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"Sebastian ..." Dijo el joven con disgusto. "¿Qué demonios quieres con eso?"
El susodicho se limitó a reír como usualmente lo hace y al abrir los ojos, se pudo percibir un brillo travieso en las orbes color vino. Un destello negro saltó en dirección de Ciel y un grito femenino hizo eco en la mansión vacía. Finny levantó la vista de las molestas hierbas silvestres, sonrió y volvió al trabajo.
"Debe haber sido Bard otra vez."
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Una figura de niña que sostenía un pequeño marco sacudió la cabeza, negando airada en el centro de la habitación. Su vestido de color negro, rosa y blanco, los volantes y los encajes en la parte inferior, acentuándose perfectamente. La "niña", sacudió levemente sus coletas de color ceniza, viendo a los rizos de su cabello saltar alegremente, como si estuvieran burlándose de su suerte.
"Sebastian". Volvió a decir, esforzándose por mantener la calma. "¿Por qué demonios has hecho esto?"
Solo recibió la siniestra sonrisa del mayordomo, que parecía estarse aguantando una carcajada. Inclinando la cabeza, el flequillo largo del demonio cayó sobre sus ojos carmesí.
"Lady " “Señorita," comenzaba a burlarse de Ciel. Se veía a las puras cuanto lo disfrutaba. "Madame Red dijo que esta es la mejor manera de seguir adelante con nuestro plan".
"Y", comenzó Ciel, cerrando los ojos con frustración. "¿Cuando te dije que escuchar a todas las órdenes Madame de Red? No recuerdo algo de eso".
Y por esto, Sebastian no dejaba de sonreír.
"Pero, Mi Lord," dijo Sebastian con una cursi mirada de asombro en el rostro. "Usted me dijo que utilizara los medios necesarios".
Y Ciel se frotó las sienes, pensando para sí ‘Juro que cuando me quite esto, buscare a quien inventó los vestidos y lo mataré K’.
"Hmm ...", Pensaba Sebastian. Temeroso, Ciel se dio la vuelta y vio al demonio sonriendo de nuevo, con aquel brillo en sus ojos. "Su figura todavía no es femenina. ¿Arreglaremos eso?"
Ciel retrocedió hacia la pared y en cinco segundos lo tenía arrinconado. Oyó la cremallera del vestido al bajar y sintió la caída de la pesada tela que se alejaba de su cuerpo. Sintió el aire frío en los muslos, cosa que le confundió, ya que el prefería usar bóxers y no trusas. Y mirando más abajo, se sorprendió mas, porque Sebastian le había quitado los calzoncillos, reemplazándolos con un calzón rosa que tenía encaje. Maldito encaje. Y recién ahora, con esa prenda tan estrecha, agradecía ser hombre y no usar algo tan incómodo como eso todos los días. Supuso que la ropa extraña es como un moretón, no lo sientes raro hasta que lo ves. Ciel alzó la vista para encontrarse con el sonriente Sebastián, lo que lo hizo teñirse un poco de rubor.
"Q-qué?" Demandó Ciel.
"Oh, nada". Tratando de ahogar su risa, Sebastián respondió,. "Simplemente pensaba en lo perfecta que le quedó la ropa interior en cuanto se la puse."
Ciel se sonrojó aún más, el tono rosa claro cambió a completamente rojo. Escuchó a Sebastian buscando algo y le miró. Asi mirando el objeto que sostenía el mayordomo, todo rubor que haya tenido Ciel en el rostro se escurrió, dejándolo mortalmente pálido.
"Sebastian", advirtió Ciel con voz temblorosa. "Si sabes lo que te conviene, aleja esa cosa de mi."
Y su respuesta sólo hizo que la sonrisa de demonio aumentara aún más. Se acercó al joven y pronto otro grito femenino se escuchó en toda la mansión. Meirin levantó la vista del suelo.
Crash!
"¡Oh no, lo volví a hacer!"
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"Ja ..."
"Haa ..."
el sonido de costura siendo forzada, probablemente de pantalones ceñidos inundó la habitación.
"Seba-Sebastian!" Un gemido infantil se escuchó detrás de la ornamentada puerta. "Ah-ah!"
"Agárrese fuerte de la pared..." Una voz suave dijo con calma-. "Relaje su cuerpo ..."
"N-no! Se D-duele, Sebastian!"
"Por favor, resista un poco más... Casi estoy".
"Ja ... Ja-AH!" La voz infantil se escuchó de nuevo. "P-pero!"
Fuera de la puerta había un muy sorprendido "cocinero". El "cocinero" tenía los ojos como platos.
"¿Qué demonios está pasando ahí? ' El ligeramente perturbado Bard se escabulló por la puerta.
"Creo que será mejor no interrumpir su ..." sesión de placer ".
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"Creo que ... acabo de vomitar un poco." Ciel se cubrió la boca y trató de mantenerse erguido sobre sus dos pies. Sebastián se limitó a sonreír. Después de una hora tratando de apretar más de lo humanamente posible, al final el menor quedó aprisionado en un corsé ceñido con fuerza. Al parecer, las mujeres no necesitan respirar en estos días. Se puso de nuevo en el vestido de color rosa y blanco y bajó a reunirse con Madame Red y Rau. Cuando llegó al último escalón, Madame Red rápidamente corrió y empezó a asfixiarlo en un abrazo.
"Eres demasiado kawaii!". Todos ellos se metieron en el coche, Madame Red no quería llegar tarde a ninguna de sus fiestas “aparentemente”, y Ciel se sentó junto al mayordomo que odiaba. Haciendo una cara de estreñido y mientras discutían el plan en el coche, sintió un par de ojos puestos en él. Cuando llegó el momento de bajar del carro, Ciel salió primero del carruaje, su mayordomo siguiéndolo de cerca. Sintió el calor corporal en su hombro y la voz le llegó como un profundo susurro, suave a sus oídos. Se quedó aturdido por un tiempo.
"Realmente, esta noche te ves impresionante."
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