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Noche de brujas... por laoos

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Notas del fanfic:

Este one shoot lo escribí para el concurso de Hallowen del grupo Autores de fanfics de Tokio Hotel. No gané, pero tuve lndos comentarios. Espero les guste...

Notas del capitulo:

Es la primera vez que incursiono en este género...

Noche de brujas

Era la noche del 31 de octubre, «Día de brujas», y Bill se alistaba para celebrar su primer año al lado del chico de sus sueños, Tom Trumper. Frente al espejo, terminaba de maquillarse mientras su mente viajaba al pasado, al día en que todo empezó.

Él estudiaba hasta tarde en la biblioteca de la universidad. Leía y tomaba apuntes de uno de los numerosos libros que tenía en la mesa, cuando lo vio pasar. Le llamó la atención de inmediato, pues nunca lo había visto. Y solo él podía jactarse de conocer a todos los empleados de la biblioteca, ya que ahí pasaba la mayor parte del tiempo. No era un nerd, solo le gustaba que lo reconocieran como uno de los chicos más aplicados e inteligentes; adoraba sus libros y siempre se le podía encontrar con la nariz enterrada en algún grueso tomo de Literatura medieval o nórdica, materia que le apasionaba. Así que esa noche frunció el ceño al no reconocer al joven, pero cuando las primeras líneas del párrafo final de su informe se formaron en su mente, sacudió la cabeza sin prestarle mucha importancia al asunto.

Media hora después, y luego de encontrar lo que necesitaba para completar su informe sobre El cantar de los Nibelungos, se levantó  para llevar los libros que había usado a su respectivo sitio. A duras penas podía cargar el último: un voluminoso libro que encontró en uno de los anaqueles más alejados del área de letras, así que avanzaba a paso lento.

—Puedo ayudarte…

Bill volteó espantado y dejó caer el libro. De pronto se paralizó, a unos pasos de él estaba el chico que había visto hace unos momentos mirándolo fijamente.

—Ehhh… no… no gracias, puedo solo.

Y como pudo se agachó para recoger el libro.

—Es mi deber preservar la seguridad de nuestros visitantes, así que no seas terco…

Sintió su voz muy cerca y un incomprensible miedo se apoderó de él. Cuando levantó la mirada, el muchacho estaba a su lado y le quitaba el libro. Bill sintió sus dedos fríos rozarle la mano y dejó caer el libro por segunda vez. Tom lo miró y negó con la cabeza. Luego se levantó y se dirigió al anaquel sin decir más.

Se sintió tonto por desconfiar así de alguien a quien veía por primera vez, así que incómodo carraspeó...

—Disculpa yo…

—No te preocupes.

Bill se quedó clavado en su lugar observándolo. Había algo en el joven que lo intrigaba sobremanera. No sabía si era por su extraña ropa negra —jeans algo anchos, polera grande y zapatillas acomodadas al descuido— o por su aspecto —largas rastas negras amarradas en un moño sobre la cabeza—, pero algo en él le erizaba la piel.

—Hey —dijo el rastudo agitando las manos—, ¿qué te pasa?

—¿A mí? Nada ¿Por qué? —dijo algo avergonzado.

—Pues te quedaste ahí, parado, mirándome raro…

—No te miraba a ti, veía ese pequeño libro que está ahí. ¿Lo ves?

—Ah —dijo no muy convencido el extraño chico y siguió buscando el lugar del pesado tomo que tenía en las manos.

Bill siguió observándolo y no pudo evitar que las palabras salieran de su boca, la curiosidad lo mataba…

—¿Eres nuevo?

El rastudo giró y se le quedó viendo por unos minutos. Definitivamente a veces agradecía ser lo que era y hacer lo que hacía.

—Se podría decir  que sí… —dijo sonriendo—. ¿Y tú?

—¿Yo?

—¿Siempre estás aquí hasta tan tarde?

—Casi siempre —dijo algo incómodo por la penetrante mirada que sentía sobre él.

—Pues debes tener cuidado —dijo con ronca voz.

Bill lo miró extrañado. Si antes tenía miedo, ahora estaba aterrado, pues a pesar de su mirada que inspiraba confianza y su angelical rostro, había algo que lo incomodaba.

—¿Por…? —dijo tragando fuerte.

—Es Hallowen, no sabes lo que te puedes encontrar…

Sin poderlo evitar, quizá por sus mismos nervios, soltó una fuerte carcajada.

—Por favor —dijo tratando de calmarse—, yo no creo en esas cosas.  ¿Tú sí?

