Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lost In You por MEPP19

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Debo agradecerle mucho a Nera, que ha querido betear este fanfic y sé perfectamente el trabajo que doy <3

Notas del capitulo:

Es mi primer OneShot de SHINee, aunque no es mi primer 2min, pero bueno, es especial por eso, no os entretengo más, a leer se ha dicho (?)

Me desperté como cualquier otro día, aunque por un momento lamenté no haberme quedado durmiendo eternamente.

 

Mi vida se había hundido en un instante. ¿Se podía saber qué narices había ocurrido? No me sentía bien con nadie, ni siquiera conmigo mismo. ¿Qué me quedaba? Nada. Absolutamente nada. Ni familiares, ni amigos... Nada. Bueno, tenía a Key. Aunque, más que un amigo, era un hermano. Y aún así no teníamos la misma relación que antes. ¿Por qué? ¿Por qué había cambiado todo de esa manera?

 

No aguantaba más, no podía seguir con esos pensamientos en la cabeza. Me di una ducha rápida, me vestí de forma sencilla y, todavía con los mechones de mi cabello goteando, salí del apartamento. De ese silencioso, aburrido y deprimente apartamento. Estar solo todas las noches... qué vida más triste.

 

Sin saber cómo, fui a parar a un parque que no había visto en mi vida. Sí había pasado varias veces por ese lugar, pero no debí de reparar nunca en él. Estaba totalmente vacío, en el centro había una especie de área de juegos para niños pequeños, pero allí tampoco había nadie. Y a su alrededor había unos preciosos bancos de color claro, pude observar que era un sitio muy espacioso.

Me senté en uno de ellos y me puse los auriculares, quizás ése se convertiría en mi nuevo lugar para desconectar del resto de la humanidad y relajarme. Miré la hora y me sorprendí, todavía eran las once, ¿tan temprano había salido de casa?

 

Cerré los ojos y estuve apunto de quedarme dormido cuando noté la presencia de alguien y me sobresalté.

 

—Oh, lo siento... ¿te he despertado?

 

A mi lado estaba sentado un chico alto, con el pelo no muy corto y de color negro. Tenía unos ojos bastante grandes y bonitos y una sonrisa inmensa dibujada en el rostro.

 

—¿Qui... quién eres? —todavía estaba algo impactado— ¿Cuánto tiempo llevas ahí?

 

Él sonrió y se quedó en silencio unos segundos, segundos que resultaron un tanto incómodos para mí.

 

—El tiempo suficiente como para saber que pones un volumen bastante alto en tus auriculares —sonrió de nuevo—, han pasado un par de canciones desde que estoy aquí.

 

—No has contestado a la primera pregunta.

 

—¿Que quién soy? —alzó la mirada— Eres tú el extraño aquí, éste es el lugar a dónde vengo a desconectar desde hace ya un par de años —iba a decir algo, pero me interrumpió—. Aunque si quieres podemos compartirlo.

 

Definitivamente a ese chico le faltaba un hervor.

Seguía ahí, mirándome, esperando una respuesta que no obtuvo por mi parte. No habituaba a hablar tan confiadamente con alguien a quien acababa de conocer.

 

—Minho —hizo una pausa—, ¿y tú eres?

 

—Ta-Taemin. —¿Por qué tartamudeaba? ¿Se podía saber qué me pasaba?

 

—¿Y bien? —sonreí extrañado, no sabía a qué se refería— ¿Quieres que compartamos este lugar?

 

¿Estaba hablando en serio? Genial, salía de casa para relajarme y aparecía un loco en mi vida. Pero la verdad es que... aquel loco me había hecho sonreír.

 

—¿Te has quedado mudo de repente? —se mordió el labio inferior y se levantó— Bueno, yo ya te he invitado. Sabes donde encontrarme.

 

Y dicho eso se fue.

¿Qué acababa de ocurrir? ¿Quién era ese individuo? Y lo más importante... ¿Por qué me hacía sentir así?

