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Imán por Carito_d

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Notas del capitulo:

Hace como cuatro dia nos dimos cuenta que no actualizabamos imán des febrero Y ESTAMOS EN ABRIL POR LA MIERDA! XD

Ahora si, el fin al fin, nos demoramos un poco pero ya veran porque. Algunas personas nos han preguntado si podemos hacer imán segunda temporada pero lamentamos decirles que no ya que no tenemos mas ideas para este fic. Quedamos con el carebro seco, de hecho uno de los motivos por los cuales nos hemos demorado tanto fue porque no sabiamos como terminar el jongkey y gracias a un ask se nos ilumino la ampolleta xd

Solo me gustaria pedir como por ultima vez que nos dejen reviews, de verdad me gustaria saber que les parecio este bello fanfic.

Son 954 paginas en total y pronto lo tendremos en PDF asi que lo anunciaremos en nuestra pagina

https://www.facebook.com/NapoleonYMermelada

PD: gracias a las personas de Chile que nos compraron el poleron y la polera, nos sirvio de mucho la verdad porque mandamos a hacer un lienzo de 4 metros por 1 y lo podran ver el dia del concierto SAQUENLE FOTOS Y NOS LAS ENVIAN <3

 

Bosteza sin taparse la boca, apretando un poco los ojos por el cansancio y cambiando la hoja para seguir anotando datos de un nuevo alumno. Uno de los cientos que se habían inscrito y que a él le sacarían de quicio porque no sabía como se lidiaba exactamente con tantos adolescentes juntos.

Especialmente con las chicas, que siempre les gustaba mirar más de lo debido.

Juega por un par de segundos con el anillo que no sacaba nunca de su dedo, quedándose hipnotizado en él y sonriendo inconscientemente porque ese objeto por muy mínimo que fuera, le hacía sentir tranquilo.

Especialmente cuando el maldito de su novio le había dejado abandonado por exactamente cuarenta y cinco días.

Mucho tiempo y mucha desesperación por no tenerlo junto a él, sino que solo a través del teléfono y de videollamadas que nunca le dejaban satisfecho por culpa de esa señal de mierda que solía tener Minho.

Siempre con su obsesión de odiar la tecnología y de irse a recorrer países pobres que siempre le llamaron la atención. Y de los cuales, agradablemente, consiguió trabajos que le harían ganar mucho dinero.

Cuando le propuso su plan de irse casi dos meses, inmediatamente se enfureció. Quiso matarlo por querer abandonarlo y por ser egoísta al querer irse solo, pero después de meditarlo un millón de veces no tuvo otra opción que apoyarlo y sufrir en silencio.

(Aunque Kai nunca respetaba eso, burlándose siempre en voz alta).

Y ahora, no tenía ni la más maldita idea de donde estaba. Hace tres días habían hablado por última vez y en una conversación de treinta segundos porque hacía mucho frío y solo se cortaba la comunicación.

No tenía fotos de él hace mucho y no le había visto hace una eternidad y sentía que todo se volvía más terrible si no volvía antes del plazo que habían conversado.

Porque sinceramente no se creía capaz de soportar mucho más sin verlo. Estando casi al punto de dejar todo a la deriva y solo comprar un pasaje y alcanzarlo en donde estuviera, pudiendo así espantar a todo ser humano que se le acercara mucho dentro de ese radio que le tenía permitido.

Pero no lo hacía. Porque Minho se lo hizo prometer y porque no podía dejar de lado esa escuela de baile que había logrado formar con su hermano. Esa misma que ahora tenía tantos estudiantes, que incluso tuvieron que darse el lujo de contratar profesores en los cuales confiaban.

Taemin suelta un bufido cuando ve la hora en su celular y cuando ve su fondo de pantalla que consistía en una foto de Minho a los tres años con un gorro enorme sobre su cabeza.

Lo necesitaba con él. Ya se había transformado en algo biológico.

Siente la campanilla de la puerta de la escuela, y empuja rápido la silla con su trasero, levantándose cansado porque odiaba que las personas no entendieran que a las once de la noche él no les atendería, teniendo que obligarlos a que se fueran. Bufa cansado cuando abre la puerta de su oficina, viendo al final del pasillo una persona que observaba todo muy confuso tras la falta de luz.

Ni siquiera le veía la cara, pero solo rogaba que no fuera un ladrón.

-      Señor –carraspea para que su voz suene más grave, mientras abre  más la puerta de su oficina para que llegue la luz-. Lo siento, pero solo atendemos hasta las nueve.

Los pasos del hombre vuelven a avanzar, mientras Taemin los retrocede, rápido y con bastante miedo, dándose cuenta que nunca había prestado mucha atención a las advertencias de Minho de que no estuviera solo hasta muy tarde.

Lo que siempre solía hacer.

Se afirma rápido de la manilla de la puerta, cortando su respiración, cuando los pasos se detienen de golpe, un par de metros más allá.

-      ¿Y no puede haber una excepción? Es que acabo de llegar de París.

Lo iba a matar. Lo iba a matar.

Taemin corre rápido hacia la sombra, lanzándose a sus brazos apenas lo tuvo lo suficientemente cerca, mientras Minho lo levantó, apretándolo contra su cuerpo y abrazándolo de esa misma forma que él tanto necesitó.

Le aprieta por largos segundos, cruzando las piernas tras su espalda y separándose en el momento preciso para besarlo desesperada e infinitamente. Ojalá hasta que el aire les faltara tanto que hubiesen comenzado a ponerse azules.

Un millón de besos cortos y un par de esos desesperados que solo pedían por un poco más.

Taemin le afirma desde el cuello, aún sin pisar el suelo, estando completamente anclado al cuerpo de Minho.

Un beso más y ambos ya jadeaban por la falta de oxígeno.

-      Hola hermoso.

La respiración de Minho choca con la suya y Taemin no lo soporta, volviendo a acercarlo del cuello para volver a besarlo.

-      Te eché tanto de menos –le besa sus labios redondos y las mejillas y la nariz y todo al mismo tiempo-. Pero tanto.

-      Y yo.

Y otra vez más besos.

Minho lo acomoda sobre su cuerpo, estrechándolo contra él, mientras Taemin le desordenaba el cabello y anclaba mejor las piernas en su cintura. Nadie podría separarlo, no ahora al menos, que no tenía ni la más mínima intención de cansarse.

Le muerde los labios, se los jala y saborea como nunca hizo en su vida.

-      Así que… -se separa y le besa corto y rápido-. ¿Desde París?

-      Sí –lame sus labios y Taemin apenas le deja, volviendo a atacarlos rápido. Y Minho sonríe, o al menos eso intenta-. Estuve media hora en Seúl y me vine como el buen novio que soy.

-      Estabas desesperado por verme –le culpa, dándole un lengüetazo sobre sus labios-. Admítelo, porque llevas tocándome el trasero desde que llegaste.

Y no era mentira.

Minho lo suelta de a poco hasta que Taemin vuelve a colocar sus pies sobre el suelo, pero sin dejar de tocarle el cuello casi como si tuviera miedo de que se fuera a escapar de él.

-      Fueron casi dos meses, deberías ser comprensivo.

Cuarenta y cuatro días exactos si sus cálculos mentales no fallaban.

Taemin le acaricia el flequillo en donde cree que se encuentra, aún sin verlo completamente a causa de la luz, recordando su piel y su aroma. Todo en el medio del oscuro pasillo, ya sin una gota de ese cansancio que lo estaba matando hace un rato.

Con todo el tiempo necesario y con todo el que se creía capaz de usar.

-      Y lo soy –acaricia su cuello y descubre que su cabello estaba más largo que cuando se fue de Corea-. También te necesito.

Extrañaba el movimiento de estirar su cuerpo, colocándose de puntitas para alcanzar esos labios que se levantan tan solo para molestarlo. Taemin lucha contra él, afirmándose de sus manos y Minho mueve la cabeza hasta que consigue alcanzarlo.

Se besan más que antes y como si las palabras no fueran suficiente para expresar lo que sentían. Chocan con una pared, Minho se queja y Taemin le toca el abdomen, cerciorándose que todo estuviera bien.

Y lo estaba.

Todo estaba en su lugar correcto.

-      No te veo la cara, ¿podemos ir a algún lugar con luz?

Asiente aunque Minho no le vea, tomando su mano y jalándolo hasta la puerta.

-      Me falta poco, pero podemos irnos luego, debes estar agotado.

-      Sí, y necesito mucho Taemin en mi vida.

Pero cuando lo vio, no estaba tan igual como creía. Su cabello ciertamente estaba mucho más largo, pero su piel también estaba distinta.

Mucho más morena.

Increíblemente más morena.

Minho le mira preocupado cuando se sienta y cuando se mueve hacia un lado ese flequillo que parecía molesto por lo largo de su cabello.

-      Qué –adivina sus pensamientos y hace un puchero-. Estoy como Kai.

-      ¿Estuviste mucho al sol?

Se apoya en la mesa y se agacha un poco, alcanzando su rostro, para acariciarlo con cuidado casi como si hubiese sufrido algún tipo de daño o quemadura.

Pero todo estaba bien.

Muy bien, a pesar de su “moderno” color de piel.

-      Tuve que sacar muchas fotos en la playa –susurra, ya completamente avergonzado-. ¿Me veo muy feo?

Ojalá fuera eso.

Taemin niega rápido, aún algo hipnotizado de tenerlo en frente; de que su color de piel estuviera distinto, que su cabello fuera más largo y que su rostro estuviera más descansado.

Vuelve a acariciarle una mejilla y sonríe.

-      No, te ves hermoso –el alto le devuelve la sonrisa y Taemin se levanta, volviendo a su asiento de antes en donde había dejado un montón de papeles dispersos por la mesa-. ¿Quieres ir a casa o a otro lugar? está mi mamá y Kai.

Minho estira los brazos, levantando un poco su camiseta, sin saber exactamente que decir. Porque sabía que Taemin probablemente se había levantado temprano y tenía sueño, y él también había viajado bastante como para llegar lleno de energía.

-      Estás cansado, es mejor que vayamos a dormir.

Aunque el “vayamos” nunca fue plural porque a pesar de que ya llevaban más de tres años juntos, Minho aún no conseguía dormir en la misma cama que Taemin, siendo rechazado –como siempre- a dormir en el sillón.

Su fiel y amigo sillón.

A pesar de la felicidad de la madre de Taemin cuando recibió todos los regalos que le llevó de cada país, nada le hizo aceptar que ya podía dormir en la misma cama que su hijo. Ni siquiera las indirectas de Jongin, que se había vuelto demasiado contento cuando le vio entrar por la puerta de la casa, también con regalos para él.

Nada.

Solo las cobijas que le llevó una vez más, sonriéndole cuando las dejó encima de los cojines.

Taemin se mordió el labio, incómodo, leyendo la mente de Minho que justo ahora se había vuelto muy obvia. A él tampoco le gustaba que durmiera en el sillón, pero sentía que era algo con lo que no podían luchar.

(Por muy obvio que fuera).

Y lo peor es que no supieron en qué momento él estaba bajo el cuerpo de Minho, completamente acorralado, con las manos dentro de su polera tocando su abdomen, mientras el alto le besaba el cuello y le hacía gemir bajito porque su madre dormía en el segundo piso. Se lamen más de lo que deberían y frotan sus entrepiernas entre si porque lo necesitan. Porque pareciera que su cuerpo se los pide.

Como también que la camiseta de Minho desaparezca.

Y lo hace. Es la primera que choca con el piso y la que Taemin lanza lejos, afirmándose de su cintura, recorriendo su abdomen lentamente con sus dedos, mientras Minho lo mordía y le jalaba los labios, siempre queriendo más. Sus manos están heladas cuando entran bajo el pijama de Taemin, pero a éste no le importa, comenzando a gemir un poco más fuerte, angustiándose cada vez más y más.

-      Taemin, cariño, deja que Minho pueda dormir tranquilo.

Por la mierda.

Por la real mierda.

Minho se separa con un bufido entre sus labios, aún sosteniéndose a los costados de su cuerpo, sintiendo como los pasos de la madre de Taemin seguían en el borde de la escalera, esperándolo.

Nunca podían hacerlo. Nunca. Pero nunca.

Los ojos del castaño parecen casi apenados y al alto no le queda otra opción que levantarse y dejarlo ir, viéndole arreglarse el pijama y besarle por última vez, susurrando un suave “lo siento”.

Incluso le pasa la camiseta antes de irse.

Esa misma que tuvo que sacarse en mitad de la madrugada porque ya no soportaba el calor.

Se sentía hirviendo.

Como le pasó en cada nueva hora porque apenas lograba cerrar los ojos, Taemin aparecía entre sus sueños no en una forma muy decente sino que en una bastante comprometedora, despertándolo de golpe y obligándolo a cerciorarse que no hubiese sufrido ningún accidente y que no había nadie mirándolo.

Como también cuando ya eran las ocho de la mañana, asumió que era tonto intentar seguir durmiendo. Y más encima Capuccino había tenido la excelente idea de dormírsele sobre el pecho, apenas dejándole mover su cabeza de un lado a otro y nada más.

-      ¿Qué haces despierto?

Taemin le mira desde el final de la escalera, con los ojos pequeñitos y el cabello completamente alborotado, dejándole claro que no había sido el único con problemas de conciliar el sueño.

Tiene el cuello de la camiseta del pijama bastante corrida, llegando hasta casi su hombro desnudo y a Minho solo ese trozo de piel le pone nervioso.

Todo le ponía nervioso. Hasta sus pequeños y femeninos dedos que se encargan de peinarle el cabello cuando se acerca.

-      Tú que haces despierto –contraataca-. Es tempranísimo.

-      Ya no tenía sueño.

Minho saca rápido una mano bajo el cubrecamas y le pega suave en el trasero, mientras Taemin solo se dejaba estar, sentándose en un borde del sillón para quedar más cerca de su cuerpo.

-      ¿Cómo dormiste?

-      Bien –acaricia el lomo de Capuccino que aún estaba acostado sobre Minho y sonríe-. ¿Y tú?

-      Bien, pero podría haber sido mejor.

Es demasiado sincero y no tiene problemas con serlo solo porque se trataba de Taemin.

Minho le observa con el rostro un poco arrugado por miedo a su reacción, pero el castaño solo toma el cuerpo del gato y se lo saca de encima, sentándose más cerca, quedando pegado a su cuerpo.

(Y sigue ordenándole su cabello demasiado largo, siendo obvio cuánto le había gustado verlo así).

-      Lo siento –susurra bajito, aún avergonzado-. Quizás mi mamá se vaya en la tarde por ahí y puedes prestarle tu auto a Jongin para que nos deje solos.

Y para que vaya a pasear por todo Busan, llenándole el auto de basura, mientras le tocaba la bocina a sus amigos y a cada persona que le gustaba y se le cruzaba por en frente, con tal de llamar su atención.

Taemin le decía “auto”, pero Kai lo tenía entendido como “auto que uso para conquistar”.

(Aunque a Minho eso ya le daba exactamente lo mismo).

-      ¿Y… ahora? –el alto se muerde el labio, mientras Taemin le mira con el ceño un poco arrugado.

-      ¿Ahora? No, no podemos.

-      Pero podríamos ir a otro lado…sueno desesperado, lo sé, pero es porque lo estoy.

Cuarenta y cinco días y la masturbación ya comenzaba a sonar repulsiva incluso para él.

Taemin se muerde el labio inferior y se le acerca, quedando a centímetros de su rostro, mientras estiraba su brazo, permitiendo que su mano se colara bajo el cubrecamas hasta encontrarse con el pijama de Minho.

-      ¿Quieres… -susurra muy cerca-… que te toque en el baño?

Y le aprieta suave su entrepierna sacando un gemido demasiado gutural que Minho tuvo que omitir rápido, mientras sacaba la mano de Taemin de encima de su cuerpo.

Esto no tendría buenos resultados. No si les dejaban a ambos juntos en una misma habitación.

Minho repentinamente siente mucho calor y se sienta, aún muy cerca de su rostro, agradeciendo de forma interna que tuvieran la confianza necesaria para decirse esas cosas sin ofenderse.

-      ¿No conoces… ningún motel?

-      ¿Quieres ir a uno?

Asiente porque no tenía otra opción y porque su entrepierna parecía latir de solo verlo.

-      ¿Hablas en serio? –le pregunta atónito.

-      ¿Qué tiene de malo? Nunca he ido a uno, dudo que sea tan terrible.

Pero el rostro de Taemin seguía siendo el mismo de antes, completamente atónito, como si le estuviera hablando sobre el asesinato de alguna persona.

-      ¿No te da miedo?

La distancia sigue siendo igual de mínima, pero Taemin susurra más bajo, dándole a conocer que para él, en ese lugar, era un tema muy prohibido.

-      ¿Y… a qué?

-      No sé –duda, nervioso-. Pero si quieres ir… vamos.

-      Pero si no quieres ir, tengo que aguantarme, no quiero que estés incómodo.

Aunque su rostro era lo suficientemente obvio como para hacerle sentir culpable de negarse en solo un par de segundos. Taemin le ordena su flequillo demasiado largo y le ordena el cabello, dándose cuenta de cuanto había extrañado ese simple hecho de tocarlo, de que fuera lo primero que veía cuando despertaba.

Se acerca un poco y le besa corto para sonreírle.

-      Vamos –se sincera, ahora mucho más seguro-. Yo también quiero.

Que lo tocara, que le recordaba a quién pertenecía y que le dejara su olor en cada rincón de su cuerpo.

Minho se destapa, moviendo el cubrecamas a un lado y se sienta al lado de Taemin, apoyando los pies en el piso frío.

-      ¿Qué le dirás a tu mamá? No es normal que salgamos a las nueve de la mañana.

-      Que iremos por ahí a comer.

-      Comer…nos.

El castaño vuelve a besarle más largo que antes, tomándole de la mejilla y sacando un suspiro más grande que antes, que lo hace sonreír.

-      Nunca más me iré por casi dos meses –le advierte-. Al menos nunca más solo.

-      Más te vale. Me iré a vestir.

Pero Minho vuelve a jalarlo del brazo sin dejarlo ir, arrastrándolo contra su cuerpo y sacando una sonrisa coqueta que hace que Taemin se avergüence de si mismo.

Y un susurro de parte del alto y sus mejillas se enrojecen más. Le hacen encogerse porque su voz le hace cosquillas y besarle de nuevo porque no soportaba que ahora estuviera ahí con él.

-      No te abrigues mucho, por favor, hazme el trabajo fácil.

*

Minho se estaciona a un par de metros del lugar y mira a Taemin, que tenía sus ojos clavados al otro lado del parabrisas como si no pudiera creer lo que estaban a punto de hacer. Era un motel bastante decente como para que tuviera ese rostro de tanto pánico. No se veía asqueroso y un señor mayor barría la acera, empujando un par de hojas secas.

El alto se acomoda un poco en el auto y suspira porque nunca creyó que necesitaría esto.

-      No se ve terrible.

Su tono suena despreocupado y Taemin le mira al fin, aunque no de la mejor forma.

-      ¿No hay otro cerca?

