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No Puede Ser Tan Malo por Darka

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Notas del fanfic:

Lo hice para un intercambio random con unas amigas,
así que está dedicado a Andii-sensei~♥ *3*!

Notas del capitulo:

Pensamientos entre comillas (").

Daiki nuevamente es una cosa tsundere y extraña~ xD!


Disfruten~ :3!♥

«*//*//*//*//*//*//*»♥«*//*//*//*//*//*//*»

 

¿Por qué rayos estaba ahí?.

No sabía como es que se encontraba en esa situación tan bizarra. Después de decidir que pasaría las navidades en la soledad de su mullida cama y la televisión como compañeros de cuarto, en algún momento de estupidez se había dejado llevar por la maravillosa idea de Yuto sobre acompañarlo a una reunión con su familia, puesto que éste no quería ir solo.

Al principio se negó. ¡Obviamente no lo haría!. Sinceramente no tenía ganas de soportar a los familiares de su amigo, pero cuando éste le miró con ojos de cachorrito triste y abandonado… fue el fin. Se maldijo como por décima vez en esos quince minutos que tardaron en llegar hasta la fiesta y se cerró con fuerza el abrigo que traía puesto mientras apretaba los dientes para no castañear por el frío.

─"Es navidad Daiki, es navidad…"─. Trataba de repetirse en su cabeza. No podría ser tan malo, su amigo es atractivo y seguramente tendría una prima sexy a la que se podría ligar. Esbozó una sonrisa ladina inconscientemente al imaginarlo y caminó con un poco más de seguridad  con esa idea en mente.

─Me alegra que decidieras acompañarme─. La voz del pelinegro le sacó de sus cavilaciones y solo asintió ante ello con pereza. ─Ya verás que será divertido─. Añadió finalmente con una brillante y adorable sonrisa, revolviéndole el cabello.

─No soy un perro para que hagas eso─. Le soltó un tanto malhumorado mientras le daba un empujón a su mano. Detestaba cuando Yuto le trataba como un niño pequeño para burlarse de él. No por ser más alto tenía derecho a tratarlo como su mascota. ─Quiero algo como recompensa por esto…─.

Infló inconscientemente sus mejillas al ver que Yuto hacía señas como si le diera un premio a un cachorro al hacer lo que se le pedía. Levantó el mentón con el orgullo herido dispuesto a gritarle, cuando repentinamente apareció una tierna ancianita que se acercó para darles la bienvenida. Apenas entraron por la puerta, a ésta se le iluminaron los ojos y, literalmente, pegó su cara a la del pequeño castaño.

─¡Pero qué linda jovencita!─. Gritó felizmente, apretándole los cachetes sin piedad.

La cara del Daiki enrojeció por la vergüenza y la ira reprimidas. ¿Le había dicho jovencita?. ¡Si se había tomado su tiempo para elegir el atuendo más elegante ─y masculino─, que tenía para no quedar mal ante desconocidos después de ver el despampanante  vestuario que tenía Yuto!. ¿Cómo podría superar ese frac negro sin corbata con el que se había vestido su amigo, haciéndole ver desenfadado y refinado?.

Se miró a sí mismo y su ropa dejaba mucho que desear con ese abrigo beige que le llegaba un poco más debajo de la cintura, acompañado de un pantalón de mezclilla y unas botas color café para que combinaran. Lo pensó detenidamente y tal vez si se vería un tanto afeminado con su elección, ¡Pero aún se notaba que era un hombre hecho y derecho!.

Frunció el ceño y como pudo, volteó a ver al pelinegro en busca de ayuda urgente antes de cometer un abuelicidio, pero este se giró de inmediato, tapándose la boca con ambas manos en un vano intento de contener una carcajada. Estuvo así durante unos minutos, antes de volver a dirigirles la palabra.

─Parece que tu cara de bebé llama la atención donde sea, Dai-chan─. Una risa mal disimulada salió de sus labios después de ver como Daiki comenzaba a temblar por el coraje, zafando cuidadosamente su cara de las garras de esa pasa asesina; sin embargo, antes de que pudiera darle un puñetazo muy disimulado a su amigo, la señora se comenzó a verlos intermitentemente con esperanza.

