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¡Bienvenida a la mansión Phantomhive! por PinkMarshmallow

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Notas del fanfic:

Happy birth day to you, Ciel!

Kya! hoy estoy muy feliz, porque al fin

logré pasar matemáticas con un 10 limpio e.e (nerd)

xD

Bueno, y para demostrarles todo el agradecimiento que les tengo, y lo feliz que estoy por el cumpleaños de Shieruuu subiré este One-shot que les hice con mucho cariño.

Espero que lo disfruten, ya que está basado en una OVA

Notas del capitulo:

(T.N) Significa inserta tu nombre, así que en esas partes deben pone su primer nombre n_n

Disfruten, y dejen sus reviews!

 

Con amor, PinkMarshmallow.

¡Bienvenida a la mansión Phantomhive!

 

I

 

Cálida bienvenida

 

Por: PinkMarshmallow

 

…………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………

 

 

El cielo se divisaba limpio, libre de cualquier gordo nubarrón gris. La ventisca cálida del verano se colaba traviesa por la ventanilla del carruaje, jugueteando entre los bucles de mi peinado, dándome una agradable sensación de tibieza y tranquilidad. El ajetreo de los corceles me mantenían disipado mi somnolencia, ya que llevaba casi dos noches sin dormir, recorriendo un largo viaje desde mi hogar hasta nuestro destino. Pareciera todo lo contrario con mi alegre amiga, quien justo ahora, frente a mí, duerme plácidamente recostada sobre el aterciopelado asiento de la carroza. Mis padres, como grandes empresarios e inversionistas, siempre han procurado el que me relaciones con personas de la más alta elite. Entre ellas, la familia de los marqueses Middleford.  Elizabeth Ethel Cordelia Middleford, una rubicunda y alegre chiquilla de solo catorce primaveras y una gran responsabilidad sobre sus hombros: la mejor espadachín de su familia, y prometida del “Perro Guardián de la Reina”.  Ella no solía hablar conmigo mucho acerca de aquellos temas, pero la gente siempre ha hablado, y hablará, por lo que los rumores no tardaban mucho en llegar a mis jóvenes oídos.  El paisaje a través del portillo me revelaba una hermosa y bien cuidada vereda, que guiaba hasta una imponente mansión. La mansión de los Phantomhive. Debo admitir que cierta sensación de escalofrío, seguida de una ola de incomodidad surcó desde mi cintura hasta mi nuca al atisbar tan magnífica edificación, pero no se comparaba con lo que estaba a punto de acontecer.

 

 

Con delicadeza, meneé el menudo bracillo de mi amiga, avisándole que habíamos arribado. Con pereza, se talló sus grandes ojuelos esmeralda, y, ladeando la cabeza me observó.

 

 

T.N__________¿hemos llegado, ya?   -Me preguntó aún bostezando, y acomodando sus dorados caireles alrededor de su níveo rostro.

 

 

Yo simplemente asentí sonriendo, ayudándole con su peinado, y retocando un poco su maquillaje.

 

 

-Me gustaría ser tan bonita como tú, __________, así no tendría que maquillarme para ver a mi primo. –Bromeó mi rubia amiga, acariciando gentilmente mi rostro.

 

 

-Lady Elizabeth es también muy hermosa. –Sonreí halagada, a lo que ella respondió de la misma manera.

 

 

-¿Vamos? –Me invitó abriendo la puerta frente a nosotras.

 

 

Mis ojos se achicaron al sentir los picantes rayos de sol golpear con lozanía un rostro que no había visto la luz directa desde hacía dos noches. Con mi antebrazo cubrí mis ocelos, y revelé mi zapatilla azul fuera del vehículo. Una palma grande, pero amable, tomó con firmeza la mía, ayudándome a descender. Entonces, mi mirada se adaptó a la potente iluminación y por fin le vi.  Un alto y esbelto caballero, tez blanca y cremosa, de exquisitas facciones y con una profunda mirada carmesí. ¡Jamás en mi corta vida había visto semejante color de ojos! Algo tímida, acepté su invitación, y tranquilamente bajé del coche.

 

 

-G…gracias… -Dije quedamente.

 

 

-Es un honor, my lady. –Respondió aquel hombre, inclinándose frente a mí.

