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Imán por Carito_d

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Notas del capitulo:

Paso cuanto desde la ultima actualizacion? no se, quizas ustedes lo sepan mejor que yo. He buscado una excusa de porque nos hemos demorado tanto, pero no hay ninguna razonable. He estado desmotivada (yo, carito), aunque no es por ustedes, no es por la Canu, no es por nadie. Ustedes siempre se han portado bien con nosotras, dejando cada review siempre, pero hay algo en mi cabeza que no me deja pensar con claridad y no me deja trabajar bien en este fic. Apenas el sabado nos pusimos a hacer algo... desde ahi no hemos hecho nada. Solo espero salir de esta crisis y poder volver a ser como antes.

Para la gente que me quiera seguir en twitter se los dejare aqui abajo:

https://twitter.com/Tarrolina

Y como siempre el link de nuestra pagina:

https://www.facebook.com/NapoleonYMermelada

Arrastra la maleta y suelta un suspiro, deteniéndose en el medio del aeropuerto. Se sentía cansado, estresado, nervioso y horrible, sobre todo horrible. No había dormido más de cinco minutos, despertando sobresaltado y mirando hacia al lado pensando que habían llegado.

Estaba tan nervioso que sentía que todo su cuerpo sudaba frío y que no se detendría por mucho que quisiera. Las pastillas ya no hacían efecto en él y el octavo café del día tampoco, solo sentía su hígado estremecerse cada vez que bebía un sorbo.

Mierda, quería tanto verlo, pero a la vez no, que se le hacía demasiado difícil.

Arrastra su maleta, evitando a muchas personas que se le acercaban ofreciéndole un taxi, sintiéndose abrumado y caminando más rápido hasta una banca y sentarse a leer un papel que creía que ya se sabía de memoria. Lo desenrolla de uno de los bolsillos de su chaqueta y le mira inseguro. Había viajado un poco más de once horas y sabía que no era el momento perfecto para arrepentirse, pero se queda sentado por largos minutos mirando la dirección de Jonghyun como si de un simple papel fuera a salir la respuesta que tanto necesitaba.

O el valor que le implicaba moverse hasta allá.

Pero lo consigue. Se mueve tranquilo, arrastra su maleta y le habla en un perfecto inglés a un taxista, entregándole el papel porque quería evitar quedar en vergüenza por si no pronunciaba bien ese simple par de palabras.

Se concentra en un par de gotitas en la ventana y se deja embriagar por calles que no sabe si será capaz de recorrer solo si las cosas no resultan bien. A veces su pensamiento demasiado positivo y avasallador le empequeñecían y le hacían pensar que estaba cometiendo un gravísimo error, pero cuando el auto se detiene, cree que también lo hace su corazón.

No es capaz de pensar de forma coherente cuando busca el dinero, entregándole probablemente más de lo que era y pidiéndole disculpas porque había botado un par de monedas bajo el asiento. Y lo mismo le pasa cuando saca la maleta. Se entorpece con la manilla y repite gracias más veces de las que eran necesarias.

El viento helado entra por las solapas de su chaqueta de cuero, estremeciéndolo y dejándolo de pie en medio de la calle como si estuviera perdido.

(Y lo estaba, porque el solo hecho de pensar que Jonghyun estaba a metros de él, le hacía pensar que no sabía que estaba haciendo ni porqué).

Pero cuando se da el valor y logra entrar, se da cuenta que nunca pensó como sería su departamento. No pensó que ya no sería tan lujoso como antes ni que viviría solo en una residencia estudiantil que parecía demasiado sencilla para él. El conserje le mira sospechoso, quizás por su forma de vestir o por la manera en que miraba todo, llamando su atención con un carraspeo y levantando una ceja cuando le ve sacar nuevamente su papel blanco.

(Aunque ya sabía el número de su departamento: 802 era un número que se había repetido una y otra vez en su mente).

-      ¿De parte de quién?

El hombre le mira con el auricular en la mano y él sintiendo que su corazón se desparramaba entre sus nudillos.

 Jonghyun estaba ahí, lo había encontrado, mierda realmente lo iba a ver.

-      Minho Choi –responde rápido-. Soy su amigo.

Sus pensamientos comienzan a desaparecer cuando oye la voz del conserje susurrando suaves palabras que parecen taladrarle el corazón.

-      Buenas tardes, señor Kim, un joven llamado Choi Minho le busca –le ve asentir con la cabeza y solo eso le pone más nervioso-. Entendido, que tenga un buen día –entonces se dirige a él y escucha las palabras que quizás justo ahora le hubiese gustado que fueran negativas-. Adelante, el joven Kim le espera.

Retrocede, chocando sus piernas con la maleta y sin dejar de asentir una y otra vez. Sentía que el ascensor cada vez se acercaba más a él, mientras él no se creía ni sentía seguro de subir. Cuando apretó el número ocho y soltó un suspiro, se dio cuenta que ya no había vuelta atrás, que ya no podría arrepentirse ni pensar las cosas dos veces porque ya no lo había hecho.

El sonido del ascensor cuando se detiene le impacta y le hace tirar con demasiada fuerza su maleta fuera de ahí. El lugar ya no le parecía tan chico ni tan estudiantil, de hecho parecía ser un piso bastante cómodo. Las ruedas de la maleta chirrean un poco cuando camina cansado, hasta que siente una puerta abrirse y encontrarse con lo que nunca estuvo preparado de ver.

Les separaban cerca de dos metros que para ellos significaban centímetros y un par de personas que se cruzaron mientras reían sobre un chiste que no tenía sentido.

Cuando Jonghyun le mira de frente, Key se da cuenta cuanto sentido tuvo este viaje, cuan importante fue y cuan importante y valiente se sentía. Las rueditas de su maleta siguen sonando cuando avanza y cuando se detiene frente a él, observando su rostro choqueado y demacrado. Horriblemente demacrado.

Ya apenas habían rasgos del Jonghyun anterior, era como si se hubiese apagado estando en esa maldita ciudad.

(Y le dan tantas ganas de levantar su mano y acariciarle la mejilla y darse cuenta que era real, que cree que el oxígeno se acabó porque se le vuelve imposible respirar).

Respirar y pensar. Y mirar.

Porque creía que nunca se cansaría de mirarlo.

-      K…Kibum.

Mierda, había extrañado tanto, pero tanto su voz, que le dan ganas de acariciarse contra ella y decirle que repita palabras que le hagan sentir mejor y más tranquilo. Pero no lo hace. Porque de repente todo su dolor se vio concentrado en la persona que tenía en frente y que parecía demasiado despreocupado de verle.

Por él había derramado tantas lágrimas como nadie.

Había estado muerto en vida por él.

Solo por él.

-      Lo siento, ¿esperabas a Minho? –titubea.

Pero Jonghyun no responde. No le habla ni separa los labios un solo milímetro porque sus ojos se estaban comenzando a aguar de manera abismante.

(Y lo odiaba. Lo odiaba tanto porque si se ponía a llorar él no podría soportarlo).

-      ¿Pensaste que no te iba a encontrar? –insiste, sintiendo como se empezaba a quebrar su voz-. ¿Pensaste que iba a ser tan malo como tú para simplemente dejarte?

-      No tenías que venir –murmura sin mirarlo y bajando la vista.

Y eso más le enoja. Más le da valor porque no soporta verlo así de débil. Porque así no era Jonghyun, algo le habían hecho, algo le habían metido en la cabeza.