─¿'Dai-chan'?, ¿Es tu novia, Yu-chan?─. Casi gritó, llamando la atención de algunos invitados que se acercaron a mirar más de cerca por el mero placer de ver lo que ocurría. ─Creí que esto nunca sucedería…─. Murmuró audiblemente, secándose una lagrimilla falsa en cuanto Yuto trazó una diminuta sonrisa de media luna.

─Disculpe─. Interrumpió Daiki con las manos aún temblando, intentando recomponerse.  Por alguna misteriosa razón había bajado su rango de perro a mujer.  Carraspeó con fuerza para llamar la atención de la anciana, poniendo la voz más varonil que podía salirle de las entrañas, costándole, penosamente, mucho trabajo. ─Señora, lamento informarle que yo no soy una…─.

Antes de que pudiera terminar su frase, un grito ensordecedor irrumpió en la habitación. Echó una ojeada rápida para ver de dónde provenía semejante alarido fastidioso y agudo, antes de que se diera cuenta que había sido la anciana frente a él quien lo había emitido. Levantó una ceja al ver que ésta apuntaba con su dedo a algo sobre su cabeza y estuvo a punto de chillar como niña cuando lo vio.

Eso que había querido evitar durante toda su vida desde que sus padres decidieron que sería muy interesante robar algunas costumbres occidentales. Eso que siempre le provocaba pesadillas en cuanto navidad se acercaba. Eso por lo cual se había negado tajantemente a ir de nuevo a una reunión con su familia desde que pudo hacerse más independiente. Eso por lo que no le importaba estar solo hasta año nuevo.

Muérdagos.

La sola palabra le provocaba un molesto malestar en el estómago. Se tocó su panza para ver si todo estaba en orden y suspiró con un alivio efímero que se esfumó en el momento que ojos hicieron contacto visual con la señora. Tenía una expresión tan aterradora, inocente y pervertida ─si es que todo eso era posible al mismo tiempo─, que le dio un escalofrío.

─Saben lo que eso significa, ¿Cierto?─.

─¿Saber qué?─. En algún punto del camino, Yuto ya tenía ponche en ambas manos y uno de ellos se lo ofrecía felizmente al castaño, que mantenía su cara estupefacta. ─¿Qué es eso que está sobre nosotros? ¿Por qué miras esa planta así, Dai-chan?─. Acercó las manos a la monstruosidad sobre ellos  y la rozó con ternura.

Daiki procesaba todos los hechos en su mente, sintiendo como el alma se le caía al piso. Incluso ignoró a su amigo en el momento que le puso el vaso del ponche caliente sobre su cabeza cuando se dio cuenta que no le prestaba atención. Tenía que hacer que entendieran que era un hombre y no una mujer, y debía ser rápido.

Alzó la cabeza con una furiosa llama brillando en sus ojos, pero había sido demasiado tarde. Mientras él estaba sumergido en sus problemas, la anciana aprovechó el momento para explicarle a su adorable y pelinegro nieto lo que significaba esa cosa sobre ambos. Debía entender que la vida real no era como en los mangas, que el tiempo no se alargaba mágicamente porque sí.

Se golpeó a sí mismo por su descuido y fijó la vista en el par que estaba frente a él. Por un ínfimo instante creyó que su amigo se opondría y todo quedaría hasta ahí como una simple broma, pero cuál fue su sorpresa cuando Yuto simplemente asintió con la cara completamente roja. ¡¿Acaso no tenía cerebro?!.

Retrocedió un paso con el miedo instalándose en su rostro, aunque estuviera disfrazada de sonrojo… ¡N-no se equivoquen!, estremeciéndose levemente al sentir la mano de Yuto sobre su nuca, que le jalaba lentamente hacia él. Estaba tan sorprendido por ese movimiento tan repentino que no podía ni respirar. Cuando sintió que la cara de su amigo no podía estar más cerca de él, cerró los ojos.

Esperó. Esperó. Y volvió a esperar.