 

 

-¡Bienvenida a la mansión Phantomhive! –Exclamó otra voz, cerca a mí, extendiendo sus pequeños brazos a manera de recibimiento.

 

 

Un pequeño niño, de no más de ciento cincuenta centímetros de altura, figura delgada y elegante vestimenta; toda ella de un hermoso color azul, que solo se comparaba con el abismal tono cobalto de su único ojo visible, y de piel tan blanca como la de cualquier aristócrata.  Un sentimiento de ternura abrazó mi cuerpo, pero me contuve prudentemente, sonriendo y haciendo una pequeña reverencia.  Hubiera procedido a saludarle, más el se me adelantó.

 

 

-Usted debe ser lady __________ Rumsfeld  Gray, encantado de conocerla. –Dijo galantemente, mientras sostenía mi mano entre las suyas y la besaba momentáneamente.  -Espero que disfrute la estancia en mi mansión.

 

 

-Mucho gusto. –Atiné a decir, consternada por tantas emociones al mismo tiempo.

 

 

-¡Te dije que de inmediato congeniarías con mi amiga, Shieruuu! –Canturreó, alegre, mi compañera, asiendo el brazo del menor con fuerza. –Pero sabes, ella es una chica muy tímida Ciel, por lo que quería que te conociera para que aprendiera a convivir con más personas.

 

 

-¿Es eso verdad? –Volteó conmigo el joven Conde, con cierto gesto de sorpresa. –A lo que yo asentí. –No veo porqué ser tímida, tratándose de una jovencita tan hermosa como lo es usted. –Dijo amablemente, mientras tendía su mano frente a mí. –Vamos, o el té se enfriará.

 

 

Los tres ingresamos dentro de la gran casona, seguidos por el enigmático sirviente, quien no se despegó ni un segundo del lado del joven Phantomhive. Nos guió hasta un elegante salón, en el cual descansaban tres sillones respectivamente, una pequeña mesita en medio, y sobre esta una enorme cantidad de aperitivos y postres, todos dispuestos sólo para nosotros tres. 

 

 

-El día de hoy, y para el gusto de las distinguidas damas que nos acompañan, me he tomado la libertad de preparar un té de sabores suaves y dulces, como lo es el de vainilla con crema de almendras, acompañado de un poco de leche y azúcar.  -Anunció galantemente el mayor, repartiendo en un trío de delicadas tacitas de porcelana un poco de la infusión.

 

 

El dulce olor invadió mis sentidos, pero mi mente se concentraba en cada movimiento de aquel caballero de movimientos acompasados, que ahora disponía una de las pequeñas tazas a su joven amo, la cual aceptó congraciado. 

 

 

-¡Esto esta delicioso, Sebastian! –Exclamó derrepenteLizzy, al dar un pequeño mordisco a una de las rebanadas de pastel frente a nosotros. -¡Jamás había probado un pastel de almendras más sabroso que este!

 

 

-¿Así que Sebastian era su nombre? -Me dije al escuchar las alabanzas de mi amiga. De alguna forma, ese nombre le sentaba muy bien.  Con premura, me decidí a comprobar si compartía los gustos de mi compañera, y le di un primer bocado a la rebanada de pastel. Fue entonces cuando lo note; el mayordomo vestido por completo de negro había tomado posición junto al diván del oji-azul, y en cuclillas susurraba algo a su oído, algo que yo no pude comprender, y de seguro tampoco Elizabeth, que se encontraba ensimismada con los variados postres del sirviente. Lo que si pude percibir fue un ligero, casi imperceptible sonrose en el rostro del chico, quien repentinamente tosió frenéticamente, y dio un sorbo a su taza de té, tratando de no atragantarse con un pedazo de postre. Una pequeña sonrisa surcó el rostro del peli-azabache, burlándose del semblante apenado y desorientado del Conde Phantomhive. 

 

 

-Discúl…discúlpenme… -Alcanzó a decir nuestro anfitrión, golpeando enérgicamente su pecho.

 

 

-¿Necesita agua, my lord? –Se acercó el mayordomo, palpando el hombro del agitado joven.

 

 

-Si… de hecho, quiero que vayas ahora mismo por ella, y no regreses hasta que te lo ordene. –Tosió incómodo el menor, mirando desaprobatoriamente al alto hombre.

