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Imán por Carito_d

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Notas del capitulo:

No actualizabamos desde el año pasado... JAJAJAJAJA. 

Como veran, esta es solo la primera parte del capitulo 38. Tuvimos que dividirlo en dos ya que era muy largo, pero bueh mejor para ustedes, mas imán, mas gente feliz, mas Carito y Canu feliz.

He visto que muchos quieren imán segunda temporada y la verdad es que no creo que la hagamos. Nos gustaria quedarnos con un fic por algun tiempo, solo con 24 de Abril, asi obviamente avanzamos mas rapido en el. Lo siento a las personas que les gusta leer varios de nuestros fics a la vez, pero necesitamos un respido aunque sea pequeño :3

Napoleon y Merlada, como siempre nuestros mentores:

https://www.facebook.com/NapoleonYMermelada

Ask:

http://ask.fm/NapoleonyMermelada

DISFRUTEN, COMO SOLO USTEDES SABEN HACERLO :3

(no se olviden de sus reviews bien bonis <3)

PD: Dedicado a Yumi, ella sabra porque :3

Toma una bocanada de aire y cierra los ojos, empujando la puerta y encontrándose con un lugar muy distinto en el que estaba hace un rato, en donde el silencio era una de sus principales características, junto a unos largos pasillos que se encontraban repletos de fotografías.

Todas de él. Todas para él.

La recepcionista levanta la cabeza sorprendida de verlo una vez más y Taemin hace una leve reverencia antes de seguir caminando, más lentamente que el día anterior, hasta donde estaba la primera foto y en donde comenzaba un recorrido que estaba seguro que nunca sería capaz de terminar.

Salió a las seis de la tarde del departamento porque hizo todo lo posible por evitar ir hacia allá. A pesar de no haber conversado ni con Key ni Jonghyun, se sentía lo suficientemente capaz para levantarse y no caminar hacia la exposición.

Pero no fue así, porque lo hizo. Y apenas le dejaron solo. Casi como si lo hubiesen hecho como un método para incentivarlo.

Y ahora estaba ahí, de pie, frente a una fotografía que nunca en su vida había visto, pero que era de él. Reconocía su cuerpo y su ropa, solo que estaba casi seguro de que en esa época, casi de un año atrás, él no había hablado con Minho. Ni siquiera una vez.

(Y eso solo significaba una cosa, por muy triste que sonara en ese momento, en que Minho le había mirado antes. En que él había empezado todo cuando Taemin ni siquiera se había fijado en él).

Taemin recorre la exposición con las manos sudorosas y pestañeando tupido porque su cuerpo parecía extraño ante un lugar al que no sabía como adaptarse. La siguiente fotografía no sabe si es mucho peor o mejor que la anterior porque los sentimientos encontrados no se demoraron mucho en aparecer.

El abuelo de Minho le abrazaba sobre los hombros y él aparecía riendo sobre un chiste que no era capaz de recordar en ese momento. Probablemente sobre su fanatismo con las mujeres o sobre algún tema que a Minho le molestara; solo que nunca recordó en qué momento había tomado esa foto.

Como pasó con la siguiente y la siguiente.

Y la siguiente.

No reconocía muchas. El 20% al menos.

Algunos primeros planos y otras un poco más de lejos que le hacían avergonzarse y taparse la boca con una mano porque sentía como la sonrisa se lograba escapar por sus labios. A pesar de ser él, era distinto a verse de esa manera. A verse como era con Minho. Como sonreía, como se avergonzaba y como salía rechistando en algunas porque probablemente lo había descubierto.

Pero en todas sonreía. En todas se veía feliz.

Y no recordaba cuando había sido la última vez de haberse sentido así.

Sigue avanzando lentamente por cada fotografía, encontrándose con un par de él bailando y otras en que salía mirándolo con cara de odio, pero aún así riendo.

Y en ese momento, se da cuenta que daría lo que fuera por volver a ese día. Por volver a disfrutar lo que no disfrutó lo suficiente. Por volver a sonreír como en esa foto que tenía en frente, en donde el agua le había dejado la piel arrugada y el cabello desparramado de la peor forma posible. Y por sobre todo, por volver a ese tiempo en donde los problemas con Minho parecían demasiado débiles como para darle tanta importancia como tenían ahora.

Taemin siente el estómago revuelto y está seguro que no es a causa de la comida porque desde el día anterior que apenas había podido tragar algo.

La nueva foto le hace sonreír y ya no intenta ocultarlo porque es tonto el solo hecho de lo que haga. Era casi tonto esconder algo a alguien quién le había dedicado una exposición entera. Se observa a si mismo demasiado concentrado para ser cierto, bailando y reflejándose en un espejo de tal forma que se veían muchos Taemin.

Apenas recordaba cuando Minho le había sacado esas fotos. Solo estaba seguro que no llevaban mucho tiempo de conocerse.

El maldito nudo en el estómago no le deja en paz cuando sigue caminando y cuando sigue observándose y preguntándose cómo lo hacía Minho para hacerlo salir bien en todas fotos. Se veía bonito en la mayoría, a pesar de que él no sentía que era así en la realidad.

Se abraza por sobre el abdomen, intentando controlar la molestia y recordando perfectamente la situación de la siguiente imagen. Él se había arrancado de clases y Minho también, solo con el fin de besarse y tocarse un poco más porque el día anterior no habían tenido suficiente.

