Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

unstable-enjoyment.com ~ Digital Skin por JHS_LCFR

[Reviews - 293]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

LOL cumple años hoy! :D Muuy muuy feliz cumple, che :3

 

No podíamos entrar, la operación aún no había terminado. Sabía que iban a dispararle, ¡Lo sabía! Sin embargo, no podía andar por ahí dándome la razón, estar allí sentados, en aquel sombrío y vacío pasillo esperando los resultados era demasiado, física y mentalmente. El silencio te pesaba sobre los hombros como un manto de piedra, cada tanto se escuchaba el ruido del electrocardiograma, audible porque ninguno de los que estábamos allí (GaEul, Kai y yo) se dignaba a decir palabra o a moverse muy estrepitosamente, y cada “bip” cortado que llegaba a nuestros oídos nos ponía en alerta, porque necesitábamos oír otro. “Sí, vive, sigue viviendo, todo va bien”, significaba cada pitido interrumpido; cuando lo oíamos seguir durante unos segundos, entrábamos en pánico, pero sin movernos de nuestro lugar y sin torcer nuestros rostros; había que confiar, había que convencernos los unos a los otros que iba a salir parado y caminando, que Yifan no nos abandonaría…porque no podía, no ahora…

A pesar de estar sumido en una depresión repentina e inacabable, admito que en mi interior también explotó la rabia: Chanyeol no estaba allí, no se había dignado a aparecer. De hecho cortó ni bien me indicó dónde podríamos encontrar a Yifan, dejándome con las preguntas atragantadas en la garganta y con los nervios a flor de piel. Jongin, sin embargo, y de quien esperaba la bronca que estaba atravesando yo, parecía más apurado por llegar que por otra cosa, vistiéndose con lo primero que encontraba y poniéndose los zapatos en el medio de la calle, saltando sobre un pie. Lo vi frente a mí: estaba con la espalda y la cabeza apoyadas sobre la pared blanca, mirando un punto fijo, pero claramente despistado, como ajeno a lo que estaba pasado. ¿Sería ésa su forma de escapar de los problemas, perderse en su mar de pensamientos, perdiendo la noción del tiempo y el espacio? ¿Cómo lo hacía? Yo pocas veces lo lograba, pues siempre terminaba pensando de vuelta en mi mala suerte y en por qué me tenían que pasar ahora esas cosas y en esos momentos. Aunque me importaban un comino (perdón) los exámenes de la Universidad y las llamadas perdidas de mi madre que se preocupaba por mi repentina “desconexión con la familia”.

De una forma u otra, lo primordial era que Yifan siguiera con vida, pues no me lo podía imaginar…ido…muerto. Había vivido y sentido tantas cosas con él, tanto buenas como malas…no me podía abandonar, no podía. Si bien ahora lo quería y amaba como un hermano (en mis ojos ahora sólo existía el estudiante de secundaria que descansaba enfrentado a mí y con las pupilas desorbitadas), seguía dependiendo de él en cierta forma. Quería seguir visitándolo a su trabajo, quería seguir yendo a su casa, quería que me visitara a mi trabajo o me despeinara juguetonamente, quería. Pero no porque volvieran a surgir esos viejos sentimientos, ahora lo necesitaba desesperadamente. Porque en cualquier momento de ese día lo podía perder. Para siempre. Y, sonaré repetitivo, pero no podía asimilarlo, me desesperaba, me temblaban las manos, podía verlas transpirar exageradamente, entrelazadas frente a mí nariz, apoyando los codos en mis rodillas, meciendo mi cuerpo lentamente, intentando tranquilizarme al ruido de una nana que no existía. Intentaba sumirme en mi propio mundo, un mundo feliz, donde nada salía mal, pero fallaba, fallaba olímpicamente, no podía hacer lo mismo que Kai (o lo que creía que hacía), no servía. Había sido criado para atender las necesidades de los demás con una sonrisa servicial, haciendo a un lado toda posibilidad de cuidarme a mí mismo o de poder desconectarme, sin prestarle atención a los otros y descansar, conocerme. Y así, al fin, poder quererme u odiarme.