 

 

-Con su permiso. –Se reverenció el oji-escarlata.

 

 

-¿Por qué no vamos a jugar al jardín __________? –Sugirió mi animosa amiga, habiéndose satisfecha de su antojo de dulces y pasteles.

 

 

-Lizzy, no creo que la señorita __________ se sienta cómoda con juegos para niños. –Mencionó el joven.

 

 

-Oh, para nada, por mí está bien. –Dije sonriendo mientras me ponía de pie.

 

 

-En ese caso, vayamos. –Expresó complaciente el Conde, guiándonos hasta el gran jardín de su finca.

 

 

Al poner el primer pie en el exterior, un impregnante, pero suave, olor a rosas invadió mi olfato, hallándolo sumamente agradable para mi gusto; las rosas eran mi flor favorita.  Mis zapatillas eran amortiguadas con lo acolchonado del jardín, y el viento ponía a bailar mis faldas de holanes y encajes confeccionados a mano.  Fue entonces cuando un grupo de curiosos personajes nos abordó.

 

 

-¡Awwww, pero que chica tan hermosa! –Exclamó un rubio muchacho de enormes ojos azules y de un sombrero de paja atado a su cuello.

 

 

-¡Cierto, cierto, es muy bonita! –Le secundó un hombre por igual blondo, pero de mayor edad y estatura, mordisqueando una colilla de cigarro entre sus apretados dientes.

 

 

-¿Crees que podría pedirle matrimonio?

 

 

-¡No seas descortés, Finnian! –Le reprochó una muchacha de cabellos cobrizos y grandes gafas. -¡Ella es la invitada de Bocchan, lady __________ Rumsfeld  Gray, no puedes casarte con un invitado!

 

 

-Jo-jo-jo. –Vociferó un anciano que los acompañaba.

 

 

-¡Vuelvan a sus tareas, y dejen de molestar a nuestra adorable visitante! –Ordenó el mayordomo, mientras aplaudía sus palmas.

 

 

-¡Sí, señor! –Exclamaron al unísono el trío de sirvientes, retirándose de inmediato.

 

 

-¿Le han incomodado, my lady? –Me preguntó contrariado el mayordomo, observándome atentamente.

 

 

-Para nada. –Dije moviendo mi cabeza de un lado a otro. –Todos aquí son muy amables.

 

 

-Qué alivio.

 

 

-… Sebastian… -Carraspeó el joven inglés,  -¿a caso no te dije que desaparecieras de mi vista?

 

 

-No escuche que me lo ordenara, mi señor. –Sonrió pícaro el adulto, en la cual pude sentir cierta fricción. –Además, ¿qué sucedería si como mayordomo de la familia Phantomhive no pudiera hacer algo tan sencillo como dar una buena recepción?

 

 

-Tsk… -Volvió a chistar el oji-azul, con cierto semblante de incomodidad. –Sólo mantente alejado… -Susurró muy cerca del mayordomo, más aún así pude entenderle.

 

 

-¡__________-kun, vamos a jugar! –Me llamaba la pequeña rubicunda desde el otro extremo del jardín, casi atravesando los límites de los terrenos Phantomhive.

 

 

No muy convencida, le seguí, dejando solos a ambos; amo y siervo. Extrañamente, algo entre esos dos me llamaba la atención, no estaba muy segura de qué, pero algo me incitaba a profundizar respecto a aquellos dos sujetos y la relación que mantenían.  Mientras tanto, Elizabeth y yo nos adentramos un poco más entre los altos y gruesos robles del bosque, y en el camino recogíamos florecillas silvestres, o cualquier otra cosa que nos llamara la atención.

 

 

-¿Es momento de regresar, no crees? –Le sugerí, al percibir la ligera ventisca helada y el ulular de los animales del bosque, abrazándome a mí misma, tratando de mitigar el frescor.

 

 

-Tienes razón. –Me dijo poniéndose de pie, sujetando entre sus pequeñas manos ramilletes de florecillas tan blancas como sus guantes de encaje. –Ya está oscureciendo.  -Vociferó mientras rodaba su esmeralda mirada al cielo, observando como este se enrojecía al atardecer.