Entonces de pronto, las cosas empezaron a calzar.

Taemin miró de un lado a otro y el montón de fotografías que le faltaba por ver, y se dio cuenta que Minho ordenó cada imagen en el mismo orden del tiempo. Desde la primera vez que lo vio y como su relación se fue desarrollando. Como se fueron queriendo de a poco hasta llegar ahora, en donde lo hacían de forma abismal.

Probablemente nadie se habría fijado en eso, pero él sí.

Como también lo hizo cuando abrió el folleto de la exposición y notó que eran 310 fotografías para ser exactos. No necesitó un cálculo mental muy específico como para notar que ese era el tiempo que habían estado juntos.

Mierda, Choi. Porqué me haces esto.

Taemin se queda en el medio del pasillo sin saber si era necesario continuar o si debía detenerse justo ahora porque entendía donde querría llegar esto. Porque temía de que la última fotografía fuese a ser la peor y que le hiciera irse del lugar con un sentimiento extraño de abandono.

No, abandono no. De término.

(Y esa palabra le dolía. Porque no sabría como la podría asimilar cuando en un mes no había encontrado la solución).

El castaño no admitirá nunca que por Minho se volvió masoquista. No admitirá ni dirá que en las noches antes de dormir, pensaba en él porque era la única forma de tranquilizarse. Mucho menos asumiría que ya tenía aceptado el hecho de que no volvería a enamorarse de alguien más porque se sentía desleal.

Y no a Minho, sino que a la otra persona, a la que no podría querer nunca en su vida, tanto como lo quiso a él.

Pero saber que Minho también había cambiado a esa forma le resulta casi tranquilizador. Se toma más del tiempo de lo normal cuando llega a una fotografía en la que aparecían ambos. El rostro de Minho apenas era visible porque sostenía la cámara justo frente a ella, reflejándose en el espejo, pero de todas formas sabía que era él. Recuerda la escena, las risas, las cosquillas y los besos que él pedía que nunca se acabaran. Y que él le había pedido una fotografía porque quería ponerla de fondo de pantalla en su celular aunque Minho se negara y lo encontrara cursi.

Quien hablaba de cursi.

Las piernas desnudas de Taemin le rodeaban por la espalda, abrazándolo, mientras el cuerpo de Minho solo tenía su ropa interior. Estaban en la cama, entre sábanas deshechas y con Mermelada un poco más atrás que se lamía una de sus patitas.

Una realidad que en ese momento no supo cuánto sería capaz de extrañar.

Y ya era tonto seguir luchando contra las mariposas que revoloteaban en su estómago. Era incómodo luchar con lo inevitable y con lo que a veces le hacía sonreír.

Se ríe de si mismo cuando se ve durmiendo abrazado a Mermelada y cuando se encuentra con una fotografía que le hace avergonzarse y reírse en voz alta porque se veía ridículo sosteniendo un pequeño gato cerca de su rostro.

Probablemente ahora asume que esa fotografía era un engaño. Minho quizás siempre había tenido planeado una exposición y él no sabía.

Aunque el hecho de ver a trabajar a Minho en cada una de esas imágenes es algo que le hubiese gustado ver y comentar. Probablemente se hubiese enojado y hubiese hecho una pataleta de niño de cinco años porque tenía demasiada vergüenza de que lo vieran, pero ahora que estaba ahí, ni siquiera la sentía.

Sino que solo creía que estaba flotando en una burbuja.

Una hora después, si es que no más, Taemin está sentado sobre un cubo, sonriendo y tomándose mucho tiempo para observarse. Probablemente llevaba mucho tiempo ahí dentro, superando a cualquiera y siendo el visitante más extraño porque la recepcionista fue a verle un par de veces cuando le oía reírse solo en el medio del silencio. Cruza una pierna sobre la otra y apoya su cabeza encima de su hombro, mirándose a si mismo e intentando saber en qué momento se convirtió en lo que era ahora.

En la imagen salía bailando sobre una cama y estaba tomada desde abajo, probablemente de entre sus piernas porque recuerda a Minho cuando le obligó a bailar. Cuando le hizo tocarse para fotografiarlo aunque esas fotos no estaban ahí. Era en la época de cuando vivían juntos, cuando la rutina se convirtió en una hermosa cualidad a la que ambos se habían acostumbrado.

Habían fotos de él saliendo de la ducha, de sonrisas matutinas y de atardeceres que le hacían sonrojarse y acomodarse sobre el cubo porque los recuerdos se hacían demasiado bonitos como para querer superarlos. Recuerda los ronroneos de Minho en su cuello y los besos sobre sus hombros cuando a él le gustaba sentarse sobre sus piernas en busca de calor.

A veces se sentaban en el balcón en silencio. A veces hablaban y se reían. En algunas ocasiones Mermelada los acompañaba, pero en todas era con el mismo objetivo: estar juntos. Saber que eso estaba siendo real.

Taemin levanta la cabeza y mira hacia el techo con el fin de que las lágrimas solo se juntaran en sus ojos y no cayeran. Sorbetea la nariz y seca rápido sus ojos para levantarse e irse al próximo pasillo.

Uno que hizo que todo fuera más tortuoso.