—A veces es bueno creer… —le dijo con un extraña mueca.

—Bueno, cada uno es libre de creer lo que se le venga en gana —dijo despreocupado.

En ese momento, las fuertes campanadas de la vieja iglesia que se encontraba a unas cuadras de ahí anunciaron la cercanía de la medianoche.

—Wow… ¡qué tarde es! Debo irme. Has-hasta mañana.

—Hasta mañana Bill.

Sonrío como pudo y se dirigió a su mesa. De pronto se quedó clavado en medio del pasillo, su corazón se aceleró y sus manos se pusieron frías al darse cuenta que en ningún momento le había dicho su nombre. Impulsivo como era, volteó…

—Como sabes mi….

Pero fue inútil… el chico ya no estaba. Miró a todos lados. Era imposible que hubiera desaparecido tan pronto. Tragó saliva y temblando se alejó de ahí corriendo.

Desde ese extraño encuentro habían pasado 11 meses. Ahora Tom, como le dijo que se llamaba, días después, cuando lo acompañó a estudiar, lo esperaba en su departamento, situado a la espalda de la biblioteca, para celebrar un año juntos. Un año lleno de amor, pensó Bill con una tonta sonrisa en el rostro, pero a la vez lleno de pequeños detalles que le ponían la piel de gallina. La mayoría de veces los ignoraba, pero habían momentos en que simplemente no podía hacerlo, como los días en que Tom desaparecía o las noches en que no dejaba que lo vea —dos noches al año para ser más precisos: la del 1 de noviembre y la primera noche de luna llena— o su ridículo miedo a los gatos. Todo eso y miles de detalles más lo llenaban de dudas,  pero amaba demasiado al rastudo como para tomar en cuenta esos detalles.

Cuando estuvo listo, es decir, maquillado y con ropa nueva y ajustada, tomó su bolso y salió rumbo a la biblioteca. Eran cerca de las 9 y estaba muy ansioso; algo en la voz de Tom, cuando le platicó sobre la cena, le  hizo pensar que sería una noche especial.

—Tal vez quiera que vivamos juntos. ¡Oh! —dijo emocionado a la nada.

Cuando por fin llegó ante su puerta, una rara sensación le hizo voltear. Se sentía observado, así que agudizó la vista pero solo vio la calle desierta. «Deben ser los nervios», pensó y tocó el timbre. Nadie abría. Asustado volvió a tocar y tocar hasta que la sorprendida voz de Tom  le respondió...

—¿Bill?

—¿Qué estabas haciendo Tom? ¡¡¡Ábreme ya!!! —gritó irritado.

—Cariño tendrás que esperar un poco...

—¡¡¿Qué?!!

—Que tendrás que esperar. Estoy terminando de preparar tu sorpresa.

—Pero… ¿sorpresa dijiste? —dijo bajito.

—Sí cariño.

—¡Ah! Está bien —dijo sonrojándose—.Yo también te tengo una sorpresa…

—Qué será, qué será...

—Osito, no demores mucho. Está haciendo demasiado frío.

—Serán solo unos minutos, cariño.

Dejó escapar un suspiro y comenzó a dar saltitos para mantenerse caliente. Tom demoraba demasiado y la sensación de ser observado no desaparecía. Estaba a punto de tocar por tercera vez, cuando la puerta se abrió lentamente. Bill entró y se sorprendió al ver que todo estaba oscuro…

—¿Osito? —preguntó algo incómodo.

—Por aquí cariño...

La voz provenía de la habitación del  trenzado, así que imaginando de qué se trataba la sorpresa avanzó temblando de pura excitación. Empujó la puerta y casi suelta el bolso. En medio de la pieza una cama redonda con sábanas negras lo esperaba.

— T-Tom... ¿Q-qué pasó aquí? —apenas pudo decir. Una de sus fantasías estaba a punto de cumplirse.

—Es tu sorpresa cariño.

Bill volteó y esta vez sí dejó caer su bolso, sus manos tapando su boca. Tom, con las rastas atadas en media cola y con una especie de túnica negra, avanzaba hacia él.

—O-osito...

—¿Te gusta cariño? —dijo alzando las cejas de la manera que sabía enloquecía a Bill.

—Ehm... Sí, sí, claro que sí, pero no íbamos a cenar... M-me dijiste que cenaríamos...

—Y eso es justo lo que vamos a hacer Billa...

—P-pero aún no estás vestido.

—Eso es lo de menos...

