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$Playboy Night$ por Strawberryloveless

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Notas del capitulo:

Selene conoce un poco mas sobre la vida de su nueva amiga y su curiosidad por ella va en aumento cuando descubre que Dagna Meardi, no solo es una chica encantadora, sino que tambien pertenece a una de las familias mas ricas y poderosas del país. 

4. DAGNA MEARDI

Siento las ondas del agua chocar contra mi piel desnuda, éstas son cada vez más grandes, indicándome así, que su cuerpo se acerca sin pausa alguna al mío. Me encuentro mirando en dirección opuesta a ella y debido a los nervios, siento el pecho acelerado y una extraña sensación me invade el estómago. Inesperadamente, escucho el ruido del agua cuando ella se levanta de la bañera y un goteo armonioso reina, haciendo eco por toda la habitación. La siento más cerca y mi cuerpo tiembla en automático cuando una de sus manos se posa sobre mi hombro desnudo. Sabía que algo como esto pasaría, no debí aceptar su invitación. 

Su contacto dura segundos y el sonido del agua vuelve a apoderarse del cuarto de baño. Muy lentamente miro en dirección a ella, quedando completamente perpleja con lo que veo. Mis ojos aprecian a una tranquila rubia enjabonándose el cabello con suaves masajes. Al parecer solo se ha acercado a mí para alcanzar el recipiente con el shampoo, usándome de apoyo para lograr su objetivo. Qué ironía, por alguna extraña razón me siento un tanto decepcionada ¿realmente quería que pasara algo más? Sacudo la cabeza borrando de mi mente aquel atrevido pensamiento. 

Aprovecho el momento en el que ella cierra los ojos, para esta vez ser yo quien la mire. Tiene su larga cabellera rubia cubierta por una espumosa capa blanca de jabón, que desprende un olor embriagante. Su rostro se ve relajado y el poco maquillaje que usa se ha desvanecido debido al agua caliente, dejando respirar su bella y blanca piel, que no necesita ni una pizca de cosméticos. El movimiento de sus manos sobre su cabeza es lento, sus dedos masajean por todas partes, aumentando más la espuma a su alrededor. Mi mirada se centra en ese perfil respingado con largas pestañas rubias, finas cejas y carnosos labios rosados ¡Rayos! En verdad es una mujer hermosa. Mis ojos curiosos van descendiendo desde su rostro hasta su mandíbula, para recorrer a detalle también parte de su cuello, hombros y la curva entre sus pechos ¿qué diablos estoy haciendo? ¡Es una chica! Me grito mentalmente a mí misma. 

Levanto de inmediato la mirada, avergonzada por la indecencia de mí actuar y decido que es mejor centrar mi atención una vez más en su cara, pero me quedo petrificada cuando noto que Dagna está mirándome fijamente ¡Diablos! ¿Se ha dado cuenta? Su dulce miel repentinamente parece volverse más oscura mientras me mira y una media sonrisa se dibuja suavemente en sus labios ¡Me vio, estoy segura! Sin embargo no dice nada, ella vuelve a cerrar los ojos y continúa masajeando su larga cabellera rubia. 

Un intenso calor me invade inevitablemente el rostro, puedo sentirlo incluso hasta el cuello. Es normal, después de todo Dagna me atrapó ¡Me vio mirándola y no estaba observando exactamente su cara! Aunque a ella pareció no molestarle, no dejo de pensar en su reacción. Extiendo las palmas, sumergiéndolas en el agua caliente, luego tomo una gran cantidad del líquido entre mis manos y llevándolas nuevamente a la superficie, mojo mi rostro una y otra vez.

— ¿Quieres que te lave el cabello? — su voz detiene mis movimientos.

— No te preocupes, puedo hacerlo yo misma — respondo sin mirarla y extrañamente mis manos comienzan a dibujar figuras sin sentido.

— Déjame hacerlo por ti — insiste. La escucho tomar una vez más el recipiente con el shampoo para después comenzar a acercarse. Me está poniendo nerviosa otra vez.

— Está bien. Si insistes — me limito a decir en voz baja. 

Las ondas que produce el movimiento de su cuerpo al acercarse, chocan contra mi espalda desnuda. Me he dado la vuelta para facilitarle el trabajo y en parte, para evitar cualquier tipo de contacto visual. Realmente estoy apenada por lo que acaba de pasar hace unos minutos. 

Siento sus manos sobre mi cuello y el contacto me hace estremecer. Sus delicados dedos juntan mis largos cabellos negros, dejándolos reposar sobre mis hombros y espalda. Siento sus rodillas hacer contacto con mis caderas y glúteos indicándome así, que ella está detrás, arrodillada. Me quedo quieta cuando ya no siento sus manos revoloteando sobre mi piel ¿qué está haciendo?

Mantengo la mirada fija sobre la pared de azulejos grises que reflejan nuestras siluetas y vagamente logro apreciar como ella está colocándose el jabón sobre la palma de la mano, luego deja el recipiente de lado y vuelve a mi cabeza para masajear lenta y encantadoramente por todas partes. La sensación me eriza la piel, relajándome los hombros que minutos antes estaban duros como rocas. El silencio reina y por ello, decido cerrar los ojos y disfrutar el placentero movimiento de sus manos. 

Hace bastante tiempo que nadie me lava el cabello. Cuando era pequeña, recuerdo que mi madre y yo siempre tomábamos el baño juntas. Ella me lavaba la espalda o el cabello y yo le devolvía el favor mientras hablábamos de cómo marchaba el día o la escuela, también solíamos platicar sobre mi padre o mis amigos. Ahora que lo pienso mejor, nos tomábamos bastante tiempo haciendo esto. Una cascada de agua caliente cae sobre mi rostro regresándome a la realidad. Dagna enjuaga mi cabello con cuidado, retirando la espuma del jabón con ayuda de una esponja gigante, misma con la que continúa limpiando mi espalda, hombros y brazos. 

¡Que relajante!

Una vez que terminamos, Dagna presiona el botón para que el agua comience a descender y yo me alarmo cuando veo lo rápido que empiezo a quedar expuesta frente sus ojos. Sin pensarlo dos veces, me acerco a la orilla y cubriendo mis pechos con ayuda de uno de mis brazos, me estiro al máximo alcanzando así, la toalla que había colocado cerca antes de entrar. Dagna en cambio sonríe e inmediatamente se levanta de la bañera, saliendo desvergonzadamente de la tina sin nada encima. Agacho la mirada al instante y aprovechando que ella está distraída buscando con qué secarse, en un movimiento veloz me levanto, envolviéndome en la prenda justo cuando el agua me llega hasta la cintura. 

Verifico que todo esté en su lugar y salgo del agua caliente, encontrándome con una rubia envuelta, gracias a Dios, en una bata de baño rosada. Se está secando el cabello con ayuda de una toalla pequeña. Escurro los pies en el esponjoso tapete de algodón y tomando una segunda prenda, repito el proceso de Dagna.

— Te dejo para que te cambies — dice saliendo de la habitación y un suspiro interno me tranquiliza.

— Gracias.

— Por cierto — ella da media vuelta y me mira.

— ¿Si?

— El cepillo, las cremas y desodorantes están en ese tocador, úsalos — señala un mueble color vino y perfectamente barnizado que está junto al lavamanos.

— Ok, gracias — ella sonríe y sale silenciosamente de la habitación. 

Espero varios segundos, para después acercarme a la puerta y colocar el seguro. No quiero que la situación pasada se repita y ella entre sorpresivamente de nuevo.

Una vez que me siento segura, camino rumbo al mueble que la rubia señaló y abro el primer cajón. Tomo el cepillo y desenredo el cabello, el cual por alguna extraña razón está menos rebelde que de costumbre, probablemente se deba al shampoo de Dagna. Coloco nuevamente el utensilio en su lugar y busco entre los mil productos un desodorante. Decido aplicar uno en aerosol de frasco morado y grande, tiene una fragancia acida. Luego, lleno las palmas de crema hidratante corporal y la extiendo por cada pedazo de piel que alcanzo.

