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Ningún amor es una ofensa que merezca castigo por Kim Mika

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Notas del capitulo:

Este fic nació como regalo y fue el primero que digné a escribir sobre Super Junior xD

Espero que les guste.

Drama?donde!?

Y corrí, simplemente seguí avanzando entre aquella espesa bruma, corrí aunque mis piernas hiciese rato que no podían más, corrí incluso cuando el aire ya no llegaba a mis pulmones. Todo valía si podía volver a ver esa preciosa sonrisa en tu rostro, porque para mí siempre fuiste un regalo caído del cielo…

La noche me cubría completamente pero me daba igual, seguí recorriendo los bellos parajes de aquel pueblo en el cual habías decidido ocultarte, seguí corriendo entre aquellos árboles y luego entre las pequeñas casas que se veían tenuemente iluminadas.

 

No supe que decir cuando te tuve en frente, tus ojos eran distintos, tu semblante era serio… ¿Qué te ha pasado amor? ¿Qué ha sido del joven de dulces y aniñadas facciones? ¿Acaso el tiempo ha hecho que pierdas aquella inocencia e ingenuidad que hizo que me enamorara de ti?

Caí de rodillas ante ti, con la respiración agitada, con la visión borrosa… solo atiné a alargar el brazo e intentar tomar tu mano. Tú correspondiste a la caricia… solo para hacerme mirarte a los ojos y ver la absoluta negación reflejada en ellos…

 

 

Desperté con el corazón latiendo a mil por hora, con el sudor empapándome y con lágrimas en los ojos. Volteé a ver la habitación pero te encontré tumbado junto a mí, con la sábana tapando solo la mitad de tu desnudo cuerpo. Reseguí la línea de tu columna con un dedo y te removiste inquieto, eso hizo que una sonrisa aflorase en mis labios.

Me abracé a ti y sentí como la inquietud de la pesadilla aflojaba un poco, solo un poco… no lo suficiente como para sentirme a salvo.

 

El despertador sonaba insistentemente pero yo me negaba a alejarme de ti, siempre ha sido doloroso hacerlo. Me empujaste suavemente y te subiste a mi pecho para alcanzar el diabólico aparato, lo apagaste de un manotazo y luego quedaste colgando por el borde de la cama, aún por encima de mí.

 

—Se te subirá la sangre a la cabeza y luego andarás quejándote de que te duele —comenté mientras acariciaba tu espalda.

—Bueno si me duele harás cualquier cosa por mí y eso me gusta. —te incorporaste mientras hablabas y me dedicaste una de tus mejores sonrisas, de esas que sabes que me enamoran aún más si es posible.

—Niño consentido.

—Dime que no te gusta consentirme y dejaré de hacerlo.

 

No tardaste en inclinarte y besar mis labios, anulando así cualquier réplica que yo pudiese darte. Porque siempre es así y demasiado bien me conoces como para saber que no podría negarte nada. Me abracé completamente a ti y sentí todo el calor de tu cuerpo, que dulce satisfacción.

 

Siempre me he preguntado que viste en mí, que te atrajo a comenzar esta relación, que viste en alguien que era tan despreciable como yo en aquellos momentos… ¿Sabes que me rescataste verdad? No se que hubiese sido de mí si no les hubieses plantado cara en mí lugar… te interpusiste ante alguien que era mucho más fuerte e importante solo para liberarme de aquellas cadenas que me apresaban día y noche. No creo que nunca pueda agradecértelo lo suficiente pero seguiré haciéndolo hasta que el último suspiro salga de mis labios.

 

—¿En que piensas tanto? —me preguntaste mirándome con aquellos ojos llenos de curiosidad.

—En ti, solo puedo pensar en ti y en lo afortunado que soy al tenerte.

 

Vi que te sonrojabas, era tan propio en ti.

 

Los días avanzaban lentos, tampoco es que desease que pasasen más rápido. Aquel ritmo de vida era llevadero y por demás gratificante si cada día podía, al menos, robarte un beso.

 

El fin de año se acercaba y, con él, las noches frías, la colorida iluminación de las calles, las festividades preferidas de todo el mundo y la alegría que despedía la gente.