Ese no era su Jonghyun.

-      ¿Y qué querías? –le dice con un tono más alto, aún intentando sonar firme-. ¿Que me quedara en Corea con los brazos cruzados? Eres un cobarde, Jonghyun, el peor de los cobardes.

-      Por eso no debías venir –sigue susurrando ahora con un puchero en sus labios.

-      ¿Por qué? ¿ya no me amas?

Le hubiese gustado que esa maldita lágrima no le fallara, pero lo hace. Y si caía una, caían todas.

(Y Jonghyun no responde. El maldito no le da una respuesta que le tranquilice y le haga entrar, solo le deja de pie, sosteniéndose en su maleta y pensando –y agradeciendo- que nadie de sus vecinos fuera coreano y pudiera entender).

-      Yo… yo no te merezco, Kibum –susurra, sollozando, pero sin haber botado ni una lágrima aún-. No valgo la pena.

Le dan ganas de gritarle que sí lo vale, que vale más que su vida y todo lo que ha pasado. Que vale tanto que con tal de verlo feliz y sin sufrir, él sería capaz de soportar la peor pesadilla. Mucho más que esto si es que era necesario.

Pero las lágrimas le impiden decírselo. De pronto el llanto se tornó desesperado y darse cuenta y asumir que al fin lo tenía ahí, a centímetros, después de tanto tiempo, se volvió algo intolerable. Le había echado tanto de menos que le dolía, era como si le hubiesen desgarrado una parte de él.

Y lo hace con más fuerzas cuando siente sus manos elevándole el rostro y limpiando una a una sus lágrimas con mucho cuidado. Un “no llores” provoca que lo haga con más fuerzas porque todo su plan se había ido a la misma mierda. Jonghyun no había empezado a llorar y él ya no se podía controlar. Le era imposible si recordaba lo poco que durmió la primera semana en que lo abandonó o hasta lo casi suicidas que se habían convertido sus pensamientos.

Y todo por él.

-      Eres un desgraciado –solloza.

-      No vale la pena que te pida perdón.

Nota una lágrima recorriendo la mejilla de Jonghyun y como éste le suelta, sacudiendo su cuerpo por la tristeza. Era el peor reencuentro que alguien podía tener, pero uno con tantos sentimientos en el aire que la única forma de sentirse mejor, era así, sacando sus traumas y sensaciones escondidas porque no querían tener una mala imagen.

Key, que no quería que le vieran destruido porque Jonghyun no lo merecía, mientras éste, no se sentía capaz de sufrir porque sentía que si lo hacía solo, terminaría perdiendo la cordura y no podría volver a si.

-      Quiero que lo hagas –contraataca-. Quiero que me pidas perdón.

Pero el maldito niega y da un paso hacia atrás, tapándose la cara con ambas manos.

Ya no eran simples lágrimas, era un llanto desconsolado que rogaba por ser expulsado desde hace mucho tiempo. Su cuerpo se sacudía, mientras pequeños gritos de angustia parecían salir de su garganta.

E inevitablemente eso le partió el corazón. No solo por el hecho de verlo llorar, sino que porque le fue inevitable no ponerse en su lugar y en lo solo que se encontraba ahí. Mientras él tenía a Taemin y a su madre, Jonghyun no tenía absolutamente a nadie más que a si mismo.

Y eso era desgarrador.

-      No llores.

Pero no le escucha.

Key le empuja un poco y entra, al fin pudiendo cerrar la puerta. Pero Jonghyun apenas se mueve, solo se sigue tapando el rostro y se agacha un poco, casi como si se sentara en el aire.

Mierda, lo estaba matando y él no sabía que hacer.

-      Jonghyun –le llama, sollozando.

-      No puedo Kibum, lo…lo siento, no puedo.

Pero ya no le importaba el perdón, solo se agacha y lo levanta, pegándolo contra su pecho y apretándolo de tal forma que Jonghyun solo cede y se queda estático, de pie y llorando más que en toda su vida. Llora con más énfasis cuando Key le pasa los brazos por sobre sus hombros y le besa con cuidado sobre el cuello, intentando relajarlo.

Su dolor sinceramente no se comparaba en nada al de él, al de estar solo, al de que tu familia te rechace por ser como eres. Jonghyun realmente estaba mal y él solo se había dedicado a pensar en si mismo y no en como podía estar él para haber tomado esa decisión.

Algo que seguramente, nunca quiso hacer.

Su inseguridad para de atacarle de esa forma que estaba acostumbrada a hacer, dejándole solo un sentimiento de protección con él, de hacerle sentir que él no le dejaría solo porque mucho que se lo pidiera.

Que estaría ahí, aunque él no quisiera.

-      Tranquilo –solloza, contagiándose.

Pero Jonghyun se separa de golpe y le mira con la peor mirada que pudo verle. Tenía los ojos hinchados y rojos, al igual que ciertas partes de su cara.

-      Perdóname, Kibum –solloza-. Per…perdóname.

-      Te extrañé, por la mierda –solloza, sintiendo como su cuerpo comenzaba a sacudirse sin seguir guardando la cordura-. Te he extrañado tanto, Jonghyun.

Tanto que nunca fue capaz de soportarlo y de darse cuenta que sin él no era nada. Que cinco años con Jonghyun eran demasiado pocos y que él estaba dispuesto a pasar muchos más con él, ojalá hasta morir.

Siente las manos bruscas y varoniles de Jonghyun sobre sus mejillas, limpiándole rápido y sin mucho cuidado, mientras él sorbeteaba la nariz.

-      No llores –insistía, limpiándole una y otra vez-. No quiero que llores.

Asiente con dificultad, mientras el mayor parecía calmarse y no dejaba de pasar sus manos sobre su piel, cada vez haciéndolo con más cuidado hasta llegar solamente a acariciarlo. Sus torpes y malditas manos recordándole lo hermosas y perfectas que eran sus caricias después de que las había necesitado tanto en su ausencia.

-      Eres un idiota –solloza, aún un poco ofendido.

-      El idiota que más te ha necesitado en todo el mundo.

Pero Jonghyun ya no bota lágrimas, solo le toca con cuidado y le mira serio, con los ojos demasiado rojos y de esa forma que hacía que cualquier persona se enterneciera de solo mirarlo. Key es capaz de sentir como su corazón vuelve a palpitar y como su cuerpo parece despertar de un profundo letargo en el que había estado atrapado.

El roce de su piel con Jonghyun es suave y tranquilo, pero solo eso, le hace calmarse cada vez más.

-      Nunca lo vuelvas a hacer, ¿me escuchaste? Nunca más vuelvas a irte si no es conmigo.

Pero solo asiente en silencio y seguro, más seguro de lo que alguna vez en toda su vida. Las palabras de su padre ya no aparecían en su cabeza, sino que cada vez estaban más difuminadas, al fin dejándole ir.

Porque su padre y Key nunca podrían vivir en el mismo lugar, era como si el rubio llegara y le quebrara el orgullo frente a su cara.

(Y eso, justo eso, era lo que más le gustaba de él).

-      Te amo, JJong, ¿entiendes eso?

Más que nunca.

Era como si Key se metiera en su mente y supiera todo lo que justo necesitaba oír. Lo que haría que su corazón volviera a revivir y lo que le haría salir de ese agujero en el que parecía atrapado. Sus manos no se demoran mucho en volver a sus mejillas, acariciándole sus pómulos prominentes y regalándole la primera sonrisa desde hace mucho tiempo.