Camino hacia las prendas que Dagna ha encontrado para mí y al verlas quedo horrorizada. Se trata de una blusa de seda con tirantes, blanca y demasiado… ¿cómo decirlo? ¡Trasparente! Al menos para mi gusto lo es. Por otro lado, la parte inferior es un short del mismo tipo de tela y color, demasiado ajustado, parece más bien una lycra. Suspiro. Al menos la ropa interior es normalita. Para ésta, ha elegido un sujetador blanco y unas pantis a juego. Aunque Dagna dijo que la ropa fue difícil de encontrar, parece completamente nueva.

Comienzo a vestirme y conforme lo hago, caigo en la cuenta de que inesperadamente todo es de mi medida, lo cual me parece un poco extraño, pues a juzgar por la ropa que Dagna ha dejado en el suelo durante su asalto en la bañera, puedo notar que ella es una o quizá dos tallas más grande que yo. Dejando esas vagas ideas de lado, cuelgo la toalla húmeda sobre el tubo junto al lavamanos y quitando el seguro de la puerta, salgo de la calurosa habitación.

Camino descalza por la alfombra del cuarto de Dagna y la veo sentada de espaldas a mí. Está sobre la cama, hablando por teléfono mientras su brazo derecho se agita en el aire, dibujando figuras sin sentido por todas partes. Parece que no ha notado mi presencia. Me acerco silenciosamente hasta el borde del colchón y la escucho hablar seriamente. 

— Sí. Entiendo. Pásame a Karime — hace una breve pausa — ¿A dónde lo llevaron? Esta bien. De acuerdo. Si — la escucho suspirar, parece molesta — Está bien, adiós — finaliza la llamada. Ella coloca el teléfono sobre la mesita de noche y levantándose de la cama da media vuelta, topándose conmigo — Selene, no te escuché salir — expresa sorprendida. 

— Hola — la saludo con tranquilidad, pues no se me ocurre otra cosa más que decir.

— Hola — me responde sonriente — Veo que todo te quedo bien — habla mientras da una vuelta lenta a mi alrededor, jugueteando.

— Parece ser. 

— Me alegro — noto que lleva puesto el mismo conjunto de pijama que yo, pero en un color amarillo pálido y por supuesto que a ella se le ve increíblemente mejor — ¿Tienes hambre? — pregunta sentándose en la orilla de la cama frente a mí y sin quitarme los ojos de encima.

— Sí, bastante para ser sincera — ya ha pasado bastante tiempo desde la última vez que comí algo y para estas horas, mi estómago no para de recordándomelo.

— Pensé que era la única — sonríe — Entonces ¿qué te parece si pedimos algo a domicilio? — me quedo mirándola perpleja. No sé si Dagna está bromeando o si sencillamente ella ha perdido la noción del tiempo.

— Es de madrugada — murmuro mirándola extrañada — No hay servicio y mucho menos quien atienda a esta hora Dagna.

— Eso es lo de menos — vuelve a sonreír y percibo que no está bromeando. Se levanta y toma nuevamente su celular — Dime ¿de qué tienes antojo? — sus ojos me miraban expectantes. Habla enserio.

— Mmm… — justo ahora cuando me pide una respuesta, mi mente está en blanco — Sushi — digo lo primero que me viene a la mente, aunque para ser honesta, llevo varios días con el antojo de uno de esos deliciosos rollos de arroz.

— Excelente elección. Sushi será — sin decir más, teclea rápidamente un número. 

Yo la miro mientras ella espera paciente al teléfono y sus ojos me encuentran, haciéndola sonreír. Luego alguien del otro lado de la línea atiende su llamada, distrayéndola y obligándola a hablar.

— Habla Meardi. Quiero dos órdenes de sushi — vuelve a verme fijamente pero continua con el pedido — Sí. Espera — hace una pausa y tapando el micrófono del aparato me pregunta — ¿Qué tipo de sushi quieres? — ni siquiera pongo atención a sus palabras ¿Meardi? ¿Será ese su apellido o tal vez un sobrenombre? No lo sé — ¿Selene? — me llama otra vez. 

Hago caso a su insistente voz y olvidando lo anterior, pienso en todos los tipos de sushi que he probado en mi vida, difícil elección. Sin embargo, recuerdo que la última vez comí uno sumamente delicioso. Si no me equivoco, los ingredientes eran: pepino, philadelphia, aguacate, cangrejo y alga marina. Se me hace agua la boca solo de pensarlo. El sushi es de mis comidas favoritas. 

— California — susurro como si se tratara de una misión secreta. Ella me mira divertida y asiente con la cabeza, volviendo al teléfono.

— ¿Hola? Si. Serían dos órdenes de sushi California — se queda pensando unos segundos — Té helado. De acuerdo. Hasta pronto — y termina la llamada.

— ¿Meardi? — pregunto sin aguantar la curiosidad. Ella se vuelve a verme sonriente.

— No se te escapa nada ¿verdad? — yo agacho la cabeza avergonzada por mi indiscreción y Dagna suelta una carcajada — Es mi apellido — responde en breve — ¿Quieres ver un poco de televisión en lo que esperamos la comida? — pregunta cambiando drásticamente el tema.

— De acuerdo. 

No pregunto más. No tiene por qué darme explicaciones o seguir hablando del tema, después de todo he hecho una pregunta directa y ella ha respondido de igual forma. Creo que eso está bien. Así que se llama ¿Dagna Meardi? Vaya nombre raro, definitivamente no es de por aquí.

Decidimos ir al piso de abajo a ver televisión, puesto que de todas formas tendríamos que bajar cuando la comida llegara a la puerta. Dagna prende la enorme pantalla de plasma, para después ir en busca de algunas mantas, ya que el frío comienza a sentirse con mayor intensidad cada minuto que pasa. Por otro lado, yo tomo asiento en el sillón de tres personas, justo frente a la gigantesca televisión y minutos después la rubia regresa, sentándose a mi lado y haciéndome entrega de una suave y rosada prenda, la cual coloco sobre mis piernas. Casi de inmediato siento el calor de mi cuerpo aumentar.

— ¿Algo en particular que quieras ver? — la chica playboy pregunta mirándome de reojo.

— Es tu turno de elegir esta vez.

— Me parece justo — sonríe divertida mientras mira en dirección a la pantalla y cambia rápidamente de canal. 

El sonido de un cascabel distrae mi atención del televisor y pone mis ojos en marcha, en busca de aquello que produce el chirriante sonido. Miro por encima del hombro, detrás del sillón en el que estamos sentadas y logro distinguir que sobre uno de los pasillos junto a las escaleras, un enorme gato blanco camina elegantemente hacia nosotras. Levantando las patas como si de un caballo se tratase, menea su esponjosa cola grisácea de un lado a otro. Rodea el sillón y dando un salto se sienta sobre el regazo de Dagna.

— Te presento Misha — dice la rubia, quien acaricia la cabeza del felino y desciende hasta terminar en la punta de la cola. El gato ronronea, retorciéndose entre sus brazos.

— Es muy bonita — digo mirando embobada al animal. 

A mi parecer, es un gato demasiado grande, o al menos es más de lo que yo estoy acostumbrada a ver. Su pelaje es casi en su totalidad blanco y esponjoso. Mientras que por otro lado, un color gris claro adorna su cara, cubriendo también parte de sus orejas, ojos, bigotes y cola. Me resulta curiosa la división de colores en su melena, principalmente porque eso hace que sus grandes ojos azules destaquen por encima de todo. 

— Gracias, pero no la alabes tanto. Tiende a ser muy presumida después — dice la rubia mientras juguetea con las patas blandas del felino. Su expresión me causa gracia ¿cómo podría un gato ser presumido? 

