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Imán por Carito_d

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Notas del capitulo:

Dos mas y termina u.u. En realidad termina en el proximo pero mas el epilogo y eso, ustedes saben...

Les gustará esto, asi que por favor leanlo y dejen un review bien boni con sus opiniones O HAREMOS UN FINAL TRISTE! SI, JUM.

 

Se coloca su ropa interior y se levanta con los ojos semi cerrados, mientras cubría su cuerpo con el cubrecamas hasta dejarlo completamente enrollado sobre él. Tenía asumido que se veía como un idiota, pero era lo que menos le importaba en ese momento. Mucho menos si cuando despertó se dio cuenta que solo él estaba en la cama.

4:55 de la mañana y era bastante extraño que Minho no estuviera ahí.

Camina dando pasos cortos hasta llegar a la sala y ver el caos que literalmente habían hecho entre los dos. Platos rotos, cubiertos dispersos en el piso junto a unas hojas que ya no tenían un orden lógico.

Todo era un caos. Incluso ellos.

Cuando Taemin ve a Minho fumando en el balcón, las mariposas en el fondo de su estómago vuelven a aparecer y sus tripas vuelven a retorcerse, pero ya no tiene la misma reacción de temor que antes, ahora sonríe. Aprieta más el cubrecamas cuando sale del departamento y cuando mira a Minho que levantaba lentamente el rostro desde ese punto fijo para mirarlo a él.

Dos sonrisas tímidas y ninguna con el más mínimo índice de odio.

-      Hola.

Era un hola no muy distinto al que dijo cuando entró, pero ahora era más directo, con un fin que ya se había cumplido.

Taemin encoge un poco los hombros por el frío y Minho expulsa el humo del cigarrillo sin quitarle la vista de encima.

-      Hola –se burla, sonriendo coqueto-. Son casi las cinco de la mañana, deberías seguir durmiendo.

-      ¿Qué haces aquí?

Evade su pregunta solo por el hecho de que se avergüenza de decirle que se despertó porque la cama parecía demasiado vacía.

Minho levanta el cigarrillo que ya estaba casi consumido por completo, sin dejar de sonreír.

-      Fumo –le dice como si ya no fuera lo suficientemente obvio-. Me volví insomne hace un tiempo, me cuesta dormir.

-      ¿Puedo fumar contigo?

-      Queda uno.

La mano del mayor se estira, desenredándose de su cuerpo y sostiene una cajetilla que Taemin no se demoró mucho en tomar.

Ese último cigarrillo tenía que darle el coraje que le faltaba, fuese como fuese.

(E inevitablemente lo hace).

-      Mierda –su cuerpo suelta un escalofrío y se encoge más dentro del cubrecamas-. Hace frío.

-      Me puedo mover si te quieres sentar.

-      ¿Y aquí me puedo sentar?

Había sido demasiado valiente al acomodarse sobre él, pero cuando las manos de Minho se aferraron a su espalda, sosteniéndolo, se dio cuenta que quizás no había hecho tan mal.

(Y que ya no era tan necesario que escondiera esa sonrisa de felicidad que conseguía escapársele).

Abre un poco el cubrecamas y los tapa a ambos, encogiendo las piernas y colocándolas sobre las de Minho que se encontraban aún demasiado heladas.

Y se acurruca. Mucho. Sobre él. Sobre su pecho. Pidiendo un abrazo a gritos.

-      Estás helado.

Levanta un poco más la tela pesada, cubriendo hasta el más mínimo centímetro del alto.

-      Ya se me pasará.

Minho lanza el cigarrillo sobre su cuerpo, apagándolo y dejándose caer un poco, quedando casi recostado con él encima.

(Solo que aún no le abrazaba).

Y Taemin se siente demasiado torpe porque quiere hacer algo, pero cuando Minho se comportaba de esa forma le era difícil no pensar en lo peor.

Casi como la primera vez que habló con él.

Pero de todas formas se abraza a su cuerpo. Le pasa las manos por la espalda y apoya la cabeza en su pecho desnudo, levantándose justo cuando se infla por un profundo suspiro.

-      Te echaba de menos –susurra tímido-. Mucho.

Tanto que le dolía.

Sin embargo, el “yo también” que tanto esperaba, tampoco llegó. El pecho de Minho se inflaba una y otra vez, mientras él bajaba la cabeza y le apretaba con más fuerza rogando porque la relación no fuese a quedar solo en esa noche.

-      ¿Por qué estás acá?

Lo sabía.

Taemin solía hablar poco de Minho con su familia. Por una cosa de vergüenza o pudor, pero evitaba hacerlo. Y también porque cada vez que lo hacía, estaba borracho y decía más de lo que le hubiese gustado decir en su vida.

Pero ahora. Ahora sería uno de esos momentos en su vida que por primera vez necesitaría una especie de ayuda externa. Un consejo sentimental, de esos que pedían las quinceañeras cuando estaban demasiado enamoradas del cabrón que jugaba en el equipo de fútbol de su colegio.

Taemin no sabía porqué estaba ahí, a decir verdad.

Solo supo que era un impulso. Que de pronto las sábanas no conseguían acurrucarle lo suficiente cuando él quería sacar a Minho de su cabeza.