Y no le besa, solo pasa su brazos por sobre sus hombros, contagiándose de su calor y hundiendo la cabeza en su cuello recordando ese olor que creía haber olvidado. Siempre tan perfecto, siempre tan necesario.

-      Perdóname.

El susurro contra su piel le hace soltar un escalofrío y sonreír sin que Jonghyun lo note, pasándole las manos por la cintura y abrazándolo más.

Podría estar así diez días seguidos y no se aburriría, sentía que estuviera donde estuviera, si Jonghyun estaba con él, se transformaría en el lugar perfecto.

Pero cuando quiere hablarle quiere mirarlo así que se encoge un poco, sacándolo de su cuello y dejándolo tan cerca de su rostro que puede fijarse en como sus pestañas aún estaban húmedas y en como su respiración parecía un poco agitada y parecía combinarse con la suya sin pedirle permiso.

Las manos de Jonghyun se dejan caer con cuidado, mirándole despierto y atento. Mucho más de lo que alguna vez le había visto.

-      Perdóname tú a mi también –susurra, tímido-. Por tratar de olvidarte.

-      No importa Kibum, no nos separaremos nunca más. Nunca, pero nunca más.

Una sonrisa sincera le hace enrojecerse un poco y darse el valor de chocar su frente con la de él, mientras pasaba los brazos sobre sus hombros, acariciando el final de la nuca de Jonghyun. Ese maldito espacio de su cuello que él perdía horas acariciando y que le hace desconcentrarse cuando el moreno se acerca a su oído y le susurra un te amo tanto, Kibum que hace que su piel se erice y sienta una sensación cálida que comienza a recorrer su cuerpo.

Mierda, realmente había valido la pena.

Al fin se sentía capaz de respirar tranquilo.

De vivir tranquilo.

Deshacen el abrazo después de largos minutos y Jonghyun le mira sonriendo y entrelazando una de sus manos con las de él para dejarle entrar al fin a algo más que el espacio que estaba contiguo a la puerta.

-      ¿Cuándo llegaste? –el mayor camina hacia la cocina, jalándolo para hacerlo andar junto a él y separarse solo cuando abre el refrigerador-. Deberías dormir, te ves cansado.

-      Hoy día, no sé, hace unas horas.

-      ¿Quieres comer algo?

-      No –se sienta frente a él y se rasca los ojos, delatándose solo por el cansancio-. Comí en el avión.

Pero Jonghyun no le escucha en lo más mínimo porque le ve acercarse a una bolsa y comenzar a armar un sándwich con tantas cosas que sería imposible siquiera darle un mordisco. Le dan ganas de decirle que no se esfuerce, pero cuando ve el plato frente a él y al moreno con el ceño fruncido, se da cuenta que no valdrá la pena ni siquiera rechistar.

-      Come.

-      Te dije que no tengo hambre.

-      Tu cuerpo también me lo dice, estás flaquísimo –empuja el plato con una mano y sigue serio-. Come.

Le era inevitable no mirarle rodando los ojos y escondiendo una sonrisa de satisfacción porque llevaban apenas quince minutos juntos y ya se había fijado en cada detalle nuevo de él. Como él también se había dedicado a hacer.

Jonghyun tenía la cabeza un poco más rapada y creía que eso le favorecía demasiado porque le encantaba. Más que antes.

-      ¿Quién te dijo que estaba acá?

-      Mi… -intenta tragar, tapándose la boca y apresurándose en comer-. Mi mamá.

-      Estás demasiado delgado, Kibum. Minho no cumplió con su palabra, me dijo que te cuidaría.

Ahora entendía porqué las repentinas preguntas del alto, interrogándole que cómo estaba. El muy maldito tenía un espía y eso no era justo.

-      Hablando de Minho, Taeminnie te envió saludos.

-      Creo que lo que menos me importa en este momento, son ellos, Kibum.

Los pasos de Jonghyun son cuidadosos hasta llegar a su lado y sentarse de costado para poder mirarle fijo. Ya no disimulaba ni se interesaba en resistirse a lo irresistible. Ya no estaba ese alguien que le prohibía cosas y que intentaba hacerle olvidar a Key.

Ahora solo tenía que recordar como era ser feliz y creía que no podía haber una sensación más agradable que esa.

Pero cuando le ordena el cabello mientras come, Kibum se sonroja un poco y sube sus hombros, sintiendo suaves escalofríos por su cuerpo que le hacían sentir inquieto. Podía notar que le ponía un poco incómodo, pero creía que ahora ya no podía ser capaz de perder un solo segundo junto a él. Un “esto está delicioso”hace que su mano caiga y sonría porque Kibum seguía siendo el mismo de siempre, el que todos conocían como la persona más extrovertida existente, pero que con él, se convertía en un ser completamente tímido con mejillas aún sonrojadas. Sabe que está incómodo por sus caricias porque parecía que no recuerda como reaccionar.

-      Mira quién vine ahí.

No es necesaria una mayor explicación porque cuando Key ve a Roo caminando extasiada hacia él, no se toma muchos segundos en dejar el sándwich a un lado y agacharse de golpe a acariciarla. A ella no le tenía ningún tipo de repulsión porque sabía que era una de las perritas más bonitas que existían.

(Y una de las que más había ganado peso desde que se había ido de Corea).

-      ¿Ya se acostumbró al lugar?

-      Sí, le gusta jugar con unos perros del edificio.

-      ¿Y tú? –Key aún acariciaba a Roo, pero le miraba sentado desde el piso-. ¿Ya te acostumbraste?

Era una pregunta demasiado difícil para responderla así como así. Le dan ganas de decirle la misma respuesta que le daba a su padre y a su madre, pero sentía que con Key no podía hacer lo mismo. No si le veía acercar una silla hasta a él y sentarse en frente, mirándolo.

-      No odio Londres –comienza en un susurro tímido-. Me gusta, pero con la única persona que hablo es con el conserje y el amigo de tu madre que me enseña inglés. O que intenta. Me siento solo acá.

-      Volvamos Jjong, vuelve conmigo a Corea.

-      No todo es tan fácil como parece.

Las manos de Kibum se enredan a las suyas, dándole fuerzas, mientras él bajaba la vista e intentaba pensar de una manera razonable ante esto.

Antes le era más fácil pensar en todo porque asumía que Kibum lo odiaba y que no tendría que lidiar con él porque no sabía donde estaba, pero ahora que lo tenía ahí en frente, la idea de volver a pasar por lo mismo no era una de sus principales prioridades.

De pronto las cosas que parecían tener peso y que le habían hecho tomar esa precipitada decisión, parecían estúpidas si se ponían en una balanza junto a Key.

Siempre será el rubio y fin.

Siempre.

-      Si vuelvo no tendré nada –explica tímido-. Mi papá no quiere que le arruine la imagen de familia, y no se pondría contento de verme allá. Me quitaría todo.

-      Si no vuelves, no me tendrás a mi Jonghyun.

Un silencio incómodo que se interrumpe por el sonido de la silla de Key cuando retrocede, pidiéndole su espacio y que no interviniera en él. Algo que él no haría por mucho que lo quisiera.

-      Siempre hay que perder algo, ¿no? –bufa con una sonrisa triste-. Es la ley de la vida.

-      ¿Prefieres perderme a mi?