Caminé a paso lento por las abarrotadas calles y algo me hizo detenerme delante de una tienda, el escaparate exhibía decenas de tartas a cual más apetecible que la anterior y en un momento recordé como eras de adicto a los dulces. No dudé ni un segundo, entré a la tienda y compré tu preferida.

 

Al llegar a casa tú aún no estabas ahí, siempre volvías más tarde que yo los viernes, eso no me agradaba. Recogí la correspondencia del buzón y subí al ascensor. Facturas, facturas, una carta de tus padres, más facturas… que aburrido era el mundo. Pero al revisar bien entre los sobres blancos descubrí uno que había pasado por alto, uno que me hacía sudar frío del solo verlo.

Abrí el sobre con manos temblorosas y desdoblé la hoja blanca.

 

Hyuk Jae,

 

Si alguna vez pensaste que aquel joven haría que te librases de mí estabas muy equivocado, sigo siendo tu padre y, por tanto, sigo teniendo poder sobre ti. Te he permitido muchas estupideces a lo largo de tu vida, pero esta se esta yendo de las manos.

No seré cortés pues tú nunca lo fuiste conmigo, si me he tomado el tiempo de enviar esta carta es porque no pienso perder mas tiempo del necesario contigo e ir a buscarte era precisamente eso, perder el tiempo.

No te daré más plazo que una semana para volver y hacerte cargo de las responsabilidades que te pertocan, estas poniendo en juego el honor de toda tu familia.

 

Tienes una semana para volver, ni se te ocurra aparecer con el otro chico y ni se te ocurra faltar a esta cita. No me gustaría tener que recurrir a otros métodos de convencimiento, pues dudo que quieras ver como tu amigo sufre por tu insolencia.

 

Ya sabes a donde ir.

 

 

Arrugué la carta en mis manos, ¿aquello podía ser real? ¿Como, si quiera, podía mencionar el hacerte algo? Decidí que él debía de dejarme en paz de una vez por todas.

 

Sentí la puerta abrirse y escondí rápidamente la hoja en mi mochila, sentí como me abrazabas por la espalda.

 

—¿Y esa cara tan seria? —preguntaste.

—Nada, ha sido un mal día.

 

Poco después descubriste la tarta que descansaba sobre la mesa y tus ojos se iluminaron aún más, si eso era posible. Después de una pequeña cena nos sentamos ambos en el sofá a engullir aquel dulce que te hacía perder la cabeza.

Te miré serio, ¿cómo podía pedirte aquellos si sabía que te haría sufrir? ¿cómo no pedírtelo si sabía que si no lo hacía algo malo podía suceder? Por primera vez en mucho tiempo me vi en una encrucijada tremendamente dolorosa, no podía pedirte que abandonases el país junto a mí, era demasiado cruel tan solo mencionar el dejar a tú familia. Pero por otro lado un miedo latente se había instalado en mi pecho, pues no era capaz de descifrar que sería capaz de hacer mi padre con tal de que volviese otra vez a casa.

 

Aquella noche dormí intranquilo, apenas cerraba los ojos la imagen de mi padre aparecía en mi mente.

Dejé pasar aquella semana y cuando el supuesto día llegó desperté y comencé a vestirme, luego volví a sentarme a tu lado. Dejé un beso en tu frente y otro en tus labios antes de levantarme y sentarme en el escritorio.

 

Hae,

 

Se que cuando despiertes no me encontrarás a tu lado, algo importante ha surgido y tengo que resolverlo. Espero volver lo antes posible y disfrutar contigo lo que quede de sábado.

 

Te ama, Hyuk Jae.

 

No tardé en subir al coche y dirigirme a las afueras de la ciudad, conduje por las interminables carreteras mientras la música sonaba por los altavoces del coche. Finalmente llegué a la verja de aquella finca que hacía siglos que no pisaba, entré con facilidad y circulé por entre los árboles hasta llegar frente al imponente edifico.

Momentos después de entrar ya tenía a dos mayordomos a mi lado.

 

—Señor, ¿desea algo de beber?

—Puedo prepararle un baño si está cansado.

—Solo quiero reunirme con mi padre lo antes posible.

 

Ambos se miraron con cierta incertidumbre y aquello fue una muy mala señal.

 

—Pensé que lo sabría, el señor salió hace unas horas.

—¿Hacia donde?