No obstante, ese verdadero Kyungsoo que había crecido en las sombras, esperando el momento perfecto, había decidido salir, siendo reprimido constantemente; y a pesar de ello, de los dolores de ser aplacado, encerrado, escondido del resto del mundo, él siguió batallando, liberando esa dolorosa y quejosa jaqueca, ese interminable dolor de cabeza que se manifestaba a través de los cambios de personalidad (por decirlo así) que había sufrido durante las últimas semanas. Eran síntomas psicosomáticos, claramente, pero…cómo decirlo…me habían enseñado, quizás no, inexplícitamente, a ignorarlos, a temerles, a escapar de ellos, a encerrarme en la armadura de “niño bien”, porque allí era seguro que todo lo que haría estaría bien, pues dejaría a todos contentos.

Y miren cómo estaba ahora todo. ¿Había hecho las cosas bien? ¿Era mi castigo por haberme vuelto así desde que Kai apareció en mi vida? ¿Qué podía hacer para recompensar mi falta de comportamiento? ¿Existía siquiera esa posibilidad? ¿Había saltado muchas veces y yo no las había visto? Dios, Dios, Dios, Dios, no estaba nada bien, tuve que haberme comportado, si hubiera hecho caso a lo que me dijeron, si hubiera sido bueno, un chico bueno…

-Tranquilo, Soo, ¿Qué te pasa?—era GaEul, que posó una mano en mi hombro y me sentó como un golpe macizo en la cara, detonando una serie de escalofríos—Tranquilízate, respira…

Pronto escuché los silbidos ahogados que salían de mi nariz, de mi boca, de entre mis dientes, me dolían los ojos de no haber pestañeando durante quién sabe cuánto, y cuando los cerré, los apreté con tal fuerza que empecé a ver puntos de colores brillando en la habitación, junto con un sentimiento extraño: era calor, calor que brotaba de algún lado y se iba entrometiendo en mi cuerpo, pasando sin permiso por mis poros, adentrándose a través de mis fibras musculares y rodeando los huesos, mareándome, drogándome, desequilibrándome.

-A ver, Soo—se escuchó a lo lejos, en algún rincón de mi mente—Inhala, uno dos tres cuatro…sostenlo, sostenlo…ahora exhala, una dos tres cuatro…de vuelta, inhala, uno dos tres…

Le estaba haciendo caso por lo visto, pero los estímulos no bajaban, los destellos de colores fosforescentes ahora resplandecían bajo un manto negro, que bordeaba con cuidado y casi con temor a la figura de Kai, que se acercó rápidamente con los brazos abiertos, casi saltando hacia mí, mientras la habitación se me daba vuelta y me sentía una bola hirviendo, colgando de un hilo a punto de chocar contra el suelo.

 

 

La vista había vuelto cansada y agotadoramente a la normalidad, o casi, materializándose frente a mis ojos la entrada al hospital, el techo del mismo, las ambulancias estacionadas y la gente pasando a mis costados, mirándome extrañada. Por suerte, Jongin los ahuyentaba con la mirada o levantando el mentón, mientras me levantaba las piernas para que la circulación de la sangre volviera (y rápido) a mi cabeza, luego doblándolas y ayudándome sentarme y mirar boca abajo, abrazándome las rodillas dobladas y apoyando la frente en ellas, cerrando los ojos y respirando por la nariz para exhalar por la boca.

-¿Pasa?—murmuré en forma de asentimiento, apoyó una mano en mi espalda—Tranquilo, es tan bodoque que seguro sale viviendo de pedo, de pura suerte—me palmeó—En serio, no te tortures, sólo…prepárate para lo que nos digan cuando todo termine—“Cuando todo termine”, decía, ¿Todo implicaba su vida, su existencia?—Soo, escúchame…no lograrás nada deprimiéndote, sentado aquí y dando lástima; tampoco te digo que te vuelvas una máquina…pero no andes agonizando con lo que podrá pasar ahora, hazlo sólo cuando el doctor salga y se saque los guantes y se baje el barbijo, punto—tenía razón, sonaba duro, áspero y sin tacto, pero tenía razón—Pero mejor nos quedamos aquí fuera, el aire allí dentro sofoca.