 

Me quedé embobado mirando el sitio del que se había levantado, recordando sus palabras y... su sonrisa. ¿Estaría allí por la tarde? Solo tenía una forma de averiguarlo.

 

——

 

Llevaba media hora tirado en el sofá, dándole vueltas a la cabeza.

Finalmente decidí arreglarme un poco para volver al mismo parque, deseando con todas mis fuerzas que estuviera allí de nuevo.

 

Llegué a eso de las cinco, pero no había nadie. Me entristecí y me enfadé conmigo mismo. Me quedé de pie en frente del banco, nuestro banco, con la mirada perdida.

 

—Soy un id... —dije para mí mismo, pero fui interrumpido antes de terminar.

 

—¿Me buscabas?

 

Me giré y ahí estaba Minho. Se había cambiado de ropa, esta vez llevaba unos pantalones bastante ajustados, lo observé y no dudé en que le quedaban genial.

 

—¿A quién? ¿A ti? —no fui capaz de disimular lo nervioso que estaba— No —mentí.

 

—¿Y por qué eres un idiota?

 

Mierda, me ha escuchado. No supe qué contestar, me di media vuelta decidido a marcharme algo avergonzado, pero una mano me detuvo.

 

—Yo sí te buscaba.

 

Y se me paró el corazón. ¿Qué acababa de decir exactamente ese loco? Aunque en el fondo estaba deseando escuchar algo así.

 

Nos sentamos y nos pasamos toda la tarde hablando, de todo y de nada. Y no fue incómodo, en absoluto. Fue la mejor tarde de mi vida. Me sentía bien estando con él a pesar de que solo fuese un desconocido. No me contó mucho sobre él y tampoco fue necesario que yo diese detalles sobre mi vida. Lo único que sabíamos era que nos agradaba estar juntos.

 

Y así fueron pasando los días. Estando mañana y tarde con él. disfrutando de cada minuto, de cada momento que pasábamos juntos.

 

Pero una mañana no vino, ni por la tarde, ni al día siguiente. ¿Qué había pasado? Me preocupé, de veras que lo hice. No tenía su número ni sabía donde vivía. No tenía manera posible de localizarlo. La angustia me estaba matando hasta el punto de llegar a la desesperación. Perdí la esperanza, perdí todo y me quedé en casa durante los días siguientes. No quería volver a encontrarme aquel banco vacío. No quería volver a recordarlo, ni a él, ni su sonrisa, ni sus tonterías, ni su forma de alegrarme el día... No quería saber nada de nadie. Él era todo lo que tenía y de un día para otro había desaparecido de mi vida.

 

Pasó una semana y yo seguía encerrado en casa, metido en la cama, con el teléfono encendido y la estúpida esperanza de recibir una llamada de un chico que ni siquiera tenía mi número.

Y de repente alguien tocó el timbre. Imposible.

 

—Sorpresa —creí que me iba a dar un infarto.

 

Del enfado que tenía encima le cerré la puerta en las narices. ¿Quién se creía que era? ¿Desaparece y vuelve como si nada hubiese ocurrido?

 

—Tae... escúchame...—dijo desde el otro lado de la puerta.

 

—¿Qué quieres? —tenía ganas de llorar.

 

—Déjame pasar y te explico —hizo una breve pausa y fue suficiente para escuchar sus sollozos y su respiración acelerada—, por favor.

 

Abrí la puerta con la mirada clavada en el suelo. No quería verle, no quería hablarle, pero me moría por saber la razón por la que había desaparecido sin más. La cerré y me senté en la cocina, todavía sin cruzar mi mirada con la suya. Se sentó en frente de mí y me cogió la mano.

 

—No me toques —repliqué separándome de él.

 

Noté el dolor en sus ojos, pero tenía mis motivos para comportarme así y él lo sabía.

 

—Me voy dentro de un mes.

 

Se hizo el silencio. ¿Qué acababa de decir?

