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Cuando la normalidad falla por Mai_Kusakabe

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Notas del capitulo:

No me gusta cómo ha salido este capítulo u.u No es lo que tenía pensado, pero esa última escena me ha vencido.

Por cierto, ya he aprobado dos exámenes :DDD

 

Capítulo 16: A la luz

Caesar Clown estaba sentado en la mesa de la cocina de su casa, con los codos apoyados sobre la madera y la cara enterrada entre sus manos.

De estar en un lugar público se habría esforzado por mantener la compostura, pero en la privacidad de su casa no había tenido reparos en tirar su inacabada taza de café contra la pared, hacer trizas el periódico y patear un par de sillas antes de sentarse en una de las que aún  quedaban en pie.

Jodidos niñatos de mierda. Era lo que se pasaba por su cabeza una y otra vez.

Esos críos, esos puñeteros críos engreídos se la habían jugado. A él y a todos, realmente, pero si Caesar era conocido por algo aquello era por ser un genio, y por eso, una vez atendida su rabia, se puso a pensar en una forma de volver la situación a su favor o, como mínimo, minimizar daños.

Levantándose de la silla, decidido, se fue a su despacho en el segundo piso. Tenía una llamada muy importante que hacer.

--

Trafalgar Law no tuvo muy claro lo que lo había despertado hasta que se percató de la falta de otro cuerpo abrazado al suyo. Abriendo los ojos lentamente, apenas pudo distinguir una sombra oscura entre la luz que llenaba la habitación.

-¿Eustass-ya? –Preguntó, confuso.

La sombra se movió, volviéndose lentamente menos borrosa y permitiéndole distinguir el brillante cabello pelirrojo, caído al no estar sujeto por las gafas de sol, y la piel pálida del otro.

-¿Te he despertado?

Law se incorporó en la cama, arrodillándose en el colchón, y se frotó los ojos con el dorso de una mano.

-¿Qué haces levantado? –Preguntó, aún demasiado dormido para añadir un comentario ingenioso.

Eustass Kid sonrió ampliamente y movió un brazo.

-Alguien nos ha pasado el correo por debajo de la puerta.

Con eso Law parpadeó, bajó la vista a la mano del brazo que Kid había movido y, efectivamente, allí vio un borrón grisáceo que a medida que su visión ganaba nitidez iba adoptando la consistencia de un periódico doblado.

Una sonrisa comenzó a extenderse por sus labios.

-Qué considerados.

Kid se rio y se acercó a la cama, sentándose en ella con la espalda apoyada contra la cabecera.

-Ven, anda, vamos a leerlo juntos.

Law se movió por el colchón hasta colocarse entre las piernas abiertas del pelirrojo, girándose para apoyar la espalda en su pecho, y Kid alzó ambos brazos, rodeándolo y sosteniendo el periódico en alto.

Sin perder la sonrisa, Law comenzó a leer.

Desde luego, no se le ocurría una mañana mejor para culminar la noche anterior.

--

Marco acababa de entrar a la comisaría cuando Thatch se acercó a él y, sin mediar palabra, le dio un puñetazo que lo hizo retroceder dos pasos para no caerse.

-¡¿Pero qué coño haces?! –Exigió saber Marco, llevándose una mano a la cara y lanzándole una mirada entre cabreada y confundida a su amigo.

-¡¿Lo sabías?! –Fue la respuesta de Thatch, prácticamente fuera de sí, y entonces Marco se fijó en que nadie se había movido a pesar del alboroto, y muchos ni siquiera los mirabas.

-¿De qué estás hablando? –Volvió a preguntar Marco, todavía más confuso. Lo normal habría sido que alguien se hubiese acercado ya a ver lo que pasaba.

-El capullo de tu noviecito, eso pasa –dijo Thatch, tirándole un periódico que Marco paró al vuelo antes de dar media vuelta e irse a toda prisa.

Ignorando el completo silencio que había caído sobre el lugar, Marco abrió el diario y, al ver el titular que ocupaba la mitad superior, no supo si reírse, sentirse ofendido, indignado o molesto.

Optó por ir a sentarse en su mesa y leer con calma.

En la portada, bajo el enorme y sensacionalista titular de “la mayor conspiración del siglo: una tragedia convertida en infierno” y el subtítulo de “los cadáveres que nunca aparecieron” se veía una foto en blanco y negro del centro de atención en el que Trafalgar Law estaba ingresado, y un texto con apenas una introducción de la historia, que incluía el descubrimiento de los cadáveres, derivaba a los lectores a la segunda página.

Allí, y hasta la página seis de la edición de ese día, se hallaba un largo y detallado artículo, en el que se veían fotografías de muchos de los participantes de la historia a excepción del protagonista, el periodista, un reportero conocido por no morderse la lengua que se hacía llamar Abusa, destripaba el caso que todos en la comisaría habían tratado de ocultar a la prensa.