El inverno estaba rápidamente llegando a su fin, pero el frío permanecía, el Sol iluminaba con ganas y fuerza, acompañado sólo del firmamento y ninguna nube molesta, pero no abrigaba, las gélidas ventiscas hacían ruido mientras se colaban por los fierros de la estructura del hospital, entrando por las ventanas o puertas mal cerradas, sacudiendo los árboles cercanos, alborotándome los cabellos que picaban molestosamente la frente, las orejas y los ojos.

-¿Y GaEul?—fue todo lo que pude decir, la sentía tan lejana, tan distante.

-Se quedó adentro por si salían los doctores—respondió pasándome un brazo por los hombros—Es más resistente que nosotros dos juntos, puede estar allí sola por unos minutos, aunque no quisiera abandonarla ahora—comentó encogiéndose de hombros—Dice que tú eres más importante…Y lo eres, pero ella es mi hermana, entiéndeme.

Busqué su mano colgando sobre mi pecho, le acaricié los nudillos secos, ásperos por el frío y colorados, se veían resquebrajados; los dedos lagos y huesudos que conocí una vez bañados en tierra y sangre seca ahora habían recuperado carne y forma, incluso sus uñas se habían vuelto un deleite para mis ojos, brillosas y redondas, dejando un pequeño filo sobresaliendo de la carne; secretamente amaba cuando me rascaba la nuca con esas uñas, cuando las rozaba suavemente contra mi torso, dejando rasguños blancos y apenas perceptibles que rápidamente desparecían de la piel, cuando las hundía era maravilloso, eran pequeños y punzantes puntitos de contacto que parecían darle justo a los nervios necesarios, a los músculos acertados y me sabían a gloria cuando lo escuchaba gruñir, encantado a medida que ejercía esa presión al tiempo que se fundía en mí, terminando siendo los dos uno solo.

Sí, Kim Jongin a mis ojos, no, al mundo entero, resultaba el ser más hermoso y perfecto que había conocido, y por perfecto me refiero a sus imperfecciones: era testarudo, cambiaba de temperamento cada dos por tres, podía pasar de ser un perro hambriento de carne y rabioso a un minino ronroneante que te acariciaba con su nariz, tarareando a labios sellados cuánto le gustaban esas pequeñas caricias que servían mejor que las palabras para expresar cuánto te quería, cuánto me quería, cuánto lo quería. No necesitaba una espalda ancha, brazos fornidos y musculosos, no necesitaba una mandíbula prominente o una sonrisa encantadora, tampoco ojos celestes o verdes y una manera relajada de caminar, todo eso lo compensaba con ser él mismo, con su personalidad…con el hecho de aceptar sus defectos y convivir con ellos, no cambiándolos por nada ni nadie, ya que eso era lo que era él. “O me tomas como soy o me dejas”, así lo veía yo, “Y ni se te ocurra cambiarme”. Aunque… ¿No había hecho yo eso? ¿O estaba equivocado?

-Bésame.

-¿Mh? ¿Qué dijiste?—me había perdido en mis pensamientos, por lo visto, podía hacerlo…¿Pero siempre tenía que ser gracias a Kai? Lo vi mirarme a los ojos profundamente, casi pidiendo permiso para hablar de vuelta.

-Que me beses. Aquí, ahora.

-Pero hay gente, me da…vergüenza.

-¿Yo te doy vergüenza? ¿O no piensas tocarme a menos que estemos solos?