 

—Desapareces —me mordí el labio y aguanté las lágrimas—, y cuando vuelves... —comenzaron a temblarme las manos, el miedo a perderle se estaba apoderando de mí— ¿es para decirme que te vuelves a marchar? Será una broma.

 

—No sabía como decírtelo... —se mordió el labio él también y bajó el rostro — Yo... yo no quiero irme, pero...

 

—Lo dudo —interrumpí. Quizás no estaba siendo justo con él, pero en ese momento no podía pararme a pensar en lo que decía.

 

—Son asuntos familiares que he intentado solucionar durante esta última semana, pero no ha habido manera posible de hacerlo —su miraba reflejaba una angustia desesperante—. Dentro de un mes tendré que marcharme a Estados Unidos.

 

No sabía si creerle. No sabía si lo que decía era cierto o no. Al fin y al cabo, seguía siendo un desconocido para mí. Pero me estaba doliendo escucharle, me dolía como si me estuviesen clavando una estaca en el corazón. ¿No volvería a verle? No podría vivir con ello. Miedo, eso era lo único que sentía en ese momento.

Si él se iba, me quedaría solo de verdad. ¿Qué sentido tendría mi vida sin él? Ninguno.

 

Seguía callado, no sabía qué decirle.

 

—Por eso... quiero hacer de este mes el mejor de tu vida. No quiero que tengas un mal recuerdo cuando me vaya —su voz sonaba ahogada—. Y quizás, solo quizás... dentro de unos años volvamos a encontrarnos.

 

No aguantamos más, ni él ni yo, y rompimos a llorar.

Ese era el comienzo del final.

 

—Te quiero —dijo mirándome a los ojos.

 

No le contesté. No podía, sentía que me iba a romper en mil pedazos.

 

—Vete —mi voz sonó quebrada. No se merecía que fuera tan duro con él, pero no era yo el que hablaba, era el miedo y el enfado que se había apoderado de mí.

 

—Está bien —se levantó, se acercó a mí y me besó en la frente—. Mañana estaré donde siempre, en nuestro banco. No te estoy diciendo que vengas, solo quiero que sepas que yo sí estaré allí.

 

Escuché como se cerraba la puerta y el silencio y la angustia me invadieron. Un mes... un maldito mes. No era capaz de imaginarme una vida sin él, realmente no podía. Esa última semana había sido un infierno por no tenerlo a mi lado, ¿qué iba a ser de mí?

Lloré, lloré desconsoladamente durante horas. Seguía sin poder creérmelo.

 

Pasé toda la tarde sentado mirando a la nada, totalmente quieto y desesperado. Tenía que haber una solución, tenía que encontrarla.

 

——

 

Me desperté sin ánimo alguno, pero más tranquilo que el día anterior. Miré la hora y me alteré, eran ya las doce. ¿Y si no sigue allí? Me di una ducha de cinco minutos y me vestí lo más rápido que pude. No eran ni las doce y media y yo ya estaba de camino al parque. Corría con cuidado de no chocar con nadie, pues a esa hora las calles estaban abarrotadas de gente. Llegué exhausto, asfixiado por el cansancio, lo busqué con la mirada y allí estaba.

Sentado en nuestro banco, cabizbajo. A saber cuánto tiempo llevaba esperándome. Me acerqué y me puse en frente de él, alzó la cabeza y se le iluminó el rostro.

 

—Has venido —suspiró aliviado.

 

—¿No me digas? —ironicé intentando quitarle tensión al momento.

 

Rió y se levantó. Con una gran sonrisa me cogió de la mano y comenzamos a caminar.

 

—¿A dónde se supone que vamos? —pregunté curioso.

 

No contestó, alzó los hombros y siguió caminando. Estaba intrigado por saber qué era lo que tenía preparado. Aunque realmente el lugar importaba poco, lo importante era que iba a estar con él.

 

Nos detuvimos en una parada de bus.

 

—Tranquilo —dijo al verme extrañado—, pago yo —ambos reímos.

