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unstable-enjoyment.com ~ Digital Skin por JHS_LCFR

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Notas del capitulo:

Pocas leídas, qué raro :) 

Dedicado a LOL ^^ 

Y mil gracias a las chicas que dicen que mi fic "les hace madrugar" ;_; fue tan...touching. Lloré, no voy a mentir u//u

 

 

¿Qué hago aquí?

La música retumbaba de los parlantes y me ensordecía, temía que me pitaran los oídos durante el resto de la semana, las personas estaban tan pegadas entre sí que parecíamos estar encadenadas unas a otras, moviéndonos torpemente el ritmo de la música. Yo personalmente no era un gran bailarín, le había huido a todas las fiestas en mi adolescencia y a las que asistía últimamente no se bailaba, sólo tenías que sentarte en un sofá y emborracharte para volverte un invitado más. Tenía miedo, si debo ser sincero: algunas chicas eran más altas que yo por los tacones, había señores enormes y espeluznantes que te empujaban a un lado para poder golpear al que tenías al lado y más de una mano se pasaba pícaramente por mi cuerpo, inmovilizándome. Me tocaban en lugares…emh…

Las máquinas de humo se estaban pasando de rosca, había una gran nube que parecía rodearme, por lo que empecé a dispersarle de mi cara poco disimuladamente: cualquiera se hubiera reído de mí. Las luces de láser me daban de lleno en la pupila, escaneándome la cara, ahogué un gemido y me tapé el rostro. Nunca más propondría de hacer esto, pero ver a Yifan tan sorprendido me había generado una enorme sensación de bienestar: le había tomado con la guardia baja, proponiéndole venir para animarlo. Sé que no la estaba pasando bien, pues se mecía levemente mientras miraba a los alrededores, aburrido. Maldije por dentro: ni para eso servía con Yifan. Nunca sería lo suficientemente bueno.

Nunca.

Miré a la gente de la barra: ¿Hacía cuánto que estaba toda esa muchedumbre congestionada? ¿Cuándo tardarían en servirles un trago? ¿O acaso no querrían uno solo y se quedaban por otro? Recordé las pocas veces que ingerí alcohol y el ácido calor en la boca del estómago al día siguiente: feo, y eso lo obtuve con sólo un promedio de dos vasos. Esta gente tenía jarras enormes en las manos, se iban de a tres copas por mano. Y yo tomaba sólo un poco de soju: éstos se bañaban en margaritas, vodka y quién sabe qué más.

A que nunca abrieron un libro, bromeé para mí. Era el único chiste que me podía permitir, porque me enseñaron a no burlarme de los demás, por más tontos, brutos o ignorantes que fueran, pobrecitos. Ay, perdón…Como decía: no podía jactarme de mi inteligencia o mi habilidad para hacer las cosas bien. “Porque desalientas a la competencia”; me decía mi mamá. “Y si no tienes competencia, no vale ganar”. Aigoo.

Seguí observando a los alcohólicos, reconocí rápidamente a mis amigos. ¿Qué hacían ahí? ¡Tenían que estudiar! Quizás… ¿Quizás no me querían con ellos? ¿Quizás sólo les resultaba un pelele estudioso, un nerd sin resistencia a la bebida? Ah, no…

Perdonen. Así me veo yo.

Estaban en ronda, demasiado ocupados con alguien ahí en el medio de ellos, pude verlo porque había una figura que no me resultaba familiar...hasta que se dio vuelta y salió disparada al baño. Ay, madre. Quise gritar, quise taparme la boca y chillar como mujer, saltar en mi lugar o no sé, perder el control. Me limité a mirarlo correr hacia los baños; cuando vi que los chicos lo seguían, entré en pánico: los videos, la forma en que le golpeaban y obligaban a…

Ayúdalo.

¡Ayúdalo, Kyungsoo!

Gracias a Dios, Yeol justo me pidió que lo acompañara pero, ¿Y Yifan?

-Se fue con una chica, déjalo tranquilo—me gritó por la música.

Supuso que iba a ponerme en “Modo mamá”; como dicen ellos. ¡Yo no hago eso! Sólo…me preocupo…y les cocino…y les limpio…

Cuando entramos, Chanyeol salió disparado a un retrete y cerró la puerta, yo miré a los costados, sin encontrar a nadie. Pero eran como seis y “él”, no podían desaparecer fácilmente.

-¿Terminaste? No me gusta este lugar…—dije golpeándole la puerta, es que me quería ir y encontrarlo, quizás vi mal y se fueron a otro lado.

Escuché dos cosas al mismo tiempo: el ruido de Chanyeol haciendo sus necesidades (no voy a decir el nombre, me da vergüenza) y un gemido ahogado en el baño de al lado.

