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Mi amor por él... por SHINee Doll

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Notas del fanfic:

Dedicado a Danitza, porque está cumpliendo veintiún años y yo la adoro. Mi regalo para ti, sis c:

Notas del capitulo:

JinKi & MinHo... 


Es curioso, ¿no es verdad? Sigamos experimentando.

Un cosquilleo en el vientre, la calidez en el cuerpo, una caricia en la espalda. Como un dulce sueño luego de muchas noches repletas de pesadillas, con la paz que sólo se obtiene cuando dos corazones destinados se encuentran y comienzan a latir a un mismo ritmo, un solo compás, con cada “boom, boom” sincronizado, armonioso y perfecto.

 

Para mí, eso es el amor.

 

Lentamente la luz se filtra a través de las cortinas mal cerradas, iluminando la habitación. Las manecillas del reloj emiten un constante “tic tac” con su movimiento, alcanzando finalmente mis oídos. Mis cejas se fruncen, muerdo mi labio inferior con poca fuerza, gruño por lo bajo y me muevo entre las sábanas revueltas. Una pequeña carcajada se deja escuchar y su aliento me causa escalofríos. Siento su nariz rozarme la espalda desnuda, una de sus manos recorre mi pecho. Besa mis cabellos.

 

— ¿Irás a la cafetería hoy? — un largo y ronco “sí” abandona mis labios; apenas reconozco mi voz. — Estaba pensando que podríamos quedarnos aquí, en esta habitación, tú y yo, solos, juntos, todo el día… — es una propuesta interesante, como una fantasía de las que tengo con frecuencia.

 

— Tengo… que ir a trabajar. — abro los ojos; su contacto desaparece.

 

— ¿Esa es tu respuesta?

 

Son curiosas las vueltas que da la vida, así como esos giros en las situaciones. Hace un momento, escasos segundos, su risa alegre me llenaba, poco a poco, de este sentimiento maravilloso y encantador que venimos compartiendo en secreto desde hace tiempo. Ahora, con sólo cinco palabras, con una única frase, su rostro se ha tornado serio, al punto de ser irreconocible. La persona que me mira con el ceño fruncido, los ojos furiosos y los labios apretados, la que se pasa la mano por los cabellos con desesperación, que suelta bufidos y se traga los insultos, no es la misma que me ha colmado de atenciones, besos y caricias durante la noche y parte de la madrugada.

 

— Sí.

 

No siempre todo es perfecto.

 

 

 

 

 

 

 

Nos conocimos una fría mañana de noviembre en ‘Lucky’. El interior de la cafetería era cálido, contrastando abruptamente con el exterior. La temperatura seguía descendiendo y parecía tener la intención de irse bajo cero. La gente pasaba frente a las puertas de cristal ocultas bajo grandes abrigos y gorros tejidos. Escuchaba un “¿No tienes frío?” de cada clienta que ingresaba al local y un “estoy bien”, acompañado de una sonrisa, parecía tranquilizarlas. En esos tiempos estaba por cumplir los diecisiete años y el clima me importaba poco. Dentro sólo vestía mi uniforme: pantalones oscuros, una ligera camisa blanca y el chaleco rosado que me daba un aspecto inocente (según la gerente).

 

Pasaban de las 9:00 am cuando escuché la campanilla. Un par de fieros ojos me devolvió la mirada desde la entrada. Pasé saliva, nervioso, haciendo ruido. El dueño de aquellos ojos rasgados, como de gato, no estaba solo. A su lado, tras unos lentes oscuros de una marca muy cara, se encontraba un joven de inexistente sonrisa. Sus labios lucían tan apretados que todo él parecía de mármol.

 

— Niño, un café americano y un ristretto. — asentí, sorprendido al verles de cerca. — Pero muévete, ¿acaso estás sordo?