El pequeño abrió los ojos con cuidado al sentir algo diferente a lo que se imaginaba y, ante las exclamaciones llenas de regocijo de las mujeres que se encontraban en el lugar, se dio cuenta de que Yuto había colocado su dedo pulgar estratégicamente por entre sus comisuras, evitando que éstas llegaran a unirse.

Se separaron paulatinamente, mirándose fijamente a los ojos sin saber qué decir o hacer. Un dejo de decepción le recorrió a Daiki, para, instantes después, hacerlo sentir como un estúpido por haber esperado algo más.

Sacudió la cabeza con nerviosismo, tratando de pensar que el ardor en sus mejillas era por el simple hecho de que aún no había logrado quitarse el pesado abrigo y hacía un calor espantoso dentro de la casa. Suspiró con lentitud hasta que su respiración casi se normalizó, cerrando los ojos para ayudar un poco a su tarea de relajación.

─¿A-así está bien?─. La voz del pelinegro le hizo reaccionar y dar un saltito de la impresión, interrumpiendo a medio camino su segunda inhalación de aire. Jamás creyó que podría escucharlo tan nervioso. Estuvo a punto de mirarlo, cuando sintió que Yuto le ponía la mano en la espalda y lo empujaba con suavidad. ─Vámonos de aquí, Dai-chan─.

No pudo evitar sentirse molesto por ese apodo cariñoso con el que le llamaba, pero se decantó por ignorarlo y caminar por su  cuenta. Estaban a punto de marcharse cuando la voz infantil de una niña los hizo detenerse. ¿Acaso había dicho que no se habían besado?... ¡¿C-cómo que querían repetición?.

Su cuerpo se estremeció de pies a cabeza, antes de ponerse rígido. Una parte de su corazón se lo agradeció, mientras que la otra solo quería huir después de patear a la mocosa por revelar la verdad. Apretó los puños mientras miraba con disimulo la distancia entre la niña frente a él y la salida,  preparándose para el homicidio, cuando unos brazos lo rodearon por la cintura y lo atrajeron con firmeza. Tardó unos instantes en darse cuenta que el cálido cuerpo contra el que había chocado era el de Yuto.

¿Qué estaba planeando hacer?, ¿En serio quería que ellos dos…?. Sus especulaciones se disiparon en el momento que vio como su amigo dijo unas cuantas palabras al 'Público' que se encontraba ahí  ─y a las cuales no les encontró sentido por el nerviosismo─, antes de voltearse ante él y acercarse peligrosamente a sus labios con decisión. Se quedó estático y tuvo el impulso de cerrar los ojos para recibir de una vez lo que viniera.

Pero no podía, simplemente no podía.

─¡Aléjate de mi!─. Fue lo único que su boca pudo sacar, antes de que diera media vuelta y saliera disparado hacia la entrada con la cara encendida en un brillante rojo, dejando a un Yuto medio muerto en el piso, dado que no esperaba que el pequeño le diera tremenda patada gratuita que seguramente lo dejaría sin descendencia.

─¿Por qué se fue, abuelita?─. Preguntó inocentemente la niña, jalando con insistencia el suéter de lana de la mujer mayor, al tiempo que observaba intermitentemente el portón, a su tío y su abuela con la curiosidad brillando en sus pupilas. ─¿Onee-chan odia a Yu nii-chan ahora por pervertido?─.

─Así es querida, espero que aprendas a defenderte como esa muchacha─. Dijo la anciana, negando la cabeza con reprobación e ignorando olímpicamente la mirada de odio que recibió de su adolorido nieto, que aunque aún estaba rogando a los cielos por la salvación de sus bajos, no perdía la oportunidad de liquidarlas lenta y dolorosamente en su cabeza. ─Ya casi no hay mujeres como ella─.

Añadió finalmente, volviéndose ante sus familiares y dejando a Yuto en el piso.

«•»«•»«•»«•»«•»

Había pasado una semana desde aquél fatídico día y Daiki había dado todo de sí para evitar a su amigo. Sabía que éste era testarudo, había escuchado uno que otro comentario respecto a eso de otras personas, pero nunca había vivido en carne propia lo que se sentía que alguien prácticamente lo acosara.

