Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

unstable-enjoyment.com ~ Net Obsession por JHS_LCFR

[Reviews - 238]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

OMFG, 100 reviews y casi 5000 leídas ;_; omo...omo...los quiero mucho!

 

-Aish, no pasa nada—me dijo, golpeándome el trasero juguetonamente—Ya, sal de ahí.

Me rehusé, había pasado el peor momento de mi vida.

-Yah, situaciones como esas pasan todo el tiempo, en el set había más de uno así…—me acarició lo que se me veía del pelo—aparte debió ser el mareo. Ya sabes lo que dicen: la primera vez es plata tirada, no es la gran cosa.

Puta, encima sabía que iba a ser mi primera vez en veintitrés años. Carajo. ¿Por qué se lo dije? Siempre tan susceptible a ataques de sinceridad, yo…

-Hey—lo sentí acurrucarse a mi lado, abrazando la sábana que me cubría hasta la frente—Cuando te recuperes lo intentaremos de vuelta, ¿Ok?

Me daba tanta vergüenza hablar…existir, siquiera. Ahí lo tenía, hecho un desastre de sudor y jadeos cuando llegó la hora…y duramos menos de quince segundos. El calor y el esfuerzo físico me inundaron y me terminé mareando; como estaba sentado, caí de espaldas a la cama, él se pegó tal susto que resultó imposible remontar la situación y terminó trayéndome un vaso de agua y un paquete de azúcar con una cuchara…tenía azúcar hasta saliéndome del ombligo de lo que me obligó a comer.

Para la presión baja…creo, decía.

Tuve que aceptar, descubrí un lado muy socarrón de él.

-Escucha…eh…tú—aún no se sabía mi nombre, eso terminó de destruir mi autoestima—No es necesario que lo hagamos sí o sí hoy, después de todo vives solo…Y yo aún no consigo dónde quedarme.

Ah, tenía razón…de todas formas, el cuerpo no podía haberme fallado de tal manera minutos antes; Dios había decidió que me había dado más de lo que me merecía…o estaba de payaso cagándome la vida.

-¿Me estás escuchando?—susurró, acercándose a mi cara, puesto que yo le daba la espalda, hecho un ovillo.

Asentí lentamente, no me atrevía a mirarlo después de semejante macana, semejante humillación: todo el teatro del chico cursi y sensible para después derrumbarme. El tipo que me pegó el tiro la iba pagar caro, muy, muy caro.

Unos dedos fríos y largos forcejearon delicadamente con la frazada que estaba agarrotada en mis manos; terminé cediendo, mejor que no se ofendiera y se marchara, ahí sí que moriría. Me destapó por completo, pasó por encima de mí y terminó acostándose del otro lado, acobachado en el poco espacio que había.

-¿Me puedes hacer un lugar? Me caigo.

Tenía la cara hirviendo, debía estar rojo como un tomate…o amarillo por el bajón, no sé. Levanté un brazo y utilizó el otro como almohada; cuando lo atraje hacia mí por la espalda sentí sus piernas enredándose con las mías, su cabello acariciarme el cuello y su nariz rozar juguetonamente mi pecho: la sensación fue más reconfortante de lo que esperaba, por lo que me aferré a ella, cerrando los ojos e impregnándome de su perfume.

-¿Cómo te llamas?—preguntó en un susurro.

-Wu Yifan, Kevin Wu internacionalmente.

-Mh, de acuerdo. ¿Cuántos años tienes?

-Veintitrés. ¿Tú?

-Diecinueve…GeGe—respondió.

El número me atravesó como una lanza. ¿Tan joven? ¿¡Desde hace cuánto que trabajaba en la página!? Si a eso se le llamaba trabajar.

-¿Puedo permitirme ser curioso?—confesé.

-Por supuesto.

-¿Por qué “Wushu ZT”?

-Practiqué wushu de pequeño, casi todos en mi ciudad me conocían por eso. ZT…bueno, es por mi nombre: Zi Tao. Huang Zi Tao.

-Ah, bien. Siempre quise saber.

-¿De qué parte de China eres?

-Guangzhou, ¿Tú?

-Qingdao.

-Ah.

-Mh.

