Edgeworth ya me estaba poniendo un poquito nervioso. Llevaba todo el maldito juicio gruñendo y echándome miradas fulminantes (más de lo que viene siendo habitual) y ya pues me estaba crispando. "¿Qué le pasa a este tío?" pensaba yo.
-Declaro al acusado -sentenció el juez finalmente. -INOCENTE.
-¡Aaghh! -exclamó Edgeworth al otro lado de la sala. Otra vez estaba con esa miradita fulminante. Me estaba hartando.
-Se levanta la sesión.
Cuando salí de mi respectivo puesto como abogado, y me dirigí a la sala de espera, vi que mis dos rivales, tanto Edgeworth como Franziska, ya estaban allí. Mi cliente, un chiquillo de unos dieciséis o diecisiete años, llamado Klavier Gavin, se puso a gritarme una canción de agradecimiento.
-¡En serio, sr. Wright -dijo cuando terminó de berrear -, ha estado usted excelente!
-Gracias, Klavier, y enhorabuena, pero tendrás que disculparme un segundo, quiero hablar con el fiscal del caso.
-¡Claro, hombre, lo que quieras! -dijo, y se marchó.
Me acerqué hasta donde estaban mis amienemigos y les saludé:
-¡Hola, Franziska! Edgeworth, ha sido un gran juicio. -"Sobretodo teniendo en cuenta que has estado especialmente pesadito..." Franziska abrió la boca para saludar, pero el otro se le adelantó:
-Como siempre, Wright, has removido cielo y tierra para que tu cliente se libre del veredicto. ¿¡No te das cuenta de que son criminales!?
-Miles Edgeworth... -empezó Franziska. Yo estaba confuso. ¿Edgeworth se había enfadado conmigo porque le había ganado? "Nah, no puede ser." pensé.
-¡No, Franziska, no te metas! Wright, ¡ESTÁS LIBERANDO ASESINOS! ¿Por qué lo haces? ¡NO LO ENTIENDO! -gritó él, y dio un puñetazo en la pared.
-Edgeworth... -pude susurrar. Estaba anonadado, y apenas me salían las palabras. No me esperaba en absoluto aquella reacción.
Él se dio la vuelta y se marchó a paso rápido. Franziska y yo nos quedamos a solas, y aun así hubo una pausa en la que aún no podíamos hablar. Creedme, estábamos realmente impresionados. Qué fuerte, ¿no?
-¿¡Qué le pasa!? ¡Nunca se pone así cuando pierde un juicio! -espeté.
-Phoenix Wright, lo primero, suéltame la manga, que me la vas a romper, estás muy violento. Yo no tengo la culpa.
-Lo sé... -suspiré finalmente. -Perdona.
-Has tenido suerte de no haber sido latigueado. -tenía un brillo perverso en la mirada. Esta mujer a veces me da mucho miedo. -Creo que sé qué le pasa. Sr. Phoenix Wright, tenemos que hablar muy seriamente.
No era algo extraño que fuera Franziska quien supiera algo sobre Edgeworth puesto que, como eran hermanos adoptivos, pasaban mucho tiempo juntos. Sin embargo, era raro que alguien supiese algo sobre lo que pensaba o sentía Edgeworth, ya que era muy cerrado y nunca expresaba lo que sentía. De esta forma, la curiosidad me pudo y acepté a escuchar lo que Franziska me tenía que decir sobre él. Nos dirigimos a un parque de la zona, un sitio bastante tranquilo para hablar más cómodamente.
-¿No se supone que deberías hablar con Edgeworth en vez de conmigo para arreglar sus problemas? -pregunté una vez allí.
-Eso sería si el problema fuera él, pero ¡eres tú, Phoenix Wright! -Franziska latigueó el suelo, y me volvió a intimidar.
-¿¡Qué!? ¿Ahora soy yo quien tiene la culpa de sus problemas? No me lo digas, le gano en demasiados juicios. Si es que tengo que dejar de ser tan bueno en lo que hago... -la fiscal me dio con el látigo (¿no se puede estar un poquito quieta ya?) y no pude reprimir un grito. (Es que me dolió, ¿vale?)
-¡Idiota! ¡Miles Edgeworth es demasiado Von Karma como para enfadarse por eso! Tu victoria tan sólo ha sido la gota que ha colmado el vaso.
-¿El vaso? ¿Qué vaso? ¿¡Y qué he hecho yo!?
-¡Estúpido estúpido que no se da cuenta de sus estúpidas estupideces! ¿Recuerdas aún a tu pequeño cliente?
-Claro. -sólo habían pasado unos minutos desde que le había visto por última vez. -Klavier.
-Bien. Pues ese cliente tuyo tiene un hermanito con el que has estado muy acarameladito esta semana.
-¿¡QUÉ!? ¡Sólo hemos estado comentando el caso de su hermano! -me defendí.
-Claro, a solas en tu casa, ¿no, abogaducho?
-Así que ¿es por eso? ¿Edgeworth está...?
-¿Celoso? Sí. Y bastante. Lo raro es que no te hayas dado cuenta. Salta a la vista en una persona tan impenetrable. -"Edgeworth celoso... ¿porque yo hablara con un chico?" Esto era demasiado inconcebible para mí; no lo quise reconocer en ese momento, pero una ligera luz de alegría iluminó por unos instantes mi corazón.
-¡Contrólate, abogaducho! Te estás ruborizando. -dijo, y me dio con el látigo.
-¡¡Ayy!! -"¿También tú estás contra mí? ¿O es que normalmente pegas tanto a Gumshoe, y como ahora no está te cebas conmigo?" -¡No te creo, Franziska! ¡No puede ser eso!
-No se lo he preguntado directamente, pero apostaría mi látigo a que es precisamente eso, los celos que siente porque te veas con el sr. Kristoph Gavin, lo que le atormenta y le ha hecho hoy explotar. Además, querido pelopincho, sabes tan bien como yo lo orgulloso que es mi hermanito. Se enfadaría bastante si supiera que te ves "de una nueva forma" con otra persona. -hizo una pausa para que lo pensara, y al ver que mi rostro aún reflejaba duda, siguió diciendo: -Phoenix Wright, sé que no me equivoco al decir que estáis hecho el uno para el otro, y que los dos sois correspondidos, pero tan estúpidamente estúpidos que no lo admitís. -y me sonrió dulcemente, o al menos lo intentó, que ya es algo.
-Aún no estoy seguro, Franziska, pero muchas gracias, lo consultaré con la almohada. -y le estreché la mano. (Viniendo de ella, eso era el gesto de amistad más irrefutable posible.)