La primera página estaba dedicada a una extensa recapitulación de lo sucedido hace doce años, incluyendo las declaraciones que un Trafalgar Law de apenas diez años había hecho entonces a la policía. No era ninguna sorpresa, pues de ser él el periodista habría hecho lo mismo, que el artículo estuviese cargado de comentarios despectivos acerca de la investigación de entonces, que no había podido desvelar nada.

La desaparición de Trafalgar Rose y su amante había sido un caso muy polémico doce años atrás. Nadie le habría dado mucha importancia de no ser por la llamada de Trafalgar Law a emergencias, ya que ambos adultos habían dejado notas en sus casas, y se había confirmado que las habían escrito ellos, diciendo que se fugaban juntos, que ya no soportaban más seguir con sus matrimonios. El caso había estado meses en la prensa, con el doctor Trafalgar Leo como principal sospechoso, pero no se encontró nada y entonces el médico pidió a un famoso psiquiatra que examinase a su hijo. Caesar Clown, una de las máximas autoridades en el campo de la psiquiatría, había declarado que Trafalgar Law sufría alucinaciones, y poco después se había cerrado la investigación, la historia del chico convirtiéndose en una tragedia para las señoras que tenían que hablar de algo con sus amigos.

La aparición de los cadáveres, como el reportero reiteraba en varias ocasiones en los primeros párrafos, cambiaba por completo aquella historia. No solo decía que las autopsias revelaban que llevaban doce años muertos, algo de lo que Marco no sabía cómo se había enterado, sino que incluso mostraba varias fotografías que algunos de los obreros que trabajaban donde se encontraron habían sacado.

Después de aquello había un cuidadosamente escrito comentario afirmando que Caesar Clown y Trafalgar Leo habían sido compañeros de promoción en la facultad, acompañado de una fotografía de la graduación en la que se los veía muy amigos.

Y por si todo lo anterior no era bastante, la página tres comenzaba comentando la curiosa incapacitación de Law, y a partir de allí todo eran declaraciones de amigos y conocidos del chico.

Al parecer no habían podido contactar con el padre. Marco dudaba que lo hubieran intentado.

“Law mola,” nos comenta Monkey D. Luffy, un entusiasta y encantador joven que ha sido amigo de Trafalgar Law por años, “me ayuda con los deberes cuando no los entiendo, y si tengo hambre y en la cafetería no es hora de comer convence a alguna cocinera para que me prepare algo.”

Ese comentario iba acompañado de la fotografía de un sonriente joven moreno con un sombrero de paja que, de forma casi segura, enternecería a más de la mitad de los lectores. La sonrisa del chico parecía iluminar la página.

“Law es muy bueno, siempre me defiende cuando alguien se mete conmigo.”

Este comentario en particular era de un enorme chico de cabello claro, que intimidaría de no ser por su pose encogida y su expresión tímida, algo ruborizada, que lo hacía parecer un enorme oso de peluche.

“Es muy inteligente y siente una gran pasión por la medicina, es una lástima que su padre no le permita ir a la universidad: sería un gran médico.” Nos ha dicho, con una triste sonrisa, Nico Robin, una trabajadora del centro que lleva allí ocho años. Pero eso no es todo lo que nos ha dicho, ha habido un comentario realmente sorprendente que queremos compartir con vosotros:

“Yo no soy médico, y no presumo entender de medicina, pero llevo mucho años aquí, y sé que los pacientes que padecen algún trastorno tienen días malos, e incluso crisis. En ocho años, no he visto que Trafalgar Law tuviera nada más grave que un resfriado.”

Podría parecer un suicidio que una trabajadora acusase tan abiertamente a sus jefes de algo, pero Marco no lo veía así, y se imaginaba por dónde iba la idea; si despedían a Nico Robin en medio de semejante follón, les estarían dando la razón de cara al público.

Desde luego, han jugado bien sus cartas. Pensó Marco, revisando distraídamente el resto de los comentarios: una estudiante de matrículas de meteorología, el segundo chef de un famoso restaurante, un astillero conocido por sus impresionantes barcos…

Se detuvo al ver un nombre en el texto.

Portgas D. Ace.

“Law es un gran tío: nos conocimos poco después de que Luffy y yo nos mudáramos aquí, y nos enseñó la ciudad, los sitios a los que es mejor no ir, un montón de restaurantes donde se come súper bien y no te arruinas…”

Dejando de leer, Marco se preguntó si Ace ya había sabido que iban a hacer eso cuando fueron a comer ayer. Joder, se preguntó si ya lo habían hecho entonces. La noticia se la había dado a Law el sábado y hoy era lunes, eso tenían que haberlo montado corriendo.

Irracionalmente, Marco se sintió traicionado y tiró el periódico a un lado hecho una bola.

Hacía dos días que conocía al chico, y ahora se sentía como un gilipollas por haberse hecho ilusiones.

¿Y qué esperabas? Si le sacas doce años.

Enfadado, se levantó y fue hacia la salida, ignorando a Izo cuando lo llamó.

Continuará

Notas finales:

Bueeeeno, ahí tenéis el plan :) ¿A que os esperabais algo ilegal? xD


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