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De como la vida cambia por Mirelle

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen X)

Es un fik en AU, es decir, que no pertenece al mundo ficcional ninja de la serie Naruto :D

Notas del capitulo:

Hooola :)

Bueno, esta es la segunda historia que subo hoy XD Esta historia la tenía perdida en mi ordenador y no me había atrevido a subirla. La he releído, he arreglado algunas cosillas y creo que vale la pena compartirla con vosotros ^^

¡Nos leemos!

Solía tener una aburrida vida de instituto.

 

No puedes hacer nada en esta vida si no es con dinero. Los grandes personajes de la historia han tenido dinero y han sabido aprovecharlo. Al fin y al cabo… ¿a quién le interesaría la vida de un vecino como cualquier otro de un pueblucho perdido en mitad del bosque? Dejad que os conteste por si os quedaban dudas: a nadie.

 

Y ésa era la descripción de mi vida, tan cuotidiana y aburrida, que no me gusta recordarla.

 

A los diecisiete años dejé mi casa del pueblo y me mudé a estudiar a la gran ciudad, el centro comercial de todo el planeta: Kenisse. La ciudad era sostenible prácticamente gracias a los caza-recompensas. Podríamos decir que son como policías en busca de criminales, pero sin ser funcionarios del gobierno. Los caza-recompensas viajan por todos los planetas en busca de los fugitivos de la ley y los entregaban a cambio de dinero. No es que se me hubiese pasado por la cabeza alguna vez la idea de llevar ese tipo de vida, pero no lo descartaba.

 

Por cierto, acabo de recordar que no me he presentado… Me llamo Sasuke Uchiha, y esta es mi historia…

 

 

 

 

 

Cuando me mudé a Kenisse, estuve alquilando una pequeña habitación en uno de los barrios alejados del centro de la ciudad. Después de la primera semana encontré un trabajo cerca de mi casa temporal, así que pude ganarme honradamente la vida y llevarme algo que comer al estómago. Al mes siguiente, conseguí poder entrar en una de las universidades y empecé a estudiar primero de historia. No es que el tema me apasionase, pero me parecía bastante interesante.

 

Y allí me encontraba yo, llevando de nuevo una vida cotidiana y bastante aburrida.

 

-¿Has quedado con alguien mañana por la noche?

 

-¿Mañana? – pregunté, sorprendido.

 

Me encontraba en la universidad. Estaba con unos pocos amigos que había conseguido, intentando comer algo antes de continuar con las clases de la tarde. Tan sumido estaba en mis pensamientos, que no había notado como Suigetsu se me había acercado al oído para hacerme aquella pregunta tan extraña.

 

-Sí, mañana. Ya sabes, viernes. ¿Tienes planes?

 

-Supongo que tendré que estudiar…

 

-¡No pienses en eso! – Suigetsu, mi amigo de pelo grisáceo y dientes puntiagudos, se levantó y empezó a hacer gestos con las manos, como quitándole importancia al asunto. – Estudiar es para nerds, Sasuke. Y no estoy diciendo que no crea que eres un nerd, pero debes salir más. Mañana, por ejemplo. Vas a venir conmigo a mi casa y vamos a ver una película de terror juntos por la noche. ¿Qué me dices?

 

-Vaya, Suigetsu, debo reconocer que has mejorado, pero que tus técnicas de ligue siguen siendo pésimas… - ese comentario había venido por parte de Juugo, un chico de pelo anaranjado y bastante grande de tamaño. Era bastante callado en comparación con Suigetsu.

 

-Y además, Sasuke no es gay. – se encargó de recordar Karin, la chica del grupo. Ella era pelirroja, usaba lentes y vestía un poco… ligera de ropa.

 

-¡Sois un par de estúpidos, no lo decía por querer ligar con él! – el sonrojo de Suigetsu era visible desde kilómetros a la redonda. Mientras que Karin y Juugo se dedicaban a burlarse de él, yo preferí seguir comiendo mi bocata silenciosamente.

 

Antes de volver a entrar en clases, Suigetsu me susurró.

