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No love, no glory por Blackbird Venom

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Notas del fanfic:

Hola :3 bueno, este va a ser un fic un poco corto, rápido, sin respiro...

- FRERARD.

Notas del capitulo:

askdjkasdjklad esta es mi primera fic terminada y espero que les guste.

Subo el proximo capitulo en unos dias *.*

Gerard acaba de llegar de su trabajo, está tan exhausto que solo atina a tomar de pasada el control del tele y tirarse de bruces al sofá. Allí lo recibe la única habitante femenina del apartamento que ha quedado. Mona, su gata de un año. Ronronea y se hecha en el sofá con él, soltando de vez en cuando unos maullidos.
Gerard la mira y esperando a que ella responda le habla:

- ¿Así que hemos quedado solos tu y yo? – Sonríe y acaricia la cabeza del pequeño animal – Bueno, supongo que no está tan mal. El problema es que no sabes cocinar, pequeña. – Al decir estas palabras, lo recordó. La otra habitante femenina de ese ahora desordenado departamento, se había ido. Su esposa, lo había dejado solo, abandonado. O mejor dicho casi solo.

* * *
Tres meses atrás, Gerard llegaba igual de cansado de su miserable trabajo. Entro al apartamento, Mona lo saludó como cada noche, el le sonrió y fue en busca de su esposa, seguro estaría cocinando algo delicioso, siempre lo hacía.

Pero no había ningún aroma delicioso a comida casera, al contrario, el ambiente olía neutro, como a hospital.

- Lindsey. – Llamó. Nadie respondía. Llegó a la cocina, nada. Una carta apoyada sobre el florero de la mesa. Flores marchitas. Una despedida teñida con tinta azul que solo decía “Me voy, no me busques, se acabó.” 
Preguntas, dolor, abandono, dudas. Se fue, simplemente, se fue.

* * * 
En algún lugar de New Jersey, un joven llamado Frank Iero toca su guitarra sobre un escenario. Da vueltas, salta, vuela, se cae, golpea contra el suelo, se levanta, sigue moviéndose y rebotando contra todos, contra todo. Es feliz, a veces se siente un poco vacío, pero su vida sencilla lo hace feliz. Después de todo, tan solo tiene 20 años.
Vive sin lujos, ha decidido abandonar su carrera de arquitecto para vivir de lo que ama, la música. Con lo que gana con su banda en los bares y su trabajo de paseador de perro, tiene suficiente para vivir en una pensión un poco mugrosa. Lo demás no le interesa.

Ocho de la mañana, los rayos del sol golpean la cara de Frank como intentando despertarlo desesperadamente. El joven de ojos miel dormía placidamente con Johnny Cash. Es decir, su perro. Un cachorro de labrador mezcla con quien sabe qué. Solo se sabe que es un enorme animal que en cualquier momento, será más grande que su propio dueño.
Johnny al ver los rayos del sol comienza a ladrar y lamer la cara de Frank. Este se despierta tratando de sacarse al animal de encima pero no lo logra. En un momento se queda dormido nuevamente y el cachorro le suelta un fuerte ladrido en la cara. –Hoy será un buen día. – Se dice Iero levantándose de la cama y vistiéndose para sacar a su molesta mascota a pasear.

Ocho y media. Gerard Way toma su preciado café negro con tostadas como todas las mañanas. Su acompañante felina sale a dar una vuelta por el barrio. 
De pronto, ladridos, un grito, un maullido, un aullido. - ¡Mona! – Gerard sale corriendo a toda prisa y llega hasta la puerta del edificio, corriendo baja las escalinatas. 