Le mandaba mensajes de texto al celular cada veinte minutos sin importar que fuera a altas horas de la madrugada y aporreaba insistentemente la puerta por un largo periodo de tiempo hasta que llegaba algún vecino fisgón a echarlo por el escándalo que armaba. Fue una suerte que se previniera con las compras navideñas que siempre se dejan a último minuto y tuviera su refrigerador repleto de comida para sobrevivir durante la época invernal.

Una parte de él se sentía un poco mal, pero solo un poco por hacerle esperar en la fría calle; sin embargo, nadie lo estaba amenazando para que fuera a molestarlo cada día que tuviera libre, e incluso, era su culpa por hacer esas… cosas frente a un montón de desconocidos ─para él─, y burlarse de esa manera.

No obstante, ese día había sido diferente. Eran alrededor de las 9:00 pm. y no había recibido ni un solo mensaje de Yuto, cuando otro día ya tendría como treinta llamadas perdidas en el celular, y ni siquiera parecía haber hecho el intento de golpear la puerta como esas otras veces.

─Sabía que algún día se cansaría…─. Probablemente eso lo habría hecho inusitadamente feliz en un tiempo lejano, pero ahora mismo no podía evitar sentirse un poco vacío. Habían pasado unos pocos días y no podía soportar su ausencia. En ese corto periodo de tiempo, seguramente había adquirido el masoquismo como para pensar que era un poco lindo que le buscara tan insistentemente.

Revisó su celular como por  décima vez en esa hora y suspiró audiblemente, dirigiéndose al baño para darse una refrescante ducha. Por fin había llegado el último día del año y debía prepararse, aunque… ¿Para qué? De cualquier modo lo pasaría solo en ese departamento que repentinamente le pareció gigantesco. Ahora se arrepentía de no ir con sus padres a la reunión anual con su familia.

Suspiró, revolviéndose el cabello a sí mismo. De una forma u otra, Yuto siempre había estado a su lado cuando comenzaba a sentir la soledad y lo hacía de manera inconsciente, pero Daiki le agradecía enormemente por eso. Se lavó los dientes dispuesto a salir a comprar unas botanas hasta que vio que la lucecilla de su celular estaba brillando.

Saltó como luchador sobre su cama, dando un giro extraño y casi cayendo de esta, pero se recuperó e inmediatamente y, con el corazón latiéndole como loco, revisó lo que era. Al parecer un mensaje de texto de Yuto le había llegado hace un par de minutos.

"Daili, ayudane por fabos! Un tipo ne atrapo en el parqie y no ne deha escpar!".

En cualquier otra ocasión habría ignorado el mensaje con semejantes faltas de ortografía, pero su amigo no era del tipo que escribía como retrasado mental, así que no pudo evitar preocuparse. Parecía que había sido hecho con prisas, porque había un montón de errores tontos que él jamás cometería; no obstante, ¿A cuál parque se refería?.

Tomó la primer chaqueta que encontró y salió de su casa tan pronto como pudo, al tiempo que trataba de llamarle al pelinegro insistentemente a su celular, pero parecía que estaba fuera de cobertura. Maldijo para sus adentros y corrió al único parque que se le vino a la mente, rogando porque fuera ese.

Apenas llegó  a la entrada principal, comenzó a voltear en todas direcciones para ver hacia donde se dirigiría pero, de la nada, alguien le jaló de la manga de su chaqueta, provocando que trastabillara de espaldas, para después ser aprisionado entre unos cálidos brazos y posteriormente, su boca fue tapada por completo.

─"¡Es el violador!"─. Gritó mentalmente con lágrimas en sus ojos, hasta que una risa muy familiar le interrumpió en medio de su drama. Lo mataría por hacerle pasar semejante susto el muy desgraciado. ─"¿Cómo es que no sospeché nada?, la primer persona a la que llamaría, debería ser su familia o la policía"─.