-      Es el único que he visto –inclina un poco su cuerpo sobre el manubrio, para verlo mejor-. No se ve sucio.

-      No quiero entrar.

Minho le mira casi ofendido, sin entender que era lo que le sucedía.

Taemin le miraba casi nervioso, como si fueran a hacerlo en la habitación de sus padres y frente a ellos.

-      ¿Qué tiene de malo? –insiste-. No conozco otro.

-      Es que…-susurra avergonzado-. Es que el dueño me conoce.

Y eso fue suficiente para sacar más de una carcajada divertida.

Minho se tapa la boca, aún riendo, para mirarle perplejo  a pesar de que el rostro de Taemin no indicara precisamente diversión.

-      No te reconocerá –le intenta convencer aunque no muy seguro.

El castaño le pega un manotazo sobre el hombro y Minho ríe más fuerte que antes, humedeciendo sus ojos y subiendo sus labios, haciéndole ver demasiado feliz para ser recién las nueve de la mañana.

-      ¿Y si lo hace? –otro manotazo más y le mira con el ceño fruncido-. Minho, no te rías.

(Imposible).

Porque sentía que esto lo recordaría en los momentos más inoportunos y cuando sus ojos estuvieran lo suficientemente arrugados como para ver bien.

Minho intenta no reír, pero la sonrisa de escapa de sus labios cuando le mira y cuando se fija en el hombre mayor que ya había dejado de barrer y había vuelto entrar al motel.

Era mayor, seguramente debía ser amigo del papá de Taemin o algo por el estilo.

-      Tae –intenta esconder la sonrisa para sonar más serio y convencer al castaño como fuera, incluso si eso significaba agregar un poquito de cursilería a sus palabras-. Mi amor, necesitamos un puto motel, no tenemos opción.

-      ¿Y si lo hacemos en el auto?

Desolador.

Eso significaba en una palabra.

Minho retrocede lo que había avanzado para acercarse a Taemin y se afirma con un brazo sobre el manubrio, mirándole serio.

-      Mi auto es enano. No alcanzo estirado.

Era verdad.

Taemin le mira mordiéndose el labio, sin saber si era buena o mala idea entrar. Solo era terrible. Vergonzoso y al borde de lo lujurioso.

-      Yo pido la habitación, tu te escondes y vamos –insiste, a punto de rendirse.

-      Está bien.

Oh, mierda.

Oh, mierda.

Minho vuelve a sonreír y Taemin se coloca la capucha del polerón, saliendo un poco después que el alto, intentando esconder el cabello que se escapaba fuera de la tela y metiendo las manos en sus bolsillos, viéndose más sospechoso de lo que hubiese querido.

Caminan no tan pegados como solía ser, siendo el castaño el que se queda más atrás para no ver el rostro del mismo señor que barría y que ahora estaba en su usual puesto de recepcionista. Minho intenta decirle algo, pero Taemin solo se mueve hacia un lado como si no viniera con él, rechazándolo y negándose a mirarlo para que no lo descubrieran. Aunque todo movimiento en él era más sospechoso de lo que creía, sin darse cuenta que no era normal ver a alguien con una capucha puesta, balanceándose de un lado a otro y jugando con las hojas de una planta plástica.

Pero Minho solo se acerca a la recepción, intentando verse lo más decente posible y no con cara de “necesito sexo, ayúdeme”.

Lo que inevitablemente terminó siendo así.

-      Hola, buenos días, quisiera una habitación –saca la billetera del bolsillo trasero de su pantalón y la sostiene-. La que tenga, para ahora, por favor.

El hombre le sonríe y saca un pequeño formulario, colocándolo sobre la mesa junto a un lápiz que Minho tomó rápido, para comenzar a llenar cada casilla. Preguntas que nunca creyó necesarias para solo pedir una habitación y que le hicieron preguntarse si tenía cara de asesino o psicópata o algo por el estilo, porque sentía que en ese momento parecía estar inscribiéndose al servicio militar más que a un simple motel de barrio.

Saca su identificación de la billetera y la desliza junto al papel.

-      ¿Necesita algo más?

-      Son cuarenta mil won.

Pero Minho ni siquiera alcanza a deslizar su tarjeta por la máquina, cuando ve al señor mirar con el ceño fruncido a esa persona que estaba tras él y que no paraba de deambular de un lado a otro, más que nervioso.

-      ¿T…Taemin? ¿eres tú?

Fin del juego.

Minho siente como los pies de Taemin dejan de moverse, quedando justo detrás de él, pero sin permitirle voltearse porque sabía que si lo hacía, le mataría.

El hombre que antes le atendía, ahora sale detrás del mostrador, aún incrédulo, caminando lento hasta quedar frente a Taemin y sonreír tan grande, que hace que Minho inevitablemente se ría porque no podía creer que justo en ese lugar, alguien reconociera a Taemin.

Su respiración se oye un poco agitada y podría jurar que en ese momento, estaría rascándose las orejas, como cuando solía hacer cada vez que se ponía nervioso.

-      Señor Kim…pensé que no me iba a reconocer.

-      ¡Como no iba a hacerlo si te conozco desde que naciste!

El abrazo llega antes de que Taemin se lo espere, estrechándolo contra su cuerpo desde los hombros y dándole un montón de palmaditas que le hacen sacudirse y mirar sobre su cuerpo a Minho que miraba la situación más que divertido.

Lo quería matar.

-      Tanto tiempo sin verte, hijo –se separa y le ordena el cabello que él mismo se había encargado de desordenar. Entonces volvió a fijarse en Minho y luego en él-. ¿Vienen juntos?

-      Sí.

-      No.

Minho le mira ofendido y Taemin abre los ojos, intentando decirle que porqué le hacía eso, solo que una risita nerviosa de parte del mayor de los tres, les hizo relajarse un poco.

Especialmente por sus palabras.

-      No le diré nada a tu madre, no te preocupes –le golpea el hombro y vuelve a su puesto detrás del mostrador-. Tu hermano ha venido muchas veces, así que les haré un descuento. Les ofrecería algo para beber, pero no sé si quieren hacerlo a esta hora de la mañana.

Muchas palabras que le dejan atónito y que hacen que Taemin trague saliva porque su garganta repentinamente se puso muy seca. Ya no le avergüenza estar al lado de Minho e incluso se baja la capucha que no tuvo ningún resultado bueno.

-      No me malinterprete –ordena su flequillo y le mira serio-. Lo que pasa es que como usted sabe nuestra casa es pequeña y Minho no tiene donde quedarse, entonces por eso le recomendé venir aquí.

-      Vengo solo a dormir, estoy cansado –Minho hace el amago de bostezo, pero no le resulta como espera-. Muy cansado.

El bostezo más sin sentido que pudo haber, pero que no ofendió a ninguno de los presentes. Incluso ayudó a que Taemin siguiera con esas preguntas que parecían nunca acabar.

-      No sabía que mi hermano venía –apunta rápido-. ¿Con quién viene?

-      No puedo decirte. Hay acuerdos de confidencialidad –el hombre mira a Minho y le sonríe-. Les hice un descuento.

(Y eso le hace aguantarse la risa más aún).

Minho agradece en un tono casi tímido, mientras Taemin se despedía y retrocedía un poco, intentando verse despreocupado hasta que ve que le entrega la tarjeta de la habitación junto a una sonrisa que no dejaba nada a la imaginación.

-      Que “duerman” bien.

Y todo su plan de inocencia se había ido a la mierda.

Minho no deja de reírse mientras caminan por un eterno pasillo en el que se escuchaban muchos sonidos extraños, recibiendo empujones de Taemin que inevitablemente se había frustrado consigo mismo y no había conseguido que sus mejillas disminuyeran de color. Conocía a ese hombre desde antes de nacer, siendo uno de los mejores amigos de su padre y su madre, yéndolos a visitar cada vez que podía.

(Y quizás ahora entendía porque cada vez que veía a Jongin le hablaba con tanta complicidad).

El moreno es el que abre la puerta primero, soltando una fuerte carcajada cuando dio un paso hacia la habitación, seguido de Taemin que no podía creer que estuvieran ahí. En el medio de un lugar lleno de cosas que incitaban al sexo, sumado a un montón de espejos que le hacían reflejarse por todo el lugar. La cama era un poco más grande de lo normal, con un cubrecamas rojo de una tela que parecía casi un peluche, junto a un montón de corazones que reflejaban cursilería.

Incluso había una rosa en el medio.

-      ¿Qué es tan gracioso?

Minho cierra la puerta y sigue riéndose, volviendo a entrar y a acercársele, a pesar de que Taemin aún siguiera dudoso de estar ahí.

-      Esto va a ser más entretenido de lo que pensé.

El alto se saca la chaqueta y Taemin avanza, colocándose a un costado de la cama, para mirar hacia el techo y fruncir el ceño al ver su intacto reflejo.

No entendía nada.

-      ¿Por qué mierda hay un espejo en el techo? –lo apunta.

-      Supongo que es un poco obvio.

El salto que da Minho sobre la cama, provoca que éste salga disparado hacia el otro lado, a punto de caer, mientras no se dejaba de mover como si estuviera flotando.

-      Mierda, esta cama es de agua.

-      ¿Qué? –le pregunta atónito-. ¿Y si se rompe mientras lo hacemos?

-      Esperemos que no sea así o tu mamá se enterará.

Las burlas del alto no le sirven de apoyo ni mucho menos le incitan a desvestirse como él ya había comenzado a hacer, sacándose las zapatillas mientras miraba a su alrededor, para luego continuar con sus pantalones que lanzó sobre una silla que era lo que parecía menos sospechoso de todo lo que había ahí.

Hasta que Taemin vio la televisión y un montón de películas al lado de ella. Eso si que era extraño para él.

-      No sabía que había televisión en estos lugares –toma una caja del mueble y la observa sorprendido de solo ver la carátula-. Y tiene películas.

-      Yo que tú no las toco, siento que hay semen de mil hombres aquí.

Lo único que le faltaba.

Deja caer rápido el dvd y observa a Minho que ya se encontraba solo con su camiseta puesta, encogiéndose de hombros como si no le hubiese dicho nada malo.

-      ¡Que asco, Minho!

-      ¿Taeminnie, quiere ver porno?

-      ¡No! –mira sus manos que ya comenzaban a tocar nuevamente su ropa para quitársela y solo atina a taparse los ojos rápido-. No te saques eso.

El alto deja las manos en su cintura y suelta la tela de su camiseta, mirándolo con mucho odio. Especialmente porque Taemin le miraba entre sus dedos, de todas formas queriendo espiarlo mientras se desnudaba.

-      ¿Y qué quieres? No puedo hacértelo con ropa y tampoco si sigues con la chaqueta puesta.

Tenía razón.

Taemin se aleja de la televisión, sin quitarle la vista de encima cuando se quita la camiseta y camina lento, casi de forma gatuna hasta quedar acostado en la cama. Nota la sonrisa de Minho como se amplía cuando se hunde en el colchón, riéndose de su propia hazaña y fijándose en su reflejo en el techo.

-      Me verás todo el trasero con este espejo –acomoda la espalda y vuelve a moverse al compás del agua-. Me sentiré más que observado.

La chaqueta de Taemin cae cerca de una silla y empieza a caminar lentamente hasta quedar frente a la cama y poder rozar sus rodillas con el colchón. Extrañaba tanto ver a Minho semidesnudo, que inevitablemente se olvidó de coordinar sus pensamientos con su boca y solo soltó lo primero que se le cruzó por la mente.

-      Sería genial sacarnos una foto aquí.

Y que no fue precisamente de algo que se hubiese enorgullecido.

Minho se apoya en sus antebrazos y le mira con una sonrisa divertida.

-      ¿Qué hiciste en estos dos meses? Pareciera que tuviste un exceso de porno.

Casi.

Solo que al final le terminó dando asco porque no le gustaban los hombres tan musculosos y tampoco lograba pasarlo tan bien como se veía en las imágenes.

De hecho, solo conseguía sufrir.

Su camiseta cae en cosa de segundos al piso, sacándola por sobre sus hombros y quedándose un momento de esa forma, notando como el cuerpo de Minho parecía comenzar a reaccionar, captando rápidamente su atención.

La mitad de su cuerpo desnudo y ya podía ver el resultado.

-      Tengo muchas fotos de ti desnudo, solo que no te has dado cuenta que te las saqué –le interrumpe Minho en el preciso momento en que iba a comenzar a quitarse el pantalón-. ¿Cómo crees que sobreviví estos dos meses?

Desvergonzadamente sincero.

Sus dedos se quedan estancados en el botón de su pantalón, mirándolo con los labios entreabiertos, aún con signos de sorpresa.

-      Prefiero que te hayas masturbado con mis fotos a que hubieses contratado una puta.

-      Ni una puta hubiese conseguido relajarme.

Triste, pero cierto.

(Y una frase más sincera que la anterior, consiguiendo que la atmósfera ahí dentro ya empezara a subir de temperatura).

Taemin balancea su cuerpo cuando sostiene nuevamente el botón de su pantalón, notando como Minho comenzaba a moverse incómodo en el colchón, como si el roce de la sábana comenzara a molestarle. O a quemarle.

-      ¿Quieres que me los abra?

Se refiere al pantalón y Minho no merece una explicación demasiado detallada antes de responderle claro y conciso.

-      ¿Quieres que te los saque con los dientes?

Y por muy buena que sonara la idea, solo prefirió acatar.

El movimiento del pantalón al abrirse es casi brusco, pero a la vez lento, bajando casi con suavidad el cierre y notando como las venas de Minho parecían dilatarse más con cada movimiento nuevo que hacía. Y más cuando la tela cayó por completo y le dejó solo en su ropa interior, con una figura que no le gustaba mostrar demasiado, pero que con Minho no tenía problemas.

Y que al alto le encantaba, por sobre todas las cosas.

(Especialmente su clavícula, que no demoraría mucho tiempo en comenzar a morder).

-      Sabía que iba a tener un recibimiento como correspondía.

Minho lo susurra contra sus labios, mientras Taemin se subía sobre él y sonreía cuando sentía como la cama parecía deshacerse al sentir una nueva fuerza contra ella. Sus respiraciones se acompasan cuando se besan y se ríen entre sus labios cuando ambos sentían que estaban sobre una ola que no paraba de moverse.

Sin duda, sería más entretenido de lo que creían.

(E incómodo, aunque lucharan contra ello).

-      ¿Qué quieres que te haga hoy?

Taemin comienza a descender, con todo el equilibrio posible, besando el cuello de Minho, saboreándolo y oliéndolo a la vez, mientras lo atrapaba entre sus piernas y brazos, apenas dejándole una mínima especie de movilidad.

(Y sabía que era difícil responder a eso, porque literalmente se había ofrecido casi en bandeja, como si él se tratara de la especie de menú de un restaurant. Del restaurant Choi Minho).

Aunque solo una palabra bastó, para que él sonriera, lamiéndose los labios y sin detener su recorrido hasta llegar a su ombligo y a ese camino de vellos que lo llevarían literalmente al paraíso.

Un “sorpréndeme” y Lee Taemin se prometió de hacer que Choi Minho se hubiese arrepentido de decir eso.

Porque le dejó por casi dos meses completamente a la deriva y porque tendría que nacer de nuevo para que él le dejara ir una vez más como hizo ahora.

Una sola lamida sobre su bóxer bastó para que Minho se retorciera y la cama se moviera junto a él, casi ahogando su gemido con el sonido del agua.

Estaba tan caliente que cualquier roce conseguía volverlo loco. Incluso hasta esto, que recién estaba empezando.

(Y que estaba seguro que no quería que terminara).

Taemin baja tan rápido y tanto, que Minho quiere buscar algo de lo que atraparse, pero todo parecía resbalarse en esa maldita cama, mientras el castaño le besaba y masajeaba con sus labios su entrepierna que desde hace semanas pedía por su atención. Sus manos se afirman de los huesos de sus caderas y él solo levanta la pelvis cada vez que Taemin tomaba distancia, sin dejarlo ir demasiado lejos.

Porque no podía abandonarlo ni jugar. Ahora no.

Las curvas sobre su bóxer son demasiado obvias, mientras Taemin lamía sus testículos por sobre la tela, turnándose con su mano o con su lengua, saboreándolo en su longitud como si se tratara del mejor manjar.

Y lo peor es que le miraba. Cada vez que se detenía o que pasaba su lengua, observándolo y sonriéndole porque podía ver como las comisuras de sus labios se elevaban, buscando su aprobación.

Se burlaba de él. Le hacía sufrir y eso le hacía feliz.

Sus gemidos eran su felicidad.

(Y él lo estaba pasando tan bien que ni siquiera recordaba lo incómoda que era esa cama de mierda).

-      Te eché tanto de menos, Minho –le da un corto beso sobre la punta de lo que sobresalía y se acerca hasta sus labios, dejando que una de sus manos siguiera con el masaje-. ¿Tú me echaste de menos?

Y él solo asiente porque no se cree capaz de hablar.

Minho tiene los ojos cerrados y empuja su cabeza contra el colchón, estirando su cuello y gruñendo porque los gemidos ya no podían ser como los normales, ahora eran necesitados, suplicantes, pidiendo que no se detuviera o lo mataría. Pero Taemin no tenía la intención. Taemin solo quería hacerlo feliz y hacerle darse cuenta que no se podía separar de él. Porque él lo quería demasiado como para tenerlo así de lejos.

El menor se separa mientras sonríe, moviéndose bruscamente a causa de la cama y buscando la posición exacta en donde su trasero quedó sobre la entrepierna de Minho, para comenzar a masajearla con él.

Aunque los gemidos ya no fueron solo los del alto, sino que de ambos, casi como si estuvieran en una especie de competencia.

Taemin pierde la cabeza cuando siente la enorme erección bajo su trasero, sacudiendo el cuerpo de Minho y la cama al mismo tiempo, intentando alcanzar su abdomen con sus manos, pero rindiéndose pronto porque eso se sentía demasiado bien, dejándole apenas atinar a afirmarse a algo, que resultó ser la piel de Minho que solo se veía rasguñada por las manos de él.

La distancia había causado verdaderos estragos y ambos ya sabían que no serían capaces de controlarlos.

(Y todo el diálogo sucio que había confabulado en su mente, se había ido a la verdadera mierda porque no podía pensar si sentía eso bajo su trasero, tentándolo y sacando gemidos aún más fuertes que los del alto).

Estaba seguro que su entrada y entrepierna latían, haciéndole olvidarse de ese plan que consistía en hacer sufrir a Minho porque ni siquiera él sería capaz de soportarlo.

-      Eres tan hermoso.

El alto lo susurra frente a su boca, mordiéndole y jalándole los labios y sentándose tan repentinamente que Taemin solo se afirmó de su cuello, sin dejar de mover el trasero sobre su entrepierna, gimiendo cada vez más fuerte cuando los dientes de Minho comenzaron a clavarse en su cuello. Una, dos, cientos de veces.

(Si es que no miles).