 

-Mañana después de clases nos vamos directamente hacia mi casa. Si tienes que llevarte algo, llévatelo por la mañana.

 

Asentí y entré en el edificio.

 

Mentiría si dijese que no había quedado nunca con nadie, pero era la primera vez que alguien me invitaba a su casa alegremente. Temía ser un aburrimiento para Suigetsu, que no volviese a invitarme nunca más o incluso que me negara la palabra después. Los nervios no me dejaron estar atento a la clase y cuando terminó, me marché directamente hacia el lugar en el que vivía.

 

Esa noche tampoco descansé demasiado. Recuerdo haberme pasado toda la noche en vela, oyendo como pasaban millones de naves policía, aunque no recuerdo haberme preocupado por el gran número de éstas.

 

Al día siguiente, después de clases, acompañé a Suigetsu a su casa. Parecía realmente feliz, como si mi presencia allí pudiese realmente alegrarle el día. Me pregunté incluso si era posible que las personas pudiesen tener ese tipo de sentimientos normalmente.

 

Nos sentamos delante del televisor con un plato de palomitas en medio de los dos y empezamos a comer mientras veíamos la película. Siendo de noche y estando a oscuras, los dos solos en esa enorme habitación, sentimos un poco de miedo. Nuestras miradas no se cruzaron y seguimos cogiendo palomitas a intervalos distintos de tiempo, observando como un hombre con una motosierra perseguía a chicas semi-desnudas por un bosque perdido en mitad de la nada.

 

-¿Te está gustando? – preguntó en un susurro a mitad de película.

 

-Sí. Estar contigo no me hace sentir tan incómodo como pensaba.

 

Suigetsu se giró rápidamente a mirarme, molesto.

 

-Quería decir que pensé que nos aburriríamos, pero que lo estoy pasando bien. – alegué.

 

Pareció calmarse y siguió mirando la película con la boca llena de palomitas.

 

Y así estuvimos, juntos, con una extraña conexión, hasta que se oyó un terrorífico grito final y la película acabó. Nos quedamos los dos sentados en la misma posición hasta que después de varios minutos, Suigetsu se levantó a encender la luz.

 

-¿Qué tal?

 

-Me ha gustado. Gracias por invitarme. – respondí, formalmente. Incluso creo que le sonreí.

 

Me acompañó hasta la salida y estuvimos hablando un poco más de la película que habíamos visto, hasta que se me acercó rápidamente y me besó en los labios. A continuación, pronunció un rápido “buenas noches” y me cerró la puerta en la cara.

 

No sabía qué había sido eso, pero como me pareció que Suigetsu no le daba demasiada importancia – recordemos que me cerró la puerta en las narices sin comentario alguno – tampoco se la di yo. Me marché rumbo a mi casa, con las calles oscuras iluminadas solo por algunas luces de farolas.

 

Un hombre corría en mi dirección.

 

Me detuve bajo una de las luces de la farola y le esperé. Al verme, se me acercó y me miró a la cara. Pude ver un brillo en sus ojos cuando me miró.

 

-¿Estás solo?

 

-La pregunta es demasiado obvia… - susurré. – Sí. – eso lo pronuncié con voz más alta.

 

-¿Qué haces solo a estas horas de la noche? ¿Es que acaso te pros…?

 

-No. – le tuve que detener antes de que me insultara con una palabra bastante ofensiva. – Vuelvo a casa después de haber estado con un amigo. ¿Por qué me estás preguntando todo esto?

 

-Tenía curiosidad, no se suelen ver niños a estas horas…

 

De pronto, se oyó el ruido de una nave cercana. El hombre, que aparentaba unos cincuenta y tenía el rostro pálido y el pelo largo y negro, agarró mi muñeca fuertemente y empezó a correr, arrastrándome.

 

-¡Eh! ¡¿Qué te crees que haces?!

 

-Debemos huir. – aseguró. Giró a la derecha y me entró junto a él en un callejón oscuro. Apenas podía verle el rostro entre tanta oscuridad y por primera vez empecé a temer por mi vida. Se trataba de un hombre perdido en mitad de la noche, que me preguntaba si estaba solo y que me arrastraba. Mi corazón empezó a acelerarse y empecé a sudar frío. Tragué saliva y observé a ese hombre que ahora miraba fuera del callejón, asegurándose que no le hubiese visto quien sea que estuviese en la nave cercana.