 

Atendí a ambos con amabilidad, aún estupefacto ante el trato rudo del más alto de ellos. Apoyado en el mostrador, les contemplé ocupar una mesa en una zona curiosa de la cafetería: cerca de la puerta y lejos de la ventana. Una mano posada en mi hombro me causó un sobresalto.

 

— Así que ellos han venido. — viré el rostro hacia mi mejor amigo y compañero de trabajo

 

— ¿A qué te refieres?

 

‘Lucky’ pertenecía a la familia de un amigo de mi hermano mayor: Lee Donghae. Comencé a trabajar ahí por recomendación de Lee Taemin, uno de mis amigos de infancia; mi mejor amigo, a decir verdad. Siempre me resultó curioso visitar la cafetería y verle correr entre las mesas con una bandeja plateada y su delantal rosado. ¿Cómo podría haberme resistido a tal oportunidad, siendo ‘Lucky’ un lugar tan agradable y acogedor?

 

— Minho, ¿de qué te sirven esos ojos tan grandes si no eres capaz de verlo por ti mismo? — rodó los ojos, sonriendo traviesamente ante sus propias palabras. — Este lugar no se llama ‘Lucky’ sólo porque a alguien se le ocurrió, sino porque siempre hemos contado con la buena fortuna de ser visitados por personas importantes.

 

— No entiendo lo que tratas de…

 

— Ese chico de allá. — tiró de mí hacia abajo, pegando su mejilla a la mía. — Sí, el rubio de ojos delineados. Él es Kim Kibum, conocido como Key en el medio y como ‘Almighty Key’ en los programas de variedades. ¿Sabes quién es? — me sonaba, pero no. — Serás idiota. — se burló, aprovechando mi desconcierto. — Es modelo. Si prestas atención a los puestos de revistas, encontrarás su rostro en tres de cada cinco de ellas. ¿Nunca has visto alguna de las publicaciones de NYLON o un comercial de MAYPOLE? Amigo, tú sí que eres todo un caso.

 

— Bien, lo entiendo. — le estudié detalladamente, tratando de leer sus labios en forma de corazón. — ¿Quién es el otro?

 

— ¡Por el ‘Gee, Gee’ de Girls’ Generation! ¿Realmente no lo sabes? — traté de ser serio, juro que lo hice, pero su expresión fue tan divertida que acabé riéndome en su cara, salpicándole -accidentalmente- el rostro con mi saliva. — Es Lee Jinki, gran imbécil. — soltó el cuello de mi camisa y se limpió la mejilla con el dorso de la mano. — Es ‘Onew’, un solista bastante popular en estos días. Su canción ‘In Your Eyes’ ha estado número uno durante cuatro semanas seguidas. ¡¿Cómo puedes vivir sin enterarte de nada?! Ay, Minho, ¿qué debo hacer contigo?

 

Me costó creerle a Taemin, principalmente porque nunca antes vi a alguien “famoso” entrar a la cafetería. Supongo que lo notó en mi expresión, porque sus ojos se tornaron blancos y sus labios se torcieron en una mueca de total desagrado. Soojung, su novia y otra de las meseras, encendió la radio en ese momento y una canción bastante familiar inundó el lugar. El chico rubio señaló con su dedo índice una de las bocinas en la pared y el otro sonrió por vez primera, mandando mi corazón al diablo. Si lo creía hermoso antes de aquello, con ese simple acto acabó de romper los esquemas de la belleza que albergaba en algún recóndito lugar de mi cerebro.  Dijeron el nombre de la canción, del cantante y ambos muchachos se rieron. Eso pareció desatar la tormenta.

 

Primero fue un flash espontáneo, luego un par más. Al cabo de escasos minutos mucha gente se reunió alrededor. Había visto eso antes, sólo que en películas extranjeras. Lo normal hubiese sido que se marchasen, que nosotros hiciéramos algo. Mi pensamiento racional nunca encajaba con la situación, eso estaba claro. Key movió su silla un poco y se colgó del cuello de Onew, poniendo un puchero, tan cerca del otro que me dio pena. Una, dos, tres fotos.