Antes de que pudiera pensar siquiera una respuesta, me soltó y se sentó frente a mí, piernas cruzadas y brazos muertos descansando sobre ellas. Bien, no pensaba moverse, ahora tendría que hacer todo el trabajo. Recordé la primera noche que nos conocimos…aquella en la que había perdido mi virginidad (delantera, por así llamarle) de esa manera tan patética y asquerosa. Sí, asquerosa, porque aunque fue con Jongin él no estaba consciente y me obligaba a hacer lo que yo en el fondo no quería que sucediera con Yifan: ser el único lúcido, y por ende sufrir para siempre con el recuerdo que parecería un sueño para los demás, pues “No recuerdo haber hecho eso, estás loco”. Paralelo al tren de los recuerdos que parecía estar atascado en la estación “Jongin” ese día, ahora lo tenía pidiéndome algo que, si lo examinamos bien, es completamente racional y justificado: era cierto, no me animaba a tocarlo mucho que digamos, ni siquiera a besarlo, frente a otros. Si se me permitía decir algo en mi defensa, siempre fui vergonzoso (salvo con Yifan, con quien caminábamos a veces abrazados y me sentaba como un milagro, el mejor regalo del mundo en ese entonces) y por ende, no me animaba a demostrar actos de afecto en presencia de otras personas: sentiría que me mirarían, me juzgarían, que sería ser el centro de la atención. “Y eso está mal, porque acaparas a los que poco tienen”, decía la abuela, aunque nunca le entendí la enseñanza… ¿“Los que poco tienen”? Quizás necesitaban atención para que los ayudaran y yo…Ay, madres, en fin: otra razón por la que no manifestaba lo que sentía por Kai abiertamente era que nunca me gustaron las parejas que cantaban a los cuatro vientos su amor, refregando su felicidad en la cara de aquellos que aún estábamos solos, mirándolos pasar parados a un lado del camino; por ende, había adoptado la actitud de “si tengo pareja algún día, seremos reservados, seremos pareja cuando estemos ambos solos y no hubiera ningún espectador con probabilidades de deprimirse por la envidia”. Tonto, sí, pero así me habían criado y era difícil salir de ahí.

-¿Tengo que besarte?—inquirí, asintió enérgicamente, casi desafiándome—De acuerdo pues—titubeé acomodándome para acercarme a él, aunque me mataba ver a la gente pasar y verme tomarle el rostro entre las manos—Dios, pasa gente…

Puchereó, y no supe hacer otra cosa más que enrojecerme hasta las orejas, encantado con su mueca y abochornado por las viejas que decían “¿Qué hacen esos dos chicos, HOMBRES, ahí?” o “Ya ni respeto a los enfermos le tienen, Aigoo”. Cerré los ojos y me acerqué lentamente, esperando que sus manos (que nunca llegaron) acortaran la distancia, aceleraran el proceso. Cuando sentí sus labios cálidos pero quietos casi rebotar contra los míos, sentí de pronto la necesidad de expresarme mejor, que había cosas que aún no lograba expresarle con palabras y menos con caricias. Y si ni los verbos, los mimos y el sexo me ayudaban, tendría que recurrir a algo más…y lo que estaba haciendo en ese momento parecía ser la única respuesta que hallaba, dándome vueltas en la cabeza. Además, se sentía bien hacerlo con el viento de la calle y los autos pasando de fondo, se sentía…travieso, coqueto. Alejé mi cara y la acerqué rápidamente para besarlo ruidosamente en el cachete y me volví a alejar, igual de rápido. Eran como pinches, pequeños choques, pero eran suaves, sonoros y ridículamente cursis, y justo cuando me dije que ya me había humillado lo suficiente y que no hacía caso, que era un desastre…lo vi encogerse, producto de las cosquillas y la vergüenza, tapándose la boca y apretando los párpados.

Era una nueva cara, un nuevo Jongin: seguí besuqueándolo patéticamente, sujetándole de la cabeza con torpe fuerza para seguir el juego, mientras se debatía para zafarse, sabiendo ambos que ni yo tenía que parar ni él ser muy brusco y librarse. Pidiéndome que parara, sólo le obedecí cuando me quedé sin aire y sin fuerzas, acomodándonos para quedar nuevamente enfrentados a la calle, uno al lado del otro, brazos pegados, mi cabeza sobre sus hombros y la suya sobre la mía.

