Navidad, época de celebración, fe, amistad, amor, sinceridad, renovación de votos, regalos y festividades…
Afrodita lo sabía más que nadie. Todos los años era lo mismo, no había ningún cambio. Siempre su esposo lo obligaba a viajar a su país natal (Italia) para pasar las fiestas, ni siquiera su opinión contaba, lo único verdaderamente importante era aparentar que nada pasaba, que su matrimonio estaba perfecto y que ningún disgusto le aquejaba o molestaba.
La familia de Death Mask era respetable, rica, aburrida, no se dedicaban a nada más que no sea regalos, fiestas, reuniones, comidas, colaboraciones para no quedar mal ante la sociedad, etc. Desde que se casaron, el italiano jamás le preguntó qué es lo que él deseaba para pasar tan importante fiesta. Nunca lo hizo, y por lo visto ni lo pensaba hacer.
No era el mismo Death que lo conquistó con sus detalles, su galantería, su guapura, sus halagos, su atención; hubo cambiado tanto por el manejo de su familia que ni el mismo lo reconocía. Pero ya era suficiente, no se dejaría vencer. Le haría ver a su amado esposito que existían mejores formas y cosas que hacer para pasar la navidad, en casa, en su hogar, juntos, sin molestias o interrupciones.
Aprovechó que Maski-Chan salió a comprar boletos de viaje rumbo a Italia para preparar su habitación matrimonial con muchas cosas sumamente eróticas y románticas como él y su italiano fogoso….
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-Maski….que tal te fue…-preguntó.
-Mal. Estamos retrasados… el vuelo sale dentro de una hora…-contestó malhumorado el cangrejo.
-Tranquilo mi amor…podemos tomar un taxi, por qué no mejor nos relajamos un poco y…-fue interrumpido.
-Acaso no escuchaste lo que te dije Afrodita!!-gritó eufórico. No entendía por qué siempre que estaba de mal humor, en vez de que su cónyuge lo apoye, peor lo hacía perder la poca paciencia que le quedaba.
-Perdóname. No era mi intención molestarte pero…preparé algo para los dos, está en nuestra habitación, así que pensé que podríamos pasar un rato juntos como antes…-Dijo en medio de un susto y desespero enorme.
-Afrodita de Piscis ya te dije que no. No entiendes que mi familia es más importante que otra cosa...!!-soltó de una, sin darse cuenta que con sus palabras hirió a su amado sin querer.
-Más importante que yo…-se atrevió a interrogar en medio de algunas lágrimas que escapaban de sus ojos sin que pudiera controlarlas.
-Por supuesto que sí…-respondió sin notar el estado de su esposo.
Inmediatamente después, quedó completamente solo en la enorme sala de su casa. Afrodita lo dejó, se fue corriendo a su habitación a llorar. No sabía qué hacer. Su amor ya no era el mismo. Lo había tratado muy mal. Ni siquiera se interesó si lo lastimaba o no con esas palabras.
-Maldición…no era mi intención lastimar a Dita…tengo que disculparme…-pensó al mismo tiempo que subía a pasos agigantados los escalones de la escalera.
Llegó a la habitación. Entró sin siquiera tocar y lo vio ahí, triste, con los ojos rojos por el llanto, llorando sin consuelo. Una enorme tristeza embriagó de inmediato su corazón, obligándolo a hablar inmediatamente, tirándose al lado de Dita, comenzó a acariciarle suavemente el cabello y dijo:
-Dita, mi amor, mi vida persóname. Sabes que estoy muy preocupado y estresado por lo del viaje y…
-Y seguro ese era motivo para gritarme y decirme cosas horribles…-exclamó dolido, secándose las últimas gotas de dolor líquido que tenía en las mejillas.
-Afrodita yo…quiero hacer algo por ti para que me perdones…-inquirió decidido.
-Bien, si quieres hacer algo por mí, primero observa a tu alrededor.
Rápidamente obedeció. Paseó su vista por aquella habitación que tantas veces fue testigo del amor y la pasión de esta pareja de apenas un año de casados.
Quedó con la boca abierta. Hace mucho tiempo, meses quizá, que ellos no tenían una velada romántica. Esto era precisamente como la velada que el preparó en su noche de bodas, para que fuese especial.
Instintivamente besó a su amor; olvidándose por completo del maldito viaje a su país, de sus padres y de todo. En su mundo, cabeza y corazón ahora estaban ellos dos.
Se besaron con pasión, amor. Jugaron con sus leguas ávidamente, se recorrieron mutuamente, uno con sus labios y el otro con las manos, se tomaron con la boca…
-Ohh sí…Maski-Chan…te amo…Ahhhhh-gemía Dita presa del delirio.
Las embestidas que propinaba contra ese frágil y delgado cuerpo bajo el suyo, eran gloriosas. Los llevaban al cielo mismo. Después de muchos movimientos frenéticos, llegaron al orgasmo mutuamente, gimiendo y gritando de placer al mismo tiempo.
Finalmente el pececito consiguió lo que quería…quedarse en casa con su esposo ese día tan…pero tan especial.
Fin