué haces?!

-          Es que quiero que la toques… - dijo con un tono infantilón.

-          ¿Has bebido o algo?

-          ¡No! Solo es que me he puesto crema hidratante y está suavecita.

Mi cara debía ser un poema. Él seguía mirándome con cara de confusión, sin entender aún por que no quería tocarle sus partes. Definitivamente, cada minuto que pasaba me confirmaba que nunca podría servir como actor porno, era demasiado inocente. También, con cada minuto que pasaba me daba cuenta de lo mucho que estaba enamorado del imbécil exhibicionista que tenía delante y de la rabia que me provocaba que, en unas horas, una pechugona con pelos de barbie putón se lo iba a beneficiar.

 

Subimos al coche sin dirigirnos la palabra; lo cierto es que estaba enfadado conmigo mismo. Sonaba una canción en la radio que no supe reconocer, pero que hacía que las piernas de Hae se movieran inconscientemente: él y su pasión por el baile. De no ser por las familias que ambos teníamos, que nos obligaron a estudiar una carrera universitaria, nos habríamos dedicado al baile. Durante más de una noche de borrachera, hemos fantaseado con la idea de tener una escuela de baile propia, de formar un dúo de bailarines y recorrer el mundo al ritmo de cualquier música que nos permitiera cumplir nuestro sueño. Claro que también compartíamos nuestras frustraciones por no ser capaces de encontrar el amor.

El amor. Ese fue uno de mis temas primordiales en el top ten de las preocupaciones de un estudiante universitario. En primer lugar se encontraban los exámenes, a lo que le seguían los trabajos y rematábamos con querer encontrar a la mujer perfecta. Pero a lo largo de mi corta vida estudiantil, me di cuenta de que no se trataba de encontrar a la mujer ideal, sino de encontrar al hombre ideal.  Desde bien pequeño había algo en mi interior que no estaba bien, que no encajaba con lo que los otros niños pensaban o decían. Yo nunca quise unos pechos redondos y bien colocados a los que agarrarme; cualquier torso bien formado pasaba por delante.  Pero claro, eso Hae no lo sabía.

Éramos amigos desde que el mundo era mundo, así que lo compartíamos todo. La merienda, las tardes y hasta la carrera universitaria que nuestros padres escogieron por nosotros: al menos, las ciencias económicas no se nos hacían tan aburridas.

-          Hyukkie, es aquí.

Su mano rozó la mía, que se encontraba encima del volante. Sin darme cuenta la aparté, asustado, como si con un simple roce adivinara todo lo que había estado pensando hasta el momento.

-          Ya es desgracia enamorarme de mi mejor amigo, que encima lo acompaño a un casting para una peli porno.

Donghae se dio la vuelta y metió la cabeza otra vez dentro del coche.

-          ¿Decías algo? – casi me pongo a llorar solo de pensar que me había escuchado.

-          Que vas a ser una estrella del porno.

-          Y tú comprarás todas las pelis que haga, ¿a qué sí?

-          ¡Qué remedio…!

 

Entramos en lo que se hacía llamar “sala de espera”. Estaba llena de gente joven, como nosotros, probablemente estudiantes universitarios en busca de un sobresueldo que les permitiera seguir adelante con sus estudios. Habían chicas realmente guapas, pero todas con cara de preocupación: la inmensa mayoría no deben haber visto una peli para adultos en su vida.

Nos sentamos en una de las sillas, y después de indicarle al responsable del lugar que era Hae el interesado en el trabajo, empezó una larga espera de dos horas. Mi pescadito no dejaba de jugar con mis manos, acariciándolas y dando suaves apretones que lo que me trasmitían es que estaba nervioso como un flan. Recostó su cabeza en mi hombro, dejándome oler otra vez el champú que había usado esa mañana.

-          ¿Has usado mi champú?

-          Sí, lo siento. Es que cuando estoy nervioso, tú me relajas y sentir el olor que haces habitualmente tan cerca de mí multiplica la sensación de tranquilidad. No volveré hacerlo.

Levanté nuestras manos entrelazadas hasta mi boca, depositando un suave beso en el dorso de su mano que hizo que se le escapara una leve risita.

-          ¿Sabes? A partir de ahora solo compraremos de mi champú, para que lo uses siempre que quieras.

En frente nuestro había una chica, sentada con las piernas cruzadas encima de la silla y mirando a un punto fijo de la pared. Parecía distraída, aunque de tanto en tanto, cruzábamos alguna mirada que le provocaba cierto sonrojo. Daba golpecitos con los dedos, a la vez que tarareaba suavemente una canción. Se dio cuenta de que la observábamos tanto Hae como yo, hasta que uno de los miembros que era parte del comité seleccionador llamó a Donghae.