—No tenemos esa información.

—Retírense.

 

Mi mal humor iba en aumento, había ido allí ciertamente a poner sobre la mesa que no haría lo que él quisiese, no me dejaría mangonear como lo hacía hasta que tu me rescataste. Tampoco pensaba dejar que él te hiciese algo.

 

Vagué por la casa hasta que finalmente opté por quedarme en el jardín, me senté a escuchar el silbido de los pájaros, a intentar tranquilizarme y mentalizarme por lo que se me venía encima.

 

Oí sus pasos en cuanto atravesó la ventana del jardín, pero no me molesté en girarme.

 

—No pensé que aceptarías venir tan fácilmente.

—No he venido a quedarme.

—Sin embargo estás haciendo lo que él predijo que harías.

 

Me giré a observarla y un escalofrío recorrió mi espalda.

 

—¿Qué quieres decir?

—Padre estaba seguro que vendrías a hacer valer tus derechos y salió unas horas antes de que tú llegases.

 

Mi rostro debió de cambiar rápidamente a un gesto de pánico, pues vi en los ojos de mi hermana un brillo de ironía. Salí corriendo dispuesto a volver a tu lado, pues había sido tan idiota como para dejarte solo a su merced. No llegué a dar dos pasos dentro de la casa cuando oí a mi hermana gritar que me retuvieran, muchas personas salieron a mi paso y peleé contra todas ellas para intentar llegar hasta la puerta.

De algo me estaban sirviendo las clases a las que padre me había obligado a ir. De pronto me vi rodeado por cinco personas, estas lograron reducirme y con un pañuelo taparon mi boca y mi nariz.

Sentí que todo se volvía negro, pero como siempre mi último pensamiento fue para ti. DongHae… Hae, amor mío, no dejes que él meta en tu cabeza sus mentiras.

 

Despierto y pronto me doy cuenta de que vuelvo a estar en aquella habitación en la viví largos años bajo la tiranía de mi padre, me desespero al acto pues estar allí no puede significar otra cosa que problemas. Rápidamente de incorporo y veo a mi hermana junto a la ventana, al verme sonríe de la mas siniestra de las formas.

 

—Padre ya ha llegado, esta esperándote en su despacho.

—Me da igual, no quiero verlo ahora.

—De todas formas no podrás salir de esta casa, así que ve a verle.

 

¿Cuándo fue que le comió la cabeza hasta este extremo? Ella siempre fue un angelito, ella era todo bondad pero ahora ya casi parecía una copia exacta de aquel ser al que debía llamar padre.

Me resigné, sabía de sobras que no podría dar un paso fuera de aquella casa sin que tuviese a mil hombres de seguridad sobre mí. Caminé hasta el despacho y entré sin llamar, allí estaba él, leyendo papeles. Al percatarse de mi presencia sonrió con maldad.

 

—Te dije que volverías a estar aquí.

—Entonces debes saber la razón de mi visita, no pienso quedarme más tiempo del necesario.

—No tienes otra salida, pues aquel que te alejó de mí ya no hará nada para interponerse en tu vida.

 

Mi rostro debió de quedarse blanco, ¿acaso tuvo la osadía de tocarte ni que fuese un pelo? Aquello no se lo perdonaría en la vida.

 

—Por tu propio bien espero que no le hayas tocado ni un pelo.

—Oh descuida, él tomó sus maletas y se fue solo cuando le dije que no había sido más que un pasatiempo para ti, que lo habías usado como divertimento pero que ahora debías centrar tu vida y volver a casa.

 

Mi mundo se vino abajo, salí corriendo y nadie se interpuso, salí de la casa y luego tomé el coche para volver a tu lado. Aquello no podía ser posible, aquello no podía estar pasando. Porque tu me querías y sabías que cualquier cosa que él dijese no iba a ser más que una mentira para alejarte de mi lado, porque siempre supiste que mi padre era un manipulador que haría cualquier cosa para que todo saliese como él quería.

Conduje a más de la velocidad permitida, casi accidentándome más de una vez, pero me daba igual, tenía que llegar a casa lo más rápido posible, tenía que verte y saber que aún estabas ahí para mí.

