Capitulo II
Cuando mi padre llego del trabajo lo que encontró no fue a la dulce y comprensiva hija que lo recibía cada día, en su lugar se encontraba una adolescente molesta y sumamente irascible.
Me encargue de servir la cena como todos los días pero con mi silencio, nada habitual, le demostraba que algo malo me debía haber ocurrido.
-Querida, ¿Se puede saber que te ocurre?- me pregunto preocupado, quizás relacionando mi repentino mal humor con algo ocurrido en la universidad o algo por el estilo.
-La verdad, es que no me ha agradado mi maestra de computación.
-Yo lo encontré una chica muy simpática, por cierto, me llevó tu horario- me dijo mientras registraba en su bolsillo- aquí lo tienes, mañana tomaras la primera clase después que llegues de la universidad.
No podía ser cierto, el cruel destino me estaba castigando por todo lo malo que había hecho en mi vida. Mi querido papá por primera vez no tomaba en cuenta mis deseos y para peor, la insoportable de Woo Ri Go, se había dado el lujo de ir a entregarle personalmente a mi padre el horario, como si yo no existiera, mejor dicho, como si yo existiera solo el tiempo en que el me daría su famosa clase.
-Martes en la tarde, jueves en la tarde…- murmuré mientras leía la hoja, al ver la ultima anotación pensé que lo había leído mal, eso era imposible- ¿Sábado en la tarde?- pregunte incrédula, eso no podía ser cierto.
-Ella tenía ocupado el viernes y como tú no haces prácticamente en todo el día, creí que no te molestaría.
Si su concepto de no hacer nada era estudiar todo el fin de semana y hacer las cosas de la casa, claro que no hacia nada.
-¿Y que ocurre si quiero salir?- le pregunte indignada.
-Bueno, entonces deberás recordar que estas castigada.
El castigo. Era la primera vez que pronunciaba aquellas palabras, sin embargo para mi este ya había comenzado desde que había conocido a Woo Ri aquella tarde.
Definitivamente la mala suerte me perseguía.
[***]
La hora parecía arrastrarse, la verdad es que ni si quiera sabia por que rayos estaba tan nerviosa, se suponía que tendría que llegar a las seis y media, quizás si se atrasaba pondría argumentar que era impuntual y mi padre se compadecería de mi y la despediría.
El sonido del timbre me saco de mi contemplación del reloj, las seis veinte, seguro que seria Woo Ri.
Me dirigí resignada a la puerta, no me equivoque.
-Hola Kim, me alegra que estés en casa.
-Lamento no decir lo mismo- le dije algo molesta, ella sin embargo solo me sonrió y entro a la casa.
-¿Ya has visto tu nuevo horario?- me pregunto mientras la guiaba hasta el escritorio.
-Si, y tengo objeción con una de las horas de clases, el sábado estoy ocupaba.
-¿A si? Tu padre me dijo que no tendrías problemas, por lo general no sales y además estas castigada- me dijo con cierta sorna, mi padre definitivamente ya no me quería.
La odiaba. Si, la odiaba. La verdad es que jamás había deseado matar a alguien pero sentía que gracias a ella, mi instinto asesino estaba aflorando y muy rápido, era detestable.
-Bueno, ¿empezamos la clase?- le pregunte molesta- Cuanto antes comencemos, antes me desharé de ti.
-Que carácter, no se como tu padre piensa que eres un encanto.
-Lo soy con las personas que me agradan.
-Me lo dejas claro, Kim- me indico con un gesto de la cabeza que me sentara y comenzó a revisar en su mochila buscando algunos papeles.
Cuando pareció encontrar lo que estaba buscando se sentó a mi lado y me entrego las hojas.
-Necesito que estudies esto para el jueves, lo que no entiendas te lo explicare yo, solo quiero que no llegues tan en blanco a la clase, por ahora necesito saber cuanto sabes realmente.
Era increíble lo diferente que parecía ser cuando explicaba las cosas, yo solo la oía hablar pero realmente no le prestaba mayor atención. Durante esos minutos había dejado de ser la muchachita insufrible para convertirse en una joven madura y completamente segura de si misma. Realmente parecía saber lo que hacia.
- ¿A que te refieres? ¿Me harás algún examen?
-No realmente, por ejemplo ¿sabes prender la computadora?- su pregunta parecía inocente pero el brillo de malicia que se apreciaba en sus ojos me dijo que lo único que deseaba era dejarme como una completa inútil
Esta era la guerra de los sexos.