Y de un momento a otro, se vio vestido y caminando. Prefiriendo subir diez pisos a pie y evitando el ascensor porque le traía muchos recuerdos.

-      Me di cuenta que … -se levanta un poco, separándose de su cuerpo y quedando solo sentado sobre él, pero aún con la cabeza gacha con algo de vergüenza-. Me di cuenta que a pesar de vivir a mil kilómetros de ti, no puedo dejar de amarte.

Listo. Lo había dicho.

El cuerpo de Minho se tensa ante sus palabras y cree que él también lo hace.

-      ¿Y eso qué significa? –insiste-. No quiero que estés diciendo esto porque te ves obligado después de haber visto la exposición.

-      ¿Por qué lo hiciste?

Y otra vez se quedó callado.

Minho evita su mirada y evita tocarlo, soltando las manos que le afirmaban desde la espalda.

Antes ninguno de los dos había pensado en esta conversación, pero si no querían caer en lo mismo, era algo por lo que tenían que pasar.

-      Para olvidarte –susurra de una sola vez.

-      ¿Y lo lograste?

-      No mucho.

Y de nuevo se creía capaz de sonreír.

Ahora ya no se conforma con solo un abrazo, sino que se voltea y queda cara a cara con él, mientras las manos de Minho subían el cubrecamas hasta sus hombros.

Ambos sonreían. Ambos se miraban de tal forma que probablemente si alguien se hubiese puesto en el medio, no hubiese demorado mucho en sentirse incómodo.

-      Quiero estar contigo. Ya no me importa nada más. Ni tu mamá, ni tu papá, ni tu abuelo, ni quién sea – sus manos le afirman a ambos lados del rostro, mientras sus pulgares le acarician los huesos prominentes de sus mejillas-. Minho, quiero estar contigo para siempre.

Hasta la eternidad.

Hasta que no existieran nuevas palabras que le ayudaran a decirle lo mucho que le quería y que le necesitaba con él.

Minho sonríe sincero y respeta la distancia, abrazándolo desde la espalda y acercándolo más a su cuerpo, dejándolo casi pegado a él.

-      Escuchar esto de verdad me pone muy feliz, pero… -susurra-. Pero tengo miedo, mucho miedo. Tú mismo me dijiste que esto se repetiría una y otra vez.

-      ¿Me amas? –le interrumpe.

-      ¿Crees que haría una exposición sobre cualquier persona?

La respuesta sobraba porque Taemin le besó la mejilla y eso bastó.

Bastó mucho.

Justo lo que antes le hubiese hecho odiarlo hasta morir, ahora era lo que se había encargado de reconstruir lo que parecía destruido.

-      Entonces si me amas, Minho, esto no se volverá a repetir –susurra, acariciándole ambas mejillas al mismo tiempo-. No hasta que me dejes de amar.

Como si fuera posible.

Taemin arrastra un poco el cubrecamas y vuelve a levantarlo, abrigando más a Minho. Pero cuando vuelve a escuchar sus palabras, deja los brazos levantados un buen rato en el aire y los deja caer.

Ya no se trataba solo de su inseguridad. Ahora tenía que saber llevar la de Minho, que él había sido el culpable de sacar a flote.

-      ¿Y antes? –susurra con miedo-. ¿Antes qué te hacía pensar que yo no te quería?

-      Sé que desconfié de ti, pero…

-      Pero no sabemos querer –le interrumpe rápido sin dejarlo terminar-. Los dos somos culpables, somos unos idiotas.

Taemin era su idiota.

Ese que sonríe porque se entorpece con las palabras y el mismo que asiente porque cree que tiene demasiada razón y que no vale la pena seguir hablando de algo que los dañaba a ambos. De algo que solo se tenían que dedicar a aprender.

El menor le pasa las manos por el cuello, acariciándole justo donde terminaba su cabello y en donde los huesos de su columna comenzaban a notarse, mientras Minho se decidía al fin y terminaba con la distancia que les separaba. Ya no le besa con salvajismo ni con ganas de querer arrancarle los labios, sino que solo lo hace suave, disfrutándolo. Volviendo a acostumbrarse a esto.

Asumiendo que justo ahora, aunque no lo creyera, tenía los pies en la tierra.

-      Me gustaron mucho las fotos, pero no dejaré que me saques más, me dio vergüenza.

Aún están demasiado cerca cuando Minho se ríe de él, respirando el mismo aire que apenas alcanzaba a exhalar.

-      Me rogaron que las vendiera –sus manos le hacen suaves masajes al final de su espalda, relajándolo-. Ofrecieron bastante por ti, debo decir.

-      Es porque soy bonito.

Inevitablemente asiente. Lo hace sin querer y riéndose un poco de la cara de Taemin cuando le miró. Ambos embobados, ambos mirando detalles que antes habían pasado desapercibidos por sus ojos.

Minho le besa pedacito a pedacito cada parte de su rostro y Taemin cierra los ojos, solo disfrutando. Sintiendo como el peso en el final de su estómago desaparecía con cada beso nuevo que Minho le daba.

-      ¿Qué haremos, Minho? –susurra aún con los ojos cerrados.

-      Amarnos –le da un beso en los labios y se separa para volver a hablar antes de volver a besarlo-. Mucho.

-      No me refiero a eso. Yo en Busan, tú en Seúl.