 

Subimos al primer bus que pasó, pero no me dejó mirar el destino. El viaje duró una media hora y cuando llegamos se me abrieron los ojos como platos.

Estábamos en frente de un parque de atracciones al que no iba desde que era muy pequeño. Mis recuerdos sobre él eran borrosos, pero a la vez magníficos. Seguía exactamente igual y estaba lleno de gente.

 

—¿Vas a quedarte mirándolo o me vas a acompañar? —me sacó de mis pensamientos.

 

Asentí. Parecía idiota, pero es que no tenía palabras en ese momento. Bajamos del bus y me volvió a coger de la mano. Me sentía muy emocionado al ver a todos esos niños corriendo de un lugar a otro, sorprendiéndose con cada una de las atracciones, ilusionados.

La nostalgia se apoderó de mí, yo era exactamente igual hacía unos años.

Nos detuvimos ante lo que parecía ser la cola para la montaña rusa y di un paso atrás.

 

—No pienso subirme ahí —dije serio.

 

—Claro que lo harás —afirmó seguro de sí mismo.

 

—Te he dicho que no —¿es que estaba loco?

 

Me rodeó la cintura con los brazos y puso sus labios a la altura de mi oído.

 

—Y yo te he dicho que sí —susurró—. Yo estaré contigo.

 

No me tranquilizaban lo más mínimo sus palabras, pero asentí. No me gustaban las alturas. No les tenía miedo, simplemente no me gustaban.

 

Tuve que tragarme mis palabras cuando bajamos de la atracción pues había sido realmente divertido.

 

—¿Ves como te ha gustado? —dijo satisfecho.

 

—Pero ahora estoy despeinado —contesté fingiendo indignación.

 

Rió y se acercó a mí de nuevo.

 

—Para mí sigues estando perfecto —susurró a pocos milímetros de mis labios.

 

Nos quedamos así unos segundos, mirándonos a los ojos, y finalmente nos fundimos en el beso más dulce que me habían dado nunca. Fue suave, cariñoso, fue genial. No me habría separado nunca.

 

Comimos allí y montamos en unas cuantas atracciones más. Parecíamos dos niños pequeños, la verdad, pero no me importaba lo más mínimo.

 

Finalmente volvimos a la parada del bus, pero era bastante tarde y ya había pasado el último, así que tuvimos que volver andando.

Fue un paseo de lo más agradable y el muy idiota se empeñó en acompañarme a casa.

 

—Gracias —susurré en su oído cuando estábamos en mi portal.

 

Él sonrió, me dio un corto y suave beso y se marchó.

 

——

 

Y así pasamos el mes, viéndonos todos los días y haciendo alguna escapada al parque de atracciones de vez en cuando. Cumplió su promesa e hizo de ése el mes más feliz de mi vida.

 

Pero todo lo bueno se acaba y llegó el día de la despedida. Me había llevado a desayunar, pasamos la mañana en el parque y finalmente nos encontrábamos en el aeropuerto. Yo intentaba sonreír, pero no podía y él tampoco.

 

Estábamos esperando a que lo llamasen, y yo me estaba destrozando por dentro. Días atrás habíamos decidido que no nos daríamos ni el número, ni el correo, ni nada con lo que nos pudiésemos comunicar. Sabíamos que si lo hacíamos, ninguno podría seguir con sus vidas como si nada, ninguno podría empezar de cero. Viviríamos atados a alguien que nos quedaba a kilómetros de distancia. Seguramente yo no volvería a intentar llevar una nueva vida y eso era algo que él no podía permitir, según me había dicho.

 

El vuelo para Estados Unidos saldrá dentro de quince minutos. Por favor, vayan subiendo.

 

Tras escuchar, eso nos miramos y le sonreí débilmente, pero fue algo demasiado fingido. Le abracé con todas mis fuerzas, él parecía no tener ánimos ni para eso. Me estaba destrozando por dentro.

 

—Prométeme que volverás —susurré en su oído.