Un par de ojos entre miel y verdosos lo esperan abajo. 
El mundo pasa a segundo plano. Intenta avanzar, intenta querer saber que sucede, pero el joven de piel dibujada con tinta que está cruzando la calle lo mira sonriente y él, se pierde en esa sonrisa, en el aire, la brisa, todo. Nada. Todo. Nada. 
Una canción comienza a sonar en su mente, la escuchó en alguna película, no sabe… << I can’t take my eyes out of you, I can’t take my eyes out of you.>> El joven, comienza a cruzar la calle, lentamente, sin apuros. Lleva a Mona en sus brazos y una correa en la mano, un perro, -Por mí podría ser un dinosaurio que no me importaría.- Piensa Gerard. El chico no deja de sostenerle la mirada y sonríe, los rayos del sol parecen brillar para él. Es todo perfecto, es todo él. ¡Mona! De pronto recordó, mierda, su gata. ¿Estaba herida?

- Perdón – Sonríe tímido- Es que Johnny Cash intentó jugarle a tu gato y este le dio un zarpazo en el hocico. Me llamo Frank – El joven no dejaba de sonreír mientras acariciaba a la gata en sus brazos.
Gerard estaba en una nube ciertamente. No entendía nada. 
– Johnny…? –
- Oh, sí, disculpa, mi perro. – Dijo sonriendo aún más.
- Oh, claro. Lo siento, soy Gerard. Es que ella no está acostumbrada a sociabilizar. Pero raramente te has ganado su atención. Nunca ha estado en brazos de nadie, y tu la tienes tranquila, como un bebe. 
Frank mira a la bola de pelos atigrada en sus brazos y luego, los ojos verdes de su dueño. Mierda.

- Oh. – Iero sonrió y devolvió la criatura a su <bello> dueño. – Lo siento, pero, tu gata lastimó el hocico de mi perro, como dije, y… ¿No tienes gasa y desinfectante?
- ¡Claro! Sube, ven conmigo. – 

Luego de las curar a su perro – Lo cual era una gran excusa para estar unos segundos más cerca de ese hermoso desconocido. – Frank miró su reloj. Nueve de la mañana. ¡Joder! Tenía que entrar a trabajar en… Quince minutos.

- ¡Gerard! Vamos. – Los ojos verdes del contrario se abrieron enormes, intrigados, mientras que el joven de baja estatura tomaba su mano y corría escaleras abajo. Way sin atinar a decir una palabra, en un momento se encontró en la acera de su edificio, agitado y sintiendo el suave tacto de su contrario en su mano. Tomados de la mano. Así. Así comenzaba su día. Nada mal.

- ¿Qué? ¿A dónde es que vamos? – Preguntó el de ojos verdes cautivantes.
- Por lo que vi, tienes auto, tenías una llave colgada en el portallaves. Así que me llevas al trabajo. No creo que quieras negarte, tu mascota me hizo retrasar así que tú te haces cargo.
Gerard rodó los ojos.
- Bien, pero… La llave del auto, no la tomé.
Frank puso su mano en un bolsillo de su chaqueta y sacó la llave. Gerard abrió sus ojos nuevamente.
- Ten cuidado cuando metes desconocidos a tu casa, eres distraído, Gee.
Way sonrió incómodo. Llevó al chico al trabajo en su Mini Cooper negro, fruto de horas y horas de trabajo y siguió hacia el suyo. 

Estaba en su pequeña y miserable oficina cuando su teléfono interno –el cual nunca sonaba- comenzó a sonar.

- ¡Hola! 
- Hola… ¿Quién es? 
- Frank, ¿no reconoces mi voz? 
- ¿Frank? ¿Cómo es que…
- No preguntes nada. Esta noche nos vemos, he olvidado a Johnny Cash en tu departamento. Espero que tu gata no lo haya comido para cuando pase a buscarlo. Un beso. ¡Adiós!

Su voz… Era tan armoniosa, a la vez chillona, de niño adulto. ¿Cuántos años tendría? Seguro era mucho menor que él, ya tenía 27, - mierda, me vengo viejo. Y él se ve tan lleno de vida, de juventud. Y… ¡Dejó su perro en mi departamento, con mi gata! - Oh, dios, ¡eso era un desastre! Pero de todas formas, lo vería de nuevo. Cambió el rotulo de la situación por “Un hermoso desastre.”