 

Al abrir la puerta de nuestro piso lo primero que noté fue que había muchas cosas revueltas, te busqué como un desesperado pero no estabas allí. Poco tardé en darme cuenta de que casi todas tus pertenencias habían desaparecido y me desesperé al nivel de caer de rodillas, mis piernas ya no pudieron sostenerme. Tomé mi móvil e intenté llamarte un sin número de veces, pero no contestabas, siempre saltaba el buzón.

A duras penas pude volver a ponerme de pie, fui directo a la habitación y me dejé caer en nuestra cama. Solo ahí me di cuenta del sobre que reposaba sobre la misma. Me apresuré a abrirlo.

 

“No se que esperabas realmente, más bien no se que esperaba yo de ti. Durante mucho tiempo curé tus supuestas heridas, durante años luché a tu lado contra algo en lo que pensé que estábamos juntos pero a fin de cuentas no ha servido de nada. Tuve que haber supuesto que no cambiarías así por que si, idiota fui al creer que saldrías de la sombra de tu padre.

 

Lo único que realmente me ha sorprendido es tu cobardía, pues si querías terminar con todo al menos deberías haber tenido la decencia de decírmelo tu mismo.

 

Ahí y te pudras.”

Lee Dong Hae

 

Sin me quedaba alguna duda de lo manipulador que podía llegar a ser mi padre, esta se había volatilizado en el acto. Arrugué la carta entre mis dedos mientras intentaba hacer lo posible por no llorar, y es que el saber que te había perdido estaba logrando matarme por dentro.

 

No se cuanto tiempo pasé así, pero en ningún momento dejé de mirar la foto nuestra que reposaba en la mesilla de noche. Al menos podía intentar que tu sonrisa no se borrase nunca de mi mente, eso no podía permitirlo.

 

El teléfono sonó y me apresuré a cogerlo, quizás eras tú para decirme que aquello no era más que una pesada broma.

 

—¿Si? ¿Diga? —no se oía nada del otro lado, solo una respiración pausada y un leve sollozo. —¿Hae? Hae, dime que eres tú por favor.

—¿Ya has leído la carta?

—Hae por favor, era todo mentira, yo no podría dejarte —mis lágrimas no se hicieron esperar, no valía la pena retenerlas.

—Si la has leído entonces no tiene sentido que diga nada.

—Si todo esta perdido… —intenté sobreponerme, porque sabía que mentías a cada palabra que estabas pronunciando —¿Por qué llamas? Si ya no querías saber nada de mí, ¿por qué diablos llamas?

 

Escuché una suave risa, y yo conocía aquella risa tuya, aquella que solías hacer cuando yo me daba cuenta de algo que intentabas ocultar.

 

—Simplemente olvídate de mí, al parecer no te costará mucho. Pero recuerda algo Hyuk Jae, cuando estabas perdido fui yo el que te guié, el que te di la mano y te llevé por aquella senda que te llevó hasta la felicidad. Sinceramente espero que puedas alcanzarla, sabes que yo nunca podría desearte el mal, aunque en la carta lo haya echo. Espero que esa senda siga en tu mente y que alcances tu destino pronto.

—Te amo… te amo Hae.

 

No obtuve respuesta tuya, solo el incesante sonido de la llamada colgada. De pura frustración tiré el teléfono contra la pared, luego me dejé caer hasta el suelo y oculté mi rostro entre mis brazos y mis rodillas.

 

El tiempo voló y no podía ni moverme, noté que oscurecía pues no podía ver casi nada de lo que me rodeaba. Me quedé allí mientras sentía el dolor expandirse por mi cuerpo.

 

 

Un mes había pasado y me había visto arrastrado nuevamente hasta la casa de mi padre, allí pasaba los días encerrado en mi habitación dejándome consumir por la culpa de no haber sabido proteger lo que más quería, por no haber sabido protegerte a ti y todo lo que habías logrado crear en mí.

Más de una vez mi padre vino e intentó hacerme partícipe de sus ideas, de todo lo que tenía planeado para mí, pero yo me limitaba a mirar hacia otro lado, ganándome así más de un golpe por su parte. Pero no pensaba cambiar, no iba a permitir que él me lavase el cerebro como lo había hecho con mi hermana. Me ataría a tu recuerdo hasta que él me dejase ir y consiguiese encontrarte y recuperarte.