Su relación estaba en cada imagen que parecía atacarle cuando apareció en el medio del lugar. Justo ahí. Invisible, pero real. En cada una de ellas se podía ir en el medio del silencio, la petición de abrazos robados o de caricias pedidas. Incluso es capaz de oír conversaciones. De escuchar la voz de Minho cuando él aparecía en una fotografía, sentado encima de una mesa, diciéndole que cuál era la especialidad de ese día y que si una vez más comerían ramen.

Sus voces parecen escapar de cada imagen y juntarse en el medio de su cabeza como un torbellino que apenas le dejaba pensar.

“Minnie, te amo”. “Te lo prometo, no te estoy sacando fotos.” “Minnie, Mermelada te ama”. “Minnie, vayamos a dormir, tengo frío”.

Minnie. Minnie. Minnie.

Taemin es capaz de escuchar tarareos a través de las fotos. Tarareos mañaneros que le hacían despertar frunciendo el ceño y revolverse entre las sábanas porque a veces Minho era demasiado ruidoso para que fuera tan temprano.

Y se arrepiente. Se arrepiente de haberse quejado y de no haberle dicho que tarareara más fuerte para que él pudiese acompañarlo.

Cualquiera que lo viera en ese momento diría que se había vuelto loco porque no paraba de susurrar una canción y de sonreír, mientras se balanceaba sobre los talones y acercaba tanto su rostro a la imagen que pareciera que quería ser parte de ella.

Parte de esa magia que creía imposible, pero que ahora era demasiado real.

La exposición estaba llena de conversaciones. Llena de susurros y secretos que nadie era capaz de oír, pero él sí. Era como si le hubiesen encerrado en una habitación con sus mejores recuerdos que podían hacerlo llorar de la felicidad.

Pero cuando llega a la última foto, Taemin suspira y cierra un poco los ojos porque sabe perfectamente que esa foto no la tomó Minho, sino que fue él.

Lo hizo un día en que dormían y en el que pocas veces él despertó antes. Minho nunca le preguntó acerca de ella porque no alcanzó. Los problemas los superaron y su relación dio un término que a ninguno de los dos le hubiese gustado dar.

Taemin siente sus ojos escocer, pero sigue observándola. Sigue con su mirada fija sobre esos dos pares de piernas que parecían demasiado enredadas para ser reales.

Minho dormía y él se aprovechó de eso cuando la tomó.

Ambos acostados, ambos sin saber el destino que les deparaba.

Taemin se limpia los ojos a pesar de que ninguna lágrima hubiese conseguido escaparse, notando que llevaba más de dos horas ahí.

De todos los chicos de la universidad, Taemin nunca pensó que Minho se hubiese fijado en él de tal forma. De todas las personas que le rodeaban, nunca habría creído que justo se interesaría en él, que le vería en una perspectiva diferente a como se veía a si mismo.

Taemin tiene una frase frente a sus ojos, que es la que le da término a la exposición. Es la que termina con la temática y con la que la palabra imán parece tener un poco más de sentido.

Quizás era solo para conocernos, no para estar juntos.

La relee más de diez veces, consiguiendo una sensación nueva con cada lectura que le agregaba.

Quizás era solo para conocernos, no para estar juntos.

El pitido de un reloj le hace pestañear tupido como si recién estuviera despertando y se distancia, caminando por el pasillo, pero deteniéndose justo cuando siente un ruido desconocido.

Siente la puerta abrirse justo detrás del panel en el que estaba, escuchando un par de zapatillas que se detienen frente a la recepción.

Una voz que apenas lograba escuchar y que le hace pegarse más a una fotografía con tal de reconocerla.

-      Creí que ya habías cerrado, es tarde.

-      Es que hay un alguien, un chico.

Las zapatillas avanzan hacia el inicio del pasillo y Taemin inevitablemente retrocede mirando a algún lugar para esconderse porque aún no quería irse, pero la voz nuevamente aparece y el nuevamente necesita reconocerla. Le suena familiar, apagada y en susurros, pero familiar.

-      No hay nadie.

-      Sí, si lo vi.

Era Minho.

Mierda. Era Minho.

Era tan familiar que incluso le había costado reconocerla.

Taemin siente sus pies anclarse, junto a una mezcla de sentimientos que le hacen sentir desvalido. Desprotegido. Sin saber como reaccionar.

Voltea la cabeza hacia todos lados, intentando buscar un lugar por donde desaparecer, pero solo recibió miradas de él mismo a través de la decena de fotografías que le rodeaban.

No había forma de escapar.

Es por eso que cuando camina, sus pies parecen de plomo y su cabeza es casi gacha hasta que llega al inicio del pasillo y la luz fluorescente de la entrada le ilumina. Y le cuesta mirarlo, pero lo hace.

Era Minho.

Él no le miraba, pero lo sabía.

Minho se separa suavemente de la recepción y el nudo en su estómago hace que sus tripas se retuerzan con tanta fuerza que Taemin está cien por ciento seguro de que flaqueará y no sobrevivirá a esto. Porque cuando gira la cabeza y le ve, todas las razones por las que dejaron de verse parecen débiles al igual que su respiración que casi parece olvidada. Todo lo que se dijeron alguna vez parece mínimo y lo que ha sentido por él y lo que le ha emocionado, crea una mezcla que provoca sentimientos que parecen fluir por sus venas y hacer que se enamorara de él una vez más. Como la primera vez.

Minho le mira desde menos de cinco metros de distancia y Taemin…

Taemin no cree ser capaz de acercarse ni un centímetro más.