El segundero del reloj en la mesa de luz fue lo único que se escuchó después de eso. Me sentí triste: no sonaba como una charla normal, parecía estar estudiándome…es decir, vamos, iba a acostarse conmigo sin siquiera saber mi nombre. ¡Yo quería algo más que eso! Sé que a primera vista parezco un bruto que da miedo o un calentón, pero siento cosas, saben…Quería seguir la conversación, pero la pregunta que tenía en mente era muy incómoda, muy inmoral y muy indiscreta, me mataría si lo decía. Por suerte se me adelantó.

-GeGe…--me derretí al escucharlo llamarme así; levantó su cabeza para mirarme—¿Qué te gusta de mí?—preguntó.

Me tomó por sorpresa. Tuve que haber hablado yo antes.

-Me refiero—se apresuró a corregirse—Qué… ¿Qué hice o qué pasó para que te fijaras en mí?

Era una trampa. ¿¡Cómo contestarían ustedes una pregunta así!? Pestañeé infinitas veces, buscando posibles repuestas, excusas, preguntas para retrucar. Pero cuando me encontré con sus ojos negros tristes perdí fuerzas, me di cuenta de que estaba tratando de mentirle, de inventarle toda una historia sin pies ni cabeza con tal de que no se ofendiera, cosa que iba a terminar sucediendo de todas formas.

Luego todo me vino a la cabeza, como en un destello momentáneo, y dejé los ojos en blanco.

-La culpa la tiene un seis de Noviembre lluvioso—respondí, suspirando.

Parpadeó, desentendido.

-Fue mi cumpleaños—le aclaré—Llovía y no vino nadie, así que de casualidad encontré un anuncio tuyo—asintió, aunque quizás estaba disperso en su mundo, me encargué de traerlo a la Tierra—Fuiste el mejor regalo de cumpleaños. En serio.

-Aish…--me golpeó suavemente—¡Agh!—se quejó, tapándose la cara.

Amo ser cursi: consigo lo que quiero y más, aparte adoro verlo colorado cada vez que le digo algo asquerosamente meloso y romanticón. A mí me dan algo así como arcadas después que pienso lo que dije, pero sé que a él le encanta.

-¿Y tú?—inquirí—¿Qué hacías en el hospital? ¿Qué hice para que me cuidaras?—le besé la frente.

Respiró hondo mientras recuperaba el color en su rostro, mientras relataba, sus manos viajaban por mis brazos, subían hasta mi oreja y bajaban por mi pecho, sin darse cuenta que trazaba caminos de fuego a cada toque, a cada poro de mi piel.

-Cuando te metieron en la ambulancia—bien, otro que no me iba a contar quién carajo me había disparado—El chico alto—¿Yeol?—me dijo, mientras lo atendían de improviso, que tenía que ir a ver cómo estabas, que habías entrado por mí. Y cuando fui y me encontré con Kai y los demás, todos me dijeron lo mismo: que era lo mínimo que podía hacer, esperar a que despertaras.

O sea que no sientes nada, perfecto, gracias por aclarar.

Me empezó a doler el pecho: ¿“Lo mínimo que podía hacer”? ¿Lo hizo de compromiso? ¿Entonces qué hacia ahí en la cama conmigo? Que se fuera, no necesitaba su compasión; quizás por eso lloró cuando pasó lo que pasó en el cuarto: estaba acallando a su conciencia, se sentía culpable.

No eres nada, no representas nada.

-Sin embargo…

Sin embargo nada, suéltame.

Empecé a deshacer el abrazo cuando sus palabras me congelaron.

-Me pareciste lindo en la tienda. Eras el primero que no se me tiraba encima y me obligaba a hacer cosas que no quería; sólo te quedaste mirando, a una distancia prudente—dibujo círculos otra vez a la altura de mi corazón, parecía encantarle hacer eso—Aparte, no sé…eres alto, buenmozo, besas bien…y me pareciste tierno con el incidente de los pantalones; todo colorado y tembloroso, tú—rió.

“Pero son todos negros”. Ah, sí, eso. Contuve una risa.

-Aunque, creo que lo más importante fue…—¿Había más?—Cuando me dijiste eso en la caja—se acarició la boca con la mano libre.