 

Uno de aquellos días mi padre volvió a entrar en mi cuarto.

 

—Estás acabando con mi paciencia Hyuk Jae, debes cumplir con tus obligaciones.

—¿Por qué debería hacerlo? ¿Para satisfacer tu ego? Prefiero seguir aquí sin hacer nada si con ello al menos consigo sacarte de quicio, así te devolveré parte de la molestia que siento yo hacia ti.

 

La bofetada no se hizo esperar, mi cara quedó completamente girada debido al impacto pero volví a mirarle.

 

—¿Ese es tu remedio a todo? ¿Pegarme? No creo que consigas demasiado.

—Si debo pegarte hasta quitarte ese asqueroso “amor” que tenías por aquel imbécil, te pegaré cada día. —aquello realmente me enfadó, poco me faltaba para saltarle al cuello y matarlo, pues ganas no me faltaban.

—Ningún amor es una ofensa que necesite castigo. Al menos si me pegas di que es porque no cumplo con tus asquerosas expectativas, pero no lo hagas por amar sinceramente a alguien. Pero que puedo esperar de alguien que no ha amado a nadie en su vida.

 

Después de aquellos recibí una lluvia de golpes, más no me importó, sabía que en cierto modo estaba siendo fiel al sentimiento que tenía hacia ti y era eso lo único que me mantenía vivo y con fuerzas para luchar.

Aquella noche alguien entró a mi habitación y me puse alerta de golpe, me extrañe al ver que era mi hermana.

 

—Hyuk… —¿estaba llorando? —Hyuk debes irte, debes buscarle… nunca me di cuenta de la influencia de papá, creí que hacer lo que él quería era hacer lo correcto. Hoy me he dado cuenta de mi error, él no puede impedirte ser feliz así que vete ahora, yo te cubriré.

—Yo… la pagará contigo.

—A mi no me pegará, dentro de poco me caso con alguien que él escogió para mí pero que resultó ser alguien a quien he tenido la suerte de poder amar. Si papá me toca, el padre de él rompería el compromiso y eso no le beneficia.

 

No sabía que decir pero ella me estaba ayudando a poder ir a buscarte. Alisté un pequeño bolso y ella me tendió una tarjeta de crédito sin decir palabra.

Salí y tomé mi coche, apresurándome en salir del recinto de la casa. Paseé varias horas pensando en donde podrías estar, recorrí mil veces los lugares que solíamos frecuentar, localicé a muchos de nuestros amigos pero nadie sabía nada de ti y aquello ya era desesperante.

 

Simplemente olvídate de mí, al parecer no te costará mucho. Pero recuerda algo Hyuk Jae, cuando estabas perdido fui yo el que te guié, el que te di la mano y te llevé por aquella senda que te llevó hasta la felicidad. Sinceramente espero que puedas alcanzarla, sabes que yo nunca podría desearte el mal, aunque en la carta lo haya echo. Espero que esa senda siga en tu mente y que alcances tu destino pronto.

 

Aquello era tan impropio de ti, aquellas palabras eran casi como un acertijo… ¿acertijo?

A mis recuerdos vino aquella vez que me arrastraste hasta tu casa de campo, aquella que estaba escondida en la falda de una montaña. Algo en mi cerebro se iluminó y pisé el acelerador, si no estabas allí es que te había engullido la tierra.

---O---

 

La agonía quería matarme, me pasaba los días encerrado en mi habitación, abrigado del frío exterior esperando que Hyuk se diese cuenta de hacia donde quería dirigirlo. Al recibir la visita de aquel hombre no había tardado más de diez segundos en saber que tramaba, me había dicho que desapareciese de la vista de Hyuk Jae, que él ya no me quería… es más, que nunca me había amado. ¿Pero que podía saber él de los sentimientos de su hijo si nunca le había llegado a conocer? Mis dotes de actuación salieron a la luz y fingí que todas y cada una de las palabras de aquel hombre me afectaban, me hizo escribir una carta en la cual yo despotricaba contra la cobardía de Hyuk, casi me echo a reír.

Pero ahora, empezaba a perder la confianza de que viniese, además, aquel hombre había dejado a alguien conmigo durante un tiempo prudencial por si a mi amor se le ocurría volver, aquello no sabía como lo solucionaría.