 

—No sé cuando —le costaba hablar, su voz sonaba rota—, pero lo haré.

 

Rompimos a llorar como si no hubiese mañana, le besé una y otra vez y cuanto más lo besaba más me dolía hacerlo. Se estaba yendo y se estaba llevando mi alma con él.

Lo vi marcharse, roto por el dolor. No dejé de observarle hasta que desapareció entre la gente, ya no había marcha atrás. Ya no habría más desayunos en el parque, ni escapadas al parque de atracciones. No vería más esa sonrisa que me alegraba los días, no volvería a sentir sus labios sobre los míos. Ni volvería a abrazarle, a enredar mis dedos en su cabello, nada. Ya no quedaba nada. Pero las cosas eran así y tendría que aprender a vivir con ello.

 

Llegué a casa totalmente desmoralizado, jamás podría olvidar a alguien así. Por muchos años que pasasen no podría. Me dirigí a mi habitación y saqué una caja que me había entregado él, pero había jurado no abrirla hasta que él subiera al avión.

Había un par de sobres con los números 1 y 2. Cogí el 1 y lo abrí para leer la carta que había dentro.

 

Lee esto a medida que vayas sacando los objetos.

 

Lo primero que saqué fue una pulsera de cuero que, desde luego, no era nueva.

 

La llevaba puesta el día que te conocí, digamos que es mi amuleto de la suerte desde aquella vez y quiero que la tengas tú.

 

Dejé la carta de lado para secarme las lágrimas que ya habían comenzado a caer por mis mejillas, pero fue inútil, mi llanto era cada vez más abundante.

Lo siguiente era un marco de color azul cielo, y en él había una foto nuestra, la única que nos habíamos hecho juntos. Yo le había dicho que la borrase, no me gustaba como salía. Pero di gracias a Dios de que no me hubiese hecho caso.

 

Puedes ponerla de cara a la pared si quieres pero, por lo menos, tenla contigo.

 

—Imbécil... —dije para mí.

 

Después encontré las entradas del primer día que fuimos al parque de atracciones, la fecha estaba subrayada.

 

El día más especial de mi vida.

 

—Y de la mía... —susurré entre sollozos.

 

Por último me quedaba coger el sobre 2.

Lo abrí con las manos temblorosas, y procedí a leer la carta que había dentro.

 

Lo siento.

 

Lo siento por el daño que te he hecho. Nunca ha sido mi intención herirte.

Iluminaste mi vida desde el primer momento. Yo era un ser solitario, no tenía amigos, pero apareciste tú como si nada. Llegué a creer que no existías, que eras producto de mi desgastada imaginación. Pero no, te sentía, eras real. Los días a tu lado eran geniales, el único defecto que tenían era lo rápido que pasaban.

Pero entonces recibí una mala noticia, pésima noticia a decir verdad. No me gusta hablar de mi familia y menos aún de los problemas que tengo en ella, pero siento que debes saber la razón por la que me he marchado. Me siento un cobarde por no decírtelo en persona, pero no he podido. Juro que lo he intentado, pero me ha sido imposible.

Mi padre ha muerto y me han dicho que mi madre está muy grave. ¿Que por qué he esperado un mes para marcharme? Es complicado, no podía ir justo después de la muerte de mi padre. Estaba metido en problemas y no habría salido bien de allí.

Pero esto no es algo de lo que te debas preocupar, estaré bien.

No quiero pasarme de extenso, solo te diré que gracias, por haber hecho que mi vida tuviese sentido. Por haberme dado una razón por la cual levantarme cada mañana. Por haberme hecho creer en el amor.

No sé si nos volveremos a ver o no, pero me gustaría creer que esto no es un adiós, si no un hasta luego.

 

Te quiero, y siempre lo haré,

Choi Minho.

Notas finales:

¿Y bien? ¿Qué os ha parecido? *///* Por favor, agradezco con el alma cualquier review que me dejéis, ya sea para elogiar o para criticar ^^


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).