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Para: La persona que me gusta. por akirazangetsu

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Notas del capitulo:

Estaba planeado que lo subiera hasta el martes o miércoles, pero como le gustó a un/una lectora, lo subiré hoy. :)

¿En serio la leyó? Bueno, no por nada me escribió una carta. ¿Por qué una carta? ¿Por qué no me respondió en un e-mail? Siento que es una de esas personas de los tiempos de antaño.
Pero no pude leerla. Ricardo empezó a molestar con el claxon de su auto. Cierto, hoy tengo el honor de ir en el tan cuidado carro del señor Ricardo; Así que metí la carta en uno de mis bolsillos. Apagué todas las luces, cerré y comprobé que todas las puertas estuvieran seguras. Era hora de salir de ese lugar del mal.

Ricardo es dueño de un Acura TSX V-6 color gris. Muy bien cuidado, siempre sin ninguna mancha de polvo, lodo, rayón o excremento de paloma en cualquiera de sus partes; por medida adicional, Ricardo le pone encima una lona de color azul marino, para tener el doble de protección, a veces pienso que Ricardo está enamorado de ese auto. Adentro siempre huele a fragancia de pinos de los bosques, o frutas cítricas, muy agradable entrar ahí. Siempre tiene discos de música para relajarse o, es lo que él dice. Una vez, mientras estábamos dentro del carro, me sentía en un bosque en pleno otoño, con las hojas cayendo lentamente, rosando mis mejillas mientras descansaba acostado. Otro día, sentía que estaba descansando con una iguana, tomando el sol en una playa, dándole algo de color a mi piel; podía escuchar las olas, como lamían la orilla, mojando la arena que nunca podrá estar seca. Ojalá el desierto dentro de mi mente estuviera así, no siempre esperando la lluvia.

Ricardo es dos años mayor que yo, tiene veintitrés años. Su piel es morena pero no tanto. Ojos oscuros, un cabello azabache corto. Cuerpo delgado más no tan desnutrido, tiene lo suyo cuando se habla de brazos y abdomen. Siempre anda coqueteando con chicas, él dice que su arma secreta es su habla latina. No sé, nunca lo he visto cortejando una mujer; me lo imagino bailando salsa, con una resonante "R", haciendo que las chicas se desmayen con la piel erizada de la exitación.
No es mal chico, me ayudó mucho en este trabajo ya que los demás trabajadores me molestaban. Dice él que sólo lo hacían porque le caí bien al jefe y, puede que tenga razón. A los pocos días de trabajar, el jefe llamado Arnold, me daba las llaves para cerrar el local, cosa que según Ricardo, ni con él hacía. Tomando en cuenta que él ya lleva su par de años trabajando aquí. Tengo el don/maldición de inspirar confianza.
Ricardo viene de una familia con demasiados recursos ecónomicos. "Soy un maldito hijo de papi que tiene dinero para vivir 3 vidas con lujos." Así es como él me dijo, cuando me empezó a contar su vida. Su padre se hizo mejor amigo y mano derecha del jefe de una gran empresa automotriz. A los pocos años del que el dueño de la gran mencionada empresa dicha, su padre tomó el control. No es raro que a los pocos meses, la humilde familia de Ricardo (Que consta de su padre, su madre, su tío y sus dos hermanos mayores.) pasaran a vivir de la gran vida llena de lujos. A mi amigo nunca le gustó esa vida. Donde las personas se creen mejor que los demás sólo por poder limpiarse el culo con billetes de a 100 dólares mientras que los "inferiores" recogen centavos del suelo para poder comer un día. Ricardo afirma que su familia recuerda de dónde salieron ellos: de un rancho al sur de un estado de México llamado Sonora. Donde su padre vivía de vender pescado y su madre lavaba ropa ajena. No soportó la vida superficial y después de una larga pelea con su familia sobre todo con su padre, viajó a Minessota, donde trabaja alegremente de cocinero de este local del mal al donde yo soy el cajero. Dice que aún le mandan jugozas cantidades de dinero al mes. Él lo guarda, no lo usará al menos que sea de vida o muerte. Su familia ama a Ricardo, y él a ellos. Sólo que esa vida no era para él.