-¡Si golpeas no puedo mear tranquilo!—gritó. Dios, ese chico y su boca sucia…

Volví a escuchar un gemido, caí en la cuenta: me agaché y vi miles de pies moverse bruscamente en el compartimiento de al lado. Estaban ahí…haciéndole cosas…cosas horribles. Sentí un arrebato de adrenalina que no sabía cómo aprovechar. Yo era tan chiquito, ellos eran tantos, eran mis amigos, me harían la vida imposible en la universidad. Pero él…Kai. Sufría, y algo me decía que no se lo merecía. Lo único que me animé a hacer fue abrir la puerta sonoramente, tapándome la cara al instante. Por las dudas.

Me asesinaron con la mirada, luego me reconocieron y hablaron por lo bajo. Me llamaron con la mano, di un paso hacia ellos.

-¿Lo conoces?—rió uno.

-Vamos, prueba tú también.

Kai estaba sentado sobre uno de ellos, sobre el inodoro. Tenía la mirada ida y el labio partido. Le vi la masculinidad a un amigo, probablemente había estado en la boca de Kai hacía unos minutos.

-Vamos, Soo. No te quedes con las ganas.

-¡Quién sabe cuándo volverá a pasar!

No podía respirar, no podía ver, nada. Verlo en ese estado deplorable me daban ganas de llorar: sin remera, con los pantalones y la ropa interior a la altura de los tobillos, la cara bañada en sudor y la humillación presente en su postura.

-Suéltenlo.

-¿Cómo?—susurró uno, anonadado.

-¡Suéltenlo, por favor!—pedí por lo bajo.

Kai pareció escucharme, porque desvió sus ojos hacia mí, brillando, gritando por alguien que lo socorriera.

-Déjenlo ir, si no quiere, no quiere—insistí.

Se aguantaron la risa y me empujaron. Me golpeé fuertemente contra el lavabo y no pude evitar chillar. Dejaron tirado a Kai a un costado, dos fueron a tapar respectivamente la puerta de la entrada y otro la de Chanyeol, pues lo escucharon llamarme con miedo.

-¡Soo!—gritó, pero no pude responder.

Me estaban pateando, por todos lados: el estómago, el riñón…pensé que iba a morir, el dolor era insoportable. Y nunca había conocido el dolor, así que no sabía cómo combatirlo.

-¡¡¡SOO!!!

Otro golpe, y otro más, y otro más. Después vino lo peor: como vi a Kai recuperarse tontamente y vestirse para huir, se me escapó un “vete, vete rápido”, condenándolo; nos llevaron a la rastra hasta la salida del club para terminar de golpearnos a ambos en la esquina: a mí por ser como era, a él por haber intentado salir corriendo.

No sé cuánto habrá sido: dos minutos, quince, veinte, tal vez fueron segundos…pero me sentaron como meses, años de dolor. Cada golpe llevaba de por sí una sucesión de dolores en todo el cuerpo, venían acompañados de una onda expansiva de tortura y ardor en los músculos. Una vez terminaron, volvieron adentro, dejándonos ahí tirados como basura, basura que respiraba, pero quién sabía por cuánto tiempo más.

Abrí los ojos como pude, hasta eso me dolía. No había podido evitar el llanto, por lo que tenía la cara empapada en lágrimas y tierra del suelo, como toda mi ropa. Sentí un sabor metálico en la boca y la camisa pegada a mi cuerpo, probablemente por sangre, pero no me importaba.

“Hazte hombre”, me decía papá. “No peleando, sino mostrándoles que puedes levantarte y caminar”.

Respiré hondo y me arrastré hasta “él”; que estaba frente a mí, mirada muerta y fija en mis ojos; cuando logré alcanzarlo, junté todas las fuerzas que no había utilizado estos años y me incorporé, sentándome en la acera. Mientras me levantaba, piernas temblorosas y rodillas frágiles, le tomé de la muñeca y lo levanté para colgármelo al hombro. Lo sacudí como si fuese un muñeco de trapo, pero estaba tan disperso a causa de mis dolores que dije: si él está igual que yo, no lo dolerá una pequeña sacudida.

No sé por qué, pero en ese instante todo dejó de importar y existir para mí: Chanyeol, Yifan, el club, mi desolada persona y mi mala suerte, mi familia…Ahora sólo quería ayudarlo, porque estaba en una situación muchísimo peor. Sé que Yifan y Chanyeol me arrancarían la cabeza cuando notaran mi ausencia, pero éste chico…ese moreno de labios gruesos y ojos profundamente negros me estaba pidiendo algo, lo noté en el segundo en que se aferró a mí con sus manos, como pidiendo que no lo soltase. Y no lo iba a hacer.

“Porque como todo niño bien, tienes que ayudar al que está en problemas”.