Un sollozo ahogado que le hace darse cuenta que aún su respuesta no era lo suficientemente obvia, que aún sus sentimientos no parecían demasiado claros y que la inseguridad de Key volvía a aparecer más fuerte que nunca.

Esa inseguridad que hacía volverse pequeñito al rubio y con miedo de poder ser él mismo.

-      Ya no será más una opción.

No es Key el que hace el movimiento que los deja juntos, sino que es Jonghyun que se levanta de su silla y se pega a sus piernas, quedando de pie. Su mano vuelve a acariciar la mejilla del rubio, mientras este le miraba hacia arriba aún expectante de una respuesta con mayor peso.

-      Vuelve conmigo –susurra.

-      Pero seré pobre y no podré comprarte ropa nunca más.

-      No me importa.

-      No tendré donde vivir –insiste sin detener las caricias ni por un segundo, como si su mano casi se controlara sola.

Pero parecía que a Key los problemas que él creía gigantes, le importaban en lo más mínimo, empequeñeciéndolos, y hacerlo sentir mejor.

Más vivo.

-      Puedes vivir conmigo, mi mamá nunca me dejará en la calle.

-      No quiero que tu mamá tenga problemas con mi papá, me ha ayudado demasiado. Me llama todos los días…yo…yo la quiero mucho, Kibum.

KibumKibumKibumKibumKibum.

¿Era su idea o siempre le había gustado tanto que le llamara así?

-      Lo puedes pensar, me quedaré una semana en Londres. Tienes que ayudarme a buscar un…

Pero ni siquiera alcanza a terminar cuando los labios de Jonghyun chocan con los suyos. Le sorprenden empujándolo un poco contra el respaldo y sintiendo su invasivo perfume demasiado cerca, tanto y más de lo que deseaba. Sus labios parecen demasiado hambrientos contra la calma con que lo besaba.

Sabía –y podía sentir- cuánto se había aguantado para no hacerlo, pero ahora que él le pasaba las manos por el cuello, permitiéndole incluso tomar un mejor ritmo, Jonghyun se relaja. Le besa porque tiene ganas y porque cree que las palabras no son suficientes para intentar siquiera decirle lo que le había echado de menos, lo que le había echo falta y lo que le había necesitado.

Lo difícil que era acostumbrarse a la idea de que no volvería a verlo más.

Key sonríe cuando se separan, dejando las manos tras su cuello y estirándose un poco besándole una vez más, pero corto. Le dan ganas de seguir haciéndolo, pero Jonghyun se retira un poco, quedándose de pie entre sus piernas y volviendo a acariciar sus mejillas.

No es necesario que siga insistiendo en que lo perdone, porque ahora se da cuenta que siempre fue algo innecesario. Algo que con un abrir y cerrar de ojos dejaría ir.

-      Te quedarás acá.

Los labios de Jonghyun vuelven a pegarse a su piel, pero ahora sobre la comisura de sus labios, besándole pedacito a pedacito, mientras sus hoyuelos de las mejillas se hacían presentes por la sonrisa que era imposible de esconder porque era demasiado grande.

-      ¿Puedo?

Y otra vez se separa. Lo hace frunciendo el ceño y mirándole con un poco de odio porque quería seguir besándolo y seguir hundiéndose en su olor a rosas que él no le permitía.

-      Por supuesto que sí, es tu casa, Kibum.

Y ahí estaba una vez más.

No era que amara oír su nombre de cualquier persona, pero cuando Jonghyun lo hacía, era como si una cortina de calor le recorriera el cuerpo y le hiciera sentir mejor, que esto estaba siendo real y que si los problemas iban a volver, era mejor que los combatieran juntos y no por separado como nunca fue.

Porque siempre pensó así, hasta en las más trágicas de las historias y de los finales, Key lo acompañaría, incluso al infierno o a cualquier parte.

**

Admitía que habían sido unos de los mejores días de su vida. Que sonrió como nunca, que disfrutó como hace mucho no lo hacía y que recordó como era volver a ser feliz.

Como volver a ser el Key de siempre. El adicto a Kim Jonghyun.

Pero extrañaba Seúl.

Londres era una ciudad hermosa y ensoñada para él, con ropa extravagante por donde mirara y con el clima perfecto del que tanto deseó, pero aún así le costaba acostumbrarse. No pensar en Taemin y sus problemas con Choi o en Onew, que debía saber casi nada sobre su viaje en Inglaterra.

Si es que probablemente, ni siquiera se había enterado.

Había hecho las cosas de una manera tan precipitada que recién ahora, después de cuatro días estaba tomando conciencia de las cosas, de lo mal y adolescente que fue.

No había pensado en sus clases, en los exámenes, en su madre y las respuestas que le tenía que dar a su esposo o incluso en su mejor amigo que estaba en el momento justo en el que más no debía estar solo.

Siente los pasitos de Roo a lo lejos, en la sala, justo uniéndose los de las sábanas, como si alguien se negara a despertar, pero que lo hacía de todas formas.

No pasaron muchos segundos hasta que sintió el cuerpo de Jonghyun pegándose al suyo y sus brazos desnudos rodeándole por encima.

Lo menos que quería hacer era preocuparle, pero si le miraba ahí, sentado al borde de la cama mirando al vacío, era imposible no ser algo sospechoso.

-      ¿Estás bien?

El calor del pecho desnudo de Jonghyun le pega en su espalda, haciéndolo sentirse extraño de tenerlo así. Era cierto que no habían hecho nada más que besarse porque ambos estaban volviendo a “enamorarse” y a llenar los espacios vacíos que tanto faltaban, pero tenerlo así, era casi tentador.

-      ¿Te desperté? –intenta voltearse, pero Jonghyun estaba demasiado cerca como para hacerlo-. Lo siento, Jjong.

-      ¿Pasa algo?

-      No puedo dormir más, no me acostumbro al horario.

-      Tengo unas pastillas que ayudan a dormir, ¿quieres una?

-      No –susurra casi inaudiblemente.

-      ¿Quieres que vaya a buscar leche…o algo?

Pero no era Seúl. No era que sintiera que sobraba acá, sino que sentía que aún echaba de menos a Jjong. Que aún él no le decía la palabra final con respecto a su relación y que a veces la inseguridad le despertaba en el medio de la noche porque a veces sentía que tenía que asumir los viajes constantes a Londres que a tenerlo de vuelta con él en Corea.

Se comienza a agachar de a poco hasta dejar una de sus mejillas pegadas al pantalón de su pijama. Sabía que no era un buen momento para hablar, pero no estaba seguro de poder seguir soportando ser feliz en la mañana para después, volver a recordar la posibilidad de tener que viajar solo de vuelta a Corea.

-      No –vuelve a susurrar.

-      ¿Y qué puedo hacer…? ¿te sientes mal?

El cuerpo del moreno se encorva un poco con el de él, rodeándolo e intentando mirarlo de alguna forma porque no lo conseguía. Era como si Key se hubiese escondido de una manera casi estratégica.

-      ¿Volverás conmigo, Jjong? –susurra sin levantarse de encima de sus piernas-. Dime que volveremos juntos a Seúl, por favor.

Pero ya no estaba el calor de su cuerpo cercano al de él porque Jonghyun se había alejado como por arte de magia, como si las palabras le hubiesen repelido y le hubiesen dicho “ve a dormir que esto no será lo que esperas”.

(Y eso claramente no le hace sentir mejor).