 

— ¿No son lindos? — suspiró Soojung más allá, pellizcando la mejilla de Taemin. — Mañana verás otro escándalo a causa de estos dos. A Key realmente parece gustarle meter a Onew en problemas… pero qué digo, ¡si Jjong es igual! — ambos rieron, dejándome confundido tras el mostrador. — Estos chicos de hoy…

 

Nuestro primer encuentro distó de ser ideal. Siquiera sé si puedo decir que nos “conocimos” de esa manera. Sin embargo, ¿de qué otro modo habría de haber ocurrido? Él, un reconocido cantante; yo, un simple mesero. ¿Dónde se había visto tal cosa?

 

 

 

 

 

A veces, las palabras más sencillas se convierten en un arma de doble filo. Frente a frente, mirándonos a los ojos, ambos dijimos todo aquello que parecíamos dispuestos a llevarnos a la tumba antes de mi errada respuesta a su proposición. ¿Cómo iba a pensar que un simple “no” se llevaría dos años de nosotros a la basura?

 

— Es por él, ¿verdad? — mis palabras colocan en su rostro una nueva sonrisa sínica. — ¡Es por Key! — trato de golpearle con la almohada, principalmente porque no busco herirle, sino desquitar mi frustración. — Es por él, por ese nuevo escándalo, porque ahora es real.

 

— ¿Perdón? — enarca una ceja, arrebatándome el “arma” predilecta. — ¿No he sido yo quien ha viajado desde Jakarta para pasar un par de días contigo? ¿Acaso no he pasado la noche demostrándote cuánto te quiero, cuánto te extraño? — sus ojos buscan los míos y me siento indefenso en su presencia. — Por favor, Minho, ¡madura de una maldita vez! ¿Cuándo piensas dejar de comportarte como un niño?

 

— ¡Cuando tú te comportes como un adulto!

 

Está dicho… y no hay vuelta atrás. Después de todo, ambos sabíamos que algún día llegaríamos a este punto.

 

 

 

 

 

 

 

Era enero y llovía. No había clientes esa tarde. Soojung y Taemin pusieron como excusa el mal tiempo para no asistir, aunque todos sabíamos que sólo querían pasar su primer aniversario de novios en un lugar más agradable que el trabajo. Donghae se quedó conmigo durante la mañana, pero pasada la comida decidió que podía hacerme cargo del lugar completamente solo. No estaba muy seguro de eso. Sin embargo, no me opuse a intentarlo.

 

‘Please Don’t Go’ sonaba en la radio cuando la puerta se abrió. La canción de Kim Jonghyun y Lee Jinki, ambos grandes solistas, se sumaba a los primeros lugares de popularidad. Debía admitir que sus colaboraciones me ponían la piel de gallina.

 

— Cappuccino moka, regular, con canela. — mi corazón dio un vuelco, acelerado. — ¿Aún tienes galletas de nuez? — asentí, enmudecido. — Dos de ellas, entonces. — su sonrisa, carajo, ¡su sonrisa! — Gracias, Minho.

 

Las tardes lluviosas se convirtieron en rutina. Igual que su visita. Key no le acompañaba y los rumores se esparcían como plaga. Los encabezados de la revista los señalaban a los tres (Jjong, Onew y Key). Triángulos amorosos, romances, infidelidades… El mundo del espectáculo estaba lleno de todo eso, especialmente desde que Kibum reconoció sus preferencias en una entrevista exclusiva. Jinki aún no llegaba a ese punto, pero nadie dudaba de sus gustos particulares. En cuanto a Jonghyun…

 

Bueno, de él no sabía mucho. No le vi por la cafetería alguna vez, ni solo ni acompañado. Resultaba extraño.

