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unstable-enjoyment.com ~ Digital Skin por JHS_LCFR

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Notas del capitulo:

A todos los que estén ocupados estudiando, ¡Suerte en sus exámenes! :D Fighting~! /o/

 

Los días pasaban, el tiempo pasaba, la vida se nos pasaba, pero a Yifan era al que no le pasaba nada. Nada. Absolutamente nada. Todas las mañanas, antes de ir a trabajar, pasaba por el hospital y ver si había novedades, no había. Cuando salía de la librería y volvía a casa para almorzar, pasaba para ver si había novedades, no había. Antes de ir a la Facultad (que terminó volviéndose un martirio ya que en esa semana volvía a rendir y era mi última oportunidad para recibirme) pasaba para ver si había novedades, no había. Volvía de la Facultad, tampoco había; las recepcionistas ya me odiaban y los doctores suspiraban cansados en vez de hablarme, pidiéndome que me retirara cortésmente y (en lo posible) los dejara en paz. “Todo salió bien, cuando los efectos de la anestesia dejen de surgir efecto desertará y empezará el régimen de rehabilitación”, dijeron, pero esa misma noche, antes de retirarnos, agregó que “Yifan sufría de un típico y muy común estado vegetativo pos-traumático, una especie de coma inducido, nada más”. Nada más…Madres, Dios santo, Jesús, “nada más”, decía, así despreocupado…últimamente ya ni me dejaban verlo, pero su recuerdo me atormentaba en sueños, despertándome entre las penumbras y sintiendo un frío abrasador a pesar de la primavera que ya se estaba asentando: descansaba boca arriba, como todos, pero no tenía respirador, todos sus órganos parecían funcionar perfectamente, sólo que no se movía, no abría los ojos y no reaccionaba a nada ya. Ni a mi voz, ni a la de GaEul, ni a los gritos malhumorados de Kai, que intentaba ocultar su tristeza con quejidos y bufidos. Lo que no quería decirnos era que se moría de ganas de ver a Yifan el día de su egreso, junto a nosotros, aplaudiéndolo y felicitándolo. Sí, como oyeron, Jongin había aprobado todos los exámenes y había logrado graduarse del colegio, sólo que no vino con la alegría que GaEul y yo esperábamos: nos juntó a todos en casa de Yifan, se sentó, tiró el boletín de notas y suspiró, diciendo “listo, ¿Ahora qué sigue?”. Claro que GaEul estalló en llanto y lo abrazó forzosa y asfixiantemente durante horas, besándolo en toda la cara y felicitándolo con una emoción sorprendente; pero él pareció reacio a recibir tanto cariño, alejándola suavemente y explicándonos que quería estar solo. Incluso cuando yo subí para felicitarlo y se me escaparon dos lagrimones, sonrió tristemente y me dijo en un hilo de voz “no hay nada que festejar, aún nos falta una sola cosa”. Y era que Yifan despertase, cosa que no estaba sucediendo pasados ya cinco días.

A la mañana del día seis, arrastré los pies hasta la librería desganadamente, sacando las llaves y abriendo la puerta, girando el cartel de “Cerrado” para que dijera “Abierto” y arremangándome para empezar a limpiar: me encantaba, nada me hacía más feliz que limpiar. Pasar el plumero por los libros, pasar la franela con lustrador por las bibliotecas y la gran barra donde estaba la caja, repasar con un trapo húmedo la computadora y esperar que terminara de prender mientras barría; todo parecía una rutina de película con música agradable de fondo, robándome una sonrisa algo falsa pero lo suficiente como para satisfacerme a mí y a mi consciencia durante el día. “Hoy puede ser, quizás te llamen al teléfono en cualquier instante”, me consolaba. La sonrisa se ensanchaba y rápidamente decidía desaparecer. “No te entusiasmes tanto”.