─Lo siento, pero si no hacía esto no hubieras salido de tu escondite─. Yuto se decidió a hablar ante las protestas mudas y gruñidos que soltaba el castaño entre sus brazos. ─Si prometes no golpearme, te soltaré─. Cuando pudo recibir un asentimiento, abrió los brazos y dio unos cuantos pasos para atrás, solo para prevenir.

─¡¿Quién se estaba escondiendo?!─. Fue lo primero que se atrevió a gritarle, utilizando su furia para mirarlo fijamente a los ojos. Si no hacía eso, seguramente terminaría huyendo y sería aún más vergonzoso. ─¡Solo me sorprendiste!─. Se cruzó de brazos y volteó la cabeza en otra dirección.

─Ya te dije que lo sentía, ¿Cierto?─. Puso las manos en sus caderas con un gesto bastante travieso.

─Eso no sonó como una disculpa─. Bufó con enojo, pateando una piedrecilla que había por ahí para evitar lanzársele encima. ─Estabas burlándote de mí, así que quiero que me pidas perdón con sinceridad─. Trató de poner la expresión más molesta que pudo, y reprimió una sonrisa en el momento que escuchó el suspiro desganado del pelinegro

─Bien… discúlpeme, su majestad Dai-chan por hacerle pasar semejante vergüenza~─. Le hizo una reverencia de lo más estrafalaria, mordiéndose los labios para evitar reír. ─Y no volveré a asustarlo hasta hacerlo gritar como una niña~─.

─¡Yo nunca grité como una niña!─. Refutó Daiki con un pequeño sonrojo cubriendo sus mejillas ante la mirada divertida de Yuto, que ya no pudo seguir aguantando y soltó una carcajada. ─Deja de burlarte de mi!─. ¿Qué clase de disculpa era esa?, ¡No necesitaba que le recordara su nula masculinidad de esa manera!.

─Lo siento─. Dijo de la nada, tomando desprevenido al pequeño, que fijó su vista en su amigo con sorpresa. ─Pensé que si no hacía esto no podría volver a verte otra vez─. El castaño estuvo a punto de volver a gritarle, pero la expresión que puso Yuto en ese momento le dejó sin nada qué decir.

Lo observaba con una mezcla de ternura, arrepentimiento y seriedad que nunca le había visto antes, incluso aparentaba más madurez de la que debería. Le recordó a la sensación que tuvo cuando lo vio con el traje en navidad. ¿Él de verdad podía verse así de atractivo?. Sacudió la cabeza como intentando esfumar las extrañas ideas que se apoderaban de su mente.

─Y-ya no importa, pero no vuelvas a hacer esto de nuevo─.

─¿Por qué?, ¿Te preocupé?─. Volvió a su habitual tono juguetón, sonriendo socarronamente al notar que el pequeño volvía a colorarse. ─¿En serio creíste que algo me había pasado?─. Dio un paso atrás y esquivó ágilmente el golpe que le lanzó Daiki a su nariz con un suave movimiento en el que le tomó el puño con su mano.

─Tarado…─.

─E-na-no─. Dio énfasis en las sílabas, examinando con cuidado la mano que tenía atrapada, al tiempo que otra cosa más se le ocurría. ─Deberías tomar más leche, ¿No?─. Rió por lo bajo, esquivando otro ataque furtivo del castaño rumbo a su rostro.

─¡Cállate, flacucho!─.

─Cara de niña─.

─¡Pelos de escobeta!─.

─Me gustas─.

Estuvo a punto de replicar en medio de la discusión hasta que sus neuronas comenzaron a reaccionar. ¿Qué fue lo que había dicho?. Miró a Yuto con incredulidad, abriendo los ojos desmesuradamente y manteniendo la boca en una bonita forma de 'O'. Lo más seguro es que hubiese escuchado mal, así que puso la mano en su oído para pedirle que le repitiera lo que había dicho.

─Me gustas mucho, Daiki─. Repitió mientras ponía las manos en sus costados y cerraba los puños con fuerza. ─Sé que nos conocemos desde hace tres años y… es algo que simplemente sucedió, no es como si hubiera podido evitarlo y… yo… lo siento─. Antes de que pudiera continuar con su monólogo, el castaño levantó la mano en un intento de que se detuviera.