 

 

Pude aguantar el caminar tambaleante hasta que llegamos a una escuela secundaria un tanto…descuidada. Muy descuidada, parecía la escuela de Matilda, ¿Alguna vez vieron esa escuela? Gracias mamá y papá, por mantenerme alejado de ese tipo de cosas.

Llegando a la esquina, me derrumbé. Por suerte cayó encima de mí y no al revés, tenía miedo de lastimarlo.

-Lo siento, no puedo más—le dije intentando recuperar el aire—Pero tranquilo…no te molestarán más…por hoy.

Siguió sin contestar, giré la cabeza hacia él: debía de ser tarde, pocos autos pasaban y ninguno se detendría a preocuparse por nosotros. Qué desconsiderados, cuando ellos estén en problemas que no me vengan a llamar.

-No pienso dejarte aquí solo—agregué—Si eso es lo que te preocupa.

Sorpresivamente, su cabeza dejó de escrutar el cielo y cayó a un costado para mirarme a los ojos: fue hermoso. Porque nos estábamos comunicando, él a su manera, pero no me molestaba en absoluto. Rápidamente comprendí sus parpadeos o sus segundos sin pestañear: “¿Por qué?”, “Sí”, “No”. Cuando sentí las extremidades de vuelta (y obviando nuevamente el dolor que me aplastaba contra el asfalto, haciéndome sentir de gelatina), me senté lenta y torpemente.

-Ven, creo que puedo intentar de vuelta—pero no se movió, tuve que ir a buscarlo.

Cuando volvimos a estar de pie, separó sus labios, con la cabeza colgando hacia delante, el flequillo tapándole medio rostro.

-Aquí a la vuelta—gruñó, dolorido.

Y me inundó una ola de sorpresa y satisfacción: me había hablado. ¡Me había hablado! Tenía la voz ronca, probablemente de lo que había pasado en el baño, pero se notaba un matiz suave, delicado. Era grave, pero no pegaba con su cuerpo. ¿Cuántos años tendría? Recordé que tenía que llevarlo “aquí a la vuelta”, por lo que forcé mis pies a moverse. Increíble: su voz pareció revitalizarme, pisaba con toda la planta y no necesitaba arrastrarla contra las baldosas, podía incluso doblar la rodilla y dar pasos más largos. Sonreí.

Me estoy levantando y estoy caminando, papá. Mírame, ¡Mírame!

-Dobla—bufó, casi sigo de largo.

Una palabra, cinco letras. Miles de emociones barriendo con mi interior.

Llegamos a un callejón sin salida, sumido en las penumbras, bastante sucio y maloliente; peor me cayó cuando vi una puerta incrustada a la fuerza en un agujero cuadrado de la pared.

-¿V…vives aquí?

Exhaló, cansado y me soltó, cayó de lleno al piso y me espanté, agachándome para ayudarlo.

-Perdón, no te tomé de la cintura. Tuve que haberlo hecho.

Sus ojos siguieron clavados en mí, ¿Acaso le molestaba? Lo senté, sujetándolo por la espalda.

-Tú…--susurró, levantando una mano, al ver que me acariciaba la mejilla me estremecí, estupefacto y seguramente todo colorado.

Dolía, no les miento: tenía la mano reseca y astillada por la pelea en la vereda, estaba bañada en tierra y sangre, pero entendí la intención original con la que lo hacía; sonreí y quité su mano.

-¿Te ayudo a entrar?

Negó, luego me llamó con dos dedos. En el instante en que acerqué mi oído a su boca, pareció cobrar fuerza, tomándome de la remera y empujándome contra la pared. Caí sentado, y automáticamente vi cómo se levantaba a tientas y se sentaba encima de mí. ¿Qué estaba pasando?

-Déjame…compensarte.

Compensarme. “Compensarme”.

No entendí hasta que me tomó fuertemente de la quijada y me atrajo hacia él. Fue todo muy rápido: nuestros labios ensangrentados uniéndose forzosamente, sus piernas apresando mi cadera, la suya moviendo su cuerpo contra el mío. Pude sentirlo, “sentirlo”. ¿Cómo podía su cuerpo excitarse con tantos golpes y tanta sangre saliendo de él? Aparte, esto estaba mal, muy mal; él estaba herido y probablemente ebrio por la forma en que me miraba y por el gusto de su lengua. Y aun así…

¿Por qué me gustaba tanto?