Y el contacto visual es catastrófico porque Taemin quiere, pero no puede dejar de mirar a Minho. Es terrible. Era como si una fuerza extraordinaria le dijera “aprovecha de mirarlo como nunca”  y él no tuviera otra opción aparte de acatar.

Un mes sin tener ni el más mínimo contacto de él, sin saber que era lo que le ocurría o que pasaba con su vida, y ahora esto. Minho apenas pestañea y Taemin siente como su mentón comienza a tiritar, desviando al fin la mirada y encontrándose con la recepcionista que parecía recién haber unido las piezas.

No tiene idea qué le ha pasado en ese mes, pero Minho parece completamente distinto. No peor, sino que diferente. Extraño.

-      Ya me iba, no importa.

Taemin. Frente a él, a cinco metros de distancia aproximadamente, mirándole serio y sin decirle ninguna palabra de odio, y no tenía ni la más mínima idea de cómo reaccionar.

En alguna mínima y casi nula fibra de su cuerpo, guardó la esperanza de que el castaño fuese, pero ahora, verlo ahí, era demasiado. Demasiado avasallador, demasiado inesperado.

En dos días más la exposición se cerraba, pero él estaba ahí.

Mirándole. Como siempre había hecho cuando no tenía vergüenza de que lo descubriera.

Y cuando avanza y comienza a caminar, se da cuenta que todo es peor. Que tiene miedo de cómo reaccione y de qué tendrá que hacer porque no había pensado en esta situación. La respiración de su recepcionista se vuelve repentinamente nerviosa y Taemin baja la cabeza, despidiéndose, para seguir caminando hasta que una mano le afirma desde el antebrazo.

No solo le afirma, sino que le aprieta.

Mierda Minho.

¿Que si estaba muriendo con esa mano? Sí, cada vez se ponía más fatal.

Siente como los dedos de Minho se entierran encima de su piel y como es injusto que se tenga que aguantar y no pueda besarle ahora ya, sino que solo se tenga que voltear lentamente y mirarle más cerca de lo que tenía planeado, fijándose en las oscuras bolsas de sus ojos que cada día parecían más opacas.

¿Empeorar? Mucho. Demasiado para ser cierto.

-      ¿Qué?

Cuando se atreve a hablar, Minho le suelta y le deja ir y él se da cuenta que no quiere que sea así. Era como si recién hubiese notado su hazaña que había hecho sin pensar ni meditar, solo por un impulso.

Uno de esos impulsos que no debía tener.

-      Nada –susurra.

Su voz.

Mierda, su maldita voz.

Todavía se miran cuando sienten los pasos de la recepcionista que se retira incómoda y vuelve tras su escritorio. Esos pasos que les rompe la burbuja y hace que Minho retroceda y baje la cabeza, despidiéndose y él se quede ahí, sin saber que hacer. Se tenía que ir, pero no podía.

No aún. No sin haberle dicho algo.

Pero sus labios parecían entumecidos porque no se movían.

Taemin intentó pensar en algo rápido, pero solo llegaban a su mente frases desesperadas y todas con el mismo fin: que le volviera a querer como antes. Y no podía ser así, necesitaba ser coherente.

Pero mierda, no pudo.

Sus piernas se detienen justo cuando sale de la exposición, volteándose y encontrándose con una oscuridad distinta a la que entró. Parecía que le hubiese llevado días enteros observar cada foto.

Pero eso no le asustó ni le impresionó.

Sino que fue otra cosa. Fue como a través de la ventana pudo ver a Minho aún de espaldas, escuchando a la recepcionista que pronunciaba palabras que parecían sobrar. Fue como sus movimientos de repente parecían demasiado lentos y como de un momento a otro, le vio agachado, en cuclillas, abrazando sus rodillas.

Ninguno de los dos supo que decir.

Ninguno de los dos fue capaz de decir, cuanto se extrañaban.

(Y lo peor de todo, es que dos, era una palabra que ya no era capaz de unirlos).

**

Ya era pasada la medianoche y Minho aún no se levantaba desde el piso apenas llegó a su departamento. Fumó con calma cada uno de los cigarrillos que quedaban en la cajetilla y miró detalles en sus manos que ahora parecían relevantes.

Hacía todo con tal de evitarlo.

Pensar. Respirar. Levantarse. Recordar. Vivir.

Incluso acarició el lomo de Mermelada y Mandarina más de lo necesario con tal de no rememorarlo.

No pienses en él. No pienses en él.

Pero era imposible no hacerlo.

Era imposible no pasar por un lugar de su departamento y no recordar lo que había pasado ahí. Sus carcajadas poco tímidas, sus golpes cuando se molestaba por algo o sus susurros que siempre pedían un poco más. Todo era Taemin.

Todo era él.

Apaga el último cigarrillo que quedaba en esa cajetilla y se deja caer por el piso hasta quedar acostado en el medio del pasillo.

Había visto su exposición y no había sido capaz de darle una explicación, sino que solo se quedó ahí, pasmado y con tanto miedo que parecía que hubiese perdido su voz. Le hizo sentir casi desconocido y mínimo cuando lo único que había hecho era intentarle decir lo importante que era para él.

Y que lo estaba intentando superar.

Pero no podía.

Mierda. No podía.