¿Cómo es que nunca se dio cuenta de nada?. Giró su cabeza aún sin creer lo que le decía y caminó un poco hasta recargarse contra la pared, pasando nerviosamente la palma de su mano por su cabello, ¿Qué debería hacer?. Era su amigo, le quería como amigo, era un amigo muy agradable… ¡Su AMIGO se le había declarado!.

Lo único que pudo hacer en ese momento fue reír. Ya había pasado el Día de los Inocentes, pero seguramente a Yuto se le había olvidado, él tenía fama de ser despistado. ¡Eso es!, ¡No hay otra explicación!. Volteó a ver a su amigo con una sonrisa juguetona hasta que se dio cuenta de que estaba sonrojado. ¡¿Por qué?!.

─Esto no es divertido, déjate de juegos…─.

─¡Pero no es un juego!─. Le interrumpió rápidamente con un grito que le hizo dar un brinco bastante patético. ─¡Incluso me puse mis calzones rojos de la suerte!─. Tan pronto como le reveló su secreto, se levantó la camisa y le mostró su linda ropa interior del color de la grana para que viera que no mentía, a pesar de que eso le hizo temblar de pies a cabeza por el frío.

─¡No era necesario que me lo enseñaras, tonto!─. Le dio un empujón y miró fijamente al piso. ¿Qué podía decirle?,  ¿Que todo estaría bien y que podían intentarlo?,  o tal vez un «¡No te preocupes!, estoy feliz de que pienses que es sexy darle a un hombre por detrás». Obviamente no. Pero tampoco podía dejar de hablarle por algo así, mucho menos cuando Yuto siempre estuvo cuando más lo necesitó.

Jamás le pidió nada a cambio. Sonreía y le hacía reír cuando lo que más quería era llorar. Siempre a su lado, siempre cuidándole, siempre atesorándole… fue un estúpido por no haberse dado cuenta de nada. Las pistas siempre estuvieron ahí, es sólo que él nunca le dio una oportunidad para que se lo demostrara. ¿Cuánto tiempo habrá estado sintiéndose de esa manera?.

─Yo… prometo no acercarme a ti si es que lo deseas─. Continuó hablando el pelinegro para tratar de llenar el incómodo silencio. ─Pero eso no quiere decir que dejaré de quererte─. La firmeza de sus palabras hizo que el castaño volviera a mirarlo, ¿De dónde sacaba tanto valor?. Puso la mano en su cara para taparse. ¿Cuántas veces más lo haría sonrojarse para estar satisfecho?.

Ambos volvieron a quedarse callados, mientras la oscuridad continuaba cerniéndose sobre ellos. El aire sopló aún más frío, y se escucharon a lo lejos las campanadas del reloj del parque indicando que faltaban tan solo dos horas para un nuevo año. Daiki se abrazó a sí mismo para tratar de guardar el calor, hasta que sintió como algo lo envolvía con calidez.

─¿Qué…?─.

─Te hice salir con sólo una chaqueta, lo siento─. Yuto esbozó una sonrisa forzada mientras le rodeaba el cuello con su bufanda. ─Creo que es mejor que me vaya─. Le revolvió el cabello con ternura, lanzándole un último vistazo antes de dar media vuelta y comenzar a marcharse. No contaba con que el castaño lo agarraría por la sudadera y lo jalaría contra sí, impidiendo que avanzara.

─N-no te puedo asegurar que me enamoraré de ti…─. Desvió la mirada para evitar ver su rostro afligido. No es como si tuviera opción, le daba miedo todo lo que estaba pasando y necesitaba tiempo para pensarlo.  Le sujetó lo más que pudo hasta que lentamente sus nudillos se pusieron blancos, soltó un poco de aire, y continuó. ─P-pero eres mi amigo, y no me molestaría que siguieras siéndolo…─.

─¡Muchas gracias Daiki!─. El pelinegro tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no saltar sobre él, abrazarlo con fuerza y hacerlo girar. Así que se limitó a tomarle de las manos y sonreír con tantas ganas que seguramente al día siguiente le dolería la cara. ─¡Te aseguro que…!─.