 

-¿Me vas a matar? – no pude contenerme, la pregunta salió sola.

 

-¿Eso crees?

 

-No lo sé.

 

El hombre se me acercó y me cogió la barbilla, mirándome directamente a los ojos con el mismo brillo que unos minutos antes. Se relamió.

 

-De todos los niños a los que he asesinado en mi vida… quiero que sepas que eres el más hermoso.

 

Ahora sí, tremendamente asustado, empecé a tantear a mí alrededor, buscando alguna cosa para defenderme. Mi mano se topó con una botella de cristal vacía que estaba encima de una caja de madera, y con eso le pegué fuertemente al asesino. Gritó de dolor y se separó lo suficiente como para permitirme escapar.

 

Salí corriendo del callejón y empecé a correr por la calle iluminada a ratos por las farolas, pensando internamente si debía pedir ayuda a alguien, irme directamente a mí casa o esconderme en algún lugar. El hombre salía ya detrás de mí gritándome que me detuviese.

 

Estaba ya a punto de alcanzarme cuando una nave apareció de pronto delante nuestro. Vi al conductor por un segundo: se trataba de un hombre rubio, de unos veinticinco años.

 

-¡Ya eres mío! – la voz procedía de la nave.

 

El gran vehículo anaranjado que se había plantado delante de nosotros empezó a disparar. Yo me tiré al suelo y grité, cubriéndome la cabeza. El asesino gritó y salió corriendo a esconderse.

 

-¡Mierda! – la nave iba a seguirle cuando me paré delante de ella.

 

-¡¡Espera!!

 

-Oh, vamos. ¿No ves que se me escapa el objetivo?

 

-¡Casi me matas! ¿No deberías…? No sé, ¿compensarme de alguna manera?

 

El conductor de la nave, viendo que su presa se escapaba, gruñó rabioso y apretó uno de los botones de control con fuerza. Unas cuerdas de cobre salieron de la máquina y me rodearon, atándome.

 

-¡No tengo tiempo para tonterías!

 

Y la persecución empezó. Mi atacante corría, la nave del chico rubio le seguía y ésta me llevaba a mí colgando con las cuerdas de cobre. Un espectáculo digno de ver.

 

Finalmente, el asesino consiguió robar una nave y se marchó con ella a toda velocidad. El rubio le iba a seguir, pero cuando aceleró hubo una pequeña explosión en lo que supuse sería el motor y el aparato chocó contra el suelo, deslizándose todavía varios metros.

 

El rubio salió del vehículo y le dio una patada, dañándose a sí mismo el pie.

 

-¡Eh! ¿Vas a desatarme? – le grité desde mi posición. El rubio pareció acordarse entonces de mí y se acercó hacia donde estaba, inmovilizado por las cuerdas de su nave y sentado en el suelo a causa del choque. Por suerte, seguía vivo.

 

-Oh, sí, la princesita… Por tu culpa he perdido una buena pieza, ¿sabes?

 

-¿Y a mi qué me cuentas? ¡Desátame!

 

-Y no solo por tu culpa he perdido a la presa sino que además se me ha roto la nave… - gruñó.

 

-Claro, y la tercera guerra mundial también fue mi culpa…

 

-¿¡Quieres callarte!? ¡Intento pensar qué hacer ahora para reparar esta máquina! – empezó a revolverse la cabeza con las manos, intentando pensar alguna solución para su accidente.

 

-¡No te quejes, que aquí la víctima soy yo!

 

-¿A qué te refieres?

 

-Primero, me ataca un loco psicópata y después me secuestra un estúpido rubio que…

 

-¡Espera, espera! ¡Repite eso! – el rubio se acercó hacia mí, observándome a los ojos e intentando descubrir si le estaba mintiendo.

 

-¿Qué me ha secuestrado un estúpido rubio?

 

-No, no, lo de antes. ¿Dices que te estaba atacando?