Minho se deja caer en la silla, separándose y viendo a Taemin observarle preocupado. Sinceramente no había pensado en eso porque nunca creyó que sería algo de lo que había que temer.

-      ¿Te da miedo que te deje de querer porque no te veré?

Mucho.

Taemin se inclina hacia él, tomándolo desde el final de su cabeza y escondiéndose en el espacio entre su cuello y su hombro para que no le viera y así la vergüenza pudiera desaparecer. Solo que no desaparecía. Ni con todas las ganas del mundo.

-      No sé –susurra tímido.

-      Entonces quédate a vivir conmigo.

(Y los besos que comenzaron a ser repartidos en su cuello, no le dejaron pensar mucho rato de forma objetiva).

-      ¿Hablas en serio? –se separa-. ¿Recuerdas que dejamos de ser personas cuando me vine a vivir contigo?

Y que probablemente, ahí también se habían creado los mejores recuerdos que alguna vez pudo tener sobre la relación.

Mucho amor gatuno, mucho amor de Minho para él.

Solo para él.

-      ¿Ó sea que porque dejamos de ser personas no podremos vivir nunca en nuestra vida juntos?

-      No es eso –suspira derrotado-. De todas formas Minho, no puedo dejar a mi mamá sola.

Principalmente por eso.

Minho asiente comprendiendo y él odia que comprenda y que justo ahora estén en esa situación porque no estaba seguro de seguir soportando echarlo tanto de menos. De no verlo apenas despertaba o no verlo durante el día solo para decirle que lo quería mucho.

De no poder olerlo porque le gustaba enterrar la nariz en el medio de su pecho.

-      No seas trágico –le pasa un dedo por los labios, jugando con él-. Yo puedo ir allá y tú acá y así sucesivamente.

-      ¿Eres capaz de hacerlo?

-      Jonghyun y Key pudieron, ¿por qué nosotros no?

Porque ninguno de ellos no era tan inseguro como lo era él.

-      ¿Eres capaz de viajar tres horas solo para verme a mi? –insiste.

Y Minho rueda los ojos porque se aburre y porque odia verlo así de vulnerable.

-      ¿Tanto te cuesta convencerte de que soy capaz?

-      Me da miedo que te aburras y un día no llegues más –se sincera con un tono de voz demasiado trágico como para que se tomara sus palabras como parte de una broma.

De hecho a Minho le preocupa. Le preocupa que todo lo que hizo en ese tiempo que estuvieron juntos, solo un par de meses hubiesen sido capaces de destruir toda esa confianza que tanto le había costado construir.

-      ¿Qué parte de “soy Taemin dependiente” es la que te hace sentir inseguro?

Ninguna.

Taemin sonríe en un nivel drástico, expulsando felicidad por los poros.

Minho era increíble. En todo el sentido de la palabra. Era esa persona que podía tener el don de hacerlo feliz en un segundo como en el siguiente volverlo la persona más depresiva del mundo. Era el que tenía un olfato algo rebelde y que a él le volvía loco. (Y que todas las madres odiaban). Era su razón de ser y más que eso.

Mucho más que eso.

A Taemin a veces se le acababan las palabras cuando intentaba hablar de él, y cada vez que le ocurría, tenía claro porqué.

Porque Minho era perfectamente imperfecto para él.

-      ¿Te cuento algo?

Por favor.

Taemin asiente intentando salir de su letargo, mientras las manos de Minho le acariciaban el rostro casi de forma bruta.

-      Ese día que fui a tu casa y pasó lo que pasó –gruñe con un tono que no le gusta-. Llegué a Seúl y peleé con mi mamá.

-      ¿Y…?

-      Y ahora tengo algo que contarle a nuestros nietos.

Taemin coge a Minho de su rostro y le besa demasiado apasionado como para ser de forma repentina. Le muerde los labios y busca acostumbrarse de alguna forma a ese sabor que extrañaba tanto. Siente la cola de Mermelada pasearse desde el piso, pero él no se detiene ni un segundo. No hasta dejarlo sin respiración porque le molestaba que fuera así.

Tan Minho.

-      Peleé con mi mamá –susurra retomando la historia cuando se logran separar-. Y blablá. Estaba tan enojado que rompí una pared de vidrio y llamó a seguridad. Mira aquí aún tengo marcas de vidrios.

-      Estás loco.

Ve las marcas no con tanta alegría como quisiera, acercándose el torso de su mano a los labios, dándole cortos besos, mientras Minho sonreía.

-      Me fui preso –termina de concluir ante un impactado Taemin que se queda con los labios estirados y los ojos demasiado abiertos.

-      ¿Esa hija de p

-      No –le interrumpe con el ceño fruncido-. Insulta a mi madre, pero no a mi abuela.

Mierda, tenía razón.

Levanta su mano hasta la altura de sus carnosos labios y besa suave el anillo, susurrando un perdón que hace sonreír a Minho.

Y se vuelve a acurrucar. Incluso más que antes.

Apoya la cabeza sobre su pecho, escuchando los latidos de su corazón pegados a su rostro, sin dejar de sonreír. Sin dejar de asumir ni de darse cuenta cuánto había extrañado esto.

-      No sabía que me mirabas desde antes de esa… fiesta.

