El milagro navideño
Te aproximas… todas las semanas es la misma rutina, y todas las semanas te sientes basura al acércatele. Pero ese día… ese día es especial.
Por fin llegas a la tumba, su tumba… la bonita y bien conservada lapida negra que pone; “Sherlock Holmes” con letras doradas.
Te sientas enfrente de ella y comienzas a detallarle todo lo ocurrido esa semana en el trabajo, debes admitir que las primeras veces en hacerlo te sentiste como un imbécil hablándole, pero sin embargo… (nunca lo reconocerás en voz alta) ahora te agrada.
-Sarah me volvió a invitar a tomar té a su apartamento…- no estás seguro del por qué cuentas eso –me volví a negar… ella es bonita pero… no es lo que yo quiero ahora…- ¿y qué es lo qué quieres ahora? Fácil, a Sherlock… pero él está muerto. ¿Verdad? Tú lo viste morir.
Respiras un poco más pesado, sientes de nuevo esa horrible sensación en la boca del estómago…
Te das cuenta que ha anochecido, el clima está muy frio, seguro va a empezar a nevar. Suspiras, recuerdas las noches de invierno en las que corrías como loco junto a él tras la pista de algún criminal, la navidad en la que Irene Adler “murió”… te preguntas (de nuevo) si Sherlock habrá fingido igual, la respuesta es no, ya has desechado esa idea antes, en ese instante solo es tiempo de irse a casa.
Te levantas del frio suelo y sonríes a la lápida.
-Feliz Navidad Sherlock…- pones una mano sobre ella, está fría… como su muñeca después de esa terrible caída, te muerdes el labio… odias recordar ese momento.
Sacas del bolsillo de la chaqueta un paquetito negro muy bien envuelto, nunca habías hecho algo así, traerle cosas… nada más allá de flores. Lo depositas sobre la poca nieve que se ha empezado a acumular.
-Un regalo… de Navidad…- sientes que las lágrimas empiezan a resbalar por tus mejillas, malditas traicioneras…
-¡Qué ridiculez más grande!- lo escuchas insultar tu lindo detalle… porque… lo escuchas, lo escuchas hablar…
¡Madre santa, que no te estés volviendo loco!
Giras lentamente a donde proviene la voz… lo ves, ahí de pie sonriendo… con un abrigo negro y bufanda azul… No te puedes mover, lo observas detenidamente… no es un fantasma, no es una ilusión, no te has desmayado por el frío y lo estás soñando… el en verdad está ahí… en verdad Sherlock está ahí parado. Tardas unos segundos en reaccionar y hablas; una voz temblorosa que apenas puedes reconocer como tuya sale de tu boca
-Sherlock… tú…- Tu cerebro trabaja a mil por segundo intentando decir lo más coherente posible, al menos un insulto, un grito de enojo… pero nada, te has quedado sin habla… ni siquiera puedes parpadear, te pican los ojos -…tú estás muerto…-
-Me pediste que realizara un milagro y aquí estoy… -
Das un paso y te le acercas, ya no estás confundido, ni aturdido, ni shokeado estas molesto, muy molesto, levantas el puño derecho con intención de romperle la nariz, él cierra los ojos esperando. Te contienes, no lo vale… durante un tiempo imaginaste tu reacción cuando él regresará, tal vez lo besarías (sí, besarlo), lo golpearías o incluso lo matarías con tus propias manos (al menos así estarías seguro). Le sueltas una bofetada que lo manda a probar la nieve del piso, lo coges del cuello de la camisa y lo acercas a tu rostro, le besas violentamente…
-Tardaste…- sonríes tranquilo, lleno de paz interior -tardaste mucho Sherlock…-
-Lo siento…- te mira con ojos tristes, en verdad se arrepiente, tal vez no fuiste el único que sufrió…
-Tendrás que hacer más que una disculpa para recompensarme- le retiras unos rizos de la frente y lo miras divertido, como si esos días, semanas y años nunca hubieran transcurrido
-Lo sé- se acerca y te besa con cariño, ahora ya todo estará bien, lo sabes…