Volviendo en cuenta a la realidad, ya estábamos a fuera de mi pequeña casa.

— ¿Qué tienes planeado hacer Phillip?— Ricardo me preguntó, no soporta que sea tan callado. Me ha golpeado por eso.
— Nada en especial. Tal vez ver algo en la televisión, o simplemente ducharme y irme directo a la cama— me encogí de hombros.
— ¿Por qué eres tan aburrido amigo?— frunce el ceño negando con la cabeza. Podía ver una pequeña sonrisa en su rostro.— No te lo tomes a mal claro, sólo que. Tienes 21 años, deberías salir con alguien, o ir al cine. ¡Qué sé yo!
— No me gusta eso. Prefiero leer un libro o rentar una película y verla en mi casa.
— ¿Con alguien?— me mira detenidamente.
— ... No.— hasta yo sé que estoy jodido en ese aspecto. No me gusta salir, ni socializar. ¿Qué tiene de malo querer estar solo?
— Muy mal compadre, muy mal.
— No me hables con tu léxico mexicano— río un poco.— Aunque estés enojado me da risa y lo sabes.

Ricardo se despidió con su ya habitual puñetazo en el hombro. Ya me acostumbré al dolor amistoso. Se fue sin más haciendo chillar las llantas de su Acura en el suelo. Ese idiota se saldrá matando un día de estos.

Saqué la llave de uno de mis bolsillos traseros, siempre está en uno de los dos de atrás. Abrí la puerta prendiendo el interruptor al lado izquierdo de la entrada. Todo se iluminó de la luz llegando a todos los lugares.
Mi casa no es la gran cosa. Muy... común. Una pequeña mesa de madera en medio del gran sofá rojo que compré hace unos años pegado a la pared pintada de color verde con círculos morados pintados en diversos tamaños, dispersados en todas las paredes pintadas del mismo color. Al otor lado del sofá, está la pequeña televisión sobre un pequeño mueble de metal. No es de ochorrocientas pulgadas ni mucho menos de alta definición, es una de esas viejas televisoras "gordas" por así decirlo, sin control y con un botón dañado. De ahí, a unos pocos metros, está un banco de concreto que divide la "sala" de estar de la cocina. Que consta de una pequeña mesa rectangular con cuatro sillas de madera, un refrigerador de blanco color, la estufa, un horno de microondas y unos cajones de un mueble lleno de cubiertos, platos y demás; que está a lado de la estufa. No es la gran vaina mi casa.

Ricardo tiene razón. Todo está en silencio. Ni una novia que me espere o un cachorro que muera de la emoción de verme y matarme a lengüetazos. Ninguna llamada perdida, ni un e-mail. Estoy jodidamente solo.

No tenía hambre, así que ni me acerqué a la cocina. Fui directamente al baño, a quitarme toda la ropa del trabajo y a darme una relajante ducha.
Me miré en el espejo. Delgado, sin musculos que resalten tanto, mi abdome no está marcado, no tengo piernas velludas con venas. Estoy casi lampiño, excepto por unos vellos en mis axilas, otro tanto en la parte de en medio de mi pecho y unos cuantos esparsidos en mis brazos y piernas apenas se notan. Mi sonrisa no es la mejor de todas, adonis se orina de la risa al ver mi cuerpo. Y con los ánimos de siempre. Ahora sé quién es el responsable de que esté solo. Yo mismo.

La ducha estaba estaba deliciosa. Lo mejor para un día tan cansado.

Estaba descansado en mi cama, con un cigarro ya a la mitad en mi mano derecha. Sin nada más que hacer que pensar en mil cosas, ninguna importante.

— ¡Ya sé qué haré!— Grité asombrado.— ¡Compraré un perro y se llamará Nomu!

N... N... N. ¡Nathan! ¡Mierda! ¡Su carta, no la he leído!

