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unstable-enjoyment.com ~ Digital Skin por JHS_LCFR

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Me dirigí inicialmente hacia la casa de Yifan, GaEul se encontraría allí ya que no podrían pisar mi casa hasta que rindiera bien y, doblando y cruzando entre el tráfico que iba disminuyendo a medida que me alejaba de la gran redada policíaca, recordé el rostro de Kai muerto, perdido, carente de vida. Era igual a la expresión que llevaba el día que lo conocí en el club, y no quería volver a verla. Nunca más. Me juré dar todo de mí, hasta el último de mis días para no verlo en ese estado otra vez. Jamás. Cuando golpeé la puerta suavemente, y esperando a que me abrieran, empecé a sacudir tierra, pasto, patear cualquier piedrita que hubiera por ahí, dispuesta a volar lejos de mis zapatos. Estaba inquieto, realmente nervioso, quería llegar a Jongin y abrazarlo, cuidarlo, tomarle el rostro entre las manos y apretar su cuerpo contra el mío para hacerle saber que todo iba a estar bien, que confiara en mí y así poder yo levantar el mundo con una sola mano, todo con tal de verlo feliz. La había pasado tan mal, y si bien fingía no estar afligido o herido en el interior, varias cosas que pasó no se las merecía; no era justo que sufriera de esa forma, no…

Volví a la Tierra a través de un incesante parpadeo y fruncí el ceño, miré el reloj y hacía ya dos minutos que estaba frente a la puerta sin que nadie me atendiera. Volví a golpear, esta vez con más fuerza y conté hasta diez: era una manía que tenía, no me gustaba que no me abrieran la puerta, aparte de que odiaba la impuntualidad por parte tanto del que llegaba como del que recibía la visita (no te bañes si sabes que en dos minutos te vienen a visitar, ¿Entiendes?). Suspiré y tomé el picaporte entre mis manos: total, Yifan no estaba y si GaEul estaba cambiándose o algo…bueno, haber trabado la puerta o haber gritado “Ya voy”. Para mi suerte, entré a la casa sin tener que forcejear mucho o buscar alguna llave bajo una maceta o un tapete. Pronto descubrí que nadie me atendió porque, para mi sorpresa, GaEul y Jongin estaban acurrucados en el sillón de la sala, durmiendo con los ojos rojos, hinchados y un abrazo asfixiante, de esos en los que pareces gritar “No me dejes, quédate”.

¿Me iba a tener que ir? No quería irme, incluso (y si se me permite ser sincero, caprichoso, engreído, egocéntrico y arrogante) quería estar en el lugar de GaEul, con la cabeza de Kai descansando sobre mi pecho y los brazos rodeándole suave pero firmemente, como un gato durmiendo, con los ojos cerrados y la respiración calma pero atento a cualquier ruido, a cualquier movimiento o sonido repentino. Puchereé, no lo voy a negar, y me quedé contemplándolos durante unos segundos, examinando y estudiando la postura de Jongin: estaba hecho un niño en pinta, acurrucado dentro del agarre de su noona, con los ojos hinchaditos y rojitos, y esos gruesos labios suspirando de tanto en tanto, casi relajado y tranquilo por la presencia de GaEul.

Quiero estar ahí, debo estar ahí. Nací para estar ahí.