E intenta afirmarse de algún lado, pero solo logra agarrarse de sus brazos que ahora parecían más formados, mientras él ya metía de lleno las manos en sus bóxers, pellizcándole el trasero y apretándoselo hasta haciéndolo gemir más fuerte.

Mientras más fuerte lo hiciera, Minho parecía calentarse más.

-      Tan perfecto.

El alto le muerde el lóbulo de la oreja, sintiendo como el cuerpo de Taemin se encorva, pegándose al de él y presionando tanto su erección como si le estuviera pidiendo que lo penetrara incluso con la ropa puesta.

Parecía desesperado y era porque lo estaba.

Porque lo echó tanto de menos que pensó tantas veces esto en su cabeza, que ni aún así consiguió igualarse a lo que hacían ahora. Porque Minho siempre terminaba sorprendiéndolo y haciéndole perder la cordura de forma brutal.

Casi animal.

El golpe que se da contra la cama es fuerte cuando cae y se hunde con ella, abriendo las piernas casi de forma automática para ver como Minho le miraba con ese brillo extraño en sus ojos, haciéndolo ver como un pequeño niño que acababa de ver su programa favorito. Sus manos enormes le moldean el cuerpo hasta llegar a sus caderas, comenzando a bajar lentamente su ropa interior y mordiéndose el labio cuando ve que la erección de Taemin parece saltar cuando queda al exterior.

Ninguno de los dos se avergüenza, excepto cuando el mayor comienza a agacharse, besándole la piel desnuda hasta comenzar a bajar para levantarse y decirle –o más bien advertirle- que no se tocara. Que estaba prohibido.

Y se lo prometió. Asintió rápido y se mordió el labio inferior hasta que le dolió porque mierda no podría soportarlo. Una lamida en la punta y se retuerce y grita desde el fondo del estómago, subiendo las manos hasta sus pezones y notando como Minho se levantaba rápido y le miraba serio, diciéndole un seco “no, Taemin, te dije que no te tocaras” al que le convenía acatar.

Aunque sinceramente no podía.

Porque Minho era distinto a él cuando le hacía sexo oral, tomándose su tiempo y demorándose mucho más que él como si estuviera disfrutando cada centímetro de su anatomía. Le da lamidas lentas y casi tímidas en su longitud, mientras le besaba el interior de las piernas, buscando que llegara a ese punto de calma en el que solo conseguía gritar más fuerte porque la excitación comenzaba a quemarlo vivo.

Treinta segundos más –porque Taemin los cuenta- y está seguro que se correrá si Minho no deja de tocarle así. Enreda los dedos en su cabello, jalándoselo y tirándoselo demasiado fuerte cuando le besaba la punta de su erección. Cuando colocaba los labios en forma de “o” y comenzaba a masturbarle lento, de arriba abajo, moviendo la cama en un compás en el que parecía que flotaban.

Y Taemin no se toca. Ni una sola vez. Aprieta las sábanas rojas que estaban bajo él y evita mirar su reflejo en el espejo del techo porque está seguro de que no tendría una imagen de la que pudiera enorgullecerse en ese momento.

A excepción de Minho, que cuando vio al menor moverse repentinamente porque no soportaba más, dejándolo sentado sobre sus piernas e inclinándose para bajarle la ropa interior y comenzar a succionar directamente su erección, ya sin tela de por medio.

Todo fue tan rápido, que el alto apenas alcanzó a gemir o abrir la boca, intentando expulsar algún sonido porque Taemin parecía realmente fuera de sí. Ahueca las mejillas cuando toma su erección desde la base, ya no solo lamiendo, sino que engulléndolo por completo, como si estuviera desesperado porque Minho ya estuviera lubricado para que empezaran a hacerlo.

Porque lo estaba. Y si el moreno le jalaba desde el cabello, sin dejarle ir demasiado lejos, hacía que su entrepierna latiera porque también necesitaba un poco de atención.

(Y de la que Minho le tenía completamente privado).

Su cabello es jalado cada ciertos instantes, separándolo cuando el mayor se acomodaba y estiraba las piernas, dejando una mano sobre su cabeza y otra a su lado, como apoyo para que no se cayeran de esa cama de mierda que no paraba de moverse.

(Y si Taemin viera como Minho miraba el reflejo de ambos en el espejo, probablemente no se habría demorado más de dos segundos en correrse desde lo más profundo de su cuerpo porque era la mirada más erótica que alguien podía tener).

Lame la bolsa de sus testículos, masturbándole con una mano y quejándose cuando Minho le empuja un poco desde sus hombros para que se separara de él. Incluso le mira con el ceño fruncido cuando no le deja seguir, tocando una de sus mejillas para seguir con sus labios y dejar que sus dedos se comenzaran a humedecer lentamente con su lengua. Solo un momento bastó para que Taemin abriera la boca de lleno y comenzara a humectar los largos dedos de Minho que parecían nunca acabar.

(Y que agradecía cada vez cuando despertaba).

Los movimientos ahora comienzan a ser más lentos y casi sincronizados, moviéndose al mismo tiempo y dejándose caer sobre el colchón, para que Minho quitara los dedos de su boca y ahora le abriera las piernas desde las rodillas, comenzando a tocarlo lentamente hasta conseguir dilatarlo.

Un dedo primero. Otro después.

Con calma. Con lentitud porque por muchas veces que lo hicieran se preocupaba de que fuera demasiado doloroso y lo que menos quería en el mundo era dañar a Taemin o hacer que lo pasara mal.

Las emociones de ambos cambian cuando los gemidos son más guturales y susurrantes, sabiendo que era lo que se venía y las precauciones que debían tomar.

Minho toma un condón desde la mesa que había al lado de la cama, pero Taemin lo bota de su mano antes de que alcance a abrirlo porque confía en él y sabe que no hizo nada que no debiera hacer en otro país o ciudad con gente que se pudo poner a su merced.

Una confianza de las que algunos dudarían, pero que él no. Porque confiaba en Minho como no confiaba en nadie en su vida.

Y por eso mismo fue que aguantó la primera embestida. Porque sabía que lo mejor se venía después aunque la primera fuera un poco más dolorosa de lo que había sido antes, quizás solo por cosa de tiempo. Cierra los ojos y los aprieta, flectando sus piernas y afirmándose de su espalda hasta rasguñarla, para soltar un profundo gemido cuando Minho sale de él y se asegura que está bien.

Y todo lo estaba. Más que nunca.

El sudor empieza a apoderarse de ambos y más cuando la segunda embestida es más fuerte que la anterior, moviendo la cama de una forma casi divertida, generando descargas eléctricas en su columna vertebral, ayudándole a sentir todo mucho más de lo que hubiese sido en una cama normal. Eran como cosquillas, pero mejoradas al mil por ciento.

Al igual que ese espejo.

Ese maldito espejo que cuando lo recordó y abrió los ojos y se fijó en como se veían ambos, Taemin agradeció mentalmente a los dioses existentes e inexistentes por haber inventado algo tan glorioso como eso. Algo que le permitiera ver como los músculos de las piernas de Minho se tensaban al entrar en él, al igual que su trasero que no podía verse de mejor manera.

Una embestida más y Taemin no lo soporta y le toca una nalga, viéndose en el reflejo y comenzando a masajearla de forma suave porque no podía creer que los músculos estuvieran tan tensos justo ahí, como si lo estuviera pasando mal.

-      Qué… -Minho gime y toma una bocanada de aire, intentando hablar-. Qué pasa.

-      Nada.

Y le suelta.

Aunque no quería hacerlo.

Minho embiste una vez más en él, pillándolo desprevenido y haciéndolo gemir más fuerte que antes y consiguiendo que la cama se moviera casi de forma amenazante, como si estuviera cediendo ante la brusquedad de ambos cuerpos.

Excepto hasta que Taemin habla y todo se vuelve repentinamente extraño.

-      Minnnnnnho –gime bajito cuando el moreno sale de él y se afirma de la cama, aún sin volver a entrar-. Amo tanto… amo tanto tu trasero.

-      ¿Qué?

 Y vuelve a embestir, perdiendo la cordura y la razón de las palabras, sintiendo como el sudor descendía por su sien y le hacía afirmarse de la cama que no paraba de moverse, amenazando con reventarse en cualquier momento.

Pero no lo hizo. No cedió cuando Taemin suplicó y gimió más fuerte que antes, ni cuando Minho se corrió dentro de él, sintiendo una descarga eléctrica desde la punta de sus pies hasta el final de su nuca, cayendo rendido sobre su cuerpo y sintiendo los fluidos del menor, comenzando a esparcirse entre los abdómenes de ambos.

Ninguno de los dos es capaz de hablar por un largo rato ni mucho menos moverse.

No al menos hasta que Minho sale desde dentro de su cuerpo, dejándolo con un vacío y acostándose a su lado, boca arriba. Lo que hizo todo peor porque las carcajadas comenzaron a salir por iniciativa propia, contagiándose entre si y mirándose en ese espejo que no dejaba nada a la imaginación.

Probablemente nunca se habían visto mientras tenían sexo y ahora que podían hacerlo, era algo que sacaba a Taemin de sí, haciéndolo avergonzarse y encogerse porque estaba demasiado sucio y porque siempre solía irse esa faceta desinhibida luego de que lo  hacían.

Y como siempre, es Minho el que se levanta y busca algo con qué limpiarlos a ambos. Es el que se ríe cuando encuentra un papel higiénico al lado de un montón de juguetes sexuales y el que hace que Taemin se encoja porque le da cosquillas que le limpie con tanto cuidado.

Ninguno de los dos quiso irse antes de tiempo. Ambos quisieron aprovechar hasta el último segundo.

Ambos quisieron aprovechar, que al fin tuvieran que dejar de echarse tanto de menos.

**

Taemin se acurruca contra el cuerpo de Minho, pasándole una pierna por sobre las suyas, al igual que uno de sus brazos para amarrarse sobre su cintura. Era una posición que había extrañado desde la semana pasada –última vez que se habían visto- quedándose en silencio como cada vez que hacían cuando llegaba, acomodándose sobre su cama, especialmente ahora que al fin habían logrado estar solos.

Algo que debían agradecer.

Solo que Minho no parecía muy contento porque no habían caricias para él, sino que solo muecas que no le gustaban ni que le hacían sentir cómodo. Ni tampoco feliz porque no sabía en que posición colocarse para comenzar a sentir sus dedos buscando su piel. Sino que solo había un Minho demasiado serio y demasiado frío como para que fuera algo normal.

Demasiado tosco para ser el Choi Minho que él conocía y del cual se había enamorado.

El cubrecamas que los tapaba suena cuando Taemin mueve sus piernas, desenredándose de su cuerpo y quedando con la cabeza pegada a su hombro, aún negándose a separarse por completo.

-      ¿Qué te pasa?

-      Nada.

Minho le quita de golpe el cubrecamas, deslizándose más entre las sábanas y negándose a tocarlo porque parecía demasiado enojado consigo mismo. Lo que hacía que todo fuera más raro aún.

-      ¿Cómo que nada? –le insiste al punto de comenzar a perder la calma-. Desde que llegaste estás con esa cara.

-      ¿Qué cara?

-      De mierda.

Y la perdió.

El alto le mira casi ofendido, mientras él solo se encogía de hombros inocentemente, como si solo hubiese tenido un problema de sinceridad que no supo ni quiso controlar. Porque una de las mejores cosas que tenían en su relación, era que se podían decir ese tipo de cosas sin ofenderse o herirse de forma exagerada, sino que solo se escuchaban.

-      Nací con esta cara –contraataca, mirándole al fin.

-      No es tu misma cara de siempre.

Y justo en ese instante en que Minho suspira y su pecho se infla con él, preocupándose de verlo así después de que no hubiese pasado nada malo, es cuando el alto explota. Es cuando sus labios se abren y botan las palabras que siempre supo que escucharía, pero que se negaba a asumir porque estaba seguro que terminarían doliéndole.

-      Estoy aburrido de viajar a Busan, me cansa. Son tres horas en las que me aburro demasiado en el viaje y tres horas de vuelta las cuales odio mucho.

-      ¿Y qué quieres que haga? –aunque el tono de Minho no es amenazante, el de él si consigue serlo-. ¿No quieres venir más? ¿es eso?

(Y porque tenía tanto miedo de que Minho le dijera “sí, es eso” que le es inevitable no ponerse en alerta, esperando estar lo suficientemente capaz para oír eso desde sus labios. Aunque sabía que nunca sería así).

-      Sí, Taemin, esta es la última vez que vendré –ironiza, acomodándose en la cama hasta quedar sentado nuevamente-. No seas tonto.

-      ¿Y entonces? A mi también me aburre ir a Seúl, pero lo hago porque te extraño un montón en la semana.

Y porque odiaba preocuparse cuando no le llamaba lo suficiente en el día y porque no soportaba despertar y asumir antes de abrir los ojos, que Minho no estaría a su lado ni en el sillón, estirándose y botando el cubrecamas para hacer sonrojar a su madre.

A veces lo odiaba tanto por conseguir ese tipo de cosas en él, que ni siquiera conseguía odiarlo ni un poquito.

(Y se lo decía. Cuando lo extrañaba tanto que su voz se volvía tímida mientras Minho se acurrucaba al otro lado de la línea, sonriendo bajito al igual que él).

-      Pero tu no duermes en el sillón –contraataca ofendido-. Estoy aburrido de dormir ahí.

Y lo entendía así que no supo que responder porque lo que decía era demasiado entendible. Ya llevaban más de un año juntos y ni una sola vez habían podido dormir en la misma cama porque su madre siempre se encargaba de separarlos. De que cada uno tuviera su espacio en el que no hubieran unas manos intrusas o unos roces que no le gustaría ver, sino que cada uno en su cama, como debía ser.

O sillón, que era de lo que más se quejaba el alto.

-      Y no es solo eso –continúa, interrumpiendo su silencio-. Ni siquiera puedo tocarte porque Kai ya casi nos ha descubierto dos veces en algo que no me gustaría que viera, al igual que tu mamá. Pareciera que tienen un puto radar contra el sexo.

Taemin se sienta en la cama, quedando en la misma posición que Minho, enredando sus manos entre sí cuando recuerda aquellas dos veces en que les pillaron en el sillón, él sobre Minho, mientras este último tenía el cierre abierto y los pantalones a medio muslo.

Probablemente ya era algo que querían olvidar los dos.

Y su madre con Kai, que solo se hicieron los tontos cuando les vieron, entrando a la casa como si nada e intentando negar el hecho de ver las manos torpes de Minho, subiéndose los pantalones y abrochándoselos como si nada hubiese pasado.

-      No entiendo a que quieres llegar con esto. Esta es mi realidad, Minho, así tendremos que vivir si quieres seguir viniendo.

-      Estoy harto de gastar en ese motel de mierda –claramente le ignora y solo se dedica a despotricar-. Más encima odio la puta cama de agua, hace que me duelan las costillas.

-      ¡Entonces busquemos otro puto motel, Minho! no sé porqué te aproblemas con algo tan simple.

-      Pero también odio dejar a Mermelada y Mandarina solas –bufa casi en un susurro, apretando los labios-. Ni siquiera sé si mi vecina va a verlas.

-      ¡Entonces no viajes solo y trae a tus gatas! ¡Ni siquiera me molesta!

Minho le mira casi sorprendido de que su tono de voz se hubiera elevado tanto, mientras él respiraba entrecortado, asumiendo que se había sulfurado demasiado pronto. Solo que el mayor no se daba cuenta de cuanto le dolía hablar de ese tema porque temía de que la relación se deteriorara hasta que se fuera de su lado.

Hasta que la distancia si comenzara a afectarles tanto como temían.

Taemin suelta un suspiro, asumiendo que hace mucho no discutían como ahora, intentando calmar su tono para mirarlo mucho más tranquilo que antes.

(O intentar al menos).

-      ¿No es eso lo que quieres? –insiste, mucho más tranquilo.

Pero Minho apenas le escucha, moviéndose de la cama para levantarse. Dejándole claro que la discusión no se había terminado y que quizás esto recién estaba comenzando.

-      No sé –bufa, sentándose en la orilla para ponerse el chaleco-. Acompáñame a buscar una mierda para mi cámara.

-      ¿Dónde?

-      Por ahí.

Palabras cortas que le dejaban claro lo enojado que estaba. Y lo incómodo que comenzaba a hacer todo. Porque cuando se levanta Minho apenas le espera y no le habla mientras viajan donde no sabe donde, solo llegan a un lugar lleno de edificios antiguos que rodeaban uno de los museos de Busan que no estaban tan cerca de su casa.

Era un lugar residencial y él apenas entendía que hacía ahí. Y mucho menos cuando entraron a un edificio, encontrándose con Minho saludando al conserje, para seguir de largo hasta el ascensor. Todo demasiado extrañamente amigable para ser en lugar de un desconocido.

Minho aprieta el botón del piso ocho y las puertas se cierran ante ellos, volviendo a dejarlos en ese incómodo silencio que Taemin no soportó más.

-      ¿No podías venir otro día, Minho? estábamos discutiendo algo importante.

-      Y podemos seguir discutiendo ahora.

La campanilla suena cuando llegan al octavo piso, provocando que el castaño suelte un bufido, mientras Minho se le adelantaba y salía antes que él, caminando rápido para tomar el pasillo del lado izquierdo.

Sus pasos eran seguros comparados con los de Taemin que parecían dudosos de estar en ese lugar, creyendo que quizás lo llevaba a un nuevo motel o a un lugar aburrido del que solo tendría que quedarse callado o seguirían peleando. Pero cuando el alto marca la clave del departamento, consiguiendo abrir la puerta al primer intento, todo comienza a volverse extraño.

Y fuera de lugar.

-      Cambia esa cara, Taemin, por favor.

Sostiene la puerta con su cuerpo, esperando que entrara, mientras él avanzaba lento, con el labio superior un poco levantado, casi como si le fuera a gruñir.

-      Porqué tienes la clave de acá.

Su voz tiene eco cuando Minho cierra la puerta, dejándolo encerrado en un enorme departamento de paredes blancas casi enfermizas y sin ningún mueble por donde se mirara. Solo habían ventanas por casi todas las paredes y mucha luz, demasiada, hasta casi dejarlo ciego.

-      Voy a sacar unas fotos, me lo prestaron.

-      ¿Y a quién? No voy a posar para ti.

Los dedos de Minho buscan rápido su mano, arrastrándolo con él por el pasillo del departamento, obligándolo a caminar y obligándolo a ceder un poco porque parecía demasiado alerta. Como si estuviera dispuesto ciento por ciento a pelear.

(Y lo estaba. Aunque fuera un poco y solo era porque seguía dolido).

-      ¿De quién es este lugar?

-      De una pareja de viejos casados.

-      ¿Amigos de tu abuelo?

-      Algo así.

Minho abre la última puerta del pasillo, jalándolo hacia él y haciéndolo entrar a una enorme habitación con un balcón que era del tamaño de toda esta.

Y con una vista tan impresionante que dejó a Taemin desconcertado en segundos.

-      ¿Cómo es que dos abuelos pueden vivir en un piso tan alto?

Deshace el agarre de Minho y se acerca al balcón, abriendo la ventana para observar mucho mejor. No estaban tan lejos de su casa, pero claramente de aquí todo se veía mejor.