 

Con Onew las cosas se dieron fácilmente luego de verle por dos semanas consecutivas. Era viernes, casi hora de cerrar y sólo quedábamos nosotros. Esperaba que él se marchara; Jinki pensaba que lo echaría. El segundero avanzaba; el “tic tac” hacía eco en el establecimiento. Limpié el mostrador por tercera vez, miré a través del cristal la calle desolada. Sus ojos encontraron los míos algunos minutos más tarde y sonrió amplia y hermosamente, disparándome el pulso. Me ocurría algo con él, una cosa que nunca antes había sentido y que me costaba explicar, que siquiera era capaz de identificar o describir.

 

Un calor abrasador me recorrió el cuerpo y se instaló en mi rostro, coloreándome las mejillas y las orejas de un matiz rosado-rojizo que me avergonzaba. Su silla sonó al ser corrida hacia atrás sin alguna delicadeza. Sus pasos le guiaron frente a mí por segunda vez en el día.

 

Lucía increíblemente guapo: pantalones negros desgastados, playera estampada de una banda cualquiera, chaqueta de mezclilla, botas militares. Los lentes oscuros estaba de nuevo cubriendo su mirada, transformándolo en un ser de otro mundo, de una realidad diferente. Se sacó el gorro y lo puso sobre el mostrador con seguridad, mientras tanto mis ojos vagaron por sus cabellos castaños, ni largos ni cortos, y el deseo de acariciarlos provocó en mi vientre un revoloteo.

 

— Estamos solos. — susurró, apoyando ambos codos sobre el mueble. Asentí, confundido. — Seré sincero contigo. Hay algo en ti que me gusta mucho. ¿Qué es? No estoy seguro, pero sé que existe. — luego de eso dejé incluso de respirar. — Si continuo viniendo, es porque trato de descubrirlo. Aunque encontré un modo más efectivo…

 

— ¿Q-Qué…?

 

El método de Onew no podía fallar. Incluso ahora reconozco que despejó muchas de las dudas que ambos teníamos.

 

 

 

 

 

 

 

El amor es eso que nos impulsa a hacer cosas que nunca imaginamos, a arriesgar nuestros corazones -a veces aún inmaduros- y ponernos de rodillas ante alguien más. Conocí a Lee Jinki en el otoño de mis dieciséis años, a sólo un mes de mis diecisiete. Él se encontraba próximo a cumplir diecinueve. En ese entonces, ninguno de los dos consideraba la edad importante, porque dos años son poco en realidad. No obstante, nuestros “mundos” sólo coincidían un par de veces al mes y eso lo ignoramos patéticamente.

 

Ahora, luego de dos años de vivir un extraño sueño, la hora de despertar ha llegado. ¿Se convertirá todo en una pesadilla? ¿Seremos capaces de regresar…?

 

 

 

 

 

  

 

La primavera llegó con muchas sorpresas. Mis manos temblaron cuando la pequeña y dorada llave entró en la cerradura, dando paso a un precioso apartamento. El edificio era grande, viejo y no tan bonito, pero Jinki se encargó -personalmente- de volver el interior acogedor y hogareño. “Sólo nuestro”, había pronunciado con satisfacción, dejándome abrazarle por la espalda. Nos apresurábamos, quizá porque el tiempo nunca alcanzaba.

 

— ¿Qué ha hecho que te enamores de mí? — pregunté una noche, dos semanas después, tumbado sobre su regazo.

 

— Ha sido ese chaleco rosado. — acarició mi mejilla con sus dedos fríos, ampliando la sonrisa ante mi ceño fruncido. — No puedes culparme; es bonito y combina perfectamente con esos sonrojos tuyos.

 

Así definía el amor a los diecisiete años, ese sentimiento especial por otra persona. Para mí, se trataba de tardes completas a lado de la persona que hacía a mi corazón latir rápido, fuerte, a un ritmo irregular, desenfrenado, alarmante; de caricias tiernas en el rostro y el cabello; de abrazos cuando la habitación se enfriaba y cortos besos antes de irse a dormir. Mi amor era simple, inocente y cálido. Inclusive puedo afirmar que también yo lo era.