-      Nunca dejarás de ser tan terco, ¿cierto?

Le cuesta levantarse y mirarlo, pero lo hace porque la imagen de Jonghyun, sentado al otro lado de la cama, abrazando sus piernas desnudas, no era una imagen muy consoladora.

Tampoco era un tema fácil para él. Nunca lo había sido.

-      Puedes vivir conmigo, no tengo problema y no creo que Taemin se oponga.

-      No voy a vivir contigo –susurra casi bufando-. Sería meterme en el problema de golpe.

-      No puedo creer que todavía le tengas miedo.

Y se vuelve a voltear. Vuelve a acomodarse en la orilla de la cama, más frustrado que antes y con unas ganas de llorar que lo estaban matando. Odiaba haberse puesto tan sentimental, pero en la situación en la que ambos se encontraban, era imposible no comportarse de esa manera.

El suelo de madera parece más frío que antes y su pijama que había comprado ese mismo día, ya no parece lo suficientemente acogedor.

Ya no era un “no puedo creer que todavía le tengas miedo” que hubiese dicho solo porque sí, sino que era un “no puedo creer que haya viajado al otro lado del continente a verte a ti, y aún no seas capaz de darme una maldita respuesta clara”.

Una maldita respuesta que era obvia de ser necesitada. No era como si le pidiera mucho, solo le pedía ser sincero de una maldita vez con él. Comportarse de la manera exacta de la que no había sido.

-      No se trata de eso.

-      ¿Entonces? –ya no hay susurros, solo hay preguntas casi con dolor.

-      No voy a llegar a Corea de golpe y de una manera que llame la atención. Lo que menos quiero es generar más problemas con mi padre o que genere un odio contra ti, tengo que hablar con él y hacerlo entender de alguna forma.

Era completamente increíble que aún confiara en que ese hombre podía cambiar. En que podía aceptarle y confiar en ese mundo de maravillas que ellos creían vivir.

Era algo que nunca pasaría. Ni siquiera naciendo de nuevo, era una forma en que le pudiera cambiar su forma de razonar.

De aceptar la homosexualidad como algo normal y no algo abominable.

-      Él no entenderá. Nunca entenderá, Jjong.

Pero solo consigue un eterno silencio.

El sonido de la alarma cuando cambia la hora le hace despegar la vista de sus rodillas y fijarse que las 06:00 a.m. no era el mejor momento para conversar. No era el momento para hablar de un tema difícil para ambos ni para tomar decisiones de las cuales no se podían arrepentir.

Las sábanas vuelven a sonar cuando Jonghyun se mueve, arrastrándolas con él y pegando su frente contra su espalda. Agradece que está con camiseta porque o sino ese maldito tacto hubiese sido mucho peor de lo que le hubiera gustado.

-      Kibum –susurra demasiado suave-. Sí me iré contigo.

¿Y tanto le costaba decírselo?

Key siente su propio suspiro ahogado escapándose de entre sus labios, sintiendo los labios de Jonghyun elevarse mientras seguía pegado a su espalda.

Sentía que ahora pesaba diez kilos menos y que su estómago había vuelto a su posición normal y que las mariposas ya podían volar con tranquilidad.

Lo quería matar.

(Pero a besos).

-      ¿Cuándo? –le pregunta volteando solo un poco su cabeza.

-      Ni siquiera te pusiste feliz porque te dije que sí me iré.

-      Quiero saber cuándo –insiste-. Ya no aguanto un día más sin ti, ¿entiendes eso, Jonghyun?

Le hubiese gustado no ser tan desesperado, pero esa era una palabra que lo había descrito bastante bien en el último tiempo. Y si Jonghyun lo veía así, no era lo peor que podía pasarle en el mundo.

Solo estaba siendo él sin ninguna barrera. El Key con el que el moreno estaba acostumbrado a convivir.

-      Lo siento, Kibum –se despega de su espalda, pero manteniéndose en el mismo lugar solo que sin tocarlo-. Pero necesito que me esperes un poco. Prometo volver, no te volveré a dejar solo, lo juro.

-      Sabes que me voy en dos días, ¿verdad?

Y era lo que más le dolía. Era como si todos los días fuera tan feliz que se obligaba a disfrutarlo más porque sabía que Key con cada sonrisa, conseguía arrebatarle un poco más de su corazón.

De lo poco que había quedado vivo.

-      Sí y no quiero que lleguen.

-      Lo siento –susurra.

-      ¿Me vas a esperar?

Ahora es Key el que se mueve, volteándose de golpe y encontrándose con Jonghyun que miraba tímido las sábanas enredadas bajo su cuerpo.

No era solo él el que se sentía inseguro, eran ambos. A punto de morir de un ataque por ello.

-      ¿Te cabe alguna duda que no lo haré?

-      Muchas –asume-. Me he convertido en una persona demasiado insegura de sí mismo.

Increíble, pero cierto.

Increíble que se tratara de la misma persona que se creía la más hermosa y perfecta del planeta y que ahora se encontrara ahí, con la cabeza gacha y con los sentimientos tan a flor de piel que parecían contrarrestar con su pecho desnudo que dejaba ver unos tonificados músculos. Era como si le estuviera pidiendo perdón una vez más por haberle fallado.

Como si se estuviera jugando la vida con ello.

-      Si te esperaré Jjong –le levanta el rostro y le acaricia con sus delgados dedos-. No dudes ni un segundo de ello.

-      ¿Cuánto? No quiero que en tres meses me dejes de querer.

-      Ni en un año pasará eso.

Una sonrisa tímida de Jonghyun que le hace abrazarlo y apretarlo y empujarlo un poco porque quizás ahora sí podía dormir tranquilo. Quizás ahora podía ser completamente él mismo y dejarse querer como debía hacerlo sin tener miedo a que Jonghyun le fallara de nuevo.

El moreno le besa con cuidado, mientras él se sienta sobre su cuerpo, alcanzándolo y apretándolo desde los hombros porque no soportaba que aún siguiera siendo tan perfecto cuando él se había convertido en una persona casi esquelética.

Se besan por largos minutos, perdiendo el oxígeno, hasta que siente las manos de Jonghyun colándose un poco por debajo de su camiseta, afirmándose directamente desde encima de sus caderas.

Mierda.

Sentía que había llegado a olvidar cuánto había extrañado esto.

Y lo peor es que no podía parar porque el ritmo que estaba tomando esto le estaba gustando demasiado.

Las manos de Jonghyun siguen subiendo y Key se inclina más en su cuerpo, suspirando cuando le besa y cuando siente sus dedos acariciando sus costillas, sabiendo perfectamente que ese era su punto débil.

Quizás finalmente esto era lo que necesitaban para terminar de darse cuenta que a pesar de todo seguían vivos.

-      Te echo de menos, Kibum –susurra en su boca, jalándole un poco el labio.

-      Pero estoy aquí.

-      Aún así – le besa la línea de la mandíbula y Key cierra los ojos de puro placer-. Te echo mucho de menos, Bummie.

Bingo.

Una sola palabra que le hace perder la cabeza y dejarse tocar lentamente mientras cerraba los ojos y levantaba los brazos, para que Jonghyun le quitara la camiseta del pijama casi sin ningún problema.

Tan fácil y entregado.

Tan idiota.