No había ruido molesto de autos ni gente entrando y saliendo porque ahí no había una librería que atender, sino que solo sonrisas y gritos de niños que jugaban en los parques que rodeaban el lugar.

Estaba seguro de haber pasado por fuera de ese edificio un montón de veces y de nunca haberse tomado el tiempo de prestarle la atención que se merecía.

Minho abre un poco más la ventana, colocándose a su lado y apoyándose con los brazos sobre el antepecho, mirando hacia abajo.

-      Mermelada amaría este balcón.

Y él también.

Increíblemente el enojo había desaparecido con solo entrar ahí, contagiándose de la calma que irradiaban las paredes y la atmósfera que había en el lugar.

Era casi un departamento soñado.

Las piernas de Minho se mueven inquietas a su lado, balanceándolo como hacía cuando se colocaba nervioso. Apoyaba una zapatilla sobre su otra pierna y se dejaba caer un poco, para volver a su posición original.

Estaba inquieto. Podía sentirlo.

-      En verdad, no existen los dueños de este lugar, ya se murieron.

Lo dice casi como con culpa, asustándolo.

Estaba demasiado misterioso para ser cierto.

El viento mueve el flequillo de Taemin justo cuando se voltea, mirándolo fijo y serio, comenzando a contagiarse de su extraña actitud.

Estaba nervioso. No era una alucinación.

-      Dime la verdad, qué hacemos aquí.

Y esa sonrisa. Esa maldita sonrisa le hace pensar tantas cosas que prefiere descartarlas rápido sin dejar la más mínima esperanza de felicidad porque no quería caer de golpe cuando aún tenían una discusión pendiente.

Una que le había herido, inevitablemente.

-      ¿Seguro?

-      ¡Sí! –insiste, comenzando a desesperarse.

-      Prométeme que no me gritarás ni me pegarás.

-      ¿Por qué debería hacer eso?

-      Porque… compré este lugar.

Oh mierda.

Lo mataría.

Quería matarlo.

Quería ahorcarlo y comérselo a besos porque no podía seguir existiendo alguien como Choi Minho en el mundo.

-      Mentiroso.

-      ¡Es en serio!

La sonrisa tímida se escapa de sus labios, haciéndolo entrar nuevamente a la habitación sin dejar de sentir como una ola de calidez comenzaba a apoderarse de su cuerpo.

-      No te creo.

-      Llama a tu mamá si no me crees –Minho le sigue rápido, entrando junto a él al baño que Taemin comenzaba a inspeccionar-. Kai y ella me ayudaron en encontrarlo.

-      ¿Ellos están participando contigo en esta broma?

Sale del lugar y camina hacia el pasillo, abriendo las puertas y revisando los enormes clósets que habían por todos lados. Era demasiado para una sola persona.

Demasiado irreal para que eso fuera de Minho.

En Busan. Donde estaba él.

A menos de diez cuadras donde vivía él.

Taemin camina hacia la cocina que se encontraba cerca de la sala, encontrándose con un enorme refrigerador y un montón de muebles que Minho encontraría inútiles y terminaría llenando de comida instantánea y de rollos fotográficos porque ya no sabría donde guardarlos.

-      No puedo creer que te muestro un puto departamento que me compré con mi puto dinero y en tu maldita ciudad y que me digas que es un broma. No tienes sentimientos.

Se voltea ofendido, encontrándose con Minho que le miraba de pie en medio de la sala, viéndose casi pequeño en ese espacio tan alto y grande.

-      ¡Ni siquiera me dijiste!

-      Arruinaste todo mi plan.

No sabía de que plan hablaba, pero solo le ve acostarse de lleno en el piso, dándole un ataque de infantilidad repentino. Solo le faltaba ponerse a patear el suelo y se convertía de inmediato en un niño de cinco años con problema de atención.

Pero Taemin estaba tan entusiasmado revisando todo, que solo le ignoraba. Abre puerta tras puerta, asomando la cabeza en una nueva habitación, impresionándose mucho más que antes.

¿Con quién creía que iba a vivir?

Porque claramente él no estaría de acuerdo en eso.

-      ¿Por qué tiene dos habitaciones? –se devuelve y le mira de pie, al lado de su cuerpo, frunciendo un poco el ceño-. ¿Con quién vas a vivir y qué vas a hacer con tu trabajo?

El alto se quita la mano de la cara y se encoge de hombros, despreocupado.

-      Porque no sé, para mis invitados, mi abuelo, mis gatas, para nuestros hijos adoptados, qué se yo.

Esa última frase inevitablemente le hizo sonreír.

Mucho.

Se agacha hasta quedar de cuclillas frente a él, apoyándose de sus rodillas, sin poder dejar de sonreír. Ya no había odio en su cuerpo, ni siquiera un poco.

-      ¿Nuestros hijos adoptados? –ríe, viéndose demasiado enamorado para ser real-. ¿Estás loco?

Probablemente.

Fue lo primero que le dijo Jongin cuando le pidió ayuda a buscar un departamento y lo último que le dijo la mamá de Taemin cuando le acompañó al banco a hacer el trato con el vendedor.

Todos dudando de que su decisión fuera a ser real, pero todos asumiendo que Choi Minho no mentía, especialmente cuando se trataba de su Taemin.

-      Dime la verdad –se sienta, quedando con las piernas abiertas para darle espacio y quedar cerca de él-. ¿No te gustó la casa?

Si su tono no hubiese sido así de preocupado, probablemente se habría reído y le habría dicho que sí, que efectivamente no le gustó la casa, pero verlo así de mal solo porque temía de que su opinión no fuera la que él esperaba, le hizo sonreír más sincero que antes y acercarse un poco más hasta poder alcanzar sus mejillas y sostener su rostro entre sus pequeñas manos.

Estaba seguro que cualquier día Minho terminaría matándolo de un ataque de amor.

-      Me encantó –susurra-. ¿Pero de verdad vas a vivir aquí? ¿en Busan?

Porque le sonaba tan irreal que el golpe sería duro si solo le decía que sería su casa por los fines de semana. Pero cuando Minho asintió, todo volvió a ser mucho mejor que antes.

-      ¿Qué tiene de malo? –insiste con ese tono de voz bajito-. ¿Por qué no me dices de una vez que prefieres el motel con cama de agua que esto? No me enojaré.

-      No quiero alejarte de tu familia.

Y menos ahora que Minho iba a veces a la casa de su padre, a cenar junto a él, su esposa y su abuelo.

El alto siempre le llamaba cuando iba hacia su casa y cuando se devolvía, casi de madrugada, contándole todo lo que habían hablado.

Aunque claramente había omitido la parte en que le había contado a su padre sobre sus planes de irse a vivir a Busan. Y a los cuales nadie se opuso, sino que fue todo lo contrario. Fue una noticia que los alegró mucho porque creyeron que se decidiría mucho antes.

-      Mi abuelo y mi papá me dijeron que me viniera a vivir acá.

Las manos de Taemin dejan de acariciar el rostro de Minho, quedándose quietas en la parte de sus mejillas, sin querer dejarlo ir aún.

Porque quería que esto siguiera siendo así de real.

-      ¿Pero tú quieres vivir aquí? ¿no te gusta más Seúl?

-      Me gusta más lo que me espera en Busan que lo que me espera en Seúl.

Sus brazos se anclan de forma automática a Minho, balanceándose sobre él y riendo feliz en su cuello, sin poder creer que esto estuviera siendo cierto. Tenía tanto miedo de que la pelea de hace un rato hubiese terminado con ellos, que nunca creyó que se trataba de una especie de plan que tenía Minho.

Y que él cayó de golpe, sin siquiera sospechar.

Los brazos del alto le afirman desde la espalda, sin permitirle caer, mientras él se separaba y le besaba una y otra vez sin dejarle hablar ni respirar.

No estaba preparado para verlo todos los días. Para almorzar con él y para arrancarse de su casa a medianoche porque querría quedarse ahí, apegado a su cuerpo.

Era tan bueno todo que no se creía capaz de dejar de sonreír nunca más en su vida.

-      No puedo creer que Kai no me haya dicho nada –deja que su nariz choque con la de Minho, casi uniendo sus ojos al mirarlo de tan cerca-. Es un traidor.

-      Y tu mamá también. Ella sabía.

-      Son mi familia y me deben lealtad.

-      No porque hubieses arruinado mi sorpresa.

El castaño sonríe más grande, besándole suave para volver a la posición en donde solo le acariciaba su piel con la punta de su nariz.

-      Es una gran sorpresa –admite en un susurro.

Por no decir una de las mejores que le daban en mucho tiempo.

Taemin apoya su mejilla por sobre el hombro de Minho, dejándose abrazar desde el final de su cintura, mientras miraba fijo hacia una ventana y pensaba en cuantas veces usarían ese balcón, ambos desnudos y tapados con un solo cubrecamas que les cubriera como solían hacer en el otro departamento.

Tantos momentos que no quería olvidar, pero que quería que se siguieran repitiendo.

Las escapadas de clase, que ahora serían escapes desde su trabajo, los encuentros sorpresivos, en donde Minho le atrapaba en la puerta y no conseguían moverse hacia otro lugar que no fuera la pared y el montón de situaciones cotidianas que si vivía al lado de Minho serían mucho mejor. Comer a medianoche junto a él solo porque sabía que le daba hambre, llevarle pasteles que le habría hecho su madre y conversaciones llenas de sentimientos que siempre serían de madrugada porque a Taemin se le hacía difícil contener todo lo que sentía por el alto cuando no podía dormir.

Estaban a solo diez cuadras de distancia y probablemente serían las cuadras que el menor más caminaría durante toda su vida y su estadía en Busan.

Taemin se encoge en el cuerpo de Minho cuando siente que este se mueve, despegándose un poco, para mirarle muy de cerca, hasta quedar fijo en sus ojos.

Se veía tan serio que inevitablemente eso le empequeñeció. Al igual que su nuez de la garganta que no paraba de subir y bajar, tragando saliva como si se le secara la garganta en exceso.

-      Sé que dijiste que no éramos personas cuando vivimos juntos, pero… pero creo que nos merecemos otra oportunidad de intentarlo.

Sé que dijiste que no éramos personas cuando vivimos juntos, pero… pero creo que nos merecemos otra oportunidad de intentarlo.

Pero creo que nos merecemos otra oportunidad de intentarlo.

Otra oportunidad.

Intentarlo.

Taemin le mira asustado cuando las palabras dejan de hacer eco dentro de su cabeza, abriendo un poco los labios solo de la impresión, mientras Minho parecía que solo buscaba un lugar en donde poder esconderse, muriendo ante un profundo ataque de vergüenza y timidez repentina.

-      ¿Me estás invitando a vivir… contigo, Choi?

Sí.

Y le es demasiado vergonzoso seguir asintiendo porque nada le aseguraba que Taemin diría que sí a eso, dejándolo en un vaivén de incertidumbre en el que vivía hace ya varios días.

Las manos del castaño siguen aferradas a sus mejillas, mirándolo de cerca y mordiéndose el labio inferior cuando se da cuenta que no puede parar de sonreír.

-      No sé si quiero vivir contigo –se burla en un suave susurro.

Uno que ofendió a Minho porque supo de inmediato que estaba jugando con él.

El alto retrocedió de golpe, quitándose las manos de Taemin de encima de su rostro, para mirarle con el ceño fruncido y eliminando rápido todo rastro de ternura o timidez que podría haber quedado en él.

Si no lo hacía por las buenas, lo haría por las malas.

-      No me importa, te vendrás a vivir aquí porque tu mamá ya está harta de ti y Kai quiere tu habitación.

Taemin suelta un sonido de impresión en el mismo momento en que se deja caer sobre sus piernas, sentándose.

O sea que todos sabían de esto también, excepto él, que ya había armado mentalmente una vida paralela de la que parecía no ser necesaria.

-      Pero si vengo solo a visitarte, sería mucho más excitante.

Ahora el ofendido es otro.

-      ¿Tengo que comprar una cama de agua y colocar espejos en el techo también?

-      ¡Por favor! –avanza rápido con sus rodillas hasta quedar igual de cerca que antes de su rostro, rozando la punta de sus narices. Incluso le pasa los brazos por detrás del cuello para ser más convincente-. Me vendré a vivir contigo solo con esa condición, que pongas un espejo en el techo.

(Porque realmente el hecho de ver el trasero de Minho contrayéndose cada vez que entraba en él, era algo que aún no era capaz de describir con palabras puras, inocentes y exactas).

Solo que cuando Minho suelta un bufido, botando un montón de aire contra sus labios, sabe que quizás el alto no se sentía tan cómodo con la idea. Por no pensar que tampoco sería muy normal invitar a su madre a conocer su futura casa, mostrándole lo hermoso que era el espejo que tenían en el techo.

Porque había que ser idiota para no entender lo obvio.

-      ¿No te basta que me haya venido a Busan, haya comprado un departamento y aún así, quieras un puto espejo? ¿no tendrás un problema con el sexo, Lee Taemin?

Por su culpa, probablemente sí.

Le toma el rostro nuevamente entre sus manos, dejándolo muy cerca del suyo, para comenzar a darle un montón de besos cortos que el alto solo se encargó de evitar, moviendo la cara hacia otro lado para que no lo alcanzara.

Estaba dolido. No le daría las cosas tan fácil ahora.

-      Si te complica tanto, no te vengas a vivir conmigo. Me las podré arreglar solo.

Eso si que era una absoluta mentira.

De que podía vivir solo, podía, pero de que lo hiciera de una forma humana y responsable, Minho era el último en ubicarse en la lista.

Taemin le empuja con cuidado hasta dejarlo acostado en el piso y así poder acorralarlo con sus brazos, haciendo que su flequillo rozara su frente, para que fijara la vista en él. Porque no quería que lo dejara de mirar. No ahora que era cuando diría probablemente, una de las oraciones más importantes que pudo haber dicho en toda la relación.

-      Si viviré contigo –le advierte serio, sin ni una pizca de sonrisa, para que todo quedara mucho más claro-. Y mañana mismo traeré mis cosas. Así que prepárate porque tendrás que soportar mi mal genio, mi cara fea por las mañanas e incluso mis olores. ¿Quedó claro?

Muy.

Más de lo necesario porque no supo en que momento había comenzado a sonreír así de grande. Ni tampoco en donde se encontraban los problemas o los peros en esa oración que parecía ser completamente perfecta ante sus oídos.

-      ¿Y dónde quedó el “no somos personas cuando vivimos juntos”? ¿y no extrañarás a tu mamá? ¿y qué harás con Capuccino? ¿y te dije que soy sonámbulo?

Y un montón de preguntas inútiles y nerviosas que Taemin terminó cuando se le acercó hasta sus labios, para hacerlo callar y decirle de una maldita vez, que ya había llegado el momento de comenzar una vida juntos, como debía ser.

Minho le acerca desde el cuello, casi dejándolo acostado encima de él, cuando Taemin vuelve a separarse porque se da cuenta que aún le quedaban un par de palabras que debía decirle ahora o nunca sería capaz.

-      Si voy a vivir en la mierda, quiero que sea contigo.

Si iba a tener que vivir en medio de mil gatos, no sería un problema si fuera con Minho. Tampoco si fuera bajo un puente o en un país al que nunca sería capaz de acostumbrarse. Con Minho estaba dispuesto a tantas cosas que a veces se asustaba de si mismo y se preguntaba si era capaz de ponerse aunque fuera un límite.

Y la respuesta siempre era la misma: no.

Y eso hacía todo más terrible y perfecto.

El castaño se acuesta de lleno sobre el cuerpo de Minho, abrazándose a su cintura y escondiendo la cabeza en su cuello, mirando con dirección hacia la cocina y pensando en que ya se tendría que acostumbrar a estar ahí. A esas paredes, a Mermelada maullando y a Mandarina siguiéndolo porque tenía problemas de dependencia.

(Por no pensar en Minho jalándole del brazo en la mañana, cuando se levantara para ir a trabajar y le pidiera que se quedara un poquito más porque hacía mucho frío y no quería quedarse solo. Y en lo difícil que sería negarse a eso).

-      ¿Cuándo vas a comprar una cama? Soy demasiado exigente y no quiero dormir en el suelo.

Los dedos de Minho entran por el cuello de su camiseta, tocando su punto débil y comenzando a acariciarlo con solo dos dedos para comenzar a relajarlo.

-      ¿Vas? Me parece un verbo solitario. Es la casa de ambos, me tienes que acompañar.

Era cierto.

Solo que no quería moverse de encima de él en años. Y mucho menos cuando las caricias comenzaron a ser casi un masaje de relajación.

-      Quiero dormir acá hoy.

-      ¿Conmigo?

El cuerpo de Minho se sacude cuando se ríe y cuando Taemin le mira con una ceja levantada, esperando que captara la indirecta con la que no sabía como insistir.

-      No compraré el espejo.

Y una mierda.

-      Minhoooooooooooooo.

Pero por mucho que insistiera, no lo consiguió. Por mucho que consiguiera arrastrarse y suplicar, se dio cuenta que quizás si era mejor no tener nada más que un techo limpio y blanco, sin ningún reflejo morboso de lo que hacían.

Y lo más tonto de todo, fue que no se consiguieron parar en horas. Al menos no durante las próximas que venían. Hablaron de muchas cosas; algunas sin sentido y algunas con demasiado para venir de parte de ellos. Se comprometieron con labores del hogar de manera equivalente, mientras Taemin aceptaba ya sin remedio, que cocinaría él para que nadie muriera intoxicado. Planearon cosas que debían y otras que no. De los gatos, de la vida de cada uno y de la de ambos.

Que según ellos, parecía que ahora recién estaba empezando.

(Y en una sola).

**

Por mucho que no quisiera estar ahí, no se sentía molesto. No sentía su estómago revolotearse ni unas desesperadas ganas de escaparse de ahí para ver televisión hasta tarde, específicamente algún programa ilícito del que su padre no debía enterarse; sino que estaba tranquilo, relajado, golpeando sus pies entre si, mientras su progenitor estiraba el cuello cada ciertos instantes, confundiéndose a cada instante porque aún no aparecía su tan aclamada invitada. E invitado.

Cierto. Eran dos. Tendría que conocer a su hijo.

Quizás eso sí lo inquietaba un poco.

-      Recuerda no hacerle preguntas extrañas a Ki Bum.

-      Ya sé, papá.

-      Y que si no habla, simplemente déjalo. Es distinto a ti.

-      Sí, papá.

Jonghyun no alcanza a beber un trago de agua cuando ve a una mujer que se les acerca sonriendo y abriendo los brazos, cuando su padre se levanta a recibirla. Si no hubiese sido porque sus cuerpos se movieron un poco hacia la izquierda, Jonghyun no hubiese visto a ese delgado cuerpo que estaba atrás, balanceándose un poco, mientras los miraba casi con desdén, esperando.