 

-¡¡Estúpido!! ¿¡Por qué otro motivo estaría yo delante de un asesino en serie!?

 

Me cogió de la barbilla – tal y como había hecho el asesino – y me sonrió. Sus ojos se iluminaron y me temí lo peor.

 

-Vaya, vaya… princesita… Parece que todavía me podrás ser útil…

 

 

 

 

 

-Necesito ir al baño.

 

-Pues te tendrás que aguantar.

 

El muy desgraciado, me había secuestrado – esta vez de verdad – y me había entrado en su nave – que por dentro no parecía haber sufrido daños. Me tenía esposado en la cama mientras intentaba encontrar no sé qué entre una montaña de papeles. Odiaba estar encadenado, y menos en una cama. No podía fiarme del tipejo rubio – Naruto. Nadie me aseguraba que no fuese un desquiciado que intentase partirme en dos.

 

-¿Eres un caza-recompensas? – pregunté.

 

-Sí. – ni siquiera se había movido para darme la cara mientras buscaba en su escritorio.

 

-¿Y se vive bien?

 

-¡Lo encontré! – se giró hacia mí y me mostró una imagen del tipo que me había atacado. - ¿Era este el tipo que ha intentado matarte hace unas horas? – asentí con la cabeza. – Perfecto.

 

-¿Porqué perfecto?

 

-Verás, este sujeto es Orochimaru. Ha asesinado a varios niños en los últimos años y nadie le ha podido detener nunca, pero lo que sí sabemos seguro es que jamás olvida ni una cara ni una presa. Volverá a por ti y cuando lo haga, le cogeremos. – su sonrisa brillaba tanto como la de los protagonistas de las películas de aventuras. – Bueno, le pillaré. Tú simplemente serás un cebo. Si sobrevives, podrás volver a tu vida normal.

 

-¿Si sobrevives? – gruñí. - ¡Pero serás estúpido! ¡Debes garantizar mi seguridad!

 

-¿Dónde está escrito que debo garantizar tu seguridad?

 

-En ningún lugar pero si voy a ser tu cebo, me lo debes.

 

Naruto no pudo negarlo.

 

-Está bien.

 

-Y nos repartiremos la recompensa a partes iguales.

 

Me frunció el ceño, pero acabó por aceptar.

 

-Y ahora me vas a sacar las esposas.

 

-¿Lo dices en serio…? – se sentó en la cama y me observó, con una sonrisa siniestra. – Pero si estás muy bien, princesita…

 

-Como me llames princesita una vez más te juro que…

 

-¿Que qué?

 

-Que… te…. ¡que te meto una que…!

 

Su sonrisa maligna y pervertida me estaba dejando sin palabras. Se aproximó más a mí y empezó a susurrar.

 

-¿Me vas a meter algo…?

 

-Yo no quise decir que….

 

Su mano empezó a acariciarme el muslo.

 

Y yo me empecé a desesperar. El sonrojó acudió a mi cara mientras sentía el aliento de Naruto, y las piernas empezaron a temblarme cuando sentí las caricias del rubio. Sin duda, prefería mil veces que me secuestrara una nave con un cable de cobre a que el propietario de dicha nave quisiese jugar a los médicos conmigo.

 

-Hace tiempo que no tengo visita y estoy bastante necesitado…

 

-¡Pues mastúrbate como todo el mundo!

 

Finalmente conseguí hacerle enfadar. Se separó de mí y me frunció el ceño.

 

-Contigo no hay quién se ponga romántico…

 

 

 

 

 

 

-Bueno, parece que este trasto vuelve a funcionar… - susurró el rubio, refiriéndose a la nave. Volvió a entrar en la habitación donde me encontraba yo – todavía atado a la cama – y me sonrió con alegría.

 

-¿Y qué piensas hacer con el dinero? – pregunté por sacar conversación.

 

-Bueno, he estado ahorrando… Y con el dinero que gane de este caso quiero irme al Caribe, a vivir la vida.

 

-Recuerda que me tienes que dar la mitad….

 

Me frunció el ceño y quiso marcharse de nuevo.

