Chocolate
— Por cierto, es para ti — le lanzó un paquete extraño. Joey estaba en la salida del aula, mientras que Kaiba se preparaba guardando su querido notebook cuidadosamente en su maleta.
— ¿A qué estás jugando, perro? — mirando escéptico el paquete que recibió muy al estilo, que sólo Joey Wheeler podría tener, arrojándolo como un balón de basketball.
— A nada — se encogió de hombros —. Sólo quería que tuvieras uno. Ya que las mujeres no se atreven, debido a tu mal carácter.
Joey se retiró del salón dejando al joven empresario perplejo.
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Con algo de desconfianza abrió el paquete que le dio Wheeler. El aspecto era tan sencillo y humilde, que costaba creer, que a fin de cuentas se trataba de un obsequio según le dio a entender el perro de Joey ¿Por qué le dio un regalo? ¿Acaso olvidaba todas las veces que lo humilló en sus diferentes encuentros relacionados en el duelo de monstruos? Sin contar en varias situaciones en la escuela. Movió su cabeza en forma negativa. Procedió a abrir el paquete.
Y se encontró con una gran sorpresa.
Era un chocolate artesanal con la forma de su carta favorita, el Dragón blanco de ojos azules. Sin saber el por qué, sus ojos brillaron, casi anunciando, una lágrima traviesa salir por sus orbes azules. El Dragón blanco de ojos azules, junto con su hermano, eran sus debilidades desde pequeño.
Ya que nadie era testigo de su emoción se permitió sonreír abiertamente. De inmediato cerró el paquete ordenando al chofer por medio de un dispositivo que manejara más rápido, tenía que llegar pronto a la mansión, tenía miedo que el chocolate se derritiera en el trayecto. O tal vez eran exageraciones suyas.
Corrió, descolocando de paso algunos empleados, no estaban acostumbrados de ver a su jefe correr por la casa. Siempre con paso lento y seguro.
La cocinera se sorprendió de ver al CEO agitado abriendo el refrigerador desesperado. Inmediatamente introdujo el paquete en el frigorífico.
— Marlen, por nada del mundo abran el paquete — Le advirtió —. Y otro detalle.
— ¿Señor?
— ¿Cómo se prepara un chocolate? — su tono develaba un poco de timidez en su siempre, segura voz. La mujer, ya avanzaba en edad, medio sonrió. Desde hace bastante tiempo que su jefe no estaba tan entusiasmado desde que inauguró el parque de diversiones junto con su hermano menor, Mokuba.
— Sí, bueno, primero…
Kaiba escuchó atentamente las indicaciones de la cocinera, mientras se preparaba lavándose las manos y poniéndose un delantal de su empleada sin importar que fuera de mujer.
La anciana de sorprendió como el dueño de la mansión comenzaba a reunir los ingredientes tal como un chef profesional.
— Señor, yo puedo hacerlo. No se preocupe.
— No — cortó el empresario —. Quiero hacerlo — dijo seguro.
La mujer asintió, quedando a su lado por si Kaiba tuviera alguna duda.
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— Toma — esta vez fue Kaiba quien le lanzó a Joey un paquete desde la salida. Joey estaba guardando sus cuadernos en la mochila cuidadosamente.
— ¿Por qué? No era necesario — le sonrió tímidamente.
— Sí era necesario, Wheeler — sorprendiéndose de sus propias palabras. Primera vez que pronunciaba su apellido. Siempre apelativos caninos...
— Está bien, conste que no me gustas — titubeo al pronunciar la última palabra —. Pensé que te encantaría de regalo para San Valentín un Dragón blanco de ojos azules.
— Lo mismo digo, gracias por el regalo. Y no, no me gustas — le sonrió por primera vez el empresario a alguien que no sea su hermano —. Pensé que debía, de alguna forma, retribuir tu esfuerzo dedicado en la forma del dragón.
— OK — dijo Joey. Pero Kaiba no quedó satisfecho al percibir que esta conversación se daría por finalizada, mientras observaba que el rubio estaba dispuesto abandonar el salón.
— Y entonces ¿Por qué llegaste a la decisión de regalarme algo si siempre te he humillado? Y claramente hemos manifestado nuestro disgusto — preguntó el CEO cruzándose de brazos y enarcando una ceja, dejando entrever una media sonrisa en la comisura de sus labios.
— Buena pregunta — dijo con sonrisa triunfal el rubio —. Porque en el fondo nos gustamos, si no, jamás habrías respondido con esta señal — apuntando el regalo que le dio Kaiba. Los ojos mieles de Joey eran de total seguridad, tal como cuando ganaba los duelos del juego de cartas. El empresario palideció al sentirse de alguna forma descubierto, se arrepintió en devolverle el «regalo» a Wheeler—. Me imagino que es el Dragón negro de ojos rojos, ¿cierto?
Seto se sonrojó.
Fin.