No sé si le habré ojeado (dado un mal de ojo) o qué, porque bostezó y abrió los ojos al instante, entrecerrándolos porque seguramente le dolían. Miró a sus alrededores, dudoso y apretando los labios y lamiéndoselos, cuando notó mi presencia, recordándome que existía, que tenía que moverme y hablar porque estaba haciendo el ridículo. Le pregunté un “¿Estás bien?” mudo y me respondió asintiendo suavemente, teniendo cuidado al salirse del agarre de su hermana. Una vez erguido, se estiró levantando los brazos y arqueándose, gruñendo suavemente y sacudiéndose tiernamente mientras escuchaba el ruido de sus codos, rodillas y muñecas acomodándose con un rápido y sonoro chasqueo. Luego, frotándose los ojos, caminó hacia mí y sonrió tristemente; cuando estiró los brazos para saludarme cálidamente (gesto que había generado producto de extrañarme mientras estudiaba en casa para rendir) sentí que me quebraba por dentro: ¿Por qué intentaba sonreír? Le dije que no era necesario que hiciera eso enfrente mío, ¿Por qué insistía? ¿No confiaba en mí para cuidarlo y protegerlo? ¡Lo hacía con todo el mundo! Le correspondí desesperado, apretujándolo, tocando los huesos de su columna con mis dedos, respirando agitadamente: lo necesitaba, lo necesitaba urgentemente a mi lado, para sentir ese explotar sin fin de variadas, interminables e indescriptibles emociones dentro de mí, que ya se habían vuelto una droga. Una droga como la dosis diaria de Jongin que me permitía respirar por un día más. Y, hablando de eso, ya era que lo supiera.

-¿Jongin?

-Mhh—sentí su nariz hundirse en mi trapecio, inhalando con fuerza.

-…Te quiero mucho.

Los segundos pasaron, pero no me dolió que no respondiera, debía estar pasando por mucho ahora, y tendría la mente hecha una maraña, un  desastre de pensamientos. No le iba a obligar a ordenar su caótica cabeza justo ahora. No obstante…

-…Yo más. Yo te quiero mucho más—escuché lo que pareció ser una risa cansada; se alejó de mí y miró mi boca, se mordió los labios—Te deseo mucho más también.

Entendí al instante y tiré de su labio con mi pulgar para que saliera de la prisión de sus dientes, el contacto con aquella boca pulposa, carnosa y siempre tibia me generó cosquillas en la mano, que viajaron directamente a mi pecho, estremeciéndome. Cortándome la ilusión, retiró mi mano con la suya y la posó contra su quijada, inclinando la cabeza contra ella para aumentar el grado de la caricia.

-Noona está durmiendo—y antes de que dijera una mala palabra disimulada entre dientes—Vayamos a casa.

Sí, “casa”.

No, “tú casa”.

Sino “nuestra casa”.

 

 

-¿Listo?—preguntó.

-¡Espera!—le paré, apoyándome sobre los codos—No cerré la puerta con llave.

-Tsk, déjate de joder—espetó, el humor se le había dado vuelta como una tortilla—Voy, más vale que te acuestes de vuelta.

-Pero no---

Y pujó, robándome un grito de dolor. Sí, tuve que haberme acostado, pues del apuro no me había preparado y yo tampoco se lo había pedido. Me dejé caer de espaldas y me arqueé, tapándome la boca y buscando un ángulo desde el cual no doliera. Una vez estuvo completamente dentro, dejó pasar los segundos.

-Dime cuando estés listo, así puedo moverme.

Aún no me acostumbraba, después de todo era recién la tercera vez, y la segunda siendo yo el pasivo, así que asentí y busqué estabilizar mi respiración. A lo largo de nuestra primer noche juntos (no podíamos dormir por la emoción de haberlo hecho, él por ser por primera vez activo, y por ende la mía por haber perdido…la virginidad trasera), me dio una serie de vergonzosos consejos: pero el de la respiración había terminado siendo muy efectiva. Me había dicho que en situaciones como en la que me encontraba, aprovechara el tiempo para buscar un ritmo tranquilo de inhalación y exhalación, primero para ignorar el malestar y segundo, luego serviría para indicarle al otro con qué ritmo empezar. Sonaba tonto, pero…

-¿Duele mucho? Mejor yo---

-Estoy listo—dije con los ojos cerrados—Estoy listo—repetí con voz convencida.

-¿Seguro?—asentí enérgicamente, sus manos se posaron sobre mi cadera—Cualquier cosa, avisa por favor, y paro—volví a asentir, su repentina preocupación me derretía, incluso en esa posición.