Y sin darle tiempo a decir más, tomó su mano y lo pegó a su pecho abrazándolo. Sus manos recorrieron la espalda del moreno en una suave caricia. Bill, con los ojos cerrados, se concentraba en las fabulosas manos de Tom. De pronto sintió unos dedos acariciar su cuello, subir por su nuca y perderse en su cabello. Extasiado dejó caer la cabeza en el hombro de Tom al mismo tiempo que se separaba para mirarlo a los ojos.

—Ummm… Tom eres un chico malo… —su voz ronca, muy ronca.

El trenzado sonrió y se acercó a sus labios lentamente. Los lamió  y los mordió suave, mientras Bill jugaba con su aro de metal.

—Te deseo cariño, te deseo justo ahora… —jadeaba el rastudo.

—Pero, pero…

—Ahora Bill, por favor —decía mientras sus manos estrujaban las nalgas de su pareja.

—Ahh… ummm… ¿en verdad lo deseas mucho? —dijo separándose del trenzado para acariciar su vientre con las uñas.

—Siéntelo tú mismo —dijo tomándolo de la cintura y pegándolo más a él.

Bill sonrió al sentir contra su miembro una notable erección.

—Osito, tan rápido… —dijo frotándose contra el trenzado mientras llenaba de besos su rostro.

—Tú me tienes así, cariño, solo tú.

Y perdiendo sus dedos en la suave piel de sus nalgas, se apoderó de sus labios en un profundo beso. Así, unidos, frotándose, esparciendo saliva en el rostro del otro, cayeron en la cama.

—Nunca me cansaré de amarte Bill… —decía mientras se acomodaba sobre él.

—Ummm… sí, sigue así…

—Tu cuerpo es tan cálido, tan flexible, tan lleno de placeres desconocidos, aun para mí…

—Osito… —jadeó Bill con los ojos brillando de deseo.

Sonrió de lado y comenzó a desnudar al bello joven que tenía debajo de él, prenda por prenda, lento, tortuosamente lento. Cuando lo tuvo completamente desnudo, se apoderó de sus labios y fue dejando un camino de húmedos besos por la blanquecina piel, que parecía brillar. Bill gemía al sentir la lengua de su rastudo delinear sus muslos, subir por sus caderas y lamer su estrella hasta el cansancio. Sus manos vagaban por la fuerte espalda del rastudo, por sus costados tratando de quitarle esa túnica, pero Tom no se dejaba. De pronto se incorporó soltándose las rastas. Bill, al no sentirlo más, abrió los ojos desconcertado.

—¿Dónde vas?

Sin contestarle, el rastudo se dirigió a un extremo de la habitación y regresó con una copa en la mano. Bill, apoyado en un codo, lo observaba con los labios entreabiertos y la respiración entrecortada.

—Acércate cariño… —dijo mientras se arrodillaba en la cama.

Como hipnotizado, Bill gateó hacia el rastudo, lo miró juguetón y pegó el rostro a su vientre.

—Quítate esto Tom… —ronroneó frotando su mejilla.

—Después, ahora ven aquí.

Y ante la atenta mirada de su pareja, mojó sus dedos en la copa y los acercó a la boca entreabierta del pelinegro.

—Bebe, cariño… prueba el néctar de la vida…

Extasiado y perdido en el placer, no le dio importancia a las raras palabras de Tom, así que lamió los dedos que le ofrecían retrocediendo ante el metálico sabor.

—¿Qué es eso, osito? ¿Qué es?

—Vino… solo vino…

Y tomando su nuca, acercó la copa a sus labios y le dio de beber un poco más. Sin poderse resistir, lo atrajo hacia su boca y compartieron el líquido vital…

Luego de ese húmedo beso, forcejearon un poco entre ellos, luchando por ser el que dominara, hasta que Bill se soltó del fuerte agarre del rastudo y gateó hasta el centro de la cama, agitando el trasero... totalmente expuesto…

—Ven Tom, ya no puedo más…

No sabía qué le pasaba, se sentía extraño, algo mareado, pero a la vez lleno de un calor sofocante que le oprimía el pecho y le retorcía el bajo vientre en placenteros espasmos.

Al verlo justo como quería, se acercó a él apoyando una mano en su espalda, acariciándolo, frotándose a un ritmo que hacía a Bill gemir y arañar las sábanas.

—Hazlo Tom, hazlo…

—Unos minutos más… solo unos minutos más… —decía jadeante, mientras simulaba cortas embestidas entre los muslos de Bill.