— ¿Qué raza es? — no puedo evitar curiosear, pues nunca antes había visto uno de este tipo.

— Es un gato de Angora. 

— Ya veo, es muy linda — sonrío para mis adentros — Así que esta es Misha. 

— Si, Misha es mi fiel amiga. Ha estado conmigo prácticamente desde que nací — Dagna acaricia nuevamente su esponjado pelaje y los ronroneos continúan. 

— Me gustan los gatos — suelto de repente, pensando en voz alta.

— ¿En verdad? — la chica playboy me mira alegre, por lo que no tengo más remedio que continuar con la plática. 

— Si, me parecen animales increíbles — miro al felino en sus piernas, quien entornando su mirada azul me analiza detenidamente — Me gustan porque son animales independientes, curiosos, dormilones y tiene una destreza física insuperable — sonrío mirando al ejemplar — Eso sin mencionar lo inteligentes que son — noto como el gato se levanta de las piernas de la chica playboy y repentinamente se acerca a mí. Miro a Dagna de reojo y parece divertirse con la situación.

— Quiere conocerte — anuncia. Misha me huele, pero al intentar acariciarla esquiva mi mano haciéndose a un lado mientras continua oliendo mi palma a una distancia prudente. Vuelvo a mirar a la rubia, quien riendo me dice:

— Te lo dije. Es algo especial.

El gato continúa examinándome con el olfato y después me mira. Tiene grandes y bien redondos ojos azules, un poco más claros que los míos. Su nariz esta húmeda y rosada, mientras que sus largos bigotes blancos me hacen cosquillas mientras me huele. 

— Eres muy bonita Misha — le digo y sus orejas se mueven en mi dirección, captando el sonido de mi voz. Vuelve a mirarme y dando un maullido, me anima a intentar acariciarla por segunda ocasión. 

Para mi sorpresa o debería decir, para sorpresa de ambas, esta vez agacha las orejas sumisamente, dejando que la toque. La acaricio tal y como Dagna hizo hace unos instantes, desde la cabeza hasta la cola y como respuesta, el gato se retuerce, dejándose caer confiadamente en mi regazo. 

— Le agradas — la chica playboy mira sorprendida pero feliz a su mascota.

— Al principio parecía lo contrario.

Dagna está por decir algo cuando el sonido del timbre interrumpe nuestra charla. La rubia hace a un lado la manta, se coloca las sandalias y camina lentamente rumbo al lugar de donde proviene el escandaloso sonido. Misha levanta la cabeza y ambas nos quedamos viendo a la chica playboy abrir la puerta.

— Señorita Meardi. Buenas noches…quiero decir, buenos días — escucho decir. No puedo ver a la persona que está en la puerta, solo sé por su voz que se trata de un hombre, de entre unos 20 o 25 años tal vez.

— Buenas noches — responde Dagna con suma seriedad — Has traído también las bebidas ¿no?

— Por supuesto. Permítame — escucho los pasos del hombre alejarse y volver rápidamente hasta la puerta — Aquí tiene.

— Gracias — la rubia se hace a un lado para colocar la comida sobre una mesita junto a la entrada, para así poder recibir las bebidas y por fin lo veo. 

Efectivamente se trata de un hombre joven. Va bien vestido y parece ser alguien demasiado formal. Nuestras miradas se cruzan y él me saluda inclinando la cabeza y haciendo un gesto de mano mientras sonríe. Correspondo de igual manera, extrañada por tan gentil reverencia. Dagna nota que el hombre me está observando, así que decide hablar:

— Abel, te presento a Selene — él vuelve a inclinar la cabeza y yo correspondo de inmediato — Selene, éste es Abel.

— Un gusto — digo hablando bajo. 

— ¿Así que ella es la famosa Selene? — aunque el chico susurra a oídos de la rubia, parece que su intención es la de que yo lo escuche. Lo miro con seriedad ¿a qué se refiere con eso?

— Buenas noches, Abel — Dagna le dedica una mirada asesina y sin soltar las bebidas, retrocede estirando la pierna y cerrando la puerta de un empujón con la misma.

La chica playboy se acerca nuevamente a la sala, coloca las bebidas sobre la mesa redonda que esta frente a nosotras y se encamina por la comida. Misha vuelve a levantar la cabeza y revolviéndose en mi regazo da un largo salto para alcanzar a su dueña. Dagna vuelve hasta mí con el gato entre las piernas, quien retrasa sus pasos ronroneando y frotándose contra ella.

— Sólo vienes porque sabes que tengo comida — le dice con un fingido gesto de molestia, pero Misha parece ignorarla y continúa insistiendo por un bocadillo — Aquí tienes — Dagna me hace entrega de una pequeña caja de sushi y sobre ella, van los palillos de madera.

— Gracias — destapo el rectángulo de cartón y separo los cubiertos. Mi estómago agradece desde lo más profundo cuando me hecho rápidamente el primer rollo de sushi a la boca — ¡Dios! Está muy bueno — grito satisfecha. 

— ¿Quieres algún aderezo o salsa? — pregunta la rubia antes de comer su segundo rollo. 

— ¿Cuáles tenemos?

— Soya, chipotle y anguila.

— Salsa de anguila — me encanta el sabor dulce que le da al arroz — Y chipotle, por favor — agrego entre bocados, recordando que lo picoso también me gusta mucho. Dagna asiente con la cabeza, pasándome los recipientes con lo pedido.

— ¡Ah! — su voz me sobresalta — De beber pedí té helado para las dos, espero te guste.

— Es mí preferido. Gracias — digo aceptando el vaso transparente de plástico con el líquido. 

— Lo supuse — sonríe.

Debido a la hora no hay mucho que ver en la televisión, por lo que la chica playboy ha escogido una película llamada “Línea de emergencia” en donde la protagonista es interpretada por la famosa actriz Halle Berry. La historia trata sobre una chica que es secuestrada luego de una reunión con sus amigas en el centro comercial pero, afortunadamente logra llamar al 911 y una de las operadoras de la línea de emergencia trata de ayudarla. Aunque uno de mis pasatiempos favoritos es el cine, no había tenido oportunidad de ver esta película. Es muy buena.

Misha ronronea y se frota una y otra vez contra nuestras piernas suplicando comida, pero no caemos en sus encantos, por lo que termina rindiéndose y sentándose lejos de nosotras en otro sillón, mirándonos con indiferencia. 

Finalmente la película termina y Dagna apaga el televisor. Adormiladas, ambas caminamos devuelta a la habitación. Nos cepillamos los dientes, yo con un cepillo de repuesto de la chica playboy, que es nuevo por cierto, y ella con el que usa a diario. 

Los pájaros comienzan a cantar cuando nos metemos a la cama y el cielo está tomando un tono entre azul y grisáceo, prueba de que no falta mucho para el amanecer. Me estoy quedando dormida muy rápido y todo se debe al cansancio o a que el colchón es sumamente cómodo. Mi mente comienza a reproducir en cámara lenta una serie de recuerdos antiguos sobre una rubia de ojos miel y siento que algo cálido está rozando mi piel ¿qué es? Trato de abrir los ojos pero me cuesta hacerlo, tengo demasiado sueño. Su sonrisa se repite una y otra vez como disco rayado en mis pensamientos y es entonces que caigo en la cuenta de que estoy con ella y además ¡dormiremos en la misma cama!Inmediatamente el cansancio desaparece. 