Cuando la campana sonó, me encontré con el dueño de la librería, el señor Woon, que venía durante sólo unos segundos para luego volver a revisar el papelerío de las nuevas entregas y verificar demás contratos con editoriales; más en concreto, venía a avisarme que tendría que firmar una entrega por él y debería acomodar los nuevos libros en el sector que me había hecho apartar unos días antes. Accedí con un rápido asentimiento y lo vi marcharse con los pies bien separados uno del otro, producto de su obesidad: ¿Cuántas veces había discutido con su esposa por teléfono porque no se cuidaba ni quería hacerlo? ¿Quería…morir, con las venas tapadas de grasa? No era bueno estar así de gordo, pensaba. A ver si quedaba en el hospital y también tenía que visitarlo a él. Al formar la palabra “hospital” de vuelta en mi cabeza, la sacudí enérgicamente, despidiéndome de aquellos pensamientos: ahora tenía que estar atento a la entrega, sin importar cómo. Con la máquina ya prendida por completo, empecé a revisar los documentos, los bocetos de los contratos firmados para saber quién llegaría, cuándo y qué entregaría. Media hora después llegarían los paquetes y pasaría el resto del turno acomodando todos y cada uno de los libros de Stephen King, que habían llegado como un especial, una oferta de la mano de una Editorial que recién estaba dando sus primeros pasos. Cuando hubo llegado el mediodía (y habiendo vendido muchos más libros de Stephen King de los que me esperaba), la puerta se abrió ni bien me giré para empezar a cerrar después de haber puesto el cartel de “Cerrado”.

-Disculpe—dije mientras volvía la vista hacia la puerta—Ya cerra…—Se limitó a levantar una mano, se veía demasiado relajado, no solía caminar así; acercándose a mí, respiró profundamente y suspiró mirando los estantes que nos rodeaban, sonrió al ver los espacios vacíos—Jongin.

-Veo que te fue bien—comentó, sacudiendo la cabeza para correrse el flequillo—, ¿Qué vendiste?

-Terror, suspenso…Stephen King—fruncí el ceño, no recordaba haberle dicho que viniera, tenía que ir al colegio y yo aún no había hablado con el señor Woon sobre cederle mi puesto a él—¿Se puede saber…?

-Quería verte—se mordió el labio—Después de todo…la ceremonia es hoy, ¿Recuerdas?—se me había pasado por completo, me golpeé la frente sonoramente—Quería saber si ibas a venir—agregó, obviando mi gesto.

-Sí, perdón, dame un minuto—Madres, no estaba bien vestido ni le había comprado flores, nada…había vuelto a enroscarme en Yifan y en la facultad, ¿Cuándo dejaría de hacerlo a un lado?—Deja que guarde esto…no pasa nada si limpio mañana—acomodé todo—Dame un segundo, que apago la---

Había olvidado también que en un constante y aburrido pasar de pestañeas y revisiones, había decidido husmear en la página de la Universidad, donde acababan de publicar los resultados de los exámenes finales. Finales y que me dirían si había logrado recibirme o no. Me senté lentamente en la silla sin despegar mis ojos de la computadora, Jongin preguntó si todo estaba bien. Giré la rueda del mouse ruidosamente, inicié sesión e ingresé mi número de documento y el de estudiante, los datos empezaron a surgir, uno de bajo del otro: miré muy por arriba las listas, tratando de encontrar mi apellido, mi nombre, mi número, lo que fuese.

-Ey, ey, ey—me frenó, tomándome del hombro—Creo que te pasaste, sube un poco—señaló la columna de nombres—Ahí—elevo la voz—Ése… ¿No eres tú?

Siguió con el dedo la fila, que parecía no terminar, cuando llegó al final de la pantalla, se vio en Negrita, resaltando, una sola palabra. Una palabra de ocho letras, ocho hermosas letras.

-“Aprobado”—dijo, pude ver por el rabillo del ojo cómo se le ensanchaba la sonrisa—Aprobaste, ¡Hyung, bien!—me agitó suavemente para animarme, no me pude mover.

Se me cristalizó la vista, todo se volvió un conjunto borroso y fuera de foco de colores, de bordes, de intensidades.

-Aprobé.

Mamá, Papá…

Aprobé.