Sabía que tenía quince años, pero representaba un poco más. Su forma de vestir era bastante peculiar, al igual que su cabello que parecía estar peinado a la perfección. Su padre no había estado equivocado cuando le dijo que era distinto a él, porque claramente lo eran. Ambos aún de la misma altura, mirándose fijo hasta que el menor se mueve y se sienta al lado de él casi por obligación. El “hola” de Jonghyun queda atrapado en sus labios al igual que el resto de las palabras que había pensado en su mente porque ninguna podía ser ejecutada si el chico le miraba así.

Estaba seguro que estaba enojado. O que al menos no tenía ni el más mínimo interés de estar ahí.

Sus antebrazos se rozan mientras comen y mientras escuchan a sus padres, contarles un montón de historias de las cuales ellos no parecían tener el menor interés. No habían hablado ni intercambiado una sola palabra ni una oración de respeto, sino que solo silencio. Jonghyun corta la carne con cuidado, evitando tocarlo, mientras el menor hacía lo mismo hasta que consiguió resbalar la carne por todo su plato sin alcanzar a llevarla a su boca.

“Mierda”.

Algo que no debió haber pasado, pero que de todas formas hizo reír a Jonghyun. No de forma directa, pero sí entre labios, conteniéndose.

(Y ganándose la más profunda mirada de odio que alguien pudo darle).

-      Lo siento.

-      ¿Por qué? –se limpia con la servilleta y observa que su madre no les escuche-. ¿Por estar aquí?

-      ¿Qué? –no entiende y deja los cubiertos a un lado-. ¿Estás enojado?

-      ¿Acaso sí quieres que tu padre se case? ¿en serio quieres que seamos hermanos?

Claramente él no.

(Y después de mucho tiempo, fue capaz de pensar lo mismo).

-      Cariño, despierta.

Jonghyun aprieta fuerte los ojos, subiendo las sábanas hasta su cabello, arrugando el ceño y acurrucándose contra el frío colchón, maldiciendo una vez más el clima de Londres. Tenía un serio problema en dormir con pijama –porque se lo sacaba en mitad de la noche-, pero en la mañana tenía un serio problema con morir de frío.

Y a Key le encantaba despertarlo, abriendo las cortinas de un lado a otro, como si se fuera a encontrar con un radiante sol que parecía nunca querer aparecer.

-      Jonghyunnnnn.

-      Estoy despierto.

Aunque suena más como “eztoyzdezpiertoggg”.

El sonido del secador de pelo le hace volver a abrir los ojos cuando se niega a hacerlo, quejándose y gruñendo contra la almohada, mientras sentía como Key comenzaba a tararear una canción que le parecía bastante conocida.

Porque la había hecho él. Y la había cantado la noche anterior, estrenándola, y acostándose tardísimo como para que el rubio ahora le despertara tan temprano.

No era justo. Nunca había aprendido a serlo.

-      Kibum… -gruñe, sin poder elevar demasiado la voz porque el sueño se lo comía vivo.

Pero el secador seguía sonando y la canción seguía tomando ritmo, ignorándolo más que antes. No tenía ni idea que hora podía ser, pero justamente, no debía ser la exacta como para despertarlo porque necesitaba seguir durmiendo.

-      ¡Kibum!

Bendito sea, al fin silencio.

Siente sus pies acercarse hasta la puerta de la habitación, asomando su cabeza.

-      ¿Qué pasa?

-      Quiero dormir –se destapa y le mira con los ojos muy entrecerrados-. Por favor.

-      Pero te tengo listo tu desayuno.

Maldición.

Solo quería dormir.

Empuja la sábana de un solo golpe para que todo sea menos tortuoso de lo que parece, convenciéndose mentalmente de que debía ser duro con Kibum y menos blando en cuanto se trataba a ceder todo lo que le pedía. Pero no puede. Se pone una camiseta antes de arrastrarse –literalmente al comedor- encontrándose con un montón de platos llenos de comida junto a un tazón de café negro y un vaso de naranja recién exprimido.

Todo lo que necesitaba para comenzar bien el día y que el rubio conocía a la perfección.

Le ve moverse de un lado a otro en la sala, mientras se acomodaba una camiseta dentro de los pantalones y humectaba sus labios con un extraño bálsamo con olor a coco. Podía olerlo desde donde estaba sentado.

-      ¿Dónde vas?

El rubio se sienta en la silla de al lado y comienza a enredar un montón de cordones sobre esos zapatos extraños que se estaba a punto de colocar.

-      A la revista. Hubo un problema con unas ediciones.

-      Tienes el cabello mojado –toma un trago de jugo y le mira serio, interrumpiéndolo-. Sécatelo y después sales. No quiero que te resfríes.

Y podría estarlo si es que no se hubiese quejado del sonido frenético del secador.

-      Sí, papá.

-      No soy tu papá, soy tu hermano.

Key se devuelve antes de que avance mucho, tomando a Jonghyun desprevenido, desde ambos lados de su rostro, para besarlo furiosamente, sintiendo como sus labios combinaban el sabor del brillo labial con el de café negro.

En un principio pareciera negarse a besarlo, pero necesita dos segundos para sentir como Jonghyun se derrite bajo él.

-      Te odio.

El mayor acorta la distancia de nuevo, estirando el cuello y alcanzándolo una vez más, para después seguir bebiendo su jugo despreocupadamente.

-      Y yo, no me dejas dormir.

-      No es mi culpa que te quedes componiendo hasta las seis de la mañana.

-      Y tampoco la mía de que se me ocurran letras cuando te veo dormir de esa forma tan bonita.

Maldito.

Eso no se valía.

Key intenta no sonrojarse, pero lo hace inevitablemente, tapándose la boca con una mano que afirmaba su cabeza en la mesa. Si Jonghyun no tuviera la vista fija en él mientras mascaba lentamente una tostada, quizás sería menos vergonzoso.

Pero no lo estaba siendo.

Porque a Jonghyun le gustaba verlo así.

-      Me gusta mucho tu última canción.

-      Lo sé.

-      Y también esa que es así –tararea un pequeño pedazo y le mira-. ¿Sabes de cuál hablo?

Asiente mientras bebe un sorbo de café.

-      Lo sé.

-      No me gusta que me describas en tus letras.

-      Lo sé.

-      ¿Y por qué lo haces?

-      Porque me gusta verte enojado.

Y otra vez estaban en lo mismo.

Kibum masca un trozo de su tostada y Jonghyun es más rápido que él, limpiándole la comisura de los labios con sus dedos. Un acto que le sacaba de quicio por sentirse inútil, pero al que ya se había sabido acostumbrar.

-      Hablé con mi mamá en la mañana.

-      Aún lo es –le advierte, ganándose una mirada de odio-. ¿Y qué dijo?

-      Que nos extraña y que le encanta el Caribe.

-      ¿Conoció a alguien?

-      Prefiero no saberlo.

Como siempre.

Típico de su actitud de hijo único consentido.

Termina la tostada de Jonghyun y bebe un sorbo de su vaso de jugo, para luego apoyarse sobre su mano y mirarle fijo, queriendo decirle de alguna forma, que tenía algo que decir. Algo importante.

(Aunque el mayor ya le había entendido la indirecta y solo le ignoraba).

-      Qué pasa, Kim.

Odiaba que le dijera así.

El rubio suelta un bufido y se estira, enredando sus piernas entre las de él.

-      Tengo que ir a un par de desfiles en Tokio.

-      Eso es demasiado lejos.

-      Lo sé.

-      ¿Quieres que te acompañe?

Ya casi se había convertido en rutina que Jonghyun apareciera junto a Key en los desfiles que se les llamaba, haciéndose conocidos como pareja dentro de la moda; ya sea porque el mayor era un cantante que estaba causando bastante furor últimamente, tanto por sus propias canciones como por la cooperación con muchos artistas. Mientras Key, se había olvidado completamente del baile y se había dedicado a lo que mejor sabía hacer. Hablar de ropa.

Y realmente le había ido mucho mejor.

-      Sí y algo más.

La taza suena fuerte cuando choca contra la mesa, ganándose una mirada llena de reproche del menor.

-      ¿Unos zapatos nuevos?

Niega.

-      Quiero ir a Seúl.

Quince años. Un poco mareado a causa de la cerveza, sin poder parar de mover el cuerpo porque unas manos le sostenían desde la espalda, sin dejarle ir demasiado lejos. Tenía calor, estaba sofocado, pero ese maldito idiota no le soltaba por mucho que lo empujara. Dos intentos de besarlo, dos intentos en vano y perdidos porque él solo le hacía retroceder desde sus hombros, quitándole de encima para pasarse la mano por la frente y quitar el exceso de sudor que tenía por culpa de lo asfixiante que estaba ese lugar.

Era una casa pequeña y habían más de cincuenta personas ahí dentro. Un cuarto de ellas apenas eran sus compañeros de clase, el otro resto, desconocidos; como el que tenía ahora en frente.

-      Un solo beso no le hace mal a nadie.

-      Te dije que no –le empuja de los hombros y estira el cuello, evitando tocarlo a toda costa-. Déjame.

-      Uno solo.

-      ¿Eres sordo o qué? Te dijo que dejaras de molestarlo.

Kim Jonghyun. Dieciséis años. ¿Mareado? Probablemente. ¿Molesto? Mucho. Y no sabe porqué.

Sus dedos se anclan al hombro del chico que seguía a Kibum, atrayéndolo a su cuerpo para poder librarlo al fin y sacarlo de su radio de visión. Ambos se balancean con el movimiento, pero Jonghyun es más fuerte y eleva un poco su botella de cerveza porque no quiere que se pierda ni un milímetro del alcohol.

Ni uno solo. No después de que le hubiese costado tanto conseguirla.

-      ¿Jonghyun? –Key le mira en frente, con los ojos como plato.

-      Eh… hola. Que coincidencia.

Especialmente porque no se habían visto después de esa incómoda y extraña cena, perdiendo todo tipo de comunicación si es que se le decía a eso al par de líneas que lograron intercambiar.

-      ¿Qué haces aquí?

-      Vine a la fiesta… ¿y tú? No creí que nos encontraríamos en un lugar como este.

Por no decirle que no creía que tuviera una vida social nocturna demasiado elevada, ni que fuera de los que pasaban de fiesta, bebiendo alcohol y amaneciéndose toda la noche. Pero claramente se había equivocado porque las mejillas de Kibum no estaban rojas solamente porque sí.

-      No sabía que éramos compañeros de secundaria.

-      Yo voy en otro lugar –le interrumpe rápido, avergonzándose un poco por saber en qué colegio iba él-. Solo vine aquí porque… supe. Vine con un amigo.

-      ¿Y te dejaron entrar? –inquiere-. No debieron haberlo hecho, era solo para los de mi curso.

Así que no era solo antipático cuando estaban en cenas familiares.

Quizás realmente sí le odiaba.

Jonghyun toma un largo trago de cerveza, sin quitarle la vista de encima, mientras Key volvía a secarse el sudor, ya sin soportar el calor de ahí dentro.

-      Conocíamos a alguien con Minho y nos dejó entrar –le explica sin saber exactamente porqué-. No somos malos, ¿sabes? Solo queríamos divertirnos.

Sí. Claro.

Y él también quería lo mismo así que no sabe que tiene tan de malo, el hecho de que le haya quitado la botella de cerveza de su mano, bebiendo directamente un largo trago que hizo que el calor comenzara a disminuir.

Estaba un poco ebrio.

Quizás un poco más que un poco.

(Y odiaba que Jonghyun lo viera así porque ambos sabían que no estaban en las mejores condiciones en las que deberían haberse encontrado).

-      ¿Minho? –le pregunta pasado un rato-. ¿Quién es él?

El mayor se voltea apenas termina su pregunta, gritando algo inentendible, pero consiguiendo de todas formas que un chico demasiado alto y delgado se les acercara con una sonrisa en sus labios porque también claramente, estaba algo pasado de copas.

Key no sabe si sus ojos realmente son así o era producto del alcohol, que le había provocado una especie de dilatación ocular.

-      Él es Kibum –le explica, moviendo la cabeza en su dirección-. Del que te hablé.

¿De qué te hablé?

¿Qué significaba eso?

¿Qué había hablado sobre él si apenas se conocían?

El chico alto le hace un movimiento con la cabeza, en forma de saludo, para luego acercarse repentinamente y comenzar a desordenarle el cabello con una mano, esparciéndolo en todas las direcciones posibles y por haber.

-      Al fin conozco al pequeño Kibum.

-      ¿Perdón? –explica atónito, intentando ordenar la maraña que tenía por cabello a causa de ese idiota.

-      Kibum es mayor que tú, Minho –interrumpe Jonghyun.

-      Mierda, lo siento. Jonghyun me dijo que eras pequeño.

-      No tanto como él.

Si el mayor de los tres, hubiese tenido que elegir un momento en el que la relación con Key cambió, podría perfectamente elegir ese. Porque lo recuerda detalle a detalle. El color de las mejillas del rubio, la torpeza de Minho a causa del exceso de alcohol y la felicidad que a él le comenzó a invadir el cuerpo sin conocer la razón aparente. Recuerda incluso que luego de eso, los tres se fueron a un McDonalds a comer porque todo se volvió repentinamente aburrido.

Minho se durmió sobre la bandeja de comida, mientras Key le contaba una historia a Jonghyun, sosteniendo la hamburguesa en el aire y dándole pequeñas mordidas cada ciertos instantes. Recuerda perfectamente que nunca prestó atención a su historia. Que no supo de quién habló o a quién mencionó.

Solo recuerda, que desde ese preciso momento, la gente le comenzó a parecer demasiado imperfecta al lado de Key.

Como seguía siendo hasta ahora.

Jonghyun estira los brazos, haciendo tronar el cuello a cada lado, para luego acercarse y rascarse un ojo con una mano.

-      Está bien –suspira-. Vayamos a Seúl.

 

**

-      ¡Minnie, ya llegué!

Se saca las zapatillas con ayuda de sus propios pies, tirando la mochila lo suficientemente lejos como para que cayera encima del sillón y así deshacerse de esa chaqueta y bufanda que lo estaban ahogando en calor.

Le había costado levantarse ese día porque hacía demasiado frío y  porque le era difícil hacerlo cuando Taemin aún seguía durmiendo a su lado, acurrucándose contra su cuerpo y pidiéndole inconscientemente que no se fuera aún.

Lo mejor y lo peor que le pudo pasar a su vida laboral.

Camina, casi arrastrándose hasta la cocina, sonriendo cuando abrió el refrigerador y notó que Taemin sí había ido al supermercado y sí había cocinado aunque él le hubiese pedido que no lo hiciera.

Tenían una vida tan matrimonialmente perfecta, que era increíble que solo apenas llevaran dos semanas viviendo juntos.

Minho toma un largo trago de jugo directamente desde la botella, limpiándose los labios con la lengua cuando siente un extraño ruido desde la habitación, como un pequeño quejido. Aleja la botella de sus labios cuando vuelve a sentir ese sonido, como si alguien estuviera llorando sin que lo quisieran escuchar.

Si creía que Taemin estaba dormido y por eso no había salido a recibirlo, claramente se había equivocado.

Un sollozo más y Minho deja la botella sobre la mesa, caminando pesado hasta la habitación para empujar la puerta que ya se encontraba entreabierta. El bulto que estaba bajo las sábanas, estaba en forma de ovillo, moviéndose a causa de los sollozos, escondiéndose en el medio de la oscuridad porque ni siquiera las cortinas estaban abiertas.

Era como si Taemin se quisiera esconder del mundo.

(Y eso le desesperó en seguida).

-      ¿Tae?

No avanza ni se mueve cuando siente el cuerpo sorbetear, tomando una bocanada de aire para ser capaz de responderle.

Estaba llorando desesperado, como si le estuvieran a punto de desgarrar el alma.

-      ¿Qué? –solloza.

-      ¿Por qué estás llorando?

Por demasiadas cosas como para decirlas de una sola vez.

Taemin abraza más sus piernas por debajo de las sábanas, sintiendo como sus rodillas estaban húmedas a causa de sus lágrimas, entorpeciéndolo y comenzando a molestarle. No sabía cuanto tiempo llevaba así, pero tenía claro que no había sido poco.

Minutos, horas, quizás.

La sábana se vuelve fría cuando la mueve hacia un lado, levantándose de golpe y caminando hasta el cuerpo de Minho que parecía estático cuando él se le lanzó encima, pidiendo de su amor a gritos. A gritos desesperados. Los sollozos son más fuertes cuando las manos de Minho buscan su cintura, alzándolo un poco y consiguiendo que pudiera enterrar su rostro contra su pecho, sintiendo mucha más pena que antes.

No podría hacerlo. No podría. Estaba seguro que no podría.

Minho le espera mientras llora, besándole por sobre la cabeza y acariciándolo con cuidado como si se tratara del objeto más delicado que podía existir. Haciéndole sentir más necesitado de él y más desesperado de que no se separaran nunca. Los sollozos no le dejan responder cuando le pregunta qué le pasa ni cuando le dice si alguien le hizo algo. Porque no era nada de eso. Era algo mucho peor.

Taemin apoya su oreja contra el pecho de Minho, justo donde latía su corazón, abrazándose a su cintura y cerrando los ojos porque ese era su lugar favorito en todo el mundo. El mejor que alguien podía conocer.

Los dedos de Minho siguen peinándole el cabello y él sigue pensando en cómo le dirá porque todo parece demasiado injusto si acababan de comenzar a vivir juntos hace apenas dos semanas. Si acababan de hacerle conocer el paraíso para luego arrancárselo de raíz.

Esto no era justo. No era para nada justo.

Hunde más la nariz sobre su pecho y suelta un profundo suspiro, dándose cuenta que de una u otra forma sí había conseguido tranquilizarse. Porque con Minho era la única forma de que podía hacerlo.

Y eso era lo que más le asustaba.

Suelta un nuevo suspiro y le besa por sobre la tela de su camiseta, asumiendo que si no lo decía de una vez, sería mucho más doloroso de lo que ya estaba siendo.

Un, dos, tres.

Ya.

-      Me dieron la beca.

Mierda.

El silencio no le sirve de ayuda y tampoco cuando el pecho de Minho no se inflaba ni desinflaba, sino que se había quedado tieso a causa de sus palabras. Como si esa simple oración lo hubiese noqueado.

(Porque estaba seguro que había sido así).

Las lágrimas ya no caen por sus ojos y los dedos de Minho no le acarician el cabello porque pareciera que ya no es necesario cuando sí lo era y mucho. Porque estaba seguro que Minho no estaba bien y odiaba cuando se quedaba en silencio sin ser capaz de expresar lo que es sí era capaz de presentir.

Pero cuando el alto le empuja un poquito y le toma el rostro con ambas manos, ahuecándolo entre sí y así poder besarle lento y suave, con una sonrisa que él no era capaz de entender, todo se vuelve más complejo. Para él, para ambos, para su relación. Para su familia llena de gatos con la que estaban acostumbrados a vivir. Un “felicitaciones, mi amor” y Taemin cree deshacerse entre sus palabras porque esto no podía ser cierto. Porque Minho no tenía que apoyarlo. Tenía que hacer una pataleta y enojarse y patear las cosas, obligándolo a tomar una decisión que él necesitaba porque no podrían estar a tantos kilómetros de distancia. Simplemente diría que no y las cosas seguirían como siempre habían sido. Pero el hecho de que Minho ahora le abrace y le susurré un montón de palabras que le felicitan por lo talentoso que era, hacía todo tan difícil que no sabía qué pensar.