Minho se voltea y apoya su cabeza sobre una mano, viendo bajo la rendija de la puerta, zapatos que se movían de un lado a otro, apareciendo y desapareciendo por el pasillo. Odiaba que a sus vecinos se les ocurriera justo hoy comenzarse a pasear por frente a su puerta. Justo cuando se sentía como un viejo mañoso.

Mermelada deja de frotarse contra sus costillas y corre también hacia la puerta, acostándose de golpe en el piso y metiendo su pequeña pata por debajo como si estuviera intentando alcanzar algo.

(Inevitablemente siente algo de envidia hacia ella. Era mucho más fácil ser gato que ser humano).

Pero la gata no se detiene y a él le llama la atención porque lleva demasiado tiempo haciendo eso. Era como si alguien estaba jugando con ella porque parecía entretenida y luchaba más por estirarse y alcanzarlo.

Y efectivamente era eso. No pasó mucho tiempo para que alcanzara a ver un dedo delgado que se intentaba colar, jugando. Buscándola.

Sin embargo, Minho estaba tan reventado emocionalmente que solo se arrastra hasta quedar cerca de su gata y notar que sí había alguien ahí.

Y lo que menos quería, era que le entraran a robar en ese momento.

Se levanta con mucha pereza y arrastra a Mermelada desde su infinita panza, deslizándola un poco y abriendo la puerta sin rodeos, levantando la cabeza justo cuando ya tenía al supuesto ladrón enfrente.

Solo que no tenía planeado que el supuesto ladrón se llamara Lee Taemin.

(Y eso, justo eso, no podía estar pasando. No a esa hora. No cuando era lo que más necesitaba).

-      Hola.

Minho no sabe mucho de palabras. No sabe mucho de cómo expresarse ni tampoco que significan las palabras medio indirectas porque no es capaz de entenderlas. Solo sabe lo obvio. Cuando le dicen te quiero, te amo o un te extraño que casi le hace sonrojarse,  pero cuando escucha ese hola de Taemin, es capaz de deducirlo como nunca ha hecho. Sabe que es un hola incómodo y que le hace entender que no sabe porqué está ahí. Ni mucho menos que le llevó hasta allá a esa hora ni que explicación debía darle, sino que solo está.

Y a Minho le dan ganas de saber, pero no quiere ser capaz de revivir esperanzas que ya parecían rotas.

Si fuera por él, por su cerebro que quería actuar, pero no podía, habría retrocedido cuando Taemin dio un paso hacia el interior, acercándose. Se habría movido hacia un lado o le habría dicho algo, intentando saber que hacía ahí, pero no lo hizo. Se quedó tan estático que se creía capaz de ser una estatua humana.

La atracción que se genera en el ambiente es casi innata y más aún cuando la mano de Taemin le acerca rápido desde el cuello y hace que sus labios choquen con los de él, desesperados.

No le pide permiso ni le pregunta, sino que solo lo hace.

Lo hace como nunca antes había hecho y de una forma que sus labios se volvían más exigentes con cada segundo que pasaba. Pero Minho. Minho seguía en una especie de trance en la que no sabía como atinar. Sus manos se entorpecen quedándose a los lados de su cuerpo, mientras las de Taemin le atraían desde el cuello pidiendo cada vez más y más.

Su boca. Sus manos. Sus dedos. Todo.

Y al mismo tiempo. Que hacía que todo fuera mucho peor.

O quizás no. Porque cuando Minho se separa y su visión es la de Taemin frente a él con la mirada perdida y los labios demasiados brillosos cuando solo se dedicó a besarlo, es él el que cierra la puerta y el que se da cuenta de que si el castaño perdió la cabeza, él lo acompañaría.

Dos pasos que avanza y dos pasos que Taemin retrocede siendo empujado y acorralado por él contra la puerta. Ya su visión había dejado de ser la de su rostro completo porque teniéndolo así de cerca solo era capaz de observar los ojos de Taemin que parecían demasiado abiertos y demasiado expectantes.

Ninguno de los dos estaba pensando.

Ninguno de los dos recordó los problemas que les habían separado cuando Minho le lamió los labios y le apretó desde la cintura antes de entregarse a un beso desesperado que todos esos últimos días había soñado. Esos que había sido capaz de sentirlos casi reales de tanto imaginarlos.

Los dedos de Minho le buscan la piel desnuda bajo su camiseta. Largos, rápidos, hábiles. Se detienen cuando encuentran los huesos de su cadera y le afirman desde ahí porque parece un buen lugar para hacerlo sufrir. Taemin hace chocar su entrepierna con la del alto cuando le besa, frotándose, rogando, pidiendo. Solo un poco más. Minho un poco más.

Pero Minho ya no quiere solo un poco. Quiere mucho.

Taemin le jala el labio, tirándoselo y succionándolo cada vez que lo dejaba ir. Brillosos, con mucha saliva y con ese especial sabor que extrañaba. Con su sabor. Al que su boca solía saber.

Los ojos de Minho le hipnotizan porque le miran fijo y no se imagina que es lo que piensa. Sus dientes siguen jalándole su labio inferior y le dan ganas de lamerle todo y pedirle perdón. Pedirle que deje de mirarlo así. Pero cuando Taemin toma un poco de distancia, el alto vuelve a empujarlo y vuelve a hacerlo chocar contra una pared, pero ahora una distinta. Una que es lisa y que hace que le duela la espalda porque le pega demasiado fuerte.