“Si lo que haces, lo haces contra tu voluntad…Eliminaré mi cuenta. Te lo juro. No debe ser agradable estar en tu posición, en absoluto”.

-¿Así que te gustó eso?

-Muchísimo—sonrió, sin dejar de acariciarse el labio—Sentí que alguien trataba de ponerse en mis zapatos…pero tuve que reírme para no sonar frágil, para que no supieras que en realidad te lo agradecería en el alma.

-¿Por qué te reíste?—me acomodé, apoyándome en el codo de mi brazo, su almohada, verlo desde arriba era un ángulo nuevo…y me fascinaba—Te fuiste, recuerdo, me diste la espalda y seguiste riendo.

-No quería colapsar y pedirte ayuda, no ibas a tener idea en qué te estabas metiendo—contestó, deprimido; posó una mano en mi pecho, tenía obsesión con el latir de mi corazón—¿Sabes? En el hospital tuve miedo…

-¿Miedo? ¿De qué?

Miró fijo su mano, sus labios apenas se separaron y las palabras salieron disfrazadas de susurros; sus ojos a punto de llorar, seguramente borroneándole la vista.

-De que se apagara.

Busqué su mano con la mía y entrelazamos los dedos: ¿Tenía miedo de que muriera? ¿Huang Zi Tao (sí, lo recordaba con sólo escucharlo una vez) se estaba mostrando vulnerable conmigo, sensible, frágil? Eso significaba que confiaba en mí para desarrollar el papel que siempre hice y sé mejor hacer: consolarlo, ofrecerle mi hombro, mi oído. ¡Ah! Y me quería también, recalquemos eso, por favor: me quería, porque tenía miedo de verme morir. Debí haber sonreído como estúpido, porque se tentó y se giró, soltándome para taparse la cara.

-Yah, ¿Qué tiene de chistoso? ¡Estoy contento!

Siguió riendo, suspiré sin bajar las comisuras de mis labios y me tiré sobre él, escuchando risas genuinas, infantiles brotar de su boca mientras sus ojos se volvían dos medialunas y su rostro se relajaba con cada tentada, brillando alegremente, llenándolo de vida, haciéndolo feliz.

Quiero verte así todos los días, me decidí.

Te haré sentir así todos los días. Hasta que se me apague el corazón.

 

 

Comprobamos a la mañana siguiente que no tenía ningún agujero en la cabeza, me habían cocido y como había sido en la sien, casi me mata pero no me saca pelo; suspiré, revolviéndome el flequillo. Tao me ayudó en la zona de la nuca.

-Generalmente el rubio no queda tan bien—comentó desinteresadamente, pero supe a qué se refería.

Le parezco apuesto.

Fuck yeah.

Ensanché mi sonrisa mientras me encogía de hombros.

-Quise dejarme un par de raíces y mechones para lograr una especie de contraste…pero no es la gran cosa—No, que me haya pasado cinco horas en la peluquería como vieja chusmeta leyendo revistas de farándula no es la gran cosa, claro que no.

-Yo una vez me teñí de rojo—alegó—Pero fue un desastre, parecía peluca…así que volví al negro y después…--se mordió el labio.

-¿Después?

-No me dejaron teñírmelo.

-¿Quiénes?

-“Ellos”.

-Ah.

De acuerdo, punto sensible, momento incómodo: había que cambiar el curso de la conversación: mientras nos lavábamos la cara, una pícara idea se cruzó por mi cabeza.

-Ah, quiero bañarme. Estuve toda una semana con la sangre seca y debo oler como los mil diablos.

-La verdad que no—respondió, sonrojado—Hueles lindo, me gusta tu aroma.

Tranquilo, él no puede oírte el corazón descontrolado.

Tranquilo, no puede oírlo.

Controla el rojo de tus mejillas. ¡Que lo controles!

Intercambiamos miradas durante unos segundos: ¿Cómo podía ser tan tierno y delicado considerando las proporciones de su cuerpo y su anterior trabajo? Repito, si a eso se le llama trabajar…

-Bueno—carraspeó—Dejo que te bañes solo—y encaró para la puerta.

Soneí a sus espaldas: Showtime.

-Oh…oh, ¡Oh!