Ya no sabía como pensar porque repentinamente sintió como si hubiese dejado de ser humano y solo se hubiera convertido en una marioneta inerte, que no quería afrontar la realidad.

Que no quería afrontar la realidad.

-      Y… yo… yo no quiero irme, Minho –se deshace de sus caricias y le mira haciendo pucheros de manera inconsciente-. No quiero irme por dos años.

-      Tienes que ir.

La frialdad de sus palabras le descoloca y le hace tomar nuevamente sus manos entre las suyas, para evitar que le tocara porque le dolía mucho que le hablara así. De esa forma en la que hablaban que comerían en la cena o quién compraría la comida de Mermelada y Mandarina porque ya se había acabado.

Minho le mira preocupado cuando él aleja sus manos de encima, llamándole la atención. No lloraba, pero quería hacerlo. Por mucho que se hiciera el fuerte, Minho le conocía y sabía perfectamente que quería hacerlo.

-      No me voy a separar de ti –le advierte, serio-. Nunca.

El alto rueda los ojos y le mira casi ofendido de escuchar sus palabras, cuando Taemin había esperado causar el efecto completamente contrario. Podría jurar que Minho estaba enojado. Ya no habían rasgos de querer abrazarlo y decirle que dejara de llorar, sino que era un simplemente “basta ya, y acepta”.

(Que él no estaba dispuesto a dar).

-      ¿Crees que puedes darte el lujo de negar esa beca? Trabajaste mucho por ella.

-      ¡Pero no me iré! –abre los brazos de Minho, elevándolo y cobijándose bajo ellos para que no le viera como comenzaba a llorar otra vez sobre su pecho-. No me iré.

Porque ya no le importaba haberse quedado ensayando hasta altas horas de la madrugada ni haberse lesionado el talón a causa del exceso de baile que tenía por esa audición. Minho le había acompañado a Seúl, esperándolo todo el momento en que él se presentó delante de un jurado, pensando cosas que Taemin nunca pensó y que nunca se enteraría.

Taemin asumiendo que no quedaría y Minho asumiendo que sí le darían la admisión.

Ninguno de los dos volvió a tocar el tema hasta hoy. Hasta que Taemin llegó a la casa luego de ir al supermercado, encontrándose un sobre bajo la puerta que tenía enmarcado su nombre junto a un logo que ya conocía. Quería esperar a Minho para leer la respuesta, pero la inquietud fue más fuerte y le hizo arrepentirse en el acto.

(Si hubiese sabido desde antes lo que esa carta diría, simplemente la habría cortado y se habría negado a leerla).

-      No puedo separarme de ti.

Los sollozos nuevamente le impiden poder responder como debía ser, hundiendo la nariz entre su pecho y apretándole la cintura porque era injusto que no estuviera sufriendo con él cuando debían ser ambos. Cuando debían ser ambos los que lloraban y los que se acariciaban porque no querían separarse.

Los dedos de Minho vuelven a enredarse en su cabello, de una forma mucho más lenta y pausada que antes, respirando casi como si sus pulmones estuvieran llenos de suspiros.

-      Tendremos que poder.

Tendremos.

Al fin algo que no le hiciera sentir solo.

-      No dejes que me vaya –sorbetea la nariz y hunde el rostro contra su pecho, sintiendo como también la tela había comenzado a humedecerse a causa de sus lágrimas-. Seamos como los imanes que siempre se mantienen juntos.

Como los imanes que se movían al mismo tiempo y que chocaban porque entraban al mismo lugar sin coordinarse. Como los imanes que veían televisión en compañía del otro, enredados entre sí, pero sin sentirse incómodos. Con un brazo de Minho bajo su cuerpo y una larga pierna sobre él.

Taemin había tenido la obsesión de poner la palabra imán en cada oración que decía. A veces diciéndolo sin sentido o a veces sobre utilizándola porque sabía que Minho se avergonzaba cuando le escuchaba decirla. Especialmente cuando le despertaba o le llamaba por teléfono y le decía un simple “hola, mi imán”.

Los labios de Minho se anclan a sus mejillas, eliminando las lágrimas con cortos besos y besándole por sobre sus ojos que el castaño cerraba cada cierto instante porque no sabía como parar de llorar. O si es que eso sería posible en algún momento.

-      Quizás en Nueva York podría encontrar trabajo para que no estés solo.

Niega, sabiendo que Minho diría eso.

(Al menos algo había supuesto bien).

-      Es injusto que tú siempre estés dejando tus cosas por mi –suspira-. No irás y yo tampoco. No me importa.

-      Sí irás, Taemin –seca una nueva lágrima con su pulgar y suspira junto a él-. Irás.

-      ¡Basta, Minho! –se separa más brusco de lo que hubiese querido, empujándolo un poco-. Ya te dije que no.

Minho le mira casi ofendido, mientras retrocede hasta chocar con la pared, mirando y siguiendo sus pasos que se movían de un lado a otro por la habitación, casi como si estuviera caminando en círculos. Taemin estaba tan desesperado que sus manos se movían nerviosas entre sí, enredándose y desenredándose, mientras peinaba su flequillo y bajaba la cabeza, botando lágrimas con cada paso nuevo que daba.

Si tuviera que elegir el peor momento de su relación, antes probablemente habría dicho la primera vez que terminaron o cuando Yuri apareció sin que nadie la esperara; pero este, este no se comparaba con ningún otro. No comparaba las palabras, el actuar casi despreocupado de Minho cuando él solo esperaba un poco de comprensión de su parte. O quizás una simple frase que le dijera “no quiero que te vayas, pero debes hacerlo” porque eso significaría mucho más a que simplemente le dijera que se fuera.

Taemin se sienta en el borde de la cama cuando cree que no aguanta más y cuando las lágrimas caen como verdaderos ríos por sus mejillas, mientras Minho seguía lejos, mirándole apoyado sin saber que esperaba. Las manos le evitaban que su espalda chocara de lleno contra su pared y sus pies se balanceaban mientras aún buscaba las palabras correctas para hacerle sentir mejor.

Solo que no existían. Le era imposible siquiera pensar de manera fría en ese momento.

-      ¿Crees que en dos años te dejaré de querer?

Sí.

El castaño pasa la manga de su polerón por sus ojos, intentando mirarlo, pero sin conseguirlo demasiado porque tenía la vista demasiado nublada como para enfocarlo.

-      No lo haré –le afirma al no oír su respuesta.

-      Lo sé.

Pero no es así.

Taemin es tan inseguro que tiene completamente asumido que después de una semana separados, Minho ya no se acordará de él. No le llamará al medio día y no le preguntará como le fue porque ya no tendrá interés en lo que le pasa.

No alcanza a limpiar nuevamente sus ojos cuando siente que alguien respira hondo a su lado, sentándose junto a él y tomándole desde los hombros para acostarlo sobre sus piernas. Tardó años en reunir el valor necesario para volver a acercarse, pero el hecho de verlo así de mal sabe que no le ayudará a crecer ni a confiar en sus sentimientos.

No ahora al menos, en donde Taemin solo quería amor.

-      No quiero que llores.

No quería tantas cosas que Minho solo se dedica a callar y a ordenarle el cabello. Taemin le explica entre sollozos que tiene un mes para decidirse y él solo le escucha, enredando sus dedos entre esas hebras castañas, ordenándolas y desordenándolas.

La tela de su pantalón ya estaba húmeda y Minho se pregunta cuántas veces más tendrán que pasar por cosas así. Por cosas que les pongan a prueba.

-      No tienes nada que decidir.

Taemin le pasa un brazo por debajo de sus muslos y suspira, fijando su vista en la puerta por donde acababa de entrar Mandarina, como si ya se hubiera dado cuenta que algo malo pasaba.

El interior de la habitación sigue en penumbra. Ya había comenzado a oscurecer y a bajar la temperatura, oponiéndose al calor que sentía Minho hace un rato. Taemin estira un brazo cuando Mandarina se acerca, rascándole las orejas despacio y susurrando un “hola, bonita” que sabe a quién le copió. Sus propias palabras traspasadas a su cabeza, sin haberle pedido permiso y apropiándose de ellas como había hecho con él.

Minho pensaba tantas cosas en ese momento, que no sabía si era bueno decirlas. Estaba enojado y enfadado con todo. Porque su madre le había enseñado que los sentimientos se callaban porque no era bueno mostrar debilidad.

Una caricia más y Taemin suspira en el mismo momento en que lo hace él.

-      Aprovecharemos este mes que nos queda juntos y saldremos, los dos solos.

La mejor y la peor idea que se le pudo ocurrir.

Casi suicida, casi trágica.

Taemin deja caer su mano cuando Mandarina se va, estirándose sobre sus piernas y colocándose boca arriba para poder mirarlo. Tenía los ojos tan hinchados que el solo hecho de verle así le destruía.

Le hacía mierda por dentro.

(Pero él no podía ser débil. Su madre le había enseñado que no debía ser así).

-      ¿Dónde quieres que nos vayamos de vacaciones?

Taemin suspira cuando Minho le acaricia por sobre las pestañas, quitando esas lágrimas que parecían pender de ellas.

-      No sé –murmura-. Quiero quedarme en nuestra casa para siempre, encerrado contigo.

(Ya eran dos).

-      No, vamos a aprovechar de estar juntos y nos querremos mucho y yo te iré a ver a Nueva York y todo estará bien.

Y no sabe si lo dice casi de forma mecánica para convencer a Taemin o a él. Pero el menor ahora se sienta sobre sus piernas, acunándose sobre su cuerpo y tomándole desde una mejilla para observarle desde muy cerca.

Tan cerca que eran capaces de ser uno solo.

Y cuando pronuncia esa oración que le hace sentir como su cuerpo comienza a reaccionar, enfriándose, es cuando Minho está más seguro de nunca que tiene que ser egoísta y no demostrar sus sentimientos como su madre le había enseñado.

Tenía que ser fuerte.

Un “¿estás seguro que quieres que vaya?” que hace que Minho le abrace, mientras asiente porque no quiere que le mire. Porque agradece que está todo oscuro y no puede notar como sus ojos comienzan a escocer porque le está costando mucho aguantarse. Taemin le pasa los brazos por detrás de su cuello, abrazándole y acariciándole el final de su coronilla, mientras él solo hundía la nariz en su hombro, pensando en cosas bonitas porque no podía llorar.

Porque los Choi no lloraban.

Porque Minho tenía que ser fuerte y lo fue por Taemin. Fue el que decidió que tenían que vivir juntos y él que tomó un montón de decisiones de las que antes no habría sido capaz. A los diecisiete se reía de la gente dependiente de otra y ahora, a los veinticuatro, fue el que compró pasajes para irse a Francia de un día para otro.  Fue el que hizo que Taemin sonriera y el que consintió a Taemin a tal punto de que se pudiera olvidar de lo que les pasaría en el siguiente mes.

Choi Minho, el que aceptó quedarse encerrado en un hotel las veinticuatro horas el día solo porque Lee Taemin lo quería.

Solo por él.

Y siempre por él.

**

Kibum se mira por última vez en el espejo, sacudiendo su flequillo para luego voltearse y observar a Jonghyun que seguía acostado cómodamente en su cama. Ambos estaban vestidos formales a causa de una gala de conmemoración hacia algún anciano que no conocían, como también, ambos con un ánimo que no era el mejor.

Odiaban hacer vida social.

-      Se te va a arrugar el traje, Jjong.

-      Se te va a arrugar la frente si me miras así.

Era cierto.

Kibum se voltea para mirarse en el espejo una vez más, arreglando su delgada corbata junto al cuello de la camisa que siempre parecía estar fuera de lugar. Pero cuando siente la voz de Jonghyun una vez más, mientras se colocaba esa maldita bola frente a los ojos, para luego batirla, le es imposible no olvidarse de su apariencia para mirarlo frustrado y con el ceño fruncido.

“¿A Ki Bum se le arrugará la frente si me mira así?”

Y la maldita bola, había respondido que sí.

Estúpido juguete. Estúpido invento que tuvo que caer en las manos de Jonghyun.

Un maldito juguete del tamaño de una bola de pool, que consistía en preguntarle algo, para luego batirlo y ver en una pequeña pantalla la respuesta a la supuesta pregunta. Solo decía “sí, no, no sé”, pero esos malditos tres monosílabos lo conseguían sacar de quicio hace bastante rato porque Jonghyun no paraba de hacerle preguntas.

“¿Soy bonito?” “¿Tengo hambre?” “¿Key es rubio natural?”

Y un montón más que prefirió olvidar.

-      Pregúntale si eres un estúpido –le incentiva, con una sonrisa llena de satisfacción-. Quiero saber que dice.

Y Jonghyun no tanto, porque a veces parecía responderle en su contra.

El mayor hace la pregunta casi en un susurro, para luego batirla y mirar la pantalla con una sonrisa triunfante.

-      Dijo “no sé”.

Estúpida bola.

-      Pero lo eres.

-      No soy estúpido –contraataca ofendido-. La gente de casi dieciocho años no es estúpida porque no se podría ir a vivir sola, como haré yo. Deberías irte a vivir conmigo, lo pasaríamos bien.

Diecisiete años y Key podía responder exactamente bien, con la cabeza fría y los pensamientos bien ubicados.

-      No, ni lo sueñes. Sería un caos.

Por no decir un desorden lleno de fiestas, con exceso de cerveza en el refrigerador y un montón de chicas que no le gustaría tener cerca ni de él ni de su radio de visión.

Jonghyun le mira mientras se muerde el labio, preguntando una nueva cosa, para luego batir la tan afamada bola.

“¿Ki Bum debería irse a vivir conmigo?”

-      La bola dice que sí –proclama, orgulloso.

El rubio levanta el labio, casi como si fuera a gruñir, rodando los ojos.

-      La bola miente.

Jonghyun se acomoda en la cama de mejor forma, mirando la bola negra pegada a sus ojos, como si intentara descifrar de alguna forma como funcionaba ese extraño juego. Solo que no se le ocurría.

-      ¿Debería besar a Ki Bum?

El rubio se voltea una vez más cuando le escucha su nueva pregunta, sintiendo como su respiración comenzaba a agitarse, mientras sostenía una pequeña esponja en su mano con la que se estaba esparciendo algo de corrector de ojeras.

Jonghyun no debía preguntar eso. Porque eran hermanos, adolescentes y porque con ese tipo de cosas no se jugaba cuando él estaba ahí.

La respuesta no se demora mucho en llegar y la reacción del rubio tampoco. Era casi una encrucijada.

-      Dijo que sí –Jonghyun se sienta en su cama y le mira impresionado-. Ki Bum la bola dijo que sí.

(Y su corazón también).

Deja la esponja con dificultad cuando la suelta sobre el mueble, volteándose con la respiración entrecortada y las palabras atrapadas entre sus labios. Quería decirle que dejara ese estúpido juego, pero a la vez que no, que siguiera.

Como también cuando Jonghyun se levantó y se puso frente a él, con la respiración de igual manera que la suya.

Ambos sin saber que les pasaba. Ambos adolescentes, sin ser capaces de controlar sus sentimientos.

-      ¿Ki Bum quiere besar a Jonghyun?

El movimiento de su brazo le aturde cuando le ve moverse, tragando saliva con dificultad y afirmándose con sus dedos tras el mueble que lo sostenía. Estaba seguro que tenía los nudillos blancos.

Y el rostro y todo junto y combinado. Porque cuando el mayor levantó la vista y le miró con una media sonrisa, sabía que había respondido la maldita bola.

Que sí. Que lo quería besar.

(Porque sinceramente, hace demasiado tiempo que ya se moría de ganas de besar a su hermano por primera vez).

Y cuando Jonghyun avanza y sus rodillas chocan, Ki Bum no se mueve, solo levanta la cabeza y le mira y se da cuenta que a pesar de que ya estuviera sacándole un par de centímetros más en altura, aún conseguía sentir menor que él. Más mínimo.

Las manos del mayor le afirman las mejillas y él por primera vez no se queja ni le empuja, sino que solo permite que le siga tocando porque sus pulgares le acariciaban y eso le relajaba. Al igual que la punta de su nariz que no supo en qué momento se comenzó a tocar con la suya.

Un suave roce de labios y Key ya había cerrado los ojos. Jonghyun lo notó antes de que el menor siquiera pudiera avergonzarse. Y quizás eso, ese leve síntoma de entrega que puso en él, fue lo que le dio el valor de besarlo. De probar esos labios esponjosos que tanto le llamaban la atención y que a veces perdía preciados minutos de su vida en solo mirarlos. Key es tímido cuando le besa, abriendo los labios con mucha precaución y colocando sus manos por sobre sus brazos para afirmarlo.

Un beso más largo de lo que hubiese querido y mucho mejor de lo que su imaginación podría haber pensado. Key le mira con los labios brillosos, desde muy cerca y Jonghyun abre los ojos tan lento que le cuesta enfocarlo.

Ninguno de los dos supo como reaccionar.

Ninguno de los dos supo quién había iniciado el segundo beso.

Key se aleja un poco cuando Jonghyun vuelve a acercarse posesivo, besándole el costado de los labios y succionándolos un poco porque quería seguir besándolo. A pesar de que ya llevaran más de diez minutos así.

-      Jjong…

Pero era imposible resistirse.

El mayor se afirma de su cintura, apretándola, mientras el cuerpo de Key seguía chocando contra una pared, dándose pequeños golpes que él omitía expresar. Tenían tanto frío, pero aún así no se movían de ahí. Del pasaje en el que estaban y que les hacía ver como verdaderos desesperados porque más que esperar, solo habían conseguido besarse una y otra vez, supuestamente despidiéndose.

Por milésima vez.

Jonghyun le jala el labio inferior y Key se separa, tirándolo de golpe y soltándole los mechones de cabello gris con los que había comenzado a juguetear. Tenía que tener auto control.

-      Ya. Me iré.

-      Un poquito más –gime contra sus labios, pero siendo rechazado al fin.

-      Jjong, quiero verlo.

(Y él no quería que lo viera porque le ponía celoso y por eso probablemente se estaba comportando de esa forma tan desesperada, besándolo en cada instante que podía).

-      Mándale mis saludos.

Key rueda los ojos, saliéndose al fin de entre su cuerpo y la pared, para meter los dedos entre su cabello, volviendo a ponerlo en su lugar.

-      No me demoraré mucho.

-      Pórtate bien.

-      Siempre lo hago.

Jonghyun le acerca nuevamente para besarlo, mordiéndolo y tirándole el labio solo para hacerlo rabiar y dejarle claro lo posesivo y celoso que era y que seguiría siendo.

(Como si ya no lo tuviera claro).

Key camina seguro hacia la entrada de la empresa, volteándose en el momento exacto en que Jonghyun caminaba a su auto y se afirmaba desde la puerta, cerciorándose de que ya hubiera entrado y no se hubiera perdido en el camino; casi como si hubiese olvidado hablar coreano en ese par de meses, siendo una probable víctima de acoso.