-      Sabía que no debía poner esa.

Taemin suelta una carcajada cuando le ve taparse el rostro avergonzado –al fin por primera vez- quejándose bajito y arrepintiéndose de eso.

Era divertido verlo así. Era como si estuviera conociendo un lado de él al que antes no había tenido acceso.

-      ¿Por qué? –se separa una vez más de su cuerpo y le mira, viendo las manos de Minho aún sostenerle por sobre los hombros-. ¿Ya te gustaba? ¿te llamaba la atención? Que yo sepa te vine a gustar unos meses después.

-      ¿Por qué tantas preguntas? ¿hay algo malo? Es mi foto.

Porque quería saber todo cuando creía que en ese mismo instante no sabía nada. Porque quiere saber qué sentía Choi Minho cuando él no había sido capaz de levantar la cabeza ni una sola vez para mirarlo y encontrarse con esos enormes ojos que siempre parecían demasiado expectantes y temerosos de ser descubiertos.

Porque… porque le era difícil asumir que no había sido el único psicópata cuando Minho había actuado casi de la misma manera, solo que sin ser tan obvio.

Taemin le acaricia con la punta de la nariz toda la línea de su mandíbula, cerrando los ojos y sonriendo cuando oía los suspiros de Minho escaparse sin pedirle permiso.

Eran las cinco de la mañana y ninguno de los dos tenía la más mínima intención de moverse de ahí. De separarse.

-      ¿Minho?

-      Mmmh…

Se separa y le mira encontrándose con sus ojos semicerrados, mirándole con mucha dificultad.

-      Quiero que borres todo lo malo que hemos vivido. Empecemos de nuevo, desde cero, es algo que ni siquiera hicimos cuando empezamos.

-      ¿Empezar todo de nuevo? –se extraña y Taemin se asusta cuando le ve despegarse de su cuerpo, mirándole con el ceño fruncido y estirando su mano por sobre su rostro-. Mucho gusto, me llamo Choi Minho y estoy enamorado de ti.

Por la mierda.

Le era difícil siquiera tener ganas de pensar si se ponía así con él. Tan exquisito y tan infantil como para no derretirse por él.

-      No así –se queja con una sonrisa de quinceañero enamorado-. Me refiero a que hagamos cosas normales de pareja. Ya sabes, ir al cine, de compras y que no pasemos encerrados follando todo el día.

Follando.

Palabra de mierda. Ni siquiera creía que ellos “follaban” de forma literal. A no ser que se refiriera a ese último encuentro que tuvieron en el que su cuerpo podía decir perfectamente que follar quizás si era la palabra correcta.

(Porque le dolía todo. Hasta músculos que no sabía que existían.

Y lo peor de todo, es que ni siquiera se arrepentía. Ni una milésima de su cuerpo).

-      Ni siquiera somos pareja –le interrumpe Minho, en un tono extraño-. Somos nada en este momento.

-      Está bien si no quieres volver conmigo, lo entiendo.

Pero cuando se levanta y siente la risita de Minho a su espalda, viéndolo acomodándose en la silla y mirándole de arriba abajo, haciéndolo sentir pecaminoso, le dan ganas de pegarle.

Por creerle todo. Por haberse olvidado que Minho era una de esas personas que le gustaba jugar con él.

-      Deberías estar orgulloso –le dice fuerte, casi como si lo estuviera proclamando a los cuatro vientos-. En este momento estamos teniendo nuestra primera pelea de “pareja”.

-      No te entiendo –sonríe, cruzándose de brazos.

-      Estoy esperando que me preguntes si yo quiero ser tu novio, Taemin. No solo yo tengo que pedirlo. Aparte que Key ya me dijo que te habías hecho el ánimo, así que… adelante.

Maldito Key. Maldita boca que tenía que parecía tener dificultad para contener la información.

Agradece de cierta forma que aún sea de madrugada porque aún la luz no conseguía delatarle el color que su piel había tomado.

-      No te lo preguntaré –levanta un poco el cubrecamas y se enrolla más en él-. Quiero que seas mi novio y punto.

-      ¿No tengo derecho a negarme o a hacerme el difícil?

-      No.

Y cuando le vio levantarse y acercarse hacia él, se dio cuenta que quizás su respuesta había sido demasiado ansiosa porque ni siquiera alcanzó a atinar cuando le vio de pie, muy cerca de él, casi llegando a compartir el mismo oxígeno.

Y solo bastó una pregunta, como para hacerle replantearse que si esto estaba bien o no. Que si esta relación tan enfermiza podía terminar en algo bueno.

-      ¿Cuánto me amas?

-      Infinito.

(Aunque seguía sin ser la palabra correcta que lograba abarcar todo).

Las manos de Minho suben hasta su rostro, enredándose con su flequillo, ordenándoselo y acariciándole apenas rozándole con la yema de sus dedos.

-      ¿A pesar de que no tenga escoba y odie comprar cosas? ¿a pesar de que lo único que sé cocinar es ramen?

-      A pesar de todo –le responde rápido.

-      ¿A pesar de qué…? –pero Minho retrocede y cuando lo hace suelta una carcajada porque ya era demasiado obvio-. ¿Por qué estás tan rojo?

-      Porque te acercas así y ni siquiera me besas.