Su piel casi traslúcida es capaz de brillar con el reflejo de las luces exteriores mientras Jonghyun le deja caer hacia atrás, cambiando las posiciones y comenzando a besarlo en todo su esplendor. Desde el cuello hasta más abajo de su ombligo, sacando gemidos y provocando que abriera las piernas para darle una mejor comodidad.

Una comodidad que le hace gemir porque el bóxer de Jonghyun no dejaba mucho que imaginar.

Tenía el novio más perfecto del mundo y nadie podía decirle lo contrario.

-      He pensado tanto en ti –le muerde el lóbulo de la oreja y Key gime suavecito-. No te imaginas cuanto.

-      Jjong…

-      ¿Mm? –gime cerca de su oído, impacientándolo.

Pero no es capaz de responderle cuando las manos del moreno siguen bajando, atrapándose en el elástico de su pantalón y pasándola bajo ellos para comenzar a descender lentamente, tocando su trasero de forma descarada.

(Y no le dice nada. Simplemente porque tiene los gemidos atrapados en los labios y le da vergüenza que alguien le escuche. Siempre es así. Se contiene solo de vergüenza).

Jonghyun continúa su recorrido apretándole las piernas con las manos y mordiéndolo y marcándolo siempre más abajo del cuello como tenía que ser usualmente. Key le odiaba cuando se veía una marca de una mordida o de una succión en alguna zona visible porque decía que no era algo que todo el mundo debía enterarse.

Aunque si fuera por él, sus métodos ya habrían sido mucho más drásticos. Todos tenían que saber que Key era de él y que siempre lo sería. Que nunca sería para compartir.

El rubio suelta un gemido cuando le besa los muslos, rozando su cabello contra su ropa interior, mordiéndole la piel y diciendo Bummieen cada centímetro de su recorrido. Destrozándole en cada milímetro, provocando que arqueara la espalda y rogara por un poco más y un Jjongahhhhhhhmierdateextrañabatantoque le hace sonreír y respirar fuerte contra su piel, encorvándolo más.

-      Bummie– un beso en los labios más largo de lo necesario, quedándose un rato así, rozando solo la punta de sus narices, sonriendo a más no poder-. Mi Kibummie.

-      Casi había olvidado que eras tan hablador.

Seis de la mañana –y un poco más- y Jonghyun se separa de golpe, apoyando los brazos a sus costados, mirándole con el ceño fruncido mientras Key no paraba de sonreír casi de forma nerviosa. Ambos con una erección notoria, pero conversando como si fuera lo más normal del mundo en ese momento.

Como si no tuvieran nada mejor que hacer.

El rubio intenta besarle, buscando alcanzarlo, pero Jonghyun retrocede rápido, sin permitírselo. Se había ofendido. No era su culpa que hace tanto no pudiera hablar coreano fluido con alguien y que ese alguien fuera Key.

Aparte que si le gustaba hablar tanto en la cama, era su problema.

Y sí, hablaba mucho, lo admitía. Era su problema desde que nació.

Pero Key lo alcanza. Es rápido y él se distrae, besándolo con rabia, pero sonriendo y rodeándolo con sus pálidas piernas desde la cintura. Un movimiento que le hace volver a caer sobre él, mientras le costaba retomar un poco el ritmo solo porque lo quería hacer sufrir.

(Aunque el rubio lo que menos se merecía era sufrir).

Aparte tampoco era como si tuviera mucha voluntad Key dejó escapar un tímido gemido acompañado de mmmJonghyunnie.

Sí. Era de esos que se calentaban con las palabras.

-      Quiero oírte, Kibum.

Y así fue.

Cuando su ropa interior comienza a descender por sus piernas y los labios de Jonghyun se pegaban como imán a ellas, mordiendo y besándolas, le fue imposible seguir conteniéndose porque prácticamente se había olvidado lo que era el placer. Su cuerpo reacciona erizándose por completo y encorvándose cuando el moreno vuelve a acomodarse empujándole las rodillas para quedar más cerca, pero ahora desnudo.

Completa y perfectamente desnudo.

(Y le es imposible no pasar la mano por su abdomen porque siempre lo ha hecho y ahora parece incluso sentirse mejor).

Jonghyun enreda una de sus manos con la de él, besando dedo por dedo y sacando una sonrisa tímida de Key que le miraba con el cabello demasiado desaliñado para tratarse de él. si se viera así probablemente diría que es la imagen más horrible de él, con exceso de sudor y desorden, pero él creía que no se podía ver más hermoso.

Que Key era algo sobrenatural.

Y la primera embestida la hace lenta. Se toma su tiempo y se acomoda hasta darse cuenta que el rubio está bien y no está sufriendo.

(Se sentía tan bien ahí que creía que estaba en el paraíso y que ese infierno en el que estaba viviendo era solo una pesadilla que había durado mucho más de lo permitido).

Pero Key asiente lento y se afirma de su espalda, enterrándole los dedos y las uñas en su espalda, gimiendo suave y teniendo un ritmo lento y áspero en su respiración hasta sentir una nueva estocada con un poco más de intensidad y que no le dejó ser tímido.

Para nada, tímido.

(De hecho Jonghyun sonríe gigante porque escuchar los gemidos de Key era algo que a veces parecía imposible de tanto que era capaz de contenerse).

El ritmo parece aumentar, sintiendo una gota de sudor correr por el torso de su cara, mientras se afirmaba de la cintura delgada de Key, acercándose de golpe y besándolo, quedándose dentro un buen rato, antes de volver a repetir lo mismo.

Un compás que lo estaba matando mentalmente porque no era capaz de mantener el maldito control.

-      Jjonnnnng, mierda, mássslento.

Y porque quería disfrutar tanto que el moreno no le dejaba ni apenas respirar.

Solo se movía dentro de él y una y otra y otra vez.

(Y él era capaz de soportar, pero sentía que Jonghyun estaba desesperado y terminaría matándolo demasiado rápido como si temiera que se lo fueran a robar).

Mientras el moreno solo quería hacerlo de forma ágil, él necesitaba que durara esto hasta la eternidad.

Ojalá por mucho más.

Pero cuando Jonghyun comienza a gemir más ronco, casi sonando como si estuviera cantando una melodía extraña, sabe que no será tan eterno como cree. El moreno se esconde en su cuello, mordiéndolo fuerte y terminando dentro de él con una profunda embestida que le hace perder la cabeza. Y por muy innecesario que sea, Jonghyun le toca aunque él no quiera, haciéndolo terminar en su mano y un poco después que él.

Ambos demasiado sudorosos, ambos con la respiración a punto de desfallecer.

(Y en una imagen tan desastrosa que era mejor que ni siquiera intentara imaginársela).

Cuando una caricia torpe llega a su flequillo, sonríe nervioso, uniéndose a la gutural risa de Jonghyun desde su cuello.

Siempre era así, no sabía porqué, pero de alguna u otra forma terminaban sonriendo.

-      ¿Aún me echas de menos?

Jonghyun le huele el cuello, acariciándole la piel con la punta de su nariz y gime bajito, disfrutando.

-      Aún me queda tiempo para echarte de menos.

Dos días.

Y probablemente serían los dos mejores días de sus vidas.

**

Probablemente golpeó más de cinco minutos de una manera que no hubiese hecho de forma normal ni consciente de sus actos. Apoyó la frente en la puerta y gritó el nombre de Taemin tantas veces que era imposible que no le hubiese escuchado.

Tenía que estar ahí. Tenía que creerle.