Y no fue así.

El rubio saludó a un par de personas que conocía mientras caminaba hacia el estudio, quedándose conversando un par de segundos con algunas, para luego seguir en la dirección que ya sabía y deteniéndose justo detrás de las cámaras en donde podía escuchar la entrevista del invitado estelar de ese día: Lee Jinki.

Creía que hace años no le veía.

Porque probablemente era así.

Ki Bum se queda de pie, con una sonrisa en sus labios, cuando nota que la timidez seguía sobresaliendo a pesar de que ahora tuviera mucha más fluidez delante del público. Le veía conversar y sonreír de esa forma que hacía que sus ojos desaparecieran por unos segundos, formando una delgada línea en su rostro. Le preguntaban sobre sus últimas canciones presentadas y sobre quién era el culpable de esas letras tan románticas.

El periodista solo obtuvo una sonrisa tímida y una respuesta corta: el nombre de una chica.

Key abre la boca sorprendido, mientras el público parecía tener la misma reacción, comenzando una ola de aplausos porque la entrevista también comenzaba a terminar. Si Jonghyun hubiese estado ahí probablemente se hubiese impresionado aún más.

Lee Jinki el que parecía eternamente enamorado por él, ya ni siquiera le nombraba, porque alguien más le hacía feliz y eso, fue una de las cosas que más hizo sonreír al rubio.

Y más aún cuando vio al mayor fijándose en su presencia, abriendo los ojos como plato para luego acercarse entre un montón de gente que se le acercaba a pedir autógrafos, a abrazarlo de tal forma que hizo que Ki Bum por una vez más se sintiera en casa. Sus enormes brazos le aprietan y le levantan un poco, mientras el rubio le abrazaba desde el cuello, completamente feliz.

Meses sin verse, pero aún eran amigos. Eso no podía olvidarse.

-      ¡No sabía que estabas en Corea!

-      Llegamos anoche, era una sorpresa.

Llegamos.

Podía suponer quién más.

-      Estoy muy feliz de verte, Ki Bum –suspira, soltándolo al fin-. Estás igual.

-      Más rubio.

-      Sí –se ríe con él-. Es cierto, estás más rubio.

Caminan juntos por el pasillo por el que había entrado Key, solo que ahora toman otro rumbo, yendo hacia el camarín en donde estaban las cosas del mayor. Aunque más que lugar de vestuario, parecía una verdadera habitación porque tenía demasiadas comodidades como para solo ser eso. El mayor le entrega una botella de agua y él la agradece en seguida.

-      Estás muy famoso, Onew.

-      No es así… -se sienta en una silla frente a él y sonríe-. Jonghyun lo es más. Acá se enorgullecen mucho de él.

-      Y en Londres hablan de ti.

Se enrojece porque aún no sabe como lidiar con la fama y porque todo le parece demasiado vergonzoso cuando él era el tema de conversación. Ambos toman un trago de agua y el temido silencio incómodo empieza a llegar.

-      ¿Y Jonghyun? ¿Cómo está él?

-      Bien –le responde con una sonrisa orgullosa que él no es capaz de controlar-. Debe estar por ahí, dando vueltas.

-      ¿Sigue celoso?

Su risa es más rápida que lo que alcanza a ser su boca y Jinki ríe junto a él.

-      No sabía que tenías novia.

El mayor le mira casi avergonzado, mientras solo se dedicaba a tomar tragos de agua, intentando que la vergüenza que lo comenzaba a consumir desapareciera. No era un tema que le pusiera muy cómodo, especialmente con la persona que había tenido bastantes problemas amorosos.

Que de una u otra manera pudo superar.

-      Llevamos un par de meses –susurra tímido.

-      Eso es genial. Supe que es parte de un grupo de chicas.

-      ¿Cómo lo supiste?

-      La busqué en internet cuando la nombraste. Es muy bonita, Jinki.

Típico del rubio.

Más rápido que ninguno, más informado de lo que algunos quisieran ser.

Las preguntas comienzan a ser menos incómodas y Onew se da el lujo de cambiarse de silla y de sentarse junto a él. Y pasados unos minutos, ambos reían a carcajadas, burlándose de cosas que hacían cuando eran vecinos y de los juegos de cartas con los que se amanecían sin medir el tiempo.

Meses sin verse, pero seguían siendo tan amigos como siempre. Amigos que podían abrazarse sabiendo que no pasaría nada malo y amigos que salen juntos hacia la entrada del lugar, en donde ambos vieron a Jonghyun sentado sobre el capó del auto, esperando.

(Había tenido la intención de ir a dar un par de vueltas para no volverse loco, pero los celos apenas se lo permitieron, obligándolo a quedarse ahí, viendo como la gente lo miraba de reojo y algunos le reconocían pidiéndole un autógrafo o una foto).

-      Jinki.

Un movimiento de cabeza y el mayor le sonríe, dándose cuenta que seguía tan posesivo como siempre. Al parecer el hecho de que con Key hubiesen salido abrazados desde los hombros, había sido algo que para él no pasó desapercibido.

-      ¿Cómo estás, Jonghyun?

Key le mira con los ojos entrecerrados, rogando para que se comportara, mientras éste evitaba observarlo porque sabía lo que se esperaba.

Kim Jonghyun podía ser educado cuando quisiera. Eso no era un problema para él.

-      Bien, ¿tú? Eres famoso.

-      Tú también.

-      Cantas bien.

-      Compones bien.

-      Lo sé.

Mierda.

Educación y modestia, Jonghyun, por favor.

Ki Bum rueda los ojos cuando le escucha y Onew suelta una risita nerviosa sin saber que decir exactamente, quedándose de pie solamente, aún al lado de Key.

Pero cuando ambos escuchan a Jonghyun, se impresionan de él y de que parecía que al fin hubiese madurado. De hecho el rubio no lo soporta y se le acerca, pasándole un brazo por la cintura, queriendo demostrarle que al fin estaba orgulloso de que superara sus celos.

-      Deberíamos hacer algo juntos.

-      Lo tendré presente.

-      Deberías ir a Londres. Podrías quedarte en nuestra casa.

-      Gracias por la invitación, Jonghyun.

-      Gracias por cuidar a Ki Bum.

Se lo decía cada vez que lo veía y cada vez que lo recordaba, lo que eran muchas veces en el día. El rubio se siente avergonzado de que aún recuerde la época en la que estaban juntos, mientras el mayor de los tres, solo asiente modesto –como siempre- y se le acerca a dar un abrazo que a Jonghyun le fue difícil no responder.

Al fin estaban en paz.

Era la reconciliación que el mundo tanto esperaba.

Y que siguió durante todo el día porque Jonghyun pareció entrar en confianza y le exigió que fuera a comer con ellos. Ya no eran solo carcajadas de dos, sino que eran de los tres, tomando un poco más del soju necesario y Key acariciando a Jonghyun en cada momento que tenía libre porque sentía que cuando se comportaba así de maduro, se enamoraba mucho más de él.

Se prometieron una visita más antes de irse de Corea y una visita a Londres, de la que Jonghyun le hizo jurar por su madre.

Más amigos de lo que Key hubiese pensado, más amigos de lo que su cuerpo lleno de amor podía soportar.

El rubio se quita los zapatos con plataforma cuando entra a la habitación del hotel, viendo como Jonghyun se dejaba caer en la cama, cerrando los ojos y frotándose el tabique de la nariz, porque sentía que su cuerpo ya no asimilaba el soju, embriagándolo un poco.

Era extraño quedarse en un hotel estando en su propio país, pero era un tema del que ambos preferían no indagar.

-      ¿Estás ebrio?

Jonghyun aprieta los ojos y asiente suave.

-      Un poquito.

-      Onew tiene mucho aguante, te dije que no compitieras con él.

-      Onew es una gran persona.

El rubio sonríe y se acerca a la cama, subiéndose al colchón y gateando hasta quedar cerca de su rostro y así poder acariciarlo.

Estaba seguro que no podría conseguir enamorarse de ese maldito idiota ni siquiera un poco más porque ya era algo inhumano.

Jonghyun se mueve pesado, quedando de costado para mirarlo mejor y así dejar de fruncir el ceño hasta que su rostro estuviera completamente estirado.

-      ¿Sabes que nos faltó para que este fuera un gran día?

-      No los nombres.

Porque le dolía.

El rubio se deja caer encima de la cama, quedando completamente frente a él, viendo como Jonghyun le miraba con los ojos totalmente abiertos y enfocados en su cara, como si el alcohol de repente hubiese abandonado su cuerpo. Ambos con muchos sentimientos a flor de piel y con demasiadas ganas de seguir queriendo.

-      Me hubiese gustado ver a Minho.

-      Y a mi a Taeminnie –admite en un susurro casi inaudible-.

Las caricias del mayor son torpes cuando le tocan la cara y cuando notan como sus ojos habían comenzado a aguarse porque el tema de Minho y Taemin era algo que solo conseguía ponerlo sensible y más sensible aún. A pesar de que viviera lejos de él y justo ahora, ellos hubiesen viajado a otro lugar como si estuvieran en su luna de miel, Key sufría más por su relación que por no haberlos visto. Porque sabía como estaba Taemin y porque nunca olvidará cuando le llamó a través de una video llamada para contarle la noticia y como se quebró en la mitad de la conversación, cayendo en un profundo llanto que él no fue capaz de consolar solo por la maldita distancia.

Las cosas entre Minho y Taemin estaban bien, pero cuando estaban por separado, eran lo peor que les podía pasar a sus vidas.

Jonghyun siendo el confidente del alto, mientras el rubio lo era de Taemin.

Ambos con percepciones distintas y que no eran capaces de compartir.

-      Los odio. Debieron estar aquí.

-      Taemin llegará embarazado de Francia –se burla el mayor, sintiendo el peso del rubio sobre su cuerpo, buscando calor.

-      Sería lo mejor que les podría pasar, así siguen juntos.

El silencio se apodera de la habitación entera, pudiendo escuchar solo el sonido que hacían los dedos de Jonghyun cuando acariciaban las huesudas mejillas del rubio. 

Ninguno de los dos sin saber que decir, ninguno de los dos queriendo arruinar el momento.

El momento en que ambos asumieron de que si estaban en la situación de Minho y Taemin, ambos habrían tomado la misma decisión: o era uno o ninguno.

Nunca separados.

Nunca más.

 

La relación entre ambos fue mas difícil de lo que alguno de los dos pensó. Las primeras semanas –dos para ser exactos- fueron el verdadero paraíso de la felicidad. Key se arreglaba más de lo normal y Jonghyun era el primero en bajar a tomar desayuno, generando unas sospechas en su padre, que nunca pudieron ser concretadas.

Se besaban apenas podían. A veces largo, a veces corto. Cuando se levantaban, cuando se despertaban y en cada momento en que se encontraban y se daban cuenta que nadie les miraba. Jonghyun iba a buscarlo al colegio después de que él saliera y caminaban hacia un parque o algo que no tuviera demasiado público y se seguían besando. Y en la noche aún más; cuando sus padres dormían y Jonghyun se escapaba, caminando despacio por el pasillo para entrar a la habitación de Key y besarlo debajo de la cama. Ambos felices, ambos aprendiendo a quererse cada vez más.

Adolescentes con las hormonas revoloteadas, adolescentes aprendiendo a querer.

Pero un día en el que Jonghyun se deslizó hasta la habitación de Key y se dio cuenta que este dormía, las cosas comenzaron a cambiar. Cada vez habían menos besos y cada vez los encuentros eran más imposibles porque Key parecía siempre tener muchas cosas que hacer. O el colegio o las clases o sus amigos o lo que fuera, pero siempre había algo.

Hasta que Jonghyun pensó que lo evitaba. Que él era el problema.

Entonces las visitas desaparecieron.

Jonghyun volvió a quedarse dormido cada mañana y volvió a quedarse encerrado en su habitación porque ya no habían excusas para salir en mitad de la noche. Ya ni siquiera habían diálogos entre ellos, solo miradas cómplices y un “buenos días” que parecía más general que específico.

Las cosas se volvieron tan complejas que Jonghyun no supo en qué momento cometió un error.

Solo supo que quería enmendarlo.

(Y no sabía cómo).

Prende y apaga la pantalla de su celular cuando nota la hora que es, odiando ser insomne y odiando que Minho se durmiera repentinamente, dejándolo de golpe y hablando solo. La sábana le tapaba hasta más arriba del cabello, pero gracias al brillo de la pantalla no tenía problemas en ver.

Pero cuando la sábana se levantó y un delgado cuerpo se infiltró en su cama, abrió los ojos como plato y no fue capaz de moverse a pesar de la cercanía en la que estaban. Key tapa a ambos hasta más arriba de la frente y se pone de costado, mirándolo con la respiración entrecortada.

Dos semanas evitándose y ahora aparecía repentinamente ahí. En su cama.

(Y justo ahora, que lo tenía en frente, no sabía como preguntarle si había hecho algo mal o algo que le hubiese ofendido).

La pantalla de su celular se apaga repentinamente y ambos quedan en la absoluta oscuridad.

-      Tenemos que hablar.

Jonghyun aprieta el único botón de su celular, pero el rubio vuelve a apagarlo, dejándolos a oscuras. Porque todo era mejor así, se sentía menos tímido.

-      ¿Qué estás haciendo aquí?

-      No podemos seguir así, nuestros padres sospecharán.

-      ¿Así cómo?

No le responde.

Por vergüenza, porque Jonghyun le hacía sentir mínimo, porque todo se volvía catastrófico y fuera de control cuando estaba con él.

Key se ordena el flequillo, pero el mayor no se lo permite porque él le toca primero.

(Y ese maldito tacto hace que todo se vaya lejos. Por no decir a la mierda).

-      Si estás jugando conmigo, te pido por favor que termines con esto, porque tú de verdad –el rubio toma una bocanada de aire y se arma de valor-. De verdad me gustas.

Listo. Estaba dicho y hecho.

El celular vibra justo en ese momento, encendiéndose y dejándole ver el rostro impactado de Jonghyun, casi como si acababa entrar en un estado de shock.

(Y eso no le ayudó en nada. Al igual que el silencio que parecía ser eterno).

-      Yo no podría jugar contigo, Ki Bum.

Ni en sus sueños más crueles podría hacerlo. Porque cada vez que pensaba en él, le daban ganas de hacerle cariño y mirarlo y hacerlo sonreír porque le gustaban los hoyuelos que se formaban en sus mejillas.

Era tonto y enamoradizo, pero era real.

Demasiado real como para no tenerlo asumido.

El celular vuelve a vibrar en el momento en que Key sonríe tímido, mientras Jonghyun volvía a arreglarse su flequillo, pero ahora dejando su mano suspendida, para comenzar a acariciarle su rostro.

-      Creí que yo no te gustaba –asume en un susurro lleno de vergüenza.

-      Somos hermanos, Jjong, no deberíamos.

-      Pero me gustas mucho.

No es necesario que les iluminen para saber que ambos sonríen. Key de manera enorme y Jonghyun contagiándose por culpa de él.

Sus cuerpos se vuelven más cercanos y el mayor atrapa sus piernas entre las suyas, al igual que su cintura, en donde ya le tenía abrazado con una mano.

Un contacto con el que había llegado incluso a soñar y que ahora parecía irreal.

Irrealmente perfecto.

-      Tu también me gustas, Jonghyun.

Hasta el fin de los tiempos.

Hasta el fin de la eternidad.

**

Siete de la mañana y Taemin ya estaba listo en el borde de la cama. Estaba sentado hace más de dientes minutos ahí, estático, moviendo solamente sus dedos hasta hacerlos chocar entre sí porque estaban entumecidos.

El sonido del agua que venía desde el baño se acaba, escuchando los suaves movimientos de Minho, secándose la boca con la toalla, para luego abrir la puerta y mirarle con la peor sonrisa que podía regalarle. Una que intentaba ser sincera, pero que no alcanzaba a convencer a ninguno de los dos.

Sus pasos retumban cuando se acercan, quedándose de pie frente a él y haciéndole levantar la vista porque no quería desaprovechar ningún minuto para no verlo antes de irse.

(Por no decir que la noche anterior apenas durmió porque no se creía capaz de dejar de mirarlo. De tocarle los labios y las pestañas mientras dormía, y de apoyarse sobre su pecho para recordar como sonaba su corazón).

-      ¿Tienes todo listo?

-      Creo que sí.

Hablan en susurros como si se estuvieran escondiendo del mundo y les diera vergüenza que les escucharan. Minho ordena el cabello de Taemin y le coloca el gorro que tanto le gustaba usar de esa forma extraña casi como si estuviera a punto de caérsele de la cabeza.

-      Solo falto yo.

Una broma que no hace feliz a ninguno de los dos y que más que generar una sonrisa sincera, solo provoca que Taemin baje la cabeza y recuerde que en menos de tres horas partirá a ese país de mierda al que no quiere ir. Al que ya odia sin conocer y al que ya le asusta porque no tiene idea de nada.

-      Estarás bien –susurra, intentando darle ánimo-. Estaremos bien.

Y eso era lo que más le preocupaba.

Taemin se levanta con cuidado y se queda muy cerca de su cuerpo, hasta que deja caer su frente contra su pecho, sin abrazarle sino que solamente aspirando ese perfume que se prohibía olvidar. Más de tres semanas en las que se dedicaron solo a estar juntos y a nada más y Taemin aún sentía que le quedaban demasiadas cosas por recordarse de no olvidar.

-      No te olvides de ir a ver a Capuccino todos los días. Me va a extrañar.

Minho asiente a pesar de que no le vea, pasándole los brazos tras su cuello y estrechándolo contra su cuerpo.

-      Y de ir a comer con mi mamá porque no quiero que te enfermes por comer solo ramen.

Al mayor se le escapa un puchero de forma inevitable y susurra un “sí, señor” justo cuando Taemin se aleja, aún afirmado de su cintura, mirándole con los ojos brillantes, pero sin llorar. Porque le advirtió que no lo haría más después de haber derramado tantas lágrimas cuando recién se enteró de la noticia. El día anterior le acompañó a despedirse de su familia –incluido su padre- y no hubo llanto. Ni una sola lágrima que cayó por culpa de la pena desoladora de su madre.

Según él, se había hecho fuerte.

Solo según él.

-      Sería bueno que las primeras semanas no habláramos tan seguido o me pondré a llorar –se sincera, mientras Minho le miraba y asentía con él-.

-      No quiero que llores.

-      No lo haré.

Mentía.

Porque sus ojos ya habían comenzado a arder, amenazándole que si botaba una sola lágrima, luego serían miles. Pero por suerte, el cuerpo de Minho vuelve a atraerle hacia si, besándole las mejillas para luego besarle despacio en los labios.

-      Yo tampoco –susurra-. Promesa de imanes.

El solo hecho de escuchar la palabra imán, le hacía querer largarse a llorar.

A mares. A toneladas. A cantidades incontrolables.