 

-¡Espera!

 

-¿Qué quieres ahora?

 

-¿Por qué te hiciste caza-recompensas?

 

Naruto sonrió con ternura.

 

-La vida cotidiana es demasiado aburrida para mí, Sasuke. No soy de las típicas personas que pueden permanecer mucho en un lugar.

 

Su declaración me recordó tanto a mis propias palabras que pregunté una tontería.

 

-¿Me llevarías contigo?

 

-¿A una princesita tan delicada como tú? ¡Ni en sueños!

 

-¿Por qué no? – me sentía ofendido.

 

-No tienes lo que hay que tener, Sasuke. – aseguró con su sonrisa más caballeresca.

 

-Eso lo dices ahora, pero bien que quieres usarme de cebo para atrapar a Orochimaru…

 

-No es algo que sea de mi agrado. – recriminó.

 

-Entonces prométeme que si la misión sale bien me llevarás a viajar contigo.

 

Bufó hastiado y se marchó de la habitación, dejándome con la palabra en la boca.

 

 

 

 

 

 

-Está bien. – Naruto me tendió un auricular con un pequeño micrófono por donde contactaría conmigo. – Voy a vigilarte en todo momento. Cuando vea que tenga a Orochimaru a tiro de mi nave atacaré. Intenta defenderte hasta ese momento. ¿Lo has entendido todo?

 

-¿Crees que acudirá cuando me vea caminar por la ciudad?

 

-Estoy convencido. – Naruto sonrió y me cogió de los hombros, intentando darme confort. – No te va a pasar nada, Sasuke. Voy a estar ahí para ti y te protegeré con mi vida si hace falta.

 

Me sonrojé levemente pero le aparté con un manotazo.

 

-Eso espero.

 

Salí a la calle y observé una vez más su nave, escondida en un callejón cercano a la calle principal. Él me sonreía desde la ventana y me hacía la señal de la victoria con los dedos.

 

-Y sobretodo, no hagas nada peligroso.

 

Asentí y me marché, entrando en la calle principal. La gente iba y venía con las manos llenas de bolsas de alimentos. No por nada era día de mercado. Me pareció ver a algunos conocidos a lo lejos, pero intenté esconderme de ellos; no quería ponerles en peligro.

 

Entonces vi a Orochimaru. Estaba observándome desde una esquina, sonriendo. Fingí no haberle visto y entré en un callejón, acelerando el paso hasta la siguiente calle, un poco más desierta.

 

-Le acabo de ver. Me está siguiendo. – le informé a Naruto.

 

Salí a esta nueva calle y caminé como si no me percatase de que el asesino me miraba desde las sombras. Me quedé quieto y miré de reojo a Orochimaru, que estaba escondido detrás de mí.

 

-Parece que va a salir.

 

-Muy bien, estaré preparado. – me respondió Naruto desde el auricular. – No va a pasarte nada, créeme. Podremos con él.

 

Orochimaru empezó a moverse lentamente hacia mí, asegurándose que nadie le estuviera viendo. Poco a poco iba acelerando más el paso, dispuesto a lanzarse literalmente sobre mí en caso de que ahora me pusiese a correr, me girase o hiciese cualquier otra acción sospechosa.

 

-Ya viene.

 

-Cuenta los segundos que quedan para que se acerque y atacaré.

 

-Cuatro.

 

Orochimaru bajó el ritmo de su carrera e intentaba ser sigiloso.

 

-Tres.

 

Orochimaru estaba a tres palmos de mí. Podía oír su acelerada respiración.

 

-Dos.

 

Oí como se detenía detrás de mí.

 

-Uno.

 

Noté su aliento en mi nuca.

 

-¡Nar…!

 

-Hola. – alguien interrumpió mi grito de ayuda. Delante de mí estaba Suigetsu, con una sonrisa en sus labios. Noté como Orochimaru se separaba un poco de nosotros, pero no demasiado, vigilándonos.

 

-Suigetsu, ¿qué haces aquí? – pregunté molesto.

 

-Sasuke, ¿qué ocurre? – preguntó Naruto. Me pareció entender un deje de miedo en su voz.