Entreabro los ojos y veo que Dagna me está cubriendo cuidadosamente el cuerpo con las sábanas, la calidez proviene de sus manos. La veo rodear la cama y entrar, para después acomodarse a mi lado. Finjo estar dormida pero me mantengo alerta, mirándola de reojo por varios minutos. No puedo simplemente caer inconsciente a lado de esta chica que no pierde oportunidad alguna para acercarse a mí. Sin embargo, ella está con los ojos cerrados, respirando lentamente y al parecer dormida. Creo que está tan cansada como yo. Es un poco extraño que no haya intentado nada desde la ducha y tampoco ahorita, en la cama ¿quiere ganarse mi confianza? O sencillamente ¿perdió el interés en mí? Me sorprendo a mí misma suplicando mentalmente que la razón de ello sea la primera opción ¿no quiero que pierda el interés en mí? Agobiada, suelto un suspiro y me muevo despacio sobre el colchón para no despertarla. Me acomodo, recostándome de lado y dándole la espalda a la chica playboy. 

Una extraña sensación me invade mientras pienso esto último. Tal vez ya no le gusto. Seguramente al ver que no correspondo como ella desea, ni siquiera un poco, perdió completamente el interés. Si, seguramente es eso. Debe serlo. No sé porque me preocupo por esto, debería sentirme contrariamente aliviada ¿no? Ya no tendría que alarmarme por sus repentinas acciones. Vuelvo a suspirar y cierro los ojos, tratando de calmar mis inquietos pensamientos. En ese preciso momento, siento sus brazos sobre mi cintura, atrayéndome hacia su cuerpo y envolviéndome en un sofocante abrazo. Su cálida respiración está sobre mi hombro y cuello. Su aliento a menta debido a la pasta de dientes, invade mi olfato. Me quedo inmóvil, sintiendo como su contacto se debilita cada minuto que pasa, pero no me suelta ¿está dormida?

— ¿Dagna? — la llamo bajamente, pero no obtengo respuesta — Dagna — ella ni siquiera se mueve. 

Me deslizo suavemente sobre el colchón. Despacio y poco a poco consigo alejarme de ella. Está demasiado caliente y yo no puedo dormir así. Mi esfuerzo dura poco, ya que la chica se retuerce y sus brazos recobran fuerzas, atrapándome por segunda ocasión y pegándome una vez más a su cuerpo. Sus pechos rozan mi espalda y mi cadera encaja perfectamente con la de ella. Siento las pausadas brisas de sus exhalaciones tan cerca de mi oreja, que la calidez me hace ruborizar.

— Dagna — vuelvo a llamarla.

— No te haré nada — habla por fin y yo me quedo inerte — Al menos no por esta noche — susurra cerca de mi oído y sus seductoras palabras me hacen vibrar — Duerme, en unas horas tienes que ir a la universidad. 

Suspiro hondamente cuando soy consciente de que tendré que dormir atada a su cuerpo. Cierro los ojos y como si sus palabras hubiesen sido un hechizo mágico, me pierdo en un profundo y tranquilo sueño.

Despierto. Abro los ojos y los rayos del sol me hacen parpadear un par de veces hasta que por fin, se  acostumbran a la brillante luz de la mañana. Dagna está aferrada a mí, con el rostro hundido en mi cuello. Tiene un brazo por encima de mis pechos y el otro debajo de mi espalda, uniendo ambas palmas al otro lado de mi cuerpo, abrazándome. Siento una de sus piernas a la altura de mi vientre y la otra está enredada entre las sábanas. La cantidad de calor que desprende es impresionante ¿estará enferma? Me preocupo solo de pensarlo. 

Toco su frente y por primera vez, noto lo suave que es su piel. Agito la cabeza, evitando distraerme del objetivo. En efecto, está bastante caliente, ardiendo diría yo. Sin embargo su rostro no refleja dolor, su respiración es regular y no tiene ni una gota de sudor ¿será normal en ella? Decido no alarmarme y me quedo quieta, mirando a través de la inmensa ventana del cuarto. El sol brilla tan fuerte, pareciera que son las tres de la tarde. Es allí cuando recuerdo ¡MIERDA, LA ESCUELA! 

Me muevo rápida y cuidadosamente para zafarme de la atadura humana que es la chica playboy. Necesito ver la hora ¿dónde está mi móvil? Justo cuando estoy por incorporarme para alcanzar la correa de mi bolso, los brazos de la rubia me detienen, atrapándome y atrayendo mi cuerpo nuevamente al de ella.

— ¿A dónde vas? — su voz suena adormilada.

— Por mi bolso. Necesito ver la hora. 

— ¿Para qué? — su pregunta me deja sorprendida, pues anoche ella misma hablo sobre mis clases en la universidad. 

— La escuela, debo irme o llegaré tarde — respondo impaciente por liberarme de sus brazos.

— Relájate — me dice haciendo más fuerte su abrazo para evitar que me vaya — Aunque te fueras en helicóptero no llegarías a tiempo. Ya son o pasan de las cuatro de la tarde.

— ¡¿Qué?! — grito escandalosamente mientras me levanto del colchón — ¿Y tú cómo lo sabes? ¿Despertaste primero?

— Relaja…

— ¡No me puedo relajar! — hablo con desesperación — Tengo exámenes la próxima semana y una beca académica que mantener ¿por qué no me despertaste? — Dagna me observa seria y yo siento que me he propasado un poco en el tono de voz. 

Sin decir nada, se recarga sobre ambas palmas para incorporarse y descansar la espalda sobre la cabecera de la cama, mientras me mira fijamente. Me desespera que esté tan tranquila. Tomo mi bolso y saco el celular de su interior. Ignorando las miles de llamadas de Alexander, veo la hora en el tablero principal y noto que tiene razón, es demasiado tarde. Ya no tiene ningún caso que vaya, las clases están por finalizar. Me vuelvo a verla molesta. 

— ¿Por qué no me despertaste? ¿Por qué ni siquiera lo intentaste? — le reprocho.

— Lo intenté — responde severa y sin despegar su mirada miel de la mía — Y vaya que lo intenté más de una vez — estira el cuerpo de un lado a otro — El problema es que eres demasiado perezosa — una sonrisa sincera se dibuja en su rostro.

— ¿Qué?

— Me refiero a que en verdad intenté despertarte — ella hace una breve pausa, mientras una mueca de decepción se dibuja en su rostro cuando retoma la palabra — De haber sabido que no querrías levantarte hasta tarde, entonces habríamos jugado un poco más anoche — sus traviesas palabras y esa mirada divertida provocan que mi rostro se caliente. 

— ¡Dagna! No estoy jugando — trato de mantenerme seria — Tengo cosas pendientes en la universidad, sin mencionar que perderé los apuntes de hoy.

Es evidente que ya no puedo culparla. Es mi responsabilidad asistir a clases, no la de ella. Sin embargo, ha intentado despertarme. La miro y mi preocupación aumenta. Últimamente he estado muy desenfocada de los estudios, desde que conocí a Dagna para ser exacta. Aunque solo ha sido poco tiempo, no he podido recuperarme y dormir bien, razón por la que durante el día no rindo lo suficiente ¿qué haré ahora? Mis exámenes comienzan la siguiente semana. Hay temas que aun no comprendo del todo y si sumamos las clases que he perdido hoy, terminaré por reprobar los parciales y como consecuencia, perderé también la beca. Mis padres me van a matar.

— Relájate — salen una vez más esas palabras de su boca — Si lo que te preocupa son los apuntes de hoy y las tareas, ya los he pedido por ti — la miro con sorpresa.

— ¿Cómo que los has pedido por mí? — ella sonríe como normalmente suele hacer y habla. 

— En unas horas tendrás los apuntes de hoy. No tienes nada de qué preocuparte — perpleja, me siento en el borde del colchón para seguir escuchándola — Si necesitas asesoría en alguna materia o en un tema en específico, no dudes en pedir mi ayuda ¿de acuerdo? — ella se acerca con firmeza a la orilla de la cama y se acomoda a mi lado — ¿De acuerdo? — repite una vez más, dejando claro que la oferta no se trata de una broma. 

— ¿Cómo hiciste todo eso?