Diez de la noche. Un bar de mala muerte se deleitaba con aquella música ruidosa que emitía la banda en el escenario. Otra vez Frank, sus piruetas, su alocada juventud, su pasión por la música. Su banda. Su sueño.
En algún otro lado de la ciudad, un hombre ojeroso que se había pasado las horas esperándolo e intentando que dos animales no se peleen, y seguía… Bueno, esperándolo. 
Lo esperó hasta que quedó exhausto dormido en la mesa del living. 
Hasta que finalmente, sonó el portero eléctrico. 
Sin pensar, Gerard corrió desde el segundo piso a planta baja, abrió el portón del edificio y quedó pasmado nuevamente. Allí estaba Frank, ese joven le quitó la respiración. Con una guitarra a su espalda, jeans rotos y una remera húmeda –aparentemente- sudada.

- ¡Hola! – El joven de improviso se puso de puntas de pié y estampó un beso en la mejilla del ojiverde.
- Frank… Hola, es tarde, pensé que tendría que adoptar a tu perro. – Dijo un poco molesto el mayor. - ¿Subes? Está durmiendo con mi gata, parece que ya se llevan bien.
- Pues genial, tendrán que ser amigos. ¡Si no, no podremos ser novios! – Contestó divertido el pequeño soltando una carcajada chillona. 

La palabra resonó en la cabeza de Gerard. 
“NOVIOS” ¿Novios? ¡Novios! ¿Qué carajos? ¿Por qué sonaba tan bien? Era un chico, y encima mucho menor que él. Un chico, ¿Gerard, eres gay o qué? Y encima… ¿Pedófilo? – Todo eso pasaba por la mente del de ojos verdes.

Cuando ya estaban dentro de su departamento. Frank observaba a su perro dormir con la bola de pelos atigrada en su lomo. Sintió un poco de pena, no quiso despertarlo, se dirigió hacia el comedor. Gerard estaba sentado en la mesa, parecía estar pensando mil cosas a la vez. Al verlo levantó la vista. Sus ojos se encontraron. El mayor se levantó de la silla.

- Frank yo no se que crees pero yo no soy…
Su intento de discurso se vio interrumpido. Frank calló toda explicación con un beso, aprisionó los labios de este en los suyos, arrinconando al mayor contra la pared, sin salida. El mayor dudaba, quería poder negarse, empujarlo. Pero era imposible, ese jovencito era demasiado perfecto como para dejarlo ir.

- Decías que no eres… ¿Gay? 
- Bueno, eso intentaba
- Pero, puedo ser una excepción, ¿no? 
- Tal vez… - Dijo Gerard sonriendo rojo cual tomate
- ¡Johnny Cash! Vamos a casa. – Gritó dejando medio sordo a su contrario. – Mañana… Te llamo. 
- Bueno, si quieres…
- Sí, quiero. 

Diciendo esto, depositó un húmedo beso en los labios del mayor, y se marchó corriendo hacia su casa, con su perro. Joder, ese perro le había hecho conocer al hombre más bello, con ojos hechizantes, era imposible quitarle los ojos de encima. Hoy Johnny tendría doble ración de comida.

La noche se hizo complicada. – De nuevo insomnio- se dijo Gerard entre dormido. Pero, mágicamente, despertó, y ya no pensaba en su ex esposa, ya se sentía alivianado. Dio media vuelta e intentó dormir de nuevo. 
Media hora después, el timbre. 

Son las cuatro de la madrugada, ¿quién mierda puede ser a esta hora? – Pensó. Se calzó sus jeans, una camisa a medio abrochar, y bajó.
Del otro lado del cristal del portón, veía una figura un tanto pequeña saludándole con un gesto dulce, su mano abierta y sonriendo, como un niño pequeño. Frank. Simplemente, Frank.


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