 

-Quería verte. Ayer me despedí de una forma… un tanto… extraña… y quería disculparme.

 

-¡Pues que se disculpe otro día! – Naruto, quién acababa de oírlo todo, estaba histérico. Algo me dijo que Orochimaru también habría escuchado eso. Me giré un poco a mirarle y vi la rabia en su rostro. Si esto seguía así, acabaría matándonos a Suigetsu y a mí.

 

-No pasa nada, Suigetsu. Tienes que marcharte.

 

-No me trates así, Sasuke. – se quejó. – Ya me he disculpado, no quiero que nuestra relación acabe… - Orochimaru empezó a moverse, acercándose a nosotros.

 

-¡Ya basta, Suigetsu! ¡Vete!

 

-No pienso hacerlo hasta que…

 

¡Orochimaru ya estaba demasiado cerca! ¡Era demasiado tarde para todo! El asesino alzó la mano, llevando en ella un cuchillo que brilló reflejando la luz del sol. Todo fue muy rápido: el grito desesperado de Naruto; “¡¡Huye!!”, mi grito hacia Suigetsu; “¡¡Corre!!”, agarrar a Suigetsu de la muñeca y empezar a correr por nuestras vidas. Orochimaru nos seguía desde atrás, a una velocidad que no le había visto nunca.

 

-¿¡Sasuke!?

 

-Joder. ¡Corre, Suigetsu, corre!

 

-¡Sasuke, voy hacia allí! – indicó el rubio.

 

-¡Tú no te muevas! Dejo a Suigetsu en un lugar seguro y me enfrento a Orochimaru para que le tengas a tiro.

 

-¡¡Te he dicho que no hicieses cosas peligrosas!!

 

-¿Sasuke, qué ocurre? – interrumpió Suigetsu.

 

La adrenalina recorría mi cuerpo. Mientras corría, debía estar pendiente de Naruto, quién quería echarlo todo a perder, de Suigetsu, quién lo había echado todo a perder y de Orochimaru, que quería que perdiésemos nosotros.

 

-¿Quieres que te lo resuma? ¡Nos persigue un asesino, idiota!

 

-¿Qué nos persigue un asesino idiota?

 

-El idiota eres tú.

 

-Me ofendes. – Suigetsu detuvo su carrera, deteniéndome a mí también – pues aún estábamos cogidos de la mano. – No me ha gustado saber que tienes esa opinión de mí.

 

-Suigetsu, por Dios, no es una opinión, es un decir.

 

La parada de mí amigo estaba siendo una oportunidad ideal para que el asesino nos atrapara.

 

-Me da igual lo que sea. ¿Puedo saber qué es lo que te ocurre?

 

-¡Te .lo he dicho! – grité, enloquecido. – ¡Nos persigue un maldito loco armado con un cuchillo!

 

-Eso no pasa en nuestras vidas normales, Sasuke.

 

Y era cierto. Mi vida normal no era así. No consistía en atrapar a criminales junto a un guapo caza-recompensas. ¿Tal vez lo que estaba viviendo era un sueño? ¿Naruto y Orochimaru no existían más que en mi imaginación? ¿Sería ahora cuando, después de que el malvado me clavase su cuchillo, despertaría y lloraría? Lloraría por mi mísera vida, por no haber conocido realmente a Naruto, ni haber vivido esta aventura.

 

-¡Sasuke, corre! Mi nave no…

 

Orochimaru ya estaba aquí. Estaba furioso. Naruto me gritaba desde el auricular que había tenido problemas para encender la nave y que huyese todo lo rápido que pudiera. No le hice demasiad caso. Suigetsu observaba asustado al asesino, que ahora sonreía de forma triunfal.

 

Una cuchillada y todo blanco. Una voz llamándome. Las sirenas de policía. Movimiento sobre mi cuerpo que ya no sentía.

 

 

 

 

 

 

-Debe irse.

 

-No pienso irme hasta que despierte. – una voz conocida…

 

-Puede tardar días todavía. Tiene que tener en cuenta que el shock ha sido fuerte.