— Es lo de menos, solo quiero que te relajes. Te estresas demasiado para ser tan joven — coloca una mano sobre mi hombro tratando de calmarme. La miro directamente al rostro y sus grandes ojos me transmiten paz, es como si hablaran y me dijeran que todo estará bien. Asiento con la cabeza y ella sonríe.

— Gracias Dagna. 

— No tienes nada que agradecer, después de todo es culpa mía que hayas faltado a la escuela estos últimos días — estoy por contradecir sus palabras, pero el sonido de su teléfono me deja muda. Ella se levanta con agilidad, toma el teléfono y atiende.

— Meardi. Diga — su mirada distraída sigue a los pájaros que vuelan alarmados cuando ella se acerca a la enorme ventana de la habitación — De acuerdo. Si, a las siente en punto — parece ser, que más tarde tendrá visitas o tal vez una cita, la posibilidad me hace sentir inquieta — Aquí nos vemos. Adiós — y cuelga. Ella me mira y justo cuando esta por hablar, su teléfono vuelve a sonar. Dagna hace una mueca de disgusto y atiende — Meardi. Diga.

¿Quién rayos es esta mujer? Cuando la conocí, creí que no era más que una chica bonita, nada fuera de lo normal, pero ahora que convivo con ella y que la conozco un poco mejor, tengo una idea completamente diferente. Nunca deja de ser amable, tiene buenos modales y una forma de hablar que la diferencía del resto de las personas. Posee también una belleza inigualable y es hija de una familia rica, pero sobre todas esas cosas, Dagna parecer ser una persona ocupada e importante, alguien extremadamente poderosa.

— ¿Quieres desayunar? — un bostezo se cuela al final de su pregunta. Ha terminado de hablar y parece estar cansada — O mejor dicho ¿quieres comer?

— Sólo si me acompañas — me mira sorprendida, pero de inmediato deja escapar una larga sonrisa.

— Será un honor.

Termino llena, por no decir que estoy a punto de reventar. La comida ha estado deliciosa, ya que la señora que la preparó es una excelente cocinera. Se trata de una mujer mayor, de aproximadamente unos cincuenta o sesenta años, muy callada pero con una sonrisa amable. Justo ahora, no recuerdo cual es su nombre. 

Me encuentro volviendo a la habitación de Dagna para tomar una ducha rápida y no sé en qué momento la casa se ha llenado de infinitos sirvientes. Esta mañana me he topado al menos con cinco de ellos. Pienso en la posibilidad de que, tal vez han estado aquí desde la noche anterior y yo no me había percatado de ello. La chica playboy se ha quedado abajo, atendiendo un par de llamadas telefónicas y dándole de comer a Misha. 

Al entrar a la habitación, lo primero que hago es tomar mi bolso. Saco el celular y noto que tengo bastantes llamadas perdidas, casi todas son de Alexander. Hay dos de mi madre y otras tres de Karina, mi mejor amiga. Debido a que anoche olvide quitar la opción de “vibrador” del teléfono, no he podido responder ninguna de ellas.

La primera llamada que devuelvo es la de mi madre. Debo admitir, que estoy un tanto nerviosa de hablarle pues temo que me pregunte sobre mi día en la escuela, pero para mi suerte, no lo hace. Al parecer considera mucho más importante interrogarme acerca de Dagna y su hogar. Logro evitar el asalto de preguntas cuando le digo que le contaré los detalles cuando vuelva a casa.

La segunda llamada va dirigida a mi mejor amiga. Karina me había estado llamando y mensajeando toda la mañana, por lo que creí que algo urgente debió suceder en la universidad. Sin embargo, su preocupación era únicamente por mi ausencia, después de todo, es la primera vez que falto a clases. Sé que puede sonar muy “nerd” pero no me gusta ser incumplida con la escuela, incluso cuando estoy enferma asisto. No pudimos hablar mucho ya que ella sigue en horario de clases, pero mañana nos veremos y podremos charlar acerca de todo lo sucedido. Creo que no es necesario mencionarlo pero, definitivamente no planeo devolverle ninguna llamada a Alexander. 

Vuelvo a meter el celular al bolso y me encamino a la ducha. Esta vez coloco el seguro desde un principio y opto por usar la regadera en lugar de la bañera. Me he aseado hace algunas horas atrás, por lo que no considero necesario tomar un baño tan elaborado. 

El agua fría cae sobre mi cuerpo, relajándome al instante y haciéndome reflexionar sobre todo lo que ha pasado durante estos días. Alexander como mi novio, Dagna, las fiestas, su reciente declaración y el hecho de estar  aquí, en casa de una desconocida. No logro asimilar cual es la razón por la que no puedo separarme de esta mujer y por la que al parecer, ella tampoco puede hacerlo. Me inquieta el hecho de sentirme tan cómoda y tranquila cuando estoy a su lado. Es como si una sensación de paz y protección me nublase el juicio cuando Dagna está cerca ¿cuál es la razón? Tampoco lo sé. 

Un golpeteo en la puerta me hace abrir los ojos.

— ¿Selene? — es su voz.

— ¿Si?

— Te dejé ropa limpia en la cama. Estaré abajo.

— De acuerdo. Muchas gracias — respondo en voz alta puesto que el ruido de la regadera opaca mi voz. 

Escucho que la segunda puerta de la habitación se cierra y mi cuerpo pierde tensión al instante. Tomé la decisión correcta al colocar el seguro, ya que de lo contrario Dagna estaría aquí adentro, conmigo.

Salgo del baño luego de utilizar los productos del mueble de anoche. Me mantengo envuelta en la toalla, mientras miro alrededor de la habitación. La puerta está cerrada y todo parece en orden. Mis ojos se topan con una bolsa de compras color negra que está sobre la cama de la chica playboy. Noto que lleva atado un moño rosado ¿es un regalo? Molesta por tan innecesario detalle, camino hasta la bolsa y tomándola de las tiras de plástico, regreso al baño. Luego de asegurar el cerrojo de la puerta por segunda ocasión, saco las prendas. 

Se trata de unos pantalones de mezclilla sencillos y color azul marino. Hay también una blusa blanca sin mangas con encaje adornando la parte trasera de la espalda. En cuanto al calzado, ella eligió un par de plataformas bajas con incrustaciones de piedras brillosas en la parte delantera. Todo es nuevo y al parecer, bastante caro. Noto que dentro de la bolsa sigue habiendo prendas ¿también ha comprado ropa interior? Las saco y me doy cuenta de que es un conjunto muy similar al de anoche, pero esta vez en color beige.

Me siento realmente avergonzada por causarle tantas molestias pero, justo en ese momento recuerdo mi atuendo de anoche, definitivamente no puedo andar de día con algo como eso, tal vez Dagna pensó lo mismo y por eso se tomó la molestia de comprar algo para mí. A regañadientes comienzo a vestirme y una vez más quedo sorprendida, cuando todo me queda a la perfección ¿cómo sabe mis medidas? La ropa parece haber sido hecha especialmente para mí. Pensativa, pero sin darle mucha importancia al asunto, continúo vistiéndome. 

Antes de salir, busco mi ropa del día anterior pero no logro encontrarla ¿la habrá tirado a la basura? No lo creo. Busco minuciosamente una vez más por todo el baño y cuando corroboro que no está, salgo de la habitación. Le preguntaré a Dagna. 

Cuando bajo las escaleras, Misha corre hasta mis piernas, paseándose con elegancia entre ellas y pidiendo atención. Escucho la voz de Dagna provenir del pasillo que conduce a la sala con la pantalla de plasma, donde cenamos anoche. Tomo al felino en brazos y comienzo a caminar, siguiendo el sonido de esa ronca pero femenina voz, que ya me es tan familiar.