 

 

Aunque el gimnasio era amplio y estaba repleto de sillas, tuvimos que quedarnos parados a un costado, mirándolos con sus uniformes de sacos amarillos con detalles azules y pantalones oscuros, sentados uno al lado del otro, bien derechos y con las manos en las piernas, sonrisas orgullosas y más de un par de ojos hinchados por la emoción. Las chicas se habían alisado el pelo y habían decidido ondularse las puntas y el flequillo, se habían lustrado los zapatos y llevaban moños más grandes, más de una se acariciaba la placa con su nombre brillante y lustrada, casi como nueva; no se cruzaban de piernas, pero las dejaban caer bien unidas a un lado, demostrando su elegancia y tirándose el cabello hacia atrás o hacia delante según la ocasión, realmente se veían todas muy lindas, como muñecas de porcelana; incluso pude ver a Juniel, la ídolo rookie del año, sentada al lado de ese misterioso chico rubio que había visto en el Departamento, en el piso 20 y luego salir con la sangre bañándole el cuerpo, mientras era seguido por uno muy parecido a él en cuanto a altura y pelo. A saber qué eran…igual, fuese amigo mío o no, no querría a nadie ver así, desangrándose mientras lo arrastran a una ambulancia, ni siquiera se dignaron a llevarlo en camilla, pobrecito. Pero volviendo a los egresados: no podía encontrarlo, y me sentía muy mal por despistarme con sus compañeros mientras lo buscaba con los ojos. GaEul pareció darse cuenta y se inclinó a un lado, hablando por lo bajo e indicándome su ubicación: cuando lo vi, me estaba mirando con un leve puchero, probablemente enojado porque lo había perdido de vista. Como siempre, me sonrojé y me disculpé mudamente; él sonrió y me guiñó un ojo para después mirar al frente, al CEO de una empresa de entretenimiento que daba un discurso sobre la motivación conjunta y el coraje, el insistir. Todos sabíamos que en realidad estaba allí para seleccionar nuevos trainees para su empresa, pero bueno…mientras no me arrebatara a Jongin, todo estaría bien.

Claramente me había perdido de algo, porque todos empezaron a aplaudir y el director del colegio pasó arriba al escenario, acomodando la altura del micrófono: era hora de nombrarlos, de verlos subir, agarrar su diploma y posar para la foto. Volví a emocionarme y tuve que taparme la cara cuando nombraron a los primeros tres; ni siquiera los conocía y ya estaba llorando, quizás porque se me cruzó mi propia graduación, a la cual asistió mi familia. La diferencia era que ahora yo y GaEul éramos la única familia presente para Jongin, que respondió a su llamado y subió las escaleras a paso muerto, casi no creyéndose lo que estaba pasando.

Subió cabizbajo, y sólo cuando tuvo el diploma entre sus manos, se quedó mirándolo, haciendo que toda la sala se sumiera en el más absoluto de los silencios. Lo contempló durante uno o dos segundos que nos parecieron eternos, y luego su rostro se contrajo, tapándose la boca y reverenciándose a noventa grados durante diez interminables y sentimentales segundos, los cuales golpearon como un martillo al público, que se puso completamente de pie y aplaudió con entusiasmo. No tenían ni idea de lo que había pasado Kai hasta llegar allí, pero quizás habían sucumbido a su inocente reacción y habían decidido colaborar a crear un hermoso recuerdo, casi de película.

Cuando se hubo bajado y vuelto a sentar, misteriosamente se dirigió al lado del chico rubio y vendado, con el cual habló animadamente, encogiéndose de hombros y ladeando la cabeza de vez en cuando, hasta le tocó la venda y la frotó suavemente. Pude verlo al otro sonreír entretenidamente, incluso reír, pero me sonó a que casi nunca lo hacía, porque ni bien tuvieron que guardar silencio, el rubio torció su cara en seriedad, seriedad triste. Cuando lo llamaron (Oh Sehun, creo que era, quizás escuché mal), el chico se levantó y caminó, haciendo caso omiso a los que comentaban sorprendidos sobre su muleta y su venda en la mando, ni hablar de la de la cabeza. Tomando el diploma, ni siquiera sonrió, miró a la cámara correspondiente y bajó para volver a sentar, sin aplausos de fondo por parte del público (sólo de Jongin y sus compañeros), sólo murmullos y miradas desaprobatorias (“¿Cómo un chico iba a presentarse así a su egreso?”). Terminada la ceremonia, atravesé el gentío y GaEul se dedicó a hablar unos instantes con los profesores, agradecida y reverenciándose constantemente. Cuando entré al mar de chalecos amarillos y pantalones oscuros, lo encontré hablando con el herido, de espaldas a mí.

