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Dolores dulces por Anoniima

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Notas del fanfic:

Todos los personajes de Naruto son autoría de Masashi Kishimoto

Presión, desesperación… 

Sentía que iba a estallar en ese mismo momento. Una fuerza invisible que ejercía presión en su cuerpo, en su cabeza, en su corazón, lo estaba matando. Por momentos parecía que su vista no podía mantenerse fija y todo se tornaba borroso. Tal vez era por las lágrimas, o tal vez era el rápido movimiento de las imágenes agolpándose en su mente, las cuales lograban causar un efecto nublado como una catarata que no le permitía ver bien las cosas, solo lograba vislumbrar un tenue brillo metálico delante de él.

Y la presión, ah la presión era insoportable. 

Debía aliviarla como fuera. Necesitaba dejar fluir esas emociones que se amontonaban y agolpaban dentro de él, y que presionaban cada vez más y más.

Y así, de repente, seso.

El liquido espeso comenzó a correr, mientras caía a la nada. Un leve ardor, un rose sutil sobre su flujo de vida, y ahí estaba, alivio, esclarecimiento, y todo se empapo de carmesí. Pero ahora lo agobiaba el dolor. Un dolor tan profundo, que no se veía, solo se sabe que está ahí, oprimiéndole el alma, volviéndolo un ente ínfimo, una escoria. 

Se dejó caer paulatinamente, arrastrándose sobre la pared de cerámica. El frio de esta lo hacía reaccionar gradualmente hasta recobrar la lucidez.

Desde hace un tiempo este dolor lo visitaba, lo acompañaba largas horas. El sentarse tranquilamente a pensar parecía ser una especie de señuelo muy efectivo para que la depresión y ese dolor insoportable llegaran, el recordarse solo y patético, abandonado a la buena de Dios.

Sabía que nadie se preocupaba por él, nadie se interesaba por lo que había hecho o en lo que sentía. Más bien, ahora que lo pensaba, si había algunos que lo hacían, pero a él no le importaba, no quería la lastima de nadie, tampoco quería escuchar palabras de consuelo baratas, que al fin y al cabo, solo terminaban por hacerlo sentir más patético de lo que se sabía. Él quería la atención de solo una persona, de aquella que apreciaba  jugar con su cordura. El cual llegaba, le daba todo lo que necesitaba y luego desaparecía como un suspiro.

Y al recordar esto…  simplemente se dejaba hacer, se hundía mas y más en caída libre hacia un pozo de desesperanza que parecía no tener fin. Necesitaba su atención! Poder vislumbrar un pequeño atisbo de felicidad de su parte cuando lo veía a él, así sabría que también se alegraba de verlo. Que se preocupara por él. Que al menos una vez al día, no pedía nada más, le dedicara una pequeña mueca… aunque sea una irrisoria sonrisa maldición! Ya no sabía si le importaba verdaderamente si era real o fingida, pero necesitaba verla, saber que, aunque fingida, lo hacía para él. Se había vuelto una especia de drogaba.

Era una droga muy adictiva, que le generaba un satisfacción enorme, pero cuando desaparecía... detrás de cara caricia, cada gesto, había más dolor que placer. Pero necesitaba tenerla a toda hora porque cuando no, llegaba la presión, insoportable, tenía que mitigarla con algo y entonces solo lograba sentirse peor que antes y ese dolor aparecía nuevamente.  


Se levantó y se vio enfrente a él. Lavo su cara y volvió a verse. Estaba contemplando en lo que se había convertido.


¿Qué se suponía que estaba haciendo? Estaba jugando con su vida como si fuese un juguete de trapo por una persona que no valía la pena. A chorros se le escapaba su esencia, era tan hipnotizante verla fluir, y luego el arrepentimiento, no podía creer que fuera tan estúpido como para dejarla ir. Había veces que lograba contenerse, pero cuando no, solo lograba sentirse peor que antes.

Y mientras seguía contemplando su ser, se sentía cada vez más y más insignificante, una escoria, una miseria… una nada. Ya no había nada que lo conmoviera ni que lo motivara a ser. 

Se veía reflejado tal cual era, una masa de carne inexpresiva, porque toda emoción se escapaba con esa esencia que ahora corría rápidamente junto con el agua con la cual había lavado su cara anteriormente. Solamente era un cascaron vacío que terminaría por quebrace si así seguía. Tal cual veía frente al espejo. Y aunque cada vez se metía más y más en sí, nada encontraba, era un abismo negro, y parecía que ese hueco en su interior nada podía llenarlo. 


Luego se rompió… se vio en miles de rotos pedazos irregulares, y su esencia se escapaba nuevamente, ahí la tenía, en la palma de su mano, así su reflejo ya no lo atormentaría más. Ya no quería ver, no quería tratar de entender más. Solo quería que todo eso terminara, ya no podía soportarlo más. 

Y para poder escapar de su prisión mental, salió al sol.

Al principio era una molestia, tan brillante, tan claro… Nostalgia. Y así iba con el viento; a veces lo acompañaba, lo incentivaba a seguir adelante. A veces se ponía en su contra, retrayéndolo, empujándolo hacia donde había empezado su camino, mientras le arrebataba una que otra lagrima. Pero todo tiene un lado positivo, al menos nadie vería esa muestra de infelicidad y desgracia que llenaba su vida.

Comenzo a llover.

Claro, solo bastaba que decidiera salir a despejarse para que la luz que lo alumbraba al menos naturalmente también lo dejara de lado. Pues bien, a quien quería engañar… como si alguna vez el destino se hubiese puesto de su lado. Se sintió tonto al pensar que una simple caminata, un poco de aire lograría despejarlo.


Pero en todo día lluvioso sale el sol.

No supo porque, casi por inercia levanto la cabeza, y vio que esa molesta esfera regordeta seguía irradiando luz, era un día de lluvia con sol.

Si, era lo último que necesitaba para terminar el día con broche de oro. Le molestaba mucho al situación. No podía simplemente llover y ya? Así el paisaje podría mimetizarse con su interior y continuar con esta tortura. Pero no, parece que la naturaleza también estaba decidida a cagarle la vida. Ahora estaba empapado, con transpiración en todo su cuerpo a causa de la humedad y el leve calor que emanaba. Era un asco.

Y la gente caminando alegre, sonriendo, preocupada, apurada, niños molestos que corrían tratando escapar de la lluvia, como si nada, como si todo en sus vidas fuese perfecto e inalterable. Y él se sentía un hueco en la humanidad. Ahí parado, nadie quería escucharlo, nadie lo veía, era como un árbol en el medio de la calle, un estorbo. Ahí estaba, otra vez había dejado entrar ese dolor. Necesitaba relajarse o se volvería loco.

Muy lentamente camino hasta un banco bajo un árbol para resguardarse de la lluvia, y allí se sentó, acompañado por nadie. O al menos eso parecía...

Notas finales:

Continuara...


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