La chica playboy está parada frente al librero central de la habitación, hablando distraídamente por teléfono. La veo acomodar los libros del mueble por tamaños, mientras en ocasiones se detiene para agitar los brazos con fastidio. Está bañada, cambiada y perfumada. Seguramente ha optado por asearse en otra de las múltiples habitaciones cuando notó que esta vez no la dejaría entrar para hacerme compañía. 

Misha maúlla y la rubia gira la cabeza en dirección al sonido, topándose con nosotras. Me mira seriamente de arriba abajo y continúa hablando por teléfono mientras se pasea de un lado a otro, analizándome de pies a cabeza. Luego de dar varias vueltas, se detiene nuevamente frente a mí y casi de inmediato sonríe, levantando el pulgar, como muestra de aprobación a lo que ve.

— Estoy de acuerdo. Si — suele ser muy formal cuando habla con otros — Entiendo. Claro que sí. Hasta luego — y una vez más, finaliza la llamada. 

Exhala hondamente y percibo angustia en su rostro, pero prefiero no preguntar. Guarda el teléfono en la bolsa trasera de su pantalón y se acerca a mí, acariciando la cabeza de Misha, quien inmediatamente salta a sus brazos sin pensarlo dos veces

— Que astuta fuiste en ponerle seguro a la puerta esta vez — dice sonriendo divertida.

— Me pasa una, pero no dos veces — le sigo el juego y por un momento parece que todo su estrés se ausenta. 

Ella me mira y su semblante es totalmente diferente al de hace unos momentos. Sonríe sin decir nada, agachándose y dejando a Misha sobre uno de los sofás.

— No puedo encontrar mi ropa de ayer — suelto, tratando de mantener la conversación.

— No te preocupes. Seguramente ya estará limpia y secándose, te la entregarán más tarde — asiento sin saber que responder y una sonrisa tímida escapa de mi boca, dibujándose en mis labios y agradeciendo por todo — Incluso lo sencillo se vuelve deslumbrante si eres tú quien lo usa — Me siento irremediablemente sonrojada por tal cumplido.

— Fue un gasto innecesario.

— Sin embargo, yo creo que fue una buena inversión — sonríe — Te ves preciosa. 

— Muchas gracias — logro decir sin tartamudear — Te devolveré todo luego de lavarlo.

— No lo hagas. Lo compré para ti. Consérvalo. 

— Eres demasiado considerada.

Ella me dedica una dulce sonrisa y vuelve a reinar el silencio, solo el ruido del exterior ocupa el espacio. 

— ¿Quieres que te lleve a casa? — habla pausada, como si estuviese poco convencida de lo que pregunta.

La palabra “NO” cruza por mi mente, pero mi lado racional me hace recordar que llevo bastantes horas fuera de casa y que tengo pendientes escolares que resolver. Además, Dagna tiene asuntos importantes que atender esta noche y yo no quiero ser un estorbo para ella. Suspiro decepcionada por tener que aceptar tal proposición. 

— Por favor — digo y ella entiende que el momento de marcharme ha llegado.

— De acuerdo. Vámonos. 

Salimos por la puerta principal y nos encaminamos al lugar donde estacionamos el coche ayer, o mejor dicho, hoy en la madrugada. Esta vez, Dagna elige otro vehículo de los muchos que tiene estacionados en el garaje. Se trata de una camioneta alta y de color blanca. Lleva los cristales polarizados y unos rines demasiado brillantes. 

Un hombre desconocido me abre la puerta del copiloto cuando rodeo el vehículo y yo subo, sonriéndole como agradecimiento, él permanece serio y de inmediato desaparece. Huele a nuevo y  la piel del asiento delantero es demasiado fresca. Miro hacia atrás y veo que se trata de una camioneta bastante grande y amplia. 

“Estaría buena para un viaje familiar”

Las palabras de mi madre rondan mi cabeza y de inmediato pongo los ojos en blanco. Odio lo superficial que puede ser a veces. 

La rubia sube del otro lado y enciende el motor, haciéndolo rugir ferozmente. El portón de la residencia se abre de par en par y arrancamos. Mientras recorremos el largo jardín de la mansión, noto que un lujoso auto color rojo entra por las puertas. Va en dirección contraria a nosotros. Dagna se detiene y logro apreciar que el auto disminuye su velocidad conforme se acerca. 

La rubia presiona el botón para bajar su ventanilla y una brisa refrescante inunda la cabina de la camioneta, dejando escuchar el canto de los pájaros y el ruido de los árboles que chocan sus hojas unos contra otros debido al fuerte viento. Escucho la ventanilla del vehículo desconocido descender, pero la camioneta es tan alta que no logro visualizar a quien lo conduce.

— Vaya ¿te vas? — es una voz femenina.

— ¿Necesitabas algo? — responde con indiferencia Dagna, quien tiene que inclinar la cabeza para ver a la mujer en el auto.

— Nada en particular, solo quería verte.

— Ah — la rubia parece completamente desinteresada en la plática.

— ¿Tienes compañía? 

— Si — se limita a responder.

— ¿Con quién estas?

—- Con Selene.

Al decir mi nombre, un sonido proveniente del otro coche suena escandalosamente, indicando que la puerta del conductor se ha abierto. Dagna suspira y repentinamente, una joven de cabellos rojizos y pequeños ojos cafés, aparece en la ventanilla de mi compañera. Vaya, es demasiado alta para andar en un auto tan pequeño ¿Cómo hace para entrar en él?

— Es un gusto conocerte Selene — saluda haciendo una reverencia que me recuerda inmediatamente al chico de anoche, Abel — Bonito nombre para una bonita chica — yo la miro perpleja, luego me enfoco en Dagna, quien recargada sobre el respaldo del asiento me mira también.

— Gracias, el gusto es mío — respondo con timidez sin saber qué otra cosa decir.

— Vaya, vaya. Así que esta es la famosa Selene — ella me mira fascinada y yo me incomodo al instante con sus palabras.

La pelirroja habla alto y mirando a la chica playboy, quien una vez más parece ponerse tensa y seria con la situación, justo como pasó la noche anterior. No entiendo qué pasa ¿qué rayos significa eso de la famosa Selene?

— Valentina, llevamos prisa y mas tarde tengo una reunión — dice la rubia intentando evitar una vez más el tema — Nos veremos en otra ocasión.

— Ya entendí Meardi. Ya entendí — la pelirroja se aparta inmediatamente de la ventanilla, alejándose de la camioneta y recargándose sobre su pequeño pero lujoso automóvil.

— Y la próxima vez que vengas, avisa con anticipación. Para eso existen los celulares ¿recuerdas? — Dagna habla cortante, utilizando un volumen alto y áspero que deja claro, lo molesta que esta con la nueva conocida ¿por qué? Hace unos segundos estaba bien ¿es por lo que ha dicho de mí?

— Lo haré, lo haré. No te enojes conmigo — sonríe — Como dije antes, solo quería verte — la extraña levanta los brazos con inocencia — Me voy. Volveré más tarde, cuando no estés demasiado ocupada — ella se despide clavando sus diminutos ojos en la rubia, quien le responde con un gesto de cabeza, sin siquiera voltear a verla. Después, Valentina centra sus pupilas en mí y sonríe, pero esta vez no siento que su gesto sea sincero — Hasta pronto, señorita.

Y sin darme tiempo siquiera de decir adiós, la mujer sube al auto, hecha de reversa y desaparece a toda velocidad frente a nosotras ¿qué ha sido todo eso? Dagna permanece en silencio y la tensión de su cuerpo continua siendo visible ¿qué es lo que le incomoda tanto? Lo pienso un par de segundos y considero que esta vez es necesario preguntar. 

— ¿A qué se refieren cuando me llaman: la famosa Selene? — ella tarda en responder. Pone nuevamente el motor en marcha y sube la ventanilla — ¿Dagna? — insisto.

— No prestes atención a lo que dicen, son unos tontos.