Conté mentalmente hasta tres, lo conocía: iba a decir “uno, dos tres” en silencio (creyendo que no lo oiría), respirar profundamente e inclinarse sobre mí, para besarme si de pronto me dolía, de forma que me distrajera con sus besos mientras se movía, dentro y fuera de mí. Todo salió como lo predije, inflé el pecho para avecinarme al repentino vacío en mi interior, que fue lento; cuando volví a sentirlo fue...chocante, realmente chocante. Es…difícil de describir: iba despacio no sólo por mi bien, sino que (conociéndolo), también lo hacía para apreciarme, memorizar físicamente mi tensión interior, la presión de mis paredes sobre él, haciéndolo sonreír coquetamente. Volvió a tocar fondo y se dispuso a salir nuevamente, a la tercera vez empezó a aumentar la velocidad; yo en ningún momento dejé de agarrotarme a la almohada. Sabía que le gustaba esa imagen, me lo había dicho (ojo, no quería verme adolorido, sino que le gustaba mi vergüenza, y yo arrugaba la almohada o las sábanas para no gritar, cosa que tarde o temprano terminaba haciendo). Ya doliéndome los dedos, disimuladamente separé más las piernas, dobladas a los costados de su cuerpo: no podía negarlo, Jongin me ponía…candente, me volvía sucio, me hacía un chico pervertido. Y me moría de ganas de decírselo, pero si lo hacía todos los cuidados se irían al traste, y no quería terminar con puntos ahí por un…desgarro. Pero, tenía tantas ganas….en serio…

-In…JongIn...—lo llamé colorado, sin atreverme a mirarlo; instantáneamente se detuvo, preguntando si dolía mucho; negué con la cabeza—…Rápido…

-¿Cómo?

-Más…—dilodilodilo—...Rápido—No hubo respuesta, ni física ni verbal—¿Jong…

-Te amo—dijo, hundiéndose rápidamente, de un solo golpe; apreté los dientes, pero se sentía genial—No puedo creer que lo hayas dicho… ¡Dilo de vuelta!—me alentó, riendo fascinado.

-Más rápido.

Me pidió que lo repitiera otras quince veces más, suspirando complacido cada que me escuchaba. Minutos después rodearía disimuladamente su cintura con mis piernas, aferrándome a ella, fingiendo vergüenza del ombligo para arriba (pasándome un brazo sobre los ojos, aún agarrotado a la almohada) y “destapándome” del ombligo para abajo, presionando, pidiéndole delicadamente que aumentara el ritmo e indicándole el punto donde tenía que golpear.

Cuando llegase el momento y viera un estallido blanco proyectarse delante de mis ojos, tiraría mi cabeza hacia atrás, gritando su nombre, llamándolo para que me sostuviese entre sus brazos fornidos y resistentes, torneados y tostados, mientras una ola tras otra de emoción bajase por mi cuerpo, estremeciéndome, entrando en erupción volcánicamente.

Cosa que también le encanta.

 

 

-Estuvo genial—canturreó—Sobre todo porque participaste—sonrió saltando en el lugar, chapoteando.

Ardí al rojo vivo; madres, no se le había pasado por alto…Bajé la mirada, concentrándome en el agua que me llegaba hasta la clavícula, ¿Qué hacíamos ahí, apretujados en la bañadera, con la espuma rozándonos la cara? Ah, sí, me lo había pedido…“en todas las películas lo hacen, no es justo”, dijo… ¿Cómo me terminó convenciendo?

-¿Ah, s…sí? ¿Tú dices?—pregunté despreocupado, jugando con la espuma entre mis manos.

-¿Tus piernas pujando mi espalda? No soy estúpido, Soo Hyung—rio, tirando espuma al aire—Yaay~ Spumi, Spumi…Ah, sí, te decía: estuvo buenísimo porque participaste, la próxima si quieres puedes elegir la posición.

¿Cómo podía ser tan infantil y descarado al mismo tiempo? Es decir, por favor…¡Tenía que haber un límite! No tuve coraje para responderle, inclinó la cabeza y me miró preocupado.

-¿Acaso ya tienes una en mente?—preguntó por lo bajo—Si es así, deberías decírmelo. Experimentar está genial, se siente de mil formas diferentes cuando te entra el---

-¡¡¡JONGIN!!!—le salpiqué ruidosamente, empapando su cara con burbujas—Por favor, no lo digas…hacerlo tan explícito es…resulta…innecesario.