En ese momento, la campana de la vieja iglesia empezó a sonar y Tom contó once campanadas. Cuando terminó de sonar la campanada número doce, se dejó caer en la espalda del moreno, acariciando su miembro de arriba abajo.

—¿Me amas cariño? —jadeó en su oído balanceándose.

—Sí… sí… cada parte de mi cuerpo te-te… ahh, ahh te ama tanto…

—¿Solo tu cuerpo? —dijo agitado, moviéndose con Bill que se pegaba cada vez más a su ingle.

—Mi cuerpo…umm, mi co-corazón, mi sangre…ahh, mi al-alma…todo yo te ama —dijo totalmente excitado por las manos de Tom que no dejaban de tocar su miembro.

—¿Tu alma? —dijo con la voz muy ronca, deteniendo sus movimientos.

—Sí, sí, sí…también te pertenece —gemía con los ojos cerrados buscando ansioso las manos de Tom.

—Eso es todo lo que quería oír…

Y sin avisarle siquiera se hundió en él. Bill soltó un largo gemido y pegó su cuerpo a las caderas del trenzado, iniciando un suave vaivén. A los pocos minutos, el fuego se apoderó de sus cuerpos y Tom lo pegó a la cama, embistiéndolo con fuerza, rápido, preciso. Bill arqueaba la espalda buscando su rostro, su boca, gimiendo alto…

—¿Tu…ah…tu alma es mía?

—Sí… sí

—Repítelo… —dijo con voz ronca mientras cambiaban de posiciones.

—Mi al-alma…ahhhhh…es tuya… tuya… tuya —repetía Bill como un mantra. En esos momentos hubiera sido capaz de recitar la tabla de multiplicar para que Tom continuara moviéndose dentro de él.

—Mírame Bill, mírame…

Bill abrió los ojos y pudo ver claramente detrás de Tom varias sombras.

—Tom… Tom —dijo asustado al oír un extraño canto.

—Cállate…

Su voz era distinta y Bill, con los ojos muy abiertos y el corazón lleno de miedo, vio como las sombras rodeaban la cama. Tom parecía no ver ni oír nada, seguía embistiéndolo con más fuerza.

Aterrado, Bill comenzó a moverse frenéticamente, tratando de alejar a Tom.

—Suéltame… suéltame... ¿Quiénes son estas personas? ¿Quiénes  son? —dijo gritando espantado al ver que las sombras se acercaban cada vez más...

—¡Te dije que te callaras…! —gritó enfurecido—. ¡Sujétenlo!

En un movimiento rápido, sus brazos y piernas fueron sujetados con fuerza y una mano huesuda cubrió su boca. Lágrimas de miedo comenzaron a surcar sus mejillas. No entendía qué pasaba, en un momento estaba en las nubes disfrutando como nunca antes y en el otro era casi violado por el que amaba.

—El momento ha llegado Irihood —dijo una de las sombras.

—Lo sé, lo sé...

Tom se incorporó y arqueándose de placer se corrió  en su interior. Jadeando fuerte y  aún  sin romper su unión, acarició su rostro y se pegó a su pecho, observándolo. Sus ojos estaban muy abiertos y de ellos brotaban abundantes lágrimas. Tom extendió la mano y recogió con un dedo una de ellas, la observó y luego la probó.

—Nunca comprendí cómo hacían los humanos para elaborar este extraño líquido salado. Dime Bill, ¿cómo hacen?

—Basta Irihood, el tiempo se acaba —dijo la misma sombra.

—¡¡Qué fastidio!! No dejas que me divierta un poco.

—Has estado un año divirtiéndote con el humano, ¿quieres más acaso?

—Ya, ya —dijo fastidiado. Luego, miró a Bill y lo tomó del cabello—. Debo reconocer que has sido lo mejor de lo mejor y por eso, antes de matarte, te concederé el privilegio de conocer mi verdadera identidad.

Bill abrió los ojos ante esas palabras y su rostro se deformó en una mueca de terror. Ante él se encontraba su Tom, pero sus ojos eran rojos y enormes. De su boca, un líquido verde escurría por sus  filosos y puntiagudos dientes.

—¡¡¡Ahhhhh!!! No, no aléjate, aléjate...

Luchó con todas sus fuerzas para librarse de su agarre, pero lo único que consiguió fue que la criatura le arrancara los cabellos.

—Soy Irihood, uno de los 7 demonios principales y me alimento de la energía sexual de los humanos, pero eres tan especial que no solo tomaré tu energía, sino también me llevaré tu alma. Un alma como la tuya sin duda le agradará mucho al que sirvo.