Cuando Taemin se tapa el rostro con ambas manos y retrocede avergonzado, arrastrando el cubrecamas, es Minho el que lo jala hacia su cuerpo y el que le dice ven acá, haciéndolo chocar con su cuerpo y con sus labios.

Esos que nunca se cansarían de besarlo lo suficiente.

**

-      Hace calor, me estoy asando aquí, Jjong.

El aludido le mira con los ojos un poco más abiertos de lo normal y comienza a mover su mano frente a él, intentando tirarle un poco de viento a pesar de lo fuerte que estaba el aire acondicionado ahí dentro.

Mientras él se moría de frío, Kibum parecía sudar todo lo que no había hecho en su vida.

-      ¿Y mamá? –le interroga-. ¿Dónde está?

-      Dos filas más atrás. Está conversando con un señor, tranquilízate.

Pero no podía hacerlo. Necesitaba moverse y levantarse y sentarse una y otra vez porque el espacio se hacía más pequeño cada segundo que pasaba. Era como si lo estuvieran atrapando en un lugar que no tenía salida.

Key se voltea rápido, golpeando la mano de Jonghyun para que la bajara, levantándose un poco y frunciendo el ceño (y todo el rostro) cuando ve al hombre que hablaba con su madre.

De inmediato no pasó su radar.

-      Dios, mamá –bufa susurrando-. Ese señor es demasiado feo para ti.

-      Kibum, ¿quieres tranquilizarte?

No. Era imposible.

Key se sienta nuevamente en su asiento ante Jonghyun que le soltó solo cuando logró verlo nuevamente dentro de sí. Sin mirar nervioso de un lado a otro o moviendo las piernas casi como si estuviera en una maratón.

-      ¿Puedo arrepentirme y bajarme? –se ríe.

Pero a Jonghyun no le pareció gracioso. Ni un solo segundo.

-      No. ¿Estás loco?

Le ignora.

-      ¿Sabes cuál sería una de las cosas de porqué no haría este viaje?

En un principio creyó que eran miles, pero finalmente se trasladó a una. Solo a una que le hacía hacer pucheros y sollozar cuando nadie le miraba.

-      Taemin –responde rápido-. ¿Has visto su carita antes de despedirnos?

Sí. Era triste y eterna. Era incluso torpe, al igual que sus brazos que parecían un imán de abrazos porque incluso se pegó a él.

(Y a Minho, cada vez que no sabía en donde colocarse porque se ponía incómodo).

Los dos les habían ido a dejar al aeropuerto. Tomados de la mano, besándose a veces y sonriéndose cuando Taemin tenía mucha vergüenza de tener ganas de llorar.

A Jonghyun le daban muchas ganas de sonreír cuando les veía así, como si se estuvieran conociendo de nuevo. Pero a Key, Key solo lloraba. Y sollozaba. Y le abrazaba. Y amenazaba a Minho.

Todas al mismo tiempo, de una forma caótica.

-      Taemin estará en dos semanas más en Londres con nosotros –susurra, buscando calmarlo de alguna forma-. Minho no soportará que te extrañe y lo llevará.

-      Me deja tranquilo que esté con Minho y su familia. Viviendo en Busan sé que no le pasará nada.

Jonghyun le acaricia las mejillas que siempre parecían demasiado prominentes y Key se apoya en su cuello, subiendo un poco las piernas sobre el asiento.

-      Lo único que le pasará, será que se terminará aburriendo de ese maldito de ojos grandes que no lo dejará ni respirar.

Era cierto.

Y gracias a eso, fue capaz de decirle a Jonghyun que sí se debían ir de Seúl.

-      Si Minho llega a hacerlo sufrir juro que vendré a pegarle una patada en donde más le duela –se separa un poco y le mira preocupado, mordiéndose el labio-. Jjong, creo que tendremos que pagar una gran cuenta telefónica en Londres.

-      También podemos venir a Seúl nosotros, Kibum, relájate. Me estás poniendo nervioso.

-      ¿No sientes que olvidas algo?

Mierda. Él no era una persona que se ponía nerviosa con facilidad, pero ahora Key se encargaba de sacar ese maldito lado de él que no quería conocer.

Había planificado esto con tantas ganas, que estaba seguro que nada podía salir mal. Se había asegurado de que todo fuera así.

-      No –le responde seguro-. Llevamos a tu mamá y a Roo, eso es lo importante.

-      Mierda, no. Mi alisador de pelo.

En el cajón de ropa del baño. Tercero de arriba abajo. Podía sentirlo entre sus manos, pero no estaba ahí.

Mierda. Era un idiota.

Era el alisador más perfecto que pudo encontrar y lo había abandonado.

Casi sentía que había abandonado a un hijo.

-      Eso no tiene importancia. Podemos comprar uno en Londres.

-      No –se levanta rápido, mirando de un lado a otro-. Ese alisador es fantástico.

-      ¡Hey, dónde vas! –lo alcanza por una milésima de segundo, apretándole desde el antebrazo, impidiéndole avanzar-. ¡Siéntate! ¡¿Kibum, qué te pasa?!

-      No sé –susurra con mucho miedo-. Estoy nervioso.

Y se sienta. Ante la mirada de muchas personas que le miraban con miedo como si se tratara de una especie de terrorista o algo extraño.

