Maestro, lo observo dormido plácidamente, desnudo en su totalidad, cubierto únicamente por una pequeña bata transparente que me permite apreciar todo su cuerpo trabajado, sus facciones delicadas y bellas, sus músculos lisos, bien formados; de espaldas a mí me muestra su estrecha cintura, su traserito y…el masculino pasaje que escondido en la línea media de sus nalgas, no me deja apreciar la deliciosa estrechez que de seguro ha de tener. Se ve tan indefenso que siento ganas de aprovecharme de semejante oportunidad, quizá la única que tenga para hacerlo mío, cumpliendo al fin mi más oculto sueño. No tiene idea de cuánto me costó aceptar mi sentimiento por usted. La mente y el corazón competían en mí internamente, confundiéndome, atontándome, dándome ideas equivocadas; más las superé y hoy por fin me atrevo a decir: “ESTE CORAZON EMBRIAGADO DE AMOR LE PERTENECE A USTED, MU DE ARIES”.
Me oye, supongo, pues al instante se levanta. Clava su mirada transparente, pura, limpia en la mía. Me observa como tratando de hechizarme, ladeo la cara avergonzado; lo he dicho, me siento feliz y pleno, pero aún me preocupa su respuesta; aunque de todas formas estoy preparado para lo que sea.
-Kiki…-susurra a media voz antes de…¿besarme?. Sí, eso es lo que hace.
Correspondo sin dudar, aunque no niego que ese repentino gesto me sorprende. Esperaba otro tipo de reacción, nunca imaginé que me correspondería de una, cosa que me tiene inmensamente feliz.
Lo beso con pasión, amor, deseo, ganas contenidas y lujuria. Quiero que a través de la unión de nuestros labios sienta como cada fibra de mi ser late, salta y palpita por usted, por todo su ser, alma y espíritu. Deseo poseerlo, hacerlo mío; sé que usted también lo desea, lo sé pues cada parte de su piel me lo dice a gritos. No se preocupe, cumpliré su deseo en esta hermosa noche de luna llena; lo amaré y me amará, nos entregaremos uniendo nuestros cuerpos y almas, formando un solo ser. Desesperado por sentirme rompe mi camiseta favorita al mismo tiempo que seguimos unido, labios con labios. Me separo un poco solo para bajar a su cuello donde me entretengo besándolo, chupándolo, mordiéndolo, escuchándolo gemir y jadear ante mis atenciones. Sus manos antes posadas en mi pecho desnudo, bajaron hacia el sur, llegaron al borde de mi pantalón, bajándolo de golpe, sin reparos, vergüenza o timidez. Mis manos traviesas desatan el nudo de su bata, con o sin esa tela igualmente lo vi desnudo; solo necesitaba sacarla para sentirnos piel con piel. Lo empujo suave, delicadamente hasta la cama, donde me recuesto encima suyo tan solo p0ara poder contemplarlo. En minutos eso ya no es suficiente, necesito tocarlo, sentir su piel suave y aromatizada al tacto; a pesar de ser usted el mayor, tiene poca experiencia, casi nada, pero tranquilo que yo lo haré gozar-le digo en un susurro.
Dirijo mi boca nuevamente a su cuello, desciendo lentamente a su amplio pecho, comienzo a sentir como mi miembro se va endureciendo más y más a cada segundo que pasa debido a los sonoros gemidos que libera su boca.
-Ahhh…continúa…por…favor-suplica entrecortadamente.
Obedeciendo a sus súplicas continuo mi recorrido, llego hasta su ombligo, hundo mi lengua en él, hago círculos, juego, me deleito con sus alaridos de placer. Considerando suficiente su “tortura” conduzco mi boca hacia su turgente sexo. Lo tomo por la base, apretando apenas la corona, probando el sabor salado, pasándole mi lengua, ocasionándole una especia de descarga eléctrica que hizo que curvara su espalda. Sonrío pícaramente mientras tomo aire a bocanadas, tras separar mi cara de su entrepierna. Presiento que ya está listo para la mejor parte, donde llevaremos a acabo nuestra máxima unión, cuerpo con cuerpo, sintiéndonos plenamente.
Observo su respiración agitada, sonrío, mirándolo fijamente, tratando de tranquilizarlo y darle confianza. Se levanta un poco solo para susurrarme al oído una frase que me deja helado: “Soy virgen”. No puedo creerlo, mis sospechas eran ciertas. Tantos años esperando el amor verdadero, a quién se entregaría, y hoy, por fin se cumplirá su sueño con su discípulo, la persona, que estoy seguro, menos esperaba.
-Ya lo sabía-le contesto-pero tranquilo mi amor, mi ángel, que yo no le haré daño, solo le haré gozar…
-Kiki…tómame…-exclama, sus palabras se clavan en las paredes del lugar, resuenan en mi cabeza una y otra vez.
Mis dedos se mueven rítmicamente dentro suyo, ensanchándolo, dilatando su estrecho recinto. No sé cómo acabamos en esta posición: usted bocabajo, con el torso apoyado sobre el colchón; yo en medio de sus piernas abiertas, con la visión perfecta de sus nalgas y anillo. Estoy perfectamente acomodado como para penetrarlo; lo hago sin demoras una vez acabada la preparación previa.
Sangre, sangre y más sangre…sale a chorros de su entrada, resbala por sus muslos y piernas, cae en las sábanas, manchándolas, tiñéndolas de un rojo carmesí. Me preocupo al escucharlo gritar de dolor. Lágrimas caen por sus mejillas; me acerco, beso su rostro, secando en el proceso ese maldito dolor líquido. Trato de relajarlo, lo beso, lo acaricio, hasta que siento como su cuerpo se acostumbra a la invasión. Comienzo un vaivén lento, sin embargo, conforme el tiempo avanza necesitamos más de nosotros, de nuestros cuerpos. Mis caderas aumentan el nivel, se mueven a un ritmo frenético, entro y salgo sin cansancio, llevándonos a ambos a la gloria, al cielo y a la cúspide del tan ansiado clímax.
Caigo pesadamente a u costado suyo, a su lado. Lo abrazo posesivamente, lo beso por última vez en esta noche y cierro mis ojos, dispuesto a descansar, con esperanzas de mañana poder hacerlo tantas veces como os sea posible y que de sus labios salga la frase: “Te amo”.
Fin