Su tono es claro, no quiere hablar del tema. Suele evadir las conversaciones incomodas de esta manera y aunque tengo poco tiempo de conocerla, ésta sin duda es una de las principales características de su persona. Está bien, sé que algo esconde y ellos lo saben. Ya encontraré la manera de averiguarlo. 

Llegamos a mi casa para el atardecer. El sol aún ilumina con rayos anaranjados el cielo y los pájaros revolotean entre los árboles, escandalizados, buscando el lugar adecuado para descansar durante la noche. Dagna me acompaña hasta la puerta y tras tocar un par de veces, mi madre atiende.

— Mamá — la saludo una vez que nos recibe.

— Buenas noches, señora — Dagna le ofrece una mano y mi madre estrecha la suya con evidente emoción. 

— Selene, Dagna, pensé que no volverían nunca — dice hablando por primera vez y sé que está molesta pero lo oculta bien bajo esa tiesa sonrisa. Supongo que era de esperarse, después de todo me he propasado con el tiempo fuera de casa — Pónganse cómodas, adelante — caminamos hasta la sala y tomamos asiento, mi madre en el sillón individual y Dagna junto a mí. 

— Selene es demasiado dedicada a la escuela — habla la rubia retomando la plática — Ha pasado la tarde entera haciendo tareas y pendientes escolares — la miro perpleja ¡pero si ni siquiera he sido capaz de levantarme! ¿qué está diciendo? — Me ofrecí para ayudarle en algunos temas que no entendía y terminamos aplazando la hora de comida — escucho con atención la infinidad de mentiras que dice y reitero, es realmente asombrosa la capacidad que tiene para permanecer seria, yo habría estallado a carcajadas. No soy buena mintiendo — Le ofrezco mis mas sinceras disculpas. No era mi intención que Selene regresara tan tarde a casa — el semblante de mi madre cambia por completo.

— ¡Oh! Ya veo. Entonces no hay problema — dice con alivio — Agradezco que te tomes la molestia de ayudar a mi hija con los estudios — una risita nerviosa sale de su boca — Es algo torpe cuando de números se trata, pero para la teoría es bastante buena. 

— ¿Enserio? A mi pareces es demasiado lista — Dagna sonríe y mi madre parece embobada con ella ¿así me veré yo también? 

— De cualquier manera, muchas gracias — repite mi madre.

— Al contrario, es un placer poder serles de ayuda — tras esas palabras, se levanta del sillón — Bueno, me he robado a su hija bastante tiempo. Creo que es momento de que me vaya. 

— ¿No gustas quedarte a cenar? — la pregunta de mi madre hace que Dagna me mire directamente a los ojos ¿está buscando mi aprobación? Me quedo quieta, manteniendo únicamente nuestro contacto visual.

— Agradezco la invitación pero tengo asuntos pendientes que atender — ella rompe nuestro encuentro y toma las llaves de su camioneta que están sobre la mesita del centro — Con gusto las acompañaré cualquier otro día.

— Ojalá que así sea — murmura mi madre con una mueca de decepción.  

Sin insistir más, ambas acompañamos a la rubia hasta la puerta principal, en donde se despide educadamente y dando media vuelta, camina hasta el lujoso transporte.  

— ¡Hasta luego! — grita antes de subir a la camioneta y desaparecer.

— Que vehículo tan grande, estaría bueno para un viaje familiar ¿no crees? — sonrío irónica al escuchar las palabras de mi madre. Es tan predecible. 

La puerta se cierra detrás mío y acto seguido, sé que un infinito interrogatorio viene a continuación, pero estoy más que preparada para ello y cabe mencionar, que yo también tengo preguntas que hacer. 

— Esa ropa ¿te la ha prestado ella? — la mirada oscura de mi madre examina todo lentamente de arriba abajo — Si es así, quítatela para lavarla de una vez, tienes que devolvérsela pronto.

— Es mía, ella la compró para mí — aclaro sintiéndome incómoda al decirlo. Mi madre me mira con la boca abierta pero rápidamente recupera la compostura. 

— ¿La compro para ti? Pero esta ropa es de marca y de una muy buena. Seguramente es de diseñador — las manos de Anabel tocan con cautela las prendas y el calzado — ¿Te lo regalo? 

— Si, dijo que podía conservar todo. 

— Que amable de su parte — sus ojos observan con detenimiento cada detalle en mi vestimenta — Y ¿qué tal la fiesta? ¿Dónde fue? ¿Y su casa? ¿Conociste a sus padres? — pongo los ojos en blanco. Odio que mi madre sea así pero ¿por qué tiene tanto interés en esta chica? Debe haber una buena razón. Justo ahora recuerdo que he olvidado preguntarle a Dagna sobre ello — ¡Vamos Selene, cuéntamelo todo!

— La fiesta estuvo bien. Había bastantes personas, todas mujeres. Era una celebración exclusiva para chicas — comienzo a contar y ella me escucha con atención — Fue en un edificio cerca del centro de la ciudad. Había seguridad en todas partes y el consumo de la fiesta fue totalmente gratis — mi madre asiente con la cabeza a cada palabra que digo — No hubo peleas o problemas durante la noche, la pasamos muy bien juntas. 

— Y ¿qué más? ¿Qué hay de su casa? ¿Su familia? 

— En cuanto a eso, ella vive en una mansión muy lejos de aquí — Anabel abre una vez más la boca con asombro.

— ¿En una mansión? 

— Si, ya te imaginarás, lujos, lujos y más lujos. Realmente quedé impactada cuando llegamos — mientras escucha su mirada parece divagar, imaginando cada una de mis narraciones — Y en cuanto a su familia, vive sola.

— ¿Sola en un lugar tan grande como ese? ¿Y sus padres?

— No lo sé. Olvidé preguntárselo, pero… — en ese preciso momento recuerdo a Misha — Tiene una gata de Angora preciosa y millones de sirvientes — mi madre sonríe y suspira antes de comenzar a hablar. 

— Era de esperarse. Ella es rica, millonaria quizás y nosotros estamos muy por debajo de su nivel — Anabel me lanza esa mirada severa y se lo que está por decir — Es una suerte que la tengas como amiga — sus comentarios tan materialista de siempre. Se queja a diario de lo que no tenemos, en vez de apreciar lo que hay. Suspiro y aprovecho el momento para ahora ser yo quien la interrogue.  

— Y a todo esto madre, ¿por qué tienes tanto interés en ella? — casi me abofetea con la mirada, como si la respuesta a mi pregunta fuese más que obvia.

— ¿Cómo que por qué? Su familia es de las más importantes y ricas que hay en el país — dice hablando alto y yo me quedo paralizada — ¿Crees que te habría dejado pasar tanto tiempo con alguien común? No, es porque se trata de una Meardi — mi madre mueve la cabeza desaprobando mi actitud. Digo, más claro no podría estar el hecho de que es rica, pero ¿tan importante es su familia?

— No lo sabía.

— Puedo notarlo Selene. Tan despistada como siempre.

— ¿Sabes quiénes son sus padres?

— ¡Por supuesto que lo sé! No por algo quería que los conocieras — ella habla con energía y todo empieza a tener sentido — Su padre es el dueño de todas las líneas aéreas del país y su madre es hermana del presidente de la República Dominicana. Son gente muy poderosa…. — me quedo quieta procesando la nueva información.

¿Realmente la chica playboy es alguien tan importante o solamente se trata de una exageración por parte de mi madre? No, todo cuadra a la perfección. Su forma de hablar, sus modales, los autos, la mansión, las fiestas, todo suena lógico. 

— …es una amistad que te conviene tener bajo la manga. Nunca sabremos si algún día necesitaremos de sus influencias.