 

-Pues me quedaré aquí días, si hace falta. – estoy seguro de que reconozco esa voz, pero…

 

-Señor, por favor…

 

Ya sé de qué me sonaba la voz. Es Naruto… ¿existe realmente?

 

-Naruto… - susurré, intentando abrir los ojos.

 

-¡Sasuke! – las dos personas presentes corrieron a acercarse a mí. Abrí los ojos con esfuerzo y vi a Naruto, tan guapo como lo había conocido. Hice una mueca al ver que si camiseta estaba manchada de sangre, peguntándome si sería mía. A su lado estaba una de las enfermeras, vestida de blanco y con el pelo rosa.

 

-¿Cómo te encuentras? ¿Te duele algo?

 

Debía estar todavía atontado porqué pasé de su pregunta y miré fijamente a Naruto, con tristeza.

 

-¿Vas a desaparecer?

 

-Me quedaré aquí hasta que te recuperes completamente, Sasuke.

 

-Eso es que no te debe doler nada… - la enfermera se marchó, ofendida, dejándonos solos.

 

-¿Qué ocurrió?

 

-Pensé que me daba un infarto cuando necesitabas mi ayuda y la nave no se encendía. – explicó con tristeza. – Salí entonces corriendo y oí como le gritabas a tú amigo. Empecé a gritarte que corrieses de nuevo, pero no me hiciste caso.

 

-Pensé que todo había sido un sueño. – reconocí, acariciándole el rostro. Él me cogió de la mano.

 

-Estás demasiado romántico, hoy. ¿Es que aún estás atontado por la operación?

 

-Puede… - susurré, sin saber exactamente de qué operación me estaba hablando.

 

-Pues me aprovecharé de ello, princesita. – y me besó en los labios. Fue un toque rápido, pero sus labios estaban cálidos en comparación a los míos. Mi corazón latió con fuerza.

 

-¿Qué más sucedió?

 

-Orochimaru te acuchilló en el estómago, y lo hubiese seguido haciendo si no hubiese aparecido yo y le hubiese golpeado. Tu amigo realmente no sirve para nada…

 

Vi los nudillos vendados de Naruto y me pregunté cuántas veces habría golpeado a Orochimaru.

 

-¿Estaba paralizado por el miedo, acaso?

 

Naruto rió burlonamente.

 

-Salió corriendo a buscar a la policía.

 

-¿Y es por eso que ahora no estás descansando en República Dominicana con el dinero de la recompensa bajo el brazo? – reí. Naruto rió conmigo.

 

-Efectivamente. Joder, ese tío avisó a la policía y ellos encarcelaron a mi presa y me quedé sin la recompensa. Pero a pesar de eso, también llamó a la ambulancia y te pudieron traer aquí. Y salvarte la vida.

 

-¿Qué ocurrió cuando me apuñaló?

 

-Caíste desmayado al suelo, provocando que mi rabia por ayudarte aumentase y le pegase más fuerte a ese desgraciado. – rió, enseñándome sus nudillos envenados.

 

-¿Me desmayé cuando me apuñalaron? Menuda vergüenza…

 

-En absoluto. Era mejor no ver como le deformaba la cara a ese pobre desgraciado…

 

Entonces, me acordé de mi amigo.

 

-¿Y dónde está Suigetsu?

 

Naruto se sonrojó – o eso me pareció.

 

-¿Por qué lo preguntas?

 

Fruncí el ceño.

 

-¿Dónde está Suigetsu?

 

-En el hospital… - dijo de pasada Naruto. A continuación, miró por la ventana. - ¡Qué buen día hace hoy! ¿Y te has fijado en las vistas de esta habitación? Es muy bonito…

 

-¿¡Orochimaru también apuñaló a Suigetsu!? – pregunté, preocupado.

 

-No exactamente…

 

-¿No exactamente?

 

-Orochimaru no me apuñaló. – alegó una nueva voz. Suigetsu estaba en la puerta de la habitación, con unos cuantos moratones en la cara y el cuerpo lleno de vendas. Incluso me pareció ver que cojeaba de una pierna. – Pregúntale a tu amigo qué es lo que pasó en realidad… - su voz denotaba venganza.