Me aferré a sus cabellos y ladeé la cabeza, imitando el beso que me había dado Yifan Hyung en mi cumpleaños: brusco, hambriento, desvergonzado. Se sentía…nuevo, estimulantemente nuevo; agregándose el hecho de que no sabía su nombre, su edad, conociéndolo por hacer cosas como estas con una cámara de por medio…todo repercutía en mi cuerpo, que empezó a moverse, levantándose levemente del suelo a veces. Sentí sus ásperas manos quitarme el cinturón y bajarme los jeans y la ropa interior. Morí de vergüenza, pero el hecho de que estuviera mal, TODO MAL, me daba cosquillas cada vez más difíciles de ignorar.

El golpe final llegó cuando se bajó él las prendas inferiores y abrió de piernas, acomodándose. Ahí fue…explosivo, como si miles de fuegos artificiales brotaran de “allí” y me cegaran, sintiendo un extraño palpitar en mi nuca. Sus acciones tampoco ayudaban a que recuperase la compostura: tiró la cabeza hacia atrás, se aferró a mí y me apretó contra él, hundiendo mi cabeza en su pecho. La sensación fue…rara, uno habla de estas cosas y se las imagina. Pero jamás pensé que iba a sentirse así: mis hipótesis sobre el coito (ojalá mi madre no sepa que hablo de esto) eran completamente erróneas. No faltó mucho para que comenzara a moverse, sin saber yo qué hacer, porque, cómo decirlo. Siempre me vi “del otro lado”, en el lugar de él.

Y ahora me tocaba mandar a mí, ay madre.

Pude escucharlo suspirar mientras le desabotonaba la camisa con manos temblorosas (me daba vergüenza desvestirme para bañarme, imagínense para desvestir a otro que ni siquiera conocía), pero noté que lo hizo de mala gana: ahí me di cuenta.

Tonto, dijo que iba a “recompensarte”.

No confundas eso con “sentimientos” de por medio. Estúpido.

Estúpido, así me sentí: estaba haciendo lo mismo que mis compañeros en el baño del club, me estaba aprovechando de él, de su mente incapaz de reaccionar y su cuerpo repleto más de alcohol que de agua y sangre, de su instinto de probablemente resolver todo así, entregando su cuerpo.

Aparté mi rostro.

-Mejor no—jadeé.

Kai bajó su cabeza hacia mi cuello y empezó a besarlo, añadiendo succión en ciertos sectores, sectores claves. Luego, por algún motivo se movió hasta mi hombro y me mordió brutalmente (después noté que me salía sangre de allí). Pensé que iba a doler, pero mi cuerpo entero se electrizó, poniéndome los pelos de punta. Impresionante: ¿Cómo sabía…?

Porque es su trabajo.

Listo, quería irme, estaba pasando vergüenza de la peor forma, otra vez tuve ganas de llorar. Sí, siempre fui así de…sensible, porque pocas veces la pasé mal, puesto que nunca me retaron, golpearon o castigaron en casa. ¿Por suerte? No, la verdad que no.

-¿Por qué no?—preguntó jadeante, su pecho repleto de sudor—Es lo que tengo que hacer. Tú me ayudas, yo te lo agradezco.

Cada una de sus palabras me golpeó directo a la boca del estómago. Nunca fui ni seré de esos que pueden tener relaciones sexuales sin sentimientos de por medio; con Yifan era diferente, porque ya lo amaba desde antes, pero con él…

-Kai, yo…

Lo aparté suavemente y fue su sonrisa, esa sádica y burlona sonrisa la que se encargó de dejarme sin palabras.

-Así que me miras…

Una sola palabra se formó en mi mente al tiempo que un nudo se me atoraba en la garganta.

Ups.

-Ya me parecía raro que fueras tan amable, tú—se pasó la lengua por los labios y se acercó a mi oreja—Los tipos como tú me dan asco.

Casi se me salen los ojos.

Asco.

Asco.

Yo le daba…asco.

-Por culpa tuya tengo que hacer lo que hago, tengo la vida que tengo y tengo que resignarme  a que me follen en cualquier lugar, a cualquier hora. ¿Feliz?

Los ojos se me humedecieron: ¿Tenía razón? Sí, tenía razón…aunque hubiese mirado los videos con miedo y durante unos segundos, lo había hecho. Y eso contaba, sí que contaba.

-¿Cómo puedes despertarte sabiendo lo que haces, lo que me hacen? Insecto—escupió con rabia—Para colmo siempre tengo que andar sonriendo, viendo si alguien se digna a darme un par de wones para poder comer. Agradece que me mamaran esos hijos de puta en el club o te estaría moliendo a palos ahora mismo.

Basta.

-¿Sabes qué? Púdrete.

¡Yo no soy así!

-Te detesto.

Yo…

¡Yo me preocupo por ti!

Mi teléfono vibró, tirado a nuestro lado, seguro se había caído cuando me bajó los pantalones. Lo tomé y vi dos cosas: más de una llamada perdida que no había escuchado en absoluto…

…y Yifan, llamándome por quinta vez.


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