 

 

Sumergidas en un extraño silencio, regresamos a los aposentos del Conde Ciel Phantomhive, encontrándonos en un salón desierto, sin rastro alguno del oji-azul, y mucho menos del apuesto mayordomo.

 

 

-Ne, __________, ¿porqué no te quedas a dormir? –Sugirió mi amiga, lo que no me pareció mala idea.

 

 

-En ese caso, tendré que avisar a mis padres.

 

 

-No creo que haya problema, estoy casi segura que el teléfono se encuentra en la segunda planta. –Aseguró Lizzy, señalando las escaleras al final del pasillo.

 

 

Yo me encogí de hombros, y caminé hacia donde los cortos y delgados dedos apuntaban. Subiendo parsimoniosamente cada escalón,  inspeccionaba cada puerta, cada corredor, pero jamás había estado en una casona tan grande y enredada, y, -debo admitir- probablemente me perdí por más de veinte minutos. Cuando por fin creí haber encontrado la cabina de teléfono, y me hice del frío pomo de la puerta, pude escuchar algo dos o tres puertas consiguientes a donde estaba. Guardé silencio, queriendo acallar el palpitar de mi corazón también, solo para poder escuchar claramente. Y ahí estaba otra vez. Una especie de quejido, o grito ahogado, seguido de varios golpes secos a lo que parecía una superficie dura. Agudicé mis sentidos auditivos lo mayoritariamente posible, pero me resultaba casi imposible oír más que eso. La primera idea que tuve –por muy absurda que me parezca ahora-, fue la de una vieja mansión encantada, en la que aún vagan las desgraciadas almas de sus antiguos moradores, penándose entre los corredores y salones de su arcaica vivienda.

 

 

 

Pero mis sospechas fueron disueltas al escuchar algo más entre aquellos sollozos.

 

 

-Nnnn… ¡Seb-Sebastian!  Nos…nos escucharán… -Escuché un gimoteo proveniente detrás de la misma puerta, que identifiqué en el momento como la voz del joven Phantomhive.

 

 

-Es por eso que Bocchan debe comportarse como un buen niño… -¡Ese era Sebastian, estaba segura!

 

 

Mi curiosidad no pudo soportarlo por más tiempo, y apresuradamente, me abalancé sobre la puerta a no más de cuatro metros de donde yo me hallaba. Discretamente, y sintiéndome como  una granuja entrometida, apoyé mi pequeña oreja sobre la madera de la puerta,  sudando frío por el temor a ser descubierta, pero al mismo tiempo, por la excitación de enterarme sobre los hechos en ese misterioso salón. Unos cuantos golpes más, el sonido de los muebles siendo arrastrados y…

 

 

-Se…Sebastian… ya no puedo… Apresúrate…

 

 

-Que joven amo tan impaciente… 

 

 

No podía verlo, pero estaba segura de que un rojo carmesí había invadido mis mejillas al escuchar ambas voces. Un repentino impulso de emprender huida invadió mi ser, pero otro aún más fuerte mantenía mis pies atados a las vigas del suelo, imposibilitándome la fuga. Con desespero, recorrí el portillo con mirada inquisitiva, rastreando alguna abertura u ojal por el cual pudiera observar, y, para mi suerte, lo encontré.  Muy cerca de la perilla, por lo que tuve que arrodillarme para poder atisbar a través de este. La habitación era un poco oscura, por lo que mis ojos tuvieron que acostumbrarse primero. Cuando así lo hicieron, pude identificar un diván, uno que otro librero, un despacho y dos extrañas figuras sobre este último.

 

 

-Nnnhhh… Bocchan… es tan estrecho… -Gruñó una de las figuras sobre el escritorio.

 

 

-D…duele… Sebastian… -Sollozó la silueta más pequeña.

 

 

¿Qué era lo que dolía? Con dificultad, entrecerré los ojos, tratando de enfocar la imagen frente a mí. Y cuál fue mi sorpresa al ver al semi-desnudo Conde Ciel, recostado sobre el desordenado escritorio, con nada más y nada menos que su “elegante” mayordomo, sujetándole por detrás.

 

 

-Un…un poco más Bocchan, solo necesito que se relaje. –Masculló el adulto, separando instintivamente las delgadas piernas cremosas para tener mayor acceso a su entrada.