Me declaré oficialmente: "Jodidamente olvidadizo" mientras corría hasta el baño. A buscar la carta dentro de la pila de ropa sucia. ¿Por qué carajos tiro la ropa sucia a un lado si tengo un cesto que compré para eso? En verdad necesito ayuda. Entré, di un clavado perfecto entre la ropa sucia, no me dolió el golpe.
¿Dónde carajos está? ¿Por qué todos los pantalones que tengo son de los mismos colores? ¡Hasta los que no son para el trabajo! En estos momentos odio mi monótono estilo de vida.
Pantalones por aquí, camisas y ropa interior por allá. Volando, impactando en todas partes. A la mierda, mañana lo limparé todo, hasta la manga de una camisa calló a la taza del retrete. No me importa. Hoy mi único objetivo es buscar la carta. Parecía toda una travesía desesperante. ¿Dónde? Estoy a punto de morir y estrellar la cabeza contra la pared.

— ¡Carajos! ¿Dónde estás?— Grité golpeando el mosaico de las paredes con los puños, enojados. Qué Hulk ni que nada. Le ganaría a ese tipo en estos momentos.

Luego de hacer ese pequeña escena de rabieta. Volteé hacia la dirección de la puerta cerrada. El pantalón estaba en un perchero colgado en la puerta, del lado que queda cuando se cierra. Ahí, como si le naciera una boca y estuviera estallando en risa. ¿A caso es otra cosa de las que no me acordé? Nathan. Todo es por tu culpa, otra vez.

Ya. Tomando de nuevo mi dignidad, metí la mano en el pantalón, con calma saqué la carta y la puse entre mis labios apretándola para que no hiciera contacto con saliva.
¡Jódete pantalón infernal! Agarré el pantalón con ira. Lo enrollé en una especie a de "bola" y lo tiré al piso. Y como si eso no fuera suficiente, lo pisoteé todo, hasta un escupitajo le dí.

— ¿Qué?— Volví a gritar tomando una pose de esos delicuentes de las películas. Esos que se creen raperos, de pantalones caídos, gorras, camisas que les quedan grandes; cubiertos de joyas, dientes postizos, pistolas y armas de mano... Como la que tenía Nathan.

Concluyendo con esa pequeña escena tan patética de mi vida, me dirigí de nuevo al cuarto. Tranquilo, con la camisa blanca y los boxers que traía puestos acostado sobre mi cama. Mi iPod estaba conectado a unos bocinas. Sonaba "That's what you get" de Paramore.

Sin más vaina por delante, tomé la carta. Aún tiene esas iniciales en color plata: "N.N.". La abrí, tirando el sobre dejando el puro papel a mi vista gracias a una pequeña lámpara colocada al lado derecho de mi cama sobre una pequeña mesita de metal. Joder, estoy emocionado.

"Phillip.

Al igual que tú, no tiene caso que ponga la fecha.
La escribí la misma noche que la leí. Me imagino que te preguntarás por qué no escribí un e-mail.
Bien, al principio esa era la idea. Pero, al intetar escribir algo, me quedaba pensativo.
¿Qué te puedo decir? ¿Debo sentirme alagado o acosado?"

- Oh mierda. Se siente acosado...— Volvía a seguir leyendo.

"Estas cosas no se resuelven por e-mail, inbox o cartas echas a mano.
¿Te gustaría ir a mi casa? Pienso y creo que es la única forma de arreglar esto. Creo que necesitas saber algo.
Aquí está mi dirección. En la parte más a bajo de la carta."

"N.N."


Tengo su dirección, para... ¿"Arreglar esto"? ¿A caso sólo lo ve como un problema? Seguramente tiene novia. Seguro es nadador o algo por el estilo por su cuerpo, necesita estar en cuerpo y mente cien por ciento concentrado en entrenar. Ahora me recuerda la razón por la cuál creo que es mejor estoy solo.

Mil recuerdos de mi pasado empezaron a carcomer mi mente. Momentos en donde sin que nadie lo dijera, sabía que sólo causaba estorbo. Mis padres, mis hermanos. Todos. Hasta los que alguna vez en la vida llegué a considerar "amigos". Todos con su cruel indiferencia me lo decían. No eran necesarias las palabras. Su frialdad eran como pequeñas agujas que caían del cielo, rasgándome por dentro. Heridad que nunca sanarán, sólo dejan heridas que se abren cuando menos me lo espero. Cuando el dolor vuelve y en mi mente se proyecta sus miradas, las de todos. Miradas que sólo transmitían una cosa... "Deja de molestar".