Taemin se aferra a la cintura de Minho como si no hubiera mañana (porque irónicamente no lo había), cerrando los ojos cuando los dedos del alto pegan su cabeza contra su pecho, acurrucándolo más.

Las palabras sobraban tanto que Taemin estaba seguro que cualquier cosa que dijera desde ese momento en adelante, sobraría.

(Pero su inseguridad apenas le dejaba respirar).

-      ¿Cuándo irás a verme?

Entonces Minho le separa. Le sonríe triste y le toma las manos entre las suyas porque el estar en contacto parecía demasiado necesario y más ahora que Taemin apenas podía dejar un músculo tranquilo, sin moverlo.

-      No sé –susurra-. ¿Cuándo quieres que vaya?

-      Pronto. Muy pronto.

Ahora. Mañana. La próxima semana y el próximo mes.

Las manos de Minho no dejan que enrede los dedos entre sí, alejándolas y dejándolas entre las suyas, dándoles calor.

-      Estaremos bien –le convence-. Todo saldrá bien. Tu familia, tú y yo también. Dos años no es mucho, ¿cierto?

No era mucho, era una cantidad monumental.

El castaño asiente no muy convencido, viendo como los labios de Minho formaban un puchero cada vez que tenían la oportunidad.

-      Se pasarán volando –se convence también-. Y podremos volver a vivir aquí, los dos juntos con Mermelada y Mandarina.

-      Sí –Minho sonríe y la felicidad no alcanza a subir a sus ojos-. Exacto.

-      Ya… ¿debemos irnos?

-      Sí, no quiero que nos atrasemos.

No hay más tacto ni más miradas que consiguen derrumbarlo internamente, solo hay un Minho que toma su maleta de forma torpe y mira hacia todos lados, buscando algo que se le pudiera haber quedado.

Ambos sabiendo qué.

Ninguno de los dos queriendo decirlo.

(Él).

**

“¿Hablaste con él?”

“No… no, no puedo.”

“Sé sincero con él.”

Un suspiro más y Minho tiene más ganas de olvidar todo lo que justo le pasaba ahora.

“No, no puedo.”

Un abrazo interminable y Minho no puede dejar de pensar. Su abrazo le aturde, le hace perder el sentido. Le hace olvidar que es persona y que en ese momento no quiere que le suelte porque siente que se derrumbará. No quiere escuchar la palabra adiós porque se la prohibió. Justo antes de salir, cuando se subieron a su auto y el silencio se apoderó de ambos.

Ninguno de los dos hablaba. Ninguno de los dos era sincero con el otro porque le dolía. Ahí, debajo del pecho, como si le estuvieran quitando el aire a bocanadas.

Llovía con pequeñas gotas, pero lo suficientemente existentes como para que Taemin quisiera ser parte de una de ellas. Deslizarse por una ventana y perderse en lo inanimado para olvidar lo que tenía que hacer. Para olvidar su destino y no alejarse de lo que no quería.

Minho no fue capaz de hablar. Taemin tampoco.

No hubo un “adiós” ni un “hasta pronto”, solo miradas desoladoras que pedían solo un poquito más porque era injusto que se tuvieran que separar. Los brazos de Taemin parecían anclados a la cintura de Minho, mientras éste no le dejaba ir porque cinco centímetros ya parecían demasiado lejos para él.

(Y el solo hecho de pensar en miles de kilómetros hacía todo más terrible aún).

Se besaron más de lo necesario y se quedaron demasiado cerca porque todo estaba siendo demasiado terrible. Ya no pensaban en las personas que les miraban ni en el montón de problemas por los que tuvieron que pasar porque esto hacía que todo fuera mucho peor. Tal vez porque querían encerrarse en una burbuja y no querer salir más de ahí porque todo era demasiado injusto.

Taemin recuerda las semanas de vacaciones que se dieron y siente como el nudo en su garganta comienza a subir y a bajar, amenazándolo de hacerlo estallar en cualquier minuto. Piensa en las caricias, en los “buenos días” más perfectos que alguien podía darle y en lo aterradoramente dependiente que se había vuelto de todo eso. De sus manos buscando las suyas, de sus palabras indescriptiblemente tiernas cuando no lo esperaba, de sus llamadas controladores y de sonrisas cómplices que ya no había aprendido a ocultar.

Ya no era el mismo Minho que conoció en un principio, era un Minho que le hizo descubrirse a si mismo. Uno que le costó asumir que querer no tenía nada de malo.

“Minnie, ¿y si nos quedamos acostados todo el día? ¿y si le mentimos a Key y a Jonghyun y les decimos que salimos a muchos lugares cuando solo nos dedicamos a estar acostados? ¿será algo muy malo?”

Era un Minho tan bueno y sincero que no entendía como su madre podía rechazarlo. Con esos ojos enormes que siempre parecían curiosos, pero escondían un montón de problemas que no le gustaba decir, pero que a Taemin incluso le detalló. Le confió cosas que no había hecho con nadie más y le contó sus propios temores. Sus temores de que nadie se acuerde de él y que le olviden. De que le hagan sentir despreciable.

El llamado por alto parlante hace que ambos se acerquen más y se abracen como si su vida dependiera de ello. Minho le acaricia la coronilla, tocando por última vez su cabello castaño, mientras Taemin sorbeteaba la nariz –sin llorar aún- apretándole desde su cintura y pegando su oreja al pecho del alto.

Escuchando sus latidos por última vez y asumiendo y convenciéndose de que dos años no eran nada. Que no pasaría nada y que su inseguridad se podía ir a la mierda porque no pasaría nada. Él y Minho estarían bien. Se había convencido lo suficiente como para saber eso.

Y cuando la alerta por los parlantes vuelve a sonar, es Taemin el que se separa primero y le toma desde sus mejillas, acercándolo hasta él y grabándose cada perfección e imperfección que pudiera haber. Sus enormes ojos, sus labios, su cicatriz, todo. Le acaricia suave sobre sus pómulos y susurra casi en un sollozo algo que hace que Minho asienta y sonría casi como si se fuera a quebrar.

“¿Te portarás bien, cierto?”

Ojalá pudiera no hacerlo.

Lee Taemin fue el que tuvo el valor de separarse y seguir caminando. Fue el que le besó como nunca delante de todos y el que susurró un agonizante “te amo demasiado, Choi” aunque sintiera que eso no significaba todo lo que le quería. Fue el que cuando le dijo te amo, no era porque lo quería o lo necesitaba. Era porque ya no podía hacer nada consigo mismo si no estaba con él. Amaba lo que era, lo que hacía y cuan insistente podía ser. Su ternura y su fuerza, su capacidad de decir cosas tan profundas dejándole claro lo que esas palabras significaban para él. Como también lo mejor y lo peor de Minho. Su terquedad o sus celos repentinos que podían ser casi infantiles.

Taemin entendía tanto a Minho que lo quería por eso, por lo que era.

(Y porque cuando luchó consigo mismo por no voltearse, lo hizo; un par de metros más allá, pero que le dejaron ver claramente lo que pasaba. Minho tenía los ojos tan rojos que ni siquiera había notado en qué momento había comenzado a llorar.

Mientras él, lo hizo apenas sintió que estaba dejando la mitad de su corazón atrás).

**

“Dile que no quieres que se vaya.”

“No puedo, es su beca.”

“Él va solo porque cree que le apoyas. Porque tú quieres que vaya.”

“Va porque se lo merece.”

“Va porque cree que a ti no te importa tenerlo lejos.”

“No te metas, Jonghyun.”

“Ser frío con él no te ayudará. ¿Crees que no te conozco?”

Puto Jonghyun.

Cada conversación terminaba con lo mismo. Con Minho acostado en la cama, tapándose la cara con ambas manos, mientras Jonghyun lanzaba improperios en su contra, quejándose igual que siempre “porque Minho era un idiota y un imbécil y que ganas de tenerlo en frente para darle una buena amenaza que haga que se ponga los pantalones”.

Más de veinte conversaciones y ninguna tuvo sentido.

Hasta que llegó Jongin. Al día siguiente de que se enteraron de la beca, yendo a buscar a Taemin a su academia, encontrándose con él de golpe. Frente a frente. Se saludaron de forma efusiva como solían hacer para luego separarse y generar un incómodo silencio. Minho sin saber qué decir exactamente y Kai sin saber como decirlo de la mejor forma. Hasta que solo le escupió. Como si la frase le molestara en los labios.

“Se nota que no quieres que vaya”.

Y así de obvio fue.

Y de cierto.

Pero no pudo decírselo.

Por miedo. Por vergüenza. Por egoísmo. Principalmente por egoísmo.

A veces simplemente le entraban las ganas de decirle “podrías irte después o por menos tiempo”, pero no se atrevía porque sentía que estaba siendo demasiado posesivo con él. Como si fuera algo de su propiedad que nadie le podía ni siquiera mirar.

Y por eso mismo evitó todo. Por eso mismo fue más frío de lo normal y ni una sola vez lloró frente a él cuando las lágrimas a veces parecían caer por si solas.

Choi Minho era el que sabía como evitar la frase “te amo” de veinte maneras. Sabía escabullirse, ser cursi cuando tenía que serlo y comprar cosas románticas porque le obligaban. Pero cuando conoció a Taemin toda esa barrera y plan que le habían enseñado desde hace años, se derrumbó en un abrir y cerrar de ojos. Las flores ni los chocolates servían ni tampoco las joyas; mucho menos los momentos cursis premeditados porque nunca podía usarlos.

Y eso le descolocó.

Principalmente, porque le hizo comenzar a ser una nueva persona.

Una que notó que querer no era malo y que decir “te amo” no siempre era una obligación, sino que se podía decirlo sin querer vomitar después. Que un mensaje de “buenos días, bonito” era mucho más valioso y apreciado que un anillo del valor de una casa. Que el dinero no lo hacía todo porque ahora no era necesario.

Porque ahora todo dependía de él.

De saber comportarse, de saber quererlo. De saber cuando decir no y cuando decir sí. Sobre todo sí. Porque quería y no porque le obligaban.

Choi Minho fue el que apoyó a Taemin cuando le dijo que había una beca en una facultad de Nueva York en donde estaban aceptando gente extranjera. Fue el que le insistió en concursar y el que le obligó a ensayar porque se lo merecía. Se lo merecía tanto que él nunca supo en qué momento debió parar porque de un segundo a otro se dio cuenta que si le aceptaban él se terminaría muriendo lentamente.

Casi como si le estuvieran desmembrando.

Choi Minho fue el que intentaba demostrar felicidad y orgullo, cuando solo quería decir “basta” y que el mundo se detuviera porque nada estaba siendo justo. Era como si su madre se hubiese encargado de que todo fuera así.

(Y lamentablemente, ya no lo era).

Las lágrimas le entorpecieron cuando comenzaron a caer y cuando su cuerpo comenzó a dar pequeños saltitos a causa de los sollozos. Una lágrima bastó para desatar lo que tanto le costó aguantar. Lo que aguantó por cuatro semanas enteras, teniendo que contenerse cada vez que despertaba en medio de la madrugada porque Taemin estaba llorando en su espalda, mientras le abrazaba desde la cintura. Mientras él, no podía hacer nada más que quedarse ahí como si nada pasara.

Pero nadie sabía lo difícil que era.

El llanto le hace colocarse tímido delante de un montón de gente que le miraba casi sin saber si era bueno acercársele o no, mientras él se agachaba hasta quedar en cuclillas y tapar el rostro con ambas manos porque no podía creer que él pudiera estar llorando de esa forma.

Un Choi, que se suponía que no debía llorar.

El sonido de unos zapatos a su lado le hace taparse con más ganas, mientras sentía un par de susurros que parecían preocuparse por él cuando sabía que solo quería chismosear. Zapatos, zapatillas, maletas, ruedas y un montón de cosas que le sacaban de quicio mientras él no se creía capaz de levantarse porque todos parecían tan felices y con tan poca compasión de que Taemin se hubiera ido.

De que su Taemin ya se hubiera ido.

Las piernas parecen tambalearse cuando se levanta, mirándolas por unos momentos para luego soltar un suspiro profundo y asumir que las lágrimas no dejarían de caer porque simplemente no podía. No si no dejaba de pensar en Taemin.

Media hora ya había pasado desde que quedó ahí, solo, y no era capaz de irse hasta que el avión ya hubiese dejado de pisar suelo coreano. Tres minutos más y tendría que dejar de llorar.

Porque en tres minutos Taemin se iría y tenía que solo preocuparse de contar cuantos días faltaban para que volviera.

Dos años no es nada. Dos años no es nada. Dos años no es nada.

(Aunque nunca se pudo conformar sinceramente de que realmente no fueran nada).

Mira el reloj de su pulsera y se da cuenta que en treinta segundos más ya todo se habría terminado. Taemin ya iría conversando con una señora mayor a su lado, contándole porqué lloraba y que su novio era fotógrafo y famoso porque siempre le gustaba alardear de cosas que no pasaban.

Veinte segundos más y Minho nunca había tenido tantas ganas de fumarse un cigarrillo y de desaparecer.

El sonido de su celular le asusta justo en el momento en que una mujer le empuja, pegándole con el paraguas en las piernas y haciéndolo agacharse, cuando unas pequeñas manos se aferran a su cintura desde su espalda, empujándolo hacia delante solo por el golpe de los cuerpos.

Los sollozos no le dejan pensar ni mucho menos cuando ve un denario en el dedo índice de las manos que le abrazaban.

Era Taemin.

-      ¿T…Taemin?

-      Lo siento –solloza-. No puedo.

Mierda, era él.

No eran sus lágrimas que le habían bloqueado el cerebro ni tampoco una alucinación por algún tipo de golpe que le pudo dejar inconsciente.

Era Taemin.

Treinta segundos y el avión ya había despegado.

Treinta segundos en lo que le costó buscarlo entre la gente cuando logró escapar, perdiendo su equipaje completo e incluso su dignidad.

Minho deshace el agarre de su cintura con sus manos temblorosas, volteándose y encontrándose con una de las tantas imágenes del menor completamente destruido. Con sus labios hinchados al igual que sus ojos que no paraban de botar lágrimas a borbotones.

(Como él, que no supo en qué momento también había vuelto a hacerlo).

-      Pero… -no le suelta las manos, sollozando y comenzando a hacer pucheros sin que pudiera controlarlos-. Tu beca… Nueva York…

-      No me quiero ir.

Ya no es un “no me quiero ir, pero te escucharé” sino que un “no me quiero ir y no me iré”. Porque lo pensó tanto mientras hacía la fila para subir al avión, que no supo en qué momento comenzó a correr y a empujar a la gente porque se dio cuenta que no le importaba hacerse más famoso o más importante si no tenía a la persona que más quería a su lado para poder disfrutar de todos esos privilegios.

Taemin le toca la cara a Minho cuando nota que comienza a llorar, consiguiendo tranquilizarse un poco, mientras el alto parecía llorar más y más, como si estuviera expulsando lo que guardó hace mucho y no fue capaz de decirle.

No era un llanto de felicidad, era un llanto con tanta pena que se le hacía inevitable no llorar con él.

-      No te vayas –Minho toma un montón de aire y las manos de Taemin se levantan cuando se aleja, para luego volver a tocarlo-. No quiero que te vayas.

No quiero que te vayas a otro país.

No quiero que te alejes. Que tenga que aprender a conformarme cuando te veo a través de una pantalla y no cuando despierto y estés al lado mío.

No quiero que te vayas a un lugar en el que no puedo protegerte. En donde pueden haber más señoras Choi que te puedan hacer daño.

Que te puedan quitar de mi lado.

-      ¿Por… por qué no me lo dijiste antes?

Por muchas razones que encontrarías idiota.

Minho quita las manos de Taemin de su cara y se tapa con las suyas, pidiendo a gritos esconderse de ese lugar, mientras ahora todo le parecía demasiado ajeno porque no quería que esto fuera solo temporal y el menor se fuera en el próximo avión. Sus sollozos apenas le dejan respirar, sintiendo como el llanto de Taemin parecía ser más calmo al de él, que cada vez era más desgarrador.

-      No… no quiero ser egoísta contigo…. Pero… pero… no puedo –se quita las manos y le mira, buscando aire desesperado-. Lo siento, pero no puedo.

Lo que tanto esperó oír y lo que le hizo sufrir por días enteros porque creía que Minho realmente le quería lejos.

Taemin se acerca un nuevo paso hacía él, quitándole sus manos torpes de encima, para comenzar a limpiarle con el torso de las suyas, mientras no podía creer que hubiese tenido el coraje para escapar. Para mandar todo a la mierda y hacer lo que simplemente quería.

-      Quiero que seas egoísta conmigo, no importa si eso me hace el peor bailarín del mundo.

-      No me dejes solo…por favor, no como han hecho todos…

Y eso, justo eso, fue lo que le hizo destruirse y comenzar a llorar con la misma intensidad que Minho. Fue lo que le hizo estirarse y dejar que apoyara la cabeza en su hombro, intentando relajarlo y que botara esa angustia que se lo estaba comiendo vivo hace quizás cuántos días y horas.

Porque a Minho siempre le quedaría grande ese cuerpo de adulto cuando solo era un pequeño niño que solo buscaba amor.

Su hombro comienza a humedecerse cuando el alto se apoya en él, mientras sus manos le ordenaban las ondas de su cabello, peinándolo una y otra vez porque no podía creer que el solo hecho de estar ahí, con él, hubiese eliminado toda esa pena y angustia que tuvo mientras estaba abordando el avión.

Se arrepiente de todo el odio que pudo sentir por él alguna vez y todas las maldiciones y palabras hirientes que quiso decirle porque creía que ya no le importaba, cuando Minho solo escondía todos sus sentimientos para no hacerlo sentir mal.

Y pasan más de quince minutos así, Minho casi apoyado de lleno sobre su cuerpo, mientras Taemin no se cansaba de acariciarlo porque necesitaba que botara toda esa angustia que al fin era libre. Ya no habían lágrimas ni sollozos, solo esperanzas de volver a vivir juntos porque él no iría a Nueva York ni aunque su vida dependiera de ello.

(No sin Minho al menos).

Porque como le había dicho su padre: “no hay ni una sola historia de amor que tenga un final feliz. Si es amor no tendrá final. Y si lo tiene, no será feliz.”

(Y con Minho, nunca habría un final).

Notas finales:

Al fin llegamos al final de Imán :(( pretendimos en un momento en terminarlo el mismo día que lo empezamos, pero por un montón de razones no fue así. Gracias a las personas que lo siguieron, que lo empezaron leyendo desde el principio y a las que se unieron casi al final. Y también a las recomendaciones, que sin ellas no seríamos nada. Gracias por los reviews, las visitas, los mensajes, dibujos y un montón de cosas lindas que nos mandan. Imán probablemente no fue el fic que le gustó a todo el mundo y no por eso lo queremos menos, de hecho es mi favorito de los que hemos hecho (canu). Y gracias a Imán, por muy tonto que suene, por habernos hecho conocer a tantas 2min shippers del mundo y eso, un millón de gracias y un montón de besos y abrazos para ustedes. (Y por haber leído un capítulo así de eterno también jaja).


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