Porque lo quería hacer sufrir.

Minho baja por su cuello y lo lame. No lo lame como antes, lo lame porque quiere hacerlo. Porque quiere ser casi como un gato cuando se limpia, pero hacerlo con él. Le lame el cuello, los huesos, la barbilla, el pecho. Todo. Tan poco, pero tanto que Taemin no sabía como controlarse. Él solo le jalaba el cabello. Minho bajaba y él enredaba sus dedos en esos rizos de su cabello que tanto le gustaban y se lo tiraba sin dejarlo ir, pidiendo más. Pidiendo que no se detuviera.

Pero Minho no lo hacía. Nunca pensó en hacerlo.

Minho le quita la polera de una manera tan rápida que hace que Taemin apenas pueda atinar. Le hace levantar los brazos y se la deja a medio camino impidiéndole que pudiera ver por unos segundos. Y le sigue lamiendo. Casi llega al punto de asfixiarlo tras la tela, pero sigue lamiendo. Primero su pecho huesudo, luego sus pezones y sus costillas. Todo a la vez. Sin un centímetro que perderse.

Y cuando la tela cae y se separan apenas un par de centímetros, Minho tiene la respiración casi entrecortada y Taemin también. Y solo se creen capaces de mirar.

Hace un par de segundos actuaban como la primera vez que lo hicieron, en donde solo tenían como fin darse un polvo, pero ahora era distinto. Era algo que evitaban, pero querían. Que necesitaban.

Minho se quita la polera a si mismo y la deja caer encima de la de Taemin, en el piso.

Cada segundo que pasaba parecía más vivo. Se sentía más vivo. Como si su departamento al fin hubiese entrado a ese frenesí en el que ellos solían vivir. El lugar se llena de magia. De esa magia que sentía Taemin cuando se dio cuenta de lo enamorado que estaba de Minho. Esa que le hacía perder la cabeza y la razón.

Sobre todo la razón.

Y es él que se acerca una vez más. Es el que muerde los labios de Taemin y el que le afirma desde el trasero y le aprieta hasta que le incomode. Hasta que el castaño atina y se afirma de él, pasándole las piernas por la espalda, dependiendo completamente de él.

Minho le besa con furia contra otra pared y Taemin suelta un gemido cuando le azota contra ella. Le duele, pero no es capaz de decirle que se detenga, que lo haga más despacio, sino que solo acata. Todo lo que nunca había sido capaz de acatar. Siempre había pensado que Minho era la persona perfecta que existía para conocer el sexo, pero esto era mucho más. Tanto más que no sabía como explicarlo.

Minho parecía poseído por la energía de esto. De lo prohibido. Le toca sin descanso y pocas veces se recuerda que él es un humano y que puede explotar. Eyacular desde lo más profundo. Le levanta desde el trasero cuando nota que se está cayendo y hace que ambas entrepiernas choquen en los momentos perfectos. Ambas erecciones que parecían reventar a través de la tela del pantalón. El placer sacude a Taemin desde la punta del cabello hasta la punta de los pies, como si sus venas estuvieran entrando en el paraíso.

Como si las capacidades de Lee Taemin no fueran capaces de soportar las de Choi Minho.

Pero cuando le siente separarse y arrastrarlo con él, tiene mucho miedo de caer. Sin embargo, el alto lo afirma. Lo toma casi en brazos y lo lleva hasta un lugar más cómodo que no era lo que esperaba.

Cuando Taemin queda sentado encima de la mesa de la cocina, cree que esto no está pasando. No hasta que ve las manos de Minho que barren –literalmente- con todo lo que está tras él, dejándolo caer al piso. Cubiertos, platos, vasos, todo. Nada le importaba. Ni siquiera los vidrios rotos.

Taemin quería intentar preguntarle algo, pero cuando le ve así, solo le mira asustado, observándolo detenerse justo delante de sus piernas y desabrochando con habilidad el botón de su pantalón.

Mierda. Mierda. Realmente iba a pasar.

Cree perder la cordura cuando siente el sonido del cierre al bajarse, junto a las manos de Minho que quitaban sus pantalones rápido, dejándolo solo en calzoncillos.

Pero él seguía ahí. Sentado sobre la mesa, con las piernas abiertas y los pies colgando fuera de esta.

Dignidad: cero.

Por una vez, creía sentirse avergonzado. No de nerviosismo de lo que fueran a hacer, sino que de haber quedado como el que iba en busca solo de sexo. Justo cuando el destino se ponía de su parte, él creía estar desaprovechándolo y mandándolo literalmente a la mierda.

Minho le mira aún de pie, esperando algún movimiento de él, pero solo atina a mover un poco el trasero hacia delante y a desabrochar el botón de su pantalón. Y nada más.

No sabía como empezar. Todo estaba siendo repentinamente demasiado difícil.

No pienses, Taemin. No pienses. Te hace mal pensar.

Repentinamente le dan ganas de fumar.

Justo cuando empieza a quitarse los pantalones y observa a Minho que le espera de pie, como quien espera su turno en la caja. Incluso le ayuda a jalarlos y a terminar de sacárselos cuando sus manos ya no alcanzaban el final.

Y ahí quedaron.

Mirándose. Observándose más que lo que hicieron dentro de la exposición y más de lo que habían hecho alguna vez.