 

 

El coche no había dado más de sí, así que decidí seguir mi camino corriendo. Y corrí, simplemente seguí avanzando entre aquella espesa bruma, corrí aunque mis piernas hiciese rato que no podían más, corrí incluso cuando el aire ya no llegaba a mis pulmones. Todo valía si podía volver a ver esa preciosa sonrisa en tu rostro, porque para mí siempre fuiste un regalo caído del cielo…

La noche me cubría completamente pero me daba igual, seguí recorriendo los bellos parajes de aquel pueblo en el cual habías decidido ocultarte, seguí corriendo entre aquellos árboles y luego entre las pequeñas casas que se veían tenuemente iluminadas.

 

No supe que decir cuando te tuve en frente, tus ojos eran distintos, tu semblante era serio… ¿Qué te ha pasado amor? ¿Qué ha sido del joven de dulces y aniñadas facciones? ¿Acaso el tiempo ha hecho que pierdas aquella inocencia e ingenuidad que hizo que me enamorara de ti?

Caí de rodillas ante ti, con la respiración agitada, con la visión borrosa… solo atiné a alargar el brazo e intentar tomar tu mano. Tú correspondiste a la caricia… solo para hacerme mirarte a los ojos y ver la absoluta negación reflejada en ellos…

 

Quise morir en aquel preciso instante, toda mi esperanza se fue… entonces fue que me levanté y vi a tu espalda a un hombre con un teléfono en la mano, tu te giraste y el pánico invadió tu rostro.

 

—Hyuk Jae vete, trabaja para tu padre.

 

Y cualquier rasgo de cordura desapareció, entré de golpe a la casa empujándote lo más suave que pude y arremetí contra aquel hombre. Poco después yacía inconciente.

 

—Recoge tus cosas, lo primero que pilles, debemos irnos.

 

Pero antes de nada, se acercaste corriendo y te colgaste de mi cuello. Una tibia corriente me invadió por completo y correspondí el abrazo, luego separaste tu rostro de mis hombros y juntaste nuestros labios.

 

No tardamos en guardar tus cosas en tu coche y salimos de allí, dejamos a aquel hombre fuera de la casa y te aseguraste de cerrarla bien.

Mientras conducías hacia el aeropuerto yo marqué un número con tu móvil.

 

—¿Sora? Lamento despertarte —ella comenzó a bombardearme a preguntas. —. Sora, tranquilízate, estoy bien y Hae también pero nos vamos ahora, saldremos del país en el próximo vuelo. Dile a madre que la quiero y, por lo que más quiera cuídate y protégela.

 

 

Hace un mes que vivimos en Los Ángeles, hace un mes que se que mi padre me esta buscando, hace un mes que llamamos a tu madre y les avisamos de que por un tiempo no podríamos volver a Corea, ella simplemente nos dijo que fuésemos felices y, hace un mes que puedo disfrutar de ti y de tu amor con total libertad.

 

Cargué en una mano la bandeja con la cena y me dirigí al patio, allí estabas tú mirando el cielo, cómodamente tumbado en la hamaca. Me acerqué a ti y besé tus labios con suavidad, después de dejar la bandeja me recosté a tu lado. Así pasamos la noche entre frutas con nata y besos calurosos.

 

—¿Nunca desconfiaste de mí Hae?

—No pude, te conozco demasiado bien como para saber que no hubieses huido si ya no sentías lo mismo por mí.

 

El silencio se instaló entre nosotros, tú tenías medio cuerpo apoyado en el mío y yo me limitaba a acariciar tu espalda en un suave vaivén. Te giraste hacia mí y sellé nuestros labios.

 

—Nunca me dijiste como fue que tu hermana cambió de parecer.

 

Yo te miré y sonreí, ella me lo había dicho poco después de que llegásemos a L.A.

 

—Es algo fácil, ella escuchó algo y al compararlo con sus sentimientos se dio cuenta que no podía permitir que yo fuese infeliz por un capricho de papá.

 

Guardé silencio un momento y tú me hiciste mirarte.

 

 

—Ningún amor es una ofensa que necesite castigo Hae.

Notas finales:

Criticas constructivas por favor, la destrucción no es buena ;D


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