 

-Bueno… él llamó a la poli, huyó cuando tú le necesitabas… ya sabes…

 

Por fin lo comprendí todo, pero me parecía tan… inverosímil…

 

-¿¡Le pegaste una paliza?!

 

-No del todo…

 

-¡Sí! – interrumpió Suigetsu. - ¡Está loco, como una cabra!

 

 

 

 

 

 

Los días pasaban rápidamente y al cabo de una semana me dieron el alta médica. Naruto no se presentó para acompañarme a casa y tuve miedo de que desapareciese de mi vida para siempre.

 

Llegué a casa con ayuda de Suigetsu y me estiré sobre la cama a pensar.

 

Si volviese a ver a Naruto ahora, no me sentiría con derecho a pedirle que me llevase con él, al fin y al cabo, la misión había salido mal y se había quedado sin dinero. Yo quería que fuésemos juntos a viajar, a trabajar de caza-recompensas. Estaba dispuesto a entrenarme para la pelea, si era necesario. Pero por algún motivo me inquietaba pensar que Naruto no pensaba lo mismo y que tal vez para él yo sólo había sido una carga o una pieza del puzzle en uno de sus tantos casos para atrapar a criminales.

 

No sé cuando me dormí, pero me desperté a las cinco de la tarde del día siguiente. Me despertó el sonido del timbre de la puerta.

 

No me moví de mi lugar hasta que volvió a sonar el timbre. Con pesadez me levanté y me acerqué a la puerta.

 

-¿Quién es?

 

-Abre.

 

-No voy a abrir sin saber quién es. – gruñí.

 

-Muy bien, pues soy el repartidor de periódicos. Abre.

 

-¿A las cinco de la tarde? No lo creo.

 

-¿Quieres abrirme la puerta, maldita princesita sin modales?

 

Ante ese apodo, abrí rápidamente la puerta.

 

Naruto me esperaba en la puerta con un ramo de flores en la mano. Le miré con el ceño fruncido por ese regalo.

 

-Primero pensé que te molestaría que te trajera flores, pero luego pensé que eras una princesita y que no te importaría. – se burló. Me dio el ramo de flores y entró en la casa, observando a su alrededor con una sonrisa.

 

-¿Ocurre algo? – pregunté.

 

-Bueno, venía a proponerte algo.

 

Le escuché atentamente.

 

-Dime.

 

-Bueno, puesto que he perdido mi recompensa por tu culpa, pensé que me lo debías…

 

-¿Pero el qué? – había algo que me estaba perdiendo.

 

-Quiero que te unas a mí para ser caza-recompensas y me devuelvas todo el dinero que me has hecho perder. – su sonrisa brillante de nuevo. Mi cuerpo se tensó.

 

-Pero…

 

-Primero pensé que debería dejarte atrás. Por eso no vine a verte ayer, y me disculpo. Iba a irme con mi nave cuando te recordé y pensé que si quería que estuvieses seguro, lo mejor sería hacer que me acompañases, para asegurarme tu seguridad. – me cogió la barbilla y sonrió amablemente. – Te protegeré, Sasuke. ¿Aceptas venir conmigo?

 

¡Oh, Dios mío! ¿No era aquello como una propuesta de matrimonio o algo parecido? Bueno, no tanto, pero…

 

-¡Acepto! – grité sin dudarlo.

 

Naruto sonrió y me pidió empezar a hacer las maletas, puesto que nos mudaríamos los dos en su nave y viajaríamos por otros planetas. La posibilidad de una nueva vida se alzaba delante de mí. No más cotidianeidad ni aburrimiento. Y todas esas posibilidades me venían dadas gracias solo a una persona: Naruto.

 

Y así fue como empecé a viajar junto a él para compensar mi deuda. En realidad, ambos sabíamos que esa era sólo una excusa para estar juntos, porqué en el fondo ninguno  de los dos quería separarse del otro.

Notas finales:

Hasta aquí ^w^U

Espero que les haya gustado :D

Después de leer, comentar no cuesta nada ;)


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