Minho es el que vuelve a acercarse en el momento perfecto, besándolo y colocando sus manos sobre sus piernas desnudas, que parecían consumirse a su tacto. Tan cerca de él y Taemin aún no podía asimilar lo que estaba haciendo. Le pasa los brazos por sobre los hombros y sus pies le atraen hacia sí, empujándolo de su trasero y volviendo a hacer chocar sus erecciones.

Ambas latentes. Ambas esperando el momento perfecto.

El ritmo del beso aumenta proporcionalmente a los roces de sus entrepiernas.

Y eso. Eso era bastante rápido.

Taemin recuerda todas esas veces en las que sus pensamientos solían ser negativos y se enoja porque no quiere que aparezcan justo ahora. Atrae más hacia si el cuerpo de Minho y una de sus manos deja de jalarle el cabello para meterse entre ambos cuerpos hasta llegar a su ropa interior.

Minho se separa solo un poco para ayudarlo, lamiendo sus propios labios como si estuviera limpiándose.

-      Esto no está bien.

Taemin sabe que su susurro es ofensivo, pero sigue entrando al bóxer de Minho hasta alcanzar su objetivo. El alto no espera ni un segundo más para volver a acercarse y volver a callarlo con sus labios que cada vez era más exigentes.

Ya no quería besarlo. Quería comérselo.

(Y más si la mano del castaño se movía de forma lenta por toda su extensión, torturándolo y masacrándolo. Buscando la manera de hacerlo sufrir).

Pero tienes que ser fuerte, Choi. Muy fuerte.

Taemin le acerca más desde la nuca y le mete la lengua entre los labios de tal forma que Minho cree ahogarse en él. El aire comienza a hacerle falta y le es imposible no gemir si su mano le toca así de lento y placentero, mientras su boca literalmente le viola los labios.

Taemin sabe a vainilla y Minho nunca ha sido capaz de decirle. Ni mucho menos que ese es su sabor favorito en todo el mundo.

Le toca incluso mejor de lo que baila. Lo que parece casi esquizofrénico. Lento y suave. Como si hubiese tomado una clase sobre eso y Minho fuera la primera persona con la que lo ponía en práctica. Y mierda, era un experto.

Pero Minho…Minho besaba como el paraíso. Sabía como hacer que sus labios se encontraran de forma gloriosa, pero a la vez terrible, siempre dejándolo con ganas de un poco más. Hacía que Taemin se deshiciera en él y le hiciera pagar por sus pecados de haberle dejado abandonado.

Minho besaba como si fuera la última vez que lo hiciera, y sinceramente, Taemin no quería que fuera así.

Se separan por apenas un par de segundos y Minho gime justo cuando intenta recuperar la cordura. Los dedos de Taemin le aprietan un poco y él quiere empujarlo y hacérselo de tal forma que sufra todo lo que él había hecho.

Y un poco más.

(Y dudaba que no fuera a hacerlo).

-      Esto –gime y se aleja un poco de su boca para poder hablar-. Esto nunca estuvo bien.

Y también es ofensivo en su respuesta. Incluso más.

Minho le baja los bóxers sin siquiera moverlo demasiado de la mesa y le saca la mano que estaba dentro de los suyos, siendo casi bruto a pesar de los temblores que sentía en su entrepierna. Le afloja, tirándole un poco de los talones y dejándolo un poco más recostado y dándole golpecitos en los muslos porque estaba demasiado tenso.

Peor que la primera vez que lo habían hecho.

(Que era algo que recordaba como si hubiese pasado ayer por mucho que lo negara).

Termina por quitarle su ropa interior, dejándolo completamente desnudo frente a él y levanta dos dedos de su mano, acercándolos a su boca. Y solo bastó una palabra como para que Taemin acatara con temor, porque nunca lo había visto así.

Minho solo dijo chupa y sintió como su entrepierna soltaba temblores de placer.

Y le costaba mucho pensar. Mucho.

Porque no pasó mucho tiempo, como para que Minho se inclinara y comenzara nuevamente a lamerlo, afirmándose con una mano de sus rodillas, abriéndole más las piernas y empujando sus dedos más dentro de su boca, cuando pegó una fuerte y potente lamida en su entrepierna.

Y Taemin.

Taemin solo lamía los dedos de la misma forma que Minho le lamía a él.

Suave y con exceso de saliva. Profundo, pero completamente intenso. Tanto así, que ninguno de los dos sabía quién estaba gimiendo más fuerte.

Pero cuando los dedos de Minho abandonan sus labios, Taemin se deshace más aún sobre la mesa, sintiendo como el sudor pegaba su cabello a su frente y como su columna se enroscaba solo por las olas de placer.

Minho no fue tan cuidadoso como siempre, sino que solo le metió los dedos sin previo aviso, observando sus reacciones y viendo como Taemin cerraba los ojos y echaba la cabeza hacia atrás.

No había pizca de dolor o incomodidad. Y eso le calmaba de cierta forma.

-      Minnnnnnnnnnnnho.

-      Sht. Aguántate.

Mierda.

Si le hablaba así de tosco le era más difícil pensar en aguantarse.

Taemin se muerde el labio sin quitarle la vista de encima a Minho, que parecía demasiado concentrado en lo que hacía. Hasta que sacó los dedos y la sensación fría ya no le hizo sentir tan cómodo.