 

 

A la mañana siguiente. Fui cruelmente despertado por un trueno. Es de las pocas veces que cae un lluvia tan fuerte. Sentía pequeñas gotas de agua que me llegaba justo a la cara. ¿Para qué? Ya estaba despierto. Fue entonces cuando me di cuenta que la ventana estaba abierta, con las pequeñas cortinas color crema bailando con frenesí gracias al fuerte viente. Tuve que pararme para cerrar la ventana. El sonido de la lluvia golpeando el vidrio empezó al instante. Mis pies estaba mojandos. ¿Por qué?
Claro, no me di cuenta; el agua que pudo entrar por la ventana calló al piso, creando un pequeño charco de agua abajo de ésta. No lo limpiaré, solo se secará con el tiempo. Amo mi flojera.

Mierda, la lluvia era brutal. ¿Tengo que ir a trabajar? No podía fallarle a Arnold, ya me tiene confianza. Sin falto un día, podía irse al abismo esa confianza. Pero, ¿en qué me voy al trabajo?
Entonces, tragándome el orgullo fui directo al teléfono que está en la sala, lo tomé y empecé a marcar el número de Ricardo; si no lo recordaba lo tenía apuntado en una pequeña agenda que me regaló mi madre. Sólo tenía escrito tres números en la parte de contactos: Papá. Ricardo y, Mamá. Las palabras de Ricardo resuenan en mi cabeza. "Debería salir con alguien". Jugándome una mala broma mi propio subconsciente, la imagen de Nathan apareció. Hijo de puta.

— ¿Bueno? ¿Quién habla?— La voz de Ricardo empezó a sonar. Pero estaba muy rara. ¿Estaba durmiendo?
— Bueno este de... ¿Ricardo?— pregunté, no vaya a ser que esté ocupado con una dama.
— ¿Phillip? ¿Y ese milagro?— Soltó una pequeña risa. Ahora sí sonaba completamente despierto.
— Sólo te llamaba para ver si.— Hice una pausa. Odio pedir favores. Mierda.— Si podías hacerme el favor de venirme a buscar. ¿Puedes?— Otra vez, perdía mi dignidad.
— ¿No eres capaz de checar tu e-mail?— me reprochaba. ¿Qué demonios le sucede?
— ¿Mi e-mail? ¿Para qué?— estaba desconcertado.
— El jefe nos envió un e-mail a todos los trabajadores. Donde decía que por la fuerte lluvia que caía sobre la ciudad, se suspendía el trabajo hasta nuevo aviso. ¿Es lo mejor no?
— Sí, eso creo.— Ahora... ¿Qué haré con Nathan? Tenía planeado ir a casa después de que llegara y comiera al restaurante aquí.
— ¿Qué? Ahora resulta que te gusta trabajar ahí...
— ¡No idiota!— ¿Le cuento?— Sólo tenía planes para despúes de salir del trabajo.
— ¿Tú? ¿Phillip Young tener planes?— Se empezaba a reír. Yo le di las gracias enfadado y le colgué. Que te den Ricardo.

 

 

Había pasado toda la mañana lloviendo. Con truenos pegándome unos fuertes sustos. Los odio. Amo la lluvia pero los truenos... Son ta insoportables como mi jefe cuando no se puede quitar de encima a una de sus miles de amantes que no lo dejan en paz. No tenía nada qué hacer después de limpiar limpiar el baño de la trágica pérdida de dignidad de ayer.
Me propuse a leer un buen libro que me gusta mucho. Se llama "El tributo"; estaba a punto de terminar de leerlo, por sexta vez, muy bueno, me encanta.