─Con la única condición de que no intentes nada raro─. Le interrumpió, dando dos pasos hacia atrás cuando sintió las manos contrarias sobre las suyas, soltándose con un poco de rudeza y levantó su dedo índice para advertirle. ─Y con nada me refiero a nada, ¿Entendido?─. No es como si fuera algo tan desagradable, pero había comenzado a sentirse consciente de él y ese contacto empezaba a ponerlo nervioso.

─¿Eso quiere decir… que puedo tratar de seducirte?─. Yuto posó la mano sobre su barbilla en un inusual intento de parecer interesante, fijando la vista en el horizonte. ─¿Está funcionando?─. Preguntó sin moverse ante la expresión de completo desconcierto que puso su amigo. ¿Estaba hablando en serio…?.

Sabía que era un poco tonto, pero no sabía que tanto. Se frotó las sienes tratando de entender el extraño giro que habían dado los hechos, suspiró audiblemente y pasó al lado del pelinegro que ya comenzaba a mostrarle nuevamente su ropa interior. Incluso ignoró sus gritos de protesta, caminando lo más veloz que podía.

No quería que alguien pensara que conocía a semejante sujeto.

Agitó su cabeza aún un poco desconcertado y se golpeó a sí mismo. ¿Qué parte de ese era atractiva ahora?. Tal vez había respirado demasiado aire invernal como para empezar a alucinar con una estupidez así. Y habría continuado insultando mentalmente a su amigo hasta que sintió que era tomado por el hombro, haciéndolo regresar a la realidad.

─Espera un momento ─. Yuto le miró con seriedad para, instantes después, poner la mejor cara de donjuán que pudo hacer, sacándole una suave risa al castaño al verlo tan ridículo. ─Estás bajo una hiedra─. Le guiñó un ojo como arma final con la esperanza de que cayera ante sus encantos mientras señalaba una planta sobre sus cabezas.

─Se llama 'Muérdago' y eso es sólo una rama de árbol cualquiera─. Daiki se cruzó de brazos y levantó una ceja ante la repentina tontería que le dijo, pero pronto se percató que su amigo le miraba con una sonrisa traviesa bastante incómoda. ¿Qué estaba planeando ahora como para poner esa cara de bobo?.

Antes de que pudiera reclamarle para que le dijera lo que tramaba, Yuto se inclinó con rapidez, jalándolo con suavidad de la bufanda y depositándole un corto beso en el que sus labios apenas y se tocaron, poco antes de alejarse con sus mejillas un tanto coloradas y darse la media vuelta, ante la mirada sorprendida y ruborizada en su totalidad del castaño.

─Feliz año nuevo, Daiki…─.

El aludido se vio tentado a darle un buen puñetazo en la cara por semejante atrevimiento pero, ¿Qué diablos?, era casi año nuevo y después podría cobrársela con una buena comida, además de que una pequeña parte de él sabía que nunca podría golpearlo por culpa de su mala condición física; no obstante, eso es algo que jamás aceptaría.

─Aún faltan dos horas para año nuevo, tarado─.

Yuto soltó una risa tonta, mirándole de soslayo. Había tenido mucho miedo de decirle lo que sentía, habían sido amigos tanto tiempo que le asustaba saber la respuesta que le daría el castaño, incluso ya estaba preparado mentalmente para ser rechazado, pero jamás esperó que éste quisiera permanecer a su lado.

Sonrió de oreja a oreja, palmeándose sus cachetes con alegría mientras pensaba que el golpe mortal en sus preciosos que había recibido una semana atrás realmente valió la pena si por fin podía comenzar a transmitirle sus sentimientos a Daiki aunque fuera solo un poco, sin dejar de mencionar que, después de todo, los calzoncillos rojos sí dan buena suerte. 

 

«*//*//*//*//*//*//*»♥«*//*//*//*//*//*//*»

Notas finales:

Si quieren que Daiki caiga rendido ante los encantos de Yuto,
¡Un review hará que sea más rápido! Dx! (?).

Random, random, random~b34;

¿Review? ;3;? ♥

 


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