Aunque los terroristas no se vestían de esa forma tan llamativa.

-      Estás tan tranquilo que me sorprendes –le dice en un tono casi de reproche-. ¿Te das cuenta que estamos comenzando una nueva vida? ¿no te da miedo?

-      Sí, ¿pero quieres que me ponga nervioso? ¿en serio? Porque puedo hacerlo y ambos dejamos de pensar de manera cuerda.

Justo lo que no necesitaba en ese momento.

La azafata no se demora mucho en aparecer, pidiéndole que ordenara su asiento y se pusiera el cinturón ante un atento Jonghyun que no le quitaba a vista de encima como si aún le creyera capaz de correr en cualquier minuto hacia la salida.

Pero no lo hizo.

Key esperó quieto hasta que anunciaron el despegue y hasta que sintió la mano de Jonghyun buscar la suya como señal de apoyo. Cerró los ojos en el momento preciso en el que su estómago parecía descender, mientras su cuerpo flotaba, y los dejó un poco más de lo necesario hasta que sintió la mano de Jonghyun deshacerse entre la suya.

Y solo para comenzar a secar sus lágrimas, las que no supo en qué momento habían empezado a salir.

-      ¿Bummie?

-      Estoy bien.

-      No lo estás.

Sinceramente, no.

Kibum siente el sonido del cinturón de Jonghyun soltándose y el movimiento de su cuerpo intentando acercarse. Podía imaginar aún con las manos tapadas, que el mayor se movía de un lado a otro con los brazos semi levantados sin saber exactamente qué hacer.

-      ¿Qué pasa? –susurra-. ¿Te arrepentiste?

-      No puedo creer que esté haciendo esto contigo.

No podía creer que ahora, justo ahora, estuviera dejando atrás toda su vida que tanto le había costado armar, junto a ese medio hermano que nunca le pareció agradable. Que siempre le hacía sonrojarse cuando estaban en una reunión familiar porque estaba seguro que no le quitaba la vista de encima ni un solo segundo.

Y ahora estaban ahí. Ambos. Escapándose de algo que no deberían escaparse y buscando la necesidad de ser aceptados en un lugar en que no les mirarían extraño.

En donde nadie tendría la más mínima idea de que un lazo familiar, por muy débil que fuera, los unía.

Jonghyun se mueve incómodo en el asiento, acercándose más y tomando las manos de Key entre las suyas, sintiendo lo frías que estaban y más aún con ese montón de anillos que parecían nunca querer desaparecer.

-      ¿Kibum… ya no quieres irte…conmigo?

-      Si no quisiera –solloza-. Tendría que dejar de amarte y eso… eso nunca pasará, Jjong.

Ni por mucho que lo intente.

El rubio le pasa los brazos por los hombros y Jonghyun le aprieta desde la espalda, sintiendo como sus sollozos inevitablemente se hacían más fuertes.

Como lo obvio y lo que más esperaba, era lo que más le destruía porque sentía que de una u otra forma, estaba quitándole un trozo de su vida, apropiándose de él.

-      Tranquilo –le acaricia la espalda, besándole el costado de su cara-. Estaremos bien. Estaremos con tu mamá, viviendo juntos, empezando de nuevo. Sé que suena arriesgado, pero no tenemos que verlo como algo malo, ¿está bien? No me gusta verte triste.

(Porque no lo soportaba).

Key se separa casi sonriendo completamente, mientras Jonghyun le miraba embobado y le limpiaba cada nueva lágrima que parecía caer más lento que la anterior.

-      Kibum.

-      ¿Mmm?

-      Tienes un moco.

¿Y cómo alguien no iba a ser capaz de ser una persona con múltiples emociones si tenía de novio a Kim Jonghyun?

**

Suspira cuando deja de colgar las fotos aún húmedas, pasándose la mano por la frente y saliendo con bastante calor de la habitación oscura.

Mermelada sale inmediatamente a su encuentro, mientras Mandarina maullaba bajito desde el living, mientras Taemin le acariciaba el lomo, sentado en el sillón.

Estaba seguro que había estado la mitad de la tarde revelando fotos y el castaño ni siquiera se había aparecido en la habitación para molestarlo. Lo que era bastante extraño.

-      Casi olvido que estás acá.

Camina descalzo hasta alcanzarlo en el sillón, mientras Taemin levantaba los pies y se acomodaba en un cojín con la cabeza gacha.

-      Me di cuenta –susurra.

Y algo le pasaba. Era obvio.

Taemin da pequeños saltitos evitando mirarlo, mientras él se sentaba a su lado, mirándolo fijo.

Por favor no. Otra vez no.

Le era imposible no pensar en lo peor si cada vez que Taemin estaba así era porque algo extraño pasaba por su cabeza. Especialmente ese tipo de pensamientos casi suicidas cuando le daban ganas de hablar de su relación.

Pero no. No podía ser eso.

Tenía que ser otra cosa.

Porque esta vez si que no lo soportaría.

-      ¿Pasa…algo? –susurra con una voz casi mínima.

-      No –murmura.

-      ¿Seguro? ¿Quieres… hablar conmigo?

-      Lo voy a extrañar tanto, Minho.

Y suspira.

Como si hubiese botado toneladas de oxígeno contenido.