Luego de terminarlo, cerré el libro. Extendí un brazo y lo puse sobre la mesita. Yo estaba aún sobre el sofá, suspirando, sólo con mil pensamientos sobre mi cabeza, aún, ninguno era tan importante. La lluvia se había calmado, pero los vientes tomaban fuerza entre ratos. Olía a cuando pasa la lluvia, había calma. Sin poder darme cuenta, una pequeña sonrisa se había formado en mi rostro. Nathan era la segunda razón por la cual sonreía en mi presente. La lluvia era primero. Si fuera una persona, haría todo lo imposible por casarme con ella.
¡Eso era! ¡Eso debía hacer! Se me había ocurrido una buena idea para hacer algo el día de hoy. Iría a la casa de Nathan para "arreglar" esto (como el dice) pero, ¿Y si no está en su casa? Él me dijo por medio de la carta que sí tenía oportunidad de abrir su correo y poder escribirme. Sólo que lo dejé sin palabras, bueno, eso me hace feliz de un modo.
Tomé la iniciativa de encender mi laptop, esperar unos gloriosos minutos perdidos en que cargue por fin y abrir el programa de correos. Doy gracias a que el internet sea un gran guerrero y no haya caído.

Entonces, ya sentado en el sofá con la laptop sobre las piernas. Empecé a escribir un e-mail.

"Nathan.
Me preguntaba si, pueda ir a tu casa hoy para arreglar esto"

Me costaba tanto decir "arreglar" tal vez para él sólo sea eso. Un problema.

"no fui a trabajar hoy, espero y puedas tener algo de tiempo.

Phillip"

>Enviar<

A esperar a que me responda. Tal vez tarde una hora, días. O incluso puede que haya cambiado su correo. Hay miles de posibilidades puede que... Ya me respondió, sólo pasaron cinco minutos.

Le di para que se pudiera abrir. No estaba emocionado. Neutral, estaba neutral. Como la mayor parte de mi vida. No sé por qué me puse así por Nathan. Tal vez sólo haya sido atracción y ya empiece a dejarme de gustar. Sí, tal vez sólo fue eso. En todo caso, no sería la primera vez que me pasa.
No le di más importancia a esa hipótesis. Mejor, leo lo que me haya enviando.

"Phillip.
Estaré en mi casa todo el día gracias a la lluvia.
¿Sabes que puede volver a empezar en cualquier momento?
Si deseas venir, vente con cuidado o, aplica tus conocimientos de guerrero. Puede que eso funcione."

"N.N."

Ignoraré eso último.

Entonces, me preguntaba a mí mismo. ¿Voy a su casa? ¿Y si intenta agarrarme a golpes una vez esté dentro de su hogar? Si logran descubrirlo, puede decir que yo era un ladrón y eh intentado robarle algo. Por otra parte. Quiero y deseo saber qué tiene pensando para "arreglar" esto. No tenía nada qué perder. Bueno, excepto de nuevo la dignidad.

¡Está decidido! Iré a la casa de Nathan Nightmare y "arreglaremos" esto... Sé que pronto odiaré esa palabra, dentro de poco tiempo será así.
Me paré del sofá, con un gran bostezo. Quisiera irme a dormir en realidad. Dormir ah sido la respuesta a la mayoría de mis problemas. ¿Por qué esta vez no puede ser así?

Me bañé con el agua helada, no importa, me gusta así. Agarré la toalla color café que está por el lavabo lleno de pequeñas partes de jabones, una pasta de dientes casi vacía y mi cepillo de dientes color rojo. No andaba apurado, sé que él me escribió que podía ir a cualquier hora, que estaría en su casa ignorando el horario que sea. Sólo falta que llegue a su casa y no esté, de pensarlo... Mierda, solté una carcajada, qué estúpido me vería.
Buscando entre mi armario y mi "gran" colección de ropa. Opté por una camiseta roja. Suéter gris con cierre en medio, con unas cuantas estrellas dibujadas en circulo en el medio. Unos jeans negros y unos tenis oscuros con agujetas blancas. Nunca me ha preocupado mucho eso de la moda. No soy así. No soy de comprar ropa, luego de tres días tirarla porque ya hay ropa nueva y cosas por el estilo. No. Sé que Ricardo me aplastaría la cabeza con una piedra grande si fuera así. Él odia a la gente así, y yo igual, es una de las cosas que tenemos en común. Si estuviera aquí, es tan seguro de sí mismo, ojalá tuviera un poco de eso. No me vendría mal en estos momentos.
Pero ya era tiempo de salir, ir a visitar a Nathan.