—Irihood la hora…

—Fuiste el mejor Bill, pero como te dije el día en que nos conocimos: nunca sabes lo que te puedes encontrar en una  noche de Hallowen...

Y luego de soltar una escalofriante carcajada, jaló sus cabellos y lo acercó a su rostro, abrió la boca y aspiró toda la energía del muchacho que aún yacía bajo él. El rostro de Bill perdió el color y su cuerpo comenzó a convulsionar. De pronto, cayó en la cama en los últimos estertores de la agonía. Al verlo, puso la mano en su pecho y una luz iluminó toda la habitación. El demonio atrapó la luz y se la tendió a la única sombra que había hablado.

—Todo ha terminado aquí Hallow. Lleva esta alma al inframundo. El Supremo estará muy agradecido.

La sombra agachó la cabeza y desapareció junto con las demás.

El demonio al verse solo tomó el cadáver y hundió la nariz en su cuello.

—No era nuestro tiempo cariño, pero esperaré a que nazcas otra vez y todo será diferente... muy diferente.

Y sin más el demonio desapareció…

 

—Corten…

De repente, la habitación se iluminó por completo revelando un set de grabaciones. Cámaras, apuntadores, luminitos, asistentes, todos admiraban extasiados la última escena del primer capítulo de la miniserie que se filmaba.

William no quería moverse, pero vio a Natalie acercarse y suspirando tocó el hombro del chico que aún estaba sobre él.

—Puedes levantarte Thomas…

—Oh… disculpa —dijo avergonzado el rastudo.

William cerró las piernas y se deslizó fuera de la cama cubriéndose con la bata que su asistente le pasaba. Por su parte, Thomas, aún sorprendido por la experiencia, se quitaba la túnica. Dunja, su asistente, lo cubrió de inmediato y le pasó una toalla por el rostro, eliminando así el líquido verde que habían usado para darle realismo al personaje.

—Muchachos estuvo genial, simplemente perfecto —dijo David Jost, el director de la serie—. No puedo creer que ya tengamos el primer capítulo grabado… es fantástico. Esta serie será un éxito, ya lo verán. ¡¡¡Ahhh fue un acierto contratarlos, un total acierto!!! Ahora vayan a casa y descansen, no los quiero ver por aquí hasta el lunes.  El lunes bien temprano ¿ok? El segundo capítulo de la miniserie se grabará de inmediato.

—Por supuesto, aquí estaremos… —dijo Thomas quitándose los dientes.

—Me olvidaba… afuera hay fans y quieren algunos autógrafos Thomas.

—Pero David, estoy muy cansado —dijo mirando de reojo a William que trataba de cubrirse.

—Vamos será solo un momento…

—Bueno, si ya no hay nada más que decir me retiro…  —dijo muy serio el moreno.

—Eso es todo William y una vez más buen trabajo…

—Gracias.

Se acomodó la pequeña bata lo mejor que pudo y se dirigió a su camerino seguido de cerca por Natalie. Cuando por fin estuvo dentro, soltó un gran suspiro dejándose caer en el mueble.

—Bill estuviste estupendo…

—Ay Natalie, como si gemir como puta y retorcerme fuera un gran trabajo —dijo irritado.

—No digas eso…

—Es la verdad, aquí la estrella es Thomas… —dijo soltando un gran suspiro.

—¿Te gusta no? —le dijo la rubia mientras acomodaba la mesa donde tenía todos sus elementos de trabajo.

—Quítame esta cosa, ya no la aguanto… —dijo sentándose en la silla que Natalie ya le había preparado.

—No respondiste mi pregunta…

—Sí, me gusta y no pasará nada, pues es demasiado heterosexual para mí.

—Pero las escenas que hicieron, parecía que Thomas disfrutaba… —decía mientras sacaba los ganchos que sostenían la peluca negra que usó para la grabación.

—Por eso es un gran actor Natalie… —la rubia empujó su cabeza para quitar los ganchos que se encontraban en su nuca y retirarla de una vez.

—¿Y si lo invitas a salir?

 Bill se sobresaltó y volteó a verla de mala gana…

—¿Estás loca?

—No te muevas tanto que así no voy a terminar nunca. Además, solo le invitarías una cerveza, nadie está diciendo que lo lleves a una disco de ambiente o algo parecido.

William suspiró más fuerte y dejó caer su cabeza abatido…

—Y… si me rechaza…

—Si lo hace, al menos no te quedarás con las ganas de intentarlo.