-          ¿Lee Donghae?

-          Yo mismo.

-          Vamos para adentro. Ahora solo es la prueba física: si les parece bien tu cuerpo, pasas a la fase dos, sino, a tu casa.

Donghae volvió su mirada hacia mí, buscando un poco de ánimo aunque fuera mudo. Sonreí de manera falsa, intentando ocultar en mis ojos el deseo de que no pasara a la fase dos y volviéramos a casa inmediatamente. Desapareció por la puerta a la vez que la misteriosa chica de antes se sentaba a mi lado.

-          Perdona que te moleste pero, ¿es tu novio? – la miré sorprendido. Vaya confianzas…

-          No, lo cierto es que no.

-          Pero a ti te gusta, ¿no?

-          Sí –

-          Pero él no lo sabe…-

-          Exacto.

-          Pues deberías decírselo: a él también le gustas.

-          ¿Y cómo sabes tú eso?

-          Se os nota, por favor.

Se levantó y me dejó con la palabra en la boca. Quise acercarme, y preguntarle a qué venía todo ese rollo de psicóloga de baratillo, pero al cabo de pocos minutos entraron por la puerta Donghae con una chica colgada del brazo. Reían y hablaban de algo que no fui capaz de entender ya que ambos dejaron de hablar cuando llegaron a mi altura. La chica se despegó de Hae para sentarse al lado de la psicoanalista de turno y el pescadito volvió conmigo.

-          ¿Qué tal?

-          ¡Bien! Hemos pasado a la segunda fase – dijo sonriendo.

-          ¿Hemos?

-          Bueno, Susi y yo – señaló hacia delante y la chica de antes sonrió. – Nos han mandado aquí para que “pensemos en cosas guarras que nos gustaría hacer” y en diez minutos nos vienen a buscar.

Lo miré casi asustado. Había pasado a la segunda fase, y supuse que la tal Susi iba a ser la afortunada del día. Le acababan de decir que pensara en cosas guarras y que en diez minutos se lo llevaban a hacer sabe dios que. Empecé a hiperventilar mentalmente hasta que Hae empezó a darme golpecitos insistentes en el brazo.

-          Ayúdame a pensar cosas guarras.

-          ¿Perdona?

-          Sí, ya sabes. Tú has visto mucho porno en tu vida; supongo que de algo te acordarás.

Ése era el problema del porno. Una vez admitías haber visto algo de ello, te etiquetaban como un cerdo que solo servía en momentos como estos. Aunque claro, momentos como estos tampoco son frecuentes en la vida de las personas… Bah, el porno no sirve de nada. De todas maneras, Hae seguía allí esperando que lo ayudara. ¿El porno gay puede aplicarse a este momento? Claro, porque mi querido fishy no sabía nada de qué tipo de porno veía yo… Bueno, solo me quedaba la improvisación.

-  Hace poco vi una peli que empezaba con…

-  Hyukkie, al grano. Quedan cinco minutos.

- Vale. Imagínate una tía en pelotas, con unas tetas como dos carretas. – de repente, sentí como Hae agachaba la cabeza - ¿Hae?

Oí una risa acompañada de un golpe en mi brazo.

-          ¡He dicho que me ayudes a pensar guarradas, no que me hagas reír!

 

El mismo señor barbudo de antes entró en la sala llamando a Hae y a Susi. Ambos se levantaron de las sillas y Hae se acercó a mi oído para decirme algo.

-          Deséame suerte.

-          No la necesitas.

-          Es cierto. Estás aquí.

Sentí como el corazón se me salía del pecho. Era normal que Hae fuera excesivamente cariñoso conmigo, pero lo cierto es que nunca me había dicho algo así. Sabía que no iba con segundas, que no iba a decirme lo mucho que me quería ni que fuera su novio para el resto de nuestros días; pero me aferré a ello como un clavo ardiendo. Era lo más cerca que iba a estar de sentir que le importaba como algo más que un amigo.

La psicoanalista, amiga de Susi, volvió a sentarse conmigo, ofreciéndome una bolsa de pipas. Le di las gracias pero no las acepté: tenía el estómago cerrado.

-          Dicen que las pipas ayudan a calmar los nervios.

-          No estoy nervioso – mentí.

-          No, sólo estas a punto de salir corriendo detrás de tu amigo y suplicarle que no se acueste con mi amiga. También estas sopesando la idea de ir y decirle lo mucho que lo quieres.

La miré. Tenía razón.

-          Dame pipas, por favor.