Cerré la puerta de mi casa, con todas las luces apagadas y los enchufes desconectado. Ahorro corriente y me quito el peligro que los truenos estropeen las pocas poseciones materiales que tengo. Me fui, alejándome de mi hogar, con las preguntas que rondaban en mi cabeza. El tiempo está nublado con viente, las nubes eran grises, pero con algo de brillo. Precioso.

 

 

 

 

Pasaron veinte minutos. Por fin di con la casa de Nathan. Su casa está en escondida en un vecindario después de pasar unas seis cuadras y cruzar una glorieta de la mía. Pregunté a unos cuatro vecinos cuál de todas las casi parecidas casas eran. Otra vez, perdía mi dignidad.

Me quedé unos minutos más mirando su casa. Un casa grande, mucho más que la mía. De color amarillo, de dos pisos. Con una gran ventana con forma de medio circulo en lo que yo quiero creer, que es el cuarto que da vista a fuera. Todo lo que cubría su patio de enfrente era una larga alfombra de cesped que aunque estuviera nublado, se puede ver que es de un verde fuerte; debajo de ahí, había una pelota de volleyball, unas cuentas pelotas más chicas de plástico de diversos colores. Un pequeño árbol de unos tres metros al lado izquierdo, se veía muy bonita su casa por fuera. Una pequeña muralla de ladrillos rodeaba la casa, unas rejas negras cerradas con llave era las que conectaba las dos partes. Tenía un timbre al lado derecho, cerca de donde se tiene que meter la llave para abrir la puerta. ¿Debo tocar el timbre entonces? Bien, acerqué mi dedo para apretar ese pequeño botón. No oía nada.
Todo estaba apagado. ¿No está? No se veía ninguna luz prendida que se pudiera observar desde afuera, ni mucho menos algún sonido. Hijo de puta, me mintió. No está. Una pequeña risita salió de mi boca, junto con un leve suspiro de lo que podría ser decepción, negando con la cabeza. Perdí la dignidad otra vez, junto a eso, me sentía estúpido. Creo que esto me bastará para que espero que lo que yo quiero creer sea pura atracción por Nathan se acabe, es mejor estar solo. Siempre me lo he dicho.
Una ráfaga de viento movía todas las hojas y ramas del árbol, aún sin ninguna señal de vida dentro de la casa. Creo que es tiempo de irme, de enviarle un mensaje a Nathan diciéndole que todo era una equivocación. ¡No sé! ¡Pero algo se me ocurrirá! Ricardo, jódete con tu teoría de que debo encontrar a alguien, mejor me compro un perro. Son más fieles, te quieren incondicionalmente a cambio de algo de agua y comida. Es tiempo de irme y decirle adiós a esos días de observarlo comer en el restaurante, es tiempo de.... Alguien abrió la puerta de su casa. Lo pude oír.


— ¿Phillip?— Era Nathan.... ¡Mierda! ¿Está en ropa interior y con una camisa delgada color negro?— Phillip, ¿eres tú? responde.

Podía dar la vuelta, sonreírle y decirle que sí, que soy yo. Phillip Young, el tipo que lo acosó por un determinado tiempo y viene a "arreglar" las cosas. De nuevo esa maldita palabra ronda por mi mente.
O podía suspirar, cerrar los ojos y hacer una acción que odio con todo mi ser. Correr. Correr e ignorar la voz de Nathan. Sí, creo que eso será lo mejor. Iré a comprar mi cachorro.

— Sí, soy yo Nathan.— Me lleva el carajo. Adiós a mi cachorro.
— Bien, sí eres tú.— Cerró la puerta. ¿A caso sólo quería saber si era yo? ¿Qué tal si ahora saca unos perros del demonio dispuesto a rasgar mi cuerpo hasta que muera desangrado.— Perdón si te pareción un gesto descortés. Fui por las llaves.— sonrió y vino directamente hasta del otro lado de la reja. Nadie me quita la idea de que puede leer la mente.

Abrió la reja con un leve chirrido producido por el óxido del metal de ésta. Me invitó a pasar, seguía con la misma ropa. Era una batalla campal en mi mente para que sea fuerte y no viera su trasero. Firme, bonito. Ah mierda, debo calmarme, tal vez dentro de su casa esté esperándome una pistola y una bala impaciente por penetrar mi cuello. Aún existe gente así.

