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Samsara por HokutoSexy

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SAMSARA

 

 

 

La mayor declaración de amor es la que no se hace; el hombre que siente mucho, habla poco.

 

Platón.

 

 

 

Para NR, Acta est fabula.

 

 

 

 I.             LA OSCURIDAD

 

 

 

Los días pasaban con singular burla y aunque a veces menguaba en sus deseos de intentar de nuevo aquel amor incestuoso acababa de aceptar por cruel derrota y guardaba en oscuro secreto eterno sus más bajas pasiones.

 

 

 

A medida que adoptaba y abrazaba nuevamente sus entrenamientos avanzaba más y más pero era triste saber que Aioros no lo consideraba de los mejores y hacía retardar la prueba final mientras que el resto de sus compañeros uno a uno iban superándole. Era un golpe duro para el orgullo del león, sin embargo procuraba sacar el mayor provecho y entrenar más férreamente que nunca.

 

 

 

Al pasar de las semanas se iba reponiendo del rechazo tajante de Aioros, pero eso no significaba que dejara de doler, al contrario aún punzaba cuando cerraba los ojos, aún pegaba directo, e imaginariamente se veía un día despertando muerto, muerto de amor… eso en sus momentos más críticos, aunque a decir verdad en lo que iba de esos días se había olvidado por completo de aquella noche en la que se metió a la habitación con la intención torcida de seducirle.

 

 

 

De entre los pocos que aún seguían bajo entrenamiento se hallaba Shaka el guardián del templo de la virgen, discípulo de Akbar.

 

 

 

Cuando lo vio por primera vez, afuera del templo de la Virgen, mientras él se debatía en profundo penar, se dejó engañar por su frágil apariencia, incluso llegó a pensar que no era más que un simple monje budista que buscaba el consejo de Akbar, su larga cabellera rubia le hizo dudar de esas conjeturas… su aire mágico y la voz que nada más percibir le llenaba de paz infinita, era extraño, solo tenía una palabra para describir a aquel chico: extraño, lo que más llamaba su atención era el "urna", el ojo de la sabiduría, entre sus cejas, le apetecía tan pintoresco.

 

 

 

Pocas veces había platicado con él, en especial porque era muy escurridizo, un instante lo estaba observando y en cuestión de un parpadeo desaparecía de su vista,  aunque era amable no dejaba de poner cierta distancia ante todos, no solo ante él, cosa que le hacía fruncir el entrecejo de aquella manera mitad sensual mitad pícara, además, ¿para qué negarlo? le gustaba, ¿O sería más bien que le llamaba la atención por ser tan singular?, era sin duda un ejemplar único, como nunca había visto…

 

 

 

Se acomodó con pereza contra uno de los pilares del templo de Sagitario, el sol pegaba de lleno en su rostro… visto de perfil era la perfección de la virilidad griega, solo llevaba un lienzo fino enredado en la cintura con el torso desnudo, a la antigua moda cretense. Se dispuso a hacer repaso mental de todos sus compañeros, cerró un momento los ojos para que los rayos del sol no le hirieran más los ojos claros.

 

 

 

—Y por último Shaka de Virgo… —se dijo a sí mismo.

 

 

 

Al llegar a este punto se quedó con la mente en blanco, no supo cómo catalogarlo ni que pensar, ¿realmente que era lo que él tenía? ni si quiera se podía explicar cómo llamaba su atención, tal vez solo era que se trataba del nuevo forastero en el Santuario, así con los ojos cerrados frunció el ceño molesto por no tener una explicación coherente y solo simples yuxtaposiciones.

 

 

 

—Hola ¿Cómo está el día de hoy?

 

 

 

Hablando de él… Pensó sobresaltado.

 

 

 

—Hola Shaka, ¿por qué insistes en tener esa extraña costumbre de hablar con tanta propiedad? no me hables de usted por favor —se volvió a su compañero algo molesto, en especial por que había interrumpido sus pensamientos y seguido de ello porque le había sobresaltado.

