La luna en el cielo se cernía imponente y majestuosa, con su brillo platino iluminaba el bosque, los árboles, la tierra, las plantas, el lago y los animales se veían de un color más frio, pero aun así con la belleza de la noche.
Una figura encapuchada se acerca al lago y toma entre sus manos el agua cristalina disponiéndose a beber, una vez satisfecha esa necesidad se levanta lenta y majestuosamente.
Le gusta la noche, si, por que todo se ve muy diferente, todo es diferente en la noche, cambio con el día, sus conocidos (y su mejor amigo) no comprendían que podía ver de fascinante en la noche, pero a él le gustaba y con eso bastaba.
Se acercó a un árbol a descansar un poco, a pesar de que le gustaba la noche no le gustaba viajar de noche, lo cual era muy comprensible en esos tiempos, cerro sus ojos dejándose invadir por el sonido de la naturaleza, el viento, el arroyo, los animales pequeños, todo le invitaba a dormir, pero no podía, tenía un viaje muy importante que hacer y esperaba a su amigo para seguir.
Escucho ruidos de pisadas, ruidos inconfundibles de botas y el rumor de una capa, su amigo ya había llegado.
Se levantó con algo de pereza y salió al encuentro con su compañero de aventuras y discutieron un rato para por fin encaminarse a una lúgubre choza donde se quedarían a descansar por esa noche, la idea no le parecía, mas no había remedio, habían estado dos días y medio en el viaje y sin descanso, eran magos, pero igual su magia no era eterna para utilizarla, además de que no tenían comida y se conformaban con las raíces y algunas frutas.
…
La mañana llego iluminando la pobre estancia donde yacían ellos dos en dos camas muy incomodas que se caían a pedazos.
Mira hacia la cama de su amigo, aún seguía en el séptimo sueño, se levantó y se estiro un poco y se vio en el espejo.
Su estatura era promedio, su cabello era largo y rubio y sus ojos eran grises, su apariencia (según su amigo) era de un muchacho de 18 años atractivo, suspiró y en silencio comenzó a vestirse, cuando se calzo sus botas su amigo se despertó.
-oye, ¿no crees que es muy temprano serpy? –dijo el otro chico en tono burlón.
-deja de llamarme así Godric, no le veo la gracia.
-Pero la tiene –se levantó de la cama de un salto- hablas con las serpientes Salazar.
-sí, y tú con los músculos y la varita.
-Ja, ja, ja, ja, y yo que decía que no tenías sentido del humor –dijo con alegría para comenzar a vestirse.
El otro muchacho era un chico también de 18 años, sus cabellos eran rojos y largos, su piel clara y ojos castaños, casi rojizos.
Ambos estaban en Albania, buscando “aventuras” en palabras de Godric.
El pelirrojo se llamaba Godric Gryffindor y el rubio se llamaba Salazar Slytherin.
Ambos eran los mejores amigos, y no hace ni dos meses que se conocieron en Inglaterra, lugar de origen de ambos. Eran muy diferentes entre sí, pero tenían algunas ideas en común, y ese viaje fue idea de Godric, el cual logro convencer a Salazar.
Se despidieron de la joven dueña de la casa, la cual era muy bonita, Godric se despidió a manera “francesa”.
-¿tienes que hacer eso con cada mujer que conoces en el camino? –pregunto irritado, su amigo lo abrazo por detrás mientras seguían caminando por el sendero de piedra.
-¿celoso?
-mph.
-vamos no te pongas celoso –dijo frotando su mejilla izquierda con la derecha del rubio- sabes que eres el único para mí y… ah –se separó rápidamente tomándose del estómago, Salazar le había dado con el codo- q-que ma-mal amigo e-eres –y se “desplomo” en el suelo fingiendo agonía.
El rubio se cruzó de brazos y se paró frente a él, la vena de la sien le palpitaba- deja de jugar y compórtate como hombre pedazo de troll.
Godric se arrastró y se abrazó a una de las piernas de Salazar mientras “lloraba” – cuanta crueldad hay en tu alma, yo solo te amo y tú me pegas.
Slytherin se sonrojo un poco- deja de jugar, ahí viene dos mujeres.
Y más rápido de lo que se dice mago, Gryffindor ya estaba de pie con una pose gallarda… y se volvió frente a su amigo con las mejillas infladas- mentiroso, no viene nadie.
-ups, me confundí –dijo con sarcasmo.
Y continuaron el viaje.
Amos eran muy diferentes; Slytherin era serio, frio y calculador, Gryffindor era alegre, divertido y aventurero, además de muy despreocupado, ambos tenían animales favoritos diferentes, y sus ideas eran desiguales, pero eran esas diferencias las que les hacían gustar del otro, apreciar la compañía y amistad del contrario.
Pero Salazar tenían un secreto que no pensaba revelar mientras viviera, estaba total y perdidamente enamorado de Gryffindor, y esa era la más grande razón para estar a su lado, más grande que sus sueños, más que la magia misma, y por eso soportaba la infantilidad de pelirrojo y que constantemente coqueteara con mujeres (muggles o hechiceras).
Cerró los ojos mientras descansaban en un prado, recordando esa noche de hace casi dos meses.
…
Hogsmeade
Se dirigía a un local para descansar, había viajado mucho tiempo y deseaba descanso, ya era de noche así que rogaba por encontrar un lugar libre, ese pueblo le gustaba, habían muchos magos y eso le hacía sentir seguro, a diferencia de lo que pasaba en lugares llenos de muggles, llego a un pequeño pub donde pidió algo ligero para cenar y beber cuando en la silla de enfrente se sentó otro muchacho, él le miro fulminantemente, no le agradaban los extraños, especialmente alguien tan estrafalario como ese pelirrojo que ya pedía comida y bebida, ¡se invitó solo!
-hola, mi nombre es Godric Gryffindor –dijo con una gran sonrisa que hizo que se le acelerara el corazón- ¿tu nombre?
-Salazar Slytherin –el otro sonrió mas pronunciadamente, el sintió como le hervía la cara ¿por qué demonios le había dado su nombre?, si su maestra lo viera lo cuelga por andar dando nombres.
-¿eres también de Inglaterra?
-sí, ¿y tú?
-originalmente, pero me mude con mi familia a África por eso de la caza de brujas.
-ya veo –comento, pronto la comida llego y ambos hablaron animadamente (más uno que otro), Slytherin no gustaba mucho de la compañía de gente, pero extrañamente estar con ese animado pelirrojo no le era desagradable, sino todo lo contrario, era extrañamente placentero oír su aterciopelada voz.
-¿y que te trae por aquí? –pregunto el ojicastaño.
-el bosque, me da curiosidad.
-genial, yo también vine a verlo, soy aventurero.
La charla siguió hasta que el pub se quedó casi vacío.
-oye, Salazar –se sonrojo, apenas se conocieron y ya le hablaba sin tantas formalidades.
-¿Qué pasa Godric? –devolvió el favor
-tengo una idea, formemos un colegio de magia…