Prólogo.
Esperó a que todos en casa durmieran para prender el computador portátil; la pantalla se iluminó dolorosamente cuando abrió su explorador de internet preferido y la pantalla se puso blanca, sus manos eran inseguras ante lo que comenzaba a escribir, incluso le daba pena pero en el motor de búsqueda escribió pocas palabras:
“Ana y Mia, reglas”
Entró en el primer link aún avergonzado por lo que hacía ¡si es que eso era peor que ver pornografía!
“Porque la comida es como el arte, sólo sirve para mirarla”
Su ceño se frunció al leer el lema que ordenaba la página web, blog dedicado a ambas enfermedades, pero se negó a irse de allí sin obtener algo de información. Tal y como decían los científicos la mayoría que frecuentaban allí eran mujeres, unas que decía querer verse flacas a toda costa; él no salió de su estupor en ningún momento, mensaje tras mensaje publicado en la página todo se volvía más confuso.
“Hola, soy K, miro 1.64 y peso 50 kg. Estoy gordísima, vuelta una cerda, y quiero bajar más de peso, Ana ya no es tan efectiva como antes. Mañana comenzaré con Mia”.
Aquella era la última publicación hecha en la página web hace tanto sólo cinco minutos, ¿aquello tenía sentido? K pesaba 50 kilogramos y quería seguir bajando. Había cientos de mensajes así, todos quejándose y uno que otro insultando a las seguidoras fieles de ambas princesas, diciendo cosas como “qué asco” y “ustedes son unas rechazadas de la sociedad”. Con curiosidad vio como un mensaje venía de un hombre, que debía sentirse mal con su cuerpo (como todos allí), decía que pesaba 61 kg.
En esa página había miles de cosas: consejos, mandamientos, castigos en caso de haber comido demasiado, pensamientos, odio en su estado más pudo, tablas de calorías y dietas basadas en agua y plantas. Justo cuando iba a ser la una de la mañana —y después de chismear la página por un buen rato— él por fin quiso dejar un mensaje a todas esas personas.
“Hola… Mi nombre es S, de un tiempo para acá no me gusta como se ve mi cuerpo, no sé si debería meterme con ellas ¿ustedes qué opinan? ¿Debería comenzar?”
Mandó el mensaje nervioso a más no poder. Iba a esperar respuesta pero de repente escuchó pasos fuera de su habitación, cerró el computador de golpe, lo dejó a un lado y se echó a la cama tapándose hasta las orejas. Segundos después la puerta de la habitación se abría, una mujer de aspecto joven entró, se sentó en el borde de la cama admirando la quietud del ambiente.
—Hijo… —dijo la mujer—. Me contaron que hoy no te sentiste muy bien, perdona no hacer podido salir antes de trabajar pero… —ella calló para no perturbar el sueño del aparentemente dormido chico. Y sin embargo se quedó allí más de una hora arrullándolo en silencio, con calma.
Cuando ella por fin abandonó la habitación él volvió a tomar el computador portátil, lo abrió para descubrir que tenía seis respuestas a su mensaje:
“Comenzar es difícil pero responderemos a todas tus preguntas”
“Ana y Mia son la mejor solución”
“Si no te sientes bien con tu cuerpo debes hacer algo; Ana es para personas de fuerte voluntad y Mia es al contrario, es para personas que no pueden dejar de comer ¡ánimo!”
“¿Cuánto pesas? La báscula decide qué eres”
“Comienza con una dieta. Ni Ana ni Mia están diseñadas para los wannabes*”
“No lo hagas, no comiences”
Bueno, eran cinco mensajes alentadores de seis. Lo había decidido; el siguiente día comenzaría con Ana; tendría que ocultarlo de muchas personas pero bueno… la cosa es que era más fácil dejar de comer mientras la universidad y Naruto le mantenían ocupado. Quizá Ana si sería efectiva, si no recurriría a Mia.