 

 

 

—Si sé que no le gusta pero estoy acostumbrado a ello y me cuesta trabajo.

 

 

 

—Lo has hecho de nuevo…

 

 

 

—Perdona… procuraré no hablarle… hablarte así, ¿por qué vas desnudo?

 

 

 

—¿Desnudo? No voy desnudo, es una vestimenta típica de Grecia… además ¿cómo sabes que estoy medio desnudo? tienes los ojos cerrados —contestó irritado, si había algo que odiaba era que le criticaran, y el más mínimo comentario acerca de su persona o costumbres o lo que fuera bastaba para hacerlo estallar.

 

 

 

—Bueno aunque mis ojos permanezcan cerrados sin estar ciegos puedo ver y sentir con mi cosmos igual que tú.

 

 

 

Se le quedó mirando con cierta curiosidad, ¿sería cierto o le tomaba el pelo?, lo observo detenidamente, llevaba encima una túnica guinda hasta los pies, cubría únicamente uno de sus hombros y dejaba al descubierto el otro, un aspecto sin duda llamativo.

 

 

 

—Ya… ¿qué te ha parecido Grecia, algo diferente del lejano país de dónde vienes no?

 

 

 

—Mucho… tienen costumbres extrañas aquí, pero interesantes.

 

 

 

—Tú me pareces más extraño de lo que podría parecerte yo.

 

 

 

—No te enfades Aioria, es solo que son mundos totalmente diferentes, además no me acostumbro a todos los lujos con los que ustedes viven.

 

 

 

—¿Lujos? —levantó una ceja sorprendido—, ¿qué clase de lujos? debes estar de broma, la vida aquí es muy austera.

 

 

 

El serio semblante de Shaka se ensombreció y como si mantuviera los ojos abiertos y observara se volvió escaleras abajo contemplando los templos.

 

 

 

—En mi país la vida es dura y humilde, dices que aquí la vida es austera, no sabes lo que dices, yo he visto morir a tanta gente delante de mí y no precisamente en una gallarda batalla, abre bien los ojos y mira a tu alrededor.

 

 

 

Aioria notó que aquello era un tema delicado para Shaka así que no quiso comentar más al respecto, en su lugar simplemente observó en silencio el rostro perfectamente esculpido de su compañero.

 

 

 

—¿Por qué mantienes los ojos cerrados sin estar ciego?

 

 

 

—Aioria… es como preguntar por qué vas desnudo.

 

 

 

—Ya te dije que no voy desnudo…

 

 

 

—¿Lo ves?, cuestión de costumbres.

 

 

 

Una discreta sonrisa dibujada en los labios y luego una inclinación respetuosa, siguió andando hacia abajo ante la mirada absorta de Aioria, le había dejado una vez más con la palabra atorada entre el paladar y la lengua.

 

 

 

Observaba a lo lejos al guerrero ario como nunca había visto, era común entre los griegos algunos rubios, pero a pesar de ello la piel era indudablemente acaramelada por el sol de la Hélade, tal vez la única piel lechosa que se le asemejaba un poco era la de Mu… no, era falso, la piel de Mu era aún más clara que la de él. Le gustaba pero… ¿por qué ya no podía correr tras él como el fauno que había sido? algo le faltaba, las ganas le faltaban, algo dentro de él había menguado y se iba extinguiendo ante su impotencia pues no alcanzaba a comprender… o tal vez la llama se había extinto con el rechazo de Aioros.

 

 

 

Ni siquiera la hermosa pelirroja, una de las kòres, podía despertar en él las ansias de una nueva conquista, se sentía solo, desorientado y a veces dudaba del porqué de su forma de vida como caballero; eran peligrosos esos pensamientos, de llegar a descubrir esa duda que ensombrecía su corazón lo hubiesen ejecutado sin miramientos.


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