-¡Hyung!—me dijo, saludando—Éste es mi amigo, Sehun, quiero presentártelo.

Sehun abrió los ojos de par en par, aparentemente sorprendido. Yo también lo estaba: era la primera vez que Jongin me presentaba un amigo, ¿Sería el único que tuviese acaso? Saludé bajando un poco la cabeza y le pregunté sobre su estado.

-Bien—asintió; okey, era de pocas palabras.

-¿Van al mismo curso?—pregunté señalándolos.

-No, él va al “A” y yo al “C”, pero nos conocemos de todas formas—dijo apretando los labios, señal de que no preguntara.

Asintiendo mudamente (pues no quería meter la pata), Jongin le llamó la atención a su compañero, señalándole la puerta. Cuando quise ver a qué me refería, Kai me tomó del brazo y nos arrastró lejos de Sehun y gritándole un “Adiós” energético.

-¿Ahora puedo saber?—inquirí.

-Trabajaba en el Departamento conmigo—sí, lo sabía, pero mejor no decir nada—Lo lastimaron en el allanamiento, tengo entendido. Charlamos un poco de eso y demás, está algo nervioso.

-¿Nervioso?—no entendía; me miró con expresión pícara y se lamió los labios—Oh, le gusta alguien. ¿Quién?

-No importa, lo importante es que ellos también pueden terminar como nosotros, sólo tienen que intentarlo—y buscó mi mano, entrelazando nuestros dedos.

Instantáneamente ardí en rojo y bajé la cabeza, por favor que ningún profesor nos viera…me gustaba estar en público así, pero si alguien se nos acercaba y preguntaba entraría en pánico, me trabaría y tendría que ir al baño para no hacerme de los nervios; ay, madres…

-Hyung, ¿Te puedo pedir un favor?—escuché de repente, levanté las cejas y lo miré, curioso—Ya que no me trajiste flores ni ningún otro regalo—tragué saliva con fuerza, me sentía re mal, tuve que haberle comprado algo en el camino—Quiero decirte qué quiero que me regales, así de paso aprendes y no cometes errores como estos en el futuro.

Me sentí tan mal que asentí y le dije “lo que quieras, Jongin”, sin considerar las posibilidades de lo que podría decir. O sea, vamos, es Jongin, pónganse en sus zapatos, vean como él…¿Qué iba a querer?

-Quiero pasar la noche en tu casa—por supuesto—sin noona—oh—ni nadie más—me miró con intensidad—Quiero que tú seas mi regalo de felicitaciones—se acercó para hablarme al oído—Y quiero mi regalo SIN envoltura, así solo, ¿Me entendiste?

Y no podría negarme, porque era Jongin, porque no le había llevado regalo…

…Y porque por dentro, me gustaba la idea.

 

 

-Me gusta esto—comentó contento, apoyándose sobre los codos y cruzándose de brazos, boca abajo y mirando hacia la cabecera de la cama con entusiasmo.

-No entiendo—su espalda daba una curva y luego bajaba perfecta y deliciosamente hasta esconderse bajo las sábanas, que le tapaban la cadera, dejándome ver su estómago plano, que comenzaba a tener relieve de abdominales naciendo, producto de la comida y constantes clases de Educación Física que habían llegado, sorprendentemente a su fin—¿Qué sea tu regalo?—levanté una comisura al verlo dejar caer la cabeza y reír.

-No me refiero a eso—se dio vuelta y descansó sobre un solo codo, sosteniéndose la cabeza con su puño y así acariciarme el pecho con su mano libre—Me refiero a esto: que yo me acueste sólo contigo y tú te acuestes sólo conmigo…Me gusta, se siente bien—sonrió, ojos fijos en mi piel.

Me tapé con las manos al instante, interrumpiendo las figuras que dibujaba sobre mí; me daba vergüenza: yo era mucho más pálido que él y tenía pancita sobresaliendo, no tenía espalda ni cintura marcada, porque nunca me había gustado transpirar y por ende nunca quise ir a un gimnasio ni mantenerme con la comida. Amaba la comida, tanto comiéndola como cocinándola. Pero Jongin parecía haber nacido con ese cuerpo escultural, porque no era exageradamente fornido o fibroso pero tampoco era…como yo.