Pero cuando una vecina salió a mirar asustada y le vio con la mirada perturbada y el cabello desaliñado, nota que él no estaba bien. Que no estaba dentro de sí. Le costó unir las palabras desde su boca y entenderle que ni Taemin ni Key estaban ahí, que se habían ido de viaje y que la casa estaba sola.

Sola.

¿Por qué esa palabra le dolía tanto cuando la oía?

Caminó sin sentido luego de entender que se tenía que ir de ahí, quedándose un rato con la oreja pegada a la puerta por si se daba cuenta que Capuccino estaba dentro, encerrado y sin nadie que le diera cariño, pero cuando escuchó solo silencio no tuvo otra opción que retomar un nuevo camino.

Uno que fue demasiado largo y que le hizo perderse porque se demoró el doble del tiempo normal, costándole un poco en reconocer si ese era el edificio en el que vivía o no.

Pero cuando entró, con la mirada nublada, observando de un lado a otro, no podía decir que se sentía bien porque se sentía pésimo, casi como si creyera que se iba a morir. Su cuerpo comenzó a desvanecerse de a poco y a temblar como si estuviera en un ataque de hipotermia. De hecho, apenas alcanzó a llegar al baño a vomitar un desayuno inexistente y un almuerzo que no comía hace bastantes días.

Probablemente tres. Ya ni siquiera se acordaba cuando había ingerido algo por última vez.

Y vomitó más de lo que había hecho alguna vez en su vida. Vomitó tanto que por un momento creyó que nadie se enteraría que estaba ahí y moriría y nadie siquiera lo notaría porque estaba absoluta y completamente solo.

Un par de gatos y él.

Solo.

Tan solo que le era necesario decir alguna palabra de vez en cuando para intentar recordar como sonaba su voz. Como era hablar o como era intentar comunicarse de una forma que fuera con alguien más que Mermelada y su hijo.

Mierda.

Y no podía parar de llorar solo por la forma en que se sentía.

Le cuesta levantarse desde el piso, caminando quieto y limpiándose las lágrimas que parecían infinitas, tomando bocanadas de aire hasta encontrar su teléfono y marcar un número al que pocas –casi mínimas veces- llamaba. El tono de la línea le desespera, sentándose en el borde de la cama y mirándose a través de un espejo que era el favorito de Taemin.

Es capaz de recordar todas las fotos que tiene con el reflejo del menor y las lágrimas salen más rápido, metiendo la cabeza entre sus rodillas o sino estaba seguro que se desmayaría.

Mierda, Minho, tranquilízate, respira. Tranquilo.

-      ¿Hola? ¿Minho?

La voz de su padre le saca de su ensimismamiento, sorbeteando y difuminando la imagen de Taemin que ahora parecía nítida delante de él.

No era una o dos veces. Siempre creía verlo.

A veces en los pasillos o sentado en el sillón de su departamento, con las piernas bajo su cuerpo y con Mermelada acostada encima de él, sonriendo.

Siempre, sonriendo.

Siempre, malditamente perfecto.

-      Papá –solloza, intentando sonar normal-. Ho…la, ¿estás tra…estás trabajando?

Pero el silencio que obtiene le deja claro que lo que menos hizo, fue sonar normal.

-      Sí –susurra-. ¿Hay algún problema?

-      ¿Puedes acompañarme a ver un…un doctor? No me siento bien.

No sentirse bien quedaba corto a como realmente creía sentirse.

Se sentía pésimo. Como si su cuerpo no quisiera reaccionar, ignorándolo y tomando su propio rumbo al que él no estaba dispuesto seguir. Sabía que la mente controlaba todo en algún momento de la vida, pero nunca creyó que su estado emocional pudiera llegar a ser tan caótico.

-      ¿Qué pasa? ¿estás enfermo?

-      No me siento bien –solloza ya sin esconderlo-. Ven, por favor.

-      ¿Puedes aguantar? Estoy allá en veinte minutos.

Asiente como si su padre le estuviera viendo y corta la llamada, volviendo a pegar la frente en sus rodillas e intentando olvidar todo lo que le recordara a Taemin.

Era la única forma de tranquilizarse.

Su sonrisa, su rostro, su cuerpo, su olor, su existencia y la forma en que se había apropiado de él.La forma en la que había llegado sin aviso, solo apareciendo y haciéndole perder la cabeza en menos tiempo de lo que había conseguido alguien.

Nunca había mirado a alguien como lo había hecho con Taemin. De la forma en que lo había querido.

Y que cada día parecía hacer aún más.

El tiempo de pronto comenzó a hacerse demasiado rápido, como si estuviera saltándose escenas y actos en los que estaba seguro que participó, pero no creía haber presenciado. Era como si fuera un alma en pena.

Solo de repente se vio acostado en una camilla, con una bata que él no se puso a si mismo y con una aguja clavada en el medio de su brazo.

Le dolía, pero no tanto como otra cosa que amenazaba con dejar de latir en cualquier minuto.

Pero algunas cosas seguían como siempre. Seguía en un lugar parecido a su habitación, con las paredes demasiado blancas y con un mínimo ruido que era capaz de distraerlo. Intentaba enfocar la vista en donde fuese, pero solo veía máquinas y sillas de un lado a otro.

Hasta que un hombre de bata blanca apareció en su campo de visión, asustándolo.

Mierda, estaba en una clínica.

Había olvidado que había llamado a su padre.

Intenta tragar saliva, pero su garganta está tan seca que siente que su lengua se transformó en una de gato como la que tenía Mermelada.

-      ¿Te sientes mejor?

El padre de Minho había llegado con él en un estado que asustaba apenas se le veía. Parecía como si estuviera hipnotizado y como si le hubiesen chupado la sangre de todo su cuerpo, dejándolo con un color absolutamente inhumano.

Apenas podían saber cuando fue la última vez que comió o la última vez que había hecho algo de un ser normal. Solo parecía fuera de sí, sin ningún tipo de reacción ni siquiera al dolor.

Una hora durmiendo a causa de un sedante y una hora conectado a una bolsa de suero que parecía ser capaz de hacerle volver en sí.

-      Un poco –su voz suena extraña, tosiendo rápido-. ¿Tendré que quedarme mucho aquí?

-      Te dejaremos en observación por un par de horas. Tus exámenes no arrojan ninguna anomalía, ninguna infección ni un virus.

Increíble que le hubiesen hecho exámenes y él ni siquiera se hubiese dado por enterado.

Intenta moverse un poco, ganándose una mirada de odio al jalar el cable del suero, soltando un bufido y haciendo que el doctor se moviera y le subiera más la sábana aún.

Lo que menos quería era dar lástima y era lo que más había conseguido hacer.

-      ¿Le puedo hacer una pregunta?

-      La que quieras.

La sonrisa de Taemin vuelve a aparecer en su mente, perturbándolo y haciéndolo pensar en que si era normal preguntarle si tener alucinaciones o creer ver a alguien de repente era algo normal. Si extrañar tanto a su ex novio era algo que podía hacerle sentir mal en un segundo, jugando tanto con su cuerpo como con su mente.

Haciéndolo sentir vulnerable.

-      ¿Es normal que me haya sentido así? –susurra, dejándose ordenar las sábanas por el doctor-. Por un momento creí que me iba a morir.

-      No es normal –suspira, dejando unas hojas encima de una mesa-. Por el momento no sabemos a ciencia cierta que es lo que tienes, pero tengo que preguntarte algo.

-      ¿Me pasa algo grave?