Sabe que es inhumano sonreír justo en ese momento, pero le es imposible evitarlo cuando se da cuenta que ya no habían problemas entre ellos sino que solo cosas externas. Aunque Key no fuera algo de lo que podían olvidarse fácilmente.

El alto le pasa un brazo por los hombros y apoya su mentón sobre sus huesos sobresalientes, mirándolo hipnotizado.

-      Y él a ti.

-      A Jonghyun también lo extrañaré –vuelve a sollozar.

-      No llores –ahora su mano le aferra, atrayéndolo hacia su cuerpo-. Podemos ir a verlos.

El cuerpo de Taemin no se resiste mucho tiempo más y le aprieta desde las costillas, casi quedando sentado sobre sus piernas. Le gustaba acurrucarse en su pecho y hundirse en ese lugar que parecía hacerle olvidar el mundo.

Hundirse en Minho.

-      Quiero que estén aquí, no allá –suspira, sintiendo las caricias de las manos de Minho en su espalda-. ¿Por qué la vida es tan injusta, Minho?

-      Porque no existe la vida color de rosas.

-      La nuestra siempre ha sido de un color gris este último tiempo.

-      El gris es uno de mis colores favoritos.

Pero aunque Minho se lo diga con una sonrisa, Taemin no levanta la cabeza ni le mira, sino que sigue apretándose a él, buscando más y más cariño.

-      No me gusta el gris –suspira.

-      Nosotros estamos bien, no vivimos en un color gris. Al menos ya no.

Era cierto. Las caricias de Minho en su cabello le hacen reaccionar y asentir y darse cuenta que esa semana que habían logrado estar juntos, era la mejor semana que pudo tener ese mes. O ese año entero. Ya no habían inseguridades de por medio ni problemas que les hacían distanciarse, sino que solo besos efusivos y caricias que parecían no tener fin.

Taemin estira las piernas en el sillón y le mira directamente a los ojos, sin poder evitar sonreír algo triste.

-      ¿Sabes que me tengo que ir hoy, verdad?

-      Sí.

Y el puchero que aparece en los labios de Minho no es algo que le ayude a pensar objetivamente.

-      No creo que tenga mucho tiempo para venir a visitarte pronto –susurra, acariciándole con cuidado la línea de su mandíbula-. Por las clases, tú entiendes.

-      Yo tampoco –bufa-. Odio las clases. Ahora odio todo.

-      ¿También a mi?

-      No, a ti no.

El mismo problema que tendrían repetitivamente y que les haría retrasarse y susurrar la frase quédate un poquito más porque nunca sería suficiente.

Taemin le besa suave el mentón y Minho suspira, deshaciéndose ante sus caricias.

Ya sentía que lo extrañaba. Más de lo que había hecho antes.

-      No me quiero ir –susurra.

-      No te vayas, por favoooooor.

Y lo siguiente fue una real pataleta de niño de tres años al que no le habían dado su juguete.

Minho fue rápido y le empujó dejándolo acostado en el sillón, mientras él se lanzaba encima, besándole torpe el cuello y haciéndole cosquillas con sus manos para no dejarlo ir ni escapar.

-      Me estás aplastando –suelta una carcajada y Minho se le acomoda encima, apretándolo.

-      No me importa. Nadie me quitará a mi Taemin.

-      Nadie, nadie –sonríe.

Amaba escucharlo así de posesivo. Así de tierno cuando todos tenían una imagen completamente distinta a la que veía ahora. En esta imagen que no quería compartir con nadie más.

Minho abre la boca acercándose con la intención de morderlo, mientras él se dejaba estar y se reía y enredaba los dedos en su cabello, queriendo abrazarlo de tal forma que ambos fueran solo uno. Pero se besan. Solo se besan. Minho sigue con la intención de morderlo, pero Taemin levanta su cuerpo un poco, alcanzándolo y saboreando sus labios hasta que creyera que ya tenía grabado una vez más en su cabeza, ese sabor.

-      ¿En qué momento nos pusimos tan cursis?

-      No sé –sigue enredándole los dedos en el cabello, mirándolo serio y quedándose atrapado en esos ojos. En esos malditos ojos.

-      Te amo tanto, Taeminnie.

Y la cursilería no se acababa nunca.

(Y no quería que se terminara).

Minho vuelve a besarlo de forma tierna, afirmándolo de sus mejillas, mientras Taemin se quedaba quieto, casi llegando al borde de la preocupación.

Amaba como estaba siendo su relación ahora. Con esa sobrenecesidad de decirse cuanto se querían o cuando se necesitaban al momento de estar juntos. Pero inevitablemente le daba miedo, no por el hecho de que pensaba que podría dejar de quererlo, sino que porque encontraba que la forma de la que se amaban era casi irracional.

No casi. Sino que completamente.

-      Minho…

Se lame los labios y el alto se separa, apoyándose con sus codos al lado de su cabeza.

-      ¿Qué?

-      Creo que… -sigue enredando los dedos en su cabello, ordenándole el flequillo, mientras Minho seguía hipnotizado en él, esperándolo-. Creo que estoy enfermo por ti.

Y la carcajada en el alto no era exactamente algo que se esperaba.

-      No sé que decir con eso –se burla con una sonrisa que a él casi le llega a molestar porque le gusta mucho-. No sé si alegrarme o preocuparme.