Minho ya no le tocaba su cuerpo ni siquiera un milímetro, sino que se tocaba a si mismo, esparciendo un poco el líquido pre seminal y mirándole extasiado.

No. Extasiado no era una palabra que alcanzaba a abarcar lo que veía en ese momento.

Era más. Algo más sucio.

-      Minnnho, por favor.

Rogaba.

Sí.

Lee Taemin estaba rogando porque no lo soportaba.

Porque Minho lo estaba haciendo sufrir y lo estaba haciendo suplicar y a él le daba lo mismo perder la poca dignidad que aún le quedaba.

Con Minho nunca tuvo dignidad. Y nunca la tendría.

(Y era algo que ya tenía bastante asumido).

Minho da un paso hacia él, justo el que les separaba, rozando su entrepierna con los huesos de su trasero que siempre parecían demasiado prominentes. Demasiado esqueléticos.

Y le embiste.

Mierda. Pero no solo le embiste.

Sino que le embiste.

Le hace mierda los órganos.

-      Mierrrrrrda. Annnnnnnnngh. Minnnnnnnnnnho.

-      Sht.

Y le vuelve a hacer callar. No se lo pide, sino que le obliga.

Minho le besa el interior de las piernas, mientras sigue embistiendo con la misma fuerza y mientras Taemin busca algo a que aferrarse porque cree que desfallecerá.

Cierra los ojos. Los aprieta. Se muerde el labio. Echa la cabeza hacia atrás. Pero nada le hace aguantar tanto placer.

Minho le lame el cuello, los huesos y con una mano le masturba, mientras sus embestidas no se detienen.

No sabía si estaba en el paraíso o en el infierno, pero fuera lo que fuese, se lo merecía porque a él se le había antojado levantarse en mitad de la noche e ir hasta allá.

Se lo merecía. Mucho.

(Y ni siquiera se estaba arrepintiendo. Que era lo peor de todo).

Sin embargo, aún no era capaz de entender como Minho podía leerle la mente porque acertaba en cada nuevo movimiento que hacía. Donde besar. Donde lamer. Donde todo.

Tocaba todos los rincones que él había tocado cuando pensaba en él.  Y mierda. Minho era sexo por donde se le mirara. Expelía sexo. Por cada maldito poro de su maldito cuerpo. Tan intenso. Tan caliente.

Tan Minho.

Los huesos de sus caderas chocan con los de su trasero, pero ya no lo hacen de forma bruta como si solo pensara en terminar pronto. Ahora era lento. Es casi como un alivio. De repente todo es más relajado y más lento, e increíblemente el cambio hace que todo vaya mejor. Taemin ya no busca en donde afirmarse ni una forma nueva de respirar porque Minho se empieza a tomar las cosas con calma.

De hecho, ya no le masturba, sino que le mira. De esa misma forma que hacía antes. Cuando estaban juntos.

-      Mierda. Mieeeeeerrrrda – Minho pone ambas manos en los costados de su cuerpo y baja la cabeza, cansado. Como si estuviera rindiéndose-. Mierda, Minnnnie, no puedo más.

Minnie.

Minnie.

Le había dicho Minnie.

Mierda. Le había dicho Minnie.

Cuando Taemin le ve abrir los ojos y lo tiene así de cerca, le gustaría poder hacer algo más. Tocarlo. Relajarlo. Devolverle de alguna forma el placer que le estaba dando, pero solo se siente capaz de estirar el cuello y besarle de tal forma que le hace perder la respiración. Y Minho se deja.

Increíblemente se deja y se relaja y le permite que lo quiera.

El orgasmo a ambos les sale desde lo más profundo de sus entrañas. Es distinto a cualquier otro que tuvieron alguna vez y al mismo tiempo, casi sincronizado. Minho se deja caer sobre Taemin y Taemin le afirma, sintiendo espasmos de su cuerpo sobre el suyo, mientras oleadas de placer parecían recorrerle desde el principio de su espalda hasta el final. Como si algo se estuviera desenredando dentro de él.

Siente el líquido caliente entre ambos cuerpos y posiblemente entre toda la mesa porque realmente este había sido distinto  todos. Es desesperado.

Necesitado.

Minho siente espasmos eléctricos en su cuerpo, pero aún así le besa, pero más tranquilo. Se toma su tiempo y se levanta un poco para acariciarle el rostro, mientras Taemin sonreía por todo.

Por Minho. Por el sexo. Por el mundo.

Y también porque cuando se levanta de la mesa cae un lápiz que había tenido incrustado en la espalda durante todo ese tiempo. Se ríe cuando se ve las marcas y mientras Minho le limpia con una toalla para luego seguir consigo mismo.

Sin embargo, Taemin no camina.

Minho no le deja.

El mismo que parecía una bestia sexual hace apenas un par de minutos, es el que se levanta y lo afirma contra su cuerpo y lo lleva en brazos hasta dejarlo sobre su cama que siempre se encontraba deshecha. Es el que lo deja caer con cuidado y el que le cubre con las sábanas antes de besarle una vez más y susurrar el usual buenas noches, bonito que hacía sentir a Taemin más querido.

Ninguno de los dos pidió una explicación.

Taemin no quiso hablar y Minho no tocó el tema.

Sino que solo se dedicaron a dormir.

Y de una forma tan apretada que era difícil reconocer cual cuerpo era cual.

 

Notas finales:

Lectores tomando una ducha con agua fria en 3, 2, 1...


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