Decido hablar un rato más con mi madre ya que me ha pedido detalles de la historia y conforme platicamos, corroboro que Dagna no le ha dicho nada sobre sus sentimientos hacia mi. La actitud de Anabel por la chica playboy simplemente se debe a que tiene dinero, y eso por muy mal que suene, justifica que mi madre aceptará fácilmente todo lo que la rubia le proponga.

Luego de su eterno interrogatorio, ceno un plato de cereal con leche para después subir a mi habitación. Debo descansar, mañana tengo que ir a la universidad y esta vez, no puedo darme el lujo de quedarme dormida. Guardo las ropas nuevas en un cajón vacío del armario y de pronto, escucho sonar mi celular. Alexander me viene a la mente, ya que no he respondido ninguna de sus llamadas y mensajes desde ayer, debe ser él. Prefiero no contestar y continuo doblando las ropas y acomodando el resto de mis cajones. El tono de llamada cesa y tras él, un nuevo sonido me indica que acabo de recibir un mensaje de texto. 

Dudosa, me acerco al aparato y reviso:

 

De: Número Privado.

Para: Selene M.

Recibido a las: 9:37 p.m.

“En algunos minutos llegarán tus apuntes del día de hoy y junto a ellos, tu ropa limpia de ayer. La pasé realmente bien las últimas 14 horas.

PD: Extrañaré despertar contigo en brazos. Misha será tu reemplazo. Besos"

 

¿Es Dagna? ¿Cómo ha conseguido mi número? Miro el celular unos segundos más, para luego escribir un mensaje corto:

 

De: Selene M.

Para: Número privado.

Enviado a las 9:39 p.m.

"No recuerdo haberte dado mi número de teléfono. Gracias por todo y besos para Misha"

 

Pulso enviar y bloqueo la pantalla. Me cepillo los dientes y preparo mis cosas para el día siguiente. Un golpeteo en la puerta seguido de la voz de mi madre me indica que las cosas que Dagna envió, acaban de llegar. 

Para suerte mía, los cuadernillos van dentro de las prendas, simulando ser el cartón que se usa para mantener la ropa perfectamente doblada en cualquier tienda, por lo que mi madre no sospecha ni un poco. El sonido de un nuevo mensaje me hace acercarme presurosa al celular que está cargando la batería junto a mi mesita de noche.

 

De: Número Privado

Para: Selene M.

Recibido a las 9:57 p.m.

"Tal vez recuerdas mal preciosa. Espero no te moleste si me robo unos cuantos besos de Misha para mí. Descansa"

 

Una sonrisa estúpida se dibuja en mi cara y lo peor de todo es que ¡no encuentro una explicación! Suspiro y decido que es mejor no responder o de lo contrario estaremos mensajeándonos toda la noche. Entro a la cama y en cuestión de segundos caigo rendida.

Interrumpiendo mi sueño en la playa, la alarma suena irritante en mis oídos como cada mañana. Detengo el escandaloso sonido con la mano, presionando con fuerza el botón de "desactivar" y aún adormilada camino hasta el baño, dispuesta a prepararme para ir a la universidad. 

Bañada, cambiada y renovada por completo, bajo las escaleras y para mi sorpresa encuentro a mi madre en la cocina, tan madrugadora como siempre. Un delicioso desayuno me espera en la mesa, el cual devoro en cuestión de segundos. Luego me despido de mi madre y salgo rumbo a la escuela. 

Camino tranquilamente por las calles, mirando como el cielo se colorea con los rayos del sol cada minuto que pasa. Llego hasta el límite de la banqueta que recorro cada mañana y espero paciente a que la luz roja detenga los autos para seguir andando. Cuando el color cambia, avanzo dispuesta a continuar con mi ruta diaria pero inesperadamente, un auto se derrapa con fuerza junto a la banqueta, frenando de golpe y haciéndome retroceder del susto. Me obstruye completamente el paso y yo estoy inmóvil.   

— ¡Selene! — siento un escalofrío cuando reconozco la voz del moreno. Un portazo me indica que él ha bajado del auto — ¿Se puede saber dónde demonios has estado? ¡Ni siquiera contestas el maldito teléfono! — con pasos largos rodea el vehículo plantándose frente a mí, mientras entorna su odiosa mirada prepotente. 

— No es asunto tuyo — mi voz suena débil.

— ¡Eres mi novia, por supuesto que es asunto mío! — él da un golpe en su pecho y yo frunzo el ceño — Así que respóndeme ¿dónde y con quién carajos has estado? — su voz aturde mis oídos. Gritando y agitando las manos como suele hacer cuando está furioso, me mira esperando una respuesta. 

— No tengo tiempo para hablar de esto, llegaré tarde a la escuela — digo evitándolo y haciéndome a un lado para continuar mi camino. Él me toma del brazo, jalándome con violencia y yo siento que su contacto me quema la piel — ¡Suéltame! — grito.

— ¡Sube al auto! 

— Estoy muy bien caminando, pero gracias por la invitación — trato de sonar sarcástica.

— ¡Que subas al auto! ¡Maldita sea! — ordena gritándome y arrastrándome hasta el coche. Yo me resisto, pero es demasiado fuerte, no puedo ganarle aunque lo intente. El abre la puerta ferozmente y me hace entrar de un empujón. Luego de un portazo, rodea nuevamente el auto y entra, poniendo el motor en marcha y arrancando a toda velocidad. 

Con la música a tope y manejando como maniático, este es Alexander, el tipo de hombre que detesto, mi pesadilla y por desgracia: mi novio. Recuerdo que al principio me aterrorizaba subir a su coche, sentía que moriría, pero ahora estoy más que acostumbrada a que maneje tan irresponsablemente. Es fácil de sobrellevar a un idiota como él, solo es cuestión de hacerle creer que tiene la razón. 

Durante el camino me gritó infinidad de palabras. Habló acerca de Dagna, de mi madre y de otras cosas más, a las que sinceramente no les presté mucha atención. Aparcamos delante de la entrada principal de la universidad y aprovechando que los seguros del auto se desactivan cuando el motor se apaga, abro la puerta y bajo a toda velocidad sin siquiera despedirme. Después de todo, no tengo porque hacerlo. Alexander histérico corre detrás de mí, gritando y jalándome una vez más. 

— ¿A dónde crees que vas? ¡Todavía no hemos terminado de hablar! — él me agita con violencia y yo trato de zafarme de su agarre, pero no puedo ¡que alguien me ayude!

— Me harías un favor si le quitas tus sucias manos de encima — una ronca voz bastante familiar para mis oídos, nos hace mirar atrás.

— ¿Otra vez tú? Deja de meterte donde nadie te llama — se queja furioso el moreno.

— ¡Oh, disculpa! ¿Te molesto? recuerdo que el primero en interrumpir una conversación privada, fuiste tú — el tono burlón de Dagna provoca que el moreno me apriete con más fuerza, haciéndome jadear de dolor. Ella se percata inmediatamente de ello y vuelve a hablar — Suéltala. 

— ¡Me importa una mierda lo que digas! 

— ¡Tenemos tanto en común! — espeta la rubia mofándose y Alexander la mira con odio — Te lo voy a pedir gentilmente una vez más: suelta a Selene.

— ¿Y si no qué? Lesbiana de mierda — él se carcajea y es entonces que Dagna truena los dedos y tras el sonido, un par de hombres grandes y vestidos a la par, se colocan detrás de ella ¿tiene guardaespaldas? Nunca antes los había visto ¿de dónde salieron?

— Hazlo ahora o te haré rogar una vez más, niñito. 

Su voz me hace temblar y un escalofrío me recorre el cuerpo cuando Alexander por fin me suelta.

 

 CONTINUARA...

Notas finales:

Y asi termina este cuarto capitulo! espero les haya gustado y me dejen conocer sus opiniones :) en verdad me sacan muchas sonrisas, carcajadas y latidos con sus palabras! 

PERDONENME! tardo en actualizar pero les juro que actualizare siempre! :) hasta pronto


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