-      Deberías preocuparte –le responde serio-. Nunca había amado tanto a alguien como te amo a ti.

Toda su vida, Taemin había guardado al cursi que tenía dentro. Había demostrado una imagen de joven rebelde al que no le importaba nada ni mucho menos los comentarios de chicas envidiosas que inventaban rumores sobre él. Especialmente en ese último tiempo.

Pero Minho, había sido el maldito que consiguió romper todas esas barreras de un solo golpe, dejándolo débil y frágil delante de él.

Enamorándolo en un segundo. En lo que nadie había hecho.

Taemin le acaricia desde las orejas hasta el mentón y Minho frunce un poco el ceño, extrañado.

-      ¿Y qué tiene de malo? Me gusta que me ames solo a mi.

Maldito posesivo.

-      Somos unos enfermos.

Pero poco le importó porque Minho se volvió a acostar encima de él, apoyando su oreja contra su pecho.

-      No quiero que te vayas –susurra-. Te echaré demasiado de menos y Mermelada no será útil y maullará.

-      Invítame a quedarme.

-      No necesitas invitación –bufa-. Nunca la has necesitado.

-      Tu cama ya no tiene mi olor, me quedaré hasta que lo vuelva a tener.

El cuerpo de Minho se sacude con el suyo cuando se ríe y cuando se miran babosos el uno por el otro.

Taemin iba a viajar en el último tren a Busan para aprovechar el máximo de tiempo posible, pero así como iban, probablemente no se querría levantar y Minho no sería el encargado de echarlo de su casa exactamente.

Tenía más que ganar que perder.

La nariz de Minho se hunde en su cuello y sus dientes chocan cerca de su piel, queriendo morderlo.

-      Aquí huele a Minho –ronronea.

-      No me he bañado, lo siento.

-      Tienes prohibido hacerlo hasta que vuelvas a Seúl –se aleja un poco intentando sonar amenazante con sus palabras-. No tienes permitido tener otro olor.

Como si quisiera que eso ocurriera.

En su mochila ya había al menos una prenda nueva de cada cosa que tenía Minho en su closet. Polerón, camisa, polera, pantalones, calcetines y un bóxer. Aunque ese último fue con bastante burlas del alto que le decía que siempre podían utilizar las videollamadas para que evitara oler su bóxer.

Solo que con Kai viviendo en el mismo lugar, sabía que eso sería imposible. Así que solo prefirió prevenir sus instintos humanos.

-      Volveré con el olor de un negro.

Y ahí estaba esa cara que tanto le gustaba de Minho. Su favorita. La que expelía celos.

-      Y a mi me verás llenos de marcas por acá entonces –se apunta el cuello.

-      ¡Estoy bromeando! Hablaba de mi hermano. He tenido que dormir con él por unos días porque se puso miedoso después de la muerte de… ya sabes, nuestro papá.

-      Espero que no me venga a visitar –responde rápido y con algo de temor.

-      No lo hará –le aprieta la nariz y sonríe triste-. No te preocupes.

Un tema delicado que a veces conseguía mandarlo a la mismísima mierda, pero que ahora ya era más capaz de sobrellevar. Especialmente si el alto andaba cerca, rondándolo.

-      A ti seguramente te espía –le interrumpe en el medio de sus pensamientos-. Especialmente cuando te haces el exquisito con que no quieres comer ramen, maldito desgraciado.

Porque desayunar, almorzar, cenar y comer ramen a cada hora que tuviera hambre, no era algo a lo que se podía acostumbrar tanto como hacía Minho.

O terminaba con obesidad mórbida o con las arterias tapadas.

-      Deberías aprender a cocinar, Choi, especialmente si quieres casarte conmigo porque es un requisito.

Minho suelta un bufido y ni se extraña cuando sale el tema del matrimonio una vez más a flote. No era algo a lo que le temieran. De hecho siempre bromeaban con eso y con los quinientos hijos que siempre aumentaban cada vez que Minho tocaba el tema.

Porque era algo tan imposiblemente real que no se avergonzaban de decirlo.

-      Eres demasiado exigente.

Aunque si esas caricias en su cabello no se detenían nunca, era capaz hasta de ir a clases de cocina.

-      Mi mamá tiene muchos libros de cocina que te podrían servir.

-      Si el matrimonio fuera legal en Corea ni siquiera estaríamos hablando de esto, estaríamos en nuestra luna de miel eterna.

-      Recorriendo el mundo y sacando fotos con Choi Minho.

(Que era lo que más quería hacer en su lista de sueños).

Y el silencio volvió a apoderarse de ellos por un largo rato, escuchándose solo ambas respiraciones y el sonido de los dedos de Taemin, entrando por el cabello de Minho.

-      ¿Y si te quedas un día más? –suplica.

Y esa era la misma frase de siempre. La misma que escuchaba cuando despertaba al lado de Minho y el alto le miraba suplicante, besándole mientras aún seguía dormido, solo para que dijera que sí.

Minho era el que solo pedía un poquito más de Taemin. Un poquito más de amor y un poquito más de cursilería.

Y un poquito, de esa persona que nunca era capaz de negarle nada.

Notas finales:

DIABETES, DIABETES EVERYWHERE.


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