Frunció el ceño.

-Yo quiero que disfrutes, que la pases bien. ¿Qué tiene eso de malo? ¡Te doy la oportunidad de opinar, cosa que yo nunca tuve!—siempre ganaba las discusiones con ese argumento, Aigoo—Y bien—dijo acercándose, pude sentir sus pies rozar contra mis muslos mientras se acercaba—¿Tienes “alguna” en mente?

Ay, madres….ay, madres, madres, madres…

-Pues…qué sé yo—me encogí de hombros, sintiendo que mi cara quemaba—No sé…sé de una pero…--lo escuché carcajear, asombrado—Ahora no te digo nada—protesté, sonrojado, ¡Me estaba esforzando por hablar y me respondía así! ¡¡No era nada fácil hablar de “eso” para mí, madres!!

-Dime, por favor, ¡Por favor!—rio; miré hacia otro lado, no podía darme vuelta y darle la espalda, quedaría con las rodillas pegadas al pecho y rebalsaría el agua de media bañera—Ya, hyung~

-No, quédate con las ganas ahora—no replicó nada, incluso se recostó con la espalda contra el frío mármol, ¿¡En serio iba a ignorarme!? Bien…De pronto, sentí un ligero roce en la parte interior de mi muslo, eran los dedos de su pie—¡¡J-Jongin!!—sonrió como sólo él lo sabe hacer, y acercó más su pie hacia mi masculinidad sumergida bajo el agua; inevitablemente, empecé a histeriquear al sentir sus pequeños dedos jugar contra mí—¡¡Kim Jongin, detente en este preciso instante!!

Los teléfonos sonaron sobre el tocador, los habíamos dejado allí esperando noticias de Chanyeol o de Kris, quizás incluso de GaEul. Sí, todo un cockblock le dicen algunos, pero en el fondo estábamos preocupados. Kai dijo todas las malas palabras que se sabía y yo me estiré para agarrar el mío.

-Todos los tiros—protestó él, suspirando—Hay que deshacerse de esas mierdas si quiero ponértela en paz.

-¡¡BASTA!!—le grité por lo bajo--¿Sí?—fingí no morirme de vergüenza al hablarle al celular.

-¿Soo? Es…es Chanyeol…

Se me paró el corazón: recordé cuando me marché del edificio.

No, no estaba allí, se había ido, no recordé haberlo saludado, ¿Qué había hecho? ¿Por qué sonaba tan distante, tan triste y enojado a la vez? ¿A dónde se había ido? ¿¡Y cómo o me di cuenta de que no estaba la última vez!? Me golpeé mentalmente hasta el cansancio: estaba tan egoísta últimamente…

-¿Me escuchas?—repitió, en tono muerto.

-Sí, sí—puse el altavoz y coloqué el teléfono entre Kai y yo, el primer se inclinó hacia delante curioso—¿Pasó algo? ¿Cómo les fue?

Se tomó la vida en responder…luego empezó a llorar.

-Tienes que venir urgente, estoy en el hospital y…y…

No pudo seguir, Jongin me miró preocupado, le devolví la mirada. ¿¡En el hospital, qué había pasado!? La voz entrecortada y robótica salió del parlante, dándome una respuesta que jamás imaginé escuchar.

-Soo…les dispararon a Kris…lo están operando de urgencia…

Kai salió disparado fuera de la tina, buscando las batas y pasándome una toalla para el cabello, pero no pude recibirla y la dejé caer dentro del agua, empapándose y hundiéndose, como yo en mi mente.

-Fue directo en la sien…y si todo va mal…no va…no va…

-¡¡¡¡SOO, QUE SALGAS!!!!—me gritó Kai, agitándome—Párate y ponte la bata, AHORA.

Pero yo estaba ocupado completando la frase entre sus órdenes y la voz lastimosa de Chanyeol, martillándome el pecho, la conciencia.

Fue directo en la sien.

Y si todo va mal…

...

Qué mala suerte que tenía últimamente.

 


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