Acostumbraba a vivir una vida solitaria desde que me mis padres me abandonaron a mi suerte, desde siempre fui un tipo de relaciones que duraban menos que un hielo bajo el sol del desierto. Cuando crecí por completo me dediqué a la tecnología. Tuve suerte al crear mi empresa y que esta saliera a flote con una facilidad inesperada para mi, mi inteligencia y obviamente mi persistencia ayudaron a sacar a flote mi empresa.
Luego de un par de años ya vivía una vida fácil, rodeado de gente falsa y vacía que gustaba alabarme con sus sonrisas socarronas y llenas de cinismo por razones obvias… tenía dinero. Siendo dueño de una corporación de artefactos tecnológicos con ganancias sustanciales y a veces exageradas, la gente juraba que siendo lame culos fijaría mi mirada en ellos para tratarles con amabilidad.
Para escapar de toda esa asquerosidad de vida que tenía que soportar me arrancaba cada cierto tiempo a algún bar de algún país de cualquier parte del mapa, el destino lo elegía disparando un dardo contra el mapa de mi oficina.
Pensé seriamente en viajar desde EUA de donde soy a México, cercano, relajarme con sus tradiciones y costumbres bastante exóticas para mi. Pero mi dardo terminó dando en Londres, sonreí abiertamente, con una sonrisa burlona, no le avisaría a nadie de mi salida, al diablo con las juntas, al diablo con mi agente que amaba vivir de mis pulmones como el peor de los canceres y el grupo de bobalicones que se encargaban de la publicidad de los productos que salían de mi cabeza.
El viaje fue de lo más aburrido pero liberador, jugaba con mi teléfono celular el jueguito de moda, ese de los pajaros que intentan recuperar sus huevos robados por cerdos verdes siendo interrumpido de cuando en vez por llamadas que ni me molestaba en contestar, mi salida no había sido para nada planeada, ni siquiera por mí mismo… eso le daba un toque más sabroso a la libertad.
Cuando por fin llegue me hospedé en una suite del hotel Marriot entrando la noche, no traía demasiado equipaje lo que implicaba que no me quedaría por mucho tiempo en Londres. Estuve un rato tirado en la cama, mirando al techo como si me importara nada lo que actualmente pasara en esta aburrida y ambiciosa ciudad. Me senté después de un rato en ella, pensativo, creo que necesitaba salir de la –a pesar del invierno –calurosa habitación. Finalmente me decidí y salí donde el viento y mi criterio asqueado de la rutina millonaria me llevaran.
Caminé por las calles de Londres con parsimonia, mirando como la noche cubría todo y el humano tercamente evitaba ser abrazado por la oscuridad con todo tipo de luces y letreros que impedían ver con tranquilidad las estrellas. Caminé varias cuadras a la redonda, no supo cuantas cuando llegó a una parte de Londres más modesta y olvidada.
Llegue a un bar iluminado por un tenue letrero con letras delgadas anunciando el nombre “The time”, entré poniendo mis manos en los bolsillos, no desteñía tanto con mi traje negro con mi bufanda verde, a pesar de ser un lugar tan alejado habían más tipos vestidos con traje y corbata al igual que yo. El local estaba con mucha gente en su interior, había música en vivo, una banda tributo a algún rockero. Me senté en una mesa frente a la barra, un mesero me pidió la orden y solamente pedí una cerveza, ninguna en específico, la que se le antojara al joven. Me preguntó si es que era de Londres a lo que me negué pero mentí diciendo que llevaba varios meses viviendo aquí y por ello no tenía el acento.
La banda comenzó a tocar varios temas conocidos de bandas del rock clásico, cuando el mesero trajo mi cerveza la saborié y noté el dulce sabor a tostado en mi paladar, era una cerveza agradable, la propina al joven sería buena. El ambiente al igual que la habitación en el hotel que me hospedaba se volvió caluroso, agradable a pesar del bullicio. Bebí un poco más de mi cerveza.
Empecé a mirar alrededor de mi mesa, que se tejía.
Entonces de entre la multitud del bar lo vi, ojos mar mirando directamente a su vaso relleno de cerveza, rubio cabello asomándose curioso de entre el gorro de su chaqueta roja, no pude evitar quedarme mirándole largo rato… era un ser distinto a los demás asistentes.
Aprovechando que él no me miraba, revisaba cada detalle de él como si me intentara sacar una foto a todo color y quisiera gradarla en mi mente... puse un dedo en mi mentón mientras pensaba "Este tipo... será mi próxima víctima" ¿Les mencioné que soy homosexual?, creo que olvidé ese detalle, bueno... soy homosexual. Como si leyera mi mente dirigió su mirada directamente a mis ojos, penetrándolo hasta el centro de mi mente, leyendo mis sucios pensamientos repentinos.
No pude evitar seguir mirándolo en silencio, nuestras miradas se fundían insistentes en una conversación silenciosa, culpable y hasta un poco subida de tono... pero de pronto algo cambió en aquel rubio.
Su mirada.
Su mirada se volvió triste, perdida, entre curiosa y quizá asustada, yo no pude evitar retroceder mi cuerpo hasta el respaldo del asiento de mi mesa y mirar dubitativo, mi corazón cambio rápidamente el pulso al ver la expresión de ese rostro, imaginarme qué pasaba por su cabeza me era imposible, su mente hasta ese momento se me hacía impenetrable ¿Estaría pensando algo?.
Finalmente se levantó de su asiento y mi corazón ahora sí dio un brinco en mortal extendido, tomé mi copa con la mano derecha sin quitar la mano izquierda de su sitio en el mentón, él dejó unos billetes en la barra abandonando su cerveza y caminó hasta llegar hacia mi, siempre con esa mirada estampada en su rostro.
Se plantó justamente delante de mi.
-... -De mi no salían palabras.
-...?-Él contestaba.
Apoyó sus manos en mi mesa y se acercó peligrosamente hasta mi, su rostro estaba frente al mío, tan así que podía sentirle el aliento a miel con cerveza o eso creía yo mientras le miraba como idiota, aquel rubio se acercó su boca a mi oreja y susurró unas palabras tan delicado el susurro que me dio que casi estaba seguro que no había oído bien lo que me había dicho, pero él al alejarse de mi y cuando llegó a la puerta de salida volteó haciéndome entender que hablaba en serio.
Dejé todo de lado, la curiosidad me comía, el gusto y la sorpresa también lo hacían, me levante demasiado apresurado para mi gusto, casi olvidando pagar la cuenta me toqueteé completamente los bolsillos hasta encontrar unos billetes para pagar la cerveza y darle propina al camarero, simplemente dejé veinte dólares –obviando que eso no valía la cerveza, pero estaba apurado – y caminé siguiéndole los pasos, siempre detrás, sonriente como un idiota caliente.
Aunque puedo decir que jamás olvidaré sus palabras.
"Cobro por noche, si te place... vi cómo me mirabas."
Creo que el cazador calló en su propia trampa.