—Ummm… lo pensaré. ¿Ya terminaste?

—Sí.

Libre al fin de esa insoportable peluca, William se dedicó a peinar su corto cabello rubio.

—Haz algo con él, está horrible…

—Tranquilo…

Y Natalie en menos de diez minutos le hizo un pequeño mohicano. Satisfecho por el resultado, comenzó a desmaquillarse. Era increíble, pero para su personaje, Bill, tenía que usar una peluca y maquillarse los ojos con sombras negras. En un principio, no quiso aceptar el cambio tan radical de imagen, pero cuando se vio al espejo, ya transformado en Bill, no pudo decir que no. Simplemente parecía un ángel, como le había dicho todo el staff, incluyendo Thomas.

—Bueno si ya no me necesitas, me voy —dijo Natalie sacándolo de sus pensamientos.

—Anda querida, yo acabo de desmaquillarme.

—Adiós entonces. No salgas tan tarde y piensa en lo que te dije.

—Ve tranquila. Saluda a Marcus.

—Bye.

Cuando al fin se quedó solo, suspiró por millonésima vez. Quizá no era tan mala idea invitarlo a salir. ¿Qué podría perder? Así que con una gran sonrisa decidió arriesgarse, pero el lunes, cuando reuniera el  valor que le faltaba.

Diez minutos después, estaba listo para irse. Tomó su bolso y cuando abrió la puerta para salir, casi grita por la sorpresa. Thomas estaba parado frente a él con una mano alzada, a punto de tocar…

—Ehm… yo… —dijo el rastudo sonrojado.

—Thomas… —dijo sorprendido.

—Venía a… a… —¡Maldita sea, cómo odio tartamudear! Tranquilo, tranquilo. Respira y di algo inteligente…— a pedirte un poco de desmaquillante.

—Ehm, claro… pasa —dijo algo extrañado, alejándose de la puerta. Con las manos frías, William lo oyó cerrar la puerta y pasear por su camerino.

—La peluca te queda muy bien.

El rubio volteó y lo vio acariciarla. Sonrió y siguió buscando entre los cajones.

—Gracias. Aunque he de confesar que me da mucho calor. Aquí está la crema…

Thomas se giró y se perdió en los claros ojos del modelo. Quiso decir algo, pero era tan difícil hablar cuando uno de los modelos más atractivos de toda Alemania te miraba de aquella forma. Suspiró y tomó la crema que no necesitaba.

—Gracias.

Se miraron sin saber qué más decir. Nerviosos, muy nerviosos buscaban desesperadamente retener al otro, decir algo y hacerlo sonreír, pero el tiempo pasaba e incómodo William carraspeó…

—Bueno debo irme...

—Oh… qué tonto. Gracias de nuevo y hasta el lunes.

William lo vio alejarse. Su pecho se apretó y sin poder resistirse lo detuvo…

—Thomas… ¿quieressaliratomarunascervezas? —dijo rapidísimo.

El rastudo volteó de inmediato, sonriendo al verlo sonrojado, pero con la mirada fija en él.

—Ufff… pensé que no me lo pedirías nunca —dijo emocionado.

—Ehhh…

—Que estoy esperando que me invites a salir desde que nos presentaron.

—Lo dices en serio…

—Por supuesto, guapo. ¿Y dónde vamos a ir?

—A donde quieras…

El rastudo no soportó más, se acercó a paso lento, tomó su mano y la llevó a sus labios, dejando un suave beso en la punta de los afilados dedos.

—Ummm… sabes que me gustas mucho…

—Tho-Thomas…

—No pongas esa cara Will. ¿Puedo llamarte Will verdad?

—Llámame como quieras…

—Me gustas y sé que te gusto. Salgamos. Quiero conocerte, saber todo de ti y…

Cansado de oírlo hablar tanto, tomó su cintura y lo atrajo a su cuerpo. Sintió su respiración agitada chocar contra su boca y sin querer negarse más se acercó a sus labios, rozándolos lentamente.

—Will… —dijo enredando sus brazos en el largo cuello del modelo.

—Hablas demasiado sabías —decía sobre su boca, acariciando su espalda.

—Ya me lo habían dicho…

—Silencio. Déjame besarte ¿sí? —rogó William.

—Bueno, si tú insistes…

Y sin esperar a que dijera alguna cosa más, unió sus labios en un fogoso beso. El tiempo se detuvo para ambos en el momento en que sus lenguas se encontraron… por fin se sentían completos, por fin habían encontrado el amor. 


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