 

— Te quiero, Jinki.

 

Palabras que se graban para siempre en el corazón de un adolescente inexperto. Un beso leve en los labios, un guiño de ojo, un “nos veremos en tres semanas” y esa enorme sonrisa de quien se va contento, de quien es feliz con lo que tiene en el momento.

 

— Te quiero, Minho.

 

Mariposas en el estómago, nubes de algodón de azúcar, unicornios rosados… Mi recompensa por esperarle, por mantenerme oculto de los otros y guardar lo nuestro como un secreto. Borrando la sonrisa ante Taemin, escapándome de casa para verle, fingiéndome donde amigos para dormir a su lado.

 

De ese modo era mi amor por él, mi amor con él. Estaba satisfecho. Juro que lo estaba. Luego, la realidad me golpeó de frente.

 

 

 

  

 

 

 

Sus manos se han vuelto cálidas el último tiempo, puedo darme cuenta cuando acuna mi rostro entre ellas. Los ojos pequeños me atrapan en un laberinto oscuro y profundo, de esos que no tienen salida una vez que entras. Sin embargo, tampoco deseo huir. Sus labios se curvan en una sonrisa sincera, dulce y tonta. Amo su sonrisa con cada fibra de mi ser, porque con ella despeja las dudas e inconformidades de mi corazón.

 

Sé que he perdido toda discusión cuando sus labios se funden con los míos en un beso calmo y delicado. Caigo presa de un hechizo y mi espalda toca el colchón con suavidad. Su piel desnuda entra en contacto con la mía, pero sólo puedo pensar en lo enamorado que continúo estando del que sólo parece jugar conmigo.

 

 

 

  

 

 

 

Los rumores continuaron después de semanas de tiempos tranquilos. Onew regresó a la cafetería con Key colgado de su brazo, sonriendo como nunca antes. Mis inseguridades infantiles y celos estúpidos nos llevaron a discutir con frecuencia en sus siguientes visitas. Jonghyun apareció -finalmente- ante mis ojos. Era bajo, pero simpático y atractivo. Su forma de mirar a Jinki acarreó nuevos problemas. Coqueteaban, lo sabía. A veces estaban los tres juntos y mi mundo se desmoronaba.

 

— Estás exagerando, Minho. — repetía hasta el cansancio, sujetando mi brazo. — ¿No estoy aquí, justo ahora, contigo?

 

Caía, una y otra vez, siempre, en ese juego. Besaba mi mejilla y el tiempo se detenía. Un beso en la punta de la nariz y ya estaba pegado a su mirada. Alcanzaba mi boca e instintivamente mi cuerpo se pegaba al suyo, desesperado por más contacto, anhelante por un abrazo largo y apretado.

 

— Sólo te quiero a ti.

 

Esa sensación tan completa cuando lo decía contra mi oído, cuando parecía ser cierto, cuando le creía.

 

 

 

 

 

 

 

Vuelvo a dormir, metafóricamente hablando. Jinki me abraza, entierra la nariz en mis cabellos oscuros y el mundo parece perfecto. Se ha hecho tarde y queda poco tiempo antes que mi turno comience. Sus besos me hacen dudar sobre mi decisión de abandonar el apartamento. Además, ¿a dónde se ha ido su enfado?

 

— Deja de preocuparte por todo eso que escuchas. — habla de pronto, sorprendiéndome. A veces lo creo capaz de leer mi mente, de intuir cada uno de mis pensamientos. — Sabías que sería complicado cuando comenzó, pero igual aceptaste intentarlo, ¿no fue así? — no me arrepiento, de eso puede estar seguro. — Los rumores son sólo eso: rumores. Kibum es mi mejor amigo, Jonghyun es un gran compañero de trabajo. Si dejamos que la voz se corra como lo hacemos, es porque nos pagan por ello. Dime, pequeño tonto, ¿por qué sigues pensando que no te quiero lo suficiente?