— Estoy en estas ropas por el tiempo. No fui a trabajar y me entró flojera de cambiarme.— Me explicó con una pequeña sonrisa.— Además, somos chicos ¿No?— añadió al final.

Sólo acentí con la cabeza, con una sonrisa que parece fue dibujada por un niño de kinder. Sí Nathan soy chico, pero me atraes. No sabes lo que me hace verte con ese boxer holgado color negro azul que podría quitarte en un fácil movimiento. Bueno, si es que no me atacas antes, no me has demostrado lo ágil que puedes ser.

Cerraste la puerta de tu casa que está a la mitad del largo de ésta. Por fin la puedo observar con detalle. Una bonita casa pintada de color rojo y verde. Tres sofás de color blanco (uno con un asiento nada más, el otro con dos y el último con tres) estaban alrededor de la gran televisor de plasma de unas... ¿Qué sé yo? ¿treinta pulgadas? todo debajo de una gran alfombra felpuda de color grises en diferentes tonos. A unos cuántos centímetros de del suelo estaba la plasma gigante, sostenida por un pequeño soporte de metal. A bajo directamente al suelo, estaba tu consola de vídeo juegos; un control estaba conectado y lo que parecía ser un juego brutal de aniquilazación de zombis estaba en pausa, ya que de la televisión aparecían tres rectángulos uno arriba del otro con las opciones: "Volver al juego" "Guardar Partida" y "Volver a inicar". El control no daba hasta el sofá de tres asientos que estabe en frente, supongo que estaba Nathan estaba sentado sobre la alfombra.
La cocina estaba del otro lado, todo estaba reluciente. El refrigerador, la estufa, todo.

— ¿Te puedo ofrecer algo de tomar? Tengo té helado, agua fría y soda sabor cereza.— Se puso en frente de mí, con su pequeña sonrisa de siempre. Tus ojos cafés claro me observaban. Debía controlarme y no joderlo todo ruborizándome.
— Té helado estará bien.— pude apenas formular las palabras. Si se supone que esto es sólo atracción, es demasiado fuerte.
— Bien. Acompáñame a la mesa, para hablar sobre tu cara.

Me invitó a pasar a su cocina. Pienso y siento que Nathan no se toma en serio esto, cree que sólo es una bruma. Yo pienso que todo sólo es atracción. ¿Quién estará en lo correcto?
No es como lo pensaba, de otra forma. Él enojado y yo sentado pidiéndole perdón por la carta tan acosadora que le envié. No así, el tranquilo, como si sólo fuera una visita informal entre compañeros. Algo, algo está raro aquí.

Ya sentados, yo con mi vaso de vidrio con un frío té y él con un vaso lleno de agua. Sentados uno en frente del otro. El silencio era denso, se podía cortar con un cuchillo. Sé que era por mi culpa, ya que Nathan me seguía mirando con una cara de... ¿Curiosidad? Sí, era de curiosidad. Ninguna señal de enfado en su rostro. Puedo tomar eso como ya una victoria. Tenía que decir algo, lo que fuera. No importa ya. Seguir así justo en frente de la persona que te gusta no es bueno. Se va a joder mi parte anti-social y callada.

— ¿No fuiste a trabajar hoy?— le pregunté por fin. Él parecía esperar a que yo dijera algo.
— No trabajo. Estoy jubilado.— respondió con su sonrisa de siempre. Tomando un poco de agua.

¿Jubilado? ¿A su corta edad? Bueno, se ve que tiene mas o menos mi edad. De los veinticinco no pasa.

