Era su rutina de cada día, observarle como si su vida dependiese de ello. Quizás podría dejarlo, podría intentar escapar de aquella sensación de aplastante soledad de tener a aquella persona amada tan cerca y a la vez tan lejos generaba a su pobre y desdichado corazón.
Pero no podía, simplemente no podría dejarlo. Estaba embelesado, completamente hechizado con aquel hombre al que hacía llamar su “rival”, tan solo para poder encubrir su eventual enamoramiento.
¡Por dios, si incluso se conocía todo de él! ¡Sabia hasta el más mínimo detalle de su descuidada persona!
Sabia sobre sus gustos, su preferencia de licores, sus mañas, sus comidas favoritas…como manejar ese carácter tan indomable como lo era su alma… ¡Inclusive conocía sus rutinas de entrenamientos!
Y claro, como no hacerlo, si el condenado marimo solía hacer sus ejercicios vespertinos frente a la ventana de la cocina. Que cientos de sentadillas, que levantar otras miles de veces sus descomunales pesas, que practicas con sus katana otro tanto…a veces incluso llegaba a cuestionarse si el muy cabrón no lo hacía a propósito…
Otro día más se iba en su vida pirata… otro día mas en su vida junto al hombre que amaba en doloroso secreto…
Ya había perdido la cuenta de las veces en que había terminado llorando por alguna de sus habituales discusiones, esas que tanto daño le hacían pero que se veía obligado a seguirle el juego para evitar dar a conocer sus verdaderos sentimientos, aquellos que por tanto tiempo había tenido guardados bajo llave.
Desde que era pequeño, y con el tiempo, había aprendido a utilizar una máscara y así poder esconder a todos los demás, por mínimo que fuese, todo aquello que le hiciera daño. Era irónico, sobre todo para el: que por fuera pareciera un hombre fuerte dispuesto y capaz de lograr todo, cualquier meta que se propusiera, pero que por dentro se encontraba solo un llorón y un cobarde que se escondía detrás de sus actuaciones para evitar salir dañado por el mismo o por los demás.
…a veces, ni el mismo lograba entenderse…
Inclusive Robin, quien siempre había sido una mujer muy intuitiva y savia como gran parte de las personas de su edad, había tardado meses de espionaje y de charlas extenuantes con el cocinero para lograr, de una vez por todas, atravesar esa fachada y conocer a su verdadero “yo”.
Sanji se sentía profundamente agradecido con la arqueóloga ya que, y de no ser por ella, lo más seguro es que hubiese terminado de derrumbarse hace mucho tiempo atrás. Ella le había apoyado y aconsejado, había estado siempre a su lado cuando más lo necesitaba e, inclusive, había seguido sus indicaciones al pie de la letra para poder, aunque fuese mínimamente, acercarse un poco más al peliverde…
…pero que a pesar de todos sus esfuerzos, siempre terminaba fracasando…
El cocinero, a pesar de todo, siempre había albergado una pequeña esperanza, para poder verse correspondido ante su nakama. Pero, y con el pasar de las semanas, Sanji se había dado cuenta de que el espadachín le soportaba cada mes menos…que sus peleas eran cada vez más violentas, y que cada vez que intentaba entablar una conversación con el solo palabras cargadas del más puro odio emergían de los labios del moreno…
…su único rayo de luz, cada vez le quitaba más sus esperanzas…
Una mañana como cualquier otra, el cocinero se levantó aún más temprano de lo habitual. Desde había ya unos minutos que había escuchado gritos y exclamaciones desde la cubierta, así que, más que curioso, se vistió rápidamente para ver qué era lo que ocurría.
En el camino se topó con ambas chicas del barco, quienes, y a pesar de aun encontrarse en ropa de dormir, habían salido de su habitación tanto o más desconcertadas que el para ver el motivo de tanto alboroto a horas tan tempranas de la mañana.
A tan solo metros de la cocina, se encontraba el origen de la discordia: Franky y Usopp se encontraban mostrándoles a unos emocionados y expectantes Luffy y Chopper un artefacto antiguo que habían comprado en la última isla que habían visitado, una especie de máquina que, según lo que veían, al fin habían logrado reparar gracias a la ayuda de unos viejos planos.
Al principio la navegante les había regañado al haber comprado una chatarra como ella a un precio tan elevado, pero ambos chicos se habían defendido diciendo que ni siquiera el mismo vendedor conocía su uso, a pesar de que ese artefacto había estado por años en posesión de su familia.
-¡venga, vamos probarlo!-exclamo el capitán entusiasmado, viendo como el carpintero comentaba sobre su “súper ingenio” y hacia sus ya tan conocidas poses-
-¡¿Qué creen que hacen, idiotas?! ¡Eso puede ser peligroso!-grito Nami, completamente histérica mientras golpeaba al ciborg y lo dejaba estampado en el suelo-
-Na-Nami, tranquila ¿quieres? No creo que pase nada malo-le contradijo Usopp, escondiéndose aterrado tras el espadachín, quien también había bajado desde el cuarto de vigía al ver semejante alboroto-
-vale, pero si llegan a fallar deberán pagarme una buena suma de dinero con el treinta por ciento de interés-comento la navegante con sus ojos transformados en signos de Beries-
Suspirando por el comportamiento habitual de su compañera, ambos ingenieros prosiguieron con su experimento. Mientras Usopp sujetaba el artefacto, el ciborg presiono un par de botones logrando que la maquina comenzase a prender unas extrañas luces y a sacar un humo blanco.
Asustado, el tirador dejo caerlo al suelo, corriendo despavoridamente al igual que los demás l ver que este empezaba a lanar unos disparos a diestra y siniestra.
En un momento de confusión, el espadachín cayó estrepitosamente al suelo justo cuando uno de los disparos, se dirigía directamente hacia él. Esperando lo inevitable, y a sabiendas de que no tendría tiempo de esquivar o bloquear el ataque, cerró los ojos aguardando un disparo que nunca llego.
Algo desconcertado, volvió a abrir los ojos y aterrado, comprobó que el cocinero de la tripulación se había interpuesto en el camino del rayo, protegiéndole con su propio cuerpo para evitar que resultase dañado.
Antes de que siquiera alcanzase a reaccionar, una explosión se dio paso en el barco, logrando que todos los chicos salieran disparados por la fuerte onda de choque que este había provocado…
Tsusuku (o tal vez no XD)