Me abalancé sobre el fregadero, fingiendo golpearme con la manija del agua caliente. Abrazando el mármol, sacudí mis piernas mientras trataba de levantarme.

-¿¡Estás bien!?—gritó, acercándose.

Me tomé la nariz con una mano, asentí.

-Creo que sí, no fue nada, sólo un bajón de presión—tosí—Aigoo, no siento las piernas.

-Vamos a la cama, te acuesto.

-No, no—suspiré, “frustrado”—Quiero bañarme…pero si estoy así…Aigoo…

Dejé que procesara la idea, de pasó me tapé la boca para no reírme, sentí sus manos en mi cadera, llevándome a la bañera.

-T-te ayudo…en-ton-ces.

-Oh, no, por favor. Tú sigue durmiendo o ve a vestirte, no quiero molestarte—dije mientras tanteaba la manija de la mampara a lo bruto.

-No, en serio, vamos. Tú te bañas, yo te sostengo; no entraremos sentados—protestó, encerrándonos en la ducha y abriendo el grifo.

Se me erizaron los pelos: salió helada, temblé de pies a cabeza y sentí cómo cada fibra de mi cuerpo sufría descargas eléctricas con cada gota que golpeaba contra los poros. Cayendo directamente en mi espalda, me arqueé hacia delante, chocando con él, que quedó acorralado en la esquina.

-Perdón—titubeó—Pensé que si salía caliente te marearías más.

Cuando estiró la mano por uno de mis costados para abrir el agua caliente, encerré su muñeca en mi mano. Ya no sentía frío, ni calor: Sólo su piel rozar contra la mía con vergüenza. Sé que dije que merecía descansar, pero el instinto me podía. Aparte lo tenía en persona, frente a mí, mirándome con ojos traviesos. La sonrisa torcida de la tienda reapareció, se me escapó un bufido.

Hijo de…

Sabía. Lo estaba esperando.

Se puso en puntas de pie y acarició mis labios con su susurro.

-Déjame abrir el agua caliente—pegó su torso al mío, su bóxer empapado contra el mío me dejó “verme”, “verlo”. Estábamos prácticamente listos.

-Ya quisieras—me reí mientras le tomaba de la nuca.

…Y el puto timbre sonó.

El maldito, molesto, odioso y ensordecedor timbre de mierda sonó, alertándolo.

-¿Atiendes? Yo estoy todo mojado—se excusó echándome.

-¿¡Y crees que yo no!?—le grité burlonamente.

-Ey, es tú casa; no mía.

Me até  una toalla a la cintura, golpeé la mampara para asustarlo: podía ser socarrón, altanero, tierno, pícaro y juguetón. En fin, podía ser todo lo que soñaba y más, el maldito. Secándome los pies con la alfombra del baño, salí hacia la sala (el baño estaba en el piso de abajo) y doblé en dirección a la puerta. El ruido de una alarma de auto activándose me llamó la atención: la visita pensaba quedarse, pero ni Soo ni Yeol tenían autos.

¿Polis? ¿Investigadores? ¿Vendrían por Tao, por mí?

Cuando abrí la puerta comprobé que era peor, muchísimo, muchísimo peor que cualquier policía, investigador, persona relacionada con la página de Internet o fanático sasaeng de Tao. Saqué la cuenta, hacía un mes que no lo veía, y los años le cayeron de golpe en esas semanas; tenía puesto el mismo traje de siempre y su semblante era calmo, pero por supuesto, la forma de sus cejas indicaba lo contrario. Ya tenía bolsas en los ojos y patas de gallo, me pregunté cuándo fue la última vez que lo tuve así de cerca.

-¿Tienes un minuto?

Escuché pasos ligeros cerca: Tao debía haber terminado o rajado del miedo a buscar la ropa al lado del sofá para vestirse y marcharse. Tragué saliva con fuerza.

-La verdad que no.

Frunció el ceño, aunque a primera impresión uno no se da cuenta.

Pero yo sí, porque saqué las cejas de él, que se cruzó de brazos, dispuesto a no marcharse.

Bufé.

-¿Qué quieres, papá?

 

Notas finales:

Sale GaEul entra el Sr. Wu xD


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).