-¿Por qué te tapas? Ya te vi de pies a cabeza sin ropa, por si no te diste cuenta—refunfuñó, puchereando—Vamos, saca—y se sentó para tomarme de las muñecas; sin embargo…—¡No me digas que ahora te da vergüenza!—protestó, enrojecí—Soo…vamos, déjame verlo.

Respondí subiendo la sábana, había enrojecido del cuello hasta el nacimiento del pelo, me debía ver patético. Y no me daba vergüenza que me viera, bueno sí. El tema era que, ¿Cómo podía gustarle alguien como yo a alguien como él? Aún no lo entendía…Y si bien le estaba eternamente agradecido al destino o lo que fuera que nos puso juntos, había veces en las que pensaba que todo era un sueño, una broma pesada.

Un constante agitar de sábanas me distrajo, Jongin apareció; mirándome con esos ojos profundos y punzantes, pícaros y oscuros, sonriendo malévolamente y dejando a la vista todos sus perfectos dientes. Antes de que pudiera protestar, girarme o echarlo, se movió para quedar sentado sobre mí, robándome las sábanas, de forma que él las llevara sobre su cabeza.

-No importa desde dónde te mire—susurró, recorriéndome el torso con la mirada—Siempre me gustas. Y cada vez me gustas más.

Mi ritmo cardíaco coordinaba con el palpitar en mi cabeza, mareándome. ¡Dios! ¿Cómo me iba a decir eso…así tan…? ¿¡Tan “así”!? Me tapé la cara, gimiendo de la vergüenza.

-No lo vuelvas a decir, por favor. No digas esas cosas, en serio.

Sentí sus manos, firmes a la sábana, chocar contra mi cabeza; tapándonos a ambos, se inclinó sobre mí y ladeó la cabeza para pellizcar mi labio inferior con su boca. Ya era rutina, era como su señal de “quiero besar mucho, por largo rato”, y yo siempre terminaba contestando con mis labios apretados. Nunca lo podía decir que “No”, después de todo era Jongin, mi Jongin, mi hermoso y moreno Jongin. Pasé la lengua por mis labios secos y él volvió a inclinarse para besarme con delicadeza, hoy se andaba con cuidado, como si me tratase de algo frágil, propenso a romperse en cualquier momento. Y bueno, en efecto yo era así, pero con Kai parecía cobrar fuerzas, ganas de hacer cosas que nunca antes me animé a hacer, era un Kyungsoo diferente; más resistente, más vivo. Sus manos nunca soltaron la cobija, pero su boca se encargó de hacer el trabajo por ellas, dejando un pequeño rastro de huellas violáceas desde atrás de mi oreja hasta mi clavícula, donde se entretuvo mordiendo suavemente; le gustaba bastante morder, decía que lo identificaba perfectamente: podía doler para algunos, pero para él era una muestra de cariño. Yo lo dejaba, y cada punzante molestar rápidamente desaparecía, siendo reemplazado por un abrasador calor, un hermoso palpitar, pues mi cuerpo empezaba a despertarse y a responder, respirando profundamente, arqueando la espalda para poder ayudarlo, doblando mis piernas para acercarlo a mí. Y él terminaba encantado, casi riendo mientras me besaba alrededor del ombligo, bajando y bajando…demasiado, para mi gusto.

-¿Qué haces? ¡Alto!—y rápidamente se alejó, suspirando, sonriente.

-Tenía que intentar…quizás hoy tenía suerte.

Me mataba tener que cortarlo, pero mi vergüenza no se había ido del todo y…“eso” no estaba ahí para ser tocado así, sin más y por cualquiera. Ya sé, Jongin no era cualquiera (por supuesto que no era cualquiera), pero si con suerte me animaba a “inspeccionarlo” yo…de hecho, ya no lo hacía, a imagen mía, acto-complaciéndome ni me gustaba ni me excitaba, hacía que me dieran ganas de ocultarme bajo la cama y no salir nunca más.