Maestra arrogante: 1 Alumna frustrada: 0
-Creo que esa pregunta no era necesaria, señorita, daba por hecho que ya se había informado de mis capacidades con la computadora.
Me miró algo molesta pero nuevamente trato de ignorarme, odiaba que hiciera eso.
-Por eso lo pregunto, pequeña, se que eres mas que un poco peligrosa frente a una de estas- me dijo mientras le daba unas palmaditas a la computadora.
Claramente iba perdiendo frente a ella.
-Si, se encender una computadora- le respondí en forma cortante- ¿alguna otra duda?
-La verdad es que no, pero, ¿Qué esperas para encenderla?
Nunca en mi vida había tenido una clase más desagradable. Mis calificaciones siempre habían sido las mas altas y por primera ves en mi vida me sentía una inútil.
No se si cometía tantos errores porque era realmente mala frente a la computadora o si se debía que ella me ponía nerviosa.
Cada ves que se me acercaba para darme alguna explicación o recomendarme algo notaba como se me aceleraba el pulso.
Al cabo de unos minutos pareció olvidar que no me soportaba y me hablaba mas relajada y hasta sonreía de de ves en cuando, en esos momento sentía que era la mujer mas apuesta que había visto en mi vida.
No podía ser verdad. No podía estarme gustando una chica que era terriblemente desagradable y que para terminar era mi maestra de computación. Quizás hubiera sido mejor que mi padre contratara al anciano.
Las dos horas y media pasaron volando, cuando dimos por terminada la clase ya estaba oscureciendo y recordé que ni siquiera había preparado la cena y lo mas probable es que mi padre ya hubiera regresado a la casa.
Mientras ella terminaba de recoger sus cosas baje a ver si estaba en lo cierto. Mi padre descansaba leyendo un libro mientras yo me encontraba arriba con aquel monstruo que tenia la desgracia de llamar maestra.
-¿Por qué no me llamaste en cuanto llegaste?- le pregunte besándolo en la mejilla- Aun no tengo lista la cena.
-No te preocupes querida, yo he preparado algo. Subí a verte pero parecían demasiado concentradas y no quise interrumpirlas.
Woo Ri bajo las escaleras y se encontró de lleno con la escena de la hija atenta y cariñosa, pero pareció pasarla por alto, sin embargo yo sentía como si tuviera una piedra en el estomago.
-¿Y como ha estado la clase?- me pregunto mi padre sonriendo- ¿Has sufrido mucho?
Tenia muchas ganas de decirle que si, que Woo Ri me trataba mal y que apenas lograba entenderle pero sabia que todo seria un mentira infantil para vengarme de algo que yo creía que ella me había hecho.
-Algo complicada, pero iré mejorando- mentí y me puse de pie para dirigirme a la cocina.
-Y Woo Ri, ¿como se ha portado mi muchacha?- note como se me paralizaban los latidos del corazón, si ella le decía la verdad de mi comportamiento, realmente me castigarían, y en el peor de los caos me harían pedirle disculpas y eso no lo haría nunca.
-No se preocupe señor, Ji Sook se ha esforzado mucho.
¡Salvada!.
Sin embargo todo lo que había ocurrido podía servirle como chantaje ante mi padre, la mire nuevamente pero no vi rencor ni molestia en su rostro, solo parecía cansada y hambrienta.
Guiada por un impulso, quizá el impulso mas tonto de mi vida, deje que las palabras se escaparan de mis labios.
-¿Te gustaría quedarte a cenar?- luego de darme cuanta de lo que haba hecho desee que cayera un rayo y me partiera por la mitad.
Iba a aceptar, estaba segura… Pero para mi sorpresa, negó con la cabeza y se acerco a mi padre para despedirse.
-Agradezco su invitación pero mi madre me espera para cenar. Señor, un gusto haberlo visto- le tendió la mano y luego se aproximó hasta donde yo me encontraba.
-Bueno, Ji Sook. Nos veremos el jueves, recuerda estudiar lo que te entregue- su gesto fue el de ir a besarme, pero pareció cambiar de opinión en el ultimo minuto y solo inclino levemente la cabeza.
Cuando salio de la casa al fin respire tranquila, tendría un día completo para no pensar en ella, sin embargo no entendí por que aquel tonto pensamiento me ponía triste.