 

No sé cuánto tiempo pasó hasta que alguien volvió a entrar por la puerta. El hombre barbudo volvía a estar allí, plantado en la puerta, buscando a alguien en concreto. Sacó un papelito de su bolsillo, y leyó algo que había escrito.

-          ¿Lee Hyukjae?

Lo miré confundido.

-          ¿Eres tú?

Asentí y me levanté lo más rápido posible. Yo no llevaba ningún número colgando ni había dado mi nombre al entrar, así que si me llamaban sería por Hae. ¡¿DONGHAE?!

-          ¿Le ha ocurrido algo? ¿Se ha desmayado? ¿Ha vomitado?

-          No, no y no. Está bien. Es solo que… necesita un poco de ayuda.

Llegamos a una sala mejor decorada que la anterior, con focos, cámaras y una mesa con cinco personas observando a Hae. Él estaba allí de pie, desnudo, sonriendo como nadie en este mundo. Hasta en el casting para una peli porno puede resultar adorable.

-          No hagas nada. Él no debe verte. - asentí y por una vez, me limité a observar sin que me pudieran tachar de depravado. Hay que acatar las órdenes.

Una chica entró en el plató, la misma que antes. Empezó a toquetear a Donghae, pasando las manos por todos aquellos sitios que yo tendría vetados de por vida. Rozaba sus labios contra el cuello de Hae, el cual intentaba -sin éxito- parecer excitado. Por lo que vi, tenía prohibido tocarla.

De repente, el hombre barbudo me pidió que me situara encima de una cruz marcada en el suelo con tiras de colores, y acto seguido rompió la camiseta que llevaba puesta. Antes de que pudiera quejarme, una cámara se había colocado delante de mi pecho y con un pilotito rojo que se apagaba y encendía intermitentemente.

Volví a mirar a Hae, al que le habían pedido que mirara una pantalla donde salía un pecho descubierto. ¡Era yo! Le pidieron que se imaginara que debía acostarse con el propietario de ese torso, imaginar miles de cosas con él a medida que la cámara fuera recorriendo el cuerpo del desconocido y que, a la vez, se masturbara. Creí que me había vuelto loco al escuchar lo último.

El señor barbudo, que lejos de parecerme un aprovechado de la manera en que me sobaba el culo cuando me sacaba los pantalones, me pidió otra vez que no me moviera. Decidí que era el momento de olvidarme hasta de mi nombre, observar como Hae se daba placer al ver mi cuerpo y fantasear con el hecho de que algún día eso sería lo habitual entre nosotros dos.

Después de unos largos minutos en los que llegué a pensar que iba morir de placer solo con verlo, Hae empezó a acelerar los movimientos con su mano, aumentando la tensión en el ambiente y haciéndome creer que llegaría al máximo sin tocarme. La cámara bajó hasta mis partes más íntimas, haciendo que Hae ahogara un gemido de sorpresa y susurrara mi nombre al mismo tiempo.

Estaba cerca del final, así que empezó con movimientos aún más bruscos que los anteriores. Cerró los ojos y murmuraba algo para sí mismo, obligándome a centrar más, si cabe, mi atención en él. La cámara se despegó de mí, aunque la imagen de mi cuerpo entero seguía allí, a modo de refuerzo para Hae. En un momento que no supe prevenir, Donghae terminó, dejando salir de sus labios entreabiertos un gemido especialmente ronco que pudo conmigo. Pero lo más excitante de todo, era que había terminado mirándome a mí. Claro que él no tenía ni idea de que estaba ahí.

-          Siento lo de la camiseta – dijo el barbudo. Ahora si tenía cara de pervertido. – Los baños están al fondo a la derecha. Ve si no quieres que te descubra, jajajaja.

Salí corriendo hacia los cubículos que iban a ser mi desahogo, dejando a Donghae atrás entre aplausos y felicitaciones por lo bien que lo había hecho. Nunca pensé que podrían montarte tal fiesta por cascártela ante tanta gente.

 

-          ¿Dónde estabas?

-          En el baño. ¿Qué tal ha ido?

-          Bien. La semana que viene nos llamarán para decirnos si nos han seleccionado o no.

-          ¿Nos vamos a casa? – dije intentando sonar convincente. – Estoy un poco cansado.

Empezamos a caminar hacia la puerta, cogidos de la mano como solíamos hacer.

-          Oye – Hae tiró de mi brazo obligándome a parar – Gracias.

-          No me ha costado nada acompañarte.

-          No me refiero a eso.

-          ¿Entonces?

-          Hyukkie, por favor, reconocería tus abdominales a kilómetros de distancia.

Notas finales:

Espero que os haya gustado :)

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).