-Kyungsoo, vamos, tienes que perderle el miedo…Nadie se va a morir, en serio—soltó la sábana y la luz del Sol ocultándose tras los edificios nos pegó de lleno, reflejando en la piel de Jongin y dándole un aura casi dorada, encantadora; se inclinó hacia mí—Por favor, déjame mostrarte lo que te pierdes.

-Es que no sé…se ve tan…

-¿Qué?

-A ver—levanté las palmas, desesperado por no poder explicarme—No es que me desagrade…es que…no sé…preferiría…

-¿No hacerlo? ¿Qué otro lo haga por ti?—interrumpió—Vamos, Hyung, déjame mostrarte. ¡La última vez te gustó!

-¡Pero porque usabas tu mano!—grité, al rebobinar la conversación (no podía creer aquello de lo que estábamos hablando), volví a taparme el rostro avergonzado.

-¡Pero si me dejaras--!

-¡Jongin, por favor!—a veces podía ser tan testarudo…

Pasaron los segundos, no se bajó de mí, dejó caer sus brazos, golpeándose los muslos.

-De acuerdo, como quieras—y saltó fuera de mí, dirigiéndose a la ducha—Iré a bañarme, deberías hacer lo mismo.

-Ve tú primero—no quería estar con él en esos momentos donde se compenetraba en lograr algo, a saber qué me hacía en la ducha o la bañera…

-¿En serio, me vas a dejar solo en mi día de egreso?—dijo apoyado en el marco de la puerta; tosió, indiferentemente—Lindo regalo, Soo, en serio. Gracias—y se internó en la ducha, con el ruido del agua cayendo como fondo.

Me incorporé, colorado: ¿No podía entender que “eso” y…sus labios me…asustaba, por así decirlo? Como que no tenían que ir juntos, desde mi perspectiva…pero, ¿Y si tenía razón? ¿Y si me estaba perdiendo algo bueno? Me rasqué la cabeza, confundido y enojado: ¿Por qué tenía que ser tan vergonzoso?

 

 

Pasamos la noche en silencio y de espaldas al otro; me sentí frío y necesitado del calor de Jongin, pero seguro que no querría abrazarme; y estaba en todo su derecho. Como no podía dormir, me decidí a levantarme y buscarme algo para hacer: doblar ropa, planchar, lo que fuera. Incluso consideré salir a caminar para cansarme y así poder conciliar el sueño. Ya en la cocina, miré hacia afuera para ver pequeños retazos violáceos y rosados en el manto negro que era el cielo, indicando que el amanecer ya estaba comenzando. No me dispuse a prepararme desayuno alguno, quería hacer algo que me agotara las pocas fuerzas que me mantenían despierto, pero fue ahí que el teléfono empezó a vibrar, amenazando con caerse de la mesa y estrellarse contra el piso. Agarrándolo de un manotazo, atendí sin fijarme quién estaba del otro lado de la línea.

-¿Kkamjong está contigo? ¡Por cierto, ayer me dejaron sola en el colegio y no los encontraba!—protestó GaEul—Al menos avisen que se van, diablos.

Ay, madres…

-P…perdón, queríamos estar…“solos”, bah, ¡Él quería, es culpa de él!—me justifiqué.

-Eso no importa, acaban de llamarme del hospital—informó con voz emocionada.

Me quedé sin aire y el corazón me dio un vuelco; por suerte, el frío piso supo calmar el mareo que se avecinaba con voltearme.

-¿Ah, sí?—titubeé, volviendo al cuarto, en caso de que tuviera que despertar a Jongin.

-Sí, acaban de avisarme que Yifan se ha despertado—dijo, contenta—Quizás debamos ir.

Tuve el control suficiente para no dejar caer el teléfono.

-Danos quince minutos—le dije—Y te pasamos a buscar—pareció estar de acuerdo y cortamos, antes de que volviera mi vista a la cama, Jongin ya estaba mirándome con los ojos entrecerrados—¿Podrías levantarte y vestirte?—tartamudeé, conteniendo las lágrimas.

 

Notas finales:

Ohhh, este cap también me gustó -w-

¿Les va gustando lo que sucede? :)

MTV volvió a pasar música :D yupi! Ya tengo todo el escritorio lleno de temas nuevos ._. jajaja


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