-¿Se te pasó el nerviosismo?—preguntó distante, pero con ese aire de sonrisa en su voz.

-Mh, gracias. En serio, hiciste de la espera algo mucho más fácil—se pegó más a mí y subió el hombro, como apegándome a él y así, respondiéndome.

-Escucha, no quiero ser aguafiestas. Pero si llegamos a entrar y las cosas no salen como lo esperabas…por favor no te aguantes, ¿Sí? Una vez quiero ser yo el que te consuele. Siempre te veo haciéndolo con Chanyeol o Yifan, incluso conmigo…y no es justo, nadie te presta atención.

-Tampoco es necesario, puedo cuidarme solo—mentí para dejar a mi consciencia superficial tranquila, y rogando por dentro que entendiera el mensaje entre líneas.

-Si te vas a derrumbar, hazlo frente a mí, así puedo sujetarte como hoy cuando te bajó la presión—me ordenó, levantando un dedo—No sea cosa que te caigas y nadie te ayude a levantarte.

“Levantarte”, yo lo cargué camino a su casa cuando no podía moverse, arrastrándonos ambos hacia la escuela y luego al callejón. Sonreí: eran trises memorias, pero así había empezado todo, con un video, un club de mala suerte, alcohol y unos amigos de universidad sin vergüenza. Mala suerte al principio, y ahora… ¿Ahora qué? Bueno, lo opuesto a eso, nómbrenlo ustedes.

De la puerta principal salió GaEul, tranquila y con el rostro inmutable, sin necesidad de hablar siquiera, nos paramos rápidamente y caminamos hacia el pasillo de muerte, fantasmagórico y desierto, a la entrada del cuarto ahora vacío y desde el cual ya no se oían pitidos retumbando en el silencio sino ruidos de pasos que desaparecían a lo lejos, indicando que la operación había terminado. Cuando el doctor se aclaró la garganta, inspiré hondo y sentí un apretón en mi mano derecha: era Kai, que asintió una sola vez, recordándome que estaba allí.

Habló, procesamos la respuesta y no supimos cómo reaccionar.

Pasaron las horas, viendo por las ventanas y la puerta cómo el cielo se teñía de un aburrido rosado y terminaba negro, sin ninguna estrella; irónico, puesto que no había aparecido ninguna nube hasta el momento. Escuchando el insoportable segundero del reloj de mano, o sacando el celular cada quince segundos, noté a Kai escribir un rápido y críptico mensaje. ¿Para quién sería? La respuesta tardó quince minutos en llegar, medía fácil un metro ochenta, tenía cabello negro…y prominente nariz.

¿Qué hace él aquí?

-¿Dónde está?—preguntó en un coreano frágil, con claro acento mandarín, Kai señaló con el pulgar la puerta y desapareció rápidamente, antes de ser frenado por él con un brusco agarre de la muñeca.

-Te quedarás hasta que despierte—el más alto asintió, desesperado, Jongin se inclinó hacia él, tirándole para acercarse—Está ahí por tu culpa, y lo sabes—volvió a asentir y lo soltó, entró al cuarto, y fin de la historia.

-¿Qué fue todo eso?—pregunté, o sea, el chico de la tienda, Tao, se aparecía de la nada, preocupado, y semanas atrás se había reído de Yifan en la cara, algo no cerraba.

-Podremos irnos por hoy, estará todo bien mientras Tao lo vigile.

-¿Vigile?—GaEul de buenas a primeras se levantó y encaminó hacia la salida—Yah, explíquenme.

-El bodoque y Tao también pueden tener un final feliz, Kyungsoo. Sólo hay que ayudarlos un poquito—respondió caminando a paso cansado, tuve que seguirlo—Tranquilo, ahora sí que todo estará bien.

Pero: Si estaba todo bien…

…¿Por qué Yifan no despertaba?


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).