— ¿Jubilado?— pregunté. Ladeando la cabeza.— ¿No eres joven para estar jubilado?— Era el momento de poder saber su edad.— Por cierto. ¿Qué edad tienes?
— Tres preguntas en una sola oración.— Río un poco. Hijo de puta, debe estar jugando conmigo nada más porque sabe que me atrae.— Sí. Estoy jubilado. No, estoy joven aún. Tengo veinticuatro años Phillip. ¿Tú?
— Veintiuno.— Mierda, quedé como un idiota con eso de que parecía muy joven. ¡Yo lo soy aún más que él!
— Ah, eres más joven que yo.— Don lee la mente ataca de nuevo.— Bueno. Ya sé tu edad, sé dónde trabajas. ¿Qué más debería saber de ti?
— Mmm... No sé. Tal vez que, vivo solo. No tengo mascotas. Quiero un cachorro.
Nathan soltó una carcajada. ¿Es pura payasada lo que digo? Es mi monótona vida.
— Yo igual quiero un cachorro. Vivo solo porque mi familia me hartaba demasiado.— Se encogió de hombros. ¿Hartar? ¿Molestaban a mi Nathan? ¿Por qué?
— Bueno, ya sé que no trabajas. ¿En que gastas tu tiempo libre, a parte de jugar vídeo juegos?
— Voy a un gimnasio. Y practico natación. Amo nadar.— Joder, debería cobrar por leer el futuro. Entonces, Nathan se puso de pie y caminó hasta donde yo estaba sentado.— Pero no estamos aquí para una plática casual. Necesitamos arreglar estoy y tú necesitas saber algo muy importante.

Me dijo con una mirada más seria. ¿Tiene novia? ¿Tiene novio? ¿Está casado? ¿Es un ladrón y mintió acerca de estar jubilado y gana el dinero matando gente? El torbellino sobre el desierto de mi mente había tomado fuerzas, derrumbando los pocos arbustos secos y cáctus. Estaba a punto de estallar por tantas dudas en la mente. ¿Qué necesito saber?
Todas las dudas se despejaron. El desierto en mi mente se había desaparecido. Una imagen en blanco cubría todo en su lugar.
Estaba paralizado. Mis ojos como platos y mi respiración agitada. Mis manos estaban sin moverse y mis piernas me temblaban. ¿Nathan? Él me había tomado con su mano derecha de la nuca, acercándome a él y él a mí.
Me besó. Pegó sus labios junto a los míos. Su mirada, no podía ver sus ojos, estaba cerrados. ¿Es en serio?
Después de unos segundos, se movió. Yo estaba aún con la respiración agitada. Él con una mirada inexpresiva. Sus ojos emanaban una fría seriedad que daba a juego con la otra parte de su rostro. De la nada, me miró. Sé que él sabe que yo estoy indefenso en esos momentos. Sólo se limitó a sonreír.

— ¿Por qué?— Pregunté. Con la voz tan leve que a duras penas se escuchaba.
— ¿No querías que te besara?— Preguntó sorprendido.— Perdón. Yo pensé que querías que te besara. Como yo te atraigo...
— ¡Eso no! ¡Si yo no te atraigo igual no lo debes de hacer!— gritaba.
— Es que ese es el gran problema Phillip.
— ¿Problema? ¿Qué "gran problema"?— Pregunté, aún exaltado de la emoción, de la adrenalina.

Nathan señaló con su dedo índice de la mano derecha mi entrepierna. Mi miembro estaba erecto. Él me lo dijo. Yo me sonrojé. Me sentía tan avergonzado de que un beso suyo me ponga así.
Luego señaló a su entre pierna. Su miembro seguía igual. No se notaba nada fuera de lo común. ¿Y lo raro? Tal vez no le gusten los chicos.
Y así le dije. Que a él no le gustan los chicos. Nathan se sentó a mi lado. Negó con la cabeza y dio un gran suspiro.

— Tampoco me gustan las chicas. Phillip.— Ahora su voz tenía un aire de tristeza.
— No logro entender eso.— No le gustan las chicas. No le gustan los chicos.— ¿Te gusta la zoofilia?— pregunté espantado. Ruego a dios que no sea así.
— No Phillip.— Arqueó una ceja y dio otra gran carcajada.— No me gusta nada. Soy frío en eso.
— Sigo sin entender.— Negué con la cabeza. En verdad, no entedía el misterio de Nathan.
Phillip tardó unos segundos mirándome. Como pidiéndome disculpas. Hasta dio un gran suspiro. — Phillip...— dio una pausa. Como si lo que fuera a decir, fuera peor que una bala atravesada en mi estómago.— Soy asexual.

Y así fue.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Espero y les haya gustado. 

Ya tengo escrito hasta el capítulo 3. Subiré cuando vea avances, por mientras escribiré el capítulo 4. :)


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