 

— No es eso. — o tal vez lo sea; él parece dudar. — Es sólo que…

 

— Sigue siendo un secreto. — suspira a mitad de mi asentimiento. — Una relación a escondidas no es suficiente para ti, ¿verdad?

 

— Lo fue al comienzo, pero ya no.

 

Silencio largo, pesado e incómodo. Me obliga a mirarle. Sus ojos se han tornado tristes. Mi corazón se encoge ante esa visión.

 

— No quiero compartirte, Minho. — la sorpresa se dibuja en cada una de mis facciones. — No quiero que los otros sepan de ti y traten de alejarte de mi lado. No deseo que te conviertas en “el novio de Onew”, tampoco que te impidan seguir llevando esa vida normal que tanto disfrutas. ¿Quieres vivir en el mundo escandaloso que lo hago yo? ¿Estás dispuesto a renunciar a tu privacidad, tu tiempo a solas e incluso a algunos de tus sueños?

 

— No quiero renunciar a ti. — esa es la más pura da las verdades. — Deseo estar contigo, ¿qué tiene eso de malo?

 

— ¿Quién está cambiando eso, Minho? — su tono me empequeñece; es autoritario, demandante, como el de un padre a su hijo. — Estoy y seguiré estando contigo, sólo que no pienso decir que es así. No voy a arrastrarte a mi mundo, y es mi última palabra.

 

— No me gustan los secretos, Jinki.

 

— Entonces te diré el único que he mantenido hasta ahora. — le miro sin entender, ansioso. — Te amo.

 

Me pierdo en su boca una vez más, llenándome de esas dos simples palabras que lo encierran todo. Entonces, mi amor parece definirse de nuevas formas, con promesas ahogadas entre besos, con un “te amo” colándose entre cada jadeo, con un corazón atormentado que vuelve a encontrar calma.

 

Mi amor a los diecinueve años sigue siendo inmaduro, caprichoso e inseguro, pero no por ello es menos sincero.

 

 

 

 

 

 

 

Fue hace dos años que él entró a mi vida, dispuesto a quedarse en ella. Lo hizo del modo menos esperado, siendo alguien importante, famoso, popular. Nos tomó mucho darnos cuenta de nuestros sentimientos, también el reconocer que algo se quedaba oculto tras cada “te quiero” pronunciado. Tuvimos miedo; más yo que él. Discutimos, nos reconciliamos; arruinamos y reparamos las cosas un montón de veces. Nos ocultamos para querernos, para adorarnos, para amarnos.

 

Es como un juego todavía. Ninguno ha logrado establecer completamente las reglas, pero tampoco rompemos los límites que creemos haber puesto. Me conformo con esos instantes que puedo tenerlo conmigo, cada vez más cortos y apartados. Soy un secreto que él no piensa contar.

 

A veces se siente como una mentira, pero es la más dura de las verdades. Sin embargo, no puedo negar lo feliz que me encuentro de amarle como lo hago.

 

Es complicado, absurdo, estúpido e irrelevante. Es como una lucha sin sentido, sin ganador o premio. Es el amor en que nos hemos refugiado por dos largos años, escondidos bajos las sábanas de una habitación carente de color, en un viejo edificio que apenas parece mantenerse en pie. ¿Quién podría pensar que tras una simple puerta de madera desgastada, se encuentra un mundo de fantasía donde dos chicos se aman con locura hasta la muerte? Nadie, y es por eso que seguimos estancados en un universo alterno, fingiéndonos dos personas más, una del montón y la otra de un círculo exclusivo. Aun así, mi corazón ha elegido a Jinki; y sé que el suyo me ha escogido a mí. Cuando así son las cosas, ¿qué caso tiene desear algo más? Sólo lo necesito a él. Sólo lo quiero a él…

 

… y él sólo me quiere a mí. ¿No es éste, acaso, mi final feliz?

Notas finales:

Pretendo mejorar. Danitza, ¿cómo ha quedado?


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