-      ¿Pasaste algún mal momento por estos días?

Mierda.

Ahí estaba Taemin de nuevo.

Pero ya no sonreía, ya no le miraba feliz ni mostrando sus pequeños dientes, sino que le miraba con el ceño un poco fruncido, decepcionado.

Muy decepcionado de él.

Es capaz de escuchar su voz dentro de su cabeza, diciéndole “Minho, te dije que te cuidaras, nunca me haces caso.” Pero no estaba ahí. No estaba ahí para regañarlo ni parar mirarle de una forma extraña porque todo era parte de su imaginación.

De su necesidad de crear escenas inexistentes que parecieran hacerle sentir más vivo, como si aún pudiera contar con alguien.

-      Ninguno –niega, mintiendo seguro de sí.

-      ¿Seguro?

-      No.

Era un bipolar, no tenía otra definición para si mismo.

-      ¿Crees que sea necesario enviarte a un psicólogo? Creemos que tuviste una crisis de angustia, tus síntomas lo dicen.

-      Pero no estoy loco.

-      Los psicólogos no son para los locos, la gente tiene un mal concepto de ellos, ¿entiendes?

Uno pésimo.

Especialmente del terapeuta de su madre que parecía dedicarse a empeorar más las cosas que ayudar. Recuerda un par de sesiones cuando era menor y cuando aún podían ejercer presión en él, y todas fueron más traumáticas que las anteriores.

Recuerda ataques de ira en que pateó un tarro de lápices y en que su madre pedía disculpas diciéndole que se avergonzaba de ser su madre.

Qué novedad.

-      Te han inyectado un calmante. Puede ser que por eso te encuentres más relajado –vuelven a sonar unas hojas cuando se voltean, pero sin distraerlo-. Te daré algunos medicamentos, para que te los tomes porque te ayudará a que sientas mejor y evitará que te vuelva a pasar lo de hoy. Y si vuelves a sentirte mal, Minho, no dudes en ir a un psicólogo, te hará bien.

Palabra tras palabra que parecen monótonas cuando la escucha. Mueve con cuidado una de sus manos mientras su otro brazo estaba inmóvil a causa de la aguja que tenía clavada en el medio. Aún no es capaz de recordar en qué momento se acostó en esa camilla ni tampoco cuando le quitaron su ropa, sino que solo se concentra en la gota de suero que cae a su lado cada cinco malditos segundos.

Segundos que ahora parecían eternos en su vida.

La puerta se vuelve a abrir, dejándole ver la figura alta y esbelta de su padre, que sostenía un café en su mano y le miraba con una sonrisa triste y quebrada, siendo obvio lo preocupado que estaba.

Sus pasos suenan tenues y él bosteza, alegrándose al fin de ser capaz de sentir algo, aunque fuera sueño porque estaba seguro que se había transformado en un maldito insomne.

-      Ya tienes mejor cara.

-      Gracias por ir a buscarme, papá.

Una palabra extraña, pero que de todas formas no se molestaba en decir.

Su papá era un buen hombre, solo que él mismo era el que se aislaba quizás. El que le gustaba vivir “en su cueva” como le decía su abuelo.

Sí, ese mismo que no tenía idea siquiera de que era de su vida por culpa de él mismo.

-      No podía hacer menos por mi único hijo –bebe un trago y su sonrisa triste vuelve-. Llamaré a tu mamá, no quiero que después diga que no le informamos de nada.

-      Nooooo, papá –levanta el brazo sin querer, arrepintiéndose en el acto-. No la llames, no le importará si me muero.

-      ¿Qué pasa? ¿se pelearon?

-      ¿Alguna vez hemos estado bien?

La sonrisa triste se hace más real, entendiendo rápido a lo que se refería y a lo que debía omitir. Solo que su nueva pregunta, fue increíblemente peor de lo que había sido.

Era como si el sedante le hubiese abandonado de golpe y el insomnio y las náuseas volvieran.

-      ¿Cómo está Taemin?

-      Me gustaría saber lo mismo.

Apoya de golpe su cabeza en la almohada, aspirando ese extraño olor a limpio y ganándose una mirada extraña de su padre que le miraba con el café en los labios.

Estaba seguro de que seguiría insistiendo sin haber entendido su indirecta porque era capaz de leer lo que querían decir sus cejas levantadas.

-      Puedes invitarlo a cenar con nosotros por estos días.

-      No creo que quiera ir.

-      ¿Me odia?

Si su voz no hubiese sonado tan tímida y casi con miedo probablemente no le hubiese respondido con el mismo ánimo que con el que lo hacía ahora. Era sorprendente como su padre si era capaz de aceptar lo inevitable, mientras su madre solo buscaba una y otra forma de hacerlo sufrir. De quitarle lo que no debía y de meterse en su vida como si ella estuviera en su cuerpo.

-      Me odia, papá. Lo siento, pero no es un tema que me guste hablar demasiado.

-      Lo siento, pensé que te haría sentir mejor si hablábamos de él.

-      No mucho –susurra.

Estaba seguro que el sedante que tenía era muy fuerte porque ni siquiera había sido capaz de derramar una lágrima cuando antes en la misma situación hubiese parecido un verdadero río.

Un deprimente río.

El perfume de su padre parece más cerca, obligándole a levantar la cabeza y a mirarle con la misma sonrisa de antes, preocupada. Era extraño tener ese tipo de relación con él porque nunca antes la había sentido. No le gustaba ser una molestia o depender de alguien en ese tipo de situación, siempre tenía la mala costumbre de comerse toda la mierda solo.

-      Es mejor que te vayas por unos días a mi casa.

-      Noo –niega convencido-. Papá, no, no quiero ser un estorbo.

-      No lo serás.

Sus dedos torpes le ordenan su cabello sucio, tranquilizándolo y haciéndole sentirse como el niño de cuatro años que corría donde él cuando Jonghyun le trataba mal. Era extraño, pero esa caricia le hacía sentir increíblemente tranquilo.

-      Estoy seguro que enfermaste por comer porquerías en la calle, en mi casa al menos podrás comer un almuerzo como corresponde. Solo serán unos días, después volverás a ser independiente.

-      ¿Y Mermelada y Mandarina? No las puedo dejar solas.

-      ¿Mandarina?

-      Es la hija de Mermelada, me dejé otro gato más, lo siento.

-      Esos nombres, Minho.

El colchón se hunde con el peso de su padre, moviéndose un poco y dejándole sentarse más cómodo mientras no soltaba el café. Su olor le tranquiliza de igual manera, mientras él solo se quedaba hipnotizado mirando un crucifijo que había más allá.

Odiaba los hospitales o las clínicas o lo que fuese. Le ponían los nervios de punta porque creía que ahí solo pasaban cosas malas.

-      Me siento solo, papá.

Pero las caricias vuelven, dejando de ser torpes y consiguiendo que las lágrimas no alcanzaran a salir. La idea de no vivir solo por un tiempo quizás era lo mejor que le podía pasar en ese momento. La de despejarse, de estar en un nuevo lugar y conversar con alguien para intentar ver que tuvo bueno su día.

Se acurruca un poco más, intentando darse calor y alcanzando más la mano de su padre para soltar un suspiro que le hizo comenzar a quedarse dormido.

Un gracias papá y las caricias fueron probablemente lo mejor que le había pasado en el día.

O incluso, lo mejor que le había pasado desde hacía mucho tiempo.


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