 

 

Las caderas del mayordomo se movían rápidamente de atrás hacia adelante, arrancándole gritos y gemidos al menor, quien se limitaba a aferrarse fuertemente al cuello de Sebastian.

 

 

Con ambas manos, cubrí mis trémulos labios, que luchaban por no gritar de la impresión. Pasé saliva una, y dos, y tres veces, tratando de digerir lo que veía. ¡Las relaciones sexuales entre hombres estaban penadas por la ley! El temor se apoderó de mi cuerpo. No quería que nadie de la familia de mi amiga fuera castigada, y mucho menos que alguien más se enterara. Pero algo dentro de mí me decía que lo que veía no estaba mal. Después de todo, ¿qué hay de malo con que dos personas se amen? No importa su sexo o raza, mientras exista el amor no creo que sea algo impío o grotesco. 

 

 

-Seb…Sebastian…creo que…creo que me voy a…  -Abundante y espeso líquido blanquecino se deslizó entre las piernas del chico, y al mismo tiempo por sobre la mano del mayordomo.

 

 

-Bo…chan… -Gruñó el mayor, empotrándose con mayor fuerza dentro del cuerpo del niño, y arqueando su espalda desnuda sobre el pequeño cuerpo debajo de él.

 

 

Con avidez me puse de pie y emprendí carrera hasta la planta baja, limpiando el sudor de mi rostro y tratando de lucir lo más serena posible. En un sillón aterciopelado de hallaba mi pequeña amiga, jugando con sus blondos rizos entre sus manos, ajena a todo lo ocurrido entre su prometido y el mayordomo principal de la mansión Phantomhive.

 

 

-¿Qué te han dicho tus padres? –Cuestionó sonriente.

 

 

-Eh… ¿Qué?

 

 

……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….

 

 

-¡Buen viaje __________-san! ¡Le extrañaremos! –Se despedía melancólicamente el joven jardinero, batiendo su palma sobre el aire.

 

 

-Por favor, vuelva a visitarnos __________-sama. –Dijo la alegre mucama, mientras consolaba a su compañero.

 

 

-¡La próxima vez cocinaré algo delicioso solo para usted, __________-san!  -Exclamó el chef de la casona, mordisqueando un cigarrillo entre sus dientes.

 

 

-Espero que pronto vuelva a honrarnos con su visita, señorita __________- Se despidió Ciel, besando con delicadeza mi mano.

 

 

Con una sonrisa y maravillosos recuerdos subí el primer pie a la carroza, donde mi amiga Elizabeth me esperaba, pero una firme mano me retuvo.

 

 

 

-¿Ha disfrutado su estancia en la mansión Phantomhive? –Preguntó el oji-escarlata, sonriéndome a ojos cerrados.

 

 

-Como no tiene idea. –Respondí.

 

 

-Me alegra escucharlo. –Asintió llevándose la mano derecha al pecho. –Solo espero que my lady conserve oculto mi secreto. –Dijo posando su delgado dedo sobre sus labios cincelados, guiñándome uno de sus rubíes orbes.

 

 

-No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo. –Sonreí por igual.

 

 

-En ese caso, la señorita __________ será siempre bienvenida en la mansión de la familia Phantomhive. Buen viaje, my lady.  -Se despidió el enigmático caballero, dándole una señal al cochero para que comenzara a avanzar.

 

 

El firmamento se iluminaba de nuevo, dando inicio a un nuevo día. De regreso a mi hogar, en una cálida madrugada. Mi alegre compañera duerme en el asiento, complacida de haber visto a su primo, con sus ojuelos esmeralda ocultos detrás de una delgada capa de lechosa piel, y una pequeña sonrisa  dibujada en el rostro. ¿Sabrá ella del secreto? Tranquilamente me habitué al escabel, apoyando mis bucles sobre el asiento aterciopelado. ¿Seré la única conocedora del secreto?  El pesar sobre mis párpados se hizo cada vez más renuente, incitándome a descansar.

 

 

-Hasta la próxima, mansión Phantomhive… 

 

Notas finales:

¿Qué les ha parecido?

¡Déjenme su opinión en un hermoso review!

 

